[a j r]

 

Coplas de cómo una dama

ruega a un negro que cante en manera de requiebro, y cómo el negro se dexa rogar. En fin, la señora vencida, de su gracia le offrece su persona con unas coplas de

 Antón Vaquerizo de Morana.

 

 

 

 

“Canta Jorgico, canta”.

No queré cantá.

 

 “Canta Jorge, por tu fe,

y verás que te daré

una argolla para el pie

y otra para la garganta”.

No queré cantá.

 

 Jorgico.

 “¿Cómo cantaré, señora,

pues que mi coraçón llora

y en vos tal crueldad mora

que me aborrece y espanta?”

No queré cantá.

 

 La señora.

 “Canta, Jorge, no t´espantes

y sirve mejor que d´antes,

can que ves que traygo guantes

a quien Dios quere levanta”.

No queré cantá.

 

 Jorgico.

 “No puedo cantar cativo,

que soy más muerto que vivo

de vuestro amor tan esquivo;

si os hablo, hazéysos santa”.

No queré cantá.                                      [a j v]

 

 La señora.

 “Jorgico, no desesperes,

mal conoces las mugeres,

quando bien las conocieres

tu passión no será tanta”.

No queré cantá.

 

 Jorgico.

 “¿Cómo cantaré, cuytado,

viéndome tan lastimado,

y de vos tan apartado

que de pensallo me espanta?”

No queré cantá.

 

 La señora.

 “Canta, Jorge, por tu vida,

que ya me tienes vencida,

pues me ves apercebida

y tener voluntad tanta”.

No queré cantá.

 

 Jorgico.

 “Dezís que soys ya vencida

y que estáys apercebida,

dat señora la salida,

pues tenéys libertad tanta”.

No queré cantá.

 

 La señora.

 “Jorge, ven a mi posada

y hallarme as acostada

en la cama perfumada

y meterte as so la manta”.

No queré cantá.

 

 “Jorgico, tenme creýdo

que si cumples tal partido,

tú mejores el vestido,

gozando de gloria tanta”.

No queré cantá.

 

 Jorgico.

 “Yo siempre fui vallestero

y en mi tierra molinero,

tiro y muelo tan certero

que quien me gusta se espanta”.

No queré cantá.

 

 La señora.

 “Jorgico, si bien cantares

quitándome los pesares,

haré quanto tú mandares,

aunque ves perfeción tanta”.

No queré cantá.

 

 Jorgico.

 “Tengo en moler tal tino

y ando tan bien el camino

que jamás no desatino

de Medina a Salamanca”.

No queré cantá.

 

 La señora.

 “Canta, Jorge, por tu vida,

porque más aborrecida,

agora que más vencida,

¿qué es la causa que te espanta?”

No queré cantá.

 

[Jorgico]

“No me espanta tu figura,

que mi pena m´asegura,             [a ij r]

mas no es mía la ventura

ni merezco gloria tanta”.

No queré cantá.

 

[La señora]

“Jorge, no seas grossero,

pues que ves quánto te quiero

con puro amor verdadero,

en mí, tu vista se planta”.

No queré cantá.

 

 Jorgico.

 “En el tiempo que he servido

nunca me avéys conocido,

de cantar sin ser querido

tengo seca la garganta”.

No queré cantá.

 

 La señora.

 “Yo creo qu´estás sin seso

o qu´estás de amor compreso,

tienes mi coraçón preso

desd´el culo a la garganta”.

No queré cantá.

 

 “Jorge, si vienes aýna

matárete una gallina

y sorberás la cozina

que te ablande la garganta”.

No queré cantá.

 

 “Jorge, ante de acostar

te daré bien a cenar

de un capón que tengo de assar

con un razimo de planta”.

No queré cantá.

 

 “Jorgico, con tu canción,

detrás aquel pavellón,

matar más la comezón

cubiertos con una manta”.

No queré cantá.

 

 “Jorge, de que ayas cantado,

si de mí fueres pagado,

quedaré a tu mandado

con una voluntad tanta”.

