DISCURSO SESENTA Y SEIS. DE PRODIGIOS
Sucede algunas vezes dezirse palabras o hazerse cosas que denotan lo que está por venir.
Entre gentiles, que hazían mucho caso desto, de ordinario eran negocios del demonio, que por
indirectas y premissas a las vezes adevina lo por venir, sin que de cierto él lo sepa y entienda,
porque a sólo Dios es dado, y assí algunas vezes acertava, otras, mentía, y de las que mentía no
| se acordavan, o luego se olvidavan; de las que acertava tenían grande cuenta, y ganava por aquí
mucho crédito en sus ídolos y oráculos, por donde traía la gente dementada y loca. En los católicos
también a las vezes ordena Dios que se vean cosas prodigiosas, sucediendo después castigos y
graves males, y es a fin que se enmienden y conviertan a él. De lo uno y de lo otro pondremos
algunos exemplos.
[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]
[1] Jonatás, hijo de Saúl, rey de Israel, estando en campo con su padre contra los filisteos, tenían su
assiento /(419v)/ los enemigos en lo alto de un monte, y los católicos, abaxo en el valle. El príncipe,
que era animoso, dixo a un soldado que le servía de paje de lança:
-Passemos los dos al exército contrario y hagamos algún hecho señalado en favor de nuestro
pueblo y gente, que tan fácil cosa es a Dios dar victoria por mano de pocos como de muchos.
El paje le dixo:
-Haz, señor, lo que te diere gusto, que yo te seguiré.
Començó Jonatás a subir la cuesta, que era difícil, con su criado, y visto de los filisteos que
estavan en lo alto, dixéronles como por menosprecio e ironía:
-Subid a donde estamos y veréis lo que passa.
Oída esta palabra, que la tomó Jonatás por buen prodigio, dixo a su paje:
-Subamos sin temor, que el Señor nos los dará rendidos.
Y assí fue, que subidos en lo alto començaron a matar en los enemigos. Levantóse gran
ruido. Cargó allí gente del real. Oyólo Saúl de la otra parte, llegó con sus gentes, y fácilmente los
vencieron. Jonatás era siervo de Dios, y quiso su Magestad con aquella palabra animarle para que
hiriesse en sus enemigos, y se alcançasse dellos victoria. Es del
Primero Libro de los Reyes, capítulo catorze.
[2] Poco antes que Antíoco Epifanes, rey de Siria, se apoderasse de Jerusalem, cuando robó el
templo y puso a los judíos en grandes trabajos y males, por espacio de cuarenta días se vieron
discurrir por el aire cavalleros armados con armas doradas y lanças en cuadrillas. Parecía que
peleavan unos con otros, oíanse los golpes que se davan en los escudos y yelmos, veíanse espadas
desnudas y el resplandor de los arneses y yelmos dorados,
| y al fin, allí se demostravan todo género
de armas, teniendo confusos a los míseros ciudadanos, que al cabo desta amenaça del Cielo
padecieron robos, fuerças, muertes y destruición de su ciudad y templo. Refiérese en el
Segundo de los Macabeos, capítulo quinto.
[3] Caifás, pontífice de los judíos, estando en cabildo sobre los hechos admirables de Cristo,
Redemptor Nuestro, que andava predicando y haziendo milagros entre ellos, después de aver muchos
dado su parecer, él dixo:
-Vosotros no sabéis ni advertís lo cierto en este caso, pues yo digo que conviene que muera
un hombre por el pueblo, y no todos perezcan.
Su intento era dezir que convenía que muriesse Cristo, porque en otra manera el pueblo le
seguiría y levantaría por su rey, y daría ocasión a los romanos que como a rebeldes viniessen contra
ellos y los assolassen. Y el Evangelista San Juan, que escrive esto en el capítulo onze, dize que era
pontífice, y fue profecía la que dixo, que convenía que Cristo muriesse para remedio del mundo,
pues con su muerte, los que quieren della aprovecharse, siguiendo las reglas de su
Evangelio, teniendo fe y obras, se salvan. El título también que puso Pilato en la Cruz de Cristo, llamándole
Rey de los Judíos, fue de parte suya para irrisión, pues, siendo gentil, quiso por menosprecio de
aquella gente dezir que a su rey ponía en un palo, y el Espíritu Santo aprovechóse de aquel enemigo
suyo y sacó de allí la verdad de que Cristo era Rey, y ni sólo de aquel pueblo, sino de los Cielos y
Tierra. Refiérelo el mismo San Juan, capítulo diez y nueve.
