DISCURSO SESENTA Y NUEVE. DE RESISTIR AL DEMONIO
Iva Abner, capitán de Saúl, como parece en el
Segundo Libro de los Reyes, capítulo también
segundo, huyendo del exército de David, aviendo perdido una batalla. Seguíale Asael, mozo ligero
de pies, aunque no tan valiente ni experimentado como convenía. Viéndole Abner, y que pretendía
herirle con una lanzuela que llevava, bolvió a él y díxole:
-Detente, moço sin seso, pruévate con otro de mis soldados. Mira que por respeto de tu
hermano Joab no te quito la vida. Mira que son diferentes mis fuerzas de las tuyas.
Y viendo que no bastava esto para detenerle, sino que locamente procurava herirle, rebolvió
el braço fuertemente y arrojóle una lança, con que le atravesó y dexó muerto. Es figura Abner del
demonio, y Asael, del novicio en el servicio de Dios, que a las vezes se atreve a más de lo que sus
fuerças bastan contra el demonio, por donde sucede que es herido dél de muerte, derribándole en
culpa mortal por confiar mucho de sí. Al demonio basta resistirle; el que quiere acometerle y se
pone de su voluntad y gana en peligro y ocasión de pecar, muchas vezes caerá en pecado. Del
Resistir al Demonio trata el presente Discurso
. Desto se verán exemplos.
[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]
[1] En el principio del mundo, por embi- dia
| que tuvo de los primeros hombres el demonio, mostrándose culebra torzida, derramó su ponçoña en daño dellos, persuadiendo a Eva que comiesse
del árbol vedado, assegurándole que no moriría, sino que ella y su marido Adam serían como
dioses, que sabrían del Bien y del Mal. Engañó a Eva, y por medio suyo truxo a Adam a que
traspassasse el precepto de Dios, de donde vinieron a caer en grandes miserias y desventuras. Y de
aquí devemos tomar exemplo que, pues es enemigo, no demos fe a sus palabras engañosas. Dél
dixo Cristo, Nuestro Redemptor, y lo refiere San Juan en el capítulo octavo, que fue homicida
desde el principio del mundo, y no permaneció en la verdad, porque en él no la ay. Y cuando habla
mentira, es caudal proprio suyo, por ser mentiroso y padre de mentiras. Y hase de advertir que para
tentar y engañar a Eva se disfraçó el demonio, no de paloma o cordero, sino de serpiente, porque
Dios, que le da licencia que haga daño, estórvale que no sea en el grado que él quiere y puede, y por
esto, viniendo escondido en serpiente verdadera como vino, y no fantástica, si Eva quisiera advertir
en ello, pudiera ver que avía allí engaño, y no le diera crédito, ni truxera a Adam a que ofendiera a
/(445v)/ Dios. Acometió, pues, el demonio al linage humano por la parte más flaca, que fue Eva, no
atreviéndose a llegar a Adam, y fue astucia suya, como también lo fue el no llegar de primera
instancia a dezir que comiesse de la fruta vedada, sino por rodeos quiso dar a entender que era
riguroso el precepto, y sin ocasión puesto.
-¿Por qué -dize- os mandó Dios que no comiéssedes de todos los árboles?
Sólo un árbol fue el vedado, y Él quiere exagerar el mandato, diziendo:
-Mandóos que no comiéssedes de todos.
Y aunque Eva le dio una bofetada con un mentís, respondiendo: «No es assí, que de uno nos
vedó la comida», siendo muy sobervio, dissimuló la afrenta por salir con la suya. Y para esto,
negando que se les seguiría pena traspassando el mandato, propúsoles que se les seguirían muchos
bienes. Todos son embustes del demonio, a los cuales devemos resistir. Es del capítulo tercero del
Génesis.
[2] Job fue alabado del Señor y embidiado de Satanás. Aunque no le fue possible dañarle, sino
permitiéndoselo, y recibido el poder, afligió al justo y siervo de Dios con pérdidas de hazienda y, al
cabo, con le quitar la salud y cargar de lepra y de males contagiosos. No paró hasta verle en un
muladar solo y desamparado. Dexóle la muger para que le ayudasse a desesperar, mas el siervo de
Dios siempre estuvo firme en su servicio. Y lo que el demonio anduvo ordenando para derribarle y
que perdiesse su integridad, todo le resultó en más alegrías, quedando por espejo de paciencia para
los siglos de por venir. Y consta por exemplo del santo Job que suele el demonio lastimar a los
hombres en los bienes temporales para hazerlos impacientes, viendo que en prosperidad son modestos
y píos, y sirven a Dios. Y si en ad- versidad
| halla alguno paciente, avergüénçase de más molestarle,
viéndole apercibido con las armas de virtudes. Recibió Job doblados bienes, después de sus trabajos,
de los que antes tenía, para que cada uno espere recibir más de lo que perdiere, llevándolo con
paciencia. Es del Libro de Job.
[3] ¿Y a quién de los mortales dexará el demonio sin hazer guerra y tentarle, aviendo tentado al
Hijo de Dios, Jesucristo, Nuestro Señor? Estava dudoso si era hijo natural de Dios, vídole que por
aver ayunado cuarenta días y cuarenta noches estava hambriento, tentóle de gula, diziéndole, teniendo
dos guijarros en las manos:
-Di que estas piedras se tornen pan.
Y visto que no halló entrada por aquí, y que estava constante en su ayuno y abstinencia,
parecióle que podría derribarle con elación y desvanecimiento de cabeça, teniéndose por santo, y
assí, aviéndole llevado sobre el pináculo del templo, díxole:
-Si eres Hijo de Dios, arrójate de aquí abaxo, porque escrito está del que lo es, a sus ángeles
se les ha mandado que tengan cuidado de ti y que te lleven en palmas, porque no estropieze tu pie
en alguna piedra.
Y visto que era humilde, no desmayó, sino que quiso tocarle de avaricia. Llevóle a un monte
alto, y mostróle los reinos del mundo y su gloria, y dixo:
-Daréte esto todo si, derribándote en tierra, me adorares.
Y como también esta tentación le saliesse en vano, perdiendo toda esperança de vencimiento,
fuesse y dexóle, y vinieron ángeles a ministrarle y servirle. Digno es de que le ministren y regalen
ángeles el que venciere al demonio. Y de lo dicho sacaremos que si nos tentare por desseo de
buenas comidas, nos acordemos que le dixo Cristo: «No de sólo pan vive el hombre», y si nos
llevare nuestra temeridad y osadía a dar en
/(446r)/ algún peligro, oigamos al mismo Señor, que
dize: «No tentarás a tu Dios». Y las vezes que nos solicitare con codicia de honras y estados, nos
acordemos que dixo el mismo Salvador Jesucristo: «A tu Señor y Dios adorarás, y a Él sólo servirás».
Y finalmente, siempre que nos perturbare a nosotros con pensamientos torpes y deshonestos,
resistiendo y contradiziendo, reclamemos: «Vete, Satanás», estando ciertos que llegarán ángeles a
donde el demonio se fuere vencido. Refiérelo Marulo, libro quinto.
[4] San Juan, en el capítulo treze, dize que puso el demonio en su coraçón a Judas que vendiesse a
Cristo. El cómo sería esto tócalo Teofilacto, que le diría:
-Puedes venderle por treinta dineros, los cuales ahorrarás en el ungüento que derramó la
Magdalena ungiéndole, si viniera a tu poder. Y no tengas pena de que a él le suceda mal, pues has
visto cómo se libra de las manos de sus contrarios. Ya le quisieron despeñar de un monte, y se les
fue a vista de ojos; ya otra vez tenían las piedras levantadas para tirarle, y de medio de todos se
libró. Assí hará aora. Y aunque
| sepa que tú le has tratado de vender, luego te perdonará, que
entrañas tiene para todo. Y aun puede ser que muestre agradecértelo, en que ayas sacado esse
dinero a sus contrarios y enemigos.
Esto siente Teofilacto que dezía el demonio a Judas, hasta que acabó con él lo que pretendía.
Y fuérale bueno resistirle, pues todo iva sobre falso, siendo el que lo aconsejava demonio.
[5] Viendo ciertos judíos que lançava San Pablo demonios de los cuerpos de hombres, tomando
vana presumpción, llegaron a un endemoniado, y díxole uno dellos en nombre de todos:
-Conjúrote por Jesucristo, a quien Paulo predica, que salgas deste hombre.
El demonio respondió:
-Bien sé quién es Jesucristo, y conozco a Paulo. Vosotros, ¿qué sois y qué pretendéis?
Y con esto, el endemoniado, llevado con ímpetu del demonio que tenía, dio en ellos, cargólos
de mucho moxicón y puñete, de suerte que no hizieron poco de verse libres de sus manos, llenos de
heridas y despedazados sus vestidos. Refiérese en el
Libro de los Hechos Apostólicos, capítulo
dezinueve.