Ya queré cantá.

 

 “Canta Jorge, por tu fe,

y luego te quitaré

el hierro que traes al pie

y la argolla a la garganta”.

No queré cantá.

 

 

 “Si plazer queres hazerme

y a tu servicio tenerme,

esto quieras concederme,

pues tu nobleza tanta”.

No queré cantá.

 

 “Canta, si quiés, sin demora

y ternasme por señora,

que tu cantar m’enamora

y la tu crueza me espanta”.

No queré cantá.                                                                                            [a ij v]

 

 “Canta, no seas cruel,

si no guárdate de aquel

que dizen Buja Hamel,

que a tu linaje espanta”.

No queré cantá.

 

 “Canta, si quieres cantar,

aquel cantar singular

que dezías en el olivar

quando plantavas la plata”.

No queré cantá.

 

 “Canta, yo te suplico,

aquel nuevo cantarico

que dizen del romerico,

que mis días adelanta”.

No queré cantá.

 

 Jorgico.

 “Señora, yo cantaré,

mas primero me veré

con vos allí donde sé

libertar mi pena tanta”.

No queré cantá.

 

 “Y allí veréys mi cantar

tan perfeto y singular

que no lo pueda tachar

ambrilla que los levanta”.

No queré cantá.

 

 La señora.

 “Jorgico, pierde cuydado,

que según m´as namorado,

esto y más haré de grado,

aunque sepa quedar manca”.

No quero cantá.

 

 Jorgico.

 “Señora, no ayáys temor,

que yo soy tan cantador

que quando pierdo el tenor

lo cobro con mi garganta.

No quero cantá.

 

 Sé cantar con mil primores,

tiples, contras y tenores,

que más de veynte cantores

me cobdician la garganta”.

No queré cantá.

 

 La señora.

 “Landrete, matemalino,

que con tus dichos me fino,

que, aunque de color mohíno,

la plática tienes blanca”.

No queré c[a]ntá.

 

 Fin.

 

 “Porque cantas tan donoso,

d´este mi cuerpo gracioso

te sirve, mientra mi esposo

viene de la tierra santa”.

Ya queré cantá.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[a iij r]

 

 

 

 

Coplas de Antón Vaquerizo de Morana

 

 En toda la trasmontana

nunca vi cosa mejor,

que era su esposa de Antón

Vaquerizo de Morana.

 

 Por las tierras de Morana,

do supe que era passión,

vi una gentil serrana

que me robó el coraçón;

des que vi su perfeción

puse en duda ser humana,

y era su esposa de Antón,

el vaquero de Morana.

 

 Yo la vi encima de un cerro

con su lança y su cayado,

y en la otra mano un perro

rodeando su ganado.

Dixe: “Dios te salve, hermano”

pensando que era varón,

y era su esposa de Antón,

el vaquero de Morana.

 

 “Vete comigo, mi bien,

yo te ternía por amiga,

darte he yo de comer

cada´l día una gallina;

darte he una gentil cama

con un rico pavellón,

porque no seas de Antón,

el vaquero de Morana”.                                                                    [a iij v]

 

 Respuesta de la serrana.

 “Cavallero, yd vuestra vía

si queráys ser bien librado,

catad que no es co[r]tesía

entender en lo escusado,

que aunque yo sea serrana

y muy linda en perfeción,

esto y más merece Antón,

el vaquero de Morana.

 

 Bien pensáys vos, cavallero,

que aunque yo sea muger,

que al discreto y lisongero

no le sabré responder;

y aun presumir de ufana

y tener más presunción,

miraré la honra de Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Él.

 “No tengáys señora, vos,

pensamiento inhumano,

que según vos hizo Dios

no´s merece aquel villano;

mas si como soys galana

mirássedes la razón,

olvidaríades a Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Díxele: “Señora mía,

vámonos de aquesta tierra,

qu´es muy gran descortesía

que biváys vos en la sierra;

vámonos a donde son

las gentes y tierra llana,

no queráys el vuestro Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Ella.

