DISCURSO TREINTA. DE FIDELIDAD DE CASADOS
Plutarco, en sus Morales, dize que siéndole preguntado a un lacedemonio qué pena davan
en su tierra al adúltero, porque Licurgo en sus leyes no hizo mención dellos, respondió:
-No ay hombre adúltero en Lacedemonia.
-Y si huviesse -replicó el que lo preguntava-, ¿qué pena le darían?
Dixo a esto:
-No sé yo cómo puede aver adúltero en Lacedemonia, donde las riquezas y deleites, los
ornamentos y vestidos curiosos no son tenidos en estima, y la honestidad y modestia son muy
estimados.
En el presente Discurso se verán muchos exemplos de fidelidad entre casados.
[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]
[1] Exemplo de buenos casados fueron Abraham y Sara. Y advirtiólo el Apóstol San Pedro, diziendo
en su Primera Carta, | capítulo tercero, que no se contentava Sara con llamar a Abraham marido,
sino que le llamava señor y le obedecía con humildad. Isaac y Rebeca fueron otro par de buenos
casados, mostrándose ella en su presencia vergonçosa y humilde, y él no admitiendo en su compañía
otra muger, como otros Patriarcas las admitieron, contentándose con ella sola. Es del
Génesis, capítulo diez y ocho, y veinte y cuatro.
[2] No quiero poner por exemplo de buenos casados a Adam y Eva, aunque ellos fueron santos y se
salvaron, pues ella le fue ocasión del grave mal y daño en que incurrió con su pecado, solicitándole
a que comiesse de la fruta del árbol vedado, y assí pecasse. Ni a Salomón, aunque quiso tanto a sus
mugeres que antepuso su amor al de Dios, atreviéndose a ofenderle con pecados de idolatrías por
agradarlas a ellas, adorando sus ídolos y falsos dioses. Es del
Génesis, capítulo tercero, lo que toca
a Adam, y lo que a Salomón, del Tercero de los Reyes, capítulo onze.
Colígese lo dicho de la Divina Escritura. |
[EJEMPLOS CRISTIANOS]
[1] Dos santos ermitaños, después de aver servido a Dios fielmente toda la vida, y siendo ya viejos,
pidieron a su Magestad diversas vezes que les declarasse para consuelo suyo con quién los igualava
en merecimiento de los que vivían de presente, y un día oyeron una boz, que les dixo:
-Cerca de aquí, en Egipto, está una villa, y en ella viven dos casados llamados Eucaristo y
María; mucho será si llegáis a su merecimiento.
Fueron a buscar los casados y llegaron |
a una humilde casa, donde la muger estava. Preguntáronle por su marido, y respondió que era pastor y que estava apacentando su ganado.
Aguardáronle, y siendo tarde vino con las ovejas, y viendo a los benditos ermitaños, con grande
caridad y con mucho amor les labó los pies y les puso la mesa, rogándoles que se sentassen y
comiessen. Respondiéronle:
-Ninguna cosa comeremos si primero no nos das cuenta de tu vida.
Eucaristo, con mucha /(164r)/ humildad, respondió:
-Yo soy pastor de ovejas, y ésta es mi muger.
-Más queremos saber de lo que dizes -añadieron los ermitaños-. Rogámoste que nos lo
declares.
Escusávase el buen hombre con mucha humildad, hasta que le dixeron que Dios los avía
embiado a él, y oyendo esto, Eucaristo temió, y dixo:
-Estas ovejas tenemos de nuestros padres, y las ganancias y mejoras dividímoslas en tres
partes: una damos a pobres, otra a peregrinos, y la tercera nos sirve de sustento. Desde que nos
casamos vivimos en una casa, y nunca de noche nos avemos visto juntos, y assí los dos permanecemos
vírgines. A la noche nos vestimos dos sacos, y cada uno duerme a su parte. De día nos ponemos el
vestido que veis, y de lo dicho hasta oy no avemos dado cuenta a persona alguna. Vivimos en paz y
conformidad.
Oyendo esto, los ermitaños glorificaron a Dios y bolvieron a sus ermitas. Lo dicho es del
De Vitis Patrum.
