DISCURSO CUARENTA Y NUEVE. DE MARTIRIO
El Evangelista San Juan, en su Primera Canónica
, capítulo quinze, dize que tres dan testimonio de Cristo en el Cielo, manifestando su verdad, el Padre, y el Verbo, y el Espíritu Santo.
Dio testimonio el Padre, dize la Glossa, cuando dixo: «Éste es mi Hijo muy amado»; diole el Hijo,
cuando se transfiguró y mostró el poder de su Magestad, y la esperança de la eterna felicidad; dio-
le | el Espíritu Santo, cuando fue baptizado y baxó en forma de paloma sobre Él. Dize más San
Juan, que son también tres los que dan dél testimonio en la Tierra: el espíritu, la agua y la sangre.
Por el espíritu, dize Nicolao de Lira que se entiende aquí la alma de Jesucristo, que baxó al Limbo
de los Padres y les manifestó su Divinidad. La agua dio dél testimonio en el Sacramento del Baptismo,
en que se da gracia, y la sangre es la de los mártires, que dan testimonio de Cristo. Orígenes dize
que, siendo preguntado Cristo por el Pontífice de su doctrina, calló algún tanto, y por aquello que
allí calló, hablaron después tantos millares de mártires; un día, cuarenta, otro, diez mil, y otro, una
ciu- dad /(281r)/ entera. Y fue a la traça de cuando estava en el huerto, que, viendo tan de cerca la
muerte, mostróse temeroso, y aquel temor dio ánimo a los mártires, por estar en medio de sus
tormentos animosos y muy contentos. Avemos de ver en este
Discurso martirios famosos de santos.
[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]
[1] Meditando las cosas celestiales y eternas, los mártires, como fortíssimos soldados de Dios,
Nuestro Señor, fácilmente menospreciaron todos los géneros de tormentos; como fueron, en el
Testamento Viejo, Abel, a quien San Gregorio da la primera palma en el martirio, por aver perdido
la vida a manos de Caín, su hermano, porque el sacrificio que ofreció a Dios fue más acepto que el
suyo. Miqueas Profeta fue herido en el rostro y echado en la cárcel. Urías Eteo fue muerto en una
batalla, pareciendo medio conveniente para que se encubriesse el adulterio de David, aunque por lo
mismo vino a ser más público. Jeremías padeció cárcel y açotes, y fue echado en un poço entre
cieno y hediondez, y al cabo, muerto a pedradas. Isaías, vivo fue aserrado y partido en dos partes.
Eran embiados de Dios a predicar la verdad; no hizieron caso de las amenazas, ni de los tormentos
de los tiranos. Refiérelo Marulo, libro quinto.
[2] Sidrac, Misac y Abdenago, moços en la edad, y en la fortaleza y ánimo, varones, como no
quisieron adorar la estatua del rey Nabucodonosor, fueron echados en un horno encendido, donde
entre llamas davan loores a Dios. Y Daniel, con quien tenían compañía y hermandad, fue puesto en
un lago o corral de leones, para ser tragado dellos, y ni las bestias a Daniel, ni el fuego a los tres
moços, | hizieron daño, para que fuesse a todos manifiesto que era más fuerte y poderosa la virtud
de la verdadera religión, y que los fieles, si no es permitiéndolo Dios, no pueden recebir daño de
tiranos. Es del Libro de Daniel, capítulo tercero y sexto.
[3] En tiempo de Antíoco Epifanes, rey de Siria, estando apoderado de Jerusalem, puso un ídolo en
el templo, sobre el altar del Señor, y no queriéndole adorar muchos de los judíos, eran muertos. A
los niños que hallavan circuncidados ahorcavan, y a los que no querían comer manjares vedados en
su Ley, como carne de puerco, también eran muertos. A algunos que les pareció que quebrantavan
el sábado, fiesta suya, peleando, se dexaron matar por no defenderse. Dos mugeres que circuncidaron
a sus hijos, con ellos a los pechos fueron despeñadas. Muchos, sobre la guarda del sábado, fueron
quemados. Eleázaro Escriva, varón grave y de edad, porque no quiso comer carne de puerco ni de
ternera, que con esto se contentavan los verdugos, diziendo ser de puerco, viendo que si hazía lo
primero quebrantava su Ley, y si lo segundo, causaría escándalo, publicándose que Eleázaro, por
temor de la muerte, quebrantava su Ley comiendo manjares vedados en ella, se dexó matar, teniendo
por mejor, obedeciendo a Dios, morir, que vivir haziendo lo que el tirano le mandava. Siete hermanos,
con su madre, por el mismo caso de no quebrantar su Ley comiendo carne de puerco, padecieron
terribilíssimos tormentos, y al cabo murieron. Ivan atormentado a uno, y luego a otro, para amedrentar
a éste viendo lo que el otro padecía. Sacáronles las lenguas, rayéronles el cuero de las cabeças,
/(281v)/ cortáronles las manos y pies, y los cuerpos, troços puestos en sartenes ardiendo, los frieron,
y assí acabaron las vidas. La madre los animava a padecer, y después de todos, también fue ella
muerta, y son contados en el número de los mártires. Lo dicho es del
Primero Libro de los Macabeos, capítulo primero y segundo, y del Segundo Libro
, capítulo sexto y séptimo.
[4] San Juan Baptista, precursor del Señor, y más que profeta, porque reprehendía a Herodes su
adulterio fue puesto en la cárcel, y allí cortada la cabeça. Dízelo San Marcos, capítulo 6.
[5] Nuestro Salvador y Redemptor Jesucristo, cabeça de los mártires y el que padeció más que
todos ellos, sufrió afrentas, malas palabras, oprobios, tormentos crudelíssimos y afrentosíssima
muerte de cruz. De lo cual se puede inferir que, pues su Magestad padeció libremente y queriéndolo
tales penas por los hombres, deven ellos mismos, si se les ofreciere, padecer martirio por su amor y
servicio. Y assí, los Apóstoles, siendo atormentados, no mostravan sentimiento, sino contento, por
ser dignos de padecer en su nombre contumelias y afrentas. Santiago el Mayor, por mandado de
Herodes Agripa, fue degollado. El cual también mandó prender a San Pedro; mas, siendo libre de la
prisión por medio de un ángel, y Herodes consumido en vida de gusanos que le royeron y
despedaçaron su cuerpo, después, el santo Apóstol, porque predicava en Roma el Evangelio de
Jesu- cristo | en tiempo del emperador Nerón, y mandándolo él, fue crucificado, la cabeça en tierra
y los pies en alto. San Pablo Apóstol, en Listris fue apedreado, aunque de las piedras quedó
descalabrado y no muerto. En Filópolis, Consila, un discípulo de Cristo, fue açotado y puesto en la
cárcel con prisiones, y saliendo libre después, fue en Jerusalem preso y açotado otra vez, y herido
en el rostro, y al cabo, descabeçado en Roma, cessando de predicar el
Evangelio cuando cessó de vivir. Colígese lo dicho de todos cuatro Evangelistas que escriven la muerte de Cristo, y del
Libro de los Hechos Apostólicos, capítulo quinto y siguientes. Y cuanto al martirio en Roma de San Pedro
y San Pablo, dízelo Egesipo, libro tercero, capítulo segundo.
[6] San Estevan, lleno de Espíritu Santo y de fortaleza, hazía señales y prodigios maravillosos, y
fue apedreado. ¿Y qué mal le pudieron hazer las piedras a quien estavan los Cielos abiertos?
Quitáronle la vida los perversos judíos, y Jesucristo, estando a la diestra del Padre, le llamava, y
viéndose seguro de su salud, rogó por sus enemigos, diziendo:
-No les imputes, Señor, a pecado lo que comigo hazen.
Acrecentó el premio del martirio, mostrándose piadoso con sus enemigos, y durmió en el
Señor, aviendo velado por Él, confessando su nombre y teniendo en poco la muerte. Es del
Libro de los Hechos Apostólicos, capítulo séptimo.
Lo más de lo dicho se coligió de la
Divina Escritura. |
[EJEMPLOS CRISTIANOS]
[1] San Andrés, aviendo predicado en Patrás, fue preso por Egeas, procónsul de Acaya, y después
de pade- cer | açotes y otros tormentos, colgáronle en una cruz, donde como en púlpito predicó a
mucha gente que le /(282r)/ estava oyendo, hasta que, rodeado de una grande luz, dio la alma,
dexando en tinieblas a los incrédulos que le dieron la muerte. San Juan Evangelista fue puesto en
Roma en una tina de óleo hirviendo, y quedó vivo por milagro, para serlo del mundo con su vida
santíssima y doctrina admirable; por medio de la cual convirtió a la fe de Cristo la tercera parte del
mundo, y la mayor, que es toda la Asia. Donde, siendo casi de cien años, entró vivo en un sepulcro,
donde murió, y si damos crédito, como es razón que se dé, a San Hierónimo, que lo dize con otros
graves autores, resuscitó y subió a los Cielos en cuerpo y en alma. San Filipe, en Hierópoli, ciudad
de Frigia, fue crucificado y muerto en la cruz a pedradas. San Bartolomé, en Albania, ciudad de
Armenia, vivo fue dessollado, y luego degollado. Santo Tomé, en la India, anduvo los pies descalços
sobre planchas de yerro ardiendo. Echáronle en un horno encendido, y al cabo fue alançeado. San
Mateo, en Persia, estando diziendo Missa, por las espaldas le passaron con un venablo. Santiago el
Menor, en Jerusalem fue derribado del pináculo del templo y apedreado, y al cabo, con una pértiga
o gruesso palo le acabaron la vida, estando orando por los que le matavan. Los dos hermanos,
Simón Zelotes y Judas Tadeo, en Senair, ciudad de Persia, porque cayeron los ídolos entrando ellos
en los templos, por sus ministros fueron despedaçados. San Matía, en Jerusalem fue por los judíos
apedreado y degollado. San Bernabé, en Salamina fue preso de los judíos y muerto a fuego. Si no
fuera grande la gloria del martirio, nunca Jesucristo permitiera que sus Apóstoles, siendo dél tan
ama- dos, | padecieran tantos y tales tormentos. Mas Él dixo que son bienaventurados los que
padecen persecuciones por la justicia, siendo suyo el Reino de los Cielos. Lo dicho refiere Marulo,
libro 5.
[2] San Marcos Evangelista, estando en Alexandría, enojándose con él los idólatras porque confessava
a Cristo, echáronle una cuerda al cuello y lleváronle arrastrando por lugares pedregosos, hasta que
murió. San Lucas acabó su vida en Bitinia con muerte natural, aunque en la voluntad quisiera ser
mártir, pues predicó a los gentiles lo que de Cristo dexó escrito. Esto fue el fin de los Apóstoles y
discípulos del Señor, tanto más dichoso cuanto más fueron atroces y crueles los tormentos que
padecieron, y despúes dellos viene el coro de los mártires, de los cuales pondremos algunos exemplos
para despedir el temor y desechar la pereza de los ánimos cristianos. Lo dicho es de Marulo, libro
quinto.
[3] San Ignacio, discípulo del Evangelista San Juan y obispo de Antioquía, el tercero después de
San Pedro que tuvo aquella dignidad, governóla con grande solicitud y cuidado, cuyo principal
intento era convertir almas de la Gentilidad al Cristianismo. De lo cual estando cierto el emperador
Trajano, que se halló en aquella ciudad, mandóle prender, y visto que perseverava en la fe de
Cristo, embióle a Roma para ser echado a bestias fieras. Enbarcóse en Seleucia, y llegó a Esmirna,
adonde, dándole lugar los que le llevavan preso, escrivió una carta a Roma para los cristianos que
allí avía, y entre otras palabras dize éstas: «Desde Siria voy a Roma, peleando de día y de noche,
por la tierra y por el mar, con diez leopardos, que son diez sol- dados
/(282v)/ que llevo de guarda. Si a éstos se les haze bien, tórnanse peores. Su maldad me enseña a ser paciente, aunque no por esto
me tengo por santo. Cuando destas fieras sea libre, pienso caer en poder de otras, que me están
esperando, y querría grandemente que me fuessen muy crueles y que no usassen comigo de la
piedad que an usado con otros mártires, perdonándoles las vidas. Esto no lo permitirá Dios; antes
estoy determinado que, si ellas me perdonaren, yo les haré fuerça para que me despedaçen y traguen.
No os pese, hijos míos, de me oír estas palabras, que yo sé -dize- cuánto vale padecer fuego, cruz,
bestias, el quebrantarme los huessos, descoyuntarme los miembros, y que vengan sobre mí los
tormentos con que atormentan los demonios, con tal que goze de Jesucristo». Estas y otras palabras
les dixo, en que dio muestra del encendido desseo que llevava de padecer martirio. Después, estando
Ignacio en Roma, y viéndose poner en el teatro para ser despedaçado de las fieras, aviéndose
juntado toda la ciudad a fama que el obispo de Siria avía de pelear con ellas, levantó la boz, y dixo:
-Varones romanos que estáis a ver este espectáculo, entended que no me an puesto aquí por
delictos que aya cometido, sino para que desta manera alcance a gozar de Dios, de cuyo amor estoy
prendado. Soy trigo de su era y campo, tengo de ser molido por los dientes de los leones para ser
pan digno de su mesa.
Dicho esto, soltaron algunos leones, que hizieron presa en él y le despedaçaron y tragaron
en un mo- mento, | dexando los huessos. Y, según algunos autores, quedó también el coraçón, en
que estava escrito con letras de oro el nombre de Jesús. Bien se entiende que no se hallara en San
Ignacio desseo tan ferboroso de padecer por Cristo, si alguna cosa le fuera tan dulce como gozar del
mismo Cristo. Es de Simeón Metafraste.
[4] A Laurencio, ilustríssimo mártir, como le fuessen puestos en su presencia diversos instrumentos
con que los mártires eran atormentados, dixo:
-Siempre desseé ser combidado a semejantes manjares.
Preguntóle Decio por otros cristianos, y respondió:
-¿A qué preguntas por los que no mereces mirar, estando sus nombres escritos en el Cielo?
Recibió desto grande ira Decio, viendo que le menospreciava y tenía en poco. Mandóle
herir con duros bastones, abrasar sus costados con planchas de yerro ardiendo, desgarrar su cuerpo
con escorpiones, herir con piedras la boca, y herido y desgarrado desta suerte, estender sobre una
cratícula o parrillas de yerro, y assarle. El valiente soldado de Cristo, burlando de los tormentos,
mirando a Decio, dixo:
-Assado está este lado, bien puedes ya comer dél, y manda que sea buelto deste otro, para
que se sazone y mates en él tu rabiosa hambre.
Y con esto, dando gracias a Dios, que le hizo digno del martirio, dio la alma para recebir
tanto mayor premio, cuanto fueron sus tormentos mayores. Es de Prudencio, en su
Vida.
[5] Román, soldado idólatra, vido cuando San Laurencio estava padeciendo sus mayores tormentos,
que un ángel con un lienço delicado le recogía el sudor de su rostro. Y como fuesse buelto a la
cárcel, entróse con él y hizo que le baptizasse. Y publicando que era cristiano, por mandado de
/(283r)/ Decio fue açotado y descabeçado. Tanto se deleitó de ver aquel gracioso espectáculo que,
esperando premio si padeciesse trabajos, no espantándole los que vido padecer a San Laurencio, se
ofreció a la muerte. Es de Prudencio, en el
Peristemphano.
[6] Hipólito, a quien Laurencio fue dado en guarda, creyendo en Cristo, fue por mandado de Valeriano
Prefecto atado a colas de cavallos feroces, y arrastrado. Y aunque su cuerpo quedó despedaçado, y
él muerto, su fe quedó entera, y el amor que tuvo a Cristo, sin lesión. Es del mismo Prudencio.
