DISCURSO VIGÉSIMO PRIMO. DE CRUELDAD
Sobre el capítulo cuarto del
Libro de Daniel, dize Pedro Coméstor en su
Historia Escolástica que en siete años que anduvo Nabucodonosor en figura de bestia por los campos, tuvo el reino
Evilmerodac, hijo suyo, y en su govierno hizo algunas cosas mal hechas, por lo cual, tornando el
padre al reino, le puso en una cárcel, queriendo castigarle. Mas, porque murió desde a pocos días y
reinando el Evilmerodac, acordándose que su padre bolvió a tener el reino después de siete años
que anduvo perdido y sin que dél se supiesse, y le quitó el reino y puso en prisión, temiendo no
bolviesse de muerte a vida y se le quitasse otra vez, hizo que le buscassen trecientos buitres, y
partiendo en otras tantas partes el cuerpo de su padre, dio a cada buitre al suya, y soltólos por
contrarias partes, asegurándose con esto que no tornaría a vivir. Fue este hecho crudelíssimo, por
serlo más tratar mal a un cuerpo muerto que a otro vivo, y quiere dar a entender esto la Iglesia en el
Himno de la Cruz, que llama dulces a los clavos y cruel a la lança, porque la lança hirió al cuerpo
de Nuestro Redemptor estando muerto, y los clavos le hirieron te- niendo
| vida, y es mayor crueldad aquélla que ésta. Y por lo mismo en este
Discurso de Crueldad, para entrar en él, començé por ésta
que hizo este cruel hijo contra su padre muerto.
[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]
[1] Tomando la possessión de la Tierra Prometida a los hebreos, llegaron al reino de Adonibezer.
Ganáronsele, huyó él, y, siguiéndoles, fue preso y cortáronle las manos y pies. Él dixo que era aquél
justo juizio de Dios, porque tenía dentro de su casa setenta reyes captivos, a los cuales avía cortado
las manos y pies, y les dava a comer de lo que a él le sobrava. Lleváronle a Jerusalem, y allí murió.
Refiérese en el Libro de los Juezes, capítulo primero.
[3] Abimelec, hijo de Gedeón, apoderándose del señorío y mando del pueblo hebreo, para asegurarse
en él, mató sobre una piedra setenta hermanos suyos, y él fue muerto de una pedrada que le arrojó
cierta muger desde una torre que estava él combatiendo. Es del capítulo nono de los
Juezes.
[4] Después de aver recebido Saúl muchos servicios y buenas obras de David, procuróle la muerte.
Y cierto de que le avía dado Achimelec Sacerdote los panes que se ofrecían en el templo para comer
él y los soldados que le acompañavan, mandóle matar, y a ochenta y cinco ministros de Dios,
vestidos con vestiduras sagradas, y destruyó la
/(115v)/ ciudad de Nobe, que era morada de sacerdotes,
sin perdonar muger, ni niños, ni jumentos. Por lo cual mereció que en una batalla fuesse vencido y
quedasse malherido, y fuesse él mismo de sí homicida. Es del
Primero de los Reyes, capítulo veinte y dos.
[5] Tanto es el horror de derramar sangre humana, que siendo David grande siervo de Dios y echo
al talle de su coraçón, no quiso que le edificasse templo sino su hijo Salomón, y assí se lo dixo el
mismo Dios, como parece en el Segundo del Paralipomenon
, capítulo veinte y ocho: «No quiero -dize- que edifiques casa y templo a mi nombre, porque te has hallado en diversas batallas y derramado
mucha sangre».
[6] Joab fue valiente soldado y excelente capitán, y fiel a David, su señor. Lo cual todo lo manchó
por dos muertes crueles que hizo en Abner y Amasa, y por ellas le hizo matar Salomón, como
parece en el Tercero de los Reyes, capítulo segundo.
[7] El rey Joás hizo apedrear a Zacarías Sacerdote, hijo de Joyada, aviéndole librado el padre de
Atalia Reina, que le procuró la muerte y se la dio a otros hermanos suyos, mas llevó el castigo por
orden del Cielo, muriendo presto mala muerte. Y es del
Primero del Paralipomenon, capítulo veinte
y cuatro.
