La Comedia Grassandora
de
Juan Uzeda de Sepúlveda
Edición de José Luis Canet (Universitat de València)
Anexos de
la Revista Lemir, (2003) ISSN
1579-735X
Comedia llamada Grassandora, compuesta por Juan Uzeda de Sepúlveda, dirigida al muy magnífico señor Don Yñigo de Arellano.
Sepúlveda.
Non bene conueniunt:
nec una in sede morantur maiestas et amor
Comedia Grassandora
Introito y
Argumento
¡Sálveos Dios,
honrrada gente!
Los que estáys en esta
fiesta
parezéysme,
ciertamente,
burras que están en
siesta.
¡Qué razón
se le suelta al
bobarrón
a dos por tres en
llegando,
sin mirar quanto
garçón
está aquí el moco colgando!
¡He! ¿A ver
si ay aquí algún
bachiller
que presuma de letrado
que me apueste algo a
leer,
aunque soncas no e
estudiado
mucho d’esso?
¿Que avrá nadie tan
traviesso
que comigo salga a
praça
a correr de aquí [a]
aquel tesso
hin aquesta calabaça?
Hora pues,
pues que nada
respondés
en esta cosa tan
novela,
juro a ñon de San
Francés
de mearos la pajuela.
Y verés
lo que hago sin revés
quando salgo a
desposorio,
y si lo digo sentirés
gran gassajo y
pracentorio.
Y aun este día,
quando se cassó Lucia,
la cuñada de Benito,
me puse de fantasía,
semejabre a un
picacito;
muy a son
llevava puesto un
jubón
de branqueta con
collar,
y un cinto con su
tachón
y unas calças de
atacar.
Y, mal pecado,
yo yva tan atacado
y tan cercado de agujetas,
que salgo todo cagado
asta dentro a las
corbetas.
Y sin parar
enpieço a baylar
y a dar brincos,
çapatetas,
que espanté a todo el
lugar
con tan gruessas
castañetas.
Y aun soy osado,
medio cassi
necenciado,
de que habro allá en
concejo;
tyénenme por
quillotrado
y de más saber que un
viejo;
que a dos por tres
ar[r]ojo luego un
revés
en las cosas de
concejo;
que mal año que Juan
Andrés
sepa dar tan buen
consejo
de namorado
hasta no comer bocado.
Muchas vezes me
acontece,
según que ando tan
matado,
cantando hasta que
amanece;
y en reyerta
muchas vezes a la
puerta
estoy puesto con
Marina,
qu’el seso me
desconcierta
según es tanto
malsyna.
Mas si os praz,
aunque habre con
solaz,
quando yo os la topo
hechada,
como bobo va el rapaz
y sáltaosla en aquella
yjada.
Y vía apretar
y ella por se soltar
tyra coces como mulo,
y ansí la hago allí
cagar
y aun demás, por San
Angulo,
dar pernadas.
Yo lluego en sus
quixadas
sacudille buen puñete,
y frocosla dos
bofetadas
y amansela el
gallerete.
Y la malina
se dessase muy aýna
y [e]cha mano de un
llenaço,
y con ravia la malsina
me sacude un gran
palaço.
Yo, por huyr,
alcanzóme ya al salir
otro palo en estos
hombros,
tan sin duelo, sin
mentir,
como si hueran de cogombros.
Desquesto vi,
luego a ella aremetí
y en un credo la
destoco;
y ella por huir de mí
en la cara le chapé un
moco;
y apreté,
y luego allí la
de[r]ribé,
juro al mundo otra
vegada,
y deví, que no queríe,
frocosla otra
bofetada.
Y la honbruda
púsose tan corajuda
que se vino amortecer,
y en un credo se
demuda,
que era angustia de la
ver.
Yo pensava
que la triste se
finava;
enpecé luego a llorar
porque a tanto me
llegava
que era para espantar.
¡O, marinacha,
hin que en ti no avíe
una tacha,
cómo mueres
mallograda!
¡Qué ojitos, qué
bocacha
que tienes tú,
desdichada!
¡Qué orejaças,
qué becitos, qué
pernaças,
mi Marina que tenías!
¡Qué muslachos, qué
nalgaças
traydoraça descubrías!
¡O, malla muerte,
que muriesses, y
ácremente!
Pues tal perra as oy
perdido,
hin ño salgas entre
gente
son que mueras
aborrido.
Y, mía fe, anssí
vuélbese de cara mí
regañando como un
mulo,
y descubre luego allí
un tan gran ojo de
culo.
Y vota a correr;
yo por ylla a detener
di en la puerta tal
encuentro
que me oviera de caer
soncas por medio
muerto.
Y desde allí
al diabro yo os la di;
ni más d’ella he ya
curado,
que más precio un
maravedí
que ya ser enamorado.
Mucho he abrado,
porque pienso m’e
olvidado
el mensaje a qué
venía,
porque cierto so
enbiado
entre muchos a porfía.
Manday callar,
que quieren
representar
un diabro de comedia,
y esto es sin más
dudar
lo que ay en esta
feria.
Sus entradas:
puesta en quatro
jornadas,
rezaremos su thenor;
las personas bien
contadas:
la primera es
Grassandor,
muy penado,
de Cupido bien
llagado;
salen luego tras
aquesto
dos criados de buen
grado
platicando, juro al
resto,
mano a mano;
es Calfurnio con
Rodano,
y conciertan sin temor
de meter dentro la
mano
y robar a su señor.
Grassandor,
como siente gran ardor
llama [a] Aguilar su
criado
que vaya por un doctor
que a su mal dé algún
reca[u]do;
sin tardar
viene luego a le curar
el doctor sin
detinencia;
visto el mal y su
penar
no remedia a la
dolencia.
Como viejo,
Aguilar le da consejo
a su amo que se
esfuerce;
mirando este aparejo
jornada prima fenece.
Después d’esto,
sale luego bien
dispuesto
Rodano con buen amor,
que le llama muy de
presto,
según dize,
Grassandor.
Sin mentir,
házele de presto yr
con su carta a
Florisenda;
va Calfurnio a le
seguir
y passan cierta
contienda;
sin rebuelta
está Sabina a la
puerta,
a quien habla allí
Rodano,
y da su carta sin
reyerta
a Florisenda en su
mano.
Muy atento
vien Rodano al
aposento
de su amo Grassandor,
y un el vele presto
contento
y da plazer a su
dolor.
Muy hufano
Grassandor, de buena
mano,
dale capa y aun sayón;
y Calfurnio no liviano
pídele d’él partición.
Un zevil
sale de un aguaçil
y haz justicia huerte
y cenda;
y con esto se da fin
a la jornada segunda.
Grassandor
de que vee aquel
thenor
y a los dos criados
muertos,
dando gritos, ¡qué
dolor!,
el camino a los
diessiertos.
Muy bonico
sale luego Tristanico
y estórvale el camino;
Grassandor como un
ventisco
sigue su enpeçado
tino.
En los xarales
dos pastores
desiguales
hos le paran no muy
bueno,
do le doblan bien sus
males,
es Cur[ci]do y otro
Fileno.
Y ansina
se da fin y determina,
habrando en esta
manera,
esta frasca muy aýna
con la jornada
tercera.
Al llorar
en los montes y gritar
cada noche Grassandor,
viene allí a le librar
el Cupido, dios de
amor.
Y aun al fin,
él apaña de un jardín
a la pobre
Florissenda,
y la lleva assí el
malsín
a los montes sin
contienda.
Un hermitaño
siente luego tan gran
daño
y conciértalos muy
bien,
y si d’esto no me
engaño
no sé más, por
Santarén.
Jornada primera
Interlocutores:
Grassandor, Rodano, Calfurnio, Brandassed, Aguilar
Grassandor, solo.
Después que mis ojos
vieron
tu vista, luego
cegaron,
porque resestir no
pudieron
la lumbre que
contemplaron;
y si fueran
de lince, menos
pudieran
tu gesto mirar
seguros,
dado que allí
estuvieran
los del águila, que
son puros.
Tal me hallé
de tu vista qual no sé
aplicar comparación,
salvo que tal quedé
como lachayo sin son.
Tu hermosura
era de tanta fescura
que ase [de] mirar por
parejo:
es cotejar la figura
de Phebo con el
espejo.
Al[l]í tenía
mi gloria quando te
vía,
mi descanso era
mirarte,
y el gozo que posseýa
era por contentarte.
Tu ausencia
me dexó tan sin
clemencia
y en tan crudo
cautiverio,
como quando el sol su
presencia
esconde a nuestro
emispherio,
sin sentido,
como quedó Helisa Dido
quando en sus braços
sentió
aquel Ascanio fingido
que su falsa suegra
enbió;
bobescido,
puesto en tan gran
olvido
sin hazer otro meneo,
como si oviera bebido
de las aguas de
Latheo.
Desde allí
toda mi libertad
perdí;
de mío me hize ageno,
aunque si te
acordasses de mí
lo daría todo por
bueno.