[2] Navegando cierto mercader caudaloso, padeció naufragio y perdió su hazienda, y mucha otra
agena de diversos acreedores, los cuales le echaron preso, secuestrándole los bienes que en su casa
tenía, sin perdonar los vestidos y joyas de su muger. La cual se fue a la cárcel donde el marido
estava y llorava con él su miseria, sin tener con qué sustentarle, ni de sólo pan. Estando un día
lamentándose, entró en la cárcel un ombre rico para dar limosna a los presos, y vista la muger, que
era muy hermosa, aficionósele. Hízola ir por orden del carcelero a un aposento apartado y preguntóle
quién era y la ocasión por que estava en aquella cárcel. Ella le dio cuenta de su vida y trabajo, y oído
por él, díxole:
-Yo te pagaré tus deudas si cumples con el amor y afición que te tengo.
A esto respondió la muger:
-Sabido he, señor, que dize el Apóstol San Pablo que la muger casada no tiene poderío en su
proprio cuerpo, sino su marido. Déxame que yo le hable, y lo que él quisiere que haga,
| haré.
Habló al marido, no sin derramar muchas lágrimas, considerando a qué punto avían venido,
que la necessidad los forçasse a poner en plática una cosa tan mala y detestable. Mas, siendo el
marido hombre de honra y muy prudente, junto con temer a Dios, no pudo en él tanto la esperança
de salir de la cárcel, que diesse
lugar a tal pecado y baxeza, y assí dixo a la muger:
-No des oído, hermana, a cosa tan mala. Despide esse hombre, que yo espero en el Señor
que al fin nos tiene de remediar.
Y con esto sus ojos se tornaron fuentes y dio algunos profundos gemidos. Fue la muger al
otro, que esperava respuesta, y díxole:
-Mi marido no quiere;
y dexóle. Antes desto estava preso en aquella misma cárcel un famoso ladrón, y tenía su aposento
junto al del mercader, con una ventana que se podían ver y hablar ambos. Oyó toda la plática y
resolución de los dos casados, y dolióse dellos, alabando su casto propósito y no dexando de admirarse
en que huviesse estimado en más la virtud que el dinero, y la castidad, que la libertad.
-Bien al contrario -dize- de lo que yo he hecho, que por enriquezerme he quitado a muchos
las vidas, y aora pierdo la vida y lo adquirido en robos.
Hablóles desde la ventana, y díxoles:
-Yo he sido ladrón y he muerto mucha gente, y espero de una hora a otra que me han de
justiciar y quitar la vida. He oído vuestra determinación prudente y casta y heme compungido. Por
tanto, iréis a tal parte de la ciudad, y hallaréis debaxo de tierra una suma grande de dinero que yo
robé, cuyos dueños yo maté, y no se puede averiguar a quién se deva restituir. Aprovecháos dello;
pagad vuestras deudas, vivid con lo restante y rogad a Dios por mi alma, para que, en saliendo desta
vida, alcance dél misericordia.
No passaron muchos días, que el ladrón fue sentenciado a muerte por la justicia. Habló la
muger al marido, y díxole:
-Si me das, señor, licencia, iré al
/(164v)/ lugar que nos dixo el ladrón y veré lo que en él ay.
Respondióle:
-Haz, hermana, lo que te pareciere.
La muger fue de noche con un pequeño açadón, y cabando donde el ladrón dixo, halló una
olla bien cubierta. Llevóla de allí y guardóla en lugar seguro, y usando de mucha prudencia iva
sacando della poco a poco el dinero, y dava, ya a un mercader, ya a otro, porque pareciesse que le
prestavan el dinero. Pagó toda la deuda; sacó a su marido de la cárcel y vivieron de lo restante,
dando exemplo el hecho de la fidelidad de dos buenos casados temerosos de Dios. Y déxase entender
que la muger no fue al marido con intento de que, dándole licencia, fuera mala, sino por librarse de
aquel hombre importuno, y cierta de que respondería lo que respondió. Lo dicho es del
Prado Espiritual, capítulo ciento y ochenta y nueve.
