DISCURSO CUARENTA. DEL JUIZIO TEMERARIO
Hablando Dios, Nuestro Señor, con el Patriarca Abraham, como parece en el capítulo diez
y ocho del Génesis, dixo estas palabras: «Las bozes
| de Sodoma crecen y su pecado va agravándose.
Quiero ir y ver si lo que oigo passa assí». En todo lugar está Dios y todas las cosas le son manifiestas,
hasta lo secreto del coraçón. Nada se le en- cubre,
/(206r)/ pues ¿qué misterio tiene que diga
«quiero ir y ver si lo que oigo es assí»? Espera advertir lo que cada uno deve hazer con su próximo,
que no todo lo que oye dél, si es en su daño y perjuizio, lo crea; primero se informe muy bien y esté
cierto de la verdad que juzgue, porque si el juizio es mayor que el indicio, no dexará de tener culpa.
El presente Discurso trata del Juizio temerario
, y dél se verán algunos exemplos.
[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]
[1] Los amigos de Job, como parece en el capítulo cuarto de su
Libro, por verle en la miseria en que estava juzgaron falsamente dél que avía cometido pecados, por los cuales merecía aquel castigo, y
visto que no eran públicos, dezían que en oculto los avía cometido. Y Dios bolvió por él y les
arguyó de mal juizio.
[2] Aarón y María, hermanos de Moisés, murmuraron contra él y mostraron menospreciarle por
razón de su muger, que era etiopisa. Devíase afrentar María de poner a su mano derecha a la
cuñada, siendo de otra gente y nación, juzgando de Moisés baxamente por aver casado con ella.
Tratólo con Aarón, que también ayudó al juizio y menosprecio, por lo cual, a la principalmente
culpada la castigó Dios con cubrirle de lepra, porque no devía ser reprehendido de muger el que era
merecedor de hablar con Dios y le admitía su Magestad a sus familiares coloquios. Y colígese de
aquí lo mal que hazen los seglares en murmurar y juzgar mal de los eclesiásticos, porque sucede
algunas vezes que lo reprehendido por ellos acerca de Dios es loable, y cuando no lo fuesse, no les
es a ellos dado. A éstos culpa el Apóstol San Pablo escriviendo a los Romanos en el capítulo
catorze, diziendo: |
-¿Quién eres tú, que juzgas al siervo estraño? Porque si cae o se levanta, a cuenta es de su
señor y no a la tuya.
Lo dicho es del capítulo doze de los
Números, en cuanto a la murmuración de Aarón y
María; lo demás refiere Marulo, libro cuarto.
[3] En el capítulo del mismo Libro de los Números
dava Dios licencia en la Ley Vieja al marido que tenía celos de su muger que hiziesse la prueva, dándola a bever el sacerdote cierta agua con polvo
del templo, y según el efecto que hazía en ella, de mal o de bien, era juzgada. Aora malo es acusar
a alguna muger si no es hallada culpada, y aun a una, con ser hallada en culpa, estorvó el Hijo de
Dios que la apedreassen, sino los que estavan sin culpa. Y como nadie ay que de todo esté ageno
della, no puede bien declararse el mal que hazen muchos que con vanas sospechas, como si fuesse
el caso probado con bastantes testigos, apedrean a muchas con las piedras de la murmuración y las
muerden con los dientes de la infamia, y a las vezes sin culpa, por libianas sospechas, que se viste
con curiosidad, que sale de casa, que la miran, siendo assí que de lo oculto, el que juzga, aunque
diga verdad, falta, pues dize que sabe lo que ignora. De donde viene que ay muchos que siendo
demasiadamente curiosos en averiguar vidas agenas, caen en culpa temeraria, o por juzgar lo incierto
por cierto, o si es cierto su juizio, no les es dado a ellos tenerle, o, ya que les sea dado, llevan por un
rasero lo que es oculto con lo que es público, y en caso que sea público, ignorando la intención, la
tienen y juzgan por mala. Todos estos juizios, porque son temerarios, prohíbelos Dios Nuestro
Señor, diziendo por San Mateo, capítulo siete: «No juz- guéis,
/(206r)/ y no seréis juzgados. No condenéis y no seréis condenados. En el juizio en que juzgáredes, seréis juzgados. Con la medida
que midiéredes, seréis medidos».
[4] Helí, sacerdote de los hebreos, viendo a Ana, muger de Elcana, la cual estava rezando delante
del Altar del Señor en Silo, porque la passión que tenía en su ánimo de verse estéril y menospreciada
la hazía mostrar pena y sentimiento en su rostro, moviendo sus labios aceleradamente, juzgó el
viejo Grosso que estava borracha, y se lo dixo. Mas fue diferente el juizio de Dios, que la tuvo por
digna de ser oída y le concedió su petición. Es del
Primero de los Reyes, capítulo primero.
[5] Deteniéndose Sansón de ir a visitar a su esposa, el padre della, juzgando temerariamente que la
aborrecía y que no la quería, casóla con otro. Por lo cual él se indignó, de suerte que hizo grande
daño en los filisteos, y sabida la ocasión, ellos hizieron cruel vengança en el que le avía agraviado,
como parece en el Libro de los Juezes, capítulo quinze.
[6] Michol, muger de David, viéndole dançar delante la Arca del Señor en una processión que se
hazía trasladándola de una parte a otra, menosprecióle y burló dél, juzgando a libiandad lo que era
humildad y muy acepto a Dios Nuestro Señor. De donde sucedió que cuanto David se humilló,
tanto Dios le ensalçó, y Michol padeció perpetua esterilidad, que era grande afrenta entre los hebreos.
Es del Segundo de los Reyes, capítulo sexto.
[7] Hanón, rey de los amonitas, juzgó temerariamente de David. El cual, embiándole embaxadores
a dar el pésame de la muerte de su padre, que avía sido su amigo, y el parabien de su nue- vo
| reinado, él creyó que le embiava a espiar la tierra para le hazer guerra, y con este falso juizio afrentó
a los embaxadores, rayéndoles la mitad de las barbas y cortándoles las faldas por lugar afrentoso.
Lo cual sabido de David, le hizo guerra y quitó el reino, y uso en él a un hermano suyo. Es del
Segundo Libro de los Reyes, capítulo dézimo.
[8] Ofreciéndole Dios a Salomón que le daría cualquiera cosa que le pidiesse, ninguna otra pidió
sino sabiduría para juzgar su pueblo, y en esto dio documento a los juezes que deven temer
grandemente no hierren juzgando, porque es gravíssimo mal el no acertar en esto. Y si no fuera assí,
no se mostrara Salomón más solícito en semejante pretensión que en otras muchas que pudiera
dessear, como vida larga, grandes tesoros, victorias de sus enemigos, acrecentamiento de su estado
y reino. Y porque estimó en más que todas estas cosas el acertar a juzgar, diéronle lo que pidió, y
todo lo que pudiera pedir. Es del Tercero de los Reyes
, capítulo tercero.
