“La Relación del suceso de la venida del tirano chino del gobernador Guido de Lavezares: Épica española en Asia en el siglo XVI:”

 

Edición, introducción y notas: Juan Francisco Maura

                 

En lo que toca a la China, e escrito largamente a Vuestra Magestad, y sin duda es la mayor y más rica y noble empresa que se a offrescido a ningún principe del mundo, y muy fácil de conquistar respeto de la grandeça (Diego de Ronquillo, 4 de julio de 1584. A.G.I. Filip. 6, 5 n. 37).

 

Introducción

En la Biblioteca de El Escorial se encuentra un manuscrito anónimo, supuestamente escrito por el primer gobernador de las Filipinas Guido de Lavezares en 1575, titulado Relación del suceso de la venida del tirano chino sobre este campo y de las demás cosas sucedidas açerca dello. Esta es la primera vez que sale publicado el manuscrito original.[1] Escrito por un amanuense en letra humanística cursiva en el último cuarto del siglo XVI, narra el intento de conquista y saqueo de la ciudad de Manila por parte de los corsarios del conocido pirata chino Li Ma Hong, Lima Hong o Limahón (como aparece en la mayoría de las crónicas), y de la heroica defensa que de la plaza hicieron los soldados españoles en el año de 1574.[2] Fue editado por primera vez en 1884 por el padre agustino Benigno Fernández Álvarez en la revista de su orden La ciudad de Dios y vuelto a transcribir por mí en el presente trabajo.[3] Siendo buena la trascripción del padre Fernández, he creído necesaria una nueva edición debido a alguna omisión en la copia del original y a diferentes interpretaciones del léxico del manuscrito por mi parte. Ahora, el lector curioso podrá tener la libertad de contrastar y cotejar sus dudas con el original aquí publicado. Se trata de una “Relación” incompleta ya que no se conserva la última parte del documento. Sin embargo, se puede decir que sí se contamos con la parte más sustancial de éste y que con la ayuda de documentación periférica de dichos hechos se pueden reconstruir paso a paso las últimas vicisitudes por las que tuvieron que pasar estos castellanos, persiguiendo al astutísimo pirata chino “Li Ma Hong”. Este importante manuscrito ha pasado desapercibido por parte de la crítica moderna hasta el presente salvo por unas honrosas excepciones en el siglo XIX, dado la limitada tirada de la revista agustina La ciudad de Dios. Sin embargo, a través de noticias de terceros se han hecho sugestivas aportaciones sobre estos hechos incluyendo algunos escritores de habla inglesa durante el siglo XX.[4]

No son muchas las noticias que tenemos del supuesto autor de esta obra, yo me inclino por la opinión del padre Fernández, que apunta al gobernador Guido de Lavezares. 

Esta obra incompleta es mucho más que un fragmento histórico; representa sencillamente una de las más altas manifestaciones épicas de las letras españolas en el Lejano Oriente del siglo XVI. Si bien no destaca por su formalidad literaria, sí lo hace por su carga dramática y por haber sido escrita por un protagonista de los hechos que narra. Es cierto que anteriormente ha habido Relaciones dignas de mención como las que narran el trágico final de Magallanes en las Filipinas después de haber cruzado el Atlántico y el Pacífico, y el extraordinario descubrimiento del “tornaviaje” del padre Urdaneta para llegar desde Asia a la Nueva España [México] y permitir un comercio constante con el famoso “galeón de Manila”. Sin embargo, ninguna llega a cobrar la fuerza y el dramatismo de esta obra, cuyo autor se ve influido a su vez por las noticias de otros cronistas anteriores a él. Una de las razones más importantes de la presencia española en Asia fue la de mantener un control político-militar en esos mares y tierras. Desde el tratado de Tordesillas 1493-94, la línea divisoria que separaba la demarcación española y portuguesa en el Pacífico no había quedado bien definida. Las islas Molucas, o el territorio conocido como “La Especiería” había ocasionado más de un incidente militar. Los portugueses por su parte veían la presencia española en las Filipinas como una amenaza a sus intereses comerciales con la China. Esta tensión persistió incluso durante la pertenencia del Reino de Portugal a la Corona española.

El pasajero italiano Antonio de Pigafetta tuvo la oportunidad de escribir su Relación del Primer viaje alrededor del Mundo  en el periplo que hizo con Magallanes (1519-21), y darnos noticia y testimonio sobre los naturales, flora y fauna, así como sobre las tierras junto a las que pasaron. Algunas descripciones son bastantes ingenuas, o están llenas de humor, otras rayan con el mal gusto y otras son testimonios de terceros, donde la mitología clásica se confunde con la realidad.[5] Algunos trazos de estas descripciones serán recogidos posteriormente por Miguel de Loarca en su Verdadera Relación de la grandeza del Reyno de la China con las cosas mas notables de alla, hecha por Miguel de Loarca soldado uno de los que fueron donde las islas  de Luçon que aora llaman philipinas. Año de 1575 (fol. 112r.), también con otro título (113r.): Relación del viaje que hezimos a la China desde la ciudad de Manila en las [islas] del poniente año de 1575, con mandado y acuerdo de Guido de Lavazaris gobernador i Capitan General que a la sazon era de las islas Philipinas (Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, mss. 9/1010, fols. 112r.-150v). La obra de Marco Polo ha sido conocida popularmente por “El Millón” debido al el número tan exagerado que daba de cantidades de todo tipo y al genial cronista portugués Fernão Mendes Pinto, se le conocía más como Fernão “Mentes” Pinto por contar historias “increíbles” (http://www.ternuma.com.br/bete.htm).[6] No ocurre lo mismo con la presente obra; esta Relación en particular de Lavezares está exenta, al menos en apariencia, de ficción aunque en algún momento pueda exagerar en el número de los soldados enemigos. No ocurre lo mismo con otros escritos que conservamos del mismo autor.

La presencia portuguesa en la India, China y Japón durante finales del siglo XV y buena parte del siglo XVI y XVII será importantísima no solamente por ser la pionera dentro de las europeas por estos mares sino fundamentalmente por dar a conocer a Europa la cultura de estos pueblos. Este fructuoso comercio empezó sólo quince años después que Vasco de Gama descubriese una ruta marítima para llegar a la India (recuérdese que Gama llega a Calcuta el 20 de mayo de 1498).  Jorge Álvares[7], Fernão Peres de Andrade y Martim Afonso de Melo serán de los primeros en poner los cimientos de una sólida presencia portuguesa en diferentes partes de tan gran imperio y de las islas adyacentes, abriendo las puertas a otros comerciantes portugueses que serán los que comiencen el trato con  la China. Así empezaron a funcionar las primeras “feitorias”, abriendo a Europa el mercado de las especias entre las cuales la pimienta era la más buscada, además de las porcelanas, marfiles, sedas y otros productos. Pero no es hasta que los portugueses se establecen definitivamente en Macao, una pequeña península situada al sur de la isla de Xiangshan (Montaña Odorífera), hoy Zhongshan que su comercio se hace más estable. Esta pequeña aldea de pescadores fue, según cuenta la leyenda, dada a los portugueses al derrotar al poderoso pirata Zhang Si Lao. “Macao”, deriva su nombre de Ma Ou, y significa la bahía de la diosa. Algunos autores dan otras versiones del nacimiento de la próspera ciudad.

 Jin Guo Ping e Wu Zhiliang en su artículo “Razões Palacianas na Origem de Macau-II”, publicado en dos partes (mayo y agosto) en la revista electrónica “Macau”, escriben que las razones del origen de la presencia portuguesa en Macao han sido manipuladas:.....