Lo dicho es de la Divina Escritura.
/(420r)/
[EJEMPLOS CRISTIANOS]
[1] Teniendo el cetro del imperio Juliano Apóstata, dio licencia a los judíos para que edificassen el
templo de Jerusalem, a costa del común y proprios de la misma ciudad. Començóse la obra, y
púsose un día a mirarla San Cirilo, Patriarca Jerosolimitano, varón santo, y dixo a muchos que
estavan presentes:
-El profeta Daniel profetizó deste templo, y Cristo lo confirmó en su
Evangelio, que no avía de quedar en él piedra sobre piedra. Dense prissa los judíos a su obra, que presto verán como
cumple Dios su palabra.
Esto dixo Cirilo, y la noche siguiente vino un grande terremoto que derribó todo cuanto
avían edificado, levantó las piedras que estavan puestas por fundamento y esparciólas por diversas
partes. Juntáronse muchos de los judíos a ver este misterio, y en su presencia cayó fuego del Cielo,
como afirma San Juan Crisóstomo en la Homilia cuarta sobre San Mateo
, que abrasó y consumió los instrumentos de los artífices y maestros que andavan en la obra. La noche siguiente aparecieron
unas cruzes de resplandor en los vestidos de los judíos, que por más que trabajavan de quitarlas de
sí, no podían. Todo esto se siguió a una palabra que habló como profecía San Cirilo. Antes desto,
siendo Patriarca el mismo San Cirilo, apareció el día de Pentecostés a hora de tercia en el Monte
Calvario una cruz de fuego, que echava de sí rayos y resplandecía más que el sol. Era grandíssima,
tanto que llegava desde Gólgota hasta el monte Olivete. Fueron de diversas partes a ver esta maravilla,
y los católicos se confirmavan, y los paganos, assí judíos como gentiles, dexada su ceguedad y
error, se convertían, confessando por Dios a Cristo Crucificado. Es- crivió
| el santo Patriarca Cirilo una carta al emperador Constancio, en que le dio cuenta deste maravilloso caso. Refiere lo dicho
Nizéforo Calixto, libro décimo, capítulo treinta y tres.
[2] Visitava su obispado de Ferentino Redempto, varón de vida santíssima, y estando una noche
aposentado en la iglesia de San Euticio Mártir, quiso dormir junto al sepulcro, por entretenerse en
oración la mayor parte de la noche. Y al medio della, ni estando del todo despierto ni enteramente
dormido, parecióle que se levantava del sepulcro el santo mártir Euticio y, puesto en pie junto a él,
le dixo:
-¿Estás despierto, Redempto?
Respondióle:
-Despierto estoy.
Replicó el santo:
-El fin viene de toda carne.
Y repitiólo tres vezes, y con esto desapareció. Redempto quedó afligidíssimo de oír esto,
hizo prolixa oración pidiendo a Dios misericordia para sí y para su pueblo. Dize esto San Gregorio
en el libro tercero de sus Diálogos, capítulo treinta y ocho. Y añade que se siguieron luego grandes
prodigios y portentos, porque se vieron por el aire passar exércitos de hombres con lanças. Eran
todos de fuego, y venían de la parte del Septentrión, y denotó la venida a Italia de aquella parte de
los longobardos que fueron de veras fuego, para que lo más de la gente de aquella provincia
pereciesse, porque quedaron destruidas y asoladas villas, quemadas iglesias, derribados monasterios,
los campos abrasados, muertos los hombres, y la tierra se vido de sus moradores hierma y sola,
sucediendo en su lugar bestias.
[3] Un hombre amigo de prodigios y supersticiones tratava de entrar en re- ligión,
/(420v)/ y quiso primero consultar un agorero, para que le dixesse cuántos años le quedavan de vida. Pagóselo bien,
y el otro, consultando al demonio, diole respuesta en esta forma:
-Saldrás -dize- mañana al campo, y oirás cantar un cuclillo. Irás contando las vezes que
repitiere su canto de «cu, cu», y tantos años entiende que te quedan de vida.