[9] Assuero, rey de los persas, creyendo más que devía las falsas relaciones del pérfido Amán,
mandó por edicto público que todos los judíos que vivían en sus estados como a perturbadores de la
paz en un día señalado fuessen muertos. Aunque, informado bien y sabida su inocencia, rebolvió en
el acusador falso la sentencia y a los que tenía condenados a muerte hizo bien y los honró. Aunque
mejor hiziera si no fuera arrojado en juzgar, siguiendo el consejo de Job en el capítulo veinte y
nueve, que dize: «La causa que ignorava, con suma diligencia procurava entenderla para juzgarla».
Lo que toca a Assuero es del Li- bro
/(207r)/ de Ester, capítulo tercero y siguientes.
[10] Después de la captividad de Babilonia quedaron en las ruinas de Jerusalem y cerca de Betleem
algunos judíos, entre los cuales estava uno llamado Johanán, hijo de Care, de quien todos hazían
mucho caso. Fue éste con otros de los más principales a preguntar a Jeremías si quedarían en
aquella tierra y estarían en ella seguros, o se irían a Egipto. El profeta, con oráculo del Cielo, les
respondió que se quedassen allí y no baxassen a Egipto, porque en Egipto peligrarían y allí estarían
seguros. Quisieran que les dixera lo contrario, porque tenían gana de passar a Egipto, y rebolvieron
con afrentas a Jeremías, llamándole mentiroso y falso, y que no le hablava Dios como a otros
profetas. Passaron a Egipto dexando la tierra de Judea hierma, y allá fueron perseguidos y oprimidos
de los caldeos, y los que llamavan mentiroso al profeta, creyéndose más a sí que a él, hizieron hoyo
en que cayeron. Es de Jeremías, capítulo cuarenta y dos y cuarenta y tres. Antes desto, en el capítulo
treinta y siete, escrive el mismo profeta Jeremías de sí que, estando cercada la ciudad de Jerusalem
de los caldeos, salió él della, y iva a tierra de Benjamín a negocios que le importavan, y las guardas
juzgaron temerariamente dél que se passava al enemigo, por lo cual se vido en grande aprieto.
[11] Los dos viejos que acusaron a Susana, convencidos de falsedad, fueron apedreados, y ella,
después de sentenciada a muerte, quedó libre. Es de Daniel, capítulo treze. Y tema de aquí cualquiera
que condenare a otro por vanas sospechas, que del Justo Juez, que es Dios, a quien nada puede
esconder- se, | será condenado a la misma pena que el acusado por él, si la acusación fuera verdadera.
[12] Arguyó el Hijo de Dios, Jesucristo, Nuestro Señor, una vez la malicia de los pérfidos judíos en
juzgar, diziéndoles, como parece en el capítulo siete de San Lucas:
-Vino el Baptista San Juan -dize-, sin comer pan ni bever vino, y dixistes dél que tenía
demonio. Vino el Hijo del Hombre, y porque come y beve dezís dél: «Veis aquí un hombre comilón
y bevedor, amigo de publicanos y pecadores».
Semejantes a éstos son los que de todo sienten mal y todo cuanto veen lo condenan por
vicio: al humilde llaman hipócrita, al senzillo y sin malicia, metecapto, al que ayuna mucho, frenético,
al que no ayuna tanto, guloso, al que reprehende lo malo, dizen que es áspero y desabrido, si calla
y se está en su paz, floxo y perezoso. No se haze cosa buena que no la calumnien con sus falsos
juizios. Y de los semejantes dize David, en el
Salmo treinta: «Avergüéncense los impíos, y sean
trabucados en el Infierno. Queden mudos los labios engañosos, los cuales hablan contra el justo
maliciosamente, con sobervia y engaño».
[13] El mismo Salvador Jesucristo convenció de falso juizio a Simón Fariseo, teniéndole combidado
a su mesa, porque juzgó dél que no era profeta viéndole que se dexava tocar de una muger pecadora.
Mas el misericordioso Señor, queriendo quitar de semejante error a su huésped, a él le arguyó de
los pensamientos secretos del coraçón, publicándolos, y a la muger perdonó sus pecados diziéndolo
públicamente, con que provó no sólo que era profeta, sino también que era Dios, y adelantó la
pecadora a él por sus exercicios humildes y por las señales
/(207v)/ de amor, y por los argumentos y bastantes pruevas de su fe. Tema el pecador de acusar a otro, porque acusándole, él es visto ser
culpado, sino imite a la Magdalena, pecadora, humillándose, para que siendo reprehendido de
otros, sea defendido del Señor. La conversión de la Magdalena escrive San Lucas, capítulo siete.
[14] Viendo los discípulos, estando en un navío de noche, que andava Je- sucristo
| sobre las aguas del mar, juzgaron que era fantasma, y con temor dieron bozes. Y dízelo San Mateo, capítulo catorze.
[15] El día de Pentecostés, como los Apóstoles hablavan en diversas lenguas, los judíos juzgaron
temerariamente dellos diziendo que estavan ebrios. Es del
Libro de los Hechos Apostólicos, capítulo
segundo.
Lo dicho se coligió de la Escritura Sagrada. |
[EJEMPLOS CRISTIANOS]
[1] Tomó un demonio permitiéndolo Dios la figura de Silvano, obispo nazaretense, y entró de
noche en el aposento de cierta matrona, y dio muestra de le querer hazer fuerça. La honesta muger
dio bozes, y llamó gente de su casa. Él fingió quererse esconder debaxo de la cama, mas, visto de la
familia, dándole mucho açote y palo, y diziéndole palabras afrentosas, le echaron de casa. El día
siguiente fue público el caso en toda la ciudad, y el inocente Silvano, para librarse de afrenta y
muerte se fue cerca de Betleem, a donde llegó gente con intento de matarle, y algunos que quisieron
herirle con espadas, unos a otros se hirieron y dellos murieron muchos. Después desto, como una
muger endemoniada fuesse llevada al sepulcro de San Hierónimo para ser libre de aquel adversario,
estando mucha gente junta se apareció San Hierónimo, y mandó el demonio que saliesse della y
que declarasse el engaño que avía levantado contra Silvano, acerca de los nazaretanos. La muger
quedó sana, y estando allí el obispo Silvano, apareció junto a él compuesto de demonio y declaró el
modo que tuvo en disfamarle, y con esto desapareció, y, divulgándose el
| milagro, cessó la infamia del siervo de Dios, Silvano. Y podemos sacar deste exemplo que si oyéremos dezir de alguna
persona de vida aprobada y santa cosas indignas de su buen crédito y opinión, no luego nos
arroguemos a creerlas, que pueden ser imposturas y enredos del demonio. Refiere el caso San
Augustín, en la Epístola dozientas y seis.