[3] Dominico Catalusio, príncipe de Lesbos, mostró amar a su muger grandemente, en que
enfermando ella de lepra asquerosa, y estando su cuerpo hecho una llaga, despidiendo de sí podre
y un pestilencial hedor, nunca apartó mesa ni cama, porque la caridad conjugal le quitó el temor de
ser inficionado della, y le hizo que no sintiesse el mal olor, sino que la tenía por propria carne suya,
como es proprio de casados. Refiérelo Fulgoso, libro cuarto.
[4] Siendo señor de Parma Gisberto Corregiense, los parientes de su muger levantaron conjuración
contra él, y fue de manera que le convino irse huyendo de la ciudad. Rolando Roscio, hermano de
la muger, quiso llevarla a su casa y quitarla de entre soldados y hombres de guerra, donde estava,
mostrando grande esfuerço en favor del marido. La cual, oyendo lo que el hermano le dezía, mirándole
airadamente y llamándole traidor, le dixo:
-No quiera Dios que yo entre en casa donde me profane y manche, aviéndose ordenado en
ella tan grande traición contra pariente y su bienhechor, ni coma pan que los perros hambrientos por
no parti- cipar | de la mácula de traición evitarían. Antes pienso irme con mi marido, a quien
engañaste dándole a mí por muger, y pondréme delante dél para que en mí tome de ti vengança.
Dicho esto, los pies descalços y los cabellos sueltos, se fue a Castro Novo, donde el marido
estava, y derribada delante dél le pidió llorando que con su muerte vengasse la injuria que su
hermano Rolando le avía hecho. Refiérelo Eborense.
[5] En la ciudad de Austum, de la Alta Borgoña, avía un varón claro en linaje, rico y letrado,
llamado Reucio. El cual, cuando moço, se casó con una donzella de las mismas prendas que él
tenía, y con ella vivió en castidad algunos años exercitándose ambos en obras virtuosas y santas.
Vino a que la muger cayó enferma, y, estando cercana a la muerte, pidió con mucha instancia a
Reucio, su marido, que en su muerte le sepultassen donde ella estaría sepultada, porque estuviessen
juntos en una sepultura aquellos a quien conservó el amor de la castidad puros y sin mácula. Él se
lo prometió. Y, siendo ella muerta, como él quedasse viudo y exercitasse en lo que de primero y con
más fervor, vacando el obispado de Austum, fue electo en obispado, y en esta dignidad,
administrándola sanamente, acabó la vida. Los de Austum trataron de sepultarle en su iglesia catedral,
mas, al levantar el cuerpo, no fueron possibles fuerças humanas para moverle, y estando dubdosos
de lo que harían, un viejo dixo que su muger le avía conjurado al tiempo de su muerte que se
sepultasse en su sepulcro. Oído esto, con facilidad levantaron el cuerpo para llevarle a donde la
muger estava. Y al tiempo de ponerle en la sepultura, el cuerpo habló y dixo:
-Acuérdate, dulcíssima muger, de lo que me pediste. Recibe el cuerpo cuya compañía casta
gozaste.
Y diziendo esto, el sepulcro tembló, y los huessos de la muger se llegaron por sí mismos a
una parte, y dieron lugar al santo obispo. Es del mismo Eborense.
[6] Un labrador del reino de Nápoles,
/(165r)/ teniendo su casa cerca del mar, y saliendo cossarios
a tierra, captiváronle la muger, sin verlo él por estar ausente. Cuando bolvió y entendió lo que
passava, teniendo por cierto que la muger iva en una galera que estava apartada de tierra, llegó a
nado a ella, y dixo en boz alta:
-Lleváisme mi muger, pues llevadme a mí con ella.
Admiráronse los cossarios de ver prendas de amor tan grandes en hombre que desmenuzava
terrones. Lleváronle captivo con la muger y presentáronlos al rey de Túnez, refiriendo el caso, que
fue para él tan nuevo y bien recebido, que les dio libertad y hazienda con que vivieron muy contentos,
siendo él hombre de su guarda. Dízelo Fulgoso, libro cuarto.
[7] El mismo Fulgoso escrive que en su tiempo Cecilia Barbádica Veneciana, muerto su marido,
Filipe Vendramino, tuvo tal sentimiento, que ni por ruegos ni por amonestaciones de parientes
quiso comer cosa alguna, hasta que murió. Fue muestra de mucho amor, y si dexó de comer pudiendo,
no fue sin culpa.