Salió al campo, cantó el cuclillo, contó las vezes que repitió «cu, cu», y llegó hasta veinte y
dos. Quedó muy contento, creyendo que tantos años le quedavan de vida. Consideró en sí:
-¿Pues a qué propósito quiero aora ponerme en cuidados de monge? Mejor será que de
veinte y dos años que me quedan, los veinte me dé buena vida y me huelgue, que los dos bastará
que haga penitencia.
Como lo dixo, lo puso por obra. Dio en grandes pecados, ninguna cosa que le diesse gusto
y contento dexava de hazer. En semejante vida se ocupó dos años, y al fin dellos le dio de repente
un mal, con que se cayó muerto. De manera que se trocó el juego que en su imaginación avía
compuesto: los dos años que entendió que haría penitencia gastólos en pecar, y los viente años en
que se tenía de holgar, faltáronle de la vida. Refiérese lo dicho en el
Promptuario.
[8] En la ciudad de Meidenburgo, en Saxonia, vivió vida escandalosa y malíssima cierta persona
que tenía oficio público. Murió mal, y fue revelado a diversas personas que su alma padecía
terribles tormentos en el Infierno. Por lo cual, de consejo de muchos, fue quemado su cuerpo, y
echadas sus cenizas en el río Albis, donde sucedió un prodigio estraño, que los peces huyeron al
mar Océano, y por mucho tiempo no se vido uno ni más en aquel río, hasta que por ayunos y
oraciones de las ciu- dades | y pueblos de su ribera bovieron a él. Lo dicho, y mucho más de su mala
vida, de su estado y nombre, con la mala muerte que murió, véase en el
Promptuario de exemplo, verbo prelati, número ciento y veinte y tres, que por no escandalizar ni atormentar las orejas piadosas
lo dexo en silencio.
[9] Siendo emperador de Roma Valentiniano, y prefecto en la ciudad Probo, embió a San Ambrosio,
que estava a la sazón en hábito seglar, a Milán, para que tuviesse cargo de la administración de la
justicia, y díxole:
-Mirad, señor Ambrosio, que vais a este cargo, y que os ayáis en él, no como juez, sino
como obispo.
Quísole dezir en estas palabras que en aquella administración no se mostrasse riguroso,
como suelen ser los juezes, sino manso y piadoso, como es razón que lo sean los obispos. Y verificóse
de la manera que las palabras sonaron, porque, estando administrando aquel cargo en Milán, por
muerte del que a la sazón era arçobispo fue electo en aquella dignidad, y quedó arçobispo, con
singular contento del emperador, que fuessen tales los ministros que embiava para el govierno
seglar que mereciessen ser levantados al eclesiástico. Refiérese en la
Vida de San Ambrosio.
[10] San Augustín andava con mil ansias mortales al tiempo que tratava su conversión con San
Ambrosio, y oyó un día de cierta casa junto a la suya una boz que dixo, repitiéndolo algunas vezes:
-Toma esse libro y lee.
Halló junto consigo uno de las Epístolas de San Pablo
. Abrióle y leyó un testimonio del Apóstol, que dize, hablando con los Romanos: «No os exercitéis en bevidas demasiadas, no en
deshonestidades ni en contiendas, sino vestíos a Jesucristo». Parecióle que esto se le
/(421r)/ dezía a él, y luego dio orden en su conversión y Baptismo. Refiérelo Fulgoso, libro primero.
[11] En la cuna estava San Ambrosio, y se vido en su boca, y alrededor de sí, un exambre de avejas,
siendo prodigio que dio a entender la dulçura de sus palabras enseñando y el rigor de sus obras
castigando. Y siendo obispo, y estando escriviendo sobre el
Salmo cuarenta y cuatro de David, se vido alrededor de su cabeça una grande llama, para denotar el fuego divino que abrasava su coraçón,
y desseo encendido de abrasar almas en el amor de Dios. Refiérelo Fulgoso.