[2] Oyendo dezir cierto ermitaño de San Basilio, obispo de Cesárea, que era grande santo, fue a
verle y hallóle que por ser día de fiesta estava en su silla, assentado con grande aparato y magestad,
con ornamentos ricos y preciosos, y mucha gente que le respectava y servía. Él juzgó temerariamente,
no que era devido a su estado, sino que se gloriava y le era deleite grande. Estando dando y tomando
en este juizio, oyó una boz de lo alto, que dixo:
-Mucho mayor deleite y contento recibes tú con un gato que tienes en tu celda, que Basilio
con toda aquella magestad y aparato.
Otro monge, llamado Efrén, viéndole de la misma forma y aviendo tenido antes en sueños
una revelación de cierta columna de fuego que del suelo subía hasta el Cielo, y le fue declarado que
era San Basilio, él dixo que coluna era, mas de
/(208r)/ sobervia y presumción, y no de encendida
caridad. El santo, teniendo oráculo del Cielo, le habló y declaró su juizio, que era temerario, porque
ni se preciava de presumtuoso ni dava lugar a la sobervia. Con esto, el monge Efrén quedó suspenso,
viendo que le entendía sus pensamientos. Derribóse en tierra y reconoció su culpa, confessando
que Dios morava en aquel hombre, pues le revelava lo que él tenía secreto en su coraçón. Es de
Marulo, libro cuarto.
[3] Bricio, obispo de Tours, dando a labar su ropa a cierta muger religiosa, más en el nombre que en
los hechos, sucedió que se hizo preñada, y atribuyóse el caso a Bricio. Mas habló él delante de
mucha gente con el niño, que aún no tenía edad de dos meses, y preguntóle si era él su padre. El
niño respondió que no. Los calumniadores atribuyeron esto a arte mágica y dávanle por culpado.
Tomó él brasas y púsolas en el seno, y passeó la ciudad, diziendo que assí como su vestido no se
quemava con la lumbre, assí él era libre del fuego de sensualidad. Todavía le calumniavan, y vino
el negocio a que le echaron de su silla y pusieron otro en su lugar. Mas bolviendo Dios por su honra,
quiso que aquél y otro que le sucedió muriessen presto, y San Bricio, por orden del Sumo Pontífice
de Roma, fue buelto a su silla y dignidad, porque no pareciesse que podía más la sospecha obstinada
de los malos, que los manifiestos milagros del justo. Es de Gregorio Turonense, en el
Catálogo de los Obispos, múmero treinta y uno.
[4] Bonifacio, ciudadano romano, cometió vicio deshonesto con Aglaes, muger rica y principal en
Roma. Ambos, favorecidos de Dios, cayeron en |
la cuenta del mal que avían hecho, y para alcançar
dél perdón, junto con el dolor y contrición que dél tuvieron, dieron orden en hazer alguna buena
obra satisfatoria. Y para esto, entendiendo que la persecución que avían levantado los emperadores
Diocleciano y Maximiano, que a la sazón tenían el govierno del Imperio, andava en la provincia de
Cilicia, que es en la Asia Menor, muy rigurosa, y se martirizavan cada día cristianos, acordaron que
Bonifacio fuesse allá y truxesse algún cuerpo de aquellos mártires, por cuya intercessión ellos
alcançassen perdón de sus pecados. Hízose assí; llegó Bonifacio a Tarso, ciudad principal de aquella
provincia, dixo a los que ivan con él que fuessen a buscar posada, que él iva a ver la plaça donde los
cristianos eran martirizados. Llegando a ella, vido a uno colgado de los pies y puesto fuego debaxo
de su cabeça. A otro vido estirado por los pies y manos de cuatro maderos, en tormento crudelíssimo.
A otro, desgarrado con uñas de hierro. A otro, medio asserrado. A otro, cortadas las manos. A otro,
puesto en un assador o madero agudo, que le atravessava parte del cuerpo y le tenía levantado de
tierra. Vido crueldades terribles y estrañas, con que los cristianos eran atormentados. Vínole un
desseo grandíssimo de padecer por Jesucristo semejantes tormentos, començó a dar bozes y dezir:
-Grande es el Dios de los cristianos, bien merece que por Él se padezcan tales martirios.
Dichosos y Bienaventurados los que los padecen.
Esto dixo, y con mucha devoción corrió a los mártires. Besávales sus llagas, limpiávales el
sudor de sus /(208v)/ rostros, untava con su sangre sus ojos. Dezíales con boz ferborosa:
-Pelead, benditos mártires, y venced al demonio y perseverad, que el trabajo passará presto
y vuestro descanso y gloria durará para siempre. Tiempo vendrá en que veréis atormentar en el
Infierno a los que aora os atormentan.
Vino esto a noticia de Simplicio Juez, por cuyo mandato se hazían aquellas crueldades.
Mandóle prender y traer delante de sí. Traído, díxole:
-¿Quién eres tú?
-Soy -dize- cristiano.
-Basta esso -dixo el juez.
Mandóle desnudar y colgar de los braços, y arañar su cuerpo con garfios de hierro, hasta
que se le parecían los huessos. Mandóle poner unas cañas agudas por entre las uñas de los dedos y
carne. Levantava el santo mártir los ojos al Cielo, sufriendo alegremente estos tormentos. Mandóle
el juez tender en el suelo, y abierta la boca, derramar en ella plomo derretido. Ni contento con esto,
mandó que en una grande olla de pez hirviendo le metiessen la cabeça. Este tormento no le hizo
daño alguno, y assí le mandó el juez degollar. Los que ivan con Bonifacio andávanle a buscar el día
siguiente, y no hallándole, juzgavan temerariamente dél, diziendo:
-Este hombre, con otra Aglaes deve averse encontrado, y estará adulterando con ella, si ya
no está hartándose de vino en alguna taberna.
Vieron unos oficiales de justicia, preguntáronles si les sabrían dezir de un hombre estrangero
rezién venido de Roma, gruesso de cuerpo, crespo de cabello y vestido de grana. Respondiéronles:
-Ésse que buscáis, oy le han degollado porque confessó ser cristiano.
-No tanto como esso -dixeron ellos-. Bien ageno de ser
| mártir estava el que estava adúltero
y muy amigo de vino.
-Venid -dizen los oficiales- y veréis su cuerpo.