[8] En la ciudad de Parma, en Italia, residían dos casados nobles, passando su vida
| en grande amor y conformidad. El marido tenía enemigos, los cuales entraron de noche estando los dos acostados
en su cama, y quisieron matarle. Hiriéronle, aunque livianamente, mas dexóse caer de la cama y
pudo irse del aposento. Començaron a herir a la muger, pensando ser el marido, la cual, pudiendo
dar bozes, y ya que no de otra manera con declararse que era ella la que herían, la dexaran sin duda,
porque sólo con él tenían el enojo, mas, temiendo ella que si hablava y se declarava, seguirían al
marido y le matarían, escogió antes ser ella la muerta, por el amor grande que le tenía, y assí quedó
herida de muerte, huyendo sus matadores. Bolvió luego el marido, y sólo pudo dar los últimos
abraços a su querida muger, sintiendo su muerte como si fuera la propria suya y quedando con
grandíssimo quebranto por perder prenda tan de estimar. Y si hizo por conservar la vida y no se
dexó morir de pena y quebranto, fue por vengar aquella muerte, como la vengó por justicia de todos
los homicidas. Refiere lo dicho Juan Baptista Giralo, en el
Diálogo de Amor. |
EXEMPLOS ESTRANGEROS
[1] Nino, rey de Assiria, para casar con Semíramis, pidiéndolo ella por condición precisa, le dio por
un tiempo breve el gobierno de su reino, haziéndola dél señora enteramente. Deste señorío se
aprovechó ella de suerte que, echadas raízes, primero murió (con ser bien larga su vida), que dexasse
el cetro y corona dél. Mostró bien que tenía amor a la muger quien por hazer su gusto se puso a
perder el reino, y aun si creemos a los que escriven estos cuentos, también a bueltas perdió la vida.
Refiérelo Sabélico, libro tercero. Diodoro Sículo, también libro tercero, descubre más esta historia;
dize que Semiramis estava antes casada con Menón, y que se la pidió Nino, ofreciéndole en trueco
y cambio una hija suya llamada Sosane. Contradíxolo Menón. Ame- nazóle
| el rey que le sacaría los ojos si no venía en ello. Visto por él que se la avía de quitar el rey por fuerça, temiendo más
verse sin Semiramis que sin vida, con un lazo se la quitó. Hase de alabar aquí, no el matarse, que
fue hecho de bárbaro, sino el amor que tuvo a su muger, que le fue dello ocasión.
[2] Entre otros moços amigos de ganar honra en hechos de armas que siguieron a Jasón en el viaje
que hizo por el Vellocino Dorado a la isla de Colchos, fueron algunos de los minios, que son
pueblos de Tesalia. Éstos, a la buelta que Jasón hizo acabada su jornada, quedáronse por vezinos en
una isla llamada Lemno. De allí fueron echados de los pelasgos, que les hizieron guerra y ganaron
la tierra, a unos montes dichos Taigetos, cerca de
/(165v)/ Lacedemonia. Y porque fueron conocidos
del linaje que venían, y teniendo lástima dellos los mismos lacedemonios, los recibieron en su
ciudad y casaron con donzellas de aquella tierra nobles. Ensoberveciéronse ellos y quisieron ser
señores y tiranizar la tierra, por lo qual los que en esto se hallaron culpados fueron presos por los
lacedemonios y sentenciados a muerte. Era costumbre en aquella gente que de noche se executava
semejantes castigos de sangre. Las mugeres destos presos fueron la misma noche a verlos y siéndoles
dado lugar de las guardas para hablarlos secretamente, trocaron vestidos con los maridos, y ellos
salieron libres, quedando ellas esperando la muerte, dando en esto testimonio del amor conjugal
que les tenían ser grande. Dízelo Valerio Máximo, libro cuarto.
[3] En dos batallas fue vencido el rey Dario de Persia por el Magno Alexandre. Y con perder la
mayor parte de su estado y no pequeña de sus riquezas, ninguna señal mostró de tristeza, hasta que
fue certificado de que su muger no parecía. Llorava y dava bozes como hombre fuera de juizio.