Los que obraron
mi soledad y buscaron
son los ojos que te
vieron,
los quales luego
cobraron
el pago que
merecieron;
y llorarán
porque ya jamás verán
objecto que les dé
gloria,
y contino lamentarán
el destierro de su
vitoria.
Perderán
mis orejas, que no
oyrán
canciones dulces que
oýan,
y d’esta arte quedarán
privadas del bien que
avían.
Amargura
vendrá en lugar de
dulçura
a dar solza a mi boca;
el deleite será
tristura
y deletación arto
poca.
El oler,
perdido todo el poder,
está ya sin potencia,
ageno de su querer
y enfermo d’esta
dolencia.
Aspereça,
abrojos y gran dureça
palparán mis tristes
manos,
do siempre en esta
firmeça
bibirán días y años.
Mi coraçón
morirá con afeción
en esta cruda batalla,
pues no miró la razón
con que pudiera escusalla.
El querer
estará sin merezer
galardón, pues no miró
el premio que havíe de
haver
donde nadie le esperó.
¿Qué haré?
¿Por dónde caminaré?
¿Por este mar de
tormento,
do es cierto me
anegaré
antes que llegue al
puerto?
¡O, dolor,
do esfuerço pone
temor,
ser magnánimo bajeça,
do presta poco favor
echos d’armas ni
nobleça,
do prudencia
haze poca resistencia
do navegan los
letrados,
do enmudece la
eloquencia,
do prenden los
esforçados!
Y pues se espera
d’este mal claro que muera,
quiérome echar aquí un
poco
como quien ya
desespera
o se quiere tornar
loco.
Rodano.- Saca essa mano,
Calfurnio, sin temer
daño.
Calfurnio.- ¿Ay de nuevo alguna cosa?
Rodano.- Escúchate hagora, hermano,
un poquito y reposa.
Calfurnio.- ¿Qué ay que saber?
Rodano.- Que nos viene Dios a ver
Calfurnio.- Ya esso fuesse,
con tal que algo
viniesse
que me sacasse de
afán,
que juro a tal no
tuviesse
en tres blancas al
papa Juan.
Rodano.- El no tener
luego te haze perder
el premio de sser
bellaco.
Calfurnio.- Lacería y haver menester
me haze no yguale a
Caco.
Rodano.- La Fortuna
no prueva en parte
ninguna
mejor que con la
pobreça;
allí si falta ay
alguna
se conoze con la
aspereça.
Calfurnio.- Mi fe, hablar
de la virtud y contar
ya a los niños sobre
razón,
mas d’ella querer
ussar
esto es obra de
Sansón.
Rodano.- El consejo,
aunque no sea de
viejo,
jamás de ti le
deseches,
si sientes que ay aparejo
con que algo te
aproveches.
Calfurnio.- Dexa razones,
no hagas comparaciones
y tu mano mete en el
seno,
que hallarás tantas
passiones
que no llores el mal
ajeno.
Rodano.- D’essa arte
ninguno tendría parte
de argüir el vicio
ageno.
Calfurnio.- Pero si pecas, guardarte,
porque te traten por
bueno.
Rodano.- ¡Ha, esse cuento!
Bien podrá ser que no
miento,
que havrá vellacos
secretos
más que públicos un
cuento,
según juzgar de
discretos.
Calfurnio.- En conclusión,
que tornes a tu razón
te será mejor, Rodano,
que se aga tu
yntención.
Rodano.- Calfurnio, mi buen hermano,
tú sabrás
que ha tres meses y
más,
después que de aquí te
fuiste,
que nuestro amo sin
compás
anda siempre muy
triste.
Ya no es
lo de antes, sino al
revés
según está tan
demudado;
ya jamás se viste
arnés
que ni al campo sale
armado;
sus desseos,
que heran justas y
torneos
en que a damas solíe
servir,
perecieron con los
arreos
de atavíos y vestir;
el caçar
y el arco para tyrar
se a perdido y las
florestas,
y tanbién el requebrar
con las damas y las
fiestas;
su alegría,
que hera perros y montería,
volar garças cave el
agua,
es buelto todo en
porfía
más ardiente que la
fragua;
el cavalgar
por la ciudad y ruar,
la vihuela y su
dulçura,
todo vino a parar
en congoxas y
amargura;
las canciones
sacaron motes y
invenciones
sus servicios tan
sobrados;
ya es todo
lamentaciones
y en lloros todos
tornados.
Calfurnio.- Ten punto.
¿Y de dónde este mal
junto
le ha venido al
desdichado?
¿Si es su padre
defunto
o si el seso se le ha
mudado?
Rodano.- Por el padre,
Calfurnio, y aun por la
madre,
pocos hazen
sentimiento,
porque si ay herencia
que quadre
les dessean su
acabamiento.
Si necesitados,
los yjos están
colgados
por no los dar de
comer,
y los quieren más
sepultados
que avellos de
mantener.
Calfurnio.- ¿Pues qué fue?
Rodano.- Eso yo te lo diré:
sábete viene de amor.
Calfurnio.- ¿Y esso que lo creheré
que de aý siente tal
dolor?
Rodano.- Y aún mayor
suele ser su disfavor
de lo que piensas,
hermano,
porque cumple que sin
temor
aquí pongamos la mano.
Porqu’es de ssaber
que quien ama ha
menester
alcagüetes o terceros,
porque poco se suele
hazer
do carezen medianeros.
Calfurnio.- Yo nunca oviera
a Creusa ni pudiera,
sino fue porque
yntervino
una vieja por
medianera
que me puso en el
camino.
Mas d’este antojo,
si no lo havéys por
enojo,
me rapa más de un
ducado,
que quisiera más dalle
un ojo
y aun lienço para un
tocado.
Rodano.- Sin querella,
la moça estava
donzella.
Calfurnio.- Eso no, qu’es maravilla;
botín havíen echo en
ella
la más parte de la
villa.
Rodano.- Sin dudar,
no se sabe ya guardar
castidad en Salamanca.
Calfurnio.- A do quieras podrás hallar
d’esta fruta seria
franca,
porque a mi ver
es mala de sostener;
guardalla es gran
thessoro,
y quien la dexa perder
nunca le falta lloro.
Rodano.- Comoquiera,
castidad nadie no
quiera
ya buscarla hacá en el
suelo,
pues qu’ésta fue la
primera
que se aposentó en el
cielo.
Calfurnio.- Anssí es verdad
que justicia y
castidad,
y vergüença, según
veo,
dexaron en soledad
las tierras ya de
voleo.
Rodano.- Sin herrar,
abades suelen cenar
esta fruta ya en sus
platos,
y les dan vestir y
calçar
chapines, tocas y
mantos.
Y an d’essas consejas,
der[r]eniego de putas
viejas
y aun de canónigos
gruessos,
qu’ellos les pelan las
cejas
y a nosotros tyran los
huessos.
Rodano.- Sé que después,
por el passado
ynterés,
las casan acá entre
nos,
aunqu’es darse los
pies
del puerco hurtado por
Dios.
Calfurnio.- Dexa d’esso,
cuenta largo tu
proceso
de lo antes enpeçado.
Rodano.- Que me plaze por estenso
de contallo de buen
grado.
Y as de saber
que nuestro amo ha
menester
alcagüetes, pues que
ama;
y yo o tú hemos de
sser,
según d’ello me da ell
alma.
Y a de sser
hombre d’arte y
entender
y bien diestro en este
officio,
y sepa bien entender
lo que cumple este
exercicio.
Alagüero,
no menos que
lisonjero,
que prometa lo
ynvisible;
vellaco y arto matrero
y astuto en lo que
possible.
Fabuloso,
no menos que
mentiroso,
y aun médico y
çurujano,
porque cure al que
está lloroso
con que no sane
temprano.
A de pedir
ropas para vestir
y mill cosas cada ora,
y procurarse siempre
servir
de lo que por casa
mora.
Y pues de los dos
a de sser uno de nos
quien ha de suplir
aquesto,
bueno será, par Dios,
Calfurnio, partir el
resto.
Porqu’el amante
como está de tal
semblante
en el dar es liberal,
y en esto no es
inconstante
por dar alivio a su
mal.
Y de lo que diere
nuestro amo y
sucediere
d’este pleyto que
tenemos,
podrá ser, si Dios
quisiere,
que con ello algo
medremos.
Calfurnio.- O saquemos
algo con que lloremos,
que vendrá más
temprano,
que esotro no lo
tenemos
y esto estáse en la
mano.
Rodano.- Sin temor
puedes y sin pavor
tú, Calfurnio, estar,
hermano,
teniendo tú en tu
sabor
a tu buen amigo
Rodano.
Calfurnio.- Vía de aquí,
que no sé quién suena
allí,
si nuestro amo se
levanta.
Rodano.- And’acá, vayte tras mí,
que en velle el gesto
me espanta.
Grassandor,
Aguilar,
Grassandor.- ¡O, salud,
y en quánta engratitud
te tenemos quando
sanos,
y faltando tu virtud
nos privas de pies y
manos!