[P]ermitimo-nos afirmar que as tradicionais versões sobre as origens de Macau foram sintetizadas, sem conhecimento pleno da sua verdadeira causa histórica. Já não se justificam por si só. Ironicamente, a única versão que tem certa ponta de verdade é a do combate a piratas, mas não as tais versões difundidas pela historiografia portuguesa. Parece inegável que a superioridade bélica portuguesa teria sido a pedra basilar da política chinesa para com os Portugueses e Macau. As vitórias obtidas pelas autoridades chinesas nos combates aos mongóis e aos tártaros no Norte e aos piratas japoneses no Sul, assim como as vitórias nos combates contra as forças invasoras manchus mais tarde provam a clarividência da política dos Ming [...] Sem tomar em conta o espírito nacionalista, o preço que a China pagou foi ínfimo se levarmos em consideração os grandes benefícios que obteve. A própria China fez um “negócio da China” e Macau tornou-se uma interface entre a economia chinesa e a do Mundo, integrando a China no sistema económico mundial da altura.

Se não houvesse esse motivo, bem escondido durante tantos anos, seria difícil imaginar como é que Macau surgiu milagrosamente de um ermo e tem vivido e sobrevivido da mesma maneira durante meio milénio (http://www.loriente.com/rm2003maioj.htm) .

 

Sin dudar por un momento que los portugueses tuviesen que sufrir enfrentamientos con piratas chinos y japoneses, como en este caso con el poderoso pirata Zhang Si Lao, el que dicha hazaña no se encuentre documentada ha provocado que pase al lado de la leyenda. Afortunadamente, en este caso conservamos documentación fehaciente de los hechos que ocurrieron entre piratas chinos y españoles. A la muerte del primer gobernador de las Filipinas Miguel López de Legazpi, en el último cuarto del siglo XVI, le sucedió el dicho Guido de Lavezares, veterano explorador y descubridor. Este hombre que contribuyó de forma importante en las relaciones geográficas que mandó escribir sobre el continente asiático, dice lo siguiente de sus gentes en referencia al manuscrito “Interpretación del mapa de China”: [E]n esta isla hay mucha gente del grandor de un palmo poco mas o menos tambien hay gentes de dos grazas [sic] de grandor de los quales huyen los chinos cuando lo uen hay tanbien saluajes y gente con plumas y mujeres que uiuen sin hombres e otros que tienen un agujero por medio de los pechos y otras gentes que no se sauen” (A.G.I. Patronato 67-6-6, citado en Montero 23).[8] Como se puede observar pocos están libres de fantasía, que en este caso es transmitida al mismo Lavezares por las noticias de otros. El veterano cartógrafo, soldado y explorador Don Guido, sin embargo, aparenta ser una persona con sentido común y poco inclinado a creer en este tipo de historias; en la presente Relación no hay un sólo instante donde aparezcan. Esto no es ni malo ni bueno, simplemente evidencia cierta verosimilitud de los sucedido. No existe, no obstante, una obra escrita en donde se describan con tanta fuerza y minuciosidad tan extraordinarios hechos: el que un pequeño puñado de hombres desprevenidos tenga que frenar a un enemigo mucho mayor, mejor adiestrado y armado que el suyo.

En cuanto a la bibliografía relacionada con el ataque del pirata Limahón a Manila se encuentra la obra del agustino Juan de Medina, Historia de la Orden de n. gran P:S: Agustín de estas islas Filipinas, escrita en 1630 y publicada en Manila en 1893. En ella dedica todo un capítulo, “párrafo XVIII”, a este suceso y a las tribulaciones que tuvieron que pasar los padres Fr. Francisco de Ortega y el P. Fr. Diego Mójica: “Considere el discreto lector, en cuatro días de prisión qué de veces aquellos santos Religiosos beberían la muerte, cuyos temores no serán de veras menos terribles que la misma muerte” (94). La cartas manuscritas de fray Martín Rada y la Verdadera Relación de Miguel de Loarca, localizadas en diferentes archivos, igualmente añaden información suplementaria a estos episodios. Miguel de Loarca escribe en su Relación que después de haberse dado la alarma, los primeros soldados desperdigados que salieron a la playa a defenderse fueron muertos por los chinos:

[fol. 114 v.] Pero comenzandose a recoger la gente, les hizieron resistencia, de suerte que viendo éllos que les matavan mucha gente los españoles que estavan puestos en deffensa i que sus bateles no estavan lexos, i entrando en ellos se fueron la buelta de sus navios que a este punto avian asomado a la vista de la ciudad. Llegados a ellos se fueron a surgir al Puerto de Cavite, dos leguas de Manila. El governador Lavazaris, viendo tan gruesa armada, procuro luego fortalezerse, y asi se hizo un fuerte de pipas llenas de arena i de tablas, i se encavalgaron seis pieças de artilleria i se recogio toda la gente al fuerte. Fue el señor servido que el enemigo se estuvo dos dias sin hazer acometimiento ninguno, en el qual tiempo llego el capitan Juan de Salzedo que fue nuestro remedio, porque los españoles estavan atemorizados con el daño recibido y eran pocos, i viendo el socorro tan bueno cobraron todos animo. Luego que llego aquella noche el capitan Juan de Salzedo, antes de amanecer vino Limahon con su armada a ponerse frontero del fuerte, y echando en los bateles como seiscientos soldados despues de aver quemado la ciudad que estuvo desmanparada, nos acometieron como hombres desesperados, tanto que algunos saltando por encima de las picas entraron en el fuerte aunque no tornaron a salir; pero hallaron tanta resistencia en los que estavan dentro que con muerte de dosientos chinos se bolvieron a retirar quedando muertos dos españoles que fueron el alferez Sancho Ortiz, y el capitan Francisco de Leon i ninguno otro herido. El Limahon viendo la valentia de los españoles, que no era gente como con quien avia [Folio 115r.] peleado otras vezes, recogio sus gentes i se bolvio al puerto de Cavite, enterrando alli los muertos, en lo qual se ocupó alli dos dias que se hizo a la vela i se bolvió por donde avia venido (Real Academia de la Historia, Mss. 9/1010.  fols. 112r.-150v.)[9]

La obra del agustino Gaspar de San Agustín, Conquistas de las islas Filipinas (1565-1615), publicada en 1698, junto con la de Loarca, es la más exacta y rigurosa con las que contamos. El suceso de Li Ma Hong se narra en diez capítulos, del  XVI al XXVI. En esta obra, mucho más ambiciosa por no limitarse a esta Relación, se incluye además información adicional de otros testigos, así como el final de los personajes de este inacabado suceso. Otra obra dedicada a este episodio es la de Juan Mora y Caro, Ataque de Li-ma-Hong a Manila en 1574; reseña histórica de aquella memorable jornada,  publicada en 1894. Este librito de casi ochenta páginas narra, de forma episódica y con una retórica un tanto patriotera, todas las vicisitudes que los españoles tuvieron que pasar hasta sacudirse el yugo del corsario chino y la posterior victoria sobre éste, al que por mucho ahínco que pusieron en prenderle nunca lo consiguieron. El mismo autor reconoce al final de la obra haberla escrito en muy breve tiempo (72). Este libro no es más que una fundición de la obra del agustino Gaspar de San Agustín que dice, sin oropeles y de una manera más detallada lo que Caro y Mora, por razones que se desconocen, escribió en ocho días.[10] El citado autor cita como fuentes sobre todo el Memorial del Cabildo de Manila y a Gaspar de San Agustín, a los que enfrenta más de una vez.[11]  De cualquier forma la obra de Caro y Mora se lee con interés como si de una novela de aventuras se tratase, pasando a ser, aunque de manera tardía, la primera épica semificcionalizada de este suceso. Todos o casi todos los diálogos de creación personal están basados, como decía, en la obra de Gaspar de San Agustín.