[7] Cipriano, obispo de Cartago, de quien ay obras insignes escritas, padeció siendo emperadores
Valeriano y Galieno. Primero fue desterrado, y después, libre del destierro, condenado a muerte. Al
tiempo que oyó la sentencia, dixo: Deo Gracias
, «Sean dadas gracias a Dios». Estando ya en el
punto para ser degollado, pidió a algunos conocidos suyos que estavan presentes unas cuantas
monedas de oro, y diolas al verdugo, como gratificándole la buena obra que recebía dél. Cubrió con
un lienço los ojos, estendió el cuello al cuchillo, y recibió la corona de mártir, tan esclarecido en
constancia para padecer, como en erudición para enseñar. Es de San Augustín, en el
Sermón 118, y refiérelo Prudencio.
[8] San Sebastián, en Roma fue mandado asaetear por orden de Diocleciano Emperador. Vino de
noche Irene, muger cristiana, para dar a su cuerpo sepultura, y hallóle vivo. Llevóle a su casa y
curóle, y desde a pocos días salió en público y reprehendió al emperador la crueldad que usava con
los cristianos. Él se admiró de verle vivo, y como pudiera por esto moverse
| a creer en Cristo, bolvióse más airado y empedernido. Mandó herir con palos y varas a San Sebastián, hasta que dio
la alma. Era tan grande el desseo que tuvo el valeroso mártir de serlo por Cristo, que las saetas
pudieron poco con él, y no descansó hasta verse muerto, que era lo que él desseava, siendo por tal
ocasión. Es de Surio, tomo I.
[9] A Vincencio, mártir español, cuadróle el nombre, porque venció todos los tormentos confessando
a Cristo. Estando levantado en el eculeo, diziéndole por burlar dél Daciano, que era el juez de la
causa:
-¿Dónde estás aora, Vicente?
respondió:
-Estoy en alto, donde a ti, que te precias del mando alto que tienes en la Tierra, te tengo en
poco.
Amenazóle el tirano con mayores tormentos, y dixo el santo:
-No me parecen las tuyas amenazas, sino que me ofreces lo que siempre he desseado.
Desgarráronle con peines y uñas de yerro, quemáronle los costados con hachas encendidas,
abrasáronle su cuerpo todo con brasas, y estando despedaçado, dixo el valeroso mártir:
-En vano trabajas, o Daciano, pues no podrás buscar tan horrendos tormentos que no esté yo
aparejado a padecerlos mayores. La cárcel, las uñas azeradas, los peines de yerro, las planchas
encendidas y la misma muerte, todo es juego y cosa de burla para los cristianos, y no tormento.
Después desto, queriendo regalarle con fingidos modos de caricia y benevolencia, boló su
alma al Cielo, y el que padeció tanto en el suelo, aora reina con Cristo en la Gloria. Dízelo Prudencio,
en su Peristephano, y San Augustín, en el
Sermón doze y treze, De Sanctis.
[10] Mario y su muger, Marta, Audifax y Abacum, hijos suyos, y de nación persas, en tiempo del
emperador /(283v)/ Claudio padecieron martirio en Roma. Dezían públicamente que los Dioses de
los gentiles eran demonios, y exortávalos Marta a que padeciessen tormentos animosamente por el
nombre de Cristo. Apaleáronlos con duros bastones, pusiéronlos en el eculeo, açotáronlos,
abrasáronles los costados con hachas encendidas, desgarráronles los pechos con uñas azeradas,
cortáronles las manos, y colgadas de los cuellos, los truxeron por la ciudad, con pregonero que
dezía ser assí castigados por menospreciadores de sus ídolos. Al cabo fueron degollados, y Marta,
ahogada en agua, dexando exemplo de constante ánimo, porque cuando veía atormentar a sus hijos
y marido, no la dava tanta pena el dolor de verlos padecer, como el temor de pensar si los tormentos
les apartarían antes de la fe que de la vida. Y assí fue tan alegre a la muerte, cuanto estava segura de
ver en salvo aquellas sus prendas caras. Refiérelo Surio, tomo primero.
[11] Ponciano Mártir padeció siendo emperador Antonio en la ciudad de Espoleto, porque, visto
que no quería sacrificar a sus falsos dioses, fue açotado con varas. Hiziéronle passear por carbones
encendidos, fue levantado en el eculeo, desgarráronle con uñas de yerro, hasta parecérsele las
entrañas. Fue puesto en un teatro a ser despedaçado de leones, mas, al que los hombres perseguían,
las fieras perdonaron. Después le echaron en una cárcel a ser muerto de hambre, mas allí le administró
un ángel la comida, y salió vivo al dézimo día, el que tenían ya por muerto y olvidado. Mandóle el
juez echar plomo derretido en la boca, y, como ni desta manera fuesse muerto, cor- táronle
| la cabeça. Bien pudiera el Señor librarle déste, como le avía librado de los demás tormentos, y no lo
hizo, porque, aviendo padecido tantas y tales penas, no quiso su Magestad diferirle el premio, y su
paciencia y sufrimiento breve, remuneróle con premio eterno. Es de Surio, tomo primero.
[12] Aproniamo Romano, oyendo una boz del Cielo que habló con Sisinio Mártir, sacándole de la
cárcel a martirizar, que dezía:
-Venid, benditos de mi Padre, a posseer el Reino que os está aparejado desde el principio
del Mundo;
sin más determinación, se derribó a los pies del mártir, pidiendo que le baptizasse, que quería ser
cristiano. Y, baptizado que fue, con ánimo maravilloso, llegó a Laodicio Pretor, reprehendiéndole
por la crueldad que usava con los cristianos, diziendo de sí que lo era. Fue luego mandado degollar,
con grande contento suyo por verse mártir en el mismo día que se vido cristiano. Dízelo Laurencio
Surio, tomo primero.
[13] Policronio Obispo y Pármenas Presbítero padecieron martirio en Babilonia, ambos varones de
ánimo invencible. Como fuessen mandados prender por Decio, y haziéndole diversas preguntas, y
Policronio a nadie respondiesse, preguntó el emperador si era mudo, y respondió Pármenas:
-Nuestro obispo no es mudo, mas calla por no contaminarse con las palabras y coloquios de
impíos y pecadores.
Enojóse de oír esto Decio, y mandó cortar la lengua a Pármenas y herir con piedras a
Policronio. Fueron luego mandados degollar. El uno no pudo ser forçado a que hablasse, el otro
habló sin temor de quien le podía
/(284r)/ quitar la vida, y con esta constancia de ánimo demonstraron
que el verdadero soldado de Cristo es más fuerte que todo poderío terreno, y que puede ser muerto
y no atemorizado. Es de Marulo, libro quinto.
[14] Marco y Marcelino, mártires, hermanos y naturales de Roma, con grande contento ivan al
martirio. Atormentávanlos, y en medio de los tormentos cantavan con David: «Oh, cuán bueno es y
cuán jucundo habitar junto con los hermanos». Afrentóse Diocleciano viéndose menospreciar de
los que atormentava, mandólos alancear, y assí acabó su tormento y començó su contento. Es de
Surio, en la Vida de San Sebastián, tomo primero.
[15] Tranquilino Mártir, oyendo dezir que Xoe, muger de Nicostrato, avía padecido martirio, en
presencia de algunos cristianos, exclamó y dixo:
-¡Oh, cosa afrentosa de oír, que las mugeres precedan en el martirio a los varones!
Fuese delante del juez, y públicamente confessó que era cristiano, donde fue luego cubierto
de piedras. ¡Oh, loable emulación! Dolióse Tranquilino, no de que fuessen las mugeres fuertes,
sino por ver a los varones cobardes, y assí dio tan ilustre exemplo de fortaleza.
[16] San Cristóval, grande de cuerpo y mayor en fe, tuvo sobre sus espaldas a Cristo, y fixo en su
coraçón, sin dexarle jamás. Llegó en un pueblo de Licia, llamado Amonites, una capitanía de soldados
a prenderle, y viéndole se acobardaron. Mas él, de su gana se ofreció a que le prendiessen y atassen.
Aunque pudo tanto, favorecido de Dios, con los que le llevavan preso, que los libró de las cadenas
de Satanás y los hizo cristianos, y por Cris- to
| padecieron martirio. Él fue açotado con varas de
yerro, abrasada su cabeça con planchas de yerro hechas fuego. Assentáronle en un escaño de metal,
poniéndole fuego debaxo. Fue atado a un palo y asaeteado. Y como siempre se mostrasse constante,
fue degollado. El tirano que le mandó matar avía perdido un ojo, porque de las saetas que tiravan al
santo, una bolvió a él y se le quebró, mas, untado con la sangre del mismo mártir, se le restituyó y
le fue ocasión a que de veras viesse la ceguedad en que estava, y se hiziesse cristiano. Dízelo
Marulo, libro quinto.
[17] Pantaleón padeció martirio en Nicomedia. Mostróse el emperador Maximiano cruel tirano
contra él. Fue atormentado con hachas encendidas, sartenes hechas fuego, plomo derretido, fue
echado en el mar, y a bestias fieras en la tierra. Hizieron una máquina y rueda de cuchillos bien
pesada, para que, atado a ella, bolcándole por una sierra, fuesse crudamente despedaçado. Mas la
rueda, por sí misma, dexando al mártir sin lesión, fue volteando, y llevó tras sí muchos de los
idólatras, que murieron miserablemente. El mismo emperador, viendo esto, temiendo más que era
temido, no le sucediesse algún grave mal por parte del mártir, mandóle degollar. Y ni assí acabara
con él, si no llegara el punto en que avía de ser remunerado. En tal sazón se le concedió al mártir
que muriesse, cuando por premio de su paciencia y sufrimiento devía ser trasladado a la inmortalidad.
Es de Surio, y refiérelo Marulo, libro quinto.
[18] Estéfano, Papa y mártir, fue llevado a un templo de ídolos para que sacrificasse, y él hizo
oración a Dios, cuyo efecto fue que el templo se hun- dió
/(284v)/ y los ministros dél huyeron,
quedando libre el santo Pontífice. Fuese a donde estavan escondidos algunos cristianos, y púsose a
dezir Missa, donde, por mandado de Valeriano, fue una capitanía de soldados que le degollaron en
el altar. Es de Marulo, libro quinto.
[19] Máximo Mártir, siendo emperador Decio y procónsul en Assia Opinio, por su mandado fue
preso y herido con bastones ñudosos, puesto en el eculeo, desgarrado con uñas de alacranes. Él
dezía con boz regozijada que estos tormentos no le dolían, sino que le alegravan. Fue llevado al
campo y cubierto de piedras, y el contento que tenía se le mejoró en gozar de la Bienaventurança.
Dízelo Surio.
[20] Siendo emperador Decio, fue preso en la ciudad de Troade, por mandado de Opimio Procónsul,
Nicómaco. Y como fuesse atormentado gravemente, con impaciencia dixo que sacrificaría a los
ídolos. Quitáronle del tormento y hizo el sacrificio, y en el mismo punto se apoderó dél el diablo y
con rabiosos dolores, él proprio con sus dientes se cortó la lengua, y espiró. El miserable Nicómaco
no mudó los tormentos, sino la causa de padecerlos y el atormentador, ni huyó la muerte, sino que
dexó una felicíssima muerte, y trocóla por otra infelicíssima. No quiso ser contado entre los
bienaventurados, sino entre los réprobos y condenados. Recusó padecer por la fe breves tormentos,
y por la perfidia los padecerá eternos. Perdió la eterna felicidad y gloria, y fue llevado a donde el
fuego que nunca se acaba, abrasa, el gusano inmortal roe, las tinieblas densas escurecen, el hedor
sulfúreo se exala, el espíritu de las tempestades se embravece, y donde habita el horror sem- piterno.
| Todo esto padecerá el que, aviéndole Dios ofrecido con su larga mano la corona del martirio,
vencido de un temor pereçoso y vano, la menospreció y tuvo en poco. Dízelo Marulo, libro quinto.
[21] En el mismo tiempo de Decio fue preso en la ciudad de Camerino Venancio Mártir, y mandado
açotar. Echáronle a los leones, colgáronle de los pies, y debaxo de su cabeça pusieron fuego, que
echava de sí un humo penoso. Quitado de allí, le pusieron en la catasta, estirándole de los pies y
manos, y teniendo fuego debaxo, que se le entrava por su cuerpo despedaçado hasta las entrañas. Al
cabo, fue degollado. Y, con padecer tales y tantos tormentos, nunca negó ser cristiano, ni dexó de
confessar que los ídolos eran demonios. Mostróse más fuerte que todo tormento, y más osado que
todos los atormentadores. Menospreció a César, abraçando a Cristo. Refiérelo Marulo, libro quinto.
[22] San Estacio, con su muger y dos hijos, fue puesto dentro de un buey de metal por mandado del
emperador Adriano, y pegáronle fuego, estando ardiendo tres días, y al cabo dellos, creyendo hallarlos
convertidos en ceniza, viéronlos que estavan muertos, aunque sin faltarles cabello de la cabeça, ni
sentirse en sus cuerpos olor de fuego. Quiso Dios que sus cuerpos quedassen enteros, porque su fe
en creer y su constancia en padecer estuvieron enteras. Es de Marulo, libro quinto.
[23] Marcelino fue mandado herir, por orden de Diocleciano, con las manos de los verdugos en su
garganta, y descalço y desnudo andar y revolcarse sobre pedaços de vidrio. Estuvo en la cárcel sin
darle comida o bevida, y no /(285r)/ pudiendo traer a que adorasse ídolos, mandóle degollar.
Confessóse ser vencido, y si vencía le dexara vivo. Dízelo Marulo, libro quinto.
[24] Cuarenta soldados padecieron martirio en Sebaste, siendo Licinio emperador, y Lisia y
Agricolao, prefectos. Los cuales, como predicassen libremente a Cristo, fueron puestos en un estanque
de agua elada, desde el comienço de la noche hasta la mañana, teniendo fuera della solas las cabeças.
Estavan cerca unos baños, a donde les era lícito passar al que se le hiziesse de mal el padecer por
Cristo tal frío. Uno dellos, impaciente del yelo, salió del estanque para irse al baño, y en entrando
en él, espiró, y los demás permanecieron en el estanque y yelo, cantando loores a Dios. A la tercera
vigilia de la noche baxó una luz sobre ellos, y treinta y nueve coronas en ella. Lo cual visto del
prefecto o principal de las guardas que les tenían a cargo, despertólos a todos, y confessándose por
cristiano, quitóse los vestidos, y dándose por sentenciado, entró en el estanque con los santos mártires,
y teníales compañía en el padecer y en el cantar loores a Dios, esperando ganar la corona que perdió
el que salió de allí y se fue al baño, perdiendo con la corona la vida. Venida la mañana, fueron
sacados del estanque, y perseverando en su propósito, quebrantaron las piernas y dieron a Dios sus
almas, gozando la victoria de tan glorioso martirio. Díxelo San Basilio, en la
Homilía de los cuarenta mártires.
[25] Padeció martirio en Roma el Papa Alexandre, y quedando presos otros muchos cristianos,
Quirino Tribuno, que se avía convertido a la fe, dávales lugar a que se fuessen de la
| prisión y cárcel, y no quisieron. Mandóles sacar después della Aureliano, y atándoles a los cuellos gruessas
piedras, echáronlos en el mar. Pudiéramosle dezir: «¿Por qué te embraveces, o por qué te enloqueces,
o Aureliano? ¿Añades ataduras a los que no quisieron huir, pudiéndolo hazer libremente?
¿Amenázasles con la muerte a los que dessean morir? No ay por qué te gloríes con la muerte de los
justos, pues mataste a los que desseavan ser muertos por gozar de Cristo. Ninguna cosa más felice
les pudo suceder, que tenerte a ti por enemigo. Tomo ira y embravécete, que más daño harás
perdonando, que quitando la vida». Es de Surio, tomo tercero, y refiérelo Marulo, libro quinto.
[26] Tiburcio y Valeriano, como los tuviesse presos en la cárcel Urbano Pretor, preguntóles con qué
ocasión, a los que por sentencia de los emperadores eran condenados a muerte, ellos avían honrado
dándoles sepultura, y respondieron:
-A los que juzgan dignos de muerte los príncipes, porque confiessan a Cristo, nosotros
desseamos ser sus siervos.