El concierto
que en mí posa es
desconcierto;
no ay saber que le
concierte,
porque conviene ser
muerto
y me pesa con la
muerte.
¡O, si hallase
alguno que remediasse
a mi aflito coraçón,
dalle ýa quanto
mandasse
en pago y en galardón!
¡Ha, Aguilar!
Aguilar.- Heme aquí sin más parar.
¿Qué manda vuestra
merced?
Grassandor.- Váyme presto a llamar
al dotor de
Brandassed.
Y tu yda
junto con su venida
a de sser todo en un
punto,
si me codicias la vida
y no me quieres ver
defunto.
Aguilar.- Que yo yré
y luego aquí le
trayré.
Grassandor.- Cata, quedo con cuydado
esperando quando
veniere.
Aguilar.- Yo trayré presto recaudo.
Aguilar,
Brandassed, Grassandor
Aguilar.- Sin parar
cumple vayas a curar
luego del pie a la mano,
que mi amo sin dudar
queda cierto muy malo.
Brandassed.- ¿Qué’s possible?
¿Que su mal es tan
terrible
que le tiene a tal
estado?
Aguilar.- Mas el diablo es invisible,
que pienso le trae
engañado.
Brandassed.- Vamos presto,
no le allemos traspuesto
y muera por mal
curado.
Aguilar.- Él quedava con tal gesto
que ya pienso será
finado.
Grassandor.- Ya por cierto
me tengo d’este
concierto
no salir sin escotar:
o presso quedar o
muerto
o al fin desesperar.
D’esta pena
Galieno ni Abicena,
Esculapio ni Hipocrás,
Avenruis ni su gran
vena
me sacar es por demás.
Mi dolor
póneme tan gran temor,
que xaraves y
conservas
me ponen mayor pavor
do no tienen virtud
las yervas.
Ya te desseo,
Brandassed, aunque yo
veo
que no me has de
aprovechar,
sólo por ver tu arreo
y manera de curar.
Brandassed.- Tu dolor
he sentido,
Grassandor,
como si yo le tuviere.
Grassandor.- Séyme remediador,
Brandassed, si te
plu[g]uiesse.
Brandassed.- El gesto
tienes de mal
dispuesto;
por ende, daca essa
mano
que yo te diré de
presto
si estás enfermo o si
sano.
Concertado
anda el pulso y
ordenado;
porque estoy
maravillado
a lo que siento,
Grassandor,
dónde venga este
dolor.
El orina
veamos si determina
alguna passión
secreta;
ésta está clara y muy fina,
purificada y perfeta.
Porque a mi ver,
quanto alcança mi
entender,
señales hallo de sano,
salvo que puede ser
te quexas de mal
liviano.
Grassandor.- No ay lançada,
venablo ni cuchillada
en el mundo que tanto
duela,
ni par[r]a tan
hervolada
ni tormento que anssí
me muela.
Brandassed.- Tu razón
manifiesta tu passión
y no menos tus
dolores,
que esse [es] mal de
coraçón,
sábete que son amores.
Aguilar.- ¡O, prudente [Ap.]
hombre sabio y
eloquente,
y quán presto conoció
de qué pecava el paciente
de la vista que le
vio!
No moçalvillo,
sabio como el
Cuquillo,
médico en Salamanca,
que cura del
colodrillo
a quien tiene la
pierna manca.
Brandassed.- Tu dolencia,
Grassandor, con mi
presencia
no se puede remediar;
por ende, dame licencia
que me quiero ya
tornar.
Grassandor.- Vete con Dios.
Brandassed.- Y Él mesmo quede con vos
hasta que buelva otro
día.
Grassandor.- Ten cuydado de nos,
del remedio y salud
mía.
Aguilar.- Sey constante,
Grassandor, y no te
espante
el amor ni su porfía,
porque vuelve su
semblante
de tristeza en
alegría.
Lo encumbrado
no te espante ni su
estado
ni dama por ser muy
alta,
que poniendo en ello
cuydado
se alcança todo sin
falta.
No nobleza,
no te espante
gentileza
de muger por más que
sea,
que ésta comete vileza
más aýna que la fea.
No te espante
señora por ser pujante
vestida de terciopelo,
que éstas van delante
a ynclinar su estado
al suelo.
Ten sufrimiento,
que si en ello miras
atento
públicas veras
trezientas,
y secretas más de un
cuento
y con desseo mill y
quinientas.
Que a mi ver,
las pobres por no
tener
pecan en este officio,
y las ricas por mucho
aver
lo hazen por solo
vicio.
No se vieron
en el mundo ni
nacieron
animales tan sobrados
que hombres no lo[s]
hicieron
del todo ser
amansados;
porque linaje
se somete al
villanaje,
según se sabe de coro,
pues [Pasifae] en el
ervaje
tuvo ha[c]cesso con el
toro.
En esta dança,
Grassandor, no ay
ordenança,
pues es ciego quien la
guía,
salvo tener esperança
y morir en la porfía.
Porque si sientes,
parando en ello
mientes,
este mal es tan humano
que más que brutos las
gentes
meten el pie y la
mano.
Y aun hallarás
en las vestias y veras
castidad a tiempos
ciertos,
y en hombres conocerás
contino mil desconciertos.
Grassandor.- Tu consejo
me pareze qu’es de
viejo,
Aguilar, a lo que
siento,
pues me das buen
aparejo
consolando mi
tormento.
Y sin tardar
te ruego quieras
llamar
a Rodano, si está aý,
que venga sin más
parar
que estoy esperando
aquí.
Jornada segunda
Inter.: Grassandor, Rodano
Grassandor.- Rodano,
pues mi mal pongo en
tu mano
y te ablo en puridad,
sey prudente y no
liviano
y trátame con lealtad,
que tú verás
de mi persona si
havrás
por tus servicios buen
pago,
y entonces conocerás
qu’es lo que por ti yo
hago.
Rodano.- Los señores [Ap.]
cumplen con los
servidores
de palabra si hay
afrenta,
y faltando los fabores
no hazen d’ellos más
cuenta.
Grassandor.- ¿Qué dizías?
Rodano.- Que siento yo tus porfías
y passiones,
Grassandor,
no menos que proprias
mías,
en ygual grado y
dolor.
Grassandor.- Ansí lo creo,
que tu voluntad y
desseo
es de criado leal,
según que agora te veo
sentir tú tanto mi
mal.
Con confiança,
que no harás otra
mudança
ni mudarás otro norte,
en ti pongo mi
esperança
la vida con el
deporte.
Rodano.- El mandar
es tuyo y a mí de
obrar
como a criado
obediente,
porque hazerlo he sin
dudar
sin temer
inconveniente.
Grassandor.- Mi passión,
mi tormento y aflición
bien pienso havrás
sentido,
y por darte la razón
mandé fuesses aquí
venido.
¿No has memoria
de aquella crecida
gloria
que te dixe que sentí
quando llevé la
vitoria
del torneo que vencí?
Rodano.- Sí, señor.
Grassandor.- Pues entonces me prendió amor
y esta mi passión
allé,
entonces sentí el
dolor,
entonces me cautivé.
Cautivóme
mi libertad y llevóme
la vista de
Florisenda,
con su belleça
prendióme
y me pusso en esta
contienda.
Su valer
y mi poco merecer
contradicen mi
sosiego;
no sé, triste, qué me
hazer
ni con qué mate este
fuego.
Rodano.- Cobardía
nunca hizo valentía
en su vida ni la obró,
ni hombre de tal valía
jamás fama cobró;
en lo dudoso
se conoze al
cavalleroso,
que en lo que se está
ganado
no se haze más valeroso
ni menos honrra su
estado.
Grassandor.- En tanto afán
estoy como el capitán
quando oye la trompeta
para que salga do
están
los contrarios y
acometa.
Rodano.- El vencido
acometa como aburrido,
pues por una vez
morir,
cien mill muertes, que
prendido
escusa que a de
sufrir.
Grassandor.- Pues para esto,
bien será que de
presto
lleves una carta mía
ante aquel hermoso
gesto
de do pende mi
alegría.
Rodano.- Pues ve ha escrevir
que yo me quiero salir
entre tanto por aquí.
Grassandor.- Anda, ve y azme venir
al secretario si está
aý.
Rodano.- A mi cargo,
que quizá me llame
amargo
si me atajan la
salida,
juro a tal que siento
enbargo
agora en esta partida.
Si soy sentido
que ando en este
partido,
¡guay de ti, pobre
Rodano!
No creo en tal si
mollido
no sales, sin miembro
sano,
si por ventura
me toman en estrechura
con estos negros
mensajes;
hazerme an saltar la
verdura
y aun quitarme an los
corajes.
¡O, qué adario!
Llamar quiero al
secretario
que apressure su
venir,
porque abra presto el
almario
que nuestro amo quiere
escrivir.
Grassandor, Secretario,
Rodano
Grassandor.- Como turbado,
de que tanto te as
tardado,
he escripto estos
dislates;
y yo pienso va notado
bien conforme a
disparates,
porque veas
esta carta tú y la
leas
y enmiendes lo mal
hablado.