Lo dicho se coligió de las Divinas Letras. |
[EJEMPLOS CRISTIANOS]
[1] En la Vida de San Bartolomé Apóstol
, colegida de Eusebio, Nizéforo y de San Isidoro, se dize
que, aviendo predicado el Evangelio en Licaonia, passó a la India, y después a la Menor Armenia,
y en una ciudad della entró en un templo donde era adorado Astarot. Estavan allí muchos enfermos
esperando ser sanos por aquel demonio, el cual, por ser astutíssimo, usava de un engaño con aquella
miserable gente, permitiéndolo Dios por sus pecados, y era que cegava a unos, poniéndoles en los
ojos impedimentos como no viessen, y a otros impedía sus miembros, pies o manos, de la misma
forma, y en semejante manera hazía otros males. Después dava orden como se los truxessen a su
presencia en aquel templo, y sus | sacerdotes le rogassen los sanasse, y quitava él aquellos ocultos
impedimentos, y luego eran sanos. A otros que él no avía enfermado, también usando de remedios
naturales y medicinas ocultas, por algún breve tiempo los sanava. Avía otros enfermos que, por no
poder aprovecharse de medios semejantes, se los dexava como avían venido, echando escusas
aparentes de que por culpa dellos mismos no los sanavan. Sin estos embustes que hazía Astarot,
dava también oráculos, avisando de cosas que avían de suceder, y como hablava a tiento, unas
vezes acertava, otras, mentía, aunque no le faltavan modos como colorear sus mentiras. Por todo
esto era aquel ídolo famoso, concurría a él gente de muchas partes, tenía muchos sacerdotes que
hazían con él /(446v)/ grandes ganancias, y el mismo rey de aquella tierra, llamado Polemón, le
estimava en mucho, aunque nunca le avía podido sanar una hija lunática que tenía. Entrando, pues,
el Apóstol San Bartolomé en el templo, enmudeció el demonio, y no hizo más cura en enfermo
alguno. Visto esto de sus sacerdotes, y que iva a la larga un día y el otro el estar mudo sin oráculo,
ni responder a cosa que le preguntassen, acordaron de consultar otro demonio llamado Berit, de
otra ciudad comarcana. Y preguntándole por qué Astarot no hablava, respondió:
-Porque Bartolomé, Apóstol del verdadero Dios, entró en essa ciudad y templo, y le tiene
encadenado con cadenas de fuego. Y assí, harto tiene que entender en sus duelos, sin tomar cuidado
de otra cosa. Y si acaso fuere que viéredes al Apóstol Bartolomé que digo, rogadle de mi parte que
no venga aquí, porque no me suceda lo mismo que a Astarot.
Por esto que dixo aquel demonio se tuvo noticia del Apóstol, y el rey le rogó que curasse
una hija suya que estava lunática, y era un demonio que se avía apoderado della, y a tiempo hazía
locuras grandíssimas; a manera de perro ravioso mordía y despedaçava todo lo que podía aver a las
manos, tanto que era necessario tenerla atada con cadenas. San Bartolomé la hizo desatar y lançó
della el demonio, quedando con perfeta salud. Y fue grande consuelo para sus padres. Predicó allí
a Jesucristo, y para prueva de lo que predicava, y la ceguedad en que antes estavan adorando a
Astarot, llevó al rey y a mucha gente a su templo, donde estavan los sacerdotes de aquel ídolo, y
estando callando todos oyóse una boz terrible y espantosa del mismo ídolo, que dixo:
-Oh gente miserable y ciega, ¿para qué me ofreces a mí sacrificio, que ni soy Dios ni tengo
poder alguno, antes estoy atado con cadenas de fuego por los ángeles ministros de Jesucristo, cuyo
Evangelio predica Bartolomé, Apóstol suyo?
Mandó- le | que declarasse los engaños que hazía en los enfermos que sanava, y declarólos,
por lo cual todos los presentes creyeron en Cristo y echaron sogas a la estatua, derribáronla en tierra
hecha pedaços, y aparecieron por las paredes muchas cruzes hechas por ministerio de ángeles.
Vieron assí mismo al demonio, que salió del ídolo en figura de hombrezillo negro, con el rostro
prolongado y una barba larga, los ojos encendidos como fuego, y echava dellos centellas, y por las
narizes lançava un humo negro y hediondo. Los cabellos de la cabeça le llegavan hasta el suelo,
cubriéndole un cuerpo feíssimo y mal hecho. Tenía muchas cadenas de fuego alrededor de sí. Era
de tan mala figura que el rey y todo el pueblo que le vido quedaron como atónitos y asombrados.
Mandóle el Apóstol que se fuesse al desierto y no pareciesse más entre gentes, y él obedeció.
[2] En la Vida de San Nicolás
, referida por Surio en el sexto tomo, se dize que fue grande la
devoción que los cristianos tomaron luego que murió al mismo San Nicolás, de visitar su sepulcro.
Sucedió que passavan en un navío a sólo esto desde el puerto Tanais unos devotos cristianos, y ivan
a Mirrea, donde el santo estava, y, al tiempo del embarcarse, cierto demonio que avía estado en un
templo de Diana que derribó San Nicolás, muy sentido por averle echado de su antigua casa,
procurava estorvarle a él que no fuesse honrado ni visitado de peregrinos. Tomó disfrace de muger,
y con un vaso grande de óleo llegó a aquellos passajeros y díxoles:
-Porque sé que vais a visitar el cuerpo de San Nicolás, quisiera mucho hazer semejante
romería, mas porque no tengo de presente lugar, ruégoos llevéis este óleo para que arda delante de
su sepulcro.
Los otros, creyendo que era muger y devota la que les hablava, tomaron el óleo. Navegaron
un día bien, y al segundo levantóse gran tor- menta,
/(447r)/ tanto que pensaron ser anegados. Vieron venir contra ellos un viejo venerable en un barca; díxoles:
-El daño que padecéis en esta tormenta viene por vuestra culpa. Echad en el mar el vaso de
óleo que os dio aquella muger, porque era demonio, si queréis ser libres.
Hiziéronlo assí, y levantóse un fuego en el mar en la parte que cayó el óleo, dando un
estampido grandíssimo, y quedando un tan mal olor que parecía bien cosa del Infierno. Díxoles el
viejo que era San Nicolás, y desapareció.
[3] En la Vida de San Antonio, escrita por San Atanasio, se dize que estando en su celda una noche
el santo, oyó dar grandes golpes a la puerta. Salió por ver quién llamava y vido un hombre de gran
estatura. Preguntó quién era. Respondió:
-Soy Satanás.
-Pues ¿qué quieres aquí? -dize Antonio.
-Lo que quiero es que me des razón por qué no sólo tus religiosos, sino todos los cristianos
me maldizen. En sucediéndoles alguna desgracia, luego dizen, o «Maldito sea el diablo», o «Mal
aya el diablo».
Respondióle San Antonio:
-Justamente hazen esso, porque les hazes guerra y los tientas, siéndoles ocasión de caer
muchas vezes en pecado.
-Yo -dize el demonio- nada desso hago. Ellos son los que se hazen guerra unos a otros, y a
sí mismos, y los que se tientan y se buscan las ocasiones para pecar. Ya después que Dios se hizo
hombre no tengo fuerças, no tengo armas, no tengo ciudades; de todo estoy falto y nada puedo.
Quéxense de sí mismos y no de mí, que ellos, y no yo, tienen la culpa de sus caídas.
-A Jesucristo -dize el santo- se den gracias por esso, que aunque eres cabeça de mentiras, en
lo que aora dizes no vas fuera de camino.
Oyendo el demonio el nombre de Jesucristo, fuesse de allí como un torvellino.
[4] Fortunato, obispo de Turdeto, varón santo, expelía demonios de cuerpos humanos. Sucedió que
una muger casada, por no guardar continencia la noche antes de
| una solenidad y fiesta que se hazía en la dedicación de una iglesia a San Sebastián Mártir, hallándose en la processión, permitió Dios
que el demonio se apoderasse della, y atormentóla cruelmente. Lleváronla sus parientes a casa. Allí
dieron orden que nigromantes y hechizeros tratassen de sanarla. Éstos la pusieron dentro de un río,
y hizieron sus hechizos sobre ella, y lo que se ganó en el caso fue que antes la atormentava un solo
demonio, y después se apoderó una legión entera della, y creció su tormento mucho más. Cayeron
sus deudos en la cuenta del hierro que avían hecho, y para enmendarle lleváronla al santo obispo
Fortunato, el cual hizo por ella oración algunos días, y al cabo quedó sana. El demonio que primero
estuvo en esta muger, tomando traje de peregrino cerca ya de la noche, andava por las calles y
plaças de la ciudad, diziendo:
-¡Oh, que grande santidad la de Fortunato Obispo, que echó de su casa al peregrino! Mirad
la obra que ha hecho, que no hallo en toda esta ciudad suya donde acogerme y hospedarme.
Oyóle un hombre particular que estava a la lumbre con su muger y un hijo pequeño, y no
tanto por caridad como por curiosidad de saber el caso y tener que murmurar de su obispo, recibióle
en su casa y hízole assentar junto consigo al fuego. Començaron a razonar y, teniendo descuidado
al huésped, asió el demonio del hijuelo que estava allí y dio con él en las llamas, donde luego
espiró. Y viéndose el miserable sin hijo, entendió quién era el peregrino que avía recibido en su
casa, y quién el que echó de la suya el santo obispo Fortunato. Lo dicho es de San Gregorio en el
libro primero de los Diálogos, capítulo nono.