Consolóse algo viniéndole nueva que estava viva en poder de Alexandre, mas, viniendo después
otro mensajero, y afirmándole que era muerta de parto, hizo muy mayor sentimiento, llorándola sin
consuelo alguno. Y fue señal que la amava más que riquezas ni reino. Refiérelo Sabélico, libro
tercero.
[4] Cianipo de Tesalia y Emilio Sibarita fueron dos hombres muy amigos de caça, aunque en diversos
lugares y tiempos, mas sucedióles un mismo caso; porque teniendo sus mugeres celos dellos,
siguiéndolos hasta las montañas donde se escondían, mirando si hablavan con otras mugeres, sintieron
los perros allí ruido, corrieron a ellas, y antes fueron de sus dientes despedaçadas que se conociessen
por mugeres, y mucho menos por proprias. Era grande el amor que ambos las tenían, y fue de suerte
que, impacientes del dolor que padecían, por aver llegado
| la pena a la aflición, que ambos se mataron. Y aunque el matarse fue malo y pecado gravíssimo, mas declaróse por las muertes que se
dieron que muy de veras amavan a sus mugeres. Dízelo Fulgoso, libro cuarto.
[6] Artemisa, reina de Caria, mostró el amor que tuvo a su marido Mausoleo ser grandíssimo, pues
siendo muerto le labró un sepulcro que se contó por una de las siete maravillas del mundo. Es de
Valerio Máximo, libro cuarto.
[7] Hipsicratea Reina, muger del rey Mitrídates, fue tan apassionada en amarle y serle fiel, que por
andar de ordinario él en guerras, se cortó el cabello y en traje de varón con armas y cavallo andava
siempre a su lado. Y siendo el marido vencido de Pompeyo, y huyendo por estrañas tierras y gentes,
ella le acompañó y le fue singular consuelo en sus trabajos y afliciones. Dízelo Valerio Máximo,
libro cuarto.
[8] Claudio Plautio Númida, oyendo la muerte de su muger, hirióse con un cuchillo en el pecho.
Fuéronle a la mano sus criados, quitáronle el cuchillo, ligáronle la llaga y dexáronle en un aposento
solo, quitándole las ocasiones de tornarse a herir. Visto por él, desatóse la herida y con las manos se
la hizo mayor, hasta que dio la alma. El hecho fue de bárbaro y pecado, mas declaró en él el amor
grande que tenía a su muger. Es de Valerio Máximo, libro cuarto.
[9] San Hierónimo, escriviendo contra Joviniano, dize de Lecostene, hija de Moción Areopagita,
que, muerto su marido, importunada se casasse con otro, dixo que
/(166r)/ no podía hazerlo, porque aunque su esposo para otros era muerto, para ella todavía era vivo, teniendo siempre en su coraçón
frezca su memoria. Y porque no la hiziessen fuerça a casarse, se privó de la vida.
[10] Ania Romana, estando viuda y teniendo muy fresco en la memoria el amor del marido,
persuadiéndola que se casasse segunda vez, pues estava moça y hermosa, respondió que en ninguna
manera lo haría, porque si hallasse otro buen marido como el primero estaría siempre en mortal
congoxa si le avía de perder, y por el contrario, si fuesse malo, no menos sería de muerte su aflición
en aver de padecer tan grave mal, el cual sin necessidad alguna ella le avía escogido. Valeria, otra
romana, dio semejante respuesta hablándola sobre que de nuevo se casasse y añadió que para otros
su marido Servio era muerto y que para ella todavía era vivo. Dízelo Fulgoso, libro cuarto.
[11] Triaria, muger de Lucio Vitelo, armada seguía en la guerra a su marido y cuando se dava
alguna batalla, como fue en Terracina, que el Vitelo acometió de noche, ella se vido entre lanças y
espadas hiriendo y matando sin que diesse ventaja a otro valiente soldado, y todo lo hazía porque
tenía su pecho mugeril encendido con el amor de su marido Vitelo. Es de Fulgoso, libro cuarto.