Fueron mandados degollar, alcançando corona de mártires, convirtiendo en su triumfo y
gloria la crueldad de los tiranos. Es del Metafraste.
[27] Eleuterio Papa, por mandado de Adriano Emperador padeció el tormento de ser puesto en una
cama o cratícula con fuego debaxo. Sartenes encendidas, hornos ardiendo, todo lo experimentó sin
sentir daño. Atáronle a colas de cavallos feroces para ser arrastrado y llevado de tropel. Quebráronse
las ataduras y quedó libre. Fue puesto entre leones en el teatro, y como no le hiziessen daño,
cortáronle la cabeça. Es del Pontifical
, capítulo 14. /(285v)/
[28] Víctor Mártir, estando en Marsella, por mandado de Maximiano, atándole del pie una soga, fue
arrastrado. Aunque antes que se le acabasse la vida, fue puesto en la cárcel. Baxó allí un grande
resplandor, con el cual refocilado el mártir, y visto por el carcelero, fue convertido con otros ministros
de justicia. A los cuales, viéndolos el emperador constantes en la fe, los mandó degollar. Víctor fue
puesto en el eculeo y atormentado de palos y açotes, de nierbos de animales, y fue buelto a la cárcel,
donde, viendo que le ponían delante de sí un ídolo de Júpiter, y que le mandavan que le adorasse,
derribóle con el pie, y quedó tendido en tierra, pudiendo burlar dél los que le adoravan. Maximiano,
teniéndose por más que su Dios, quiso vengarle la injuria recebida, del que no pudo defenserse a no
caer. Mandó cortar el pie a San Víctor y ponerle debaxo de una rueda de molino, y estando para
espirar, le hizo cortar la cabeça. Víctor quedó victorioso y con corona de mártir muy honrado, y la
afrenta de Júpiter no se vengó, ni tuvo el emperador tanta fuerça, que, atormentando un hombre, le
quitasse la fe, y porque no pudo vencerle, le mató. Refiérelo Marulo, libro quinto.
[29] Adriano Mártir padeció en Nicomedia, el cual, como fuesse prefecto de cierta capitanía de
soldados, viendo la constancia en padecer de los mártires, creyó en Cristo y confessóse por cristiano,
pidiendo que fuesse puesto su nombre entre otros de los cristianos que condenavan, y assí le llevaron
a la cárcel por mandado de Maximiano, para ser atormentado con los demás. Sabido por Natalia, su
muger, la cual era cristiana, muy alegre fue a la prisión a verle, alabó su inten- to,
| animóle a padecer por Cristo, certificóle del premio eterno que conseguiría de su martirio. Y desseando Adriano
que su muger se hallasse a él presente, y viesse su fortaleza, dando fiador de la buelta, fue con
licencia del carcelero a llamarla. Viéndole ella llegar a su casa, creyendo que era causa de su libertad
el aver negado a Cristo, cerró la puerta y no le dexava entrar, llamándole cobarde, «para poco», y
lamentávase, diziendo que pensó ser muger de mártir y hallávase serlo de un renegado. Mas,
certificada de la verdad, abrióle la puerta, abraçóle dulcemente, y junto con él bolvió a la cárcel.
Donde, siendo él herido fuertemente con varas, y quebrantándole las piernas, dexándole casi sin
vida rebolcar en su sangre, ella le halagava y blandamente le animava a que fuesse constante.
Finalmente, como él, aviéndole cortado una mano, espirasse, ella escondió la mano en su seno,
dando gracias a Dios, y después era todo su deleite mirarla, no porque fue de su marido, sino
porque la dio un mártir por Cristo. Admirable fue la virtud de ambos, y mucho de encarecer la de
Natalia. El varón, de su gana se ofreció a la muerte, por vivir con Cristo; la muger determinó trocar
el estado de casada con el de viuda por ver mártir al marido, desseando ser con él atormentada y
muerta. Refiérelo Marulo, libro quinto.
[30] Doroteo y Gorgonio padecieron martirio en Nicomedia. Los cuales, como entre los soldados
romanos se señalassen en virtud y nobleza, procuró Diocleciano apartarlos de la fe, primero con
halagos y caricias, y visto que no aprovechava, atormentólos con el eculeo, con heridas con uñas
azeradas, y añadió dolor a las heridas,
/(286r)/ echándoles en ellas sal y vinagre. Púsolos sobre una
rexa de yerro, y fuego debaxo, y al cabo, con dos lazos les quitó las vidas. No dexó tormento con
que no los provó, procurando de quitarlos a Cristo y hazerlos de su vando. Mas ellos recibieron
estipendio de mejor milicia, y no fue oro ni plata, sino el Reino de los Cielos. Es de Eusebio, en la
Historia Eclesiástica, libro octavo, capítulo sexto.
[31] Nicetas, natural de Nicomedia, padeció innumerables tormentos por Maximino, rey de aquella
ciudad y tío suyo, ayudando a ellos su proprio padre, porque, como hallasse en su casa algunos
ídolos de plata, hízolos pedaços y repartiólos a pobres y necessitados. Sabido por el padre y tío,
mandáronle desnudar y açotar cruelmente. Apareciósele un ángel estando padeciendo este tormento,
y díxole que mirasse al Cielo. Levantó los ojos y vido cierta mano que le ofrecía una corona de
increíble valor y riqueza. Por esta visión fue mayor su desseo de padecer. Mandáronle poner desnudo
y atado sobre una blanda y regalada cama, donde vino una ramera haziéndole grandes amores y
caricias. Mas, visto por él que peligrava su honestidad, y que no tenía otro modo como defenderse,
cortóse su lengua con los dientes, y, sangrienta, le dio con ella en el rostro, por lo cual, llena de
espanto y temor se fue de allí. Mandaron ponerle en una carreta barreada de clavos agudos, las
puntas afuera, y él, desnudo, ligadas las manos, y lleváronla con ímpetu y furia, para que él en ella
se enclavasse y traspassasse su cuerpo todo. Mas, a su oración, las puntas azeradas se tornaron
blandas como cera. Visto que no le dañava este tormento, buscaron otro, y hizieron un
| anzuelo de yerro, y pusiéronsele dentro de la boca, y con una cuerda le levantaron en alto, y estando colgado,
le atravessaron desde el un oído hasta el otro con agujas de yerro hechas fuego. Y fue cosa maravillosa,
que con tales heridas estava vivo. Atáronle de los pies, y la cabeça en baxo. Pusiéronle fuego
humoso, y luego le derribaron sobre una grande hoguera, aunque también salió della libre. Cortáronle
los pies y las manos, y su cuerpo, tronco y mutilado, le revolcaron sobre planchas de hierro hechas
fuego, y desta manera le despeñaron en un carcabón y hoya profunda. Mas sacóle de allí un ángel,
reintegrados todos sus miembros. No cessaron los tormentos, hiziéronle bever veneno, aunque sin
daño de su vida, porque la dio él y resuscitó por medio de su oración a algunos muertos. Y por este
milagro se convirtieron muchos idólatras. Y levantándose motín contra el rey y los de su parte,
aunque pretendió librarse huyendo, no le valió, sino que fue preso y muerto. Nicetas baptizó a
muchos, edificó ciudades y acabó en paz. Graves tormentos padeció este valeroso mártir, y mayores
los padece aora en el Infierno el tirano que se los dio a padecer. Los del mártir tuvieron fin, y los del
tirano nunca le ternán. Dichoso Nicetas, y dichosos los que le imitaren. Refiérelo Marulo, libro
quinto.
[32] Quiriaco, obispo de Jerusalem, el cual primero se llamó Judas, y mostró dónde estava el madero
de la Santa Cruz a la reina Elena, porque no cessava de predicar a Cristo, le mandó prender Juliano
Apóstata, y cortarle la mano diestra. Derramáronle plomo derretido en la boca, abrasáronle sobre
una cama de yerro, aço- táronle /(286v)/
con varas cruelmente. Tenía madre Quiriaco, y llamávase
Ana, a la cual, también porque era cristiana, mandó Juliano colgar de los cabellos y desgarrar con
uñas de azero, y abrasar con hachas encendidas. Muerta la madre, tornó con nuevos tormentos
contra el hijo. Hízole echar en una cueva, donde estavan diversas serpientes ponçoñosas, mas él
quedó vivo y las serpientes muertas. Y, visto por Amonio, encantador, que las avía allí juntado, y
conocido el milagro, convirtióse a Cristo. Quiriaco fue puesto en una caldera de óleo encendido, y
como no muriesse, fue degollado. ¡Oh, invicta fe de varón, que ninguna fuerça fue parte para que
negasse a Cristo! Refiérelo Marulo.
[33] Bonifacio, llegando en la ciudad de Tarsis al lugar donde martirizavan a los cristianos,
osadamente les exortava a padecer, donde, por mandado de Sulpico Presidente, fue puesto en el
eculeo y desgarrado con uñas de yerro, de suerte que se le parecían los huessos, que blanqueavan
entre la sangre. Pusiéronle cañas delgadas por entre las uñas de los dedos y la carne, y derramáronle
plomo derretido en la boca, y pez hecha fuego sobre la cabeça, y al cabo fue degollado. Donde, al
tiempo que le hirieron, tembló la tierra y se convirtieron algunos idólatras, no temiendo tan atroces
tormentos por seguir a Cristo. Es de Surio, tomo tercero.
[34] A Arcadio Mártir, como dize Zenón Veronense, le cortaron las manos y pies, y desmembraron
su cuerpo, y el tronco quedó rebuelto en su sangre. Mas, tan entero dio el espíritu a Dios, cuanto
sufrió pacientemente la mutilación de su cuerpo. Es de Surio, tomo primero.
|
[35] Jacobo Mártir padeció en Persia, y por el género del martirio, unos le llaman el Interciso, y
otros, el Denodado. Éste, confessando a Cristo, fue despedaçado poco a poco. Primero le cortaron
uno a uno los dedos, luego las palmas de las manos, y después, los braços. De la misma forma fue
de los pies y piernas, y del cuerpo le sacaron tiras hasta dexarle hecho tronco, y assí dava loores a
Dios. Ultimamente, le cortaron la cerviz. Esto es padecer por Cristo, y desta manera se camina con
seguridad al Cielo, se gana la compañía de los ángeles y vista buena de Dios. Es de Marulo, libro
quinto.
[36] Martino, siendo moço de poca edad, padeció martirio en Roma por mandado de Marciano
Prefecto. Fue primero açotado con fuertes correas. Atormentáronle en el eculeo estirándole sus
miembros, despedaçáronle con uñas azeradas, atáronle a una máquina o rueda para que le llevasse
tras sí y le desmembrasse, mas fue hecha pedaços divinalmente y él quedó sano de sus heridas.
Parecióle al tirano que era afrenta ser vencido de un niño. Mandó abrir el tronco de un grande árbol
y ponerle dentro, mas detuviéronse las dos partes, sin juntarse, como si les pusieran cuñas, y quedó
Martino sin lesión. Fue puesto en una rexa de yerro, y debaxo fuego para que se abrasasse, y
ayudáronle por la parte superior, derramando sobre él plomo derretido. Aunque no le hizieron
daño, porque vino de repente del río Tiber un braço de agua que apagó el fuego. Echáronle en una
grande sartén para freírle, y por un rocío que baxó del Cielo, no sintió calor. Passáronle a un caldero
lleno de pez ardiendo, y también quedó libre. Fue echa- do
/(287r)/ entre bestias fieras y no le dañaron. Encendieron un horno y estuvo dentro dél todo un día, y esperando que sólo hallarían sus
cenizas, fue visto sin daño. Cortáronle la cabeça, con que tuvieron fin sus tormentos y principio su
Bienaventurança. El cruel Marciano fue castigado de Dios por averse mostrado tan cruel con su fiel
siervo Martino, despedaçándole su cuerpo gusanos, con que murió infelizmente, començando más
infeliz vida, estando señalado para los tormentos eternos. Puédese sacar de aquí documento de
pensar cuán suave es el Señor, por cuyo amor tan horrendos tormentos, ni los niños los temieron. Es
de Marulo, libro quinto.
[37] Vito, niño de siete años, no pudo ser forçado de su inicuo padre para que se apartasse de Cristo,
ni con amenazas ni con açotes. Y porque no siguió a su padre en lo malo, ennoblecióle Dios con
milagros, sanando a un hijo del emperador Diocleciano, que estava endemoniado, y por paga desta
obra, el impío emperador procuró cuanto le fue possible que adorasse ídolos. Y no lo alcançó, antes
quedó dél vencido. Túvole preso, púsole en una olla de pez, resina y plomo derretido, echóle a
bestias fieras, y estendido en el eculeo, fue açotado cruelmente, aunque no pudo ser muerto. Estándole
açotando, dio Vito una grande boz, diziendo: «Señor, líbrame». Y a esta boz, el Cielo atronó, la
Tierra tembló, cayeron los ídolos, y espantado Diocleciano, huyó, y un ángel llevó de allí a Vito,
adonde, como orasse al Señor, pidiéndole que le llevasse para Sí, dio el espíritu. Gloríese el perverso
Diocleciano porque mandava en la mayor parte del mundo, y por aver vencido gentes fortíssimas y
sujetádolas | a su corona, que a solo un niño, que adorava a Cristo, no pudo sujetar; y que temió más
él atormentando, que padeciendo, el santo inocente. Es de Marulo, libro quinto.
[38] Flocelo, moço de diez años, siendo emperador Antonino en la ciudad de Austudino, fue preso
por la confessión de la fe, y llevado en presencia de Valeriano Presidente, y como no quisiesse
adorar ídolos, fue colgado en el eculeo y açotado. Pusiéronle dentro de una cueva con un león,
echáronle en una grande hoguera, claváronle su cuerpo, y de todo salió con victoria. Al cabo, le
condenaron a bestias fieras, donde murió hollado dellas, privándole el aliento y resuello, sin que en
parte alguna de su cuerpo tuviesse herida. ¿De dónde le vino, siendo de tan poca edad, tanta robustidad
de ánimo, tanta fuerça y resistencia, sino de la caridad de Cristo, que es más fuerte que todos los
tormentos? Es de Marco Marulo, libro quinto.
[39] Mamés, niño de siete años, en la ciudad de Cesárea, y Agapito, de quinze, en Preneste,
osadamente se declararon por cristianos, sin que fuerça de tormentos pudiesse hazerles mudar
intento. Privólos la crueldad de los tiranos de la vida, y no de la fe. Si alguno se viere en semejante
trance y dificultad de padecer, acuérdese destos exemplos, y afréntese de ser más flaco que los
niños, y piense que es grande cobardía y falta, a lo menos, el no igualarles. Dízelo Marulo, libro
quinto.
[40] Dionisio Romano fue preso y martirizado por orden del emperador Diocleciano. Apaleáronle,
descoyuntáronle en el eculeo, açotáronle con varas, abrasáronle con hachas en- cendidas,
/(287v)/ pegándoselas a sus costados. Y en lugar de quexarse y mostrar sentimiento, levantava la boz, y
dezía:
-Cristiano soy, y si mil vidas perdiesse, no cessaría de confessar a Jesucristo.
De modo que el emperador no pudo hazerle adorar ídolos, ni que dexasse de confessar a
Cristo, hasta que le mandó cortar la cabeça. Y assí, el que tan osadamente y con tanta perseverancia
se avía allegado a Cristo en la Tierra, felizmente mereció ser juntado con Él en el Cielo. Dízelo
Marco Marulo, libro quinto.
[41] Eustracio, en los Avararicenos, fue preso por Lisia Presidente, y levantado de tierra en el
eculeo, teniendo humo debaxo y fuego. Quitado de allí, fue herido, y su cuerpo hecho una llaga.