[5] Vivía vida solitaria Marcio Monge en un monte llamado Marsico, en Campania, provincia de
Italia. Estava dentro de una cueva, y en ella nació una fuente que bastava para su uso cotidiano.
Pesávale al demonio de ver la vida tan abstinente y de penitencia que hazía, y procuró
/(447v)/ echarle de allí. Por esto, al modo que se uvo con Adam, que revestido en serpiente le fue causa para
salir del Paraíso Terreno, assí aquí, revistiéndose en una terrible serpiente ponzoñosa y feroz se fue
a la misma cueva de Marcio. Estava allí a su vista con intento de atemorizarle y echarle della. Mas
el santo varón ningún caso hizo de verla, aunque le era muy molesta viéndose solo con ella. Si
orava poníasele delante, si se recostava, a su lado. Marcio, sin temor alguno, le ponía en su boca la
mano o el pie, diziendo:
-Si tienes licencia de Dios para herirme, hiéreme.
En esto permaneció tres años, y al fin dellos, visto por el demonio que sus diligencias eran
vanas para con el santo ermitaño, y que antes le dava a merecer, dándose por vencido despidió de sí
un terrible aullido y dexóse caer por el monte abaxo, echando tanto fuego que todos los árboles que
encontró dexó ardiendo en vivas llamas. Y en esto quiso Dios que se mostrase como, siendo tan
grande su poder, era mayor el del que le avía vencido. Lo dicho es de San Gregorio, libro tercero de
sus Diálogos, capítulo diez y seis.
[6] Estando el abad Macario en lo alto del desierto, y en lo baxo muchos monges en congregación,
vido al demonio en hábito de médico, cargado de vasos de vidro de diferentes maneras. Preguntóle:
-¿Dónde vas, desdichado?
Respondió:
-A hazer mi oficio, que es tentar, y quiero averlo con los monges que están allí abaxo.
-¿Y a qué propósito y fin llevas tantos vasos y redomillas?
-Quiero dar gusto -dize- a los monges, en que si no quieren uno, doy otro, y si no éste, aquél.
Y con esto se fue, y a la buelta preguntóle el santo abad cómo le avía ido con ellos, y
respondió que sólo uno le dio entrada, que se llamava Teopansio. San Macario baxó al monasterio
y llamó a aquel monge, pidiéndole cómo le iva en tentaciones, y confessóle aver estado flaco en
ellas. Declaró su culpa y | propuso de bivir con más recato. Después desto, tornando San Macario a
encontrarse con el demonio, y preguntándole cómo le iva con sus monges, respondió:
-Malíssimamente. Sólo tenía un amigo entre ellos, y no sé quién le ha puesto en mal conmigo,
que ya no tengo mayor enemigo que él.
Yendo camino San Macario hizo noche en un desierto y, vista una cueva que era sepulcro de
un pagano, quitó la piedra y echóse a dormir dentro, y a poco tiempo, los huessos que estavan allí
començaron a hablar, de que mucho se turbó, aunque no mostró covardía. La boz parecía que
hablava con otro y le dezía:
-No puedo ir, porque tengo sobre mí gran peso.
Macario dixo con mucho desenfado:
-Yo, ¿qué estorvo te hago? Anda, vete donde quisieres, que escusado es que yo salga de aquí
esta noche.
Visto por los demonios (siendo ellos los que formavan aquellas bozes por poner temor al
santo varón) la osadía con que les hablava, enmudecieron, porque si prosiguieran su embuste y no
tuviera efecto, quedaran más avergonçados. Otra vez se le puso delante el mismo demonio en una
figura espantosa con una hacha de armas en la mano, mostrando querer herirle, y era todo por
atemoriçarle, y como le conoció, no hizo caso dél. Confessóse el demonio por vencido, lo cual no
se entiende aver sido en vigilias ni en ayunos, pues ni duerme ni come, sino en humildad. El mismo
Macario, viendo a un monge afligido en lo exterior, y sabida la causa, que era tener por cierto que
su estada en el desierto era inútil, por no ser provechoso a algún próximo, el santo abad le dixo que
siempre que le viniesse aquella tentación, respondiesse:
-Esto hago de provecho en la soledad, que por amor de mi señor Jesucristo no me aparto
desta pequeña choça.
Y con esto cessó la tentación, porque faltan los engaños del demonio adonde se da entrada
al amor de Cristo. Ultimamente, se dize del santo abad Macario que, sintiéndose tentado de
pensamientos contra la castidad, /(448r)/ tomava sobre sus hombros un costal de tierra y passeávase
por el desierto con él algunas horas. Y preguntándole la causa, respondía que atormentava a su
atormentador, porque el deleite deshonesto, que se fomenta y toma fuerças con el ocio, desházese y
aniquílase con el trabajo. Es de Paladio en su
Historia, y del De Vitis Patrum, y refiérelo Marulo.
[7] San Hilarión Abad fue grandemente molestado del demonio, y siempre bolvió vencido. Estava
en su celda de noche, y oía lloros de niños, quexas de mugeres, validos de ovejas, mugidos de
bueyes, bramidos de leones, ruidos de exércitos y bozes diversas de portentos varios, para que
primero se atemorizasse con el sonido que con la vista. Hazía la Señal de la Cruz en su frente y
desvanecía todo. Resplandezía una noche la luna, y vido un carro con grande aparato de guerra,
guiado de ferozes cavallos, que venía sobre él. Pronunció el nombre de Jesús en boz alta, y delante
de sus ojos se abrió la tierra y tragó aquella fantasma. Mostrávasele también el demonio otras vezes
en figura de muger desnuda, haziendo meneos torpes y lascivos. Si tenía hambre, poníasele a sus
ojos una mesa con preciosos manjares. Ya passava el lobo aullando y la zorra regañando. Si rezando
sus horas cantava alguna vez, luego parecían allí gladiatores peleando unos con otros; quedava uno
herido de muerte, y pedíale que le enterrasse, todo a fin que se distrayesse y dexasse la oración.
Estava orando un día, su cabeça inclinada en tierra, y como suele acontecer por los muy estirados,
divertióse un poco en la oración. Pensó en otra cosa diferente y, tomando el demonio forma de
gladiator, subiósele sobre sus espaldas y dávale en los costados golpes con sus pies, y con un açote
le hería, diziendo:
-Ea, ¿por qué te duermes?
Y con esto dava grandes risadas. Y porque iva a dar en tierra con tan pesada carga, preguntávale si
quería ceva- da. | Avía dicho él a su proprio cuerpo, estando airado porque le provocava a luxuria:
-Yo procuraré, asnillo, de no darte ya cevada, sino paxa, porque no des corcobos.
Desta manera trata el demonio a los que vee aprovechados en la virtud, aunque los que
confían en el Señor, como dize David en el
Salmo ciento y veinte y cuatro, no se commoverán
eternalmente. Es de San Hierónimo en la
Vida del mismo San Hilarión, capítulo segundo.
[8] Herón, monje en la Tebaida, estuvo cincuenta años ayunando, guiándose siempre por su parecer,
desechando el de los ancianos y varones santos. Transfigurósele el demonio en ángel de luz, y
díxole que le embiava Dios a dezir que era de tanto mérito en su presencia que si su cuerpo cayesse
de muy alto no se haría daño. Creyólo, no acordándose que estava escrito por el Espíritu Santo en
el Deuteronomio: «No tentarás a tu Dios y Señor»; sino para su daño abrazó el otro dicho de David
en el Salmo cuatro, que dize: «Mandó a sus ángeles que te lleven en palmas porque no estropiezen
tus pies en alguna peña». Levantóse de noche y fue a un poço hondo, y dexóse caer dentro.
Levantáronse otros monjes al ruido, y sacáronle del pozo medio muerto. Y no pudiéndole quitar de
su cabeça que era santo, porque lo mismo avía creído de sí toda su vida, por tres días estuvo
pertinaz, y assí murió. Y por ser tal su muerte pretendió Pafuncio que no fuesse enterrado en sagrado.
La vana presumpción de santidad le hizo que no conociesse a su contrario, el demonio, ni creyó a
otro que a sí mismo. Suelen muchas virtudes, aunque ayan crecido, caer de repente donde no ay
fundamento de humildad. Es de Casiano, en el Colación segunda
, capítulo quinto. También se haze mención en el capítulo séptimo de otro monje, y no se nombra, porque era vivo cuando Casiano lo
escrivió. Fue el demonio de noche a su celda, resplandeció
/(448v)/ toda estando él allí, hablóle y
declaróle algunas cosas que estavan por venir, diziendo: «Sucederá esto y lo otro», y fue possible
que mintiesse en todo, porque de cierto nada sabe. Remató su plática diziendo:
-Ya estás muy adelante en el camino de la virtud; sólo te falta para llegar a la cumbre que
seas obediente como Abraham, y assí te manda Dios que le sacrifiques un hijo que tienes en tu
celda y se le ofrezcas en holocausto.