Secretario.- Pues lo mandas y desseas,
que yo lo haré de muy
buen grado.
Carta de Grassandor a
Florisenda
Secretario.- La presente
te escrivo, dama
excellente,
es por hazerte saber
la pena que con ser
ausente
me causas por no te
ver
y conozer;
aunque viendo tu poder
la soberbia se me
abate,
amor me la haze crecer
y me trae en este
debate
y combate,
pues me diste puro
mate
sin aver campo
aplaçado;
llevásteme sin
rescate,
dexásteme maltratado
y travado,
de pies y manos atado
y en tan triste
servidumbre
que de fuego ando
inflamado
sin sentir comigo
lumbre;
aunque lumbre,
porque tuvieron
costumbre
mis ojos de allá
mirar,
do cobraron
servidumbre
pensándose rescatar
y librar,
do fueron luego a
parar
mis flacos cinco
sentidos,
y pressos a tu mandar
los tienes todos
rendidos
y vencidos,
mis bienes todos
perdidos
y puestos en tu
prisión;
y a mí me cercan
gemidos
y angustias al
coraçón;
y con raçón,
pues que puse mi
afición
sobre toda la natura,
do clarece la
perfeción,
do fenece la ermosura
y frescura
de humana criatura
según tu mucho valer,
pues te dotó la natura
en quanto bastó su
poder
y tener;
aunque conforme al
merecer
que mereces no te dio
nada,
pues puede todo caber
en ti sola y hallar
posada
y morada
la gloria que fue
criada
en el mundo entre
donzellas,
y en todas
diferenciada
saliste la mejor
d’ellas.
Y sin ellas,
te suplico mis
querellas
oyas, dama graciosa:
me abraso en vibas
centellas,
mi alma nunca reposa
ni se osa
desmandar alguna cosa,
señora, por no
enojarte,
aunqu’el dolor que en
mí posa
me proceda de tu
parte.
Y con arte,
¿quién podrá
conquistarte,
castillo de gran
firmeza?
¿Qué minas podrán
minarte
tus muros y fortaleza
y alteza?
Pero mira que tu
nobleza
ganará pequeña suerte
si usases de crueza
en me dar tan cruda
muerte.
Y convierte
tu gran poder y
despierte
en quien tengo
confiança,
que mis trabajos
concierte
sin hazer otra mudança
ni dudança.
Y anssí quedo con tu esperança,
la respuesta de ti
aguardando,
con la muerte sola
bonança
me hallarás aquí
esperando,
contemplando,
mi fortuna lamentando,
llorando con Jeremías,
y al fin, al fin
aguardando
el fin que vendrá a
mis días.
Grassandor.- Sin tardar
acábala de cerrar
y dámela aquí en mi
mano;
y tú vayte a reposar
y llámame acá a Rodano
Secretario.- Ve en un credo,
que en verdad que
diesse un dedo
porque fuesses ya
venido.
Rodano.- Huelga agora un poco quedo,
no seas tan prevenido.
Grassandor.- Qual vendrás
tal galardón havrás,
si me traes buen
consuelo;
te digo que ganarás
mi sayo de terciopelo.
Interlocutores: Rodano,
Calfurnio, Sabina, Florisenda, Grassandor.
Rodano.- Si estás armado,
Calfurnio, y
aderezado,
and’acá, vente tras
mí.
Calfurnio.- Pesi a tal que yré cargado;
más vale que vaya
ansí.
Rodano.- ¿Vas con miedo?
Calfurnio.- Mucho más que con denuedo.
Rodano.- Medroso deves de ser.
Corro quanto yo puedo
y huyo si es menester.
¿Traes casquete?
Calfurnio.- Y aun ençima este bonete.
Pero si siento
rencilla,
en oyendo un repiquete
no paro en toda la
villa.
¿Y tú, Rodano?
Rodano.- Yo
de que me veo sano
procuro de me guardar.
Calfurnio.- Yo arrojo el pedo tamaño
en oyendo armas sonar.
Rodano.- ¿Y los fieros
que publicas por los
tableros
de los hombres que as
matado?
Calfurnio.- Esso passa entre compañeros,
porque me tengan por
esforçado.
Rodano.- Yo con pena
voy, que se nos ordena
algo con que volbamos
a casa con arta leña,
pues tales dos nos
juntamos.
Calfurnio.- Mas no lo hiziesse.
¡Ydeputa quien
sufriesse
por su amo agora mal,
para que de servir no
pudiesse
me embiasen al
hospital!
Rodano.- A lo que he sentido,
yo llamo tiempo
perdido
al que en palacio
gastamos,
pues que al fin de bien
servido
los más o todos
lloramos.
Calfurnio.- A mi ver,
el palacio es gran
plazer
porqu’es vida sin
afán;
son que al fin suele
volber
el rabo como alacrán;
do ay ultraxes,
entre escuderos y
pajes
mill enojos cada día;
do se comen los
potajes
guisados de fantasía;
do ay concierto
y no menos
desconcierto,
y es trabajo sin
sentir,
y un camino muy
abierto
para burlar y mentir;
un ynfierno
do en verano ni en
ynvierno
nunca faltan
detraciones,
un messón do dan
govierno
a rufianes y ladrones;
un escuela
donde el que pierde la
muela,
por dolencia o por su
mal,
no hallará quién se
duela
sy no acude al
hospital;
por messones,
calabaças y bordones,
monasterios van
buscando,
y ansí mueren por
cantones
los más d’ellos bien
mirando.
Y en conclusión,
que palacio es
religión
do luxuria echa su
sello,
do de Dios hazen
mención
como yo hago de un
cabello.
Rodano.- Comoquiera que sea,
al diablo da librea
de palacio muy
bordada,
porque no ay nadie que
vea
qu’es vida
desesperada.
Calfurnio.- A mi ver,
entre ruynes
qu’escojer
ay poquito, a lo que
siento,
pero tal quería yo ser
que de servicio fuesse
essento.
Rodano.- Perecido
sería yo y consumido
en palacio y aun echo
viejo,
si no me oviesse
valido
por sufrir y buen
consejo.
Calfurnio.- Yo sepultado
sería y olvidado,
según que ando en
questiones,
si no me oviesse
librado
por pies y buenas
razones.
Rodano.- Juro a San Pego
que me pareze mal
juego
esperar la cruda
estocada.
Calfurnio.- Más segura es Villadiego
y renunciar la posada.
Rodano.- Trementina
es muy mala melecina.
Calfurnio.- No me la mientes, Rodano,
qu’es cosa con que
aýna
me arás que muera
temprano.
Rodano.- Se me figura
que no consiste en
cordura
que nos dé Dios
miembros sanos,
y la muerte con locura
tomemos por nuestras
manos.
Pero avierta
pareze qu’está la
puerta
de la casa de
Florisenda.
Calfurnio.- Estotra puerta es más cierta;
vete por esta senda.
Rodano, Sabina, Florisenda
Rodano.- No puede ser,
son que me aya de
suceder
todo como desseo.
Sabina.- ¿Cómo lo puedes saber?
Rodano.- Porque tal encuentro aquí veo.
Sabina.- ¡Hea, Rodano,
para qué tan
cortesano,
pues nascí dentro en
Toledo!
Y tanbién passa de un
año
que ‘no me mamo ya el
dedo’.
Rodano.- ¡Mira qué revés!
Sí, que aun yo soy
cordovés
y aun cercano bien del
Potro,
do si ruindades querés
las sabré tan bien
como otro.
Pero en mi conciencia,
que tienes linda
presencia.
Sabina.- ‘A otro perro con ese huesso’.
Rodano.- Dios me dé negra dolencia
si nunca me precié
d’esso.
Sabina.- Vete de aý,
que pareze burlas de
mí.
¡Mala landre te mate!
Rodano.- No me despidas anssí,
señora, sin más
hablarte.
Sabina.- Havéys mirado
cómo se haze bien
criado
por vendérseme por
bueno.
Rodano.- Pues si en algo t’e injuriado,
echarm’e a la boca un
freno.
Sabina.- ¡Qué injuriar!
Sé que no me suelo
espantar
d’essas burlas o
chufetas.
Rodano.- Luego menos sabrás llorar
si te alzan las
faldetas.
Sabina.- ¡Guarda fuera!
Ya no só la que antes
era
porque vivo en
fantasía,
que ni soy ya
cantonera
ni menos la que solía.
Rodano.- Como si yo no supiesse
alguno que te
serviesse.
Sabina.- ¿Quién, Rodano?
Rodano.- Hese Diego Medrano,
el criado del
Condestable.
Sabina.- Ya, y nunca yo más hable
si lo d’ésse fue en mi
mano;
porque cada día
tan recio me
perseguía,
que por no velle a la
puerta
yo hize lo que quería
por quitarme de
rebuelta.
Rodano.- Y aun de tu grado
sé que fue tu
enamorado
un sargento de
soldados.