Con la aparición de La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga en 1569, surge la “épica española de tema ultramarino”, basada en la narración de la expansión del mundo ibérico a lo largo del globo terráqueo.[12] Os Luisiadas de Luis de Camoens se publica tan sólo tres años más tarde en 1572. A dicho poema le siguen un número importante de epopeyas ambientadas en su mayoría en América: Cortés valeroso y Mexicana de Gabriel Lasso de la Vega en 1588, Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos en 1589, Arauco domado de Pedro de Oña en 1596, Cuarta y Quinta parte de La Araucana de Diego de Santisteban y Osorio en 1597, El peregrino indiano de Antonio Saavedra de Guzmán en 1599, etc.[13]

Sin embargo, las épicas que conservamos sobre la presencia española en Asia en el siglo XVI son muy escasas. Igualmente, los trabajos de archivo realizados sobre este tema han sido limitados, entre otras cosas por la dificultad que supone trabajar con manuscritos de papel de arroz. Su fragilidad y los pocos presupuestos que desgraciadamente se destinan a este asunto, hacen peligrar los fondos que se poseen. Una de las mayores aportaciones documentales de los últimos años ha sido realizada por el infatigable investigador Juan Gil, sobre todo en lo referente a los documentos sevillanos del Archivo General de Indias y del Archivo Histórico de Protocolos de Sevilla. Una carta que nos proporciona Gil y atribuida a fray Martín Rada, dice así:

 

El enorme interés que suscitaba la China se refleja en una carta de Guido de Lavezaris al rey del 30 de julio de 1574, cap. 29-30: ‘La figura d´esta isla de Luçón y de la costa de la tierra firma de la China va con ésta, por do paresce que de la costa y río grande de Cagayán, que está a la cabeça d´esta isla a la parte del Norte, a la primera tierra de la China ay poca distancia de mar, hasta cuarenta leguas de travesía o poco más. Para el año que viene se abrá visto y esplorado más de esta tierra. Embiaré a su Magestad otro papel que huve de los chinos, adonde está figurada de molde toda la tierra de la China con una declaración que hize hazer a algunos interpretes chinos, la cual declaración se hizo mediante un religioso agustino que tiene principios de entender la lengua de los chinos (¿Rada?)’ A.G.I., Filip. 6, 2. n., 24 (Gil 30).

 

Este mismo investigador en su obra Hidalgos y samurais incluye una edición de las “Relaciones de Rodrigo Vivero y Velasco” que trata del naufragio del galeón San Francisco en aguas del Japón. Vivero narra de una forma bastante peculiar toda su experiencia a raíz de dicho naufragio, describiendo con todo lujo de detalles los usos y costumbres del Japón de principios del XVII (Gil 160-207). Incluye igualmente el viaje que el capitán general y embajador Sebastián Vizcaíno hizo al Japón: Relación del viaje de Sebastián Vizcaíno (309-383). Recientemente, Dolors Folch Fornesa también ha puesto a nuestra disposición en la red un número considerable de manuscritos relacionados con la China.

Es importante destacar que uno de los primeros cronistas/conquistadores en ofrecer sus servicios para conquistar la China fue ni más ni menos que Hernán Cortés, tal como aparece al final de sus Cartas de Relación. Sus ambiciones sin límite se extienden hasta el Pacífico y la China. Así, al final de su quinta carta con fecha de 3 de septiembre de 1526, dice:

 

Y si vuestra majestad fuere servido de mandarme conceder las mercedes que en cierta capitulación envié a suplicar se me hiciesen cerca de este descubrimiento, yo me ofrezco a descubrir por aquí todo la Especiería y otras islas, si hubiere arca de Maluco y Malaca y la China y aun de dar tal orden, que vuestra majestad no haya la Especiería por vía de rescate, como la ha el rey de Portugal, sino que la tenga por cosa propia y los naturales de aquellas islas le reconozcan y sirvan como a su rey y señor y señor natural (Cortés  425).

 

Tal y como escribe Juan Gil: “[E]n un delirio de imperio universal, no sólo abarcan la isla Hermosa, sino que extendían a la propia inmensidad de China, sueño desaforado que el jesuita Alonso Sánchez presentó una y otra vez a la atención de un cada vez más cauto Felipe II” (66).  El mismo autor nos dice que ya en una carta al rey de 1574 (A.G.I., Filip. 6, 2 n. 24), Guido de Lavezaris había indicado que si tuviera navíos los enviaría a descubrir las islas de los lequios “que están antes de llegar a los xapones, por ser cosa tan importante al servicio del rey” (65-66).[14]

Hace tan sólo un año Ricardo de la Fuente Ballesteros, ha hecho una edición y traducción del Tratado sobre las contradicciones y diferencias entre los europeos y japoneses (1587) del jesuita portugués Luís Fróis. Es un interesante documento sobre la historia, vida y costumbres del Japón desde la perspectiva de un hombre que desde muy joven estuvo implicado en la evangelización de las tierras de Asia donde habían llegado portugueses. Escribe el citado editor en referencia a Luís Fróis: “[S]in temor a error podemos calificar como el escritor que mejor testimonio dio en la época de la realidad de Japón, que ha sido utilizado por todo historiador que se haya acercado a los sucesos del país durante el siglo XVI” (12). Una de las Relaciones más importantes de principios del XVII es la publicada por el dominico fray Gabriel de San Antonio en 1604; Relación de los sucesos de los reinos de la Cambodja. Este libro es importante por narrarnos muchas de las vicisitudes por las que tuvieron que pasar los generales Juan Gallinato, Luis Pérez Dasmariñas  y otros españoles o “castillas”, como eran conocidos, a su paso por las más diversas tierras de Camboya, Cochinchina y Ceylan. Las descripciones de muchos aquellos territorios y de sus naturales y sus costumbres, ofrecen una singular aportación al conocimiento de aquellos pueblos vistos desde la perspectiva de un fraile viajero. Termina el libro ensalzando el potencial económico de estas tierras: “Ay en Camboxa oro plata, pedreria, plomo, estaño, cobre, seda, algodon, incienso, jenjuy, lacre, marfil, arroz, elefantes, bufanos, cauallos, vacas, cabras, venados, gallinas, y frutas muchas y muy regaladas, y sin esto tiene el contrato de toda la Asia, y es la puerta de principal para gozar las riquezas inestimables, que tienen el Reyno de los Laos...” (78). También son importantes el Tratado em que se comtan as cousas de China (1570) del dominico Gaspar de la Cruz, el Discurso de la navegación que los portugueses hacen a los reinos y provincias de Oriente, y de las noticias que se tienen de las grandezas del reino de la China de Bernardino de Escalante (Sevilla 1575), y la  Relación de las Islas Filipinas del jesuita fray Pedro Chirino (1604).[15] Recientemente, Francisco de Paula Nogeira ha publicado una tesis doctoral sobre “La construcción del conocimiento europeo sobre China”, en donde se nos narra la historia de estas relaciones entre europeos y chinos desde el tratado de Tordesillas:

Legazpi e os seus sucessores inmediatos, os governadores Guido de Lavezaris, Francisco de Sande (1575-1580) e Gonzalo Ronquillo de Peñalosa (1580-1583), são os artífices desta política que parece destinada ao suceso quando, em 1575, os chineses enviam a Manila um emissario em busca de colaboração contra a pirataria. Daqui sairia pouco depois uma ambiciosa delegação liderada pelos padres agostinhos Martín de Rada e Jerónimo Martín, secundados pelos encomenderos Miguel de Loarca e Pedro Sarmiento. Ia encarregue de estabelecer relações comerciais entre Filipinas e o imperio dos Ming e obter um entreposto no litoral fronteiro que lhes permitisse quebrar os privilégios de exclusividade de que os portugueses desfrutavam en Macau (207-208).