Creyólo el miserable, y como fuera de lo acostumbrado sacasse un cuchillo y se le pussiesse
en la boca y anduviesse a buscar con que atar al hijo, siendo algo malicioso, apartóse un poco dél
hasta ver en qué paravan aquellos negocios, y viendo que se le acercava para echarle la mano, tomó
corrida y libróse por pies de la muerte. Y cierto que si no huyera, el padre hiziera una obra de
maldito parricida contra su hijo, y no de obediencia como Abraham, y al que avía engendrado para
Dios, sacrificárale al demonio. Hasta este punto llegó la imprudente y mal aconsejada credulidad.
[9] Elfego, arçobispo de Canturia, estando preso por infieles, y cerca de ser mártir, transformósele
el demonio en ángel de luz y sacóle de la cárcel. Estando bien apartado della, púsose a considerar si
era aquél ángel de Dios o de demonio. Hizo oración y desapareció el fingido ángel de luz, y él
bolvió a su prisión, donde recibió la corona de mártir. Quiso el demonio por embidia conservar la
vida del varón santo para que se le difiriesse la eterna. Es de Surio, tomo segundo.
[10] Evagrio Presbítero, discípulo de los dos Macarios, estando solitario en el desierto, vido venir
a él tres demonios en hábito de clérigos hereges, y que cada uno pretendía defender su error disputando
con los otros en presencia de Evagrio, pretendiendo hazerle caer en alguna heregía. Era letrado y
humilde, y para gloria de Dios, y por ventura inspirado
| dél, púsose a oírles. Començóse la plática
y disputas, provando cada uno sus dogmas y errores, mas fueron las respuestas de Evagrio contra
todos ellos de suerte que los dexó confusos y avergonçados, y assí se desvanecieron sin pretender
más del que vieron tan firme en la Fe. Refiérelo Marulo, libro quinto.
[11] A San Martín, obispo de Turón, se apareció el demonio con corona en la cabeça y un vestido
sobervio de grana. Díxole que era Cristo y que venía a juzgar el mundo. San Martín, viendo la
arrogancia del demonio y acordándose de la mansuetud de Jesucristo, dixo:
-No sé yo que con tales señales aya de venir a juzgar el Hijo de Dios, sino con las de su
Passión, con corona de espinas, con las llagas de manos y pies y costado, y con la cruz delante.
Como yo le vea venir desta manera, creeré que es Él, y si de otra, haré lo que Él me tiene mandado
que haga: «Si alguno os dixere (y refiérelo San Mateo en el capítulo treze) ` véisle aquí' , o ` véisle
allí, que viene a juzgar' , no le creáis».
Oyendo el maligno espíritu semejantes palabras llenas de verdad, vencido dellas, desapareció,
no dexando allí otra cosa sino su señal, que fue un pestilencial hedor. Aparecióse resplandeciente y
desapareció hediondo. Es de Severo Sulpicio en la
Vida de San Martín.
[12] Celebrando Missa el mismo San Martín, ayudávale Bricio, que era de pequeña edad, y después
fue obispo y santo. Éste vido al demonio en contrario del altar, que estava escriviendo todo lo que
allí passava y contradecía a aquel lugar sagrado, como palabras ociosas, risas desordenadas y impedir
el oficio divino. Escrivíalo en una piel de carnero, y por aver mucho que escrivir y acabársele la
piel, estiróla con los dientes y, rompiéndosele, diose en la pared una mala calabaçada, en aquel
cuerpo hecho del aire en que se mostrava, de lo cual Bricio se riyó mucho. Vídolo San Martín, y
reprehendióle por ello después de acabada
/(449r)/ la Missa. Mas, dando su desculpa, el santo
prelado se subió en el púlpito y hizo un sermón sobre aquel caso, de suerte que el auditorio se
enterneció, y derramó tantas lágrimas que con ellas se borró lo que el demonio tenía escrito. Tráelo
el Promptuario de exemplos. Vincencio, en su
Espejo Historial, refiere otro caso semejante, y dize
que sucedió en la santa iglesia de Toledo, y la calabaçada déste trueca en una mala caída que dio el
demonio por estirar el cuero.
[13] San Antonio Abad iva al desierto, y apoderándose dél los demonios, atormentáronle de suerte
que le dexaron medio muerto, y fue necessario irse a curar a poblado. Y convaleciendo de aquel
mal, hízose llevar a donde primero, y iva diziendo que estava aparejado, si era la voluntad de Dios,
de ser otra vez açotado y apaleado, sin que el demonio le quitasse de su intento. Armado con esta
constancia, no osaron llegar a él los infernales espíritus; sólo pretendían ponerle miedo con
mostruosas y espantables figuras. Mostrávansele en aparencia de bestias fieras, dando bramidos y
aullidos terribles; silvavan como serpientes, mostrávanle agudos colmillos y despedían fuego de
sus ojos, narizes y boca. Nada que fuesse medio para tener temor dexavan de hazer. Mas como el
siervo de Dios y valiente soldado de Cristo no hiziesse caso de las heridas ni se commoviesse con
tan horrendo espectáculo, confessándose los demonios vencidos y llenos de confusión, se fueron.
También se dize que, passados estos torvellinos y assombros, se le mostró a San Antonio una
refulgente claridad y, en ella, el Hijo de Dios, y visto por él, díxole con grande ternura:
-¿Dónde estavas, buen Jesús? Jesús bueno, ¿dónde estavas?
Y que le respondió el Señor:
-Aquí estava Antonio, esperando el fin de tu pelea. Y porque lo has llevado bien y alcançaste
victoria, ten por cierto que gozarás del triunfo en el Cielo, donde se te
| dará la corona y premio.
De manera que, según esto, toda la fuerça del demonio se destruye con la continuación del
buen propósito. Y assí perseveró San Antonio, y las penas que padeció sirvieron para augmento de
gloria. Refiérelo Marco Marulo, libro quinto.
[14] A Pacomio, abad en Egipto, se le apareció el demonio en figura de una muger hermosíssima.
Mas por tener él apagados los ardores de la luxuria con el frío de los ayunos, no teniendo el
entendimiento ofuscado con carnal concupiscencia, fácilmente entendió semejante engaño. Hizo la
Señal de la Cruz en su frente y desapareció el demonio. Es del
De Vitis Patrum.
[15] Pacomio, otro monje, en el monasterio de Escitia, solía quexarse que por doze años fue molestado
de tentaciones sensuales, y al cabo deste tiempo, tomando el demonio forma de una muger moça y
hermosa, vino a él y derribósele sobre sus rodillas, haziéndole caricias. Él, detestando tal vicio,
muy indignado levantó la mano y diole una buena bofetada en el rostro, por lo cual el demonio,
muy afrentado, desapareció, y con esto cessó en él aquella larga y molesta tentación; porque quien
en la visible y palpable no pudo ser vencido, en vano es acometido de las espirituales imaginarias,
siendo verdad que mueve más lo que se vee que lo que se imagina. Es de Paladio en su
Historia.
[16] Paterniano, abad en Egipto, el cual fue después obispo, estando en el desierto en su monasterio,
un día sobre tarde vino a él una muger moça, diziendo que era sierva de cierto hombre principal de
la ciudad, y que por ser estrangera, saliendo por agua avía perdido el camino, que le rogava la
tuviesse aquella noche en la portería de su monasterio porque no fuesse comida de bestias. Paterniano,
commovido a piedad, admitióla y, mirándola atentamente, parecióle hermosa, y que su vista le avía
hecho grande impressión. Mas /(449v)/
bolviendo en sí, y enten diendo ser aquélla maraña del
demonio, tomó del hogar que estava cerca un tizón encendido y hirió a la muger en el rostro, y su
tentación, con el tentador, desapareció en un punto. Cuando comiença la enfermedad, imitando la
prudencia de los médicos, hase de ocurrir al remedio, porque si la dexan cobrar fuerças, viene a ser
de muerte. Refiérelo Marulo, libro quinto.
[17] Nizéforo Calixto, libro catorze, capítulo cuarenta, dize que en Creta, tomando figura un demonio
de Moisés y diziendo a muchos judíos que bivían en aquella provincia que lo era, y que los quería
passar a Tierra de Promissión, creyéndole, fuéronse con él y, llegando a la agua, entró él delante y
siguiéronle muchos, los cuales todos quedaron ahogados. Otros que no avían entrado, visto el
engaño, se tornaron cristianos.
[18] En la Vida de Santo Domingo, fundador del Orden de Predicadores, escrita por Teodorico de
Apoldia, se dize que, estando este santo patriarca predicando en Monpeller contra muchos hereges
que avía a la sazón en Francia, nueve matronas que le oyeron un sermón fueron después a hablarle
en una iglesia, y dixéronle:
-Siervo de Dios, tú has llamdo hereges oy en tu sermón a los que nosotras teníamos por muy
católicos, y su doctrina por cierta y segura, y assí la avemos seguido hasta aquí. ¿En qué veremos
quién nos dize verdad, ellos o tú, porque, sabida, la sigamos?
Oyendo sus razones el santo, púsose en oración y, levantándose, dixo:
-Aora os mostrará Dios a quién avéis seguido hasta aquí.