Sabina.- Esso fuera, mal pecado,
por rapalle tres
ducados.
Rodano.- Y aun, doña cevil,
después con el Aguaçil
de las bulas de la
cruçada
y con otros quinientos
mill,
y házeste de mí
espantada.
Sabina.- ¡Dios!, que mentís,
Rodano, si tal
sientes,
muy sin pena y a la
clara.
Rodano.- Mira bien lo que dizes,
n’os aga cruces la
cara.
Sabina.- ¡O, traydor,
cómo muestras tu furor
contra mí, triste
mezquina!
Rodano.- Hágolo del grande amor
que contigo tengo,
Sabina,
porque sin mentir
te hose aquesto dezir,
que no siento tanto
afán
en tu servicio morir
como sólo comer un
pan.
Sabina.- Engañado
tú no estás, que yo he
desseado
mucho tiempo ha de te
ver.
Rodano.- Eso es ora ya llegado,
que será bien
menester.
Sabina.- ¿Cómo anssí?
Rodano.- Esso otro día de ti a mí
te daré largo cuenta,
pero a tu ama agora di
cómo estoy aquí a la
puerta.
Sabina.- Por mi amor,
que no me des
sinsabor,
y que d’esso yo algo
entiendo.
Rodano.- Sábete que Grassandor
se muere por
Florisenda.
Sabina.- Plugiesse a Dios
que en tal parasen los
dos,
y en tal estado sus
echos
que gozássemos entre
nos
quizá de algunos
provechos.
Rodano.- ¡O, Sabina,
tu bondad quánto se
inclina
a quien son tus
servidores!
Mas agora sube ana
a tu ama y no te
engorres.
Florisenda, Sabina, Rodano
Sabina.- Señora,
por mi vida que a ya
un ora
que un criado de
Grassandor
me preguntó que dó
mora
Florisenda de Canamor.
Florisenda.- Pue si está aý,
dile que suba aquí.
Sabina.- Que subas manda, Rodano.
And’acá, vente tras
mí,
no me pierdas de la
mano.
Florisenda, Rodano
Rodano.- Grassandor,
tu vasallo y servidor,
te escrive con pena
arta
el doloroso thenor
que verás en esta
carta.
Florisenda.- Mientras leyere
lo que traes y
respondiere,
salte un poco a
reposar,
que de qu’esto echo
fuere
yo te mandaré llamar.
Vista la carta dize
Florisenda
¡O, Santa María!
¡Sabina, amiga mía,
si no he perdido el
sentido
de ver la gran osadía
que comigo a cometido
este traydor!
¿No miras este thenor
y esta fraudulenta
carta?
¡O, falso
prevaricador,
digno de pena arta!
¿Y por quál razón
se movió tu coraçón
a me tentar de tal
arte,
con tan perversa
yntención
fundada en tan mala
parte?
Por tu plazer
quiríes echar a perder
mi honrra, fama y
estado,
y por cumplir tu
querer
el mío hazer sujuzgado.
¡Descortés,
no miras el gran revés
de mi padre y gran
linaje,
que por un vil ynterés
me poníes en grave
ultraje!
¡O, mal paciente,
que por un breve
acidente
codicias de mí
aquello,
que perdido quedo
doliente,
y mi gloria muerta sin
ello!
¡Mal criado,
cómo fuiste tan osado
en anssí te desmandar,
no miras el mal
recaudo
que me has echo en
disfamar!
¡O, fingido,
falso buey no conocido
con que toman las
perdizes;
y esto agora avíes
hurdido
por me dar humo a
narizes!
¿Tú no vías
que heran vanas tus
porfías?
Bien mirando, ¿tú
quién eres?
¿O si acaso me tenías
del valer de otras
mugeres?
Sin dudar
no se deven de fiar
ya mugeres de tus
manos,
son a vozes te nombrar
hombre vil, lleno de
engaños.
¡Mal mirado!
¿Qué años havíes
gastado,
di, traydor, en mi
servicio?
¿De qué joyas me
havíes dado,
qu’es la causa d’este
officio?
¿Qué invenciones,
qué palabras o
razones,
con qué dones me as
servido?
¿Qué mensajes o
questiones
tú conmigo havíes
tenido?
¿Qué torneos,
qué disfrazes o qué
arreos,
di, que as por mí
inventado?
Pero agora tus desseos
como a loco te an
burlado.
En rebuelta,
la muger que arrienda
suelta
si se cree vibirá,
porque engaños son y
reyerta
lo que en hombres
hallará.
Daca papel,
Sabina, y junto con él
tinta, que quiero
escrivir,
porqu’él vaya presto
[a] aquél,
que lo quiero
despedir.
Escripta la carta, dize
Florisenda a Sabina
Florisenda.- Por mi amor,
que leas este thenor
d’esta carta, tú,
Sabina.
Carta de Florisenda a Grassandor
Rescebí
tu carta, en lo qual
sentí
tus passiones
lastimeras,
de las quales conozí
que te quexas muy de
veras.
Y por servir
a criança y consentir
a te dar algún fabor,
quise aquesta anssí
escrivir
por dar fin a tu
dolor.
Esto baste,
sin que más palabras
gaste,
Grassandor, contigo al
viento,
porque salgas de
contraste
y de falso
pensamiento.
Florisenda.- Sin tardar,
anda, ve, váysela a
dar
essa carta al
mensajero,
y buelve luego sin
parar
porque anssí cumple y
lo quiero.
Sabina.- La respuesta
de tu mensaje es
aquesta;
por ende, vete con
Dios.
Rodano.- Y tú quedes dama compuesta,
pues tanto has echo
por nos.
D’este buelo [A Calfurnio]
el sayón de
terciopelo,
Calfurnio, nos
ganaremos.
Calfurnio.- Bueno es, yo os juro al cielo
como hermanos le
partiremos.
Rodano.- Tente affuera,
que pareze en la
delantera
nuestro amo que se
passea.
Grassandor.- ¡O, si mi dicha quesiera
lo que mi alma dessea!
¿Qué tal vienes?
Rodano.- Como tú, señor, lo quieres,
con una preciosa carta.
Grassandor.- Pide quánto quesieres
pues me traes gloria
arta.
Toma aý
el sayo que prometí,
Rodano, con todo el
resto,
aunque primero me di
si la hallaste alegre
el gesto.
Porque en verdad,
si tuviera una cibdad
yo te heciera señor
d’ella;
pero dime en puridad
qué passaste más con
ella.
Rodano.- Sin mentir,
más no traygo que
dezir
de lo dicho por
hagora,
por lo qual me dexes
yr
allá fuera por un ora.
Grassandor.- Ansí goces.
Pues, Rodano, me
conozes,
mientras leo aquesta
carta
que no te aya de dar
vozes
y de aquí poco te
aparta.
Calfurnio, Rodano
Calfurnio.- Partamos
esse sayo como
hermanos.
Rodano.- Mas, voto a Dios,
que sobre esso quizá
ringamos,
y al diablo se den los
dos.
Calfurnio.- ¡Hea, Rodano,
‘que quando rico
villano
y quando pobre
Alexandre’!
N’os ar[r]oje yo a mi
mano
que será peor que
landre.
Rodano.- ¡Hea, tacaño,
no miráys que ya me
ensaño
y ponéysnos en
questiones,
pues no creo en tal si
te apaño
sino pierdes las
razones!
Calfurnio.- ¡Hea, digo,
no me muestre tu
enemigo!
¡No miras, saco el
espada,
que te passará como a
higo,
pues de nuevo está
afilada!
Rodano.- Y aún chufas,
pues descreo de tal,
que si gustas,
solo un golpe de mi
mano
mierda y dientes
escupas
en la más parte d’este
año.
JORNADA
TERCERA
Grassandor, Tristán
Grassandor.- ¡O, Fortuna,
no restava parte
alguna
do pudiesses
lastimarme,
sin me ser ora
importuna
en mis criados
matarme!
¡Vengativa,
que al que tiene una
fatiga
tú trecientas le
acrecientas,
y al que te muestras
amiga
sácasle de mill
afrentas!
Bien bastara
lo que Florisenda
embiara
en su carta a me
matar,
sin que agora se
juntara
aquesto para sanar.
Quiérome yr
a los montes a vebir
con los brutos
animales,
do me maten o morir
por dar fin a tantos
males.
Tristán.- ¿Dónde vas,
Grassandor, sin más ni
más,
que parezes aborrido?
Grassandor.- No me hables, Tristán, más;
dexa perder al
perdido.
Tristán.- Y no llores,
apocado hombre en
amores,
ten esfuerço, no
desmayes,
sabe sufrir los
dolores
y dissimular, aunque
ravies;
y sey constante
y Florisenda no te
espante
con su carta ni
razones.
¿No sabes que en cada
instante
se mudan los
corazones,
y si ayer fuerte
otro día de otra
suerte
la hallarás más
comedida,
y si oy te busca la
muerte
mañana darte ha la
vida?