Miguel de Loarca a la vuelta de su viaje a la China escribe una relación la que cuenta pormenorizadamente el asalto de Limahón a Manila; lo más importante es que difiere un tanto en la nomenclatura así como en los números de otras informaciones. Lo cierto es que el conocimiento de la gran cultura china ha sido muy limitado desde sus comienzos. Tan sólo es necesario acercarse al diccionario de uso del momento (1611) para cerciorarse de esta afirmación. Siendo consultor del Santo Oficio, Sebastián de Covarrubias, ya por propia convicción o por simple necesidad de resaltar su ortodoxia cristiana mencionando a la Compañía de Jesús, escribe: “China”: La provincia que de pocos años acá se ha descubierto en las Indias, de tanta riqueza y policía que admira. Ay historia propia y relaciones particulares enviadas por los padres de la Compañía de Jesús, que en aquella tierra han hecho gran fruto espiritual con su doctrina y ejemplo (Covarrubias 435)." Ay historia propia", dice Covarrubias, sin citar ningún aspecto relevante de una de las culturas más antiguas de la humanidad ni a viajeros y autores occidentales anteriores como el supuesto viaje de Benjamín de Tudela, John Mandeville o Marco Polo. Se limita a señalar la presencia de jesuitas desde la llegada de los portugueses a China en la primera mitad del siglo XVI. Sin embargo, en la cita antes mencionada no deja de pasar desapercibido el hecho de que fuese la orden de los jesuitas la que más influencia, control e información tuviese del gran país de la China. En la Colección Muñoz de la Real Academia de la Historia[16] encontramos el siguiente documento del padre Alonso Sánchez:

Calidad de la gente [China].  La gente como se ha dicho es muchísima, bulliciosa, codiciosa, sin vergüenza, deshonesta, ladrona, sutilísima en comprar y vender, y engañar sin amistad ni fidelidad, ni comprensión a estrangeros, i poca entre si, i que por sacaros un pañizuelo, o otra cosilla, os daran mil abrazos i besos en el carrillo, i haran servicios y fuetes, i quando por aquí no pueden rebuelven con enojos gritos i amenazas (Alonso Sánchez “Calidad de la gente” fol. 23v).

Unas líneas más adelante dicho autor intenta remendar lo anterior con estas palabras: “Aunque es verdad que el vulgo i muchedumbre es como se ha dicho, pero lo mas lo causa la corrupcion de los muchos vicios suyos i la ceguedad en que estan que no su natural, porque de suyo son tiernos, faciles i alegres” (fols. 23v.-24r.). El Papa, Gregorio XIII, viendo el considerable interés del momento sobre China, ordena escribir un libro sobre este país con el objetivo concreto de comenzar la conversión de los chinos al catolicismo. El encargado de dicha misión fue el agustino fray Juan González de Mendoza, que pasó a ser el autor de la Historia de las cosas mas notables, ritos y costumbres del gran Reyno de la China, el libro más importante escrito sobre la China de aquella época. A partir de su primera edición de 1585, ha sido editado y traducido a casi todas las lenguas occidentales.

 

Guido de Lavezares, Juan de Salcedo y el corsario chino Limahón

     De Guido de Lavezares o Lavezaris, como aparece en algunos documentos, tenemos noticias dispersas. La primera mención que he podido encontrar de dicho apellido, una variante de un apellido genovés, ha sido la que he localizado en el Archivo de Protocolos de Sevilla:

 

Doc. 1258. Libro del año: 1527. –Oficio: I.-Libro: I.-Escribanía: Alonso de la Barrera. –Folio: 106, vto. –Fecha: 8 de enero. Asunto: Sebastián de Labezaris, librero, vecino de Sevilla en la collación de Santa María, otorga poder a Pedro de Xerez, mercader, para que reciba las mercancías que llevó a la villa de Medellín (Nueva España), Andrés de Quintanilla, difunto, o cobre su importe (Citado en el Catalogo de los Fondos Americanos del Archivo de Protocolos de Sevilla, Tomo V, Siglos XV y XVI, Sevilla: Publicaciones del Instituto Cubano de Historia de América, 1937, p. 289). [17]

En otro documento que he localizado en la “Colección Muñoz”, de la Real Academia de la Historia, aparece que Guido es hijo de Sebastián de Lavezaris y Catalina Chavez, y que parte para México en 1536.  “En cuatro de junio de 1536 se registró para Nueva España Guido de Lavezaris, hijo de Sebastián y Catalina de Chavez, natural de Sevilla (pasajero) (RAH, Colección Muñoz, A/107, mss. 9/4842, fol. 282 v). A grandes rasgos se puede decir de Guido de Lavezares, vizcaíno según unos y sevillano según el citado “registro de pasajeros a la Nueva España”, que acompaña a Ruy López de Villalobos en la expedición de 1542 a la jornada de las “Islas del Poniente”, y que es nombrado tesorero real en la expedición de Legazpi en 1564.  Pero antes de su experiencia en los Mares del Sur ya había tenido otras en el golfo de México como encontramos en algunos documentos, donde se le encarga ir a descubrir y poblar en la costa de la Florida: “Declaración de Guido de la Bazares de la jornada que hizo a descubriri los puertos e vaiias que hai en la costa de la Florida para la seguridad de la gente que en nombre de S.,M. se ha de embiar a la poblacion de dha Florida i punta de Santa Elena”. Podemos leer en el siguiente manuscrito de la Academia de la Historia:

 

El señor Visorrei desta nueba España podra aver quatro o cinco meses le encargo y mando que en nombre de Su M. con ciertos marineros i otra gente fuese a descubrir la costa de la florida i a saber los Puertos della para la seguridad de la gente que en nombre de Su M. ha de ir a poblar la dicha Florida i punta de Santa Elena i para ello le dio cierta comision i instruccion i en cumplimiento della salio del puerto de San Juan de Lua [sic] de esta Nueva España a tres dias del mes de septiembre del año pasado de cinquenta y ocho (RAH. Colección Muñoz A/115, fol. 84 r.)

 

En 1558, Guido de Lavezares se estableció en la bahía filipina (hoy Mobile, Alabama). “En esta vaya [bahía] se vieron indios i canoas grandes que traen para su servicio y corrales de pesqueria” (fol. 86r.), escribe Lavezares en el citado documento después de enumerar minuciosamente todos los tipos de aves, árboles, tierras, peces y animales que se encontraron por la zona.  Al parecer, sí consigue algunos de los fines para los que fue mandado a ultramar, pero no menciona que unos años antes en la jornada de 1542 que preparó el virrey Antonio de Mendoza, competidor de Hernán Cortés en este asunto, para ir a las “Islas del Poniente”, perdió a su mujer, cuyo nombre todavía no he podido localizar, y toda su hacienda. El padre fray Nicolas de Witte escribe al emperador don Carlos una carta de recomendación para el desafortunado explorador:

 

Nueva España. Lavezaris. Al Emperador. Fr. Nicolas de Witte = Mexico 15 de julio 1552. Suplica favorezca a Guido de Lavezaris el qual sirvio i gasto mas que otro ninguno en la jornada que armo don Antonio de Mendoza...el año 42 para las islas de Poniente trayendo mui gran razon de esas partes i de la navegacion dellas. Perdio su hacienda en aquella jornada i los indios le quitaron a su mujer. Lleva el proceso de todo V.M. le despache con brevedad especialmente que los indios son pocos [?]. En otra escribo largo (RAH, Colección Muñoz, mss. A/113, fol. 142 v.) 

 

La Audiencia de México le nombra sucesor de Miguel López de Legazpi, primer gobernador de Filipinas, que funda en 19 de mayo de 1571 la ciudad de Manila y muere un 20 de agosto de 1572. Lavezares se hace con la gobernación de las Filipinas en 1572 y un año más tarde manda a Juan de Salcedo, nieto de Legazpi, a reducir Ilocos y funda la ciudad de Fernandina hoy Vigan o Bigan en Filipinas.[18] En 1574 defiende Manila de los ataques de Limahón y muere en 1575.  Según Santiago Montero, era “guerrero, organizador, expedicionario”; el mismo autor nos da algunos perfiles biográficos citando otras fuentes:

 

Era vizcaíno, de edad anciana, de gran penetración y conocimiento adquirido experimentalmente; fue uno de los compañeros de Rui López de Villalobos; en el principio de su gobierno despachó al Maestre de Campo Martín de Goyti con tropa que acabó de pacificar las dos provincias de Pangasinan y Ylocos; poca fue la resistencia, la utilidad bastante en el tributo de oro que recogió para la Real Hacienda. Por Julio de setenta y tres salió Phelipe de Salcedo a la conquista de la provincia de Camarines (su hermano Juan de Salcedo ya había fundado la villa Fernandina en Ylocos asegurándola con fortaleza, casa real y propia); no le faltaron oposiciones en cinco meses de fatiga, siempre con las armas en la mano; fue feliz el éxito; fundó en las inmediaciones del río Vicol la villa llamada Libon (Montero 3-4).[19]