Vieron luego visiblemente un gato grande, feo, con unos espantosos ojos y que echava fuego dellos;
dava de sí malíssimo olor, andava entre aquellas señoras, y allegándose a una y a otra, y todas a huir
dél espantadas, hasta que, asido de la soga de una campana de la iglesia, subiendo por ella,
desapareció, quedando las matronas desenga- ñadas
| con este acaecimiento y reducidas a la fe.
[19] En un monasterio de monjas sugeto al santo abad Equicio, sucedió que, entrando una dellas en
la huerta, viendo una lechuga que le pareció bien, y siendo negligente en una santa costumbre que
allí se usava, y muchos cristianos usan, de no comer cosa sin primero bendezirla, haziendo la Señal
de la Cruz, comióla. Y en comiéndola se apoderó della el demonio, atormentándola como suele.
Dieron aviso desto al abad Equicio, fue a donde la endemoniada estava, y, entrando, el demonio
començó a dezir como disculpándose:
-¿Yo qué hize? ¿Qué culpa tengo? Assentado estava sobre la lechuga, ella vino y me mordió.
El santo abad le mandó que saliesse de allí y la dexasse, a cuyo mandato obedeció el demonio,
y la monja quedó libre y muy determinada a no ser negligente en las ceremonias santas del orden.
Dízelo San Gregorio, libro primero de sus
Diálogos, capítulo cuarto.
[20] En la Vida de Santa Juliana, escrita por Surio, tomo primero, se dize que, aviendo padecido
esta santa donzella en Nicomedia, su patria, por orden de Eleusio Prefecto graves tormentos,
confessando a Jesucristo por Dios, estando haziendo oración en una cárcel escura, apareciósele
Lucifer transfigurado en ángel de luz, y díxole:
-Graves tormentos, o Juliana, has padecido, y mayores son los que te quedan por padecer.
Basta ya lo que has hecho; cuando de la cárcel salieres, bien pudes hazer sacrificio a los dioses.
-Y ¿quién eres tú -dixo la santa-, que me das esse consejo?
-Soy -dize- ángel de Dios, que me embía a ti a dezirte que bien vee que eres flaca para
padecer tales tormentos, y que Él se tiene de ti por bien servido, y te perdonará aunque hagas lo que
el prefecto te pide.
Mucho se turbó la santa donzella Juliana de oír esto, porque en el rostro, resplandeciente y
hermosíssimo, del que hablava parecía ángel de Dios, y en sus
/(450r)/ palabras, demonio. Levantó su coraçón a Dios y pidióle con grande instancia que le declarasse si aquél era ángel de luz o de
tinieblas. Oyó una boz que le dixo:
-Confía, hija Juliana. Yo estoy contigo y te doy poder para que por ti misma veas quién es el
que habla contigo. Por tanto, échale la mano.
A este punto se le cayeron las prisiones a Santa Juliana, y pudo levantarse de adonde estava
y, levantada, asió de aquel engañoso ángel, y díxole:
-Dime quién eres.
-Soy -respondió él mal de su grado- Satanás, el que dio a Eva el consejo que comiesse del
árbol vedado, el que incitó a Caín que matasse a su hermano Abel, a Nabucodonosor, que levantasse
una estatua y la hiziesse adorar, a Herodes, que matasse a los niños inocentes, a Judas, que vendiesse
a su Maestro y después que se ahorcasse, a los judíos, que apedreassen a Estevan, y procuré que
fuessen presos Pedro y Pablo, y muertos, uno en una cruz y otro, a cuchillo. Soy el que amonestó a
los judíos que perseveren en su dureza, a los gentiles, en adorar ídolos, y el que a Salomón tornó
loco a la vejez, le persuadió a que se enamorasse de mugeres idólatras y adorasse sus dioses.
Oyendo esto Santa Juliana, tomó sus prisiones y púsoselas al demonio, ayudándole Dios
para que assí lo hiziesse. Y no contentándose con esto, le començó a herir y lastimar, haziendo
muestra el demonio de grande sentimiento. Quexávase de que una muger le tuviesse atado y le
hiriesse. Confessava que por ser virgen no podía hazerle daño, y por ser mártir ella podía a él
lastimarle y herirle. Embió el prefecto a que sacassen a Juliana de la cárcel, si ya no estuviesse
muerta. Sacáronla de allí, y llevava al demonio consigo aprisionado con una horrible figura;
mostrávale a todos, haziendo él grandes visajes, hasta que, dándole ella lugar, desapareció.
[21] En la Vida de Santa Brígida Biuda
, colegida de la Bula que dio para su ca- nonización
| el Papa Bonifacio Nono, y referida por Surio, tomo cuarto, se dize que, estando esta santa en Sicilia, fue a
ella una muger muy afligida. Descubriósele que padecía muchos años avía un terrible tormento,
por un demonio que, tomando cuerpo todas las noches, sin poderse defender, tenía accesso con ella.
Preguntóle Santa Brígida si traía consigo alguna cosa hecha por arte mágica, y como ella respondiesse
que no, la santa replicó:
-No es assí como dizes. Mira tus cabellos y hallarás lo contrario.
Acordóse la muger que traía colgando dellos un breve o nómina en que estavan escritas
palabras, y puestos unos caracteres o rasgos, sin entenderse qué cosa fuesse. Mandóselo quitar y
quemar, hízola confessar generalmente y recibir la Sagrada Comunión, y nunca más padeció
semejante trabajo.
[22] En la Vida de Santa Eufrasia Monja
, referida por Surio en el tomo segundo, se dize desta santa
que, estando en su monasterio en Egipto haziendo vida santíssima, atrevíasele el demonio y ponía
las manos en ella. Donde, como un día estuviesse sacando agua de un poço, derribóla dentro.
Llamó Eufrasia a Jesucristo, y aunque la caída fue mala y dio de cabeça en lo hondo del poço, y
estuvo allí hasta que las hermanas la sacaron, no se hizo mucho mal. Antes, aviéndose signado,
sonriéndose, dixo:
-Vive el Señor, no me vencerás, maldito Satán, ni has de poder ofenderme.
Cortava leña en pequeñas rajas otra vez con un destral, y el demonio torcióle el braço al
tiempo de dar el golpe, y hirióse en un pie malamente. Dio bozes una amiga suya y, viniendo la
abadessa y hermanas, halláronla tendida en tierra y bañada en sangre. Entendióse que avía sido esto
por arte del demonio, echáronle agua bentida y tomáronle la sangre, y dezíanla que se fuesse a
reposar. Ella no quiso ir sin que primero recogiesse las rajas que avía hecho y las llevasse a la
cozina, por no querer, aun /(450v)/ en aquella menudencia, que el demonio ganasse con ella. El
cual, estando allí presente, al tiempo que subía por una escalera, llegando al passo postrero para
entrar en la cozina, rebolvióle el hábito de manera que la hizo caer, y una de las rajas se le entró por
la frente y le hizo otra mala herida, de que le corrió mucha sangre. Las hermanas se afligieron por
verla tan mal parada. Hazían sobre ella la Señal de la Cruz, echándole agua bendita, viendo claramente
ser esto hecho por medio del demonio. Mas la santa, ligada la herida, primero que en su cama
tomasse algún descanso cumplió con todo lo que era a su cargo, assí en el servicio de la cozina,
como en el ministerio del coro, assistiendo al divino oficio. Derribóla otra vez el demonio de un
terrado bien alto, a vista de algunas hermanas, que la tuvieron por muerta, mas ella quedó sin lesión
alguna. Como otra vez, que estando guisando una olla de ortaliza para el convento, al tiempo que
más hervía, la tomó el demonio y la echó sobre sí. Parecióles a las hermanas que la avía abrasado.
Ella dixo no aver sentido más pena que si fuera agua fría. Desta suerte tratava el demonio a Eufrasia,
y siempre quedava con ganancia, y él, con pérdida.
[23] Fue llevado por un ángel cierto ermitaño a un monasterio de monges santíssimos y a la plaça
de un populosa ciudad. Aquí vido sólo un demonio, con andar en ella millares de gentes, y allí,
muchos, con ser los monjes pocos. Preguntada la razón desto, respondió el ángel:
-Para los que andan en la plaça y en el bullicio del mundo, porque fácilmente se rinden,
basta un demonio; mas para los que están en religión, que saben resistir y vencer, aun muchos
demonios valen poco.
Es del Promptuario de exemplos.
[24] Un monge, siendo tentado gravemente de tentación sensual, fue a confessarse con su abad.
Reprehendióle ásperamente, diziéndole que no era merecedor de
| nombre de monge quien tenía semejantes tentaciones. Por oír esto el afligido religioso, determinó de dexar la religión y bolver al
siglo. Mas en el camino, por disposición divina, ocurrióle al encuentro el abad Apolonio, y, sabida
la ocasión, hablóle blandamente y consolóle diziendo:
-Sabe, hermano, que yo he sido atormentado esta noche con semejantes tentaciones, y no
por esso dexaré los buenos intentos que sigo grandes tiempos ha.