[12] Estando ungiendo por rey de los godos a Bamba en la Santa Iglesia de Toledo, vídose salir del
óleo con que le ungían un vapor claro y resplandeciente, y subir a lo alto, y salió de su cabeça luego
una llama que siguió el vapor hasta subir al Cielo, y denotó esto su bondad y sinceridad en el
govierno y administración de su reino. Es de
Historias de España, y refiérelo Fulgoso.
[13] Siendo Pontífice Romano Juan Duodécimo, y emperador Otón Primero, aparecieron en Italia,
en los vestidos de los hombres, unas cruzes vermejas, y cayó del Cielo una piedra grandíssima.
Siguiéronse a esto muchas guerras y trabajos. Y en el año de mil y cuatrocientos y noventa y dos, en
la ribera del río Rhin, en Alemania, cerca de un pueblo dicho Ensheym, en veinte y seis días de
noviembre, cayó del Cielo una piedra de forma triangular, y de peso de trezientas libras; murió
luego el emperador Frederico. Dízelo Fulgoso.
[14] En Francia, en la ciudad Leodiense, nació un puerco con cabeça de hombre, y siguióse luego
la escisma entre Calixto Segundo y Burdino. Y en el año de mil y trezientos y quinze, en el campo
| de Verona, nació un cavallo con cabeça humana. Dízelo Fulgoso, libro I.
[15] Cerca desta misma ciudad Leodiense, en cierto campo, se vieron un día muchos cuervos, que
dieron en el nido de un falcón, quebráronle los huevos y hiziéronle ir de allí. Bolvió otro día el
falcón con otros muchos de su género, acometieron a los cuerbos y, peleando unos con otros, al
cabo, todos los cuerbos quedaron muertos. Y en el mismo lugar donde sucedió esto, poco después,
sobre eligir obispo en aquella ciudad de Leodio, vinieron a las manos, y favoreciéndose los unos de
Juan, duque de Baviera, vencieron a los otros, sus contrarios, quedando muertas treinta mil personas.
Fue esto poco antes del Concilio Constanciense. Dízelo Fulgoso.
[16] En el año de mil y dozientos y diez y ocho, en Alemania, junto a la ciudad de Colonia, en un
campo llamado Ledón, aparecieron en el Cielo tres cruzes de color blanco, y en la de en medio
estava la imagen de Jesucristo Crucificado. Dízelo Fulgoso, libro primero.
[17] En el Peloponeso, no lexos de la isla llamada Sapiencia, se halló un día la armada veneciana,
sobre la cual andavan grande copia de cuerbos, peleando unos con otros. Y fue de suerte que cayó
sangre y plumas de los vencidos. Y el día siguiente la acometió Pagán de Oria Ginovés con la
armada de Génova, porque las dos señorías traían entre sí guerra, y la veneciana, en que avía treinta
y seis galeras mayores, y veinte y dos menores, con su capitán Nicolao Pisano, fue vencida y presa
del Genovés, muriendo de los venecianos cinco mil personas. Dízelo Fulgoso, libro primero.
[18] En el año de novecientos y treinta y tres, teniendo el imperio de Ale- mania
/(421v)/ Henrico, padre de Otón el Primero, en la ciudad de Génova, en un barrio que a la sazón se llamava Fontículo,
y después Bordigoto, cerca del fuerte del puerto, por todo un día manó sangre de una fuente. Siguióse
luego que cercaron la ciudad moros sarracenos de Africa, y entráronla por fuerça, y hizieron robos,
fuerças y muertes, de suerte que corría sangre por las calles, como avía corrido de la fuente. Y lo
que causó más lástima y mayor pena a los que con las vidas quedaron fue ver llevar a las mugeres,
matronas y donzellas, captivas a Africa, con daño de sus honras e infamia de sus vidas. Dízelo
Fulgoso, libro I.
[19] En una refriega que tuvieron los ginoveses por el mar, siendo capitán de su armada Blasio
Axareto, con el rey de Aragón y Sicilia don Alonso, quedó el rey preso, y su hermano, el infante
don Juan, y el rey de Navarra. A la sazón reconocían los ginoveses señorío a Filipe, duque de Milán,
y assí le llevaron los presos, y él les dio libertad, con grande quebranto de los ginoveses, por lo cual
se rebelaron contra él y le quitaron la obediencia. Señalaron cabeça en su república, que tuviesse el
mando y señorío sobre todos, y fue éste Baptista Fulgoso, que escrivió con mucha verdad y brevedad
un libro en su lengua propria de exemplos, y de que en éste se alegan muchos. Luego que tuvo este
cargo, cayó un rayo, y dio en una torre llamada Faro, donde estavan las insignias y armas de los
Fulgosos o Fragosos. Derribólas, y sin tocar en otra parte, dexó hechas tres ventanas en la muralla,
y fueron prodigio de que tres años solamente tuvo aquella dignidad, y después la perdió, y vino a
padecer grandes trabajos e infortunios. Escrívelo el mismo Ful- goso,
| libro primero.
[20] En Florencia cayó un rayo, y dio en la torre de Santa Reparata, y derribó de lo alto una piedra
grandíssima, sin hazer otro daño. El día siguiente murió Lorenço de Medicis, que era la fortaleza y
reparo de aquella ciudad. Vino luego sobre ella Carlos Octavo, rey de Francia, y dexó la república
de Florencia desgaxada, porque les quitó las ciudades de Pisa, Piedra Santa y Sergiana, de que
antes era señora. Es de Fulgoso.
[21] En el año de mil y cuatrocientos y noventa y cuatro el rey de Francia, Carlos Octavo, passó a
Italia, y llegó al reino de Nápoles, del cual se hizo señor con poco trabajo, aunque le gozó poco
tiempo. Este año llovió en la Galia Cisalpina maná, que puede llamarse miel celestial. Hallávanla
en los ramos de los árboles, y sirvió de medicina para cuerpos humanos. Y al mismo tiempo, o poco
antes, se descubrió una nueva enfermedad, a la cual, ni los médicos le sabían nombre, ni le hallavan
remedio. En Francia le llamavan «mal napolitano», y en Italia, «mal francés», por parecerles a los
unos que los otros les avían pegado aquella desventura. Lo más cierto es que vino de Indias, porque
a este tiempo se descubrieron, y es harto indicio que se trae de allá el palo que llaman «santo», con
que se cura. Pusieron nombre a este mal nuevo y llamáronle «bubas», y anda de suerte que todos le
conocen, porque, o le han visto dentro de casa, o del vezino. El ordinario de passar de un cuerpo a
otro al principio era por acto deshonesto, que si un hombre estava tocado dél, y tratava
deshonestamente con diez mugeres, a las nueve dexava puestas del lodo, y si muger tenía este mal,
por maravilla se le escapava hom- bre /(422r)/
que la tratasse, de modo que en poco tiempo se estendió por medio mundo. Dízelo Baptista Fulgoso.
[22] Siendo señor de Milán un poco de tiempo el rey Francisco de Francia, cayó un rayo del Cielo
sobre una torre de la puerta del castillo de Milán, adonde estava la munición de la pólvora, y
abriendo la muralla la violencia del fuego, destruyó de fundamento la torre y muralla; cayeron
piedras della de desmesurada grandeza. Muchas armas y blasones de los duques passados bolaron
por el aire, y de dozientas personas que estavan en el castilo, no quedaron doze con vida. Fue esto
el año de mil y quinientos y veinte y uno. Desde a poco perdió el rey de Francia aquel estado.
Dízelo Hierónimo Garimberto, obispo galese, en el libro que hizo
De varios sucessos.
[23] El mismo autor, y en el mismo libro, dize que en casa del cardenal de Médicis parió una mula,
y desde a poco fue hecho Papa y llamado Clemente Séptimo, y en principio de su papado se vieron
cosas prodigiosas en Italia. En Roma andavan ciertos hombres vestidos de sayal. Teníanlos por
locos, viéndolos que andavan dando bozes por las calles, persuadiendo al pueblo a penitencia,
amenazando de aquel grave mal que sucedió luego, del saco de Roma. Y porque se hizieron sordos,
descargóse el açote en ellos.
[24] Cistierno, rey de Suecia y Gocia, mandó por edicto público que todas las ballestas de su reino
fuessen quemadas, por escusar muertes que sucedían. Púsose esto en execución, y fue tanta la
multitud de fieras que cargó sobre la gente que no se podía vivir. Hizieron ballestas en grande
número, y desenterraron otras que tenían escondidas, y con esto se defendían de seme- jante
| plaga prodigiosa. Los ministros de justicia del rey querían castigarlos; juntáronse cuarenta mil hombres,
y echaron al rey y a sus oficiales del reino, diziendo que si se recelava de las ballestas, que apartasse
de sí lisonjeros y mala gente, que nadie sería contra él. Dízelo Holao Magno en su
Historia Septentrional. Este mismo autor, en el libro veinte y uno, capítulo veinte y nueve, dize que los
septentrionales, cuando quieren casar alguna hija, pruevan al hierno en que juegue al axedrez, en el
cual juego cada uno descubre quién es, si colérico, si mal acondicionado, si maldiciente, si sufridor
de trabajos, si discreto, si bocinglero. Y cuadra esto con lo que dize Platón, libro
De legibus, que en el juego se conoce uno quién es, si noble, si villano, si pródigo y si deshonesto.
[25] Alexandre de Alexandro, en el libro tercero, capítulo quinze, escrive que poco antes que se
perdiesse Constantinopla, en Como, ciudad de Lombardía, un día por la tarde se vido passar por el
aire, lo primero, una multitud de perros, luego, un grande carruaje y aparato de guerra, después,
infantería, armados a la ligera, luego, cavallería en escuadras. Duró este exército en passar seis
horas. Al cabo de todo iva un terrible hombre, de grande estatura, en un valiente cavallo, mostrando
ser el capitán de aquel exército. Fueron vistas otras muchas cosas prodigiosas por el aire, hasta que
vino la noche.
[26] A la ciudad de Harlem, que es en Holandia, en el año de mil y cuatrocientos y tres, fue traída
una muger marina desnuda y muda, hallada en cierto lago de aquella provincia de Holandia, donde
la echó la tempestad del mar. Vistiéronla y enseñáronla a
/(422v)/ comer pan, leche y otras cosas. Después aprendió a hilar, y a hazer haziendas de casa. Reverenciava la Cruz, y imitava en cosas de
devoción a su ama. Vivió muchos años, y siempre muda. Dízelo Mejero en los
Anales de Holandia, y refiérelo Ludovico Guicciardino en la
Descripción de Flandes. Afirma también que después
desto, en el mar de Frisia, fue preso un hombre marino, de la misma traça y talle que nosotros. Tenía
barbas y cabellos, aunque duros y ásperos. Enseñóse a comer pan y otras cosas. Al principio era
muy salvaje y bruto, aunque después se hizo doméstico. Nunca habló, vivió muchos años, y fue
herido de peste, y sanó una vez; diole otra, y murió. Afirmaron esto a Guicciardino muchas personas
que le vieron. También en los mismos Anales de Holandia
se dize que el año de mil y quinientos y treinta y uno fue preso en el mar de Noruega, y traído a la ciudad de Elepoch, un otro hombre
marino, el cual parecía obispo, vestido de pontifical. Lleváronsele al rey de Polonia, y mostrávase
feroz, sin hablar ni querer comer. Dava grandes gemidos, y al cabo de tres días se murió.
[27] Año de mil y cuatrocientos y nueve, a nueve días del mes de Noviembre, a dos horas de la
noche, en Sicilia se movía un terrible terremoto en Mongibel, y lançó de sí tanto fuego, con tan
grande llama, que en la ciudad de Catania parecía ser día claro. Dende a poco espacio pareció
cubrirse el monte de una nuve escuríssima, y no se vido más fuego. La noche siguien- te
| vino otro terremoto, y se vieron cinco bocas de fuego a dos millas, sobre San Nicolás de la Reina y, con
terrible ruido, no cessaron por doze días continuos de echar de sí un fuego espantoso de açufre y
salitre. Lançava grandes piedras como truenos, y salían destas bocas como arroyos de fuego, que
ciñeron el lugar de San Nicolás y abrasaron las vegas, y todas las viñas y jardines que estavan en lo
llano. Y si no fuera por el gran valor de la reina doña Blanca, muger del rey don Martín, que quedó
por lugarteniente general de aquel reino en ausencia del rey, su marido, que estava sobre Cerdeña,
que no quiso salir de Catania ni desampararla, quedara despoblada y perdida. Mandó hazer processión
con el cuerpo de Santa Agata alrededor de la ciudad, y cesó luego la tempestad, que fue de las
espantosas y terribles que se tenía noticia, porque, de sola la ceniza que salía de aquel monte,
estuvo en peligro de perderse la ciudad de Mecina y algunos lugares de Calabria, a donde la echava
el viento. Dízelo Hierónimo Çurita en los
Anales de Aragón, en la Vida del rey don Martín.