 

Como guerrero se destaca luchando contra Sioco, lugarteniente japonés del pirata chino Limahón. Como político y administrador fue partidario de las encomiendas para los soldados que habían participado en las conquistas y fue quien normalizó el comercio entre China y Filipinas. Algunas de sus actuaciones en las encomiendas fueron criticadas más tarde por frailes de las órdenes religiosas allí presentes. Igualmente, contribuyó al estudio de la cartografía oriental en los apenas tres años que duró su mandato, del 20 de agosto de 1572 al 24 de agosto de 1575 (Montero 9). Testimonio escrito de estas críticas lo tenemos desde el principio de su gobernación en un documento procedente del Archivo General de Indias, escrito por el nostálgico padre Martín Rada que, en un tono un tanto apocalíptico, muestra su descontento al ver como el nuevo gobernador Lavezaris, a diferencia del anterior (Legazpi), no tenía muy en cuenta los intereses de los agustinos:

 

Después acá lo que a avido de nuevo es que murio a veynte de agosto del año pasado el adelantado [Legazpi] y sucedio en el cargo Guido de Laveçaris que era tesorero de su magestad. La desorden y mal conçierto de la tierra va siempre en aumento, no está paçifica ni llana la tierra porque no hazen mas de llegar a un pueblo y decirle que si quiere paz y amistad con los españoles de tributo y sino luego le hacen guerra y esto sin dar les noticia de Dios ni de su magestad de suerte que tan robado a el tributo que llevan como lo que abiertamente roban y de eso es el oro que agora embian a su Magestad el cual costó de yndios amigos mas de sesenta y algunos españoles que por defender los otros sus haziendas los mataron y de los otros mataron cantidad y robaron y quemaron pueblos. No son tampoco amparados los amigos antes a algunos acabados de robar de otros yndios no solo no les dan ayuda mas antes entrra el otro robo del tributo y en los tributos pide cada uno lo que se le antoja o lo que puede sacar y no se tiene cuenta en plantar la fe ni dan favor ninguno a los Religiosos para que lo hagan ni les dan favor a los que se convierten de los naturales que aun en agradecerselo de palabra son escasos, antes a esos molestan mas como a hombres mas domésticos y que los tienen mas a mano. Hazese muy poco caso del culto divino que aun harales decentes en que se diga misa con gran dificultad se an podido hazer fuera de que cada dia se hazen muchos agravios y ay tan poca emienda y castigo agora como en vida del Adelantado antes lo lloran los yndios al pasado que harto mas padre se les mostraba quel de agora [...] Para que vuestra excelencia por su parte lo que ser pudiere y su magestad en lo demas ponga remedio cual conviene y cierto entiendo que si de alla no viene quien lo haga que siempre yra de mal en peor porque los de aca parte o los mas tienen el mismo mal que se pretende remediar, o estan prendados por emprestitos o dadivas de suerte que no les casusa poco estorbo para hacer justicia. Vuestra excelencia por amor del señor con todo el calor ponga el remedio necesario pues en ello sera Dios servido y su Magestad y de la tardanza ay peligro que se va poco a poco destruyendo y consumiendo la tierra (AGI, Patronato 24, R. 22. Localización y transcripción Dolors Folch Fornesa)

 

                  Lo que sí es cierto es que el nuevo gobernador y veterano soldado no esperaba el ataque de Limahón y pensaba que eran portugueses los que les habían atacado en el mar y que eran “moros” los que se habían sublevado en tierra.[20] El Memorial del Cabildo de Manila, basado en la carta que el padre Rada mandó al virrey de México en mayo de 1576, es el siguiente:

 

[E]stavamos tan descuydados que aunque venian soldados y naturales de la Tierra a dar aviso que venian sobre esta ciudad marchando por la playa en esquadrones formados mucha cantidad de gente con Piezas y arcabuzes y otros generos de armas y muchos artificios de fuego no lo querian creer antes hazian burla de quien les trahia las nuevas porque les parescia que borneyes no podian venir que era fama que venian sobre esta ciudad, y el que mas incredulo estava era el maese de campo Martin de goyti y el governador guido dela bezares [sic] y con este descuydo y con tener mucha parte de la Artilleria desencavalgada y en el suelo y sin fuerte ni muestra del Porque El que avia hecho Miguel Lopez de Legazpi estaba[21]todo desecho y caydo, llegaron los enemigos sin Resistencia hasta la casa del maese de campo y luego la cercaron arcabuzeando alos que estaban dentro le pegaron fuego y mataron al maese de campo y los demas escaparon heridos y quemados (Memorial 233).

 

Interesa destacar que el estado de alerta en que se encontraba la naciente ciudad de Manila en aquellos momentos era prácticamente nulo. Durante este suceso ocurrieron muchas cosas dignas de mención. No solamente de los hombres, como es lo habitual, sino también de mujeres que por lo general se suelen silenciar en las “épicas masculinas”. Se trata del caso de doña Lucía del Corral, mujer del maestre de campo Martín de Goyti, que al ver pasar a sus enemigos por delante de su casa les gritó diciendo: “¡Andad perros que todos habéis de morir hoy!” (San Agustín 408).  Sioco, el lugarteniente japonés de Limahón, pudo enterarse de lo que decía esta mujer gracias a un intérprete portugués que llevaba. Recibió tal coraje el guerrero japonés de verse tratar así de una mujer que mandó quemar la puerta de la casa que estaba cerrada, para quemar posteriormente todo el edificio. El maestre de campo al ver su casa incendiada saltó desde una ventana, cayendo entre sus enemigos que le hicieron pedazos a cuchilladas. Le cortaron las narices y las orejas para llevárselas a su jefe Limahón que había ofrecido rescates para los que llevaran pruebas de haber matado a un español. Mataron igualmente a tres soldados y fueron escaleras arriba en busca de las mujeres donde hallaron a la mujer del maestre de campo junto con una mujer de los soldados: “las desnudaron y maltrataron. Doña Lucía porque tardó en quitarse una gargantilla de oro que le quedaba, la dieron una mala herida en la garganta y la dejaron por muerta, aunque después sanó; pero a la otra mujer la mataron porque no se quería dejar desnudar” (San Agustín 408).

Limahón era natural de la ciudad china de Tiukiu y pertenecía a una familia acomodada. De espíritu arrojado y valiente, fue a buscar el padrinazgo de otro conocido pirata llamado Tialau, del que heredó seis navíos y mucha hacienda (San Agustín 404). Viendo que sus correrías por las costas chinas daban buen fruto, muy pronto aumentó su armada a cuarenta navíos, que pasaron a doscientos cuando derrotó al corsario Oukian quedándose con sus mejores barcos y hombres. Viendo el emperador de la China que no podía con él, intentó comprarle por las buenas, dándole un salvoconducto y perdonándole todas sus fechorías. Limahón respondió matando al mensajero y a sus acompañantes. No pudiendo sufrir tal insolencia el emperador juntó a sus tres mejores capitanes y con tres armadas fueron en su busca. Viendo Limahón que la suerte no le acompañaría siempre enfrentado con tan poderoso enemigo optó por buscar otros mares. Informado por mercaderes chinos a los que había apresado se enteró que en Manila había riqueza, buen comercio con las islas circundantes y unos pocos extranjeros que tenían el control militar y económico de las islas. Se enteró del número de ellos, de sus armas y fortificaciones, y decidió desbaratar a los españoles y hacerse señor de la isla de Luzón. Escogió de su armada los mejores sesenta y dos navíos, la mejor artillería, dos mil hombres de guerra junto con, dato curioso, mil quinientas mujeres suyas y de sus soldados y se dirigió en busca de Manila (San Agustín 405). En un primer momento Limahón fondeó su armada en la Isla del Corregidor situada a ocho leguas de Manila (48 km.) que estaba desprevenida, y con dos de sus más valerosos capitanes, Juan de Salcedo y Pedro de Chaves, ocupados en otros asuntos, el primero en Ilocos y el segundo en Camarines. Mando Limahón a uno de sus principales capitanes, el japonés Sioco, que escogiese seiscientos hombres para que en el amanecer del 30 de noviembre, día de San Andrés hiciesen el asalto. Equivocando Sioco la cercana localidad de Parañaque con Manila tuvo que seguir por la playa hacia Manila siendo descubiertos por algunos locales que dieron la voz de alarma diciendo que venían “moros borneyes”. Escuchado por el maestre de campo, Martín de Goyti no hizo caso de la gente mientras los enemigos ya estaban entrando por la puerta de la ciudad. Sioco, juntó a su gente formando escuadrón y llevando a la vanguardia a doscientos hombres piqueros y en la retaguardia otros tantos. La descripción de las armas que se hace en el manuscrito es de las más logradas. Desde luego una de las cosas que más llama la atención a los españoles es la sofisticación de las armas de los soldados chinos a las que dedican unas cuantas líneas en el manuscrito de Lavezares:

 

[C]on gente balentissima y bien armada porque los demas de los arcabuçes que traen que son muy çiertos de el traen piezas y alfanges y unos esquaipiles estofados en seda en capuchos e capacetes a manera de caperuçones de quatro quartos estofados ansimesmo que cada uno pesaua media arroba algunas picas trayan con un hierro de media braza de punta de diamante como gorguzes y otras  con un hierro de alfange que cortaua por vna banda y otras de mill maneras y demas de el alfange trayan dagas [293 v.]

 

Mandó Sioco abrir su formación en forma de media luna para coger a los españoles en el centro y luego volver a cerrar. De esta forma mataron a ocho españoles, y hubiesen sido más si no hubiesen llegado veinte soldados de refresco con el capitán Alonso Velázquez, Amador Arriarán y Gaspar Ramírez, este último nombrado capitán por su buen comportamiento en ese día. El capitán japonés optó por una retirada y cuando llegó a dar cuenta a Limahón dio por razones el haber llevado a la gente cansada y haber errado el lugar del desembarco. Sioco prometió por su vida ganar la ciudad al día siguiente en un segundo asalto pero su superior decidió dejar descansar a sus soldados dos días más. Mientras tanto el gobernador que todavía pensaba que los enemigos debían ser borneyes, prendió a los jefes principales de los “moros” Numanatay y Rajabago por creer que estaban implicados en todo este suceso. Con el poco tiempo que disponía, el anciano Lavezares juntó a ciento cuenta hombres, improvisó un pequeño fuerte con pipas, tablas y cajas, y puso la artillería que tenía quedando todo listo para el amanecer del siguiente día. Juan de Salcedo, que estaba ya de vuelta por la noche con cincuenta soldados, se enteró por los locales de lo que había sucedido y para hacer pensar al enemigo que eran una gran armada que venía en socorro de Manila, mandó tocar todos los clarines que tenía e hizo que todos hasta los criados llevasen mechas encendidas para parecer que eran muchos. Al llegar Salcedo, Lavezares le quiso hacer maestre de campo, cosa que en un principio Salcedo rehusó aceptando finalmente ante la insistencia de la mayoría (San Agustín 408-409).

                  El amanecer llegó con el espectáculo de toda la armada de Limahón formada disparando salvas de artillería. Después del discurso a las tropas, los soldados se embarcaron en bateles que una vez dejada su preciosa carga en la playa regresaron a los navíos para que no existiese la posibilidad de retirada. Mandó desembarcar mil quinientos hombres bien armados bajo el mando del general Sioco, que juró vencer a Lavezares o morir en el intento. Una vez desembarcados, el joven maestre de campo Juan de Salcedo quiso salirles al encuentro, cosa que no consintió el gobernador temiendo alguna artimaña. Sioco y sus hombres se internaron en la ciudad quemando con bombas y alcancías todo lo que veían a su paso, incluyendo la iglesia con todos los retablos y pinturas que contenía, regalos del rey Felipe II. Dispuso Sioco que de los tres escuadrones que tenía, uno marchase por el centro de la ciudad y esperase en medio de la plaza, otro por el río arriba paralelo a la ciudad y otro por la playa que era el mandado por Sioco. Al ver los chinos que los españoles no salían del fuerte, se juntaron todos en un escuadrón y acometieron con gran furia. Los españoles empezaron a usar la artillería y los arcabuces que tenían mientras las mujeres y los heridos salían para no abrasarse en sus casas. Los chinos lograron entrar en el fuerte pese a la oposición del alférez Sancho Ortiz, que con gran maestría pudo mantenerles a raya con una alabarda antes de caer muerto por un arcabuzazo. Este alférez, antes de morir, mató a dos chinos y dejó heridos a otros muchos “con una alabarda que jugaba con mucha destreza”. Diríase que las artes marciales no eran exclusivas del Lejano Oriente. Salió el gobernador a la batalla con un grupo de piqueros animando a los suyos, consiguiendo poner al enemigo en retirada. Los capitanes chinos, por más que lo intentaban y amenazaban a sus hombres, no pudieron hacerles volver al combate. Al juntarse los chinos frente a la playa y no encontrar a sus bateles se enfrentaron con los arcabuceros españoles que les  hicieron muchas bajas. Sioco perdió la vida en esta ocasión. Limahón, queriendo cambiar la situación, les mandó cuatrocientos soldados más de refresco intentando dividir a los españoles con una estratagema pero esta fue conocida y tuvo que volver a retirarse. Se volvió a hacer a la vela con toda su gente y saqueó el pueblo de Parañaque, que está a una legua de Manila, pasando a cuchillo a todos sus habitantes. Llegó a la provincia de Pangasinan y se hizo rey de esa tierra dando a entender a los naturales que había derrotado a los españoles; se fortificó con gruesas palmas de “cinco varas de alto” y fabricó un fuerte donde cabían más de seiscientos hombres. Lavezares después de estos sucesos y de la heroica defensa, premió a los soldados que más se habían destacado: Juan de Salcedo, Gaspar Ramírez y Gabriel de Ribera. Juntó dineros para la reedificación de las casas y mandó llamar a todos los españoles de las islas adyacentes para ir en busca de Limahón antes que éste se aliase con todos los naturales. Juan de Salcedo se encargó de la empresa de ir en busca de Limahón con doscientos cincuenta hombres y mil quinientos indios, cuatro piezas de artillería y quince quintales de pólvora. También llevó consigo al padre provincial fray Martín de Rada para el consuelo espiritual de su tropa, del cual se conserva en el Archivo General  de Indias esta carta dirigida a Felipe II el 1 de mayo de 1576:

 

La gracia del espíritu santo sea con vuestra magestad. De la jornada que hize desde estas yslas Filipinas a la China quiero dar cuenta a vuestra Magestad y primero diré como por en fin del mes de noviembre de mil quinientos setenta y cuatro año del Señor un corsario chino llamado Limahon asaltó este campo de Manila con setenta navíos y habiendonos hecho algún daño y quemado el pueblo se retiró con pérdida de mucha gente que le mataron los españoles y fue corriendo la costa de esta isla de Luzón y reparó y pobló en Pangasinan cincuenta leguas de esta ciudad de Manila tenido noticia de ello el gobernador Guido de Laveçaris envió allá al Maestre de Campo con los españoles que había y sitiaron al enemigo en tierra habiendole quemado los navíos que tenía en el río y a este tiempo llegó acá un capitán chino llamado Umancón que venía a espiar y saber de este corsario el gobernador le hizo todo regalo y por parecer negocio conveniente al servicio de dios nuestro señor y de vuestra Magestad trató con él que llevase dos religiosos a la China para que tuviese entrada la predicación evangélica en aquella tierra y tenido el sí de este capitán determinó que fuésemos allá el padre fray Gerónimo Marín y yo, y con nosotros dos soldados Miguel de Loarca y Pedro Sarmiento [...] y concluían con decir que si cogesemos o matasemos a Limahon todo cuanto quisiesemos harían y dieron nos diez navios de armada que nos volviesen los quales an estado aqui invernando y estan aora de partida para volverse a su tierra. No fue dios servido que cogiesen los nuestros a Limahon sino antes se les huyó con treinta y siete navios que a sido harto desmán para la obra que estaba comensada, con todo eso le pareció al gobernador el doctor Sande volviesen alla dos religiosos y así tornamos alla el Padre Fray Agustin de Alburqueque y yo plega al señor que que se haga algo en su santo servicio. Para esta jornada entiendo que hubiera hecho harto al caso no hubiera avido mudanza en el govierno que como Guido de Laveçaris lo començó y los capitanes chinos ya le conocían creo que se prosiguiera con mas calor y con mas voluntad dellos, el hizo lo que pudo en esta jornada y gasto harto de su hacienda por sacarla a luz y así por este servicio como por otros muy muchos que a su magestad a hecho era digno de otro premio y galardon del que de presente goza porque la residencia que se le ha tomado se an avido con él con tanto rigor y aspereza que nos mueve a lástima por los que se la tenemos estamos muy confiados que la begignidad y clemencia de vuestra majestad que le hará mucha merced cuya catolica y real persona guarde nuestro señor y prospere con aumento de grandes reinos y señorios para su santo servicio de Manila y de mayo primero de 1576. SCRM besa sus reales pies su menor capellan Fray Martin de Rada (A.G.I., Audiencia de Filipinas, Filipinas 84. Localización y transcripción del documento. Dolors Foch Fonseca. Por razón que desconozco la citada investigadora no incluye la foliación del documento).