Fregáronsele con vinagre y sal. Rompiéronle los pies con clavos, y lleváronle desde la ciudad
Satalia, donde él estava, hasta la de Avaris. Y de aquí, con otros muchos cristianos, fue llevado a
Sebaste, donde por mandado de Agricolao Prefecto, por fuego alcançó la corona de mártir. Los
demás fueron degollados, sino uno llamado Orestes, que, puesto en un lecho de yerro y brasas
debaxo, tanto fue el tormento, que dio la alma. Si fueron grandes estos tormentos, mayor es el
premio de la paciencia. Refiérelo Marulo, libro quinto.
[42] Imperando el mismo Diocleciano, padeció en Espeleto Gregorio, el cual, burlando de las
amenazas de Flaco y Hircano, presidentes, fue abofeteado y apaleado, y assado en unas parrillas. Y
porque se viesse la virtud de la fe predicada por él, a esta sazón tembló una parte de la ciudad, y
cayendo algunos edificios, murieron trezientos y cincuenta idólatras. Espantados los juezes, huyeron.
Cessó la tempestad, y no la cruel- dad |
de los tiranos. No queriendo ofrecer sacrificio a los ídolos
el santo mártir, fue de nuevo herido con varas de yerro y abrasado con hachas encendidas puestas
en sus costados, y al cabo, fue degollado. Muerto el santo, porque su cuerpo no fuesse honrado de
los cristianos, pusiéronle en un teatro para ser despedaçado de fieras, aunque ninguna le tocó.
Flaco, el uno de los juezes que se avía mostrado más cruel con Gregorio, en la misma hora echó las
entrañas por la boca y miserablemente espiró, para padecer mayores tormentos en el Infierno, sin
jamás tener fin. Es de Marulo, libro quinto.
[43] Procopio, llamado primero Neanías, hijo de Teodosia, y capitán de Alexandría, por el emperador
Diocleciano, aviéndose convertido a la fe de Cristo, fue preso por la misma fe y martirizado en la
ciudad de Cesarea. Estava en presencia de Justo Presidente en aquella ciudad, el cual le mandó atar
a un madero, levantado de tierra, y açotar con grande rigor. El tormento iva adelante, por donde
algunos de los que estavan presentes, considerando la edad florida del mártir y su gentil presencia,
derramavan lágrimas de compassión. Y como él los viesse llorar, díxoles:
-Padres y hermanos míos, dexad de llorar por mí, y llorad antes por el error y pérdida de
vuestras almas, porque sólo aquél deve ser llorado, que espera ir a los eternos tormentos, y no yo,
que padesco en esta vida y espero gozar en la otra el premio de Jesucristo, mi Dios, por cuya fe y
servicio lo sufro.
A esta sazón, sus carnes estavan tan despedaçadas que caían en tierra, los huessos blanqueavan
entre la sangre, y el coraçón palpitava, y desta manera fue llevado a una prisión y cárcel, donde le
visitó Jesucristo, le consoló y sanó de
/(288r)/ sus heridas. Passados algunos días, y estando cierto
el presidente que Procopio no era muerto como él pensava, sino que estava vivo, y que por su
ocasión algunas personas, hombres y mugeres, se avían hecho cristianos, a los cuales él hizo matar
con crueles tormentos, mandóle traer a su presencia, y vista su perseverancia, mandóle desgarrar
sus carnes con uñas azeradas, y con ser executado este martirio con grande crueldad, no mostrava
más sentimiento el mártir que si fuera alguna estatua de bronze. La sangre corría en tierra, y la
tornava como un carmesí, y no se oía gemido, ni avía señal de hombre que se quexasse. Mandóle
bolver a la cárcel, y él se recogió a pensar cómo le atormentaría de nuevo. Mas fue muerto de
repente, y en su lugar embió Diocleciano por presidente de Palestina a Flaviano, el cual, llegando a
Cesarea, tuvo diversas pláticas con Procopio, porque se preciava de Retórico, y quisiera con sus
razones aparentes traerle a que adorara ídolos. Y visto que no bastava, mandóle colgar de cuatro
correas y que le açotassen con duros nervios, hasta romperle sus carnes, y que le pusiessen en las
espaldas carbones encendidos. El mártir dezía al juez que en cosa no le podía hazer mayor bien que
en augmentarle los tormentos, para darle mayor merecimiento con Cristo.
-Yo quiero -dixo Flaviano- hazerte esse bien.
Mandó encender un grande fuego, y allí poner unas puntas de azero, y hechas braza, entrar
en sus heridas, y después, que le echassen sal en ellas, También mostró singular paciencia en esto
Procopio. El tirano inventó otro nuevo y estraño tormento: mandó traer allí un altar con cierto
ídolo, también hizo poner lumbre en el altar, y sobre ella quiso que el
| mártir estendiesse el braço, teniendo la mano abierta, y en ella encienso, para que, quemándose la mano, sacudiesse el encienso
sobre las brasas, y desta manera pareciesse que sacrificava. Vista la cautela del juez por el santo
mártir, dexávase quemar la mano y braço, porque el encienso no cayesse en el fuego. Afirmávanse
los presentes de ver esto, glorificávase Cristo, y el demonio se avergonçava. Y como el tormento
durasse, el santo mártir, mirando al Cielo, gemía y llorava, y dezía al Señor, con David:
-Detuviste, Dios Mío, mi diestra; ceñísteme de virtud de lo alto, y no hize cosa indigna de
Ti.
El juez estava confuso viendo la fortaleza del mártir, mas, echando de ver que llorava,
díxole:
-Pues afirmas que no sientes los tormentos, ¿de dónde te han procedido essas lágrimas?
Procopio dixo:
-No quiera Dios, o juez digno de lágrimas, que yo llore por los trabajos corporales, sino
porque, siendo este cuerpo de lodo, el lodo cuando se llega al fuego suele distilar agua. Y cuando
llorasse, tengo razón, considerando que tu alma, por la ceguedad que tiene de adorar demonios, ha
de ir a arder en su compañía eternalmente.
El juez le mandó bolver a la cárcel, y otro día le hizo colgar de los braços en alto, y atar a sus
pies dos grandes piedras, para que con su peso, la composición de su cuerpo se deshiziesse. Después
le echaron en un horno de fuego, y como la llama le perdonasse, mandóle cortar la cabeça. Por
todos estos acueductos fue Procopio a gozar altamente de Dios en su gloria. Es del Metafraste.
[44] Teniendo el Imperio de Oriente Maximino, embió a Alexandría un prefecto llamado Hermógenes,
para que persiguiesse a los cristianos. El cual prendió a Menas, varón excelente y que avía
/(288v)/ tenido govierno en la misma ciudad. Vista su constancia, mandóle atormentar, y fue el principio
cortarle la carne de las plantas de los pies, hasta los huessos. Mandóle luego cortar la lengua. El
santo dixo:
-Aunque me mandasses sacar los ojos, entiende que seré uno siempre, y que no me quexaré
de ti.
Los verdugos le assieron con cierto instrumento la lengua, y sacándosela cuanto pudieron
de la boca, se la cortaron de raíz, y el varón generoso, aunque lleno de angustia, levantava su
pensamiento a Dios, estendía los ojos por el pueblo, y con señales mostrava el arroyo de sangre que
salía de la boca, haziéndolos testigos de su fortaleza y dándoles a entender que en tal empresa
desseava perder la vida. Desto recibió tanto enojo Hermógenes que, por vengarse, le mandó sacar
los ojos, y después de sacados, con la cabeça hazía señas de su esfuerço y dava gracias a Dios, pues
era digno de alcançar tantos premios cuantos eran sus martirios. Desta manera fue llevado a la
cárcel, donde milagrosamente fue sano, y reintegrados sus miembros. Y por su ocasión, el prefecto
Hermógenes se convirtió a la fe, y al cabo, ambos juntos, por mandado del mismo emperador
Maximino, fueron degollados. Refiérelo Surio, en el sexto tomo.
[45] Sustentava el emperador Maximiano grave persecución contra los cristianos, y, estando en
Nicomedia, llegávase el día de la Natividad del Señor, y juntándose en la iglesia catedral de aquella
ciudad el pueblo cristiano para celebrar la fiesta, aconsejaron al emperador que, pues allí estavan
todos los cristianos juntos, hiziesse poner a la puerta de la iglesia un altar con su ídolo, y estando
allí, la gente de su guarda mandasse pregonar
| que los que quisiessen sacrificar al ídolo, saliessen,
y que pusiessen después a fuego a todos los que quedassen. Oyendo esto el tirano, dixo con juramento
que él tenía pensado de hazer lo mismo. Luego se puso a la puerta el ídolo, y el pregonero levantó
la boz, y dixo:
-Oh, hombres, sabed que Maximiano, señor de la redondez de la Tierra, dize que escogáis
de dos cosas la una: o que sacrifiquéis a los Dioses, cuya ara está aquí aparejada, o que todos seáis
abrasados, que también está aparejado el fuego. Mirad lo que os viene más a cuenta.
Hallóse el arcediano en el altar a esta sazón, y puesto a un lado dél y buelto al pueblo, dixo:
-Hermanos míos, conjuntos en el Señor, bien sabéis que, oyendo leer la historia de los tres
moços que fueron puestos en el horno de Babilonia, nos admirávamos de su virtud y fortaleza,
viéndolos en medio de la llama como passearse sobre blanda yerva y luzidas flores, y desde allí
llamavan a todas las criaturas para que en su compañía alabassen al Señor del Universo. A esta
sazón, les juzgávamos por bienaventurados, y desseávamos ser participantes de sus coronas. El
tiempo aora nos llama para semejante muerte, y pues los reyes, aunque difieren en el nombre,
convienen en la infidelidad y crueldad, seamos nosotros semejantes a ellos. Vergüença nos será
que, siendo aquellos de poca edad y solos tres, y no teniendo otro exemplo delante a quien imitar,
huviessen tan bien peleado, y tan dichosamente vencido, y que nosotros, que somos casi
innumerables, y muchos de edad perfeta, y tenemos su exemplo, y otros que imitar, nos mostremos
tan de ánimo cobarde y abatido, que perdamos semejante ocasión de ganancia, como será dar por
/(289r)/ Dios la vida, aviéndola Él dado por nosotros. Él dio muestra en morir por nosotros del amor
que nos tenía. Mostremos nosotros el amor y fe que le tenemos, muriendo por Él. Y esto avía de ser
assí aunque no esperássemos por ello alguna remuneración y premio, cuanto más que la ay, y tan
grande que en su respecto son pequeñas todas las penas y afliciones desta vida. Allí ay Vida Eterna
sin molestia; aquí, breve y trabajosa. Allí, gloria verdadera y perdurable; aquí, falsa y que presto
falta. Las riquezas allí no pueden ser robadas, y el deleite es sin sobresalto; aquí, todo lo contrario.
De gozar nos devríamos por aver hallado ocasión para conseguir tanto bien. Si no lo conocemos,
dignos somos de ser llorados.
Estas palabras y otras semejantes dixo el arcediano, con que incitava a todos los que allí
estavan a tener desseo grandíssimo de morir por Cristo. Y assí levantaron las bozes, y dixeron:
-¡Cristianos somos, cristianos somos, cristianos somos! En ninguna manera, o emperador,
sacrificaremos a tus ídolos.
Entendida esta resolución por Maximiano, mandó poner fuego al templo. Los católicos,
que vieron su muerte cercana, pusieron aparte los catecúmenos, que eran los que estavan
instruyéndose en la fe y no eran baptizados, y como el tiempo quería presteza, los baptizaron y
ungieron con la Santa Crisma, y diéronles el Santo Sacramento del Altar. Acercávaseles ya el fuego,
cantaron el cántico de los tres amigos de Daniel, y dieron al Señor sus benditas almas. El fuego
duró cinco días, y dél salía un olor suavíssimo, y dava un muy apacible resplandor. Lo dicho refiere
Surio en la Vida de Indes y Donna, en el sexto tomo, y della se colige que fueron muertos dentro de
la iglesia, con otros que a esta sazón martirizó en Nicomedia, veinte mil mártires.
[46] Teodoro, capitán de Heraclea, fue llamado por parte del emperador Licino, estando en
Nicomedia. Rogóle que hiziesse juntamente con él sacrificio a los
| Dioses. Teodoro le pidió que le embiasse a su casa los que más preciava, y eran de estima, para zahumarlos y bañarlos con preciosos
ungüentos, y después, estando él presente, ofrecerlos sacrificio. Licino, muy alegre, se los mandó
entregar, y teniéndolos en su poder, visto que eran de oro y plata, en lo más secreto de la noche los
hizo pedaços y repartió a pobres. Passados dos días, Licino hizo llamar al mártir, y díxole:
-Muestra, ínclito y generoso mancebo, la afición y reverencia que tienes a nuestros Dioses,
para que, viendo otros lo que tú hazes, se muestren promptos en su servicio.
Un centurión llamado Maxencio dixo a Licino:
-Por los Dioses, o emperador, que se ha burlado de ti este hombre, porque la noche passada
yo vi la mano de nuestra grandiosa Diana en poder de un pobre mendigo, con la cual iva él muy
contento.
Quedó de oír esto Licino atónito y sin saber qué dezir. Teodoro le dixo:
-Por la virtud de mi Cristo, assí es como dize Maxencio, y que hize muy bien, porque si
estos tus Dioses no pudieron darse fabor assí, ¿cómo te lo darán a ti?
Licino dava bozes como hombre fuera de juizio, y dezía:
-¡Ay de mí, que este hombre ha escarnecido de mí! Y los Dioses que me han faborecido y
por quien he alcançado famosas vitorias, los despedaçó y repartió a gente vil y baxa.
El santo mártir Teodoro dixo:
-Bien contrarios estamos, o emperador, porque tú te deshazes con enojo, e yo me baño de
contento; tú hazes guerra a Dios, yo le alabo con oraciones y cánticos. Honras tú a los Dioses
muertos, yo al Dios vivo. Atento a lo cual, o emperador, no deves sentir tanto lo que hize, que no te
servirá sino de recebir tormento y declarar tus desseos e intentos bestiales.
Quedó Licino de oír esto bramando en ira. Mandó desnudar al mártir, y que cuatro feroces
verdugos, atado pies y manos con nervios de bueyes, le diessen por cuenta seiscientos açotes en las
espaldas, y quinientos en el pecho y vientre. Mandóle luego herir con pelotas de plomo, y desgarrar
/(289v)/ con uñas de azero, abrasarle con hachas encendidas las llagas y raerle la sangre con texas
despedaçadas. Executado todo esto, mandóle poner en una cárcel, con prisiones a sus pies, y que
assí estuviesse cinco días, sin darle a comer cosa alguna. Passado este tiempo, mandó poner al
santo en una cruz, clavándole en ella. Y los verdugos, teniéndole crucificado, le entraron por su
cuerpo un assador de yerro, largo y delgado, cuya punta le salió a lo alto de las espaldas. Truxeron
atrevidos rapazes y mandáronles que le tirassen barro y piedras a los ojos. Otros, con cuchillos le
davan heridas en los lugares más delicados de su cuerpo. Testigo fue desto Augaro, familiar suyo,
que escrivió su historia, el cual afirma que, viendo los grandes tormentos que le davan, y oyendo
sus gemidos, causados de los terribles dolores que sentía, haziendo pausa en lo que escrivía, se fue
llorando a poner a sus pies. El santo soldado de Cristo, con una desfallecida boz, le dixo:
-Augaro, no dexes lo començado, ten sufrimiento, yo te ruego, y escrive los tormentos que
me quedan por padecer hasta la hora de mi muerte.
Luego, llamando a Dios, dezía:
-Señor, ¿Tú no me prometiste de estar siempre comigo? Pues, ¿por qué aora me dexas sin
aver cometido culpa contra Ti? Por tu amor, hombres más feroces que bestias me han herido, la
vista de mis ojos se ha turbado, mis carnes se han consumido, mis cavellos y dientes se caen en el
suelo, el rostro está acardenalado, los huessos secos solamente están colgados de la cruz. Acuérdate,
Señor, de mí, que por Ti he sufrido cruz, hierro, fuego y clavos. No falta sino que recibas mi
espíritu. Ordena lo que fueres servido, que ya se acaba mi vida.
Con esto cessó de hablar, y su cuerpo estava despedaçado. Creyó Licino que quedava muerto,
y assí le dexó colgado del madero, aunque por la visita de un ángel fue sano, y después, por mandado
del mismo Licino, dego- llado. | Dízelo Augaro, familiar suyo, y refiérelo Simeón Metafraste.
[47] Marcos, obispo en Aretusa, ciudad de Siria, varón santíssimo, imperando el Magno Constantino,
el cual dio mandato para que se derribassen los templos de ídolos, aprovechándose dél, derribo un
principal templo que estava en aquella ciudad, dedicado a los falsos Dioses de los idólatras. Sucedió
después que, teniendo el imperio Juliano Apóstata, mudóse la suerte, porque faboreciendo este
tirano a los gentiles y molestando a los cristianos, el Cristianismo se disminuía y el Paganismo
prevalecía. Los idólatras que avían permanecido en Aretusa fueron al emperador y formaron quexa
del Pontífice Marcos, diziendo que les avía derribado su templo. Embióle él a mandar, o que les
reedificasse a su costa el templo, o que pagasse en dinero lo en que se apreciasse el daño que hizo.
Lo uno y lo otro era al santo viejo impossible, por lo cual, aunque él se ausentó un poco de tiempo,
mas sabiendo que por su ocasión y falta que hazía eran perseguidos los católicos que en Aretusa
estavan, bolvió a faborecerlos. Visto de los idólatras, asieron dél, y dándole heridas mortales, le
llevaron por las calles y plaças de la ciudad, no siendo parte sus canas y venerable presencia, ni su
vida aprovada con mil testimonios de santidad, para que viejos y moços no pusiessen en él las
manos. Su intento de todos era vencer un viejo que se atrevía a mostrar fuerças y valentía contra
toda una ciudad. Los hombres de barba llegavan a él y le sacavan las barbas. Los viejos canos asían
de sus canas y a mechones se las repelavan. Las mugeres viejas quebravan en él sus ruecas, y las de
menor edad le quebrantavan y molían el cuerpo a palos, y, cansadas de apalearle, con agujas le
passavan y cosían las orejas. Los niños llegavan con los instrumentos con que escrivían en las
escuelas, que eran unos punçones agudos
/(290r)/ de hierro, y heríanle, y aunque no eran muy
penetrantes las heridas, eran tantas que de todo su cuerpo corría sangre. Añadíase a esto otras
heridas que recebía de las piedras, por donde le llevavan arrastrando. Aviendo dexado en una parte
la mitra sagrada, en otra, el báculo pastoral, y en otra, las vestiduras pontificales, ya dexava su
sangre y pedaços de sus carnes. Estando descoyuntado y que los huessos se le parecían, y no todos
en sus propios lugares, recogiéronle en un serón, y untado todo con miel, le levantaron en alto al
Sol, entregándole a moscas y abejas, que le labraron por su parte, con tormento para el santo viejo
terrible. El cual, formando con su boca desgarrada y bañada en sangre boz flaca y quebrantada,
habló con el pueblo, y dixo:
-Aretusanos, aunque yo padezco, y vosotros me dais a padecer, superioridad y mejoría os
tengo, estando vosotros en baxo e yo en alto.
Viendo los que estavan allí que se burlava dellos, quisieron pagarse, y dezíanle:
-Viejo atrevido y loco, danos el dinero que manda el emperador, y si no, sea la mitad.
Respondíales él:
-Ni un dinero os daré para edificar casa a los demonios, que tales son los Dioses que adoráis.
El prefecto de la ciudad, vista la contumacia del mártir, escrivió a Juliano, dándole cuenta
de lo sucedido, diziendo que era afrenta se diessen tales tormentos a un viejo, y que en padecerlos
los cristianos más se les seguía gloria que afrenta, mostrando tanta constancia sufriéndolos. El
santo viejo Marcos, de los tormentos que avía padecido y heridas que tenía, murió, y dio su alma
gloriosamente al Señor. Es de la Historia Tripartita
, libro sexto, capítulo doze.
[48] Estanislao, obispo de Cracovia, en Polonia, reprehendía a Boleslao, Segundo deste nombre,
rey del mismo reino de Polonia, grandes vicios en que andava, de deshonestidad, forçando donzellas
y deshonrando casadas de toda suerte y condición. Era liberal y dadivoso, era
| sufridor de trabajos, moderado en comer y bever, era benigno y humano con peregrinos y afligidos, grave en su
conversación, blando y suave con los que le comunicavan. Todos estos buenos modos escurecía y
borrava con su desenfrenada luxuria. Al principio, teniendo vergÜença, hazía sus cosas ocultamente.
Después, por la mala costumbre, dávasele poco de que fuessen públicas, ofendiendo los ánimos de
sus vassallos, sin que alguno se atreviesse a retraérselo, por temor de perder hazienda o vida. Sólo
Estanislao, que tenía en poco perder la vida, y en menos, la hazienda, le iva a la mano. Hablóle en
secreto, y declaróle la deformidad del vicio desonesto, lo que dél se murmurava por las plaças, lo
mal que estavan con él los grandes de su reino. Rogóle que, contentándose con su muger, dexasse
las estrañas, donde no, que tuviesse por cierto que incurriría en ira de Dios y en aborrecimiento de
los hombres, con daño notable suyo y de su reino. Oyó esto el rey, y, aunque fue grande la ira y
enojo que recibió, mas dissimulólo exteriormente, considerando que se lo dezía Estanislao, prelado
virtuoso, amador de justicia, y que no le espantarían amenazas. Por lo cual refrenándose, dio algunas
escusas a sus culpas. Mas, ido de allí, con el gusto que recebía del deleite desonesto olvidó las
razones provechosas que le dixo el Santo Pontífice, y adormeció el escrúpulo que se avía engendrado
en su alma. Y no poco se enojava dentro de sí mismo algunas vezes, siendo que sólo Estanislao,
callando los demás, se avía atrevido a reprehenderle sin tener respeto, que a la magestad real, a su
parecer, le era todo lícito. Y assí, estando una señora, llamada Cristina, muger de Mecislao, varón
noble, en el pago o villa saradiense, la cual era muy hermosa, discreta y honesta, pareciéndole bien
al rey Boleslao, quísola para sí. Embióle algunos recaudos tentando su honestidad. Ofrecióle ricos
dones, y no bastando esto, amenazóla, aunque ni lo uno ni lo otro era parte para que
/(290v)/ ella hiziesse lo que no devía, assí por ser muy honesta, como porque el marido, advertido de los intentos
del rey, ponía en su guarda la diligencia que le parecía conveniente. Visto por Boleslao, dando lugar
a su mal desseo y tiránica osadía, embió soldados que se la truxessen por fuerça, como se la truxeron,
no bastando a estorvarlo la defensa que hizo el marido, ni las quexas que ella dava, publicando la
fuerça. Túvola el rey consigo muchos años, y della le nacieron hijos, en los cuales, por justo juizio
de Dios, pareció el pecado del padre, porque assí ellos como los que les sucedieron, y los que se les
juntavan en parentesco y afinidad, vivían enfermos, de una enfermedad que les temblavan los
miembros, tenían las narizes torcidas, y al cabo perdían el juizio y morían locos. Al tiempo que hizo
el rey esta fuerça, quedaron escandalizados los grandes del reino. Temía cada uno que lo mismo
podía suceder por su casa, aunque otro temor que formavan de la ira del rey les hazía callar. Tenía
la primacía de Polonia Pedro, varón docto y de vida exemplar. Ocurrieron a él algunos principales
del reino, assí eclesiásticos como seglares, y encargáronle que, pues le era a él dado por su oficio,
hablasse al rey y le reprehendiesse, de modo que desagraviasse al ofendido y se enmendasse. Mas
él, temiendo ser mártir, no quiso usar oficio de confessor o reprehendedor del tirano. Hablaron a
otros siete perlados del mismo rey de Polonia, y ninguno se atrevió más que su primado. En sólo
Estanislao pusieron todos su esperança, pareciéndoles idóneo para negocio semejante. El cual,
después de aver tenido larga oración, y comunicado el negocio con Dios, fue al rey, acompañado de
algunos hombres conocidos por buenos y virtuosos, clérigos y legos, y estando en su presencia,
hablóle libremente, reprehendiéndole porque a sus primeras culpas huviesse añadido ésta, de hazer
fuerça y violencia a muger casada con persona noble de su reino. Amonestóle que la bolviesse a su
ma- rido | y se enmendasse en adelante, donde no, que entendiesse que le excomulgaría y haría que
le anatematizassen en las iglesias del reino. Oyendo esto el rey, encendido en infernal cólera, dixo
palabras descomedidas al varón santo, llamóle hombre de ruin casta, nacido entre villanos, indigno
de nombre de perlado y digno que por su atrevimiento le fuesse quitada la prelacía, y embiado a
guardar puercos hasta que aprendiesse la reverencia con que se deve hablar al rey. Estanislao, sin
mostrar sentimiento por estas palabras afrentosas, perseveró en amonestar al rey santamente, y
assí, le dixo:
-Bien entiendo que la dignidad real deve ser reverenciada de los inferiores, y en esto no
pienso que he faltado conforme a mi obligación, mas también no ignoro que la dignidad apostólica
en que yo estoy, en muchas cosas se levanta a la real y la excede, ordenándolo assí el Omnipotente
Dios, que los reyes y príncipes estén sujetos a las leyes puestas para lo que conviene a la salud de
las almas por los obispos, aunque sean nacidos en lugar humilde y baxo. Tú, señor, si temes a Dios,
si consideras el estado real en que estás, si tienes respeto a los hombres, si desseas salvar tu alma,
has de confessar que me deves mucho, pues te he dicho lo que conviene a tu honor y vida, y que si
lo recibieres y pusieres por obra, que tu reino será estable, tus súbditos te obedecerán, aplacarás la
ira de Dios, tendrás sucessos prósperos, será dichosa tu vida, y tu muerte, bienaventurada.
Las razones de Estanislao, aunque fueron alabadas de los presentes, conmovieron al rey de
tal suerte que, levantado de su silla con ira grandíssima, dava bozes diziendo que Estanislao le avía
gravemente ofendido, y jurava que se avía de vengar dél. No temía el santo perlado las amenazas
del rey, antes, viéndole que iva cada día de mal en peor, y que llegó su desenfrenada luxuria a tratar
con una bestia que traía consigo, con jaezes y ornatos ricos y vistosos, siendo público, Estanislao le
/(291r)/ excomulgó, y si entrava en la iglesia donde él estava, hazía cessar los Oficios. Una vez que
hizo esto, saliendo de la iglesia el Santo Pontífice, vido la bestia cómplice en el pecado del rey, y
con un zelo santo, llegó a ella, y con un cuchillo le cortó las narizes y orejas. Parecióles a algunos
ser esto demasía en el perlado, y que dava ocasión al rey para que le matasse. Mas otros, con mejor
juizio, dezían que le inspirava Dios a que lo hiziesse, y que era acertado. Sabido por el rey, hecho
un demonio, mandó que luego muriesse. Y Estanislao, forçado de ruegos y lágrimas de sus amigos,
se recogió en un lugar oculto y secreto, y fue en cierta iglesia de San Miguel, que estava en Cracovia,
en un monte alto, y allí se encerró el Santo Pontífice con algunos clérigos y ministros suyos,
ocupándose en oración. No faltó quien avisó al rey dello, y acompañado de la gente de su guarda,
fue allá. Llegó a tiempo que estava diziendo Missa Estanislao. No quiso aguardar a que la acabasse,
sino mandó a los que ivan con él que entrassen y le matassen. Bien sentía esto el Santo Pontífice, y
sin mudar su rostro, sólo levantando al Cielo sus ojos, prosiguió en su sacrificio. Obedecieron los
ministros, entraron en la iglesia, las espadas desnudas, mas sobrevino en ellos un temor tan grande,
que sus miembros les temblavan, y el color de sus rostros se tornó amarillo, y, queriendo herirle,
cayeron en tierra de espaldas, y teniendo lugar de levantarse, tomaron la puerta del templo. El rey
los reprehendió y llamó covardes, y, impaciente sobremanera porque tres vezes acometieron de
matarle y tantas fueron derribados en tierra y salieron huyendo, él entró en la iglesia arrebatado de
furias infernales, siguiéndole sus ministros, y llegando al altar donde el santo varón estava celebrando,
levantó su espada, y con toda la fuerça que pudo, descargó en él un golpe, de que cayó malherido en
tierra el santo mártir, y | antes que acabasse de espirar, le cortó las narizes y labios, en vengança de
su bestia, a quien el siervo de Dios, con zelo suyo, avía hecho lo mismo. Mandó sacar el cuerpo de
la iglesia, y entrególe a sus ministros para que hiziessen en él grandes crueldades, como las hizieron
por complazer al tirano. Diéronle grandes heridas, cortáronle la mano derecha y luego la cabeça,
rayéronle la corona y su cuerpo fue hecho partes. No permitió Dios que en su arcediano ni en los
canónigos, ni en otros ministros suyos que estavan con él, pusiessen las manos, sino que libres se
fueron a sus casas. Ni se contentó el sacrílego tirano con lo hecho, antes mandó que las partes en
que el sagrado cuerpo estava dividido se pusiessen en diversos lugares, para que fuessen comidas
de aves y bestias. Los ministros tratavan de cumplir esto, y acaso un dedo de la mano del santo
mártir cayó en cierto estanque de agua de aquella iglesia de San Miguel, y tragósele un pece.
Dividieron el santo cuerpo, y pusieron bien distantes unas partes de otras. Y el rey bolvió a su
palacio gloriándose de que avía hecho a su parecer una hazaña grande. A los que ayudaron al rey en
esta maldad gratificó con darles licencia que fuessen a las casas del obispo y las robassen, lo cual
ellos hizieron, no perdonando las haziendas y bienes de sus criados y familiares. Y para deshazer su
pecado, dio lugar a que lisongeros falsamente divulgassen graves delictos del santo varón, todo con
mentira y maldad. Dezían dél que no avía de ser llamado pastor, sino opressor, no perlado, sino
perdulario, no padre, sino padrastro, y assí otros semejantes, mandando el rey Boleslao que se
publicasse, para que su fama y buen nombre, o se borrasse del todo, o, a lo menos, en parte se
escureciesse, envidiándole la gloria y título de mártir. Tenía por cierto el rey que su cuerpo el día
siguiente sería comido de aves y perros, mas sucedió de otra suerte, que cuatro caudalosas águilas,
de grande- za /(291v)/ nunca vista, andavan guardándole, de modo que parte alguna no fue tocada
de animales de la tierra, ni de aves del Cielo. Viéronse también la misma noche que baxavan rayos
resplandecientes de lo alto sobre cada parte del santo cuerpo, y parecía estar allí una hacha encendida.
Esto sucedió tres noches, y dio osadía a algunos canónigos y legos, hombres principales de la
ciudad, que, sin temer las amenazas del rey, juntaron todas aquellas santas reliquias, y pusiéronlas
conforme al orden natural que antes tenían, y por milagro se juntaron aquellas partes, de tal suerte
que no parecía señal alguna de herida, y el cuerpo quedó entero, que aun el dedo que se comió un
pece, porque dava de sí resplandor, fue asido y restituido a su mano, sacándosele del buche. Y todo
dava de sí olor suavíssimo. El tirano fue castigado con castigo del Cielo. Andavan espantándole
ciertas figuras y fantasmas, no dándole hora de reposo, después que cometió el homicidio y sacrilegio.
Revelóse su reino contra él, porque el Papa Gregorio Séptimo les puso entredicho, que duró mucho
tiempo. Fuese a Ungría y andávase por los campos, y un día, llevando perros de caça, por ellos fue
muerto y despedaçado. Lo dicho es de Juan Longino, canónigo de Cracovia, que escrivió la
Vida deste santo mártir, y refiérelo Surio, tomo séptimo.
