Cuento xxxvij.


/[e ij v]/
COmo están las abilidades repartidas entre los hombres, era uno tan certero en poner garvanços, tirando de lexos, por la boca de un cántaro, que una vez, estándolos tirando delante de un príncipe, le pidió mercedes por ello, a lo qual le respondió, conosciendo la desaprovechada abilidad: "Denle una hanega de garvanços."

Cuento xxxviij.

UN cavallero fue muy enamorado y gran poeta. Por estas dos cosas, que la una era bastante, vino a ser loco en tanta manera que un hermano suyo le tenía en su casa encerrado en un lugar apartado. Y como una vez viniesse a velle, viéndole hazer cosas no devidas, díxole: "Hermano, ¿para qué hazéys essas cosas? Mirad que soys incomportable." Respondióle: "Y como es mucho que allá donde yo toda mi vida hos he suffrido de nescio, que me suffráys vos a mí algunos ratos de loco."

Cuento xxjx.

SIendo preso y llevado un cossario delante el rey Alexandre, le dixo: "Ven acá, rebelde; ¿no tienes vergüença de yr assí robando por la mar?" A lo qual respondió: "Verdad es, Rey, que, por yr qual voy solo, me llaman ladrón; mas a tú, que te usurpas /e iij r/ todo el mundo por yr tan acompañado te llaman señor. Si fuesses qual yo voy, llamarte hían como a mí." Dixo el rey: "En fin, que yo robo." Respondió: "También yo, señor, pero yo por pobreza y tú por cobdicia." Viendo el rey su animosidad, no sólo le perdonó, mas hízole su capitán.

Cuento xxxx.

ASsí como aquel philósopho nota tres nescedades en los hombres, que son yr por mar podiendo yr por tierra, y tomar dineros sin contallos, y començar algún camino en ayunas, noto yo el día de oy otras tres nescedades. Y es la primera, estando en la cama con su muger, para el multiplícate demandarle licencia, y en la mesa aguardar que le rueguen que coma, y, teniendo sed, no pedillo.

Cuento xxxxj.

EStando un poeta mostrando ciertas coplas a un otro amigo suyo y gran dezidor, vino a leer un verso que dezía assí: 'Ya parte la nave bien como sin freno'. Respondió el que lo escuchava por tratalle de bestia: "Esso no es maravilla; mayor fuera con él."

Cuento xxxxij.

FUe avisado un rey que un mancebo /[e iij v]/ de su mesma estatura y hedad le parescía en grandíssima manera. Desseoso el rey de ver si era assí, mandóle llamar y, conosciendo ser verdad, preguntóle: "Dime, mancebo, ¿acuérdaste si por dicha tu madre por algún tiempo estuvo en esta mi casa?" Respondió: "Señor, mi madre no, pero mi padre sí."

Cuento xxxxiij.

EStando jugando el rey Argiselao con sus hijos, llevando una caña entre las piernas como cavallo, por enseñarlos a cavalgar, entró un amigo suyo y, como lo viesse, rogóle el rey que no lo dixesse a nadie hasta que también él fuesse padre de hijos, para enseñarle que aquello no era liviandad, sino puro amor y affición.

Cuento xxxxiiij.

EN cierta batalla de Nápoles, teniendo un soldado a su enemigo debaxo de sí y con la boca en tierra para darle de puñaladas, rogávale que le dexasse bolver de pechos arriba, y entonces que le matasse. Preguntóle: "¿Por qué?" Respondió: "Porque si me hallaren mis amigos muerto, no se avergüencen de verme las heridas en las espaldas." Entonces, el vencedor, viéndole en quánto preciava la honra el vencido, no sólo le perdonó, mas quiso que fuesse su amigo pa- / e iiij r/ ra siempre.

Cuento xxxxv.

POrque ciertos criados del presidente de Cáliz llamavan traydores a unos reconciliados, fuéronse a quexar, y, en oyr la causa, respondió el presidente assí, mostrando que estava bien dicho: "No hos maravilléys, amigos míos, que estos mis criados son tan torpes y rústicos de ingenio que no saben dezir sino al pan, pan, y al vino, vino. Yd con Dios, que yo los castigaré."

Cuento xxxxvj.

