El Libro del conoscimiento de todos los reinos del mundo: la lectura sapiencial de un libro de viajes imaginarios

María Jesús Lacarra (Universidad de Zaragoza)

 

 

 

   La "reaparición" de un manuscrito perdido de El Libro del conoscimiento de todos los reinos, singular relato de viajes imaginarios, ha culminado con su edición facsimilar, acompañada de un amplio y pormenorizado conjunto de estudios e índices: Libro del Conosçimiento de todos los rregnos et tierras et señorios que son por el mundo, et de las señales et armas que han. Edición facsimilar del manuscrito Z (Múnich, Bayerische Staatsbibliothek, Cod. hisp.150), al cuidado de María Jesús Lacarra, María del Carmen Lacarra Ducay y Alberto Montaner, Zaragoza, Institución Femando el Católico (CSIC), 1999. Las conclusiones de estos trabajos, que aquí sintetizamos, modifican en gran medida los conocimientos que hasta ahora se tenían sobre ese texto.

1. El manuscrito perdido en Zaragoza

   En 1978 se subastaba en una galería londinense un precioso manuscrito del siglo XV, al que llamaremos ms. Z, del que los estudiosos conocían su existencia pero sus huellas se difuminaban al llegar al siglo XVII. Sabíamos que a mediados del siglos XVI estaba en poder del célebre cronista aragonés, Jerónimo Zurita, cuya firma encontramos en el frontispicio, y a cuya mano se deben anotaciones y subrayados. Ignoramos qué ocurrió con este manuscrito a la muerte del gran historiador, pero podemos asegurar que hacia 1680 figuraba en Zaragoza en la biblioteca del conde de San Clemente. A partir de ese momento carecemos ya de cualquier noticia segura hasta su reaparición en subasta.

   En el manuscrito Z el texto va acompañado de una rica ornamentación policromada y precedido de una gran miniatura en el frontispicio con la escena de la ofrenda del manuscrito por el autor al rey. El estudio iconográfico y estilístico de la miniatura lleva a concluir a los expertos que estamos ante una obra del estilo gótico del tercer cuarto del siglo XV, obra posiblemente de autor aragonés. Para armonizar estas conclusiones con otros datos internos, especialmente con los escudos que adornan el frontispicio, suponemos, como ya hizo Russell, que el miniaturista estuviera trabajando en el último tercio del siglo XV sobre un códice castellano perdido, elaborado quizá durante el reinado de Juan II de Castilla (1406-1454).

2. Los enigmas del Libro del conosçimiento: autoria, itinerarios, datación

   En las primeras líneas el autor se dice nacido en el reino de Castilla en 1305 y no añade ningún otro dato personal. La atribución a un autor franciscano parece muy discutible. En ningún momento se descubre en el texto huella alguna de esta condición del autor; parece más bien que podría tratarse de un rumor basado en el prestigio alcanzado por esta orden tras los viajes de los misioneros en el siglo XIII.

   Sin ninguna explicación acerca de los motivos que pudieron llevarle a emprender su viaje, el autor inicia la descripción de unos zigzagueantes itinerarios que a través de los tres continentes conocidos le conducirán finalmente al punto de partida, Sevilla. La narración es extremadamente escueta. La descripción de los países se limita en la mayoría de las ocasiones a la simple mención de las principales ciudades, montañas, ríos o islas para concluir con las señales del reino. De vez en cuando, el relato se enriquece con la mención a todas las fantasías que el imaginario medieval había ido ubicando en los confines de la tierra: razas monstruosas, islas maravillosas, prodigios de la naturaleza. Pese al empleo de la primera persona, parece indudable que estamos ante un representante del género de los libros de viajes imaginarios, en los que, como en el famoso relato de Juan de Mandeville, las lecturas, el estudio de los mapas y algunas leyendas orales sustituyen en gran medida a los viajes reales.

   Al no responder la obra a unas experiencias vividas, resulta difícil precisar con exactitud la fecha de su escritura. Una gran parte de las noticias históricas identificables abarcan hasta la primera mitad del siglo XIV. Esto llevó a su primer editor, Jiménez de la Espada, a fechar la obra en torno a 1350, dato que ha seguido repitiendo la crítica hasta hoy. Sin embargo, un estudio detenido del texto nos ha llevado a retrasar su fecha hasta finales del siglo XIV, ya que se mencionan algunos sucesos, como las que se refieren a la conquista de la isla de Lanzarote, posteriores a 1385.

 

 

 

3. Recepción

   La obra tuvo una amplísima difusión, como lo atestiguan los cuatro manuscritos conservados. Muchos lectores, engañados por el recurso autobiográfico, creyeron que estaban ante el relato de un viaje real. Eso hizo que se convirtiera en referencia para la conquista de las Canarias o para los viajes de Enrique el Navegante.

   Pero la recepción del Libro no sólo se orientó hacia ese horizonte, como claramente lo refleja el título que nos transmiten los mss. R y N: "Este libro es del conosçimiento de todos los regnos et tierras et señorios que son por el mundo, et de las señales et armas que han cada tierra et señorio por sy, et de los rreyes et señores que los proueen". El título destaca dos de sus componentes básicos: el conocimiento geográfico y la información heráldica, relegando, en cambio, a un segundo plano la experiencia vivida. A ambos ingredientes se les concede igual importancia y los copistas de los manuscritos conservados así lo sintieron al hacer acompañar todas las copias con ilustraciones. Esta lectura ‘sapiencial’ y ‘didáctica’ que acerca la obra a los tratados geográficos y enciclopédicos avala la coherencia codicológica del denominado ms. N (BNM 9055), que se conserva encuadernado junto con una versión fragmentaria de la Historia de la Doncella Teodor, la Historia de los reyes godos y unas efemérides que llegan hasta el 2 de julio de 1454. Por su parte, el manuscrito R (BUS, Ms. 1890), procedente de la biblioteca del Colegio de Cuenca, estaba en compañía del Lucidario y de otros textos científicos. La suma de historia, geografía y dichos de sabios se da en otros códices.Todos estos ejemplos avalan una misma impresión. Los tratados geográficos y los libros de viajes, con independencia de su grado de ficción, eran leídos como libros didácticos, científicos, sapienciales y el Libro del conosçimiento no fue una excepción. La asimilación al género libros de viajes es la que ha predominado en la crítica actual y es también la que le valió los reproches de los eruditos decimonónicos al juzgarlo con criterios historicistas. Sin embargo, si gozó del favor de los lectores en los siglos siguientes a su escritura, como lo avalan los manuscritos y los testimonios conservados, fue más bien porque en su recepción primaron otras consideraciones.