[28] En el año de mil y quinientos y treinta y uno, en las provincias de Holandia y Zelandia, cerca
de Flandes, salió el mar de madre, y ahogó muchos lugares, y entre ellos tres grandes ciudades,
llamadas Bucha, Harles y Exclusa, cuyas torres y edificios se veían después desde la ribera que
estavan dentro del agua. Dízelo el autor de la
Historia Pontifical. |
EXEMPLOS ESTRANGEROS
[1] Passava Xerxes, rey de Persia, a Grecia con un innumerable exército de gente para destruirla, y
en pre- sencia | de todo él parió una yegua una liebre. Tuviéronla por mal agüero y declarólo lo que
después sucedió, que los /(423r)/
más de los persas fueron muertos y su rey, con los que se libraron,
bolvieron huyendo. Dízelo Valerio Máximo, libro primero.
[2] A Midas, siendo niño y estando durmiendo fue visto que hormigas llevavan granos de trigo y se
los ponían dentro de la boca. Y a Platón, también niño y durmiendo, fue visto que avejas entravan
en su boca y se la rociavan con miel. Fue prodigio que Platón tuvo dulcíssima doctrina y Midas fue
cobdiciosíssimo de riquezas. Refiérelo Valerio Máximo, libro primero.
[3] San Augustín, en el libro segundo de sus
Retractaciones, capítulo sesenta y dos, y
Contra Juliano, libro segundo, escrive de un rey de Chipre, que siendo feíssimo, su muger parió un hermoso
hijo, por tener imágenes hermosíssimas en su aposento. Quintiliano defendió en Roma a una matrona
que era acusada de adulterio porque parió un negrillo, y su defensa fue porque tenía pintado otro en
su aposento. Y San Hierónimo cuenta lo mismo de Hipócrates Médico, que defendió a otra que
parió un hijo hermosíssimo, diferente de sus padres. También afirma San Hierónimo de otra muger,
que, teniendo consigo de noche un mochacho de diez años, remaneció después preñada. Todos
estos exemplos, por ser de cosas extraordiarias, se ponen en este
Discruso de Prodigios, y pueden ser de provecho.
[4] Poco antes que los judíos fuessen destruidos por Tito y Vespasiano
| apareció sobre la ciudad de Jerusalem un cometa que tenía forma y figura de espada, y algunas vezes de noche, sin que persona
humana lo hiziesse, las puertas del templo se abrían y se oía a bozes que dezían: «Vámonos, vámonos
de aquí»; y sonava ruido de armas. Y en el día de la Pascua, llevando a sacrificar una ternera junto
al altar, parió. Es de Josefo, y refiérelo Fulgoso.
[5] Julio César, primer emperador romano, fue muerto dentro del Senado por algunos conjurados,
a cuya muerte, porque fue ocasión de otras muchas, precedieron muchos prodigios, y entre otros
fue uno que, hiriendo cierto labrador a los bueyes con que arava para que anduviessen, bolvió el
uno, y en boz humana le dixo:
-En vano me hieres, porque más falta abrá de hombres que de trigo.
Es de Eutropio y de Eusebio, y refiérelo Fulgoso.
[6] Paulo Emilio, capitán romano, siendo señalado para ir contra el rey Perseo, que era formidable
y dudoso enemigo para Roma, entrando con la conducta en su casa, vido llorar una hija suya de
poca edad llamada Tercia. Juntóla a su rostro y acallóla. Preguntóle por qué llorava y dixo:
-Es muerta Persea, mi perrita.
Tornó a abraçarla y besarla el padre, diziendo:
-En buena hora, hija, os oiga ya essa palabra, que della tomo buen agüero, que tengo de
vencer al rey Perseo, enemigo de romanos.
Y assí sucedió. Es de Valerio Máximo, libro primero.
Fin del Discurso de Prodigios. |