SIendo combidado un cavallero por un grande amigo suyo a cenar, de camino se encontró con otros dos hidalgos, que los huvo de llevar más por fuerça que de grado. Y como entrassen en casa del huésped conosció que se havía turbado por no tener aparejado de cenar para tantos, por lo qual dixo a todos secretamente que no comiessen mucho de las primeras viandas porque las havía para la postre preciosíssimas. Persuadidos con este comer poco, bastaron las viandas, y burló a sus amigos y socorrió la falta de su huésped.

Cuento xxxxvij.

HUrtaron a un capitán en Flandes de su aposento unos borzeguíes hechos /[e iiij v]/ de molde para sus pies, porque los tenía lisiados y tuertos. Hallándolos menos, dixo: "Plegue a Dios que le vengan bien a quien me los hurtó."

Cuento xxxxviij.

VEndiéndose ciertos captivos en presencia de un rey que estava assentado en su throno, el qual, por tener descosidas sus calças, mostrava sus vergüenças sin haver sentimiento dello. Y un captivo de los que se vendían dixo a bozes muy altas: "Perdóname, Rey: cata que yo buen amigo fui de tu padre." Respondió el rey: "¿Por dónde o de qué manera fue essa amistad?" Dixo el captivo: "Dame licencia que me llegue a ti, y yo te lo diré." Dexándole que llegasse, díxole en secreto: "Rey, cubre tus vergüenzas." Luego el rey dissimuladamente se cubrió, y dixo a bozes altas: "Dexaldo libre, pues tan servidor ha sido de mi padre."

Cuento xxxxjx.

COmbidado a comer cierto alcalde en Castilla por un grande amigo suyo y, por causa que havía de juzgar cierto negocio después de haver comido, bevió muy templadamente. Conosciéndolo el huésped, dixo, ya después de comer: "Si tan comedidamente beviessen todos los hombres del mun- /e v r/ do, barato valdría el vino." Respondió el alcalde: "Antes hos digo de verdad que más caro, si cada uno beviesse lo que querría como yo, que he bevido lo que he querido, y no más."

Cuento l.

INstituyendo el rey Philippo a un grande amigo suyo y letrado por principal juez de sus yerros, este tal, siendo biudo y porque ya le salían canas, por parescer mancebo dávase pedradas. Sabiéndolo el rey, quitóle el officio, diziendo: "Quien con sus cabellos no es fiel, menos lo será con el administración del reyno." Quiso sentir que, pues engañava sus cabellos, también engañaría la república.

Cuento lj.

SIendo un philósopho muy templado en el bever, combidáronle unos amigos suyos a cenar, y en la cena emborracháronse todos. Y como sobremesa tratassen de algunas abilidades que sabía hazer cada uno, dixo el philósopho por tratallos de borrachos: "Cubridme los ojos y llevadme a donde quisiéredes, y que acierto adónde estoy." Hecho esto, dixéronle: "¿Dónde estás?" Respondió: "Entre tinajas." Dexándole caher, dixo: "Entre locos."

/[e v v]/

Cuento lij.

LÉese de un señor de salva valenciano (que por humildad se calla su nombre) que rogó a un camarero que secretamente le truxesse alguna señora que durmiesse con él. Al fin, siendo ya muy tarde, le truxo una muy hermosa. Díxole en verla: "Señora, ¿cómo havéys venido tan tarde?" Respondió ella: "Sepa Su Señoría que la causa ha sido esperar que mi marido se acostasse." Respondióle él: "Pues yd, buena muger, y aguardad que se levante." Y, bolviéndose a su camarero, le riñó, porque tenía por muy grande peccado echarse con muger agena.

Cuento liij.

FAllesciendo un mercader que por muy rico era tenido, hallaron que era más lo que devía que no lo que tenía. Y, como los acreedores a quien él devía por justicia en pública almoneda le vendiessen la ropa, el rey de aquella tierra mandó a su mayordomo que le comprasse una colcha con que dormía este mercader. Dixo el mayordomo: "¿Búrlase Vuestra Alteza?" Respondió: "No me burlo, porque tengo necessidad dello para poder dormir." Quiso notar que cómo podía dormir un hombre que deviesse tanto, pues a él los cuydados le hazían /[e vj r]/ estar desvelado.

Cuento liiij.