 

                  Es sintomático que el crítico más duro del gobernador Lavezares, el padre Rada, sea el primero en defenderle después de muerto: “[E]l hizo lo que pudo en esta jornada y gasto harto de su hacienda por sacarla a luz y así por este servicio como por otros muy muchos que a su magestad a hecho era digno de otro premio y galardon del que de presente goza porque la residencia que se le ha tomado se an avido con él con tanto rigor y aspereza que nos mueve a lástima”. El joven Salcedo, que ya le había quemado muchos de sus navíos al enemigo, parecía que ya tenía rodeado el fuerte del corsario pero por mucho que lo intentaba no podía dar con él. Limahón se rehacía una y otra vez. Para tentar la codicia de los españoles dio orden a sus criados que, mientras durase la contienda, fuesen tirando desde lo alto de la empalizada importantes cantidades de oro y plata con el fin de que al acercarse los españoles los pudieran ir matando los arcabuceros. Salcedo, que llevaba a un chino ladino que se llamaba Sinsay, le pidió que escribiese una carta a Limahón y le dijese algo que el corsario chino ya había oído antes del emperador de la China: que se entregase por las buenas y se le perdonarían todas sus fechorías, o que si no lo hacía ahora sería cautivado por las malas y todos los suyos hechos pedazos. La carta de Limahón a Sinsay, que nos proporciona el padre San Agustín, no tiene desperdicio:

 

Viéndome fuera de mi tierra, me alegro ver por acá gente de ella y me pesa no haber sabido antes de ti. Yo he venido a estas tierras por lo mucho que me acosaba el Emperador de China –como poderoso- con muchas y grandes armadas, y esto basta. El día que me acometieron los españoles, yo estaba muy descuidado, y si me quemaron los navíos y las casas y me entraron en el fuerte, no sé el daño que recibieron. Yo te agradezco, señor Sinsay, lo que me escribes; y si pudieres hacer concierto de paz con el Maestre de Campo, me holgaré mucho de ello; pero ha de ser yéndose él primero a Manila, que después iré yo con alguno de mis deudos y capitanes a besarle las manos y hacer en Manila el debido acatamiento; más si quisiere que, recién quemados mis navíos y casas, me entregue a su voluntad, no lo pienso hacer. Y ¿parécete a ti, Sinsay, que sería justo venir yo en esto? Porque si el tiene mucha gente valiente de los de su nación, mucha más tengo yo de la mía, y tan experimentados de la guerra que con ellos he peleado y vencido yo cien mil hombres de la China; y a los naturales, que dices, de esta tierra, no los estimo en nada. Yo soy ahora como el tigre que está enojado y todos le quieren coger; y no saben si los matará, o ellos cogerán al tigre. Cada una de las partes piense bien lo que le conviene. Yo concluyo estas mis razones diciendo que si estas condiciones que pido fueran aceptas, me holgaré mucho de ello. Limahón hace acatamiento al señor Sinsay (432-433).

 

Limahón colocó por la noche en muchos bateles cestos pequeños con muchas mechas encendidas haciendo pensar a los españoles que eran muchos los enemigos. Los españoles esperaron hasta el amanecer pero ya era demasiado tarde. Después de cuatro meses de sitio, el 3 de agosto de 1575, Limahón se hizo a la vela sin que nadie pudiera impedirlo. Efectivamente, no se pudo dar caza al escurridizo Limahón que se pierde en las nieblas de la historia sin saber cual fue su final. Aunque Salcedo sí pudo entrar en su fuerte de Pangasinan y hacerse con él, el astuto Limahón una vez más consiguió escaparse dejando a muchos de los suyos por no haber suficiente sitio en las embarcaciones. El joven Juan de Salcedo murió un año después a causa de las calenturas provocadas por una enfermedad imprevista: “Este fue el lastimoso fin que tuvo aquel capitán jamás dignamente alabado, Juan de Salcedo, Maese de Campo de Filipinas, cuyos heroicos hechos y prodigiosas hazañas merecían los elogios de más soberana pluma; pues en la corta carrera de veintisiete años que gozó de vida pudo competir en hazañas con los más gloriosos capitanes” (San Agustín 463).

Un 28 de abril de 1576 volvieron a recibir noticia a través de un navío de China de Limahón. Al parecer, el virrey chino de la provincia de Fokien mandó una armada de 200 embarcaciones en su busca, enfrentándose con él y derrotándole pero sin poder impedir que nuevamente se escapara en su nao capitana junto con sus riquezas. No le pudieron dar alcance y se dice que llegó hasta el reino de Siam donde obsequió a su rey con un gran regalo para que le aceptase. Al no conseguirlo salió nuevamente sin que nunca más se tuviera noticia nueva ni de él ni de su muerte. Un personaje mítico sin duda pero que no pudo subyugar a tan reducido número de españoles bajo el mando de Juan de Salcedo, un capitán de apenas veintiséis años que tuvo la osadía no solamente de defender la pequeña fortificación de Manila si no la de ir tras él para derrotarle. Toda esta hazaña tiene aún más mérito si se tiene en cuenta que estos hombres estaban a una distancia enorme de la metrópoli y la acuciante necesidad que tenían de todo. Como escribe fray Martín de Rada a Felipe II:

 

Suplicamos á v. ex. nos mande embiar socorro de gente Polbora Plomo en gran cantidad arcabuzes y piquería porque de todo esto ay aca grandisima necesidad no mirando al poco aprovechamiento que destas partes va á su Magestad porque todo El tiempo que hemos estado en estas partes senos a ydo al principio con los Naturales en hambres y trabajos luego la guerra de los portugueses que fue de mucho trabajo agora la que se a ofrecido deste Tirano que nos a puesto en la demasiada estrecheza en que estamos y de todo esto v. ex. sea servido de mirar la necesidad en que quedamos...  (Memorial 238-239).

 

Así acaba este episodio recogido por una Relación que ha pasado desapercibida a la crítica moderna y que merece ocupar el lugar que le corresponde en el conjunto de narraciones épicas hechas por españoles en Asia en una época en que no había límites geográficos para los pueblos iberos. En un momento como el presente donde se ha criticado duramente la actuación española en ultramar, merece la pena destacar cómo un puñado de españoles eran igualmente capaces de enfrentarse contra ejércitos muy superiores en número de naciones tan poderosas como la China, aunque fuesen renegados de ésta.[22]



[1] “Una relación inédita. Del asalto dado a Manila por el corsario Lima-Hong” La ciudad de Dios (San Lorenzo de El escorial) 35 (1894): 424-443. Documento original digitalizado con permiso del Patrimonio Nacional de 28 de mayo de 2004.

 

[2] Véase, Javier Campos y Fernández de Sevilla, Catálogo del Fondo Manuscrito Americano de la Real Biblioteca del Escorial. San Lorenzo: Ediciones Escurialenses, 1993, 366-67.

                       

[3]  “Una relación inédita. Del asalto dado a Manila por el corsario Lima-Hong” La ciudad de Dios (San Lorenzo de El escorial) 35 (1894): 424-443.

 

[4] Véanse, Keith Harmon Snow “The Most Fantastic and Intriguing Tale of the Chinese Pirate Lin Feng & the Spanish Conquistador Juan de Salcedo” www.allthingspass.com/uploads/doc27LingFen[2].doc y Robert S. Weddle, Spanish Sea: The Gulf of Mexico in North American Discovery, 1500-1685 (College Station: Texas A&M University Press, 1985).

 

[5] Antonio de Pigafetta, Primer viaje en torno al globo. Buenos Aires: Espasa-Calpe Argentina, 1941, 165.

 

[6] La obra de Mendes Pinto llegó a ser hasta hoy una de las más leídas en su tiempo junto con las Lusiadas. Igualmente la historiografía moderna a valorado la importancia de ser una de las primeras relaciones testimoniales sobre el lejano oriente vista desde la óptica de un occidental en el siglo XVI. No por tener pasajes donde lo “fabuloso” o “exagerado” se confunda con lo testimonial la obra del extraordinario explorador portugués pierde calidad literaria, ni mucho menos.

[7] Su Relación sobre el Japón es considerada la más antigua.

[8] Véase, Santiago Montero Díaz, Aportaciones geográficas del gobernador de Filipinas Guido de Lavezares. Madrid: Sociedad Geográfica Nacional, 1933, pág. 8. Esto podría haber sido dicho perfectamente por John Mandeville o Antonio de Pigaffeta.

[9] Me beneficio de la transcripción realizada por Dolors Folch Fornesa incluida en la red: http://www.upf.es/fhuma/eeao/projectes/che/s16/loarca.htm. Fue necesario, no obstante, volver a localizar dicho documento en la Real Academia de la Historia al no venir incluida la signatura (Véase bibliografía). El manuscrito se encuentra en mal estado.    

[10] El mismo autor escribe justo al final de su obra: “La perentoriedad del tiempo de que hemos dispuesto para preparar, escribir é imprimir esta reseña, ocho días, han hecho inevitables algunas erratas que el buen sentido é ilustración de nuestros lectores sabrán subsanarlas [sic]. Nota del Autor” (72). 

 

[11] Véanse, Memorial del Cabildo de Manila sobre el desembarco del tirano Limahon que se halla con la carta que el padre Rada mando a Virrey de Méjico con fecha 4 de Mayo de 1576, Archivo General de Indias, Audiencia de Filipinas, Cartas y expediciones de personas eclesiásticas, años 1570-1608. Transcripción y edición, en La Ciudad de Dios (Valladolid), 18 (1889), pp. 232-240, y Gaspar de San Agustín, Conquistas de las Filipinas (1565-1615), ed. Manuel Merino, O.S.A. Madrid: C.S.I.C., 1975.

 

[12] No incluyo la Austriada de Juan Rufo (1547 c.-1597), la Austriada de Juan Latino (1518-1596) o la del portugués Jerónimo de Corte Real (1533-1588), las tres con el mismo título y centradas todas en la batalla de Lepanto. El Monserrate de Cristóbal de Virués, o Las lágrimas de Angélica también son de esta época.

 

[13] En lo referente al siglo XVII, nos encontramos con obras como Argentina y conquista del Río de la Plata de Martín del Barco Centenera en 1602, el Purén Indómito de Diego Arias de Saavedra, el Temblor de Lima de Pedro de Oña en 1609, Historia de la Nueva México de Gaspar Villagra en 1610, Compendio historial del descubrimiento, conquista y guerra del reyno de Chile de Melchor Xufre del Aguila en 1630, El vasauro de Pedro de Oña en 1635, Poema heroico hispano-latino panegírico de la fundación y grandeza de la muy noble y leal ciudad de Lima de Rodrigo de Valdés en 1687, Los actos y hazañas valerosas del capitán Diego Hernández de Serpa de Pedro de la Cadena, Armas antárticas de Juan de Miramontes y Zuázola, Nuevo Mundo y conquista de Francisco de Terrazas, Las guerras de Chile de Juan de Mendoza y Monteagudo y la Relación de la conquista y descubrimiento que hizo el gobernador don Francisco Pizarro, anónimo.

[14] Juan Gil, Hidalgos y samurais: España y Japón en los siglos XVI y XVII. Madrid: Alianza Editorial, 1991.

[15] La primera descripción detallada de la ceremonia del té en la China fue escrita por Gaspar de la Cruz.

[16] En adelante RAH.

[17] En un perfil biográfico que Clive Griffin hace del investigador español de origen alemán Klaus Wagner, escribe sobre Guido: “Sus investigaciones actuales sobre el humilde librero sevillano de familia genovesa Guido de Lavezaris, que llegó a ser gobernador de Filipinas, representan tan solo el fruto más reciente de una enorme labor de investigación realizada entre los fondos tanto del Archivo de Protocolos como del Archivo General de Indias, ambos de la ciudad bética” http://www.patrimonionacional.es/RealBiblioteca/avisos1905.htm . Uno de los artículos de Klaus lleva como título: “Guido de Lavezaris, genovés (1512-1582), de librero a gobernador de Filipinas”, en Vito Piergiovanni (ed.), Tra Siviglia e Genova: notaio, documento e commercio nell'età colombiana: atti del convegno internazionale di studi storici per le celebrazioni colombiane organizzato dal consiglio notarile dei distretti riuniti di Genova e Chiavari sotto l'egida del consiglio nazionale del notariato (Genova, 12-14 marzo 1992), Milán, Dott. A. Giuffrè Editore, 1994, pp. 378-391. Si es así, el “Sebastian Lavezaris” librero antes mencionado en el Archivo Histórico de Protocolos es su padre. Nuestro Lavezares no muere en 1582 si no en 1575. Sin embargo, Alfonso Prada Allo nos informa de un librero sevillano de nombre Guido de Lavezaris que junto con un Juan Porras, publican en Sevilla en 1491 una edición de Las siete Partidas de Alfonso X el Sabio, [al fin: con ] las adigones del doctor de Montaluo. - En la nota previa al colofón: ficieronlas imprimir en Seuilla Juan de Porras vecino de Salamanca t Guido de Lauezariis genoues. - Colofón: Seuilla. por Meynardo Ungut Alamano. t Langalao Polono compaqeros. En el aqo del nasgimiento de nuestro saluador Jhesucristo de mill t quatrogientos t nouenta t vno aqos. t se acabaron a veynte t ginco dias del mes de otubre del dicho aqo. http://www.arrakis.es/~alfius/porras_xv_c.htm. Si este Guido de Lavezaris que está editando libros en 1491 es el mismo que el nuestro, moriría con cerca de 100 años y tendría uno menos durante los sucesos acaecidos con Limahón. Me parece un poco mayor para estar haciendo de soldado a esa edad, aunque frecuentemente se refieran a él como “el anciano”. Es muy probable que nos estemos refiriendo a dos personajes con el mismo nombre y de la misma familia de libreros genoveses.  

 

[18] Fue llamada “Fernandina” en memoria del príncipe Fernando, hijo de Felipe II y de la reina Ana de Austria hija del emperador Maximiliano II.

[19] Véase, Fr. Juan de la Concepción, Historia general de las Philipinas..., tomo I, Madrid: n.d., 1788, pág. 423, citado en Santiago Montero, op. cit., pp. 3-4. 

 

[20] Nombre genérico que daban a los naturales de las Filipinas.

 

[21] Copio literalmente según el documento. Unas líneas antes escribía “estava” y ahora “estaba”.

[22] Véase mi trabajo,  “La historia verdadera de la conquista de la Nueva España: ¿Una visión política y poéticamente correcta?”, Cuadernos Hispanoamericanos  582 (1998), pp. 59-66.