[8] Jezabel, muger del rey Acab, con testigos falsos dio la muerte a Nabot, siervo de Dios, por
quitarle una viña de que se aficionó el rey, su marido. Ella vino a ser comida de perros. Y es del
Tercero de los Reyes, capítulo veinte y uno.
[9] Manases, rey de Judá, hizo grandes crueldades. Aserró por medio al profeta Isaías y quitó las
vidas a tanta gente inocente, que las calles de Jerusalem corrían sangre. Fue preso y llevado captivo
en poder de idólatras. Es del Cuarto de los Reyes, capítulo veinte y uno.
[10] Senaquerib, a la buelta que bolvió a su reino, destrozado su exército y muertos ciento y ochenta
y cinco mil hombres de su campo por un ángel, en castigo de cierta blasfemia que dixo, hizo
cruelmente | matar en su tierra muchos judíos que residían en ella, y él fue muerto a puñaladas por
sus hijos. Es del Libro de Tobías, capítulo primero.
[11] Procuró Amán la muerte de Mardoqueo y de otros hebreos que estavan sin culpa, y fue él
ahorcado y muchos millares de gentiles muertos a cuchillo. Es del
Libro de Ester, capítulo tercero.
[12] Apoderóse Antíoco Epifanes de Jerusalem, y en tres días fueron muertos ochenta mil hombres
y cuarenta mil hechos esclavos, y él vino a morir mala muerte. Es del
Primero de los Macabeos, capítulo primero.
[13] Prendió con engaño Trifón a Jonatás, hermano de Judas Macabeo. Pidió por su rescate cien
talentos de plata y dos hijos suyos, y aviéndosele entregado, mató al padre y a los hijos. Mas él no
quedó sin castigo. Es del Primero de los Macabeos, capítulo treze.
[14] En las guerras que truxeron los reyes de Siria con los hebreos en tiempo de Judas Macabeo, los
que murieron de ambas partes -como parece en su
Segundo Libro, capítulo quinze- hazen suma de
dozientos y treinta y seis mil y setecientos hombres, sin los que quedaron muertos en la última
batalla, donde murió el mismo Macabeo Judas, que también fueron muchos, sin que se declare el
número. Y por ser los reyes de Siria ocasión de tanto derramamiento de sangre y crueldad, todos
acabaron mal.
[15] Viéndose Herodes burlado de los Magos, que creyó bolvieran a avisarle del nacimiento de
Cristo, airándose, hizo matar los niños menores de dos años de Betleem y su comarca. Otro Herodes,
que fue Tetrarca, hizo degollar al precursor San Juan Baptista porque le reprehendía su adulterio.
Otro tercero Herodes, llamado Agripa, hizo degollar a Santiago el Mayor y prender a San Pedro.
Todos fueron crueles y todos pararon en mal. Es de San Mateo, capítulo segundo, de San Marcos,
capítulo sexto, y del Libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo doze.
Coligióse lo dicho de la Sagrada Escritura. /(116r)/
[EJEMPLOS CRISTIANOS]
[1] Simeón Metafraste, en la Vida
del santo mártir Procopio, llamado primero Neanías, dize que en
Jerusalem, teniendo el imperio de Roma Diocleciano, se usava una impía y muy cruel costumbre, y
era que de todas las ciudades de Palestina davan cierto número de donzellas a los agarenos, vezinos
suyos idólatras, porque no los molestassen ni hiziessen guerra. Y aunque se casavan con ellas, era
con dolor grande y pesadumbre de sus padres. Vinieron por ellas estando en Jerusalem Neanías
Procopio, que era valeroso por su persona, y los vezinos le rogaron que los defendiesse de aquellos
bárbaros. Él aceptó la defensa, apercibió algunos soldados llevando una cruz delante y mató seis
mil de los enemigos, haziendo huir a los demás, sin que de los que ivan con él muriesse alguno ni
fuesse herido. Refiérelos Surio, tomo cuarto.