VIniendo el rey Alexandre determinado de destruyr la ciudad de Lámsaco, y con juramento de no hazer cosa que le rogassen; sabiéndolo el philósopho Anaxímenes, maestro del rey, salióle al encuentro y, postrándose por tierra, dixo: "Yo te supplico, o, Rey, que destruyas la ciudad de Lámsaco." Viendo el rey la cautela deste sabio, por no quebrar el juramento huvo de usar de misericordia.

Cuento lv.

PHiloxeno, famosíssimo poeta, viendo que unos cantareros cantavan sus versos trastocando y quebrando algunos dellos, con un báculo que llevava dio en los jarros, y diziendo: "Pues vosotros dañáys mis obras, yo también dañaré las vuestras."

Cuento lvj.

BEvía un philósopho en una taverna, y de tal manera, que le vio otro amigo suyo que passava por la calle. El que bevía, por no ser visto, escondíase hazia dentro. Visto esto por el que passava, dixo: "Esso es ponerte más en ella."

Cuento lvij.


/[e vj v]/
UN ganapán, yendo cargado con una gran carga a cuestas, encontró con uno que yva por la calle, y en havelle dado, dixo: "Guardahos, señor." Preguntóle el que havía rescebido: "¿Que otra vez me quieres dar?"

Cuento lviij.

A Un señor de salva en Castilla, un pobre escudero demandávale socorro para casar una hija suya. El señor, haviendo compassión de su trabajo, aunque no era de su condición, le dixo que demandasse lo que havía menester. Pues conosciendo el escudero no ser el señor muy largo en hazer mercedes, pidióle veynte y dos reales. Maravillado el señor desto, dixo a su camarero: "¿No miráys este peccador que, diziéndole yo que pidiesse lo que menester havía, no ha querido pedir más de veynte y dos reales?" Respondió el camarero: "No se maraville Vuestra Señoría, que conosció la figura y quedósse con veynte y dos."

Cuento ljx.

ANtes que se baptizasse los moriscos del reyno de Valencia, a un morisco de un lugar llamado Alberique havíale hurtado un ladrón no sé qué ropa, el qual se lo negava. Venidos a juyzio, buenamente, de-/[e vij r]/ lante de un juez para que lo averiguasse, antes de ser oydos, dava tan grandes bozes el morisco contra el delinqüente que el juez, viendo quién era, dixo: "Has de callar, perro. ¿Por qué diablos estás ladrando?" Respondió: "Porque veo un ladrón."

Cuento lx.

UN marqués, señor de salva, encontrándose un día con el bayle general de Valencia, no le quitó el bonete, haviéndoselo quitado el bayle a él, de lo qual quedó muy quexoso. Sabiéndolo el marqués, topó un día con un page del bayle que llevava dos gorras nuevas en la mano. Preguntándole que cúyas eran, respondió el page: "De mi señor el bayle." Tomósselas el marqués y dixo: "Dezid a vuestro señor el bayle que, porque no quede quexoso que el otro día no le quité una gorra, que agora le quito dos."

Cuento lxj.

HAviendo librado de la muerte un soldado en una batalla al rey Cressa, y ya después de ser vencidos los enemigos, y estando el rey en su tienda, quiso saber quién era el soldado que tanto bien le hizo. Venido y trahído que fue delante del rey con otros soldados que le acompañavan, /[e vij v]/ echósse la mano el rey a la bolsa y diole cinco talentos de merced. El soldado, muy affrentado, baxó su cabeça y púsose a contar muchas vezes los talentos, de manera que le dixo un compañero: "Andad acá, ¿de qué sirve esso?" Respondió el soldado: "Dexadme, que tal caso como éste nunca se ha de acabar de contar."

Cuento lxij.

UNa cierta dama valenciana, ultra que era muy sabia, tenía una tacha: que hablava más de lo que era menester. Un día, estando en un sarao, tomáronle unos desmayos y fueron corriendo a dezillo a su marido, diziéndole que su muger estava sin habla. El qual, como lo oyesse, dixo: "Dexalda estar, que si esso le dura, será la más acertada muger del mundo."

Cuento lxiij.

UN cavallero a quien no sabía mal el vino, estando en conversación después de haver comido, parescióle a él que fue affrentado de otro cavallero, y por esto le desafió que se mataría con él y con las armas que quisiesse. Respondió su contrario que él acceptava el desafío con tal que no fuesse en cueros.