Fueron a la plaça y viéronle degollado, con grande espanto dellos. Pidiéronle para llevarle
a Roma, su tierra, y diéronsele por precio de quinientos sueldos. Ungiéronle en ungüentos aromáticos,
y embuelto en los paños preciosos que traían para llevar algún cuerpo de mártir por que venían, y
puesto en unas andas bolvieron a Roma, su patria, magnificando al Señor que haze tales maravillas.
Apareció un ángel a Aglaes y refirióle lo sucedido a Bonifacio. Ella salió a recebir el santo cuerpo
con mucha devoción, y edificóle una iglesia, donde le sepultó. Dízelo Simeón Metafraste.
[5] Teodora Alexandrina cometió adulterio inducida por una mala vieja, y para hazer penitencia
deste pecado, tornando traje de varón, entró en un monasterio, donde recibió el hábito y vivió algún
tiempo santamente. Sucedió que, embiándola su abad con unos camellos para traer provisión de la
ciudad al monasterio, tomándole la noche en el camino, aposentóse en un otro monasterio en la
hospedería, en el cual, hallándose una donzella, parienta de algunos de los monges que residían en
él, instigada ésta por el demonio, con intento malo y deshonesto se fue a Teodora, pensando que era
varón, y persuadíale se levantasse del suelo, donde dormía junto a sus camellos, y se fuesse con ella
a su aposento y se acostasse con ella. La santa la echó de sí avergonçada, mas ella, con la grande
tentación que padecía, se fue a un hombre estrangero que era huésped también allí aquella noche,
/(209r)/ el cual no la desechó, sino que cumplió su desseo, de manera que ella quedó preñada, y,
descubriéndose a su tiempo la maldad, echó fama aver sido participante en ella Teodoro Monge.
Vino el parto y parió un hijo, el cual por los monges, sus parientes, fue llevado al monasterio donde
Teodora estava, y formando a su abad grandes quexas dél, dexándole el infante recién nacido, se
fueron. Y aunque la opinión que allí tenía de santa era grande, vista por el abad y monges que
callava y no lo negava, a ella y al niño echaron del monasterio. La santa sufrió esta tentación con
grande paciencia y tomando a cargo la criança del niño, pidiendo por amor de Dios a los pastores
que guardavan por allí cerca ganados, leche y lana, dio al niño sustento y le hizo vestidos. Ella
comía hiervas crudas, y desta manera passó siete años sin que de su boca se oyesse palabra en su
defensa, ni quexándose de quien le avía levantado semejante testimonio. Aunque sus ojos siempre
eran vistos hechos fuentes, pidiendo a Dios perdón de su pecado, del cual dezía ser aquél justo
castigo. En este tiempo, su rostro, por no tener defensa contra los ardores del sol, se tornó como de
etíope negro, las uñas le crecieron y eran semejantes a las de fiera salvaje, a quien también parecía
en todo su cuerpo cubierto de cerdas. Ni por esto el demonio dexava de le molestar y hazer guerra,
mostrávasele acompañado de bestias fieras, y otras vezes de exércitos de gentes armadas,
acometiéndola y lastimándola, dexándola con muchas heridas y llagas, tal como muerta. Tanto que
los pastores que por allí cerca andavan, creyendo una vez que lo estava, fueron a dar aviso al
monasterio para que le diessen sepultura, aunque tornando a ella la vieron puesta en oración, de que
se maravillaron mucho y bolvieron a dezir al abad como estava viva. El cual, juntando a sus monges
y conferiendo con ellos la larga penitencia de Teodora, su grande aflición y muchas lágri- mas,
| junto con su perseverancia en no apartarse del monasterio, sin ser admitida dentro, trataron de
tornarla a él, como se hizo, y el abad mandó que estuviesse dentro de una celda sin que saliesse
della, si no fue una vez, que estando vacías las cisternas de agua y padeciéndose en el convento
necessidad grande della, mandó el abad a Teodora que provasse a sacar agua de una dellas. Y
aunque a todos los monges era manifiesto estar la cisterna sin agua, ella la sacó, y en adelante
aquélla y todas las demás se vieron llenas de agua. Después desto, Teodora, estando dentro de su
celda y el niño con ella, aviéndole dado algunos santos documentos, acabó la vida. Y el niño,
viéndola muerta, llorava amargamente y dava bozes. Tuvo a este tiempo el abad una revelación en
que le fue declarado todo el caso de Teodora y parte de la gloria con que Dios la avía decorado. Fue
con algunos monges a la celda, y vieron muerta a Teodora, y entendieron que era muger, con
admiración grande, assí de los monges de aquel monasterio, como del otro, donde estavan los que
la avían juzgado temerariamente, alabando todos a Dios por lo que avía padecido aquella sierva
suya. Es de Simeón Metafraste.
[6] Cassio, obispo narniense en Italia, era muy vergonçosso y con facilidad se tornava su rostro
como un carmesí. Vídole Totila, rey de los godos, algunas vezes, y juzgó dél temerariamente que se
tomava del vino y que era esto causa del color de su rostro. Bolvió Dios por la honra de su siervo y
apoderóse el demonio de un hombre principal del exército del rey. Hazía grandes visajes y amenazava
mucho mal a todos los que se hallavan cerca dél. Fue llevado en presencia del rey Totila, donde
estava el obispo Cassio, delante de quien se mostró manso y quieto, y por su oración, haziendo
sobre él la Señal de la Cruz, fue sano, saliendo dél el demonio. De donde vino que el bárbaro rey
desde aquel día estimó en su coraçón al que antes menospreciava
/(209v)/ por la vista. Dízelo San Gregorio, libro tercero de sus
Diálogos, capítulo sexto.
[7] Eleuterio Abad, en el monasterio de San Marcos, de la ciudad de Espoleto, en Italia, yendo
camino fue hospedado una noche en cierto monasterio de monjas de Santa Aída, las cuales le
rogaron que en su aposento, que era en la hospedería, quedasse un niño que servía al convento y de
noche era atormentado del demonio. Túvole consigo Eleuterio, y a la mañana, preguntándole las
monjas si avía sentido alguna molestia del demonio, dixo que no, y que toda la noche avía estado
reposando. Oído por ellas, rogáronle muy encarecidamente que le llevasse a su monasterio y le
tuviesse consigo, pues allí el demonio le dexaría. Concedió con ellas y túvole en el convento algunos
días, sin que sucediesse lo que dél le avían dicho. Un día, estando presentes monges y el moço
delante, refirióles lo que con él le avía sucedido, y añadió:
-Paréceme que el diablo se quería burlar con aquellas hermanas, mas después que vino a
esta casa y está entre siervos de Dios, no osa tocarle.