¿De un combate
piensas luego de dar
mate
a una tan linda dama,
y sin haver otro
rebate
que se te venga a la
cama?
Que a mi ver
lo hermoso no es de
haver
tan fácil como lo feo,
porque amanses tu
querer
y des templença a tu
desseo,
que ‘en un ora
nunca se tomó Zamora’
ni Carthago combatida,
ni jamás se vio
señora,
que algo fuesse, ser
vencida.
Que si ayrada
se a mostrado y
enojada
por se hazer de
estimar,
porque sea más deseada
y difícil de alcançar.
Fortalecida
estava Troya y más
probeýda,
mas los griegos bien
pudieron
de fuerte herla
vencida,
pues que al fin la
destruyeron.
Y cercada
Babilonia y más
fundada,
el rey Nino la vio,
pero al fin fue
sujuzgada
y por tiempo pereció.
Ten cordura,
que ni tempestad mucho
dura
ni los males de
contino;
y dessecha essa
tristura
y no sigas tal camino.
Grassandor.- Ansí goces
tú, Tristán; que no me
estorves
el viaje començado.
Tristán.- Mas que vayas y que tornes
rogaré a Dios de buen
grado.
Lamentación
Grassandor.- No anden mis pies por poblado
ni caminen entre
gentes,
pero salga mi cuydado
entre frutos
diferentes.
Mi fortuna
salga, salga con la
luna
del regaço de Latona,
sin dexar parte
ninguna
de esphera, cielo ni
zona.
Mi gran fuego
con el rutilante Phebo
se der[r]ame sin
parar,
hasta do Thethis de
nuevo
le rescibe a
descansar.
Mis querellas
salten por ayres y
estrellas,
publíquense en el
profundo,
de mis ojos salgan
centellas
que abrasen todo el
mundo.
Mi coraçón
salga con un pendón
de sangre todo bañado,
y una frecha de
afeción
que le passe de cada
lado.
Y un pregón
que publique la razón
de mi muerte
lastimera,
demostrando el
galardón
que del ciego Amor se
espera.
Y pues que muero
como un pobre pasajero
en estos fieros xarales,
líbrame Dios verdadero
no me traguen
animales.
Por malechor
no muero ni robador,
ni de enfermedad
ninguna,
mas porque lo manda el
Amor
y mi dichosa Fortuna.
Quien me entienda
d’este mal y me
defienda
es el cielo y rey
Cupido,
y tú, linda Florisenda,
por quien soy aquí
venido.
Y porque cansado
yo me siento y
desvelado
y mi fuerça ya
desmaya,
dormir quiero un rato
echado
siquiera so esta aya.
Pastores: Fileno, Curcido [y] Grassandor.
Fileno.- ¡Ha!, Curcido, apaña el hato;
trae tu honda y el
cayado
que anda en huerte
rebato
esta noche el ganado.
¡Dormilón,
do al diabro tu tesón!
¿Y ansí estás a pierna
suelta?
¿No miras la perdición
del ganado y la
rebuelta?
Curcido.- ¡Qué pesar
es agora el levantar,
hin que pesse a San
Angulo!
¿Y qué, no me as de
dexar
aun rascar siquiera el
culo?
Fileno.- ¡Mal criado,
cómo abras tan
enhotado!
¿A de sser todo
dormir?
Curcido.- Do al diabro el renegado,
¿y qué me viene ora a
dezir?
¡Qué cordojo!
¿No es el martes San
Pestojo
y me quitas tú ora el
sueño?
Fileno.- Gran porraço en aqueste ojo,
bien chapado con un
leño.
Curcido.- ¡O, malsín,
pues anda para
yderuyn!
Y envalléstote estas
higas,
y a Dios praz que en
un bacín
bien relleno comas
migas.
Fileno.- Gran pedrisco,
viento y agua, que
abarrisco
arrancasen tal
higuera,
y de tres años un
borrico
que te salte en la
trasera.
Curcido.- Guarda el hato;
Dios te dé negro este
rato
y la hambre de tal
suerte
que el almuerzo lleve
el gato
y tú mueras malla
muerte.
Fileno.- Tente a lejos,
hin los cregos de
Alahejos
y la nava de Medina
te tomassen, que son
viejos,
[enjuntamente]
Festina.
Curcido.- Gran lleñaço
que te allane esse
espinaço
y essos hombr[o]s de
ahorcado,
y mal de renes y del
baço
que te dé, don
mallogrado.
Fileno.- Marrotero,
mucho andas delantero,
pues enpáñote las
trasseras
y ansí mesmo el
agujero;
y que muerte mala
mueras.
Curcido.- Digo, hermano,
nunca medre el
hortelano
que ansí riega el
cebolino,
que an te tomo por la
mano
y me cago en tu molino.
Fileno.- Gran pedrada
que te dé y dolor de
yjada,
y que nunca más
abrases
y la lengua tengas
trabada
en miel de burra que
mascases.
Curcido.- Por tal trueco
encárote por lo hueco
y que ravia mala te
entre,
y te passo mi murneco
por el camito del
vientre.
Fileno.- ¡Tente quedo!
Yo te arrojo quanto
puedo
mi bordón por
melecina,
y a Dios praga que en
Toledo
tu rabo venda coçina.
Curcido.- ¡D’éssas eras!
Pues toma estos dos
pujeres
con que cenes un
bocado,
y todo quanto comieres
te vaya en mierda
guisado.
Fileno.- ¡Dote al fuego!
¡Calla, pessi al
çiego,
curcido boca de
estabro!
Curcido.- ¿Ponéyssos habrar de nuevo
sabiendo cómo yo
habro?
Fileno.- ¡Mallogrado!
Que tú seas tan bien
abrado
como yo, si se me
antoja.
Curcido.- ¡Do al diabro el quillotrado!
Ya tu prática me
enoja.
Fileno.- Digo, Curcido,
dexemos este ruido
y vámonos al ganado.
Curcido.- Par Dios, yo ando dormido
y medio desaliñado.
Y bueno,
si a ti te praze,
Fileno,
dormiéssemos un
ratillo,
que trayo el sueño en
el seno
que no puedo
dessasillo.
Quán holgado
dormía yo en este
prado,
más que el Papa en sus
colchones,
y aun sin temor que un
ducado
no nos robasssen
ladrones.
Fileno.- Mi fe, Curcido,
da tú al diablo el
sentido
que anda siempre
cautivado,
más vale un pan sin
ruydo
que trezientos con
cuydado.
Curcido.- A mi ver,
tan bien tengo de
comer
con cebolla, sino
atranco,
como el rey podrá
tener
con mill raustro y
manjar blanco.
Fileno.- Quiés que diga:
la pobreça por amiga
los buenos siempre
tuvieron,
porque aquí pasando
fatiga
después bien holgar
pudieron.
Curcido.- Ora, pues,
en este mundo no ay un
mes
si al otro le
comparamos,
y cada qual tiene sus
pies,
que por fe y obra nos
salvamos.
Fileno.- En conclusión,
que yo quiero más mi
çurrón
y gozar de mill
deportes
que ser duque o
bispón,
d’essos que andan por
las cortes.
Porque te digo
que cuydo qu’el
enemigo
anda, pienso, por
aquí,
y no puede acabar
comigo
dond’enantes le
sentí.
Curcido.- ¡Qué diablo!
Juro al mundo que si
abro
dos palabras con
hemencia,
que huya como un
benabro
y no pare en mi
presencia.
Fileno.- Según se hordena,
yo cuydo que anda en
pena
qualque alma o
estentigua.
Curcido.- No sea el crego de Balbuena,
que anda en huerte
fatiga.
Fileno.- No sé que ss’es,
o si es el alma de
Juandrés,
escavano de concejo.
Curcido.- Que lo creo, por San Francés;
diz que hera un falso
viejo.
Fileno.- O estoy turbado,
o es el alma del
orcado
que colgaron en la
villa.
Curcido.- Juro a San que has acertado,
que diz que anda en
gran rencilla.
Grassandor.- ¡Cubridme, montes, cubrid
y sorbedme ya
cavernas;
carniceros buytrres
abrid
estas mis entrañas
tiernas!
Fileno.- Hele allí;
juro al cuerpo de mí
que pareze la
estanpida.
Curcido.- Aparta, Fileno, de aý,
qu’es alma que anda
perdida.
Fileno.- ¿Qué haremos?
Será bueno que
recemos,
si no aquí somos
perdidos.
Curcido.- Recemos, si algo sabemos,
y escatémosle los
oýdos.
Fileno.- Y lomini patris,
spiritus sanctus
filio,
Jesus piternis
amen in seculo.
Curcido.- Crialeyson, dodinos,
tentamentuz vita
nostra,
et in celis
victorinos
e nos inducas Jesu ni amen.
Fileno.- Tanto codoni comento,
secredo nemo carvolin,
sanctis credo
supremento
et yn perpetu
senitolin.
Curcido.- Qui Spiritus Sancto
espectus esto,
Maria natus virgina
conceptus Christo
pontine.
