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tres cortes armara el rey, todas tres a una sazón. Nuevamente
compuesta por
Alonso de Alcaudete, natural de la muy noble cibdad de Ronda, con
otras muchas glosas y villancicos.
llamado
Cid Ruy Díaz,
de
las virtudes crisol,
fuerte
esquadra y caracol
de
sus muy famosos días,
en
aquella noble grey
y
clara generación
por
cumplir la justa ley,
tres
cortes armara el rey,
todas tres a una sazón.
Todas tres fueron mandadas
hazer
para bien mirar,
si
en sus cibdades pobladas
avía
gentes maltratadas
y
porque sabios y errados
hablassen
sin turbación
por
ser letrados y agudos.
Las unas armara en Burgos,
las
otras armó en León.
Y porque nadie quedasse
que
a las sus cortes no fuesse
y
cada uno hablasse
y
pidiesse y demandasse
lo
que menester oviesse,
muy
determinado y ledo [a j v]
de
oýr qualquier petición,
por
hazello muy más cedo,
las otras armó en Toledo,
donde
los hidalgos son.
Porque allí fuesse ayuntado
todo
su gran vassallaje,
proveydo
y remediado
el
que fuesse agraviado
de
chico o grande linaje,
hízolas
no con cobdicia
de
tesoro ni favor,
ni
sin punto de malicia,
para complir de justicia
al
chico con el mayor.
Porque nadie se quexasse,
puso
tiempo limitado,
que
quien quisiesse llegasse
y
sin temor procurasse
lo
que cumpliesse a su estado;
para
efecto d’este caso
y
derecha aclaración
sin
maraña ni sin lazo,
treynta días da de plazo,
treynta
días que más no.
En aquel tiempo nombrado
los
mandó el rey ayuntar
y
venir a su llamado,
que
por fuerça, que por grado,
se
cumpliesse su mandar
y
que luego se cumpliesse
como
mandó de señor
y
ninguno lo torciesse,
y el que a la postre viniesse
que
lo diessen por traydor.
Que lo diessen por traydor
y
assí fuesse apregonado
que
fuesse grande señor,
que
de otra suerte menor,
de
alto o pequeño estado,
todos
fueron ayuntados
por
cumplir la subjeción
y
por no ser acusados,
veyntenueve son passados,
los
condes llegados son.
Demostrando gran contento
por
la corte ellos andavan,
creyendo
sin más atento
que
su falso pensamiento
era
tal qual desseavan;
estavan
regozijados
pensando
en su gran trayción,
los
grandes todos llegados,
treynta días son passados
y
el buen Cid no viene, non.
Como el buen Cid no venía
sus
contrarios murmuravan,
mostravan
grande alegría
porque
avía passado el día
y
plazo que le assinavan;
este
caso más no ahondes
que
ya está claro su error
y
el derecho nos escondes.
Allí hablaran los condes:
“Señor,
daldo por traydor.
Mandaldo dar por traydor
y
por falso y alevoso,
pues
sin miedo ni temor,
no
ha temido, señor,
siendo
vos tan poderoso,
pues
quebrantó vuestra ley
con
modo de presumpción
ante
toda aquella grey”.
Respondiérales el rey:
“Esso non faría,
non.
Aquesso no faré yo,
ni
en mi corte tal se miente,
porque
cierto d’ello estó,
que
muy venturoso só
en
alcançar tal sirviente;
porqu’es
valiente guerre[r]o,
generoso
y de loor,
por
lo qual dezir os quiero:
qu’el buen Cid es cavallero,
de
batallas vencedor.
Ha sido tal cavallero,
que
merece su persona
ser
honrrada y ser primero,
de
virtuosos minero,
merecedor
de corona;
él
es tal que sin deportes
es
norte sobre los nortes,
pues que en todas las mis cortes
no
lo avía otro mejor.
No lo ay otro mejor,
pues
de muchos reyes moros
siempre
a sido vencedor
y
grande destruydor
de
sus vidas y tesoros”.
Estando
todos mirando
el
rey que tanto lo honrró,
sus
palabras contemplando,
ellos en aquesto estando,
el
buen Cid que assomó.
Assomó tan rel[u]ziente
como
la clara mañana,
con
orden tan excelente
qu’estava
toda la gente
mirándolo
muy de gana;
delante
y en los primeros
assomó
con su guión
como
esforçados guerreros,
con trezientos cavalleros,
todos
hijosdalgo son.
Todos son ahipalgados[1],
escogidos
sin ultraje,
todos
son muy señalados,
todos
nobles muy honrados,
todos
de sangre y linaje;
no
se vio un onor tamaño
como
el Cid metió y tal flor,
alegres
y sin engaño,
todos vestidos de un paño,
de
un paño y de una color.
[a ij v]
que
no ay nadie que lo crea,
las
adargas blanqueando,
doze
trompetas tocando
y
todos de una librea;
venía
un gran rey David
con
la gente muy feroz,
vestido
para aver lid,
sin que fuera el gran Cid
que
traýa un albornoz.
Entró con este apellido
en
ordenança y compás,
con
estado tan subido,
de
todos bien recebido
y
d’el buen rey, mucho más;
entr[ó]
el Campeador a ley,
con
que pesó a más de dos,
dixo
delante su grey:
“Mantégavos dios, el rey,
y
a vosotros salveos Dios.
Salveos dios, grandes señores,
y
a mis amigos y hermanos,
officiales,
labradores,
grandes,
chicos y menores,
gente
honrrada y cibdadanos;
tu
enemistad no la escondes
[en]
tu casa de Carrión,
que no hablo yo a los condes,
que
mis enemigos son”.
Fin.