[2] Estando el emperador Maximiano en la ciudad de Apamea, metrópoli de Siria, fue acusado
Mauricio, capitán de singular esfuerço, con setenta soldados que traía consigo, de que no adoravan
ídolos. Y aviéndolos mandado venir a su presencia y hecho padecer algunos rigurosos tormentos, y
viéndolos constantes en la fe, buscando invenciones de nuevos martirios que darles a esperimentar,
cierto miembro de Satanás descubrió un nuevo modo de atormentar, que todo el Infierno junto no
bastara a inventar otro más cruel. Y assí dixo:
-El mes presente de julio es de excessivo calor. Fuera desta ciudad, a la parte de occidente,
está un lago entre dos ríos, y junto a él un campo llano en que nace mucho heno y se llama Roga.
Críanse allí muchas abexas, tabanos y otros semejantes animales, de suerte que nadie puede passar
siendo día claro por todo aquel contorno sin grave daño. Pónganse estos valientes hombres en
aquel lugar, atados en palos, desnudos y untados con miel, lo cual se puede hazer antes que salga el
sol, y déxenlos allí, que ellos sentirán el mayor tor- mento
| que puede imaginarse. Y será a ellos
castigo y a otros exemplo para que no menosprecien la adoración de los ídolos.
Agradó el parecer al emperador; púsose en execución. Llevaron a los santos mártires
aprisionados con hierro a la parte donde avía más de aquellos animalejos, y atados a fuertes maderos
y bien untados con miel, los dexaron. Estuvieron los santos diez días padeciendo tormento intolerable,
permitiendo Dios que la hambre no les matasse para que, creciendo su pena, fuesse mayor el mérito.
Al cabo de los diez días hizieron una devota oración a Nuestro Señor, con que dieron sus almas. Es
de Simeón Metafraste, y refiérelo Surio, tomo cuarto.
[3] Juntamente con Maximiano era emperador Diocleciano, el cual, en tanto se mostró cruel contra
los cristianos, que excedió a otros en crueldad cuanto excede el león al cordero en ferocidad. Y con
esto, quien quisiesse particularizar las crueldades que este infernal hombre y otros que le imitaron
hizieron contra cristianos, sería contar las estrellas del Cielo y las arenas del mar. Entre otras fueron
éstas:
En la Tebaida, que es provincia de Egipto, ponían mugeres desnudas levantadas en alto;
otras atavan de los pies a puntas de árboles, inclinándolos por fuerça hasta tenerlos juntos, y luego
los dexavan que bolviessen a su natural, y era con tanta violencia que despedaçavan los cuerpos de
aquellas santas en un momento, llevando cada árbol su mitad tras sí. Dessollavan vivos a muchos
mártires. A otros arañavan con uñas azeradas, y abiertos los cuerpos hasta las entrañas, los echavan
en calabozos rebueltos en su sangre y poníanles debaxo tejas desmenuzadas, donde sentían mayor
pena en esta quietud que antes en tormento. En Alexandría cortavan manos y pies, narizes, labios,
orejas, y con esto les davan vida, que era para que, viviendo, muriessen. A algunos assavan como si
fueran cabritos. En Ponto y Capadocia halló nuevo
/(116v)/ modo de atormentar el inicuo Diocleciano.
Ponía a los mártires cañas agudas y delgadas entre las uñas y la carne. A otros echava plomo
derretido en la boca. A otros ponía hierros encendidos por las partes ocultas de sus cuerpos, siendo
hombres y mugeres los que padecían semejante martirio. Apretávanlos en prensas y tornillos hasta
quedar desmenuzados sus huessos y echos plastas. Estirávanlos en la catasta estando tendidos, y
tirándolos de braços y pies por partes contrarias, y crecía la estatura de sus cuerpos una cuarta de
vara. En el eculeo los levantavan en alto y estiravan de los pies con tornos, o poníanles piedras
pesadas colgadas en ellos. Rajavan árboles y encerravan dentro partes de sus cuerpos, tornándose a
juntar. Ligávanlos a pilares y columnas con cadenas, estando muchos días sin apartarse de allí, ni
asentarse o echarse. Con fuego les atormentavan, poniéndoles hachas a los costados, planchas
encendidas sobre sus pechos y vientre. Tendíanlos en parrillas y camas de hierro, y debaxo fuego
manso porque el tormento durasse. Echávanlos entre bestias fieras, entre sierpes y vívoras
ponzoñosas. El desterrarlos, el dexarlos morir de hambre en las cárceles, el cortarles las cabeças y
dexar sus cuerpos desnudos en las plaças. Lo dicho y otras cosas semejantes se refiere en las
Vidas de los Santos escritas por Lipomano en ocho tomos, y por Surio en siete.