Por este juizio temerario que tuvo de aquellas monjas, creyendo dellas que era gente
imperfecta, permitió Dios que el demonio se apoderasse del moço allí de repente y le atormentasse
en presencia de todos cruelmente. Hallóse Eleuterio confuso y culpado. Derribóse el venerable
viejo en tierra, derramando muchas lágrimas, confessando su culpa. Y, queriéndole consolar sus
monges, dixo en boz alta y vehemente:
-Creedme, hijos, que ninguno de vosotros gustará oy pan, hasta que el demonio dexe de
atormentar este moço.
Visto por ellos, que no les iva menos que la comida, pusiéronse en oración, y perseverando
en ella el demonio salió del moço y le dexó libre, sin que más le atormentasse. Lo dicho es de San
Gregorio, libro tercero de sus Diálogos
, capítulo treinta y tres.
[8] Cayó enfermo un ermitaño viejo
| y muy santo varón. Llevóle a su casa cierta muger devota para
curarle, y como la enfermedad se prolongasse y la caridad de la muger no se acabasse, gente válida
echava juizio que avía allí mal. Vino a morir el ermitaño, y cercano a la muerte, estando presentes
algunos de los que avían tenido aquel mal juizio, dixo:
-De mí y desta sierva de Dios se ha juzgado mal. Yo ruego a los que aquí estáis que sobre mi
sepultura pongáis este báculo mío, y si no se hiziere árbol y llevare flor y fruto, creed de mí lo que
quisiéredes.
Murió y sepultáronle en un cemiterio fuera de la iglesia. Pusieron el báculo, y otro día fue
visto árbol, y a su tiempo llevó flor y fruto. Es del
Promptuario de exemplos.
[9] Moisés, abad en el desierto escitiótico, siendo llamado para que sentenciasse a un monge que
avía cometido cierto delito, vino con un costal de arena sobre sus hombros, y preguntado qué era a
quello, respondió:
-Son mis pecados, que con dificultad puedo llevarlos. ¿Cómo juzgaré los agenos?
Fue esto ocasión para que el monge quedasse sin castigo, y sería la culpa liviana, aunque no
es bien estrañarse todos de castigar a los que pecan. Juezes ha de aver, mas deven siempre en lo que
toca a rigor y severidad acordarse que son hombres sujetos a caer. Es del
De Vitis Patrum.
[10] Vidal, monge de Alexandría, acostumbrava entrar en las casas de las mugeres públicas, y aun
de noche se quedava allí algunas vezes. Su intento era, dándoles lo que ellas podían ganar con sus
malos tratos, entretenerlas predicándolas, y cuando se cansavan ellas de oírle y él de hablar, poníase
de rodillas en un rincón y hazía oración con tantas lágrimas y solloços, que era ocasión para que se
convirtiessen algunas, y escusava no pocos pecados. Vídole un día salir de allí otro monge, y
mostrándose muy celoso del hábito de religión, diole una bofetada, juzgando mal dél. Y de que el
juizio fuesse malo, por hazer esto Vidal con impulso del Cielo, y si lo hiziera otro sin él pecara por
po- nerse /(210r)/ a manifiesto peligro de caer en tal ocasión, vídose en que se apoderó el demonio,
y le atormentó malamente, hasta que el mimsmo Vidal hizo oración por él, que fue sano. Ni faltó
otro celoso indiscreto que fue a acusar al mismo Vidal al arçobispo de Alexandría, Juan, santo y
discreto varón. Él oyó la acusación, y informóse de otros que conocían a Vidal qué hombre era. Y
como le respondiessen que varón santo, echó de allí con mal al acusador, diziendo que se le avría
antojado y que era mentira. Bolvieron otros a lo mismo, y el Patriarca, por estar enterado que era
siervo de Dios, aun no quiso desassosegarle con llamarle y traerle a juizio, sino hizo información
de aquellas mugeres perdidas, y ellas todas dixeron grandes bienes de Vidal, y la ocasión a que
entrava, y cómo tenía oración con lágrimas porque Dios las perdonasse y convirtiesse, y ya público
el negocio, cessó la murmuración y juizio contra el monge Vidal. El mismo arçobispo Juan, oyendo
a unos clérigos que juzgavan por digno de muerte a cierto moço que hizo fuerça a una muger, él los
reprehendió ásperamente, diziendo:
-Hazéis mal en lo que juzgáis, pues es possible que ya esté corregido y enmendado el que
cometió semejante delito, y vosotros de presente pecáis en juzgar dél temerariamente.
Lo dicho es del De Vitis Patrum, y refiérelo Marulo.
[11] En tiempo del mismo Patriarca de Alexandría Juan aquí nombrado, y fue el Elemosinario, un
moge moço iva camino, y llevava en su compañía una muger de poca edad y de mucha hermosura.
Y visto que entró con ella en una iglesia de la misma ciudad, fueron luego celosos indiscretos al
Patriarca, y dándole cuenta de lo que avían visto y encareciendo el mal exemplo que dava el monge
en traer consigo aquella muger de pueblo en pueblo, como su rufián, y que ni en la ciudad la perdía
de vista, con ella andava y en un mesón se aposentava con ella, en afrenta y vilipendio del hábito de
monge; y porque en tal sazón | no tenían otro superior para castigar y corregir en delictos graves los
semejantes, sino los obispos, visto que eran muchos los que esto afirmavan y creyendo que los tráia
zelo santo, mandó prender a los dos, y que para principio de castigo los diessen buenos açotes, assí
al monge como a la muger, y los pusiessen en una cárcel apartados. Hízose assí, y al monge cargaron
bien la mano, dexándole su cuerpo hecho un jaspe. Aquella noche aparecióse en sueños el monge al
Patriarca y mostróle sus heridas de las espaldas, y con un sonriso le dixo:
-¿Agrádate ver esto, señor? Pues cree que esta vez como hombre te has engañado y juzgado
temerariamente.
Venido el día, mandó el Patriarca que le truxessen allí el monge, y aunque antes no le avía
visto, porque sin traerle a su presencia le avía mandado açotar, mas aora visto, conocióle luego por
el sueño que tuvo, y estando delante dél, dize:
-Quiero ver tus heridas, si están de la manera que esta noche se me representaron.
Desnudáronle el hábito, y por Divina Providencia se le cayó en el suelo la túnica, quedando
descubierto su cuerpo enteramente, por donde se vido que era eunuco. Quedó de ver esto el Patriarca
confuso. Tomó ira santa con los acusadores, suspendiéndolos de sus oficios y privándolos de la
Comunción por algún tiempo. Pidió humilmente al monge le perdonassse, porque si pecó contra él
fue por ignorancia, aunque le parecía que avía dado ocasión a lo que con él se hizo, porque siendo
moço con hábito de monge truxesse consigo sin otra compañía una muger moça y hermosa, siendo
ocasión de escándalo a muchos.