[12] Tiberio Graco, romano, casado con Cornelia, era sin término el amor que se tenían. Vido un
día en su casa y aposento dos culebras macho y hembra, y por ser agorero como lo eran muchos de
los gentiles, llamó un arúspice o hechizero que le declarasse aquel portento. Y ayudado del demonio
le dixo que le convenía matar la una culebra, y que si matava primero la hembra moriría primero su
muger, y si el macho, sería él el muerto. Mató el macho y su muerte se siguió a pocos días. Y
podríase dificultar de su muger Cornelia si fue más dichosa en tener tal marido, que desdichada en
perderle tan presto. Dízelo Valerio Máximo, libro cuarto.|
[13] Julia, hija de Cayo César y muger del Magno Pompeyo, viendo traer un vestido suyo a casa
ensangrentado de ciertas fiestas que se celebravan en Roma, creyendo que el marido quedava muerto
o malherido, cayó en tierra con grande espanto, malparió luego, y juntamente acabó la vida, con
grande daño del Romano Imperio, porque si ella viviera tuvieran amistad César y Pompeyo como
suegro y hierno, y escusáranse tantas batallas civiles y muertes de gentes como murieron por ocasión
destos dos fortíssimos capitanes, estando discordes entre sí. Es de Valerio Máximo, libro cuarto.
[14] Porcia, hija de Catón Uticense y muger de Bruto, sabiendo que el marido tenía concertado con
otros conjurados de matar a Julio César, el día que se avía de poner en execución luego de mañana
tomó un cuchillo en la mano, y como que se quería cortar las uñas, se hizo una pequeña herida, de
que corrió sangre. Visto por las criadas, dieron bozes; oyólo Bruto, que salía de casa, bolvió, y
viendo la herida, reprehendióla blandamente, diziendo:
-No miraréis, señora, lo que hazéis. Esse oficio otro pudiera hazerle y no vós.
Ella respondió secretamente:
-No fue, señor, descuido mío, sino ensayo de que si el negocio a que vais sale mal y os
sucediesse la muerte, cuán de mi gana me quitare yo la vida.
Después, oyendo dezir que avía sido el marido vencido y muerto en los campos Filípicos,
desseó matarse, y visto que con grande cuidado la guardavan sin dexarla tomar algún cuchillo o
otra arma de hierro para cumplir su intento, tomó carbones encendidos por la boca y con esto
murió. Y la novedad de la muerte dio testimonio de ser nuevo y bien extraordinario el amor que
tenía al marido, aunque el matarse de suyo es malo y pecado. Es de Valerio Máximo, libro cuarto.
[15] Arria, muger de Peto, senador de Roma, viendo preso a su marido en cierta conjuración y que
tenía cierta la muerte, en su presencia dio con su cabeça en la
/(166v)/ pared, desseando matarse antes que le viesse a él muerto. Y como no acabasse de morir, con un cuchillo hirió de muerte su
pecho, y sacándole sangriento le dava al marido, afirmando que no le dolía la herida, que bien podía
él hazer otro tanto, y estándole persuadiendo a que lo hiziesse, murió. Fue hecho bárbaro y pecado,
aunque prueva del amor que al marido tenía. Es de Fulgoso, libro cuarto.
[16] Fueron prescritos muchos romanos en el tiempo del Triumvirato, y entre ellos Ligario, y avía
ley que quien encubriesse o no manifestasse, sabiéndolo, a cualquiera de los prescritos y condenados,
que muriesse por ello, y assí muchos padres descubrieron a sus hijos, y hijos a padres. Encubrió
algún tiempo su muger a Ligario teniéndole escondido en su casa, sabiéndolo solamente una criada,
que al fin le descubrió, y él fue preso y llevado a muerte. La muger, con pena grandíssima, iva
siguiéndole y alegava por la ley que también ella devía ser muerta, pues le avía encubierto. Vino
esta boz hasta los juezes y nadie hizo caso della. Bolvió a su casa y con tan gran tristeza, que
llorando siempre y sin poder comer, se consumió y murió. Dízelo Fulgoso, libro cuarto.