[4] San Teodorito, en su Historia Eclesiástica
, libro tercero, escrive una grande crueldad de Juliano
Apóstata, y fue que abrió a una monja su cuerpo, y sacadas las entrañas, la hinchió de cebada y la
dio a puercos que la comiessen, y que hizo esto con muchas otras monjas y sacerdotes en Ascalón
y Gaza, ciudades de Palestina, porque no querían negar la fe. Murió mala muerte.
[5] Dimpna, donzella santíssima, hija del rey de Hibernia, fue perseguida de su proprio padre, el
cual, contra todo derecho divino y humano pretendía casar con
| ella. Y visto que no tenía otro remedio como librarse de tan horrendo crimen, haziéndose de concierto con Gereberno, sacerdote
de vida santa que la avía baptizado y enseñado la Ley de Jesucristo, siendo su padre idólatra,
proveyéndose de joyas y dineros, con un criado y una criada que quisieron acompañarlos, passaron
el mar y fuéronse a vivir cerca de Antuerpia, en un pago llamado Ghele, junto a una iglesia de San
Martín, donde edificaron casa. Y allí la santa donzella estuvo por tres meses, ocupándose en ayunos
y abstinencias, en oración y meditación, dentro de la iglesia de San Martín, donde celebrava Missa
el sacerdote Gereberno, y ella comulgava y vivía angelicalmente. Entretanto, su padre andava hecho
un león, buscándola con grande diligencia y solicitud. Passeó diversas provincias, ciudades y pueblos,
y llegó a Antuerpia. Desde allí embió criados suyos para que buscassen a su hija por la comarca.
Algunos destos fueron a un pueblo no lexos de la iglesia de San Martín, y pagando al huésped la
posada, recibiendo los dineros, dixo:
-Otros tengo semejantes a éstos y no sé lo que valen.
Preguntándole quién se los avía dado, respondió que de parte de una donzella muy hermosa
y de un sacerdote viejo que con dos criados vivían en aquella tierra, siendo estrangeros della, y
dávansela para que les llevasse de comer, y por el peso sólo se entendían en la moneda.
Fueron éstos adonde Dimpna estava y, conociéndola, avisaron a su padre. El cual de improviso
con los que le acompañavan vino allí, y viendo a su hija, primero con halagos, pretendiendo que le
quisiesse por marido, y visto que lo negava, aprovechóse de amenazas, que fueron de poco momento.
Primero, encendido en furia rabiosa, mató al sacerdote y no perdonó a la hija, que por sus proprias
manos la degolló, y fue un hecho atroz y crudelíssimo. Dexóse allí los cuerpos y fuese, adonde
recibió el castigo merecido por su culpa, acabando mal. Y la hija boló al Cielo, donde también
recibió el premio /(117r)/ de su martirio. Los cuerpos, assí de Dimpna como del sacerdote Gereberno,
fueron tenidos en mucho precio por la gente de aquella tierra y Dios por ellos hizo muchos milagros.
Refiérelo Surio, tomo tercero.
[6] Paladio, referido por Mosco Evirato en su
Prado Espiritual, capítulo setenta y seis, dize que
oyó a un nauclero o piloto semejante cuento:
«Navegava -dize- y llevava en mi navío hombres y mugeres, y estando en alta mar, viendo
ir con próspero viento otros baxeles, éstos a Constantinopla y aquéllos a Alexandría, sólo yo no
podía caminar, sino que estuvo en calma el navío por quinze días, de que yo y todos los passajeros
teníamos pena grandíssima, no sabiendo qué fuesse la causa. Y por estar a mi cargo el navío,
púseme en oración y pedí a Dios remedio en semejante trabajo, y repentinamente vino de lo alto
una voz que dixo:
-Echad fuera del navío a María y navegaréis prósperamente.
Yo estuve imaginando quién sería esta María y no sabía determinarme en lo que devía
hazer, y de nuevo replicó la voz:
-Ya te he dicho que eches fuera del navío a María y seréis salvos.
Yo di luego una boz al descuido y dixe:
-¿Dónde estás, María?
