[a j r]
Síguense dos romances
de Gayferos,
en los quales
se contiene de cómo mataron a don Galván.
Sí se estava la condessa
en
su estrado assentada,
tisericas
de ora en mano
su
hijo estava affeytando.
Palabras le estava diziendo,
palabras
de antigüidad,
las
palabras eran tales
que
al niño hazen llorar.
“Dios te dé barbas en rostro
y
en el cuerpo fuerça grande,
dete
Dios ventura en armas
como
al paladín Roldán.
Porque vengasses, mi hijo,
la
muerte de vuestro padre,
matáronlo
a trayción
por
casar con v[u]estra madre.
Ricas bodas me hizieron
en
las que Dios no haví parte,
ricos
paños me tajaron,
la
Reyna no los ha tales”.
Mas era pequeño el chico,
bien
entendido lo ha,
allí
respondió Gayferos,
bien
oyréys lo que dirá:
“Assí ruego a Dios d’el cielo
y
a sancta María su madre”.
Oýdo
lo havía el conde
en
los palacios donde está.
“Calle’s, calle’s la condessa,
boca
mala y sin verdad,
que
yo no mataré al conde
ni
lo hiziera matar. [a j v]
Mas tus palabras, condessa,
el
niño las pagará”.
Mandó
llamar dos escuderos,
criados
son de su padre,
para que llevan al niño,
que
lo lleven a matar,
la
muerte que les dixera,
manzilla
es de escuchar.
“Córtenle el pie d’el estribo,
la
mano d’el gavilán,
sáquenle
ambos los ojos,
por
más seguro andar.
Y el dedo y el coraçón
trahédmelo[s]
por señal”.
Ya
lo llevan a Gayferos,
ya
lo llevan a matar.
Hablavan los escuderos
con
manzilla que d’él have:
“¡O[h],
valas me Dios d’el cielo
y
sancta María su madre!
Si a este niño matamos,
¿qué
gualardón nos dará?”
Ellos
en aquesto estando,
no
sabiendo qué harán,
vieron venir una perrica,
que
era de la su madre.
Allí
habló el uno d’ellos,
bien
oyréys lo que dirá:
“Matemos esta perrica
por
nuestra seguridad,
saquémosle
el coraçón
y
llevémoslo a Galván.
Cortémosle el dedo al niño
por
llevar mejor señal”.
Ya
lo llaman a Gayferos
para
el dedo le cortar.
“Venid acá vos, Gayferos,
y
querednos escuchar.
Vos
[s]oys de aquestas tierras,
que
no parescades más”.
Ya le daban entreseñas
d’el
camino que fará:
“Yrvos
eys de tierra en tierra,
a
do vuestro tío está”.
Gayferos desconsolado
para
un monte se va,
los
escuderos se bolvieron
para
a do estava Galván.
Dándole el dedo y coraçón,
dizen
que muerto lo han.
La
condessa que esto oyera
empeçara
a gritos dar,
llorando de los sus ojos
que
quería rebentar.
Dexemos
a la condessa,
que
muy grande llanto haze,
y digamos de Gayferos
y
d’el camino que haze,
que
de día ni de noche
no
haze sino caminar.
Hasta que llegó a la tierra
a
donde su tío estava,
dízele
d´esta manera
y
empeçóle de hablar:
“Mantengaos Dios, mi tío”.
“Mi
sobrino, bien vengáys.
¿Qué
buena venida es esta?
Vos
me la queráys contar”.