Con esto, el monge bolvió al monasterio y se recogió en su celda. El abad Apolonio, puesto
en oración, pidió a Dios que sintiesse el superior de aquel afligido monje lo que él sentía. Y estando
orando, vido un pequeño etíope que arroxava saetas de fuego en el viejo, por donde, tentado con
tentación vehemente, determinó bolverse al siglo. Y poniéndolo en obra, salióle al encuentro
Apolonio, que le dixo:
-Buélvete a tu celda, y reconoce tu flaqueza, y assí te compadecerás de tus próximos.
Hizo oración por él, y fue libre. Es del
Vitis Patrum.
[25] Eufragia, una donzella religiosa encerrada, padecía tentación carnal grave, y como rogasse a
Dios con lágrimas la librasse della, apareciósele un ángel, que le dixo:
-Si quieres ser libre de semejante tentación, di algunas vezes este verso de David:
Confige timore tuo carnes meas.
Díxolo y fue libre de aquella tentación. Mas acometióle luego otra de infidelidad, y
començaron a parecerle dificultosas y dudosas algunas cosas de nuestra Santa Fe. Diole esto mayor
tormento. Pidió con grande ansia a Dios que la librasse de tanto mal. Apareciósele el mismo ángel,
y díxole:
-¿Piensas bivir sin tentación? Engáñaste. Conviene que padezcas una desta dos.
La santa monja escogió la primera, juzgándola por humana, y desechó la segunda, teniéndola
por diabólica. Es del Promptuario de exemplos.
[26] Entró por monge lego en uno de los monasterios antiguos cierto moço de agudo entendimiento,
y por comunicar /(451r)/ con otros monges, que eran letrados y tenían copia de libros, vino a
estudiar, de modo que le pareció saber mucho, y aun otros juzgavan dél que tenía suficiencia para
recibir órdenes; aunque esto no lo alcançó, porque su abad le recibió para monge lego y no quería
que passasse de allí, pareciéndole altivo y presumptuoso, y por lo mismo le mandava que dexasse
el estudio y sirviesse en la cozina y en la huerta. Mas él, por el contrario, rebelde, proseguía sus
estudios, y ya se quería ir del monasterio, y ya se quedava en él. Conocido su humor por el demonio,
apareciósele en figura de ángel de luz, y díxole:
-Estudia valientemente, que difinido está de Dios que seas obispo alberstatense.
Con esto tomó mayor presumpción, y se le dava poco por obedecer a sus prelados. Iva y
bolvía a las escuelas, y en todo hazía su voluntad. Vino el negocio a términos que le dixo el demonio,
teniendo figura de ángel bueno, que el obispo alberstatense era muerto, y que Dios quería darle
aquel obispado, que fuesse luego allá y sería assentado en la cátedra y silla de prelado. No aguardó
más, salió el apóstata de su monasterio y llegó a hazer noche en un mesón donde avía otros huéspedes.
Traía uno dellos un muy buen cavallo. Parecióle que, siendo larga la jornada, podría aver peligro en
la tardança. Acordó de acogerse en aquel cavallo, tomólo a la mañana y sacóle secretamente del
mesón, y iva caminando en él a toda furia. Mas el dueño del cavallo, hallándole menos y cayendo
luego en quién era el ladrón, subió en otro, siguióle, y alcançóle en otro pueblo. Acusóle delante de
la justicia seglar y, comprovado el hurto, y creyendo que quien era de veras ladrón sería monje
fingido, y que traía habíto sólo para librarse de semejantes delitos, subiéronle, y no a cátedra de
obispo, sino a la horca. Es del Promptuario de exemplos.
[27] Sintiéndose un monje santo tentar del espíritu de fornicación, pidió a Dios que visiblemente
viesse quién le hazía cruda guerra. Apareciósele el demonio. Díxelo el varón santo:
-¿Qué provecho sacas, miserable, en me tentar con tanta fuerça a mí y a los demás hombres?
Respondió el demonio:
-Bien veo que es verdad lo que dizes, mas quiérote descubrir mi intento. Sé bien que cuanto
más hiziere pecar a los hombres, más retardará el día del Juizio, en el cual tengo de oír al juez
riguroso: «Id, malditos, al fuego que está aparejado para el demonio». Y desde aquel día tengo de
estar encerrado, sin más salir al mundo, quitándome el poder que algunos me dan. Y assí, por
escusar este daño, procuro que el día del Juizio se retarde con hazer pecar a los hombres.
Es del Promptuario.
[28] Un sacerdote de ídolos tenía por hijo cierto moço bien inclinado y de bivo entendimiento, el
cual, entrando ocultamente en el templo de noche, siguiendo a su padre, vídole que ofreció su
sacrificio y se iva. Entraron luego un tropel de demonios en el mismo templo, y entre ellos, Satanás,
su príncipe. El cual, assentado en una silla, pidió cuenta a algunos de sus ministros. Llegó uno, y
hecho acatamiento al príncipe, preguntóle de adó venía, y respondió:
-He estado en tal provincia, y causado guerras y derramamiento de sangre.
-¿Y en qué tiempo hiziste essa labor?
Respondió:
-En treinta días.
Mandóle açotar por pereçoso y parapoco. Llegó otro demonio, y dixo:
-En el mar he estado, y levantado tempestades y borrascas. He hundido navíos y ahogado
hombres.
Preguntóle por el tiempo, y respondió que en veinte días. También mandó açotar a éste por
pereçoso. Otro llegó y dixo averse hallado en una fiesta de bodas, y levantado dissensión, de suerte
que el desposado quedó muerto. A éste assí mismo reprehendió por el tiempo. Al cabo, llegó otro
demonio y dixo:
-Cuarenta años ha que hago guerra a un monge,
/(451v)/ y con dificultad he alcançado dél
que oy ha cometido pecado carnal.
Oyendo esto Satanás, levantóse de su silla, y abraçó y besó a este demonio, púsole su
propria corona en la cabeça y assentóle en su trono. El hijo del sacerdote de ídolos, que estava a la
mira de todo esto, consideró en sí, y dixo:
-Grande es y mucho deve estimarse el estado de los monges.
Salió de allí, y no sólo se hizo cristiano, sino monge. Refiérese en el
Promptuario de exemplos.
[29] Natanael Anacoreta, estando harto de bivir en soledad, dexó el desierto y passóse cerca de
poblado en una celda. Apareciósele el demonio en una figura muy fea y espantable. Traía un azote
en la mano, sacudiéndole y haziendo gran ruido, procurando espantarle y hazerle ir de allí y que se
entrasse en poblado. Sin esto, mostrava gloriarse de averle hecho ir del primer lugar. Lo cual oído
de Natanael, porque no se pudiesse el demonio gloriar dél en cosa alguna, bolvió al desierto, y
habitó en él, de suerte que por treinta y siete años no se apartó de su celda treinta pies. Quiso el
demonio engañarle un día haziendo de las suyas, fingiéndose que traía pan en un jumento y que
avía caído con la carga y no se podía levantar. Dava bozes y llamava a Natanael que le ayudasse.
Quedó él suspenso. La caridad del próximo le pedía fuesse a le favorecer; el propósito de no apartarse
de su celda lo estorvava. Estando en esta imaginación, vínole al pensamiento si era invención del
demonio aquélla para engañarle. Respondió al que le llamava, y dixo:
-Si eres cristiano, llama a Dios, que Él te favorecerá, y si le eres enemigo, no mereces su
favor.
Dicho esto, desapareció la visión, y él dio gracias a Dios que a tales engaños no diesse oído,
y assí no faltasse en su buen intento. Es de Paladio en su
Historia.
[30] Estava en su celda en el desierto el abad Estéfano. Vino a él el demonio y díxole:
-Tú pierdes aquí el tiempo. Mejor
| será que te vayas, pues en cosa alguna aprovechas.
Respondió el santo abad:
-No iré, si esta silla en que estoy sentado no se mueve por sí misma.
Oído del demonio, hizo como la silla anduviesse por toda la celda sin verse que alguno la
tocava, lo cual considerado por Estéfano, añadió:
-Ni aun aora quiero irme, porque no es justo que crea a quien sabe tantas ruindades.
Hizo oración y huyó el demonio. Es del
Prado Espiritual, capítulo sesenta y tres.
[31] Fue un sacerdote en vida y costumbres aprovado, muy limosnero, y alárgavase en esto según
su possibilidad en el día del Apóstol San Bartolomé, de quien era muy devoto, trayendo a su casa
pobres peregrinos, regalándolos y sirviéndolos en honra de aquel santo. Sucedió que en un día
desta solenidad, después de aver dicho Missa, vido una muger en hábito de peregrina, moça y
hermosa, la cual estava a la puerta de la iglesia como para recibir limosna. Ofrecióle el sacerdote su
casa, si quería hospedarse en ella. Ella, sin otro rodeo, aceptó el hospedaje. Y aquel día no fue
admitido otro peregrino a la mesa del sacerdote, porque no fue hallado. El Apóstol San Bartolomé,
no olvidando la devoción que este sacerdote le tenía, ni los servicios que le avía hecho, en hábito de
pobre peregrino llegó a su puerta y llamó. Fuele respondido por un criado que no avía ya entrar a
comer, sino que esperasse a que se acabasse la comida y le daría limosna. El santo peregrino, con
alegre rostro, dixo que esperaría, mas que dixesse a su señor que, para entretenerse en su combite,
averiguasse en él qué era la cosa entre las criaturas del mundo más admirable contenida en la latitud
de un pie de hombre. Sonrióse desto el ministro, pareciéndole impertinencia, aunque por vía de
entretenimiento dio cuenta dello al clérigo, diziendo:
-A la puerta está un pobre peregrino que pide limosna, y entretanto que se
/(452r)/ le da, haze esta pregunta;
y declaró cuál era. A la cual el padre clérigo dixo que no sabía responder. Mas su huéspeda, hablando
como al descuido, dixo:
-El rostro humano tiene esse propriedad, que ninguno totalmente se parece a otro, teniendo
una misma hechura y proporción.
Embió con la respuesta el sacerdote al criado, y oída del Apóstol, mostró agradarle, y replicó:
-Querría también saber qué es lo que en el hombre se puede dezir propria obra suya.
Fue el ministro, y sin responder el amo, la peregrina infernal dixo que era el pecado, porque
le comete el hombre teniendo libre alvedrío y contradiziendo a lo que Dios le manda y querría que
hiziesse.
Oído por el Apóstol, replicó:
-Sola una pregunta me queda por hazer, y es que desseo saber la distancia que ay desde el
Cielo a la tierra.
El ministro gustava ya destas preguntas. Sin enfadarse bolvió a su señor y propúsola. A la
cual, porque calló él, habló su huéspeda, y dixo:
-Esso sabrá bien quien anduvo esse camino.
Salió con esto el criado y, oído del Apóstol, respondió:
-Y ¿quién anduvo esse camino sino el demonio, que es la muger que tiene vuestro amo a la
mesa, con la cual pudiera ofender a Dios si el Apóstol San Bartolomé, de quien él era devoto, no lo
estorvara previniéndole con este aviso.
De oír esto el ministro quedó muy turbado. Refiriólo a su señor, y el demonio desapareció,
y quedó él dando gracias a Dios porque tal merced le avía hecho. Fue a la puerta de su casa por ver
a su devoto y agradecerle esta obra, mas ya era ido. Lo dicho se refiere en el libro
De Apibus Mysticis, capítulo cincuenta y tres.
[32] Sara, abadesa en la Tebaida, como fuesse gravemente tentada de sensualidad por sugestión del
demonio, nunca pidió a Dios que la tentación cessasse, sino que le diesse fuerças para vencerla.
Duróle esta batalla treze años, y cuando se veía más apretada y le parecía que le faltavan las fuerças,
pedía favor a Jesu- cristo | en boz alta, y assosegávase. El demonio le dezía:
-Vencísteme, Sara, vencísteme.
Mas sin tomar ella de aquí vanagloria, respondíale:
-No yo te vencí, sino mi señor Jesucristo.
Aprendamos de aquí que, si nos sintiéremos hazer guerra, cuando más vehemente, más
clamemos a Dios, y si venciéremos, atribuyamos la gloria a su Magestad. Refiérelo Marulo, libro
quinto.
[33] Teodora Alexandrina cometió crimen de adulterio una vez sola, y para enmienda y penitencia
deste pecado, en hábito de varón se entró en un monasterio, donde con el nombre de Teodoro hazía
vida de grande penitencia, llorando siempre su delito. El demonio, por hazerla desesperar,
aparecíasele y dávale en rostro con el adulterio, diziendo que en vano se afligía, porque tan gran
ofensa no merecía ser perdonada. Mas ella, sin desconfiar de la misericordia, signávase con la
Señal de la Cruz, y con esto, el padre de mentiras desvaneció como humo. Es del
Vitis Patrum.
[34] Pelagia Antioquena, noble en linaje, muy hermosa y rica, fue muger deshonesta y idólatra, mas
convirtiéndose a Cristo trocólo todo: fue pobre y humilde, fue honesta, y entre los fieles señalada
en fe y en otras virtudes. Luego que se convirtió y començó su penitencia, hablóla el demonio y
díxola:
-Las riquezas que has tenido, o Pelagia, los dioses patrones desta ciudad, de que yo soy
mensajero, te las concedieron, y tú aora, dexándolas, sigues a no sé qué Cristo. Ellos te perdonan la
ofensa hecha si quieres bolver a su adoración y creencia, y te bolverán riquezas más aventajadas
que las de primero.
Con facilidad entendió la bendita muger los engaños del demonio, como oviesse començado
a gustar de las verdaderas riquezas, que eran Jesucristo. Signóse con la mano diestra el pecho,
haziendo la Señal de la Cruz, y insufló contra el mal consejero, echándole de allí con
/(452v)/ tanta facilidad como el viento echa el polvo. Y hizo tan poco caso de sus dichos y promessas que, luego,
aun lo que tenía repartió a pobres. Y porque sirvió a Dios y no al dinero mereció posseer las celestiales
y eternas riquezas. Es de Surio en el tomo quinto.
[35] Margarita Virgen, después de aver padecido tormentos por Cristo graves y penosos estando en
la cárcel, un terrible dragón la tragó. Mas, haziendo ella la Señal de la Cruz, rebentó el dragón, y
quedó la santa donzella sin lesión, como el profeta Jonás lo quedó saliendo de la ballena. Es del
Metafraste.
[36] Fray Jacome de la Marca, fraile menor y de santa vida, predicando en Francfordia, cabeça del
ducado de Saxonia, donde se dize que avía veinte mil vezinos, combidóles un día para predicarles
en el campo y que nadie quedasse en la ciudad, porque quería tratar de los vandos que se sustentavan
entre los vezinos della, que eran ocasión de grandes rebueltas y males. Subido en el púlpito, detúvose,
y dixo que faltavan algunos, que fuessen a casa de un hombre principal y hallarían un moço y una
moça, que se los truxessen allí de grado o por fuerça. Halláronlos y truxéronlos a vista de todos.
Conjurólos él por el nombre de Jesús que dixessen quiénes eran y lo que hazían en aquella ciudad.
Ellos, forçados por la virtud divina, dixeron que eran demonios embiados de los príncipes infernales
a sembrar enemistades y discordias en aquella ciudad, y traer la gente a mal estado y condenación
de sus almas. Dicho esto, desaparecieron hechos llamas de fuego, dexando muy mal olor. Quedó el
pueblo muy espantado, y con lo que el santo les predicó dexaron los vandos y enemistades. Es de la
Tercera Parte de las Corónicas de San Francisco
, libro sexto, capítulo dézimo.
[37] Antidio, obispo de Turón, oyó una noche que se estava gloriando un demo- nio
| de aver hecho caer en pecado sensual a Zozimas Obispo, después de siete años que le hizo guerra en aquel vicio.
Avisóle dello, y el ver que su pecado era descubierto, y el temor de la justicia de Dios, le fue
despertador para que hiziesse penitencia. Y en adelante, todo el tiempo de su vida no conversó con
muger, y de verlas se apartava cuanto podía. Es de Marulo, libro quinto.
[38] En el monasterio de Hugón Abad quisieron dos novicios bolver al siglo. El abad les amonestó
que no lo hiziessen. Quedó el uno y murió en breve tiempo, y a la hora de su muerte le consoló la
Madre de Dios, assegurándole de su salvación. El otro, que estuvo pertinaz en la salida, murió
desastradamente en una batalla. Todas éstas son tramas de Satanás. Es de Marulo.
[39] San Juan Ermitaño, como escrive dél en su
Vida San Antonio de Florencia, en presencia de algunos religiosos refirió este exemplo:
«Estava -dize- un monge dentro de una cueva, muy abstinente y acompañado de virtudes.
Començó a vanagloriarse y presumir de sí. Vista por el demonio esta puerta, pretendió entrar por
ella y vencerle, y assí, permitiéndolo Dios, tomó figura de muger, y fingiendo que avía perdido el
camino, llegó a su celda ya noche y arrojóse dentro della a sus pies, y assiéndole dellos rogávale la
diesse posada allí aquella noche, que en un rincón estaría, y libraríala de no ser comida de bestias.
El ermitaño, teniendo lástima della, la admitió consigo y le preguntó cómo andava por el desierto
descaminada. Cumpuso una larga historia el demonio, y por ella procuró ablandarle y que se
compadeciesse della y la tuviesse lástima. Con esto començaron a mezclar palabras, hablando ya el
uno, ya el otro. Dezíanse donaires y provocávanse a risa. Levantó el demonio la mano en figura de
aquella engañosa muger y tocóle la barba como reverenciándole. Luego le
/(453r)/ llegó al cuello. Desta manera fue hasta que el miserabale ermitaño se dexó vencer, y olvidado de los trabajos,
ayunos y vigilias de la vida solitaria, quiso abraçarla. Mas dio el demonio un terrible aullido y fuese
de sus manos, quedando el pobre hombre colgado del viento. Luego sonaron innumerables bozes
de demonios en el aire, que le davan vaya, diziendo:
-¡Oh, monge, monge, que te levantavas hasta los Cielos, cómo has caído en el profundo!
Aprende en ti que quien se ensalça será humillado.
El ermitaño quedó como fuera de sí, no pudiendo sufrir la vergüença de verse burlado, y él
mismo se hizo más daño que le avía hecho el demonio, porque en lugar de tener dolor de lo passado
y emendarse, dando en desesperación, se entregó a vicios carnales y deshonestos».
Otra historia contó el mismo Juan Ermitaño, y fue de un hombre que, aviendo vivido mal,
después, tocado de Dios, quiso hazer penitencia de lo passado y encerróse en un sepulcro, donde
limpiava sus máculas con lágrimas que derramava, estando sus ojos hechos fuentes, y no osava
levantarlos al Cielo; siempre gemía y se lamentava. Llegaron a él muchos demonios, y con bozes
altas le dixeron:
-¿Qué hazes aquí, hombre vicioso y malíssimo? ¿Después que te han faltado las fuerças
para pecar y estás harto de suziedades y carnalidades quieres que te tengan por casto y sano?
Semejante eres a nosotros; descuida, que nunca serás otro. Mejor te sería bolver a lo passado,
porque tanto te perderás, aviendo assí como assí de condenarte. Y cuando estés en el Infierno, ¿qué
más puedes allí padecer que lo que aquí padeces? Si el padecer te deleita, espera un poco, que allí
lo hallarás como lo desseares. Entretanto, toma plazer y huélgate.
El nuevo ermitaño callava sin responder cosa a todo esto, y visto por los demonios que les
tenía en po- co, | con ira grande llegaron a él y le açotaron, y dexaron medio muerto, sin poderse
mover del lugar donde tenía oración. La noche siguiente le atormentaron con más rigor, y también
estuvo firme en su puesto, diziendo: «Mejor es morir que obedecer a los demonios». La tercera
noche fueron mayores los tormentos que le dieron, y estando para despedir la alma, de la manera
que podía resistía a no hazer lo que querían los demonios que hiziesse. Y visto por ellos, fuéronse
dando bozes: «Vencido has, vencido has», y por virtud divina no osaron más llegar a le atormentar.
Otro tercer exemplo contó el santo ermitaño Juan, diziendo:
«Huvo un monge en el desierto adornado de todas virtudes, y porque bivía vida angélica, el
Señor le regalava, poniéndole cada día mesa, y, en ella, pan de maravillosa hermosura y sabor.
Comía dél, dava gracias al Señor e ívase a la oración cantando himnos y salmos en su alabança.
Començó a gloriarse de sus obras y entró en él algún descuido y pereza, y aunque al principio fue
pequeña, iva poco a poco aumentándose. Ocurría tarde a la oración, estava menos tiempo en ella,
andavan en su coraçón algunos torpes desseos. Al tiempo de la comida halló el pan más negro que
solía. Comió dello y no se emendó, sino que fomentava con la imaginación sus malos desseos, y
assí era gravemente atormentado del vicio deshonesto. Halló otra vez el pan más negro. Admiróse
y no entendía el misterio. Passó adelante, y sus tentaciones eran vehementíssimas. Parecíale tener
presente una muger, y que estava con ella en acto deshonesto. Olvidóse del todo este día de rezar,
estando absorto en aquella imaginación carnal y, venida la tarde y hora de comer, halló el pan suzio,
seco y como des- pedaçado /(443v)/ de perros. Gimió y derramó lágrimas viéndolo, aunque no
tantas que pudiesse con ellas apagar la llama que tenía en su coraçón. Comió dello no con el gusto
que solía. Sus imaginaciones y desseos le hizieron tal guerra que a la media noche salió de su celda
y se fue camino de la ciudad. Venido el día, llegó a una celda de ciertos solitarios, y dellos fue
recibido benignamente. Diéronle de comer y descansó un poco. Teniendo estos solitarios grande
noticia de su santidad, començarónle a preguntar para su edificación cómo se devían evitar los
lazos del demonio y apartar del coraçón los malos pensamientos. Y sobre esto truxo maravillosa
doctrina, dando avisos y documentos muy importantes. Después de lo cual rebolvió sobre sí y dixo:
-Pues ¿cómo? Enseño yo a otros, ¿y no me enseñaré a mí? Ea, miserable, conviénete que
hagas lo que dizes.
Despidióse de aquellos monges, reconociendo su engaño, y bolvió con passo acelerado a su
celda, y derribándose en tierra, derramando muchas lágrimas, dixo:
-Si el Señor no me favoreciera, poco a poco fuera mi alma a ser moradora a los Infiernos.
Con esto se derribó sobre cilicio y ceniza, y passava su vida en amargura y dolor, hasta que
le habló un ángel y dixo que avía Dios aceptado su penitencia, y que mirasse en adelante no fuesse
vencido de elación y sobervia».
Estos exemplos dava el santo abad Juan, y con su vida santa assegurava la verdad dellos.
[40] En la Vida de San Germán
, escrita por Constancio Presbítero y referida por Surio en el tomo
cuarto, se dize que en un viaje que hizo el mismo obispo San Germán, apossentóse de noche en
cierta casa despoblada, y porque se dezía que andavan en ella malos espíritus, no avía quien la
habitasse. Y fue assí que uno de los clérigos que ivan con él, estando dormido el siervo de Dios,
vido | una figura espantable delante de sí. Dio bozes al santo varón que le valiesse, el cual conjuró
a la figura que le dixésse quién era. Declaró que estavan en aquella casa ciertos cuerpos de hombres
malíssimos, por lo cual fatigavan demonios con espantos y assombros a los que venían a ella.
Mandóle que le mostrasse dónde estavan aquellos cuerpos. La sombra le señaló el lugar y, venido
el día, hizo allí cabar, y hallaron unos cuerpos que parecían de hombres muertos en prisión, porque
estavan ligados con cadenas y mal compuestos. Hízolos llevar fuera de allí, y no se vieron ni
oyeron más en la casa semejantes assombros.
[41] En la Vida de Dionisio Cartusiano
, doctor extático, escrita por Teodorico Loer de Estrada, se
dize que, llevándole en su compañía Nicolao de Cusa, cardenal y legado del Papa en Alemania,
diéronle cuenta de una muger llamada Gebula que se avía concertado con el demonio y dádole
cédula firmada con su propria sangre de no reconocer otro señor sino a él, y en pago desto llevávala
en brevíssimo tiempo a diversas tierras, dondequiera que avía fiestas y regozijos, y si eran justas o
torneos entrava armada en ellos, y con el favor que le dava el demonio vencía a los más fuertes
hombres. Junto con esto, el mismo demonio, tomando cuerpo de hombre, tenía trato deshonesto
con ella. Pues esta muger, no obstante la cédula que avía hecho al demonio, ni las amenazas que él
le hazía, ni la memoria de pecados graves que avía cometido, por medio de las amonestaciones
acompañadas de oraciones y lágrimas del siervo de Dios se convirtió. Y llevándola al cardenal, se
confessó y fue absuelta, y bivió en penitencia toda su vida. Otra muger llamada Catarina, casada
con Godefrido, hombre rico y bienhechor de la Cartuxa, que tenía su habitación en un pueblo cerca
de Ruremunda, de la otra parte del río Mosa, ésta
/(454r)/ bivía profanamente, trayéndose con
muchas galas y adereços y dándose a vicios deshonestos. Vino a enfermar, y estava casi desesperada
en la cama, dando buelcos en ella, con muestra que veía horribles figuras y que pedía quién la
favoreciesse. Fue llamado Dionisio, y entrando en el aposento vido multitud de demonios en figuras
espantosas que esperavan a que la miserable alma se despidiesse del cuerpo. Dio vozes, diziendo:
-Santo Dios, ¿qué veo? Venid, hermanos, y hagamos oración, que este lugar está lleno,
como átomos del sol, de demonios.
Quiso salir de allí, y la enferma, de la manera que pudo, le asió del hábito, diziendo:
-Oh, padre, no me dexes, que por ti puedo ser remediada.
Púsose de rodillas Dionisio para orar y, perseverando en la oración, los demonios davan
bozes, diziendo:
-¡Ay, ay, y cuánta fuerça nos haze este capilludo viejo!
Y a vista de muchos que estavan presentes, aunque no veían los demonios, le quitaron un
báculo que traía en sus manos y le arrojaron lexos de allí, y uno de los demonios, permitiéndolo
Dios, le dio una bofetada, de la cual le quedó señal en su rostro en tanto que bivió. Ni por verse
herido Dionisio dexó la oración, hasta que por virtud della los demonios huyeron, y la muger, con
esperança de remedio, se confessó y recibió los Sacramentos, y murió bien. Dixo Dionisio luego
que fue muerta a los presentes:
-Dad gracias a Dios, hermanos, que por su misericordia esta alma ha sido salva.
De aquí le quedó al demonio grande ojeriza con Dionisio, por lo cual andava molestándole,
apareciéndosele en diversas visiones horrendas, haziéndole ruidos cuando escrivía, y dando golpes
a la puerta de su celda. Dionisio, unas vezes le dexava sin hazer caso dél, otras, levantándose, le
dezía:
-¿Qué preten- des