[17] Diole Nerón a Séneca, su maestro, la muerte, y que escogiesse el modo. Escogió que le abriessen
las venas y dexassen desangrar. Quiso morir con él su muger Paulina y mandóse abrir las venas
también. Túvolas abiertas y desangrándose algunas horas. El marido mandó que se le cerrassen y
fue obedecido. Él murió y ella quedó con vida. Y para testimonio deste hecho, y del amor que tuvo
a su marido, lo que después vivió mostró el rostro amarillo de la sangre que perdió. Es de Fulgoso,
libro cuarto.
[18] Marco Plaucio, yendo a una guerra por orden del Senado con grande exército, llegó a Tarento,
donde su muger Horestilla, que iva en su compañía, murió de enfermedad. Y aviendo enbalsamado
el cuerpo y ungídole para ponerle en una hoguera y quemarle, según la
| costumbre de aquel tiempo, el marido se derribó sobre el cuerpo y hiriéndose con un puñal quedó allí muerto, y los dos fueron
quemados juntamente. También el hecho déste fue pecado, aunque de pecho enamorado. Dízelo
Valerio Máximo, libro cuarto.
[19] Rebelóse contra Jacobo, hijo de Visón Casán, rey de Persia, Pandoreo, capitán suyo. Tenía éste
una muger de edad de diez y seis años hermosíssima, y que le amava por todo estremo. Rogó al
marido que se reconciliasse con su rey y no viniesse con él a batalla, aunque no pudo alcançarlo.
Pidióle, vista su pertinacia, que la matasse primero, porque le dava el coraçón que moriría en ella,
y sin él no quería vida. También esto le fue negado. La batalla se dio y en ella fue muerto Pandoreo,
y la muger captiva y entregada al rey. Quiso casar con ella, y ella resistió cuanto le fue possible,
mas viendo que se le quería hazer fuerça, pidió tiempo para determinarse, y en él escrivió «No
verán los hombres que muerto Pandoreo su muger viva». Y escrito esto, con un cuchillo se mató.
Fue hecho en que mostró grande amor al marido, aunque pecado, y malo. Es de Fulgoso, libro
cuarto.
[20] Entre los romanos era uso que, entrando la esposa con acompañamiento en casa del esposo,
levantava la boz, diziendo:
-Caya Cecilia Tanaquil.
Ésta fue muger del rey Tarquino Prisco, muy alabada de sabia, honesta y virtuosa. Y era
dezir: «Yo imitaré la virtud desta matrona».
Y con hazerlo assí, sacó aquel pueblo no pocas Marcias, Porcias y Lucrecias.
Los babilonios tenían en cada año un día señalado en que se juntavan todas las donzellas
que se avían de casar, poniendo a la más hermosa en el primer assiento y a la más fea en el último.
Pregonávase quién dava más precio por la más hermosa y aquél casava con ella, y lo que davan por
la más hermosa, era dote de la más fea. Y assí iva el negocio por rueda y las de una vanda que eran
hermosas, dávase por ellas precio, más o menos conforme
/(167r)/ a cómo eran hermosas, y servía
de dote a las de la otra vanda, más o menos cómo eran feas.
Entre franceses se usó un tiempo que si quería algún padre casar hija, convidava a cenar a
los que le parecía que le convenían y salía la donzella con un aguamanil en las manos, y mirávalos
a todos, junto con las nuevas y relación que tenía antes de algunos, y al que iva a dar aguamanos era
su esposo, de modo que sus padres les davan en qué escoger y ellas escogían.
En Alemania, el que se avía de casar dotava a su esposa, y aun en Vizcaya se usó algún
tiempo. Los leptitanos, que era gente en Africa, el día que la esposa iva a casa de su esposo, si tenía
sue- gra | le pedía prestada una olla, y ella se la negava para dar a entender que le convenía mirar
por su hazienda y guardarla, sin tener que pedir a otro. Lo dicho es de Fulgoso.
[21] Los licios, para llorar a sus mugeres si se les morían, se vestían vestidos mugeriles. Los indios
se casavan con muchas mugeres y muriendo el marido entravan ellas en contienda delante del juez
y alegavan sobre cuál era la más querida, y la que salía con la causa iva muy alegre a donde estava
el cuerpo del marido, que solían quemarle, y echávase con él en la hoguera. Dízelo Valerio Máximo,
libro segundo.
Fin del Discurso de Fidelidad de Casados. |