La cual, oyéndose nombrar, levantóse de donde estava y vino a mí, diziendo:
-¿Qué es lo que, señor, me mandáis?
Yo le dixe:
-Quiero hablarte dos palabras.
Y apartándonos a lugar secreto, díxela:
-¿Ves, María, hermana, cómo por mis pecados todos estáis a punto de perecer?
Ella, dando un grande gemido, dixo:
-Antes, señor, yo soy la pecadora y por quien viene este trabajo.
Preguntéla:
-¿Y qué pecados son los tuyos?
-Ay de mí -añadió la muger-, que grandemente temo de dezirlos, porque ningunos pecados
son como los míos, y por estar en el punto que estamos todos de morir, quiero manifestarlos. Yo,
señor, soy casada, y tuve de mi marido dos hijos, y siendo el uno de nueve años y el otro de cinco
quedé viuda. Vivía junto a mi casa un soldado, en quien yo puse los ojos y desseé por marido.
Embiéle a ha- blar | sobre el caso y dio por respuesta que no quería muger que tuviesse hijos de otro
marido. Viendo yo que por causa de mis hijos perdía aquel casamiento, forçada del amor que tenía
a aquel hombre, maté mis dos hijos y embiéle a dezir: ' ya no tengo hijos' . El soldado, cierto del
caso, dixo: ' Vive el Señor que habita en los Cielos, que no tengo de casarme con muger que tan
grande maldad ha hecho' . Yo, temiendo ser descubierta y castigada, salí de mi pueblo y ívame
huyendo en este navío.
Oyendo yo esto de la boca de aquella muger, no quise echarla en el mar, sino díxele:
-Para que se vea si mis pecados son la causa del daño que todos padecemos, quiero entrar en
el esquife y apartarme del navío, y verse ha si se mueve.
Hízelo assí, y aunque entré en el esquife, ni él ni el navío se movían. Subí en él y dixe a la
muger:
-Desciende tú en el esquife.
Hízolo, y no avía bien entrado cuando, rebolviéndose a una y a otra parte, como llevado de
un recio torbellino, dando bueltas alrededor, se hundió con la muger en el profundo. Y luego
imediatamente el navío tomó camino con tanta velocidad que en tres días y medio llegó al puerto,
en que devía tardar quinze días de navegación.»
[7] Agatón, que fue después abad en el monasterio de Sabas, siendo nuevo en la religión, visitó a un
solitario llamado Pemenes, y gastando el día todo en santos razonamientos, dexóle en la cueva
Pemenes y fuese a otra parte a passar la noche. Era invierno y hazía frió grandíssimo. A la mañana
preguntó el santo viejo al moço cómo le avía ido aquella noche. Respondió:
-Perdóname, viejo, terrible noche he passado de frío.
Replicó el viejo:
-Pues yo ninguno he sentido.
Agatón dixo:
-Ruégote, señor, que me declares cómo esso es possible, que te veo casi desnudo y el frío
fue excessivo.
-Vino a mí un león -añadió el viejo- y durmió junto comigo y calentóme, aunque de verdad
te digo, hermano, que tengo de morir comido de bestia.
-¿Por qué causa? -respondió Agatón.
Parmenes respondió:
-En nuestra provincia /(117v)/ de Galacia fui pastor de ovejas, y passando de noche un
peregrino fui cruel para él, no ospedándole en mi cabaña, por lo cual vino a ser comido de perros.
Y por esta crueldad quiere Dios que muera como él murió, siendo sólo pena, porque la culpa, y las
demás, perdonadas me las tiene ya.
Y assí sucedió, que passando después desto tres años, fue despedaçado y comido de fieras,
como él avía dicho. Es del Prado Espiritual, capítulo ciento y sesenta y siete.
[8] Alexandre de Alexandro era gran legista, y dexó de abogar empleándose en escrivir historias.