Fileno.- Alima Christi santa, amen,
corpus sisto enervia
me,
qualatis tuis
yngerin
pasterna
culi, amen.
Curcido.- Marina gracie
anoste tibis protege,
malino salva lumine
in perpetu culi
reyname.
Fileno.- Pues no despierta.
Armémosle otra
vallesta,
veamos si torna en sí.
Curcido.- Yo cuydo qu’está traspuesta.
Conjurémosla, juro a
mí.
Enpieça, Fileno.
Fileno.- Juro al mundo, ¿será bueno?
Por ende, enpieça
primero,
o tomemos un gran leño
y trayámosle al
retortero.
Conjuro
Curcido.- Mala cosa,
conjúrote con la rosa,
con la ruda de San
Juan,
con el virgo de mi
esposa,
con Toribio el
sacristán;
con el crego,
con el hunto del
borrego,
con el tarro y
calderón,
con las malvas y el
espliego,
con mi burra y
garañón;
con Plutón,
con su barquero
Charón,
con el rýo del
Infierno,
con las tres Furias
que son,
con la suegra y el
ruin hierno;
con Thideo,
con la maça de
Thesseo,
con el huerte
Cancervero,
con el mal rýo Letheo,
con la olla y
assadero;
con el vino,
con la rueda del
molino,
con la casa de
consejo,
con la pala y el
escriño,
con las çancas de
conejo;
con San Roco,
con la hiegua y con el
potro,
con el cetre y con
ampollas,
con los lirones y el
topo,
con barrenas y con
ollas;
con Sígipho,
con el coraçón del
Gripho,
con Tántalo, con
Ticio,
con el alma de
Ringipho.
Que me declares tu
officio
y me digas
qué son estas tus
fatigas
y por qué andas por
aquí,
y hartarte el cuerpo
de migas
si por dicha tornas en
ti.
Fileno.- ¡Juro a mi vida,
la habra tiene perdida
y el sentido ya
mudado,
o es alma descomedida,
pues nunca pizca [ha]
habrado!
Curcido.- Por San Cremente,
pues que hera
huertemente
mi conjuro practicado.
Fileno.- Yo quiero de buenamente
habralle más
hemenciado:
Con el vicario,
con las cuentas y
rosario,
con el crego y su
manceba,
con su largo
famulario,
con la boda y missa
nueva;
con temprañas,
con lagartos y con
ranas,
con la sangre del
dragón,
con los pies de las
arañas,
con los pelos del
cabrón.
Que sin tardar
me declares tu penar
[y quál es tu
dolencia],
son tornarte a
conjurar
con más terrible
hemencia.
Grassandor.- ¡O, villanos!
¿Cómo soys tan
inhumanos
donde veys que hay
cortesía,
y donde veys poner las
manos
y usáys de villanía?
¡Hespera[d]me aý,
que der[r]eniego de mí
si n’os corte pies y
manos!
Curcido.- Huyamos presto de aquí
si quieres que vamos
sanos.
Fileno.- Una higa
para él y gran fatiga
que le venga y negras
hadas.
¿No miras el
estentigua
con sus hambrientas
quixadas?
Pues por esso
una pulla te
atraviesso
a ti escudero o
diabro,
desde la punta del
siesso
al arbañar del
estabro.
Curcido.- Mal temprano
Dios te dé negro este
año;
tiña y sarna con que
entiendas
muchas moscas en
veranao;
mal yantar, ruynes
meriendas.
Fileno.- Abejones,
moscas de asno y
avispones
siempre tengas a tu
lado;
Dios te dé mal de
riñones
y que mueras
mallogrado.
Curcido.- Mal de amores
Dios te dé siempre y
dolores
y almorranas de contino,
y que en ti tangan
tambores
por falta de
tamborino.
Fileno.- Gran garrote
que te allane esse
coquote
porque sanes d’esse
mal,
y mueras como un
guillote
en mitad d’este xaral.
Curcido.- Cien açotes
en un jubón de picotes
que te den, don mallogrado,
porque más no te
alborotes
y andarás más
sosegado.
Fileno.- De madrugada
amanezca sepultada
tu nariz hasta los
ojos,
en una fresca privada
porque pierdas los
enojos.
Curcido.- Despues d’esto,
échente de pluma un
cesto
quando d’ella te levantes,
porque salgas más
compuesto
y porque más ya no te
espante.
Fileno.- Al fin, fin,
tú te quedarás por
ruyn
con tu mal
desesperado,
que más te echara, por
San Martín,
son que se me va el
ganado.
Grassandor.- ¡O, Cupido,
no me pongas en
olvido!
Vaste ya mi penitencia
en sofrir lo que he
sofrido,
no me niegues tu
clemencia,
porque mi vida
está ya tan decaýda
que, a tardarte más un
poco,
será coger agua
vertida
o dar conbsejo al
qu’está loco.
Y pues no queda
esperança con que
pueda
mis congoxas remediar,
mi señora lo dessea
yo me entiendo de
matar.
JORNADA
QUARTA
Grassandor, Cupido,
Florisenda, Sabina, Hermitaño
Cupido.- Grassandor,
no acometas tal herror
ni acrecientes leña al
fuego,
que si es grande la calor
no se amata asina
luego;
ten memoria
que no se gana vitoria
por los medios ni
principio,
mas ‘al fin cantan la
gloria’
al que ha usado bien
su officio.
Grassandor.- ¡Santa María!
Dime tú, por cortesía,
el nombre y cómo te
llamas,
que en verte siento
alegría
y se gozan mis
entrañas.
Cupido.- De muy buen grado
te diré mi gran
estado;
sábete que soy Cupido,
del fiero Marte
engendrado,
del alma Venus
nascido;
Es mi agüelo
Júpiter, alto en el
cielo,
rey de dioses y
diosas,
yo segundo acá en el
suelo
tengo mando en muchas
cosas.
So mi poder
gentes de gran valer
por tierra andan
postrados,
y personas de merecer
entre todos los
estados.
Mis reveses
sienten duques y
marqueses,
sin quedar conde ni
papa,
desde el que siega las
miesses
hasta el pobre que
está sin capa.
Mis sahetas
abrassan como cometas;
no dexan deán ni
obispo;
sienten mis llagas
secretas
aun frayles de San
Francisco.
Cavallero,
hombre d’armas ni
escudero
no me queda sin
castigo,
hasta el pobre çapatero
trata barajas comigo.
Cartujanos,
carmelitas y
hermitaños
me obedecen y han
temor,
¿qué harán los
cortesanos
que me tienen por
señor?
No ay marquesas,
lindas damas ni
condessas
que no imploren mi
clemencia;
hasta monjas y
abadessas
temen todas mi
potencia.
En puredades
y beatas encerradas;
y los hermosos
donzeles,
y las donzellas
guardadas
en los secretos
canceles.
So mi pendón
el rey David y Salomón
sometieron sus
passiones,
y el esforçado Sansón
y otros muchos
varones.
El vitorioso
Hércules laborioso
y la linda D[eyanira],
y Amadís, el muy
famoso,
senti[e]ron todos mi
yra.
Mi passión
sentió Achilles y
Jasón
y la venéfica Medea,
y Proserpina y Plutón
y gentes de otra
ralea.
Animales
témenme por los
xarales:
honças, tygres y
pantheras
y otros brutos
desiguales
de mill artes y
maneras.
Mill passiones
sienten ossos y leones
y los sabios
elephantes,
y brutos de otras
naciones
que en oýr los nombres
te espante.
So mi consejo
anda el gato y el
conejo
y la liebre y el
raposo;
y el muchacho y aún el
viejo
me tienen por
sospechoso.
Mis centellas
saltan por ayres y
estrellas;
témenlas dioses y
dehesas,
y en el profundo huyen
d’ellas
los diablos y
diablessas.
Mi carcoma,
no ay perdiz, menos
paloma,
ni aun el libre
gavilán,
que a todos ellos no
doma
y los trae en grande
afán.
Por lo qual,
conociendo tu gran mal
soy venido por
sanarte,
como a criado leal
confiando remediarte.
Grassandor.- Ya esso fuesse,
aunque todo esto te
diesse
y quanto yo, triste,
posseo,
si acasso gozar
pudiesse
de lo que ya tanto
desseo.
Cupido.- Pierde temor
d’esto agora,
Grassandor,
y descansa so estas
hayas,
que yo amansaré tu
dolor
antes que de aquí te
cayas.
Grassandor.- ¡O, crecida
gloria nunca perdida!,
en gran merced te lo
tengo.
Cupido.- Espera aquí mi venida
y reposa, que luego
vengo.
Dize Cupido:
Quiero aguardar
en este jardín y mirar
arrimado a un azucena,
porque aquí se suele
holgar
Florisenda y a post
cena.
Y con mi poder,
sin sentirme y conozer
opondré neblina
oscura,
y anssí la podré
prender
y llevalla al
espessura
a Grassandor,
porque amanse su dolor
y su ravia y gran
querella,
porqu’es mi buen
servidor
y tanto pena por ella.