Cuento lxiiij.


/[e viij r]/
UNa señora que siempre quería saber a Hulana quién la sirve y Hulano a quién sirve, y Hulana en qué entiende y Hulano de qué bive, demandó a un cavallero, estando en conversación, que le prestasse un libro que tenía de las vidas de los diez emperadores. Respondió: "Señora, ya le vendí, porque soy muy enemigo de saber vidas agenas."

Cuento lxv.

TRahían a un sobrino de Garci Sánchez dos mugeres en casamiento, de las quales la una era de muy buena parte, sino que havía hecho un yerro de su persona, y la otra era confessa, con la qual le davan un cuento en dote. Llegándose este sobrino a demandar consejo y parescer a su tío sobre quál de aquellas dos tomaría por muger, le respondió assí: "Sobrino, yo más querría que me diessen con el cuento que no con el yerro."

Cuento lxvj.

COmo se casasse un viejo al cabo de setenta años, y reprochándoselo algunos amigos suyos que havía hecho gran locura, respondió que dezían verdad, que el hombre en hazerse viejo perdía el seso, y que, mientras le tuvo siendo moço, nunca le pu-/[e viij v]/ dieron hazer casar.

Cuento lxvij.

A Un mancebo, trayéndole para que escogiesse dos casamientos, el uno de una donzella loca con cinco mil ducados de dote, y otra muy sabia con quatro mil, escogió la loca, diziendo: "Vengan los cinco mil ducados, que yo no he hallado un ducado de diferencia de la más sabia a la más loca."

Cuento lxviij.

VIniendo a visitar un amigo a otro y demandándole en su posada, sintió cómo él dixo a su criado que le dixesse que no estava en casa. Fuese muy quexoso. Después vino el que se hizo negar a visitar al quexoso, y entrando por casa dixo: "¿Quién está acá? ¿Está el señor en la posada?" Respondió el otro, conosciéndole, desde un entresuelo: "No está en casa." "¿Cómo no, si yo le siento hablar?" Tornóle a responder, diziendo: "Fuerte cosa es, señor, la vuestra, que queráys que tenga más crédito vuestro criado que yo. Dígohos que no quiero estar en casa; andad con Dios."

Cuento lxjx.

OYendo un presidente fuera de juyzio a un querellante, ausente la parte contraria, atapósse con la mano el un oydo. /f j r/ Dixo el querellante, acabado que huvo de hablar: "¿Hame oydo bien Vuestra Señoría?" Respondió: "Bien, por cierto, pues este otro oydo he guardado para vuestro contrario," dando a entender que el juez no ha de determinar causa ninguna sin que primero oyga las dos partes para quedar satisfecho.

Cuento lxx.

HAviendo presentado a un cavallero un plato de cerezas por fruta nueva, estando sobremesa, el qual tenía dos hijos, el uno bastardo y el otro ligítimo, que comían en otra mesa apartados. Viendo el bastardo que no le davan dellas, alçó la mano y dio un bofetón al ligítimo. Viéndolo el padre, dixo: "Ladrón, ¿por qué has hecho esso?" Respondió: "Señor, porque me estava diziendo: "No te darán cerezas, no."" En gustar el caso el padre, dioles cerezas a los dos, pues el uno las demandava con astucia y el otro llorando.

Cuento lxxj.

EStando el duque de Calabria en el castillo de Xátiva, vino a visitalle un día el marqués de Zenete, y, al passar de una puerta, siguiendo el duque y el marqués sus acostumbradas cortesías, dixo el duque al marqués: "Passe Vuestra Señoría." /[f j v]/ Respondió el marqués: "Passaré como a escudero por obedescer a Su Excellencia."

Cuento lxxij.

VIendo uno que era tan buen razonador que él mismo no se entendía, tanto que, estando en conversación muchos amigos suyos sobremesa contando cuentos y que en acabar de contallos todos se rehían, púsose a contar un cuento que, quando le huvo acabado quedó tan frío que ninguno se rió. Viendo que ninguno se commovía a reyr, dixo: "Ya hos podéys començar de reyr, señores, que yo ya he acabado de contar mi cuento."

 

Deo gratias.

 

Fin de la segunda parte

del presente libro llamado Sobre

mesa y Alivio de cami-

nantes.