Preguntóle Rafael Volaterrano la causa, y respondió que por la ignorancia y cobdicia de algunos
juezes, pues aviendo él hecho en muchos pleitos lo que podía y devía, teniendo clara la justicia de
su parte, dieron contra él sentencia, y la maldad de tal juez la pagava él con el pueblo, acusándole
que avía defendido causa injusta. Dize pues este autor, en el libro sexto, capítulo veinte y uno, que
en una ciudad del Abruzo, provincia de Italia, siendo señor della cierto hombre crudelíssimo, después
de aver tratado mal de palabra y de obra a un hombre algo simple, echóle en la cárcel y púsole en
una torre escuríssima con cerraduras y guardas. Y como le fuessen a visitar no le hallaron dentro,
con grande admiración de todos. Al tercero día oyeron bozes, y cómo se quexava en la prisión.
Entraron dentro y viéronle espantado y temeroso. Diéronle de comer, y tomando algún aliento, en
presencia del señor y de mucha gente dixo que se avía encomendado al demonio, y que le vido en
forma espantosa y le sacó de allí y llevó a lugares profundos, donde vido en tormentos terribles
diversas gentes que davan bozes y gritos, y que avía coronas de reyes y otras insignias de gente
principal, vestidos de púrpura y de brocado. Conoció a un amigo suyo, que le preguntó cómo
baxava en cuerpo a tal lugar, y respondióle que el mal tratamiento de su señor era la cau- sa.
|
-Pues dirásle -replicó el otro- que le está aparejado terrible Infierno, y para que te crea dale
por señal estas palabras que él dixo en tal ocasión y tiempo.
Refiriólas allí y el señor quedó asombrado y lleno de temor visto ser verdad, y más oyendo
hablar palabras tan concertadas a aquel villano ignorante. Preguntó a aquel con quien hablava que
si era grande el tormento de aquellos reyes y personas de autoridad. Y respondióle que grandíssimo,
porque el brocado y púrpura no era como lo del mundo, sino fuego. Quiso tocar con la mano y
hízolo, aunque el otro le dio bozes por estorvarlo y quedóle la mano llagada como de fuego sacro o
de San Marçal, la cual mostró a todos con grande dolor que en ella sentía. Esto dixo aquel hombre,
hablando de poco a poco, y quedándose a vezes pasmado. No levantava los ojos del suelo, ordenó
su casa y hazienda y llorando grandemente sus pecados, a pocos días murió.
[9] Entre cristianos es nombrado en crueldad Eselino, el cual tuvo señoría cerca de Turín en algunos
pueblos. Éste por su passatiempo castró y hizo eunucos muchos niños, a sus madres cortava los
pechos, a mugeres preñadas rompía los vientres para ver cómo tenían la criatura, y sacadas de allí
las echava al fuego. Militavan en su exército dos mil paduanos, y oyendo dezir que se le avía
tornado contraria aquella ciudad, mandólos matar a todos. Sin esto deshonró muchas donzellas y
hizo grandes agravios. Salió vencido de una batalla y malherido, desgarróse y hízose mayor la
herida, y murió tan cruelmente como avía vivido. Es de Sabélico, libro octavo.
[10] Otón Antonio, conde de Monferrata y príncipe de Urbino, porque no le despertó un paje a la
hora que le mandó, hízole embolver en una sabana dándole muchas bueltas, y en cada una poniendo
pólvora, teniendo la cabeça descubierta, y vivo le pegó fuego y se quemó como una bela de cera.
Dízelo Baptista Fulgoso, libro sexto. /(118r)/
[11] Juan María, vicecómite y duque de Milán, fue hombre crudelíssimo. Passava un día por cierta
calle y oyó llorar en una casa. Y preguntando la ocasión fuele dicho que era una muger pobre, la
cual llorava a su marido muerto y que el cura de aquella parroquia no se le quería enterrar, porque
no tenía con qué pagar los derechos. El duque se apeó con los que le acompañavan y embió a dezir
al cura que él haría la costa del entierro, que viniesse y truxesse algunos clérigos. Oído por él, con
mucha presteza y con la Cruz rica y buen acompañamiento de clerecía y cofradías, vino y hizo el
entierro, en que se halló presente el duque y su corte. El cual mandó que se ahondasse bien la
sepultura, que estava abierta en un ceminterio. Y al tiempo de poner en ella al muerto, hizo a los de
su guarda que pusiessen debaxo al cura y al muerto sobre él, cubriéndolos de tierra. Los otros
clérigos huyeron con la Cruz. Ésta y otras crueldades escrive del duque Juan María Ludovico
Domenichi en su Historia varia.