 “En esta montaña escura

do la gente bruta está,

la muger nunca procura

sino aquel que Dios le da;

pues es nuestra condición

a tan robusta y villana,

tal me guardo para Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Él.

 “Este que assí os parece

mucho le desseo ver,

por sólo poder saber

quién es el que tal merece;

mas yo creo que affición

es sola la que os engaña

y os hizo querer Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Ella.

 “Verdad es que afficionada,

esto que es cosa d´espanto,

porque Antón merece tanto

que soy yo la bien librada;

si yo soy fea o galana

o negra como el tizón,

tal me guardo para Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Él.

 “Señora, mal haga Dios                                                                     [a iiij r]

a tan mal casamentero,

que a tal dama como vos

fue a casar con un vaquero”.

Ella dixo: “Assí lo quiero,

por ende, mejor librada

en ser esposa de Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Ella.

 “Yd vos, pues, y acabad

demanda que tan mal suena,

pues sabéys que la bondad

no está en más de ser muy buena;

pues que me ofende y me daña

vuestra porfía y passión,

dexad el sí para Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Él.

 “Espántome de una cosa

más grave que nunca vi,

por ser tan linda y fermosa

consentir que estéys aquí;

porque en tierra tan estraña

estáys aquí a sin razón,

pongo la culpa yo a Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Ella.

 “Tras de aquellos descollados

andan más de mil pastores,

todos muertos, requebrados,

perdidos por mis amores;

en balde sufren dolores,

toda su esperança es vana,

por el bien que quiero a Antón,

el vaquero de Morana.

 

 Estos que andáys por aquí

lastimados por mi guerra,

más lexos estáys de mí

que está el cielo de la tierra;

yo me estó alta en la tierra

y vosotros por la llana,

esto es lo que cumple Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Él.

 “Espérenle los malos años

en mal punto, porque os vi,

pues que con burlas y engaños

vos burláys de mí;

¡qué diablo no serrana!

soys llena de trayción,

y mal pesar aya Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Ella.

 “Vete dende, mal villano,

no me andes enojando,

si echo la fonda en mi mano

responderte yo, priado;

no pienses que ando perdida

por andar en la montaña,

en esto sirvo yo [a] Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Él.

 “Señora, quedaos a Dios,

pues que no puedo venceros,                                                             [a iiij v]

que ya me parto de vos,

mas [n]o de mucho quereros;

pues que veo vuestra gana,

vuestro fin y conclusión,

bienaventurado Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Ella.

 “Bolved acá, el cavallero,

no vos vayades assí,

antes que passáys el cerro

no os acordaréys de mí”.

Diera un sospiro de gana

dentro de su coraçón:

“Éste no va por Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 Fin.

 

 “Esta noche, cavallero,

cenaréys en mi posada,

daros he yo a cenar

pan y vino, carne assada;

daros he un colchón de lana

con un rico pavellón

que era de mi espo[so] Antón,

el vaquero de Morana”.

 

 

Villancico.

 

 Mas quiero morir por veros

que bevir sin conoceros.

 

 Es tan firme mi esperança

que jamás haré mudança,

teniendo tal confiança

de ganarme por quereros.

Mucho gana el que es p[o]dido,

por merce[d] tan crescido,

y es victoria ser vencido

sin jamás poder venceros.

 

 Fin.

 

 Aunque sienta gran tormento,

gran tristeza y pensamiento,

yo seré d´ello contento

por ser dichoso de veros.

 

 Otro.

 

 Dios garços ha la niña,

¿quién se los namoraría?

 

 Son tan bellos y tan vivos

que a todos tienen captivos,

mas muéstralos tan esquivos

que roban el alegría.

 Roban el plazer y gloria,

los sentidos y memoria,

de todos lleva victoria

con su gentil galanía.

 Con su gentil gentileza,

pónense con más firmeza,

hazen bevir en tristeza

al que alegre ser solía.

 

 Fin.

 

 No ay ninguno que los vea

que su captivo no sea,

todo el mundo los dessea

contemplar de noche y día.