-Bendito sea el Señor -dixo el monge-, y Él sabe que digo verdad, que aviendo residido
algunos días en la ciudad de Gaza, yendo un día a hazer oración a la iglesia de los Santos Mártires
Ciro y Juan por partes de tarde, esta donzella se llegó a mí y derribóse a mis pies, rogándome
afectuosamente que la llevasse comigo, porque era judía y quería ser cristiana. Yo, temiendo el
juizio de Dios, que dize que no despreciemos a los pequeñuelos,
/(210v)/ admitíla en mi compañía
y concedí con su ruego, confiado en que por la falta que ay en mí de varón, ninguna ocasión de mal
podía aver entre los dos. Hízela catequizar en aquella iglesia, y instruida en los misterios de nuestra
Fe santa baptizáronla, y llevávala dándole el sustento de lo que a mí me dan en limosna gente
pidadosa, hasta hallar un monasterio de vírgines santas, donde la dexé, y ella quedó segura y con
remedio.
Mucho más se admiró desto el Patriarca, y dixo:
-Ciertamente no pocos siervos fieles tiene Dios que son ocultos a los ojos de los hombres.
Dava al monge cien monedas de plata, y no quiso recebirlas, diziendo:
-Si el monge pone su confiança en Dios, ninguna necessidad tiene de dinero y poco deve
amarlo, mas si le ama y procura, falto está de confiança.
Es de Simeón Metafraste, en la Vida
del mismo San Juan Elemosinario, y refiérela Surio,
tomo primero.
[12] Daniel, monge en Egipto, fue a instancia de un labrador a su casa para bendezir a su muger y
rogar a Dios por ella que pariesse. Y aviendo hecho esta ida, y tenido oración sobre el caso, la
muger concibió y parió. Algunos maliciosos atribuían el hijo al monge. Sabido por él, luego que
nació el niño vino a su casa y preguntóle en presencia de mucha gente si era él su padre, y respondió
que no, y señaló al que con verdad lo era. Refiérelo Marulo, libro cuarto.
[13] Goar Sacerdote, natural de Aquitania, en Francia, fue a vivir a una tierra llamada Trigoria,
cerca del río Rhin, en la diócesi de Treveris, donde en una iglesia de San Juan Bautista hazía vida
santíssima y obras miraculosas, predicava, hospedava peregrinos y tenía larga oración. Tuvo dél
envidia el demonio y començó a perseguirle por medio de dos criados de Rústico, que a la sazón era
obispo en Treveris. Éstos hizieron mucho caso de que comía antes de tiempo con los peregrinos que
hospedava en su casa, y sacaron de aquí que si los milagros que hazía
| fueran verdaderos, que devía no comer en muchos días, como era costumbre de algunos ermitaños que hazían semejantes
maravillas, y inferían que, pues él comía, y tan temprano, las hechas por él eran hechizerías y arte
mágica. Fueron con este juizio temerario al obispo, y añadieron que era estrangero y que devía ser
de secreto herege que venía a enseñar falsa doctrina, que a él pertenecía remediarlo, pues era en su
distrito, que le llamasse y se informasse de la verdad. Oído por el obispo, creyéndose de ligero,
mandó a los mismos calumniadores, los cuales se llamavan Aduluvino y Albruvino, que fuessen
por él y se le truxessen allí. Hiziéronlo assí, notificáronle el mandato, holgó de oírlo, y por ser tarde
hospedólos en su casa aquella noche. Y otro día Goar rezó sus horas, dixo Missa, y mandó a un
criado suyo que adereçasse de comer para sus huéspedes y él, y ponerse luego en camino. Como
oyeron ellos esto, descubrieron su ponçoña, y con bozes sobervias le dixeron:
-No das muestra que es tu vida buena como se publica, pues quebrantas el tiempo legítimo
según la costumbre santa y piadosa, y nosotros no queremos convenir contigo en hartar nuestros
estómagos de comida, siendo tan de mañana.
Llegó a él a esta sazón un moço, que le dixo como estava cierto peregrino a la puerta. Holgó
de oírlo, hízole entrar y assentóse con él a comer. Los calumniadores, viendo esto, pareciéndoles un
grave delito, subieron en sus bestias para bolver al obispo y darle cuenta de todo. El siervo de Dios
Goar les dixo que, pues no querían comer allí, llevassen algo para el camino, y assí les proveyó sus
alforjas. Ellos se fueron, y el siervo de Dios les iva siguiendo. Viniendo el medio día, sintiéronse
los calumniadores muy necessitados de hambre, y mucho más de sed, queriendo Dios con esto
castigar su maldad. Habló el uno con el otro, diziendo que si presto no hallava agua, perecería de
sed. Sabían que estava cerca un arroyo, guiaron a él con intento de refrescarse, y comer lo que
/(211r)/ Goar les avía dado. Mas, por orden del Cielo, el arroyo desapareció de su presencia. Abrieron
las alforjas para sacar el manjar y no le hallaron. Con esto desfallecieron, y Albruvino cayó del
cavallo como muerto y Aduluvino esperó que llegasse Goar, y llegado, rogóle afectuosamente que
se doliesse dellos y remediasse su necessidad y trabajo. Él le dixo:
-Acuérdate, hijo, que Dios es caridad, y quien la tiene tiene a Dios. Por esto os ofrecí esta
mañana que comiéssedes, y no devíades reusarlo, siendo oficio de caridad.
A este tiempo vieron venir a ellos tres ciervas de estraña grandeza. Invocó el siervo de Dios
Goar el fabor de la Santíssima Trinidad y mandó a las ciervas que se detuviessen, y obedeciéndole,
tomó Goar un vasso, y ordeñólas, dexándolas luego ir, y con la leche bañó los rostros de aquellos
dos sus enemigos, y con esto Albruvino tornó en su sentido. Mandólos bolver al arroyo y hallaron
agua en él, y de la misma manera en sus alforjas pareció la comida, con que, comiendo y beviendo,
tomaron esfuerço y pudieron llegar a la ciudad de Treveris, donde dieron cuenta al obispo sus dos
criados de lo sucedido. El cual, en lugar de dar gracias a Dios y estimar en mucho a su siervo, dixo
a los que presentes estavan:
-En esto entiendo que es mago y hechizero este hombre, porque no puedo yo creer que aya
virtud en quien tan de mañana harta su estómago de comida y bevida, como sea verdad que los
santos antiguos, por ayunos y abstinencias, y con limosnas agradaron a Dios.