[49] Eusebio, en el libro octavo de su
Historia Eclesiástica, capítulo onze, escrive que en la Tebaida,
que es en Egipto, en la persecución de los emperadores Diocleciano y Maximiano, sentenciaron a
muerte de una vez grande número de cristianos, de todas edades. Eran más que los verdugos, y
todos, de su voluntad, sin otras prisiones que las del desseo de padecer por Cristo, fueron al lugar
del martirio. Començóse la matança, y començaron a cantar loores del Señor por quien morían.
Unos y otros porfiavan sobre quién sería pri- mero
| muerto. Cansávanse los verdugos de matarlos,
embotávanse las espadas e ívase el día, y no se hallava quién de allí se fuesse, pudiéndolo hazer
libremente, ni quién mostrasse temor, sino de ser privados de la corona de mártires, por venir la
noche y no aver verdugos que los acabassen de matar. Dize más el mismo Eusebio en el capítulo
doze, que, en Antioquía, estando atormentando a dos mancebos nobles, pidieron ellos que los
llevassen a un templo de ídolos, y estando al pie del altar un brasero donde se avía de poner el
encienso, los dos valientes Mucios Escébolas de Cristo pusieron con grandíssimo ánimo sus manos
en la brasa, y dixeron:
-Si de aquí las levantáremos, juzgad que avemos sacrificado a vuestro ídolo.
Y dexáronselas quemar sin muestra de dolor. Dize más Eusebio, hablando desta persecución
décima de Diocleciano y Maximiano, que los tormentos con que atormentavan a los mártires eran
espantosos, inventados con industria maliciosa de todo el Infierno, porque, sin las muertes ordinarias
de garrotes, horcas, cruzes, cuchillos y fuego, tenían otros modos de morir, no de presto, sino de
espacio, para que la muerte más se sintiesse. Arañávanles las carnes con caxcos de vasos de barro
quebrados, con que les rompían los cueros y descubrían las entrañas, dexándolos hechos lagos de
sangre. A mugeres honestíssimas, y que de sus rostros no se hallava quién diesse señas por estar
continuamente encerradas en sus casas, colgavan en las plaças desnudas en horcas de un pie, y
teníanlas cabeça abaxo el día entero. A otras llevavan al campo, y buscavan dos árboles que
estuviessen algo cerca, y reclinavan lo alto dellos, juntando el uno con el otro. Atávanlas por los
pies de ambos, y dexávanlos con furia bolver a su natural, llevando cada uno tras sí el medio
cuerpo, muriendo con dolores terribles y no menor afrenta. Y esto, dize Eusebio, no era un día
/(292r)/ y en una muger, sino en muchas y cada día, por todo el año. También dize que açotavan a
los mártires con correas, con varas y con bastones ñudosos. Atormentávanlos en la troclea, que es
la garrucha, levantándolos en alto y desgarrándoles el cuerpo con uñas de hierro, con peines de
azero y con alacranes, que eran unos instrumentos de metal semejantes a las uñas de aquella venenosa
bestia, con que les abrían hasta las entrañas, no dexando en sus cuerpos cosa sana; ni el rostro
quedava sin afear. Cuando los tenían desta forma, atávanlos a una columna, las manos atrás, y
dexávanlos en público para que fuessen vistos de todos y escarnecidos de muchos. Y, si mostrándose
con ellos piadosos, los quitavan de este lugar, llevávanlos a la cárcel, y desnudos los ponían de pies
en cepos, y sus cuerpos recostados sobre texas menudas despedaçadas. Otro instrumento de
tormentos, muy usado de aquel tiempo, nombra Eusevio en este lugar, y dize que en él ponían a
muchos mártires. Llámale ecúleo, y por la vecindad que tiene en lengua latina con
equus, que es el cavallo, algunos dizen que era éste el tormento que en español comúnmente se llama «Potro». Lo
que se colige de diversos martirios de santos es que ponían dos vigas levantadas en alto, y a éstas
atavan al santo de los braços, y, estando bien alto del suelo, hazía forma de cruz. Poníanle a los pies
pesas con que le descoyuntavan los miembros. Ayudávanle a padezer juntándole hachas encendidas
a los costados; otras vezes, planchas de hierro o sartenes hechas fuego, con que le fregavan costados,
pecho y vientre. El tormento era tal, que muchos morían en él. La catasta era una máquina de
madera en que tendían al mártir, y atándole a los braços y pies cordeles, estiravan dellos por contrarias
partes con tornos, de modo que les sacavan los huessos de sus lugares, y era tormento excesivo.
Otras vezes der- retían | plomo y derramávanselo en la boca. Adelante dize este autor que a muchos
les cortavan las narizes, orejas, manos, o los dedos. A otros les sacavan el un ojo, y deste modo los
dexavan ir, hechos espectáculo de risa y escarnio. Llamávanlos a éstos confessores, porque avían
confessado a Cristo, Nuestro Redemptor, en presencia de los tiranos, y no mártires, por no aver
muerto en el martirio. Y destos se vieron muchos en el Concilio Nizeno, adonde el muy piadoso y
católico emperador Constantino, viéndolos, llegava a ellos y les besava el braço donde faltava la
mano, y el rostro donde faltava el ojo. Añade Eusebio que a otros les ponían cañas agudíssimas
entre las uñas y la carne, y a otros, hierros ardiendo por sus cuerpos. A otros echavan a bestias fieras
en públicos teatros. A otros, con pesas a los cuellos, lançavan en el mar. Despeñavan a muchos y
atavan a algunos manos y pies, teniéndolos desnudos, y, tendidos en el suelo, salariavan malas
mugeres para que los solicitassen y forçassen, donde, perdiendo la castidad de que tanto se preciavan,
acabassen con ellos que sacrificassen; y huvo algunos que, cortándose las lenguas con los dientes,
las tiravan a aquellas rameras, con que las confundían y echavan de sí. Con semejantes tormentos,
y otros, tan severos y atrozes, atormentavan y quitavan las vidas a los mártires los tiranos. A ellos
les hazían ganar más Cielo, y los tristes y miserables atormentadores ganavan más Infierno y acabavan
de ordinario mal, como acabó Diocleciano, que fue quien más en esto se mostró cruel y sin piedad,
que, aviendo de su voluntad y gana (a lo que dio muestra) dexado el Imperio, y persuadido a su
coadjutor Maximiano que le dexasse, viviendo privadamente, murió, como dizen Eusebio y Nizéforo,
padeciendo terribles dolores, siendo principio de los que su desventurada alma iva a padecer en el
Infierno. De Maxi- miano /(292v)/ dize también Nizéforo que murió ahorcado.
[50] Queriendo mostrar los pérfidos judíos el aborrecimiento y ojeriza que tienen con los cristianos
y con Jesucristo, verdadero Dios y Señor Nuestro, diversas vezes refrescan su passión y muerte en
niños, hijos de católicos, como se vido en que, haziéndose de concierto algunos conversos dellos,
naturales de La Guardia, Tembleque y el Quintanar, pueblos cercanos a Toledo, llevaron de la
misma ciudad de Toledo un niño, de edad de tres o cuatro años, llamado Juanico, y fueron con él a
una cueva que está cerca de La Guardia, camino de Ocaña, y allí hizieron una cruz de la escalera de
un carro que truxeron de un molino, y, desnudando al niño, pusiéronle una soga al cuello, y,
tendiéndole en la cruz, el rostro en alto, con otra soga de esparto le ataron piernas y braços, y luego
le enclavaron pies y manos en ella. Y un converso, vezino de La Guardia, sangró al niño, rompiéndole
con un cuchillo las venas de los braços, y recogió la sangre en un caldero. Luego, con una soga en
que estavan dados algunos ñudos, le açotaron. Pusiéronle assí mismo una corona de hiervas espinosas
en la cabeça, repeláronle los cavellos y hiziéronle muchos malos tratamientos, escupiéndole y
abofeteándole, y diziéndole palabras de oprobios y denuestos; todo lo cual pretendían hazer en la
persona de Jesucristo. Avían dado nombre de Pilatos a uno de los que estavan presentes, y dezíanle
los otros a bozes que le crucificasse, y añadían grandes afrentas y blasfemias contra Jesucristo.
Después desto, uno dellos abrió con un cuchillo el costado izquierdo del santo niño inocente por
debaxo de la tetilla, y le sacó el coraçón, y con esto acabó de espirar, lo cual todo fue hecho en
vituperio de la Passión de Jesucristo. Tomaron luego que fue muerto el santo niño inocente su
cuerpo, y enterráronle cerca de una viña. Algunos días se encubrió esta maldad, mas al fin se
entendió, y vino a noticia de los in- quisidores
| que a la sazón residían en la ciudad de Avila. Fueron
presos los delincuentes y, comprovado el delicto, salieron el año de mil y cuatrozientos y noventa y
uno en acto público de Inquisición los que dellos estavan vivos, y de otros que avían muerto, sus
estatuas. Y leídas sus sentencias, fueron entregados a la justicia seglar y quemados. Lo dicho se
coligió de una relación que se puso el año de mil y quinientos y sesenta y nueve en la ermita y cueva
del Santo Inocente, por orden del licenciado don Sancho Busto de Villegas, Oidor que fue del
Supremo Consejo de la Inquisición, y después obispo de Avila, siendo governador en el arçobispado
de Toledo.
[51] Vicencio Balvacense, en su Espejo Historial
, libro veinte y nueve, capítulo veinte y cinco, dize
que ciertos judíos que vivían en París, todos los años matavan un cristiano el Jueves de la Semana
Santa, o el día siguiente, Viernes de la Cruz, en oprobio de la religión cristiana. Destos martirizados
fue uno San Ricardo, cuyo cuerpo dize que está en la iglesia de San Inocencio en París, y ha hecho
Dios por él muchos milagros.
[52] En la ciudad de Trento, que está puesta entre Italia y Germania, y passa el río Lavisio por ella,
en el año de mil y cuatrozientos y setenta y cinco, un martes de la Semana Santa, juntáronse algunos
judíos que vivían en aquella ciudad en casa de uno dellos, llamado Samuel, y concertaron de hazer
lo que otras vezes avían hecho, de matar un niño cristiano, tomando a su cargo uno dellos el buscarle.
Y assí lo hizo, que, passando por una calle llamada de las Fossas, vido un niño assentado sobre un
madero a la puerta de su casa, cuyo nombre era Simón, de veinte y nueve meses, y muy hermoso.
Asió dél y llevósele, halagándole con una moneda de plata que le dio, y assí llegó con él a casa de
Samuel, y allí se entretuvo con ubas, passas y mançanas. La madre del niño, echándole menos, y no
hallándole en las casas de la vezindad, andava por la ciudad dando bozes
/(293r)/ y arañándose el rostro, buscándole. Algunos le dezían que le buscasse entre los judíos, que ellos le avían hurtado
para crucificarle aquella semana. Y, a la noche, un judío viejo llamado Moisés, y que se preciava de
profeta, asió del niño, y, cercado de todos los otros, se fue a un aposento que estava antes de otros,
que llamavan Sinagoga. Assentóse en un escaño, y tomó el niño sobre sus rodillas, y levantándole
los pañales, con un cuchillo le circuncidó. Y para que no diesse bozes, le apretó el cuello con un
paño de narizes, y hirióle luego en la mexilla derecha, cortándole un pedaço de carne, y recogían la
sangre en un vaso. Luego, con unas tenaças, uno a uno llegavan y desgarravan un poco de la viva
carne del niño, donde tenía la herida, hasta que se le hizo una abertura del tamaño de un huevo, Y si
dándole lugar el lazo que tenía al cuello, despedía algún gemido, apretávanle con las manos la
boca, de modo que le dexavan casi ahogado. Luego, el crudelíssimo Moisés tomó la pierna derecha
del niño, y, puesta sobre la suya, le dio otra cuchillada por la parte de detrás, y con las tenaças le
ivan también arrancando pedaços della. Hecho esto, el inicuo viejo Moisés tomó de un braço al
santo inocente, y Samuel de otro, y estirando cada uno por su parte, le tenían como crucificado, y
dixeron a los que allí estavan que con agudas y penetrantes agujas le hiriessen por todo el cuerpo.
Y assí lo hizieron, que desde la cabeça hasta los pies le dieron inumerables heridas, y dándoselas,
dezían:
-Como fue muerto Jesús, Dios de los cristianos, matemos éste, y con él sean confundidos
nuestros enemigos.
Avía durado este terrible tormento más de una hora, y los pérfidos judíos estavan cansados
de herir al santo niño. El cual, a esta sazón, levantó los ojos al cielo, pareciendo que pedía fabor, y
luego reclinó la cabeça y espiró. Moisés, y todos los que allí estavan, levantaron las manos en alto,
dando gracias porque avían hecho semejante sacrificio, tomando vengança de los cristianos. El
santo cuerpo del niño, tornando a poner- le
| sus vestidos, le echaron en el río que se dixo que passa
por la ciudad, y, hallado, por la sospecha que dellos tenían y heridas que vieron en él, junto con que
fueron judíos los que llevaron la nueva al obispo, diziendo que avían hallado aquel niño muerto en
el río, pensando por aquí mejor dissimular el negocio, fueron presos algunos dellos y atormentados,
y en el tormento confessaron la verdad, y assí, los delincuentes perdieron las vidas, y también las
almas, muriendo en su obstinación y pertinacia. El santo niño inocente Simón resplandeció por
milagros, y el Martirologio Romano le celebra por santo, en veinte y cuatro días de março. Refiere
lo dicho Surio, en el segundo tomo.
[53] Fray Alonso de Espina, en su tercero libro, llamado
Fortalitium Fidei, dize que por los años de
mil y cuatrozientos y cincuenta y seis, en la ciudad de Ancona, que es en Italia, mató un judío a un
niño, con intento de hazer mal a los cristianos con el coraçón dél, y que fue descubierto por un perro
grande o lebrel, que vido la cabeça del niño y la sacó en la boca a la plaça, donde se la quitaron, y
por el rastro de la sangre se conoció el malhechor, y fue castigado.
[54] El orden que he llevado en este Discurso del Martirio
ha sido escrivir, no de todos los mártires,
sino de algunos cuyos martirios fueron extraordinarios y muy rigurosos, y en esta cuenta entran los
cartuxos de Inglaterra y algunos otros religiosos de que se hará aquí mención. De todos fue una
misma la ocasión, de no seguir la cisma y error que en aquel reino se ha sustentado por el rey
Henrique, Octavo deste nombre. El cual, porque el Romano Pontífice afeó y tuvo por malo un
casamiento que él hizo, dexando a su propria muger, doña Catalina, y casándose con Ana Bolona,
y como se fulminassen censuras contra el rey, vino él a quitar la obediencia al Papa, diziendo que él
lo era en su reino, y cabeça en lo seglar y eclesiástico. Y quiso que todo su reino tuviesse este
parecer cismático y herético, y mu- chos
/(293v)/ que lo contradixeron fueron muertos con muertes
crudelíssimas. Y entre otros fueron señalados del Orden cartusiano Juan Houthon, prior de Londres,
Roberto Laurens, prior de Belvalle, y Augustino Ubebster, prior de la Visitación, todos tres con un
religioso del Orden de Santa Brígida, cuyo nombre era fray Reginaldo. Después de averlos tenido
presos algunos días, perseverando en no dar firma por el rey, condenáronlos en su consejo a muerte,
y assí fueron sacados en unos cestos de mimbres, los rostros al Cielo, y atados por los pies a colas
de cavallos. Lleváronlos arratrando por la ciudad hasta el lugar del martirio, ahorcáronlos, y antes
que acabassen de espirar, los derribaron en tierra, y el verdugo les abrió por delante y les arrancó el
coraçón. Hiziéronlos cuartos, y sus carnes, puestas en grandes calderas y fuego, al primer hervor
las sacavan y ponían en palos por diversas partes. Deste suerte se huvieron con muchos otros
religiosos de diversas órdenes, y por la misma ocasión fueron degollados Juan Sischero, obispo
rofense y Tomás Moro, cancelario del reino. Cessó esta persecución en el tiempo que tuvo la corona
de aquel reino doña María, hija del mismo rey Henrique y muger que fue del católico rey don
Filipe, y por su muerte quedó el reino en su hermana Isabela, que bolvió la misma cisma y heregía
en el reino. Y en el tiempo que tuvo señorío en él fue grande el número de los cristianos que
martirizó, y entre otros a Edmondo Campiano, natural de Londres y religioso de la Compañía de
Jesús, muy docto y muy siervo de Dios, el cual, andando, aunque encubiertamente, predicando en
Inglaterra y procurando la salud de las almas de sus coterráneos, los ingleses, fue presso y
atormentado, ya en el eculeo, levantándole con cordeles en alto y estirándole su cuerpo, poniéndole
pesas a los pies, ya en la catasta. Y fue éste un tormento terrible, porque teniéndole desnudo, por
partes contrarias le estiraron braços y pies con tornos. Y afir- mó
| el que le dio el tormento, que, teniéndole en él, le avía hecho crecer su cuerpo una cuarta de vara, desencaxando los huessos de
sus lugares, y assí quedó desta vez tullido sin poder menear las manos o pies. Y assí, preguntándole
el carcelero cómo se sentía de los braços y piernas, respondió:
-No me siento mal, porque no los siento.
Después desto, el primero día de deziembre del año de mil y quinientos y ochenta y uno, fue
sacado el padre Edmondo Capiano con otros tres sacerdotes de la prisión de Londres, y pusiéronlos
en unos cestones atados a colas de cavallos, y lleváronlos arrastrando hasta un lugar llamado Tiborno,
donde los ahorcaron, y después acuartearon. En la Primera Parte del
Flos Sanctorum, en la Vida de Bruno, y en la Tercera, en la del mismo Edmondo, se dixo esto todo más a la larga, y allí se pusieron
los autores.
[55] Sin los que avemos referido que padecieron martirio en obra y por efecto, algunos santos ha
avido que en la voluntad y desseo fueron mártires, como Santo Domingo, padre y fundador del
orden de Predicadores. El cual, cayendo en poder de hereges en cierto camino que hizo, dixéronle:
-¿Qué harías sabiendo que te queremos matar?
Respondió:
-Rogaríaos que no me matássedes de una vez, sino poco a poco, cortando mis miembros
uno a uno y poniéndolos delante de mí, y luego me sacássedes los ojos, y aviéndome dexado un
poco de tiempo rebolcar en mi sangre, me acabássedes de matar, por amor de mi Señor Jesucristo.
Oyendo esto los hereges, quedaron espantados, considerando ánimo tan valiente, y dexáronle.
El Patriarca San Francisco también tuvo desseos eficaces de ser mártir, pues por este fin y con este
intento fue a tierra de Suria, entre paganos, a predicar y convertir almas, de donde bolvió sin el fin
que pretendía, aunque con mucho mérito, por la voluntad eficaz que tuvo en este particular. Véanse
las Vidas destos dos santos Patriarcas.
[56] Ya se ha dicho de varones; biene ao- ra
/(294r)/ su lugar a mugeres santas. Entre las cuales, la
Reina y Señora es la Sereníssima Emperatriz de Cielos y Tierra, la Sereníssima María, Madre de
Dios y Señora Nuestra, la cual, aunque no acabó la vida por martirio dado por mano de tirano, mas
el título de mártir y el mérito de martirio dévesele por lo que padeció al pie de la Cruz, viendo lo
que en ella padecía su Soberano Hijo, a Quien amava más que ningún hombre ni ángel le amó, y,
llegando el dolor a donde llega el amor, fue el sentimiento desta Señora, viendo a su Hijo y a su
Dios morir, tan grande, que bastara a quitarle muchas vidas. Y assí, el dexar de morir en tal sazón
fue como por milagro, y por lo mismo se le deve lo que se le devía si muriera. San Augustín y
muchos otros santos llaman mártir al Evangelista San Juan, por el aver sido puesto en la tina de
óleo hirviendo, donde muriera si Dios no le sacara della vivo por milagro. Pues, aviendo ya él
ofrecido su vida al martirio, y sentido los espeluços de la muerte, y quedado por milagro con vida,
el premio y nombre de mártir justo es que se le dé. Santa Tecla no murió en el tormento, y porque
padeció tres, que cada uno bastara a quitarle la vida, y fue libre por milagro, la iglesia le da nombre
y título de mártir. Assí, también la Madre de Dios, que muriera viendo morir a su Hijo por ser
excesivo el amor que le tenía, si la conservó Dios la vida, justo es que no se le niegue el nombre y
mérito de mártir. Y assí, dixo muy bien el que advirtió que de la manera que ponen a San Pablo una
espada en la mano, a San Laurencio, unas parrillas, a San Esteban, piedras, y peines a San Vicente,
porque fueron estos los instrumentos de sus martirios, poner a la Virgen en sus braços a su Bendito
Hijo, es de notar que fue su martirio el verle morir en una Cruz.
[57] Santa Tecla Virgen, aquí nombrada, fue convertida a la fe por la predicación del Apóstol San
Pablo. Dedicóse a | Cristo, y repudió un moço a quien estava prometida por esposa. Fue acusada
delante de Alexandre Procónsul, y condenada a quemar, mas el fuego, con agua que cayó de repente,
se apagó, y ella quedó libre. Tornáronla a prender, y fue echada a bestias fieras, mas entre leones y
ossos permaneció segura. Derribáronla en una hoya, donde avía grande copia de serpientes, mas
estando allí la santa donzella, todas murieron. Fue puesta al encuentro de ferozes toros atada, mas,
rotas las ataduras, quedó libre, y espantados los presentes, diéronla por libre. Esto passó en Iconio,
y de allí se fue a Seleucia, donde con su conversación muchos se convirtieron a la fe, y allí trocó la
vida temporal por la Eterna. Tuvo su coraçón aparejado a padecer por Cristo todos los tormentos
possibles, si el Señor no la librara dellos, procurando el bien de las almas de muchos, conservándola
su vida, aunque enriqueziéndola a ella con el premio del martirio, del cual por milagro fue libre.
¡Oh dichosa donzella, que no sintió el último dolor del martirio muriendo, y mereció recebir el
premio! Es de San Ambrosio, en el libro segundo
De Virginibus.
[58] A Santa Bárbara persiguó cruelmente su padre, hiriéndola y llevándola de los cavellos a
Marciano, presidente de Alexandría, para que la atormentasse. El cual, viendo que no la podía
hazer sacrificar, mandóla açotar con açotes hechos de nervios de búfalo, y poner en la cárcel. Y por
su paciencia mereció ser visitada de Cristo, que con su presencia le quitó los dolores y sanó las
heridas. Sacáronla de allí, y ella iva gozosíssima al martirio, donde sufrió hachas encendidas, golpes
de martillos de yerro y crueles açotes. Para darle estos tormentos, desnudáronla, y sintió más por su
vergüença y honestidad el verse desnuda, que los dolores. Hizo oración a Dios, y vídose cubierta
con una estola o túnica blanca traída del Cielo. Fue últimamente sentenciada a degollar y el padre
quiso ser el verdugo. /(294v)/ Y dello llevó la pena, cayendo sobre él un rayo que le quitó la vida, y
tan presto como la hija fue llevada al Cielo, el padre decendió al Infierno. Es del Metafraste.
[59] Santa Agata Virgen mostró assí mismo grande constancia en el martirio. Amenazóla de muerte
Quinciano, procónsul de Sicilia, si no ofrecía sacrificio a los ídolos, y respondió que ella le ofrecía
a Dios verdadero, y no a los demonios. Fue atormentada en el eculeo, y estiráronle sus miembros
con cuerdas. Ella dezía que se deleitava con las penas, porque assí como el trigo no es llevado a la
trox si no se trilla y avienta primero, assí ella no sería llevada al descanso de la Bienaventurança si
primero no era provada con tormentos y penas. Mandóla el cruel tirano cortar uno de sus pechos y
llevar a la cárcel, donde el Apóstol San Pedro la curó. Salió otro día sana, con admiración de
Quinciano viéndola, y por su mandado fue puesta sobre carbones encendidos, mezclados con pedaços
de texas agudas, y rebolcado su cuerpo desnudo allí, y quedó herido y abrasado. corriendo dél
arroyos de sangre que apagavan el fuego. No quiso la tierra sufrir semejante crueldad, tembló
reciamente y derribó un muro, que quitó la vida a personas estimadas de Quinciano. La santa virgen
fue buelta a la cárcel, donde hizo oración al Señor y murió en paz. Y no careció en su muerte de
loores de ángeles, porque le pusieron en su sepultura una tabla de mármol que declarava cuán
agradable avía sido a Dios aquella santa donzella. Y si en la sepultura estuvo gloriosa, ¡cuán felice
reinará en el Cielo! El perverso Quinciano pagó la crueldad que usó con la sancta, derribándole un
cavallo a la passada de cierto río, donde acabó la vida miserablemente. Es de Surio, tomo primero.
[60] Santa Inés, donzella romana, de edad de treze años salió victoriosa contra los que hazían
guerra a su honestidad. Fue llevada por fuerça al lugar de las malas mugeres, y con virtud del Cielo
que- dó | libre de toda afrenta. Después, por mandado de Aspasio Tribuno, porque con fessava a
Cristo, de Quien dezía ser esposa, fue echada en una hoguera. Mas, dividiéndose la llama, abrasó a
los verdugos, y quedó ella sin daño. Mostrándose Aspasio encendido más en ira que las mismas
llamas, mandóla degollar. Admirémonos, si los varones temen los tormentos, viendo una donzella
en tan tierna edad con tanta constancia, que quiso más ser atormentada y muerta que perder el
estado de virgen o la Fe de la cristiana religión. Es de San Ambrosio, en el
Sermón noventa, y en los Oficios, capítulo cuarenta y cuatro.
[61] Santa Cecilia Romana dedicó a Cristo su virginidad, y alcançó triumfo en el martirio. La cual,
estando prometida por esposa a Valeriano, y llegado el día de las bodas, viéndose en su aposento a
solas con él, persuadióle a que recibiesse la Fe de Cristo, con Tiburcio, su hermano, y ambos
alcançaron corona de mártires. Y la santa donzella, porque dezía que los dioses gentílicos eran
estatuas vanas, por mandado de Almaquio fue puesta en una hoguera, y no tocándole el fuego, hizo
que muriesse a cuchillo. Hiriéronla tres vezes, y quedó tres días con vida, porque ordenó Dios que
no muriesse cuando el verdugo quiso, ni passasse su vida de cuando a ella le convenía morir, y assí
no se gloriasse el sayón de averla muerto, ni ella se doliesse de avérsele dilatado el premio del
martirio y de la conservada castidad. Es de Marco Marulo.
[62] Santa Caterina, más ilustre en santidad que en linaje, aunque hija de rey, hermosíssima entre
todas las donzellas de Alexandría y más virtuosa que hermosa, como Maximino Emperador forçasse
a muchos cristianos que sacrificassen ídolos, púsosele delante y reprehendióle por ello, confirmando
en su Fe a los mártires. Arguyó con los filósofos y venciólos, de suerte que, tomando nuevo acuerdo,
ofrecieron sus vidas por /(295v)/ el nombre de Cristo, que antes impugnavan. Y por el mismo Señor
padeció la santa virgen heridas de escorpiones, y en la cárcel, hambre y sed, donde la visitó un
ángel y dio de comer. Allí se vido con ella la emperatriz Faustina, muger de Maximiano, y Porfirión,
su capitán, los cuales, con dozientos soldados, creyeron en Jesucristo, y por ello Catarina fue atada
a una rueda de navajas para ser despedaçada por ellas cruelmente. Mas por virtud del Cielo la
máquina fue desecha, en daño de los que la governavan y de muchos idólatras, quedando Catarina
sin daño. Y por este hecho muchos creyeron en Cristo, y la emperatriz y Porfirión fueron martirizados.
Aviendo la santa donzella llevado delante de sí tanta gente del Cielo, y desseando acompañarlos,
fue descabeçada, y de la herida manó leche para testimonio de su virginal pureza, y el cuerpo fue
llevado por ángeles al monte Sinaí. Es del Metafraste.
[63] A Santa Lucía, virgen siracusana, mandó Pascasio, procónsul de Sicilia, llevar al lugar de las
malas mugeres. Mas, ni por fuerça de hombres, ni de bueyes que tiravan della, pudo ser movida de
un lugar. Mandóla cercar de leña y poner fuego, y entre las llamas estava libre, sin sentir calor,
dando gracias a Dios. Estava como loco furioso Pascasio, sin saber qué hazer, avergonçándose de
ser vencido de una donzella, y entretenido en este cuidado, uno de los lictores atravesó con su
espada el cuello de la santa virgen, aunque no despidió el alma hasta que le fue administrado el
Santíssimo Sacramento de la Eucaristía de mano de un sacerdote. Y acompañada con él, boló al
Cielo, cuya Fe en la Tierra, siendo atormentada, no dexó. Es de Lipomano.
[64] Santa Dorotea Virgen fue presa en el nombre de Cristo, en la ciudad de Cesarea de Capadocia,
y atormentada de Fabricio Prefeto. Sentencióla a ser degollada, e iva contentíssima, diziendo que
presto se hallaría con su Esposo en el |
Paraíso, lugar de grandes deleites y recreos, donde siempre
ay flores y frutas de todas maneras. Oyóle dezir esto Teófilo Escrivano, y haziendo burla, díxole:
-Pues cuando estéis en esse lugar que dezís, señora donzella, recebiré mucha merced que
me embiéis de essas frutas y flores.
Ella respondió:
-Porque creas que te digo verdad, yo lo haré assí.
Siendo degollada Santa Dorotea, y estando Teófilo en la audiencia entendiendo papeles y
negocios, que también era letrado causídico, tiróle de la capa un niño hermosíssimo y apartóle a
una parte, y diole una cestica en que ivan tres rosas y tres mançanas, fruta de verano, diziéndole que
Dorotea se las embiava del Paraíso de su Esposo. Viéndolas Teófilo, y siendo tiempo de Invierno,
cuando no se halla cosa semejante, y que lo que él dixo de burla por parecerle impossible salía de
veras, considerando bien el negocio y faborecido de Dios, hízose cristiano y padeció martirio. Y si
a Teófilo le movieron las rosas y fruta, muévanos a nosotros los milagros de los santos, para no
temer de padecer por Cristo todo lo que puede suceder. Es de San Isidoro en su
Breviario, y de Eusebio, en la Historia Eclesiástica
, libro octavo, capítulo diez y siete.
[65] Ni se callará aquí de Santa Apolonia, donzella, aunque grande en edad, de Alexandría, a quien
la crueldad de Decio César pudo arrancarle los dientes y abrasarla en fuego, sin que hiziesse falta
en la fe. Es de Eusebio, libro sexto, capítulo treinta y uno.
[66] Santa Juliana Virgen menospreció el casamiento de Eleusio, prefecto de Nicomedia, y
confessando a Cristo por Dios, padeció açotes de varas y plomadas. Apareciósele el demonio en
especie visible, queriendo ponerla asombro y espanto, y ella, con ánimo estraño, le ligó y echó en
un lugar inmundo. Tornaron de nuevo a atormentarla con ruedas, con plomo derretido, y al cabo le
cortaron la cabeça. Y con esto fue juntada a Cristo
/(295v)/ su cabeça, por gloria, la que ya estava
junta a él por gracia; tan felice en la muerte, cuanto en la vida se mostró constante. Es de Surio,
tomo primero.