Mi potencia
echará tanta
influencia
en ella luego de amor,
que sin haver más
resistencia
muera por Grassandor.
Y de consuno
el amor será todo uno
entre entrambos
ygualmente,
sin que discrepe
ninguno
con afeción diferente.
Quiero callar
que la veo ya assomar
y se sale ya al
jardín,
y ansí la podré caçar
y a mi obra daré fin.
Pastores, Florisenda, Sabina
Florisenda.- ¡Qué plazer
es agora salir ha ver
estas yervas tan
graciosas!
Sabina.- Yo solía otro tener
más sabroso que essas
cosas.
Florisenda.- ¿Qué, Sabina?
Sabina.- ¿Cómo lo diré, mezquina,
que dezillo es
vergonçoso?
Florisenda.- Anda, dilo, pues aýna.
Sabina.- Por mi vida, que no osso.
Florisenda.- Hea, di,
que secreto estará en
mí
de jamás no
descubrillo.
Sabina.- Pues me mandas que sea anssí
que me plaze de
dezillo.
Mi fe, señora,
muchas noches [a]
aquesta ora
yo me estava, por mi
vida,
mucho mejor que no
agora:
en mi cama bien
tendida,
y a mi lado
siempre estava con
recaudo
por no estar sin
compañía;
y aun treze leguas
andado
antes que assomasse el
día.
Florisenda.- Dime, pues,
cómo andar tanto
pudíes,
Sabina, sin te cansar.
Sabina.- Nunca ampollas en los pies
se me hizieron d’este
andar.
Florisenda.- ¿D’éssas eres?
¡Si más comigo
estuvieres
que me acusen por
traydora!
Sabina.- Haz de mí lo que quisieres,
que al fin eres mi
señora.
Y mira en ti
y no culparás a mí
si contemplas tu
dolor,
porque ya se fue de
aquí
a tu causa Grassandor.
Es ya ydo,
de entre gentes
aburrido,
por tu vista a se
perder,
con angustia y gran
gemido
que hera llanto de lo
ver.
Sin dudar,
él se fue a desesperar
por tenerte tanto
amor,
pues tú fuiste en le
matar
no le dando más fabor.
De tu presencia
ordenara la sentencia,
tu dureça vino lugo
a privalle de tu
ausencia,
y tu carta fue el
verdugo.
Mal sabido
que con una sola
herida
has matado un tal
donzel,
podiéndole dar la vida
y ganar gloria con él.
Por lo qual
yo temo que venga a
mal
el destierro que le
diste,
porqu’él hera cierto
tal
que no azertaste en lo
que heciste.
Florisenda.- Péssame
porque anssí le desvié
con palabras tan
nocivas,
aunque nunca codicié
dar remedio a sus
fatigas.
Mas quisiera
qu’él por mí no se
perdiera
por ser noble y
generoso,
que Fortuna quizá
hiziera
no quedara tan
quexoso.
Cupido toma a Florisenda
Florisenda.- ¡Ay, mezquina,
socorre presto,
Sabina,
que no sé, triste, do
estoy!
¡Ay, Jhesús, y qué
neblina!
¿Desdichada, dónde
voy?
¡Santa María!
¿Quién me traxo por
tal vía
entre robles y estos
pinos?
¿Mas, si es sueño o
fantasía
o ymagino dessatinos?
¿O si estó encantada?
¿O si acaso estó
privada
de mi seso natural?
Pero, ¡ay, triste,
cuytada,
dó me viene tanto mal!
¡O, sin ventura!
¿Quién me dio tanta
tristura
y me traxo a estos
xarales
a ser cebo y dar
artura
a los brutos animales?
Sí, mis pecados,
o los infelices hados
que para esto me
criaron,
o si dioses ynjuriados
que tal pena me
hordenaron.
¡O, Sabina,
muerta fueras más
haýna
que no me dar tan gran
dolor,
pues me dixiste,
malsina,
moriría Grassandor!
Y Tú, soberano,
alto Dios que con tu
mano
riges cielos con el
mar,
y todo el orbe mundano
te obedece sin faltar,
yo te pido
que no pongas en
olvido
esta almita pecadora,
que si el cuerpo te ha
ofendido
ella no te fue
traydora.
¡O, mal fuerte,
desdichada fue mi suerte!
¿Florisenda, a qué
naciste?
¿Qué traiciones o qué
muerte
de traydora cometiste?
Mundo breve,
que el que más a ti se
atreve
a burlarse en
descubierto,
en casa presto le
llueve
y aquél burlas más
cierto.
Vida falsa,
que con el sabor de tu
salsa
me as guradado asta
aquí,
la cola mostrando
mansa
por mejor burlar de
mí.
Mi nobleza,
mi hermosura y
gentileza,
que en el mundo era
nombrada,
morirá en esta
aspereza
entre bestias
despreciada.
En este día
fenece, gloria mía,
mi honrra, fama y
estado,
y la castidad que
havía
de gran peligro
guardado;
según se hordena,
yo espero tal estrena
esta noche, a lo que
veo,
qual la hizo aquel
Tereo
a la casta Filomena.
Robadores
si me topan, o
traydores,
destruyrán mi
castidad,
pues me faltan
[favores]
en aquesta soledad.
Y pues ha de sser
que tengo de padezer:
que por hombres o por
bestias,
yo sola me quiero
hazer
por mis manos las
obsequias.
Pero, ¡ay, cuitada!,
que hirá el alma
desdichada,
si de mí la
desgovierno,
para siempre condenada
a las penas del
infierno.
Quiero esperar,
que no suele dessechar
el Señor a pecadores
ni se venga con matar,
mas castiga con
dolores.
Y aunque en el suelo
con deshonrra y sin
consuelo
viba vida sin memoria,
no quiero perder el
cielo
ni esperança de la
gloria.
¡Hay de mí,
que no sé quién viene
allí!
¿Dónde yré que no me
vea?
Hermitaño.- No huyas, señor, anssí
ni te espante mi
librea,
que en verdad,
en mirar tu soledad
compassión hove
infinita,
y movido con piedad
salí fuera de mi
ermita.
Aunque cierto,
cometí gran
desconcierto,
porque a vezes suele
andar
Sathanás en el
desierto
procurándome engañar.
Y sé bien
cómo vienes y por
quién,
y da gracias al
Soberano
y la Santa Virgen
tanbién,
pues capíste so mi mano.
Pero hagora
te quiero contar,
señora,
como ha muy pocos días
que un galán con vos,
señora,
llorava mill agonías.
Y desde a poco,
dando vozes como loco
se allegó donde
morava,
y con esto que aquí
toco
[t]e diré por qué
penava.
En conclusión,
el me dixo: «no ay
razón
que lo vaste a
recontar»;
y pidió mi confesión
y anssí supe su penar.
Por lo qual,
me pareze que su mal
tú le traes y es
secreto.
Florisenda.- ¡O, padre, no digas tal
que me as del todo
muerto!
Pero señor,
¿por ventura es
Grassandor
esse que agora
nombraste?
Hermitaño.- Vástete qu’él [es], sin temor,
a quien tú arto
mataste.
Porque determino
que nos vamos de
camino,
que en la hermita está
dormiendo.
Florisenda.- ¡O, sagaz hombre divino!
En tus manos me
encomiendo.
Hermitaño.- Vente tras mí,
que yo cuidaré de ti,
Florisenda, muy de
gana;
pero creo viene allí
Grassandor, que
siempre afana.
Grassandor.- Padre mío:
ni descanso con el
frío
ni me plaze con calor,
mas muero con el gran
brío
de cómo tarda el amor.
¡O, Cupido,
que me has puesto en
olvido!
¿No te acuerdas ya de
mí?
Hermitaño.- Calla, desconocido.
Di, ¿conozes algo
aquí?
Grassandor.- ¡O, mezquino,
cómo Dios me a echo
dino
de mirar tan clara
estrella!
A tus pies lindos me
inclino.
¡O, natura casta y
bella,
o mi gloria,
o descanso y mi
vitoria,
consuelo de mis
dolores,
quién podrá tener
memoria
de tan crescidos
favores!
Florisenda.- Mi señor,
amitigua tu dolor,
pues Fortuna te
encamina,
que de aquí te doy mi
amor
que en servirte ya se
inclina.
Y el mandado
que mandares, padre
honrrado,
tengo cierto obedezer,
y de lo que por ti
hordenado
otra cosa no se ha de
hazer.
Hermitaño.- No aya más,
ni más salgan de
compás
estas hablas sin
reproche,
porque pienso queda
atrás
la más parte de la
noche.
Y sin parar,
empecemos ora andar
derechos a mi posada,
y podremos descansar
y dar fin a esta
jornada.
Y venido el día,
embiaremos sin porfía
por criados y
parientes,
do se buelva en
alegría
los trabajos
diferentes.
Y al presente,
a vosotros, buena
gente,
que aquí estáys la más
o toda,
hos ruego de
buenamente
que vengáys mañana a
la boda.
finis.