En tanto que passava esto, Goar entró en la iglesia donde estava Rústico, el obispo, con sus
clérigos. Miró a una y otra parte y vido que, siendo hora de ponerse el Sol, entrava un rayo dél al
soslayo y dava en un rincón. Parecióle que era madero que estava allí, y viniendo caluroso, quitóse
el manteo y fuese a poner sobre él, y el rayo del Sol le sostuvo, estándolo mirando el obispo con
todos sus clérigos, lo cual también fue por él atri- buido
| a arte mágica. Y aviendo hecho oración,
mandóle llamar y pidióle que diesse razón de sí, y cómo no aviendo en él muestra de santidad,
siendo glotón, hazía que las ciervas diessen leche y el rayo del Sol sustentasse su capa, que esto era
prueva de ser mago y hechizero. Respondió Goar que nunca avía usado arte mágica ni la sabía, y
que si sacó leche de las ciervas, la caridad le movió a ello, por no dexar morir aquellos dos hombres.
Y si puso sobre el rayo del Sol su capa, él le tuvo por madero. Y lo que dezía dél, que comía por la
mañana, Dios, que es justo juez y que escudriña los coraçones y sabe los secretos dellos, juzgasse
si era por gula o por algún otro vicio, sino por usar caridad con los próximos. Estando en estas
razones llegó un ministro de la Iglesia, llamado Leobigio, con un niño nacido de tres días que
acabava de hallar en la concha, que era una piedra donde se ponían niños expósitos, y el obispo
dava orden como algún hombre rico se cargasse dellos y los criasse; pues, como viesse este Rústico,
el obispo, dixo a los presentes:
-Aora podemos provar si las obras sobrenaturales que Goar haze son de Dios o del demonio,
con que haga a este niño de tres días nacido que manifieste los nombres de sus padres, y no haziéndolo,
será indicio que no es inocente y sin culpa, sino hechizero, y como tal llevará la pena.
Afligióse dello. Dixo que era aquella obra de varones santos y no dél, que se tenía por grande
pecador. Y cuanto más se escusava, insistía el obispo en que avía de hazer lo que le mandava, y assí,
el siervo de Dios, por obedecerle, púsose en oración, y levantadas las manos pidió a Dios le
faboreciesse en semejante necessidad. Llegó al niño y preguntó al que le avía traído qué días podría
tener, y respondió que tres. Replicó Goar:
-Pues yo invoco la Santíssima Trinidad, y en su nombre te mando que declares aquí los
nombres de los padres que te engendraron.
El niño, en boz clara y que todos lo entendieron, estendió la mano, y seña- lando
/(211v)/ al obispo, dixo:
-Mi padre es este obispo Rústico, y mi madre se llama Flavia.
Desta manera, por justo juizio de Dios, pretendiendo calumniar las obras públicas, que eran
santas de Goar, las cuales devía tener y estimar en mucho, las suyas, que eran malíssimas y ocultas,
se publicaron, y hizo hoyo y armó lazo en que cayó. Es de Vuandelberto Monge Diácono, y refiérela
Surio, tomo cuarto.
[14] Santa Brígida, donzella y monja de Hibernia, tuvo noticia que una mala muger disfamava a un
santo obispo, diziendo que avía concebido dél. Andava su fama en lenguas del pueblo. Doliéndose
dél, dio orden cómo delante de mucha gente aquella muger viniesse con un hijo que avía parido,
niño que mamava a sus pechos. La santa preguntó a la muger cúyo era aquel niño. Ella respondió
desvergonçadamente que del obispo Broone, que assí se llamava. Hízole la Señal de la Cruz sobre
la boca, y luego la lengua se le hinchó, que no pudo más hablar. Preguntó al niño quién era su padre,
y respondió, con grande admiración de todos los presentes, que no era aquel obispo, como dezía su
madre, sino un vil y desechado hombre, nombrándole. Refiérelo Surio, en la
Vida desta santa, tomo primero.
[15] El emperador Otón, cuyo Imperio començó en Alemania, año de novecientos y treinta y ocho,
siendo príncipe merecedor del estado que tenía, para negocios tocantes al imperio mandó juntar en
Vuormacia a todos los grandes sujetos a su corona, señalándoles día, adonde por ser Venceslao,
duque de Bohemia, varón santo, uno de los llamados, vino allí. Y porque el día en que se devían
juntar, el capellán que le dezía Missa se detuvo y él no quiso ir sin oírla, fue tarde, estando ya todos
los grandes en sus assientos. A los cuales, pareciéndoles que por ambición se avía detenido,
concertáronse de no levantarse a él ni darle asiento cuando viniesse, y hablaron al emperador para
que sin dar honra al bohemio | le tratasse como a arrogante. Mas al tiempo que llegó a la sala, vido
el emperador que venían dos ángeles a sus lados y que le dexaron a la puerta, por lo cual, admirado
sobremanera, se levantó de su silla y salió a le recebir algunos passos, y asiéndole de la mano hizo
que se assentasse junto con él. Y porque murmuravan desto algunos de los presentes, en boz alta
descubrió el caso, y se admiró de que no viessen todos a los ángeles, como él los avía visto. Concluidos
los negocios a que se avían juntado los estados, el emperador faboreció mucho a Venceslao y le
dixo que pidiesse todo lo que quisiesse, que como César le dava su palabra de se lo conceder. El
mismo Otón, y los que estavan presentes, entendieron que pidiera libertades para su señorío de
Bohemia, y sólo pidió un braço de San Vito trasladado de Francia en tiempo de Ludovico Pío, en
Corveya, ciudad de Saxonia, porque se tenía dél noticia en Bohemia, y todos le eran muy devotos.
El emperador, oída la demanda de Venceslao, se sonrió y dixo:
-Yo te concedo las reliquias que pides, y te las embiaré luego que buelva a Saxonia, y quiero
que en adelante te llames rey de Bohemia, y te absuelvo del tributo que como feudatario del Imperio
estavas obligado a me pagar. Y quiero más, que traigas por armas la águila negra que yo traigo. Es
de Juan Dubravio, obispo olomucense, y refiérelo Surio, tomo séptimo.
[16] En el tiempo que servía de Cancelario Santo Tomás, que fue después arçobispo de Canturia, al
rey Enrique de Inglaterra, por tenerle el rey en possessión de muy honesto embiávale algunas vezes
a una villa, llamada Stafordia, a visitar y proveer a una muger con quien el rey tenía amistad.
Cuando iva a verla posava en su misma casa, y estando de ordinario por guarda de la dama un
cavallero anciano que tenía allí puesto el rey, éste tomó mala sospecha del Cancelario, por verle de
buena edad y gentil disposición. Parecióle que de noche se podía
/(212r)/ passar de su aposento al de aquella muger cuando allí quedava. Fue de callada una vez a verlo, entró en el aposento del
Cancelario por un lugar secreto, y con una luz encubierta que traía vido su cama sin muestra de
averse acostado persona en ella. Afirmóse más en su sospecha, y passando adelante vido al Cancelario,
que, de aver estado de rodillas la mayor parte de la noche en oración, de cansado y quebrantado se
avía caído dormido en el fuego y estava mal compuesto en él. Quedó espantado, y al que de antes
juzgava por deshonesto, aunque temerariamente, ya le tenía por santo. Dízenlo en su
Vida Juan Carnotense y Guilielmo Canturiense, Herveto y Alano.
[17] San Francisco castigó a un fraile que le acompañava por un juizio temerario que tuvo conforme
a lo que merecía. Vieron venir yendo un camino a un pobre desandrajado. El santo Patriarca se
condolió dél, y el fraile dixo:
-Puede ser, padre, que ya que se muestre éste en lo esterior pobre, en los desseos sea rico y
codicioso.
-Por tu juizio temerario, dixo el santo, quítate la túnica y dásela.
Dízelo San Buenaventura en su Vida
, capítulo octavo.
[18] Bernarde de Quintavalle, del Orden de los Menores, nunca puso los ojos en algún hombre, que
no juzgasse que era mejor que él. Si tenía más pobre vestido, dezía, hablando consigo mismo: «Éste
mejor es que no tú, o Bernardo, pues sufre mejor y con más paciencia la pobreza». Si estava mejor
tratado y vestido ricamente, dezía: «Éste gran ventaja me haze, porque debaxo de aquel vestido
precioso es mejor que no yo trayendo este despreciado». Otro fraile, llamado León, vido de los ojos
del mismo Bernardo salir dos rayos como dos lucidíssimas estrellas, y con mucha razón, pues
nunca se afearon con temerario juizio. Es de San Buenaventura,
| en la Vida de San Francisco, capítulo séptimo.
[19] Estando enfermo y cercano a la muerte el Papa Gregorio Sexto, entendió que se murmurava
entre los cardenales acerca de su vida. Llamólos a su presencia y reprehendióles de aquel mal juizio
que tenían. Dio razón de lo que avía hecho que podía causar escrúpulo, y al fin díxoles que para
certificarse de que su juizio era malo y sus obras buenas, siendo muerto pusiessen su cuerpo delante
de las Puertas de San Pedro teniéndolas bien cerradas, y que si ellas por sí mismas se abriessen,
entendiessen que él dezía verdad y ellos se engañavan, y no abriéndose, que era lo contrario. Hízose
assí, el cuerpo fue allí puesto estando bien cerradas las puertas, y vino un grande torvellino que las
abrió de improviso, con grande admiración de los presentes, porque sin saber cómo hallaron el
cuerpo de Gregorio dentro del templo en testimonio de su inocencia, en la cual confiado se atrevió
a hazer semejante concierto. Lo dicho es de Fulgoso, libro tercero, capítulo séptimo.
[20] Predicando en la ciudad de Padua San Antonio, revelóle Dios que su padre en Lisboa estava en
peligro de muerte, por un homicidio que falsamente le acusavan. El santo pidió licencia a su guardián,
y llevado por un ángel en una noche, llegó de Padua a Lisboa, habló a su padre y a los juezes, hizo
que truxessen allí el muerto, y el santo, delante de mucha gente, le preguntó si le avía muerto su
padre. Y respondió que no, antes falsamente le atribuían a él averle muerto, por lo cual le dieron por
libre. Y aviendo estado con él toda una noche y averiguado esto, se bolvió otro día como vino a
Padua. Refiérelo en su Vida, Surio, tomo tercero.
EXEMPLOS ESTRANGEROS
[1] El magno Pompeyo, teniendo lastimada una pierna ligósela con un
| pañizuelo, y porque en su tiempo las coronas de los reyes eran unas ben- das
/(212v)/ de lienço con que se davan una buelta
en la cabeça, no faltó quien dixo que pretendía hazerse rey de Roma, y que poco hazía al caso traer
la corona en la cabeça o en la pierna. Y si no tornara por él y le defendiera Sila Dictador se viera en
manifiesto peligro. Dízelo Alexandre de Alexandro, libro primero, capítulo veinte y seis.
[2] Cina, también romano, porque en tiempo de hambre proveyó de pan a Roma, hallándose con
cantidad de trigo y dándolo a unos por baxo precio y a otros gracioso, huvo quien dixo que pretendía
de aquella manera ser rey, y por ser este nombre aborrecible a los romanos, con furor del pueblo
fueron a su casa y le mataron. Dízelo Plutarco en los
Paralelos.
[3] Como tuviesse Pitágoras en su escuela grande número de dicípulos, los crotoniates falsamente
juzgaron dél que se quería levantar con el reino. Por lo cual, juntándose todos con mano armada,
fueron a su general y estudio y mataron a muchos, asolándoles y poniéndoles por tierra. Libróse
Pitágoras deste acometimiento con cuatrocientos dicípulos, y huyendo por un campo llamado «de
las habas», fue seguido y alcançado y crudamente muerto, no librándose sino cual o cual de sus
dicípulos, y entre ellos fue uno Arquitas Tarentino, y otro Lisis. Dízelo Laercio, libro octavo.
[4] Zeuzis, famoso y valiente pintor, hizo una figura con grande primor y arte
| de Helena, y cuando la tuvo acabada no admitía a verla sino a quien le dava algunos dineros, y dávanselos muchos por
ver un milagro de pintura en aquella obra. Y porque le era ganancia aquella pintura de Helena, los
Heracleontes griegos de aquella edad llamavan a Helena muger cuestuaria o pública. Dízelo Eliano,
libro 4.
[5] Advierte Plutarco de los antiguos romanos que tenían costumbre de traer los magistrados y
justicias delante de sí manojos de varas delgadas con que castigavan culpados, siendo la pena
ordinaria açotes, mas los açotes y varas traíanlos ligados con cordeles, de manera que para desatarlos
avía de passar algún tiempo, y esto era por razón que no se acelerassen y juzgassen temerariamente,
sino que a lo menos se detuviessen sin executar la sentencia y mandado el tiempo que era necessario
para desatar las varas. Y entre tanto podían advertir y ver si era bien que la sentencia se executasse
o se dexasse. Refiérelo Fulgoso, libro primero.
[6] Los critas, en oyendo algún astrólogo o adivino que dezía cosa que estava por venir, poníanlo en
memoria, y si salía mentiroso subíanle en un carro y pegávanle fuego. Si esto se usara en España y
en Italia y en otras partes, no huviera atrevimiento que ay en echar juizios, que por la mayor parte
salen falsos, y si en uno aciertan, en diez mienten, y el acertar, acaso. Dízelo Fulgoso, libro primero.
Fin del Discurso del Juizio Temerario. |