[67] Santa Margarita, esposa de Cristo, siendo amada de Olibrio, prefecto de Antioquía, y tenido
della en poco, sabiendo que era cristiana, trocó el amor en aborrecimiento. Mandóla colgar en el
eculeo, açotar con varas, desgarrar con uñas de azero, y después desto poner en la cárcel, donde un
dragón la tragó; mas, roto su vientre, quedó sin lisión. Y llegando el demonio en figura humana a
engañarla, derribóle a sus pies y hollóle, de suerte que dando terribles aullidos, se fue, confessándose
por vencido. Y aviendo vencido al demonio, no pudo ser vencida de humanas fuerças. Tornáronla a
poner en el eculeo, abrasáronla con hachas, echáronla en el río para ser ahogada. Mas tembló la
tierra, rompiéronsele las prisiones y fue curada de sus heridas. Apareció su virginal cabeça coronada
del Sol, y millares de hombres se convirtieron. Al fin, la santa donzella fue descabeçada, y dexando
el cuerpo boló al Cielo la alma para vivir siempre con Cristo, la que no dudó de morir por Él. Es de
Surio, tomo cuarto.
[68] Eufemia, santa donzella, exortava en Calcedonia a los mártires que padeciessen fuerte y
valerosamente los tormentos, y desseando padecer juntamente con ellos, mostrando quexa y
sentimiento, dixo en boz alta que era mal hecho, siendo ella romana y hija de senador, que le
fuessen preferidos hombres estraños y no conocidos, para ir primero al Cielo y ver a Jesucristo, que
ella. Oyendo esta boz Prisco Prefecto, mandóla poner en la cárcel con otros condenados. Ella dio
gracias a Dios por verse entre el número de sus mártires. Fue sacada con ellos en audiencia pública,
aunque los mártires ivan con prisiones, y ella, libre. También formó desto quexa, que le privassen
de aquel mérito, alegando que se iva contra el edicto de los empe- radores,
| que mandavan lo contrario. El prefecto, pareciéndole que burlava dél aquella donzella, airóse mucho, y mandóla
atormentar con todos los tormentos que él supo y pudo. Diéronle bofetadas en su rostro, pusiéronla
en el eculeo, padeció fuego, ruedas de molino con que la quebrantaron todos los huessos, fue
echada a bestias bravas, y al cabo, la degollaron. No sólo quiso agradar a Cristo por ser virgen,
también quiso serle grata por el martirio. Es del Metafraste.
[69] Teodosia Virgen padeció en Cesarea de Palestina porque confessó públicamente a Jesucristo.
Por mandado de Urbano Presidente fue colgada de los cavellos, estando desnuda, mas del Cielo
baxó una nuve que cubrió su medio cuerpo. Cargáronla de prisiones, y pusiéronla en una escura
cárcel, donde la visitó su Esposo, Cristo, y el calaboço resplandeció, y las prisiones se le quebraron,
y la santa donzella fue llena de alegría. Después la ataron una piedra al cuello y echaron en el mar,
donde la piedra se fue a lo hondo, y ella quedó libre en la ribera. Pusiéronla entre leopardos, y no
tocaron en ella. Después de lo cual, el presidente, más feroz que todas las bestias, viendo que no
podía de otra manera quitarle la vida, quitósela degollándola, sin que bastasse esto todo para que
ella sacrificasse ídolos. Es de Usuardo, en su
Martirologio, en dos de abril.
[70] Cristina, santa donzella, padeció martirio en un pueblo llamado Tiro, en Italia, cerca del lago
Vulsino. Era su padre prefecto en aquella tierra, y tenía en su casa muchos ídolos de plata. Aguardó
un día la valerosa muger, y quebrantólos todos, dexándolos en pedaços pequeños, los cuales repartió
a pobres. De que el padre, sabiéndolo, quedó muy sentido, aunque quiso llevarlo primero por
blandura, procurando que sacrificasse a los ídolos; mas, visto que no aprovechava, bolvióse furioso
y cruel. Açotóla terriblemente, despedaçó su virginal cuer- po
/(296r)/ con uñas azeradas, del cual cayó un pedaço, arrebatado de aquellos terribles instrumentos, y tomándole la santa donzella,
arrojósele al padre, diziendo:
-Toma, cruel hombre, come de la carne que engendraste, que te será más fácil que hazerme
consentir en tu malvado intento.
Atáronla a ruedas, y pegáronles fuego. Y fue lançada en un lago, porque hiziesse la agua lo
que el fuego no hizo. Murió el padre y sucedióle Dión, que la mandó poner en una olla de pez y
resina. Mas, siendo libre, por virtud del Cielo fue llevada delante de un ídolo de Apolo para que le
adorasse; mas, a su oración, la estatua cayó hecha polvo. Solía dar allí oráculos Apolo, y presumía
de dezir cosas que estavan por venir, y provóse aquí ser todo mentira y enveleco, pues no previno
su daño. Fue muerto repentinamente Dión, y sucedióle Juliano, el cual puso dentro de un horno
ardiendo a la santa, aunque sin daño suyo. Echáronla a serpientes para ser despedaçada dellas, las
cuales, dexando de hazer pressa en ella, salieron al encantador que las avía traído allí y matáronle,
aunque por la oración de la santa resucitó. El tirano, más feroz que las serpientes, le hizo cortar
ambos pechos y sacar la lengua, y assaetear su cuerpo, y con este martirio subió su bienaventurada
alma a gozar de su Esposo, y a ser loada y reverenciada de ángeles, honrándola la Santíssima
Trinidad, porque una donzella no pudo ser vencida de tres inicuos juezes para que cometiesse algún
pecado. Es de San Isidoro en su Breviario, y refiérelo Vicencio es su
Espejo Historial, libro doze, capítulo ochenta y dos, y Surio, tomo tercero.
[71] En tiempo del emperador Antonino, como en Sicilia, por mandado del procónsul Sebastián,
fuesse atormentado Victor Mártir, viendo Estefania, muger de cierto soldado, algunos milagros que
Dios en él hazía, publicamente dixo que desde aquel
| punto era cristiana, y que confessava a Jesucristo por verdadero Dios. Y no siendo parte el juez para mudarla de su propósito, hízola llevar
al campo, y juntando por las ramas dos árboles que por el pie estavan distantes, atando a la santa
por el pie de cada uno, dexáronlos bolver con ímpetu y fuerça a su lugar proprio, llevando tras sí
cada uno la mitad del cuerpo, quedando palpitando sus entrañas. Y no quebrantaron la fe de aquella
santa muger, sino que permaneció entera. Boló su alma al Cielo, y el premio no fue menor que el
martirio. Dízelo Marulo, libro quinto.
[72] Julita, con su pequeño hijo Quirico, padeció en Tarso de Cilicia. Ella fue primero açotada
crudamente por mandado del emperador Alexandre, y Quirico, en su presencia, precipitado y arrojado
con ímpetu a tierra, y muerto. Y como Julita perseverasse en la fe, mandóla el tirano dessollar parte
de su cuerpo y ponerla dentro de una caldera de pez hirviendo, y al cabo fue degollada. Ni se
contentó con esto el perverso juez, sino que mandó hazer pequeños pedaços ambos cuerpos y
apartadamente echarlos a mal, como si los santos, ya que en la Tierra carezcan de sepultura, les han
de quitar asiento en el Cielo. Mas contra su mal intento ordenó Nuestro Señor Dios que por ministerio
de ángeles los pedaços se juntaron, y los cuerpos fueron hallados enteros y sepultados con honra de
mártires por los fieles. Refiérelo Marulo, libro quinto.
[73] Maxima y Donatilla, hermanas, como dedicassen a Cristo su virginidad en la persecución de
Galieno Príncipe, en Africa padecieron martirio por Anolino Presidente, el cual mandó que les
diessen hiel y vinagre a bever. Ellas se gozavan por se hallar dignas de bever aquella poción amarga
que primero fue dada a Cristo. Después las açotaron y fregaron sus lla- gas
/(296v)/ con cal viva. Fueron levantadas en el eculeo, y con esto no pudieron hazer que adorassen un ídolo, mas porque le
escupieron, derribándolas sobre una rexa de hierro y fuego debaxo, fueron assadas. Condenáronlas
a ser echadas a bestias bravas, mas perdonándolas las bestias y el fuego, no las perdonó Anolino,
mandándolas degollar. Aora se regozijan estas santas entre ángeles por los tormentos que padecieron
constantemente, gozando de la vista de Dios, por cuyo amor menospreciaron todo lo de la Tierra.
Es de Marulo, libro quinto.
[74] Santa Felicitas padeció en Roma, no temiendo los edictos del emperador Antonino ni las
amenazas de Publio Tribuno. Ofrecióse al martirio con siete hijos, y vido morir al uno a açotes con
correas y plomadas, a otro, con bastones ñudosos, a otro, despeñado, a los demás, descabeçados.
Ella fue abofeteada, encarcelada, y siguiendo a los hijos que engendró, fue degollada. ¡Oh
verdaderamente feliz Felicitas, que tuviste tanto ánimo, que viesses los tormentos de tus hijos, y al
cabo, el tuyo! ¡Oh feliz, que fuiste ocho vezes mártir, y que tendrás ocho coronas en el Cielo,
muriendo tantas vezes por Cristo como fueron las muertes de tus hijos y tuya, que padeciste! Passaste
adelante a la santa muger Macabea, que murió con otros siete hijos, porque su muerte fue por la
Vieja Ley, aunque en tiempo que obligava, mas tu muerte fue por el
Evangelio. Aquélla fue presa buscándola primero, y tú, de tu voluntad te ofreciste al martirio, teniendo por cosa grande y digna
del cristiano no encubrir la fe, menospreciar todos los tormentos, con los cuales la misma fe se
prueva, Cristo se glorifica, y el culto divino se adelanta. Es de San Gregorio en la
Homilia Tercera sobre los Evangelios, y de San Pedro Crisólogo, en el
Sermón ciento y treinta y cuatro, y refiérelo
Marulo, libro quinto. |
[75] Aviendo el rey Sapor de Persia, maleado por muchos judíos que vivían en su reino, dado la
muerte a Simeón, obispo de Seleucia, varón santíssimo, y con él otros muchos cristianos, entre los
cuales fue assí mismo martirizado Zades, eunuco del rey, cuya muerte sintió tanto que mandó no
muriesse más gente particular, sino solos los maestros y doctores que enseñavan la Fe y religión
cristiana; cayó a este tiempo enferma la reina. Tenía el santo mártir Simeón una hermana llamada
Tarbula, donzella estremada en hermosura y honestidad, la cual con dos criadas vivía recogida y
santamente. Tuvieron noticia della algunos judíos, y por el aborrecimiento que avían tenido al
hermano, levantáronle testimonio, y dixeron que por vengar su muerte avía dado veneno a la reina,
y que de aí procedía su enfermedad. Eran médicos algunos destos judíos, creyólos la reina, porque
los enfermos fácilmente dan crédito a los que les señalan ocasiones de los males que padecen, y
también porque seguía la secta y error de los mismos judíos. Mandó prender a la santa donzella
Tarbula con sus dos criadas, y los magos que eran juezes en el reino las sentenciaron a muerte
crudelíssima, porque las mandaron asserrar por medio y poner cada mitad en su palo, apartados,
para que la reina passasse por aquel espacio intermedio, teniendo por cierto que con esta superstición,
según le avían dicho agoreros, sanaría de su mal. Fue fama que por ser Tarbula muy hermosa, uno
de los magos, enamorado della, le embió a dezir que si consentía con él en hazer su voluntad la
libraría de la muerte con sus criadas. Oyó la honesta donzella con rostro airado este mensaje, y la
respuesta fue más llena de ira, embiándole a dezir palabras de grave reprehensión por su vano
pensamiento, afirmándole que antes perdería mil vezes la vida, que un día su honestidad, y assí fue
muerta. Lo /(297r)/ dicho es de Sozomeno, libro 2, capítulo 8, y refiérelo Surio, tomo segundo.
[76] Imperando el crudelíssimo Diocleciano, embió por presidente de Mesopotamia a Lisímaco,
hombre moço en la edad, bien intencionado y avisado, y para que le aconsejasse y rigiesse en
negocios arduos y dificultosos, diole a Seleno, tío suyo, hombre de edad, cruel y malicioso. Llevava
assí mismo Lisímaco un cómite, pariente suyo, llamado Primo, a quien dio cargo de la gente de
guerra. Todos tres eran patricios romanos y muy favorecidos del emperador. A los cuales, lo que
más encargó fue que persiguiessen a los cristianos, no perdonando la vida a alguno, sino procurando
que todos fuessen muertos con crudelíssimos tormentos si no sacrificassen a los ídolos. Llegó
Lisímaco con su gente a una región de Mesopotamia dicha Palmira, donde començó la persecución
contra el nombre de Cristo, matando a unos a hierro y a otros, a fuego. Andava de ciudad en ciudad,
y fue a una llamada Sibápolis, en lo postrero de Assiria, donde estava un monasterio de cincuenta
monjas, de las cuales era abadessa Briena, muger de gran doctrina y exemplo, y entre las demás
monjas avía una llamada Febronia, que a la sazón era de veinte años. Entró de dos, y en los diez y
ocho, hombre alguno ni muger seglar le vido el rostro. Era hermosíssima y de lindo y agraciado
cuerpo. Las demás monjas comían una vez al día; Febronia comía al segundo día, y no otra cosa
sino pan y agua, y desto no se hartava. Dormía en un escaño de madera. Era muy estudiosa en la
Sagrada Escritura y hazía pláticas maravillosas a las otras monjas. Luego que se publicó la venida
en aquella ciudad de Lisímaco y Seleno con designo de a- tormentar
| a los cristianos, huyeron con sus haziendas por diversas partes muchos dellos. Lo mismo hizieron las monjas, que sólo quedó en
el convento Febronia, con la abadessa Briena y otra anciana, llamada Tomaide. Febronia estava
enferma y echada en su escaño, y todas tres se animavan a padecer martirio por Jesucristo. Luego
que Lisímaco entró en la ciudad de Sibápolis, prendió algunos cristianos, y teniendo noticia del
monasterio, embió Seleno algunos de sus soldados a él, los cuales quebraron las puertas y entraron
dentro. Llegó luego Primo tras ellos para estorvarles que no hiziessen daño, y preguntó a Briena
dónde estavan sus monjas. Ella respondió:
-Todas con temor han huido.
Dixo él:
-También vosotras pudiérades aver hecho lo mismo, y aora tenéis lugar. Aconséjoos que lo
hagáis.
Con esto se fue y llevó consigo los soldados. Habló en secreto con Lisímaco, y díxole:
-Sabe que las monjas huyeron. Solamente an quedado dos viejas y una moça, de la cual te
afirmo que es tan grande su hermosura, que en mi vida vi muger que la igualasse. Ella estava
echada en un escaño pobre, y con vestido y adereço pobre. Si esto no obstara, mi palabra te doy que
merecía ser tu muger.
Oyó estas palabras un soldado. Fue luego a Seleno, y díxole:
-Sabe, señor, que en el monasterio donde oy nos embiaste está una monja moça de
incomparable hermosura, con la cual trata Primo, el cómite, de casar a Lisímaco, tu sobrino.
Enojóse desto Seleno, embió gente que guardasse el monasterio, y otro día mandó que se la
truxessen con una cadena de hierro a su cuello, no bien sana de su enfermedad. Temiéronse las dos
ancianas si avían de ser llevadas ellas a juizio, y sabido de los soldados que por so- la
/(297v)/ Febronia venían, ellas la esforçaron, aunque tenía poca necessidad de su esfuerço, según se mostrava
alegre y contenta por ir a padecer por su esposo Cristo. Llevaron los soldados a la santa monja
Febronia al tribunal de Seleno. Briena quedó en el monasterio llorando, derribada en tierra, pidiendo
a Dios favor para Febronia. Tomaide se vistió de hombre y fue a ver lo que passava. Con Seleno
estava Lisímaco cuando llegó Febronia con su cadena al cuello y las manos atadas. Seleno mandó
sosegar la gente, aviéndose juntado la que en la ciudad quedava, y dixo a Lisímaco que hiziesse
algunas preguntas. Híxolo él por evitar que no le calumniasse con el emperador, muy contra su
voluntad, que no quisiera hazer mal a Febronia ni a otro cristiano, siendo de su condición piadoso.
Díxole:
-Dime, donzella, ¿eres libre o sierva?
-Sierva soy -respondió la santa.
-¿Y de quién eres sierva? -preguntó él.