[12] Por los años de Cristo de mil y dozientos y ochenta y dos, siendo rey de Sicilia Carlos, de la
casa y sangre de Francia, porque sus ministros tratavan con crueldad y tiranía a los naturales,
concertáronse de secreto que en todas las ciudades y pueblos en cierto día señalado, a hora de
vísperas, matassen a todos los franceses. Y assí fue hecho, y llegó la indignación a tanto, que si
después sabían que alguna muger de la tierra estava preñada de francés, aunque ya muerto, la
matavan con la criatura que tenía en el vientre. Y de aquí quedó por proverbio: «Guardáos de las
vísperas sicilianas». Refiérese en la
Historia de Sicilia.
[13] Nicolao Picinino, teniendo cercada una fuerça de Italia con el exército de Filipe, duque de
Milán, cuyo capitán general era, truxéronle captivo a Valente Fogacia, el cual llevava cartas de los
cercados pidiendo fabor a los que podían dársele. Mandóle poner las piernas junto con el cuello, y,
echo una bola, dentro de un tra- buco, | le hizo bolar por el aire a la ciudad, y aunque murió antes de
llegar a tierra, mas fue la caída tan de alto que no tenía forma humana, porque pudo recogerse dél
muy pequeña parte, desvaneciéndose lo más por el aire. Es de Fulgoso, libro sexto.
[14] Conrado Suevo Emperador hizo ley que los rebeldes al imperio fuessen muertos. Cayó en este
delicto Lampoldo, conde en Alemania, y por huir el castigo, visto que Conrado se le procurava con
todas veras, huyó con su muger a cierta isla, y allí en hábito de pastores passavan la vida. Sucedió
que andando a caça el mismo emperador, se halló una noche en la choza y cabaña del mismo
Lampoldo, a quien por estar en hábito tan diferente no conoció. A la media noche oyó una boz que
le dixo: «Conrado, nacido ha el que te sucederá en el imperio». Despertó algo atemorizado y vido
que la muger de su huésped Lampoldo avía parido un hijo, y pareciéndole que hablava dél la boz,
y teniéndose por afrentado que le sucediesse en el imperio el hijo de un villano, mandó a ciertos
criados suyos que estavan con él que le tomassen, y apartados de allí le matassen y le truxessen el
coraçón. Los criados, compadeciéndose del niño, dexáronle colgado de un árbol y truxeron al
emperador un coraçón de liebre, diziendo ser del niño. Passó por allí cierto cavallero que iva camino,
y visto el niño llevóle y crióle por suyo, llamándole Henrico (y fue el emperador segundo deste
nombre). Siendo moço, púsole el cavallero que le avía criado y a quien tenía por padre en casa del
emperador, donde por aventajarse en gracia y disposición con buenos modos a todos los otros
criados del César, poniendo en él los ojos, vino a imaginar que era él de quien oyó la boz y que sus
criados no le avían muerto como él les mandó. Enteróse en esta verdad, y con grande rabia determinó
de matarle. Parecióle conveniente medio embiarle a la emperatriz, para que ella se diesse mejor
cobro en su muerte que él avía dado. Escri- vió
/(118v)/ una carta y diósela al mismo Henrico para
que la llevasse. En el camino, ordenándolo assí Dios, entró en una ermita, donde se quedó dormido
con su carta en la mano. Estava fuera el ermitaño cuando llegó, y bolviendo a la ermita y visto el
huésped con la carta, inspirado por Dios, tomósela, abrióla, y vido que dezía: «Luego que os fuere
dada esta carta, muger mía caríssima, daréis orden como sea muerto el que la lleva, porque assí
conviene a nuestro imperio». El ermitaño, contrahaziendo la letra del emperador, escrivió en la
carta mudando lo que tocava a la muerte, y dixo: «Darásele nuestra hija en muger». Llevó Henrico
la carta, y visto por la emperatriz, aunque puso algunos inconvenientes, mas temiendo de enojar al
emperador, que era recio de condición, y pareciéndole que era negocio de mucha importancia el
hazerse tan a cencerros atapados el desposorio, y contentándose de la persona de Henrico, y sobre
todo siendo assí la voluntad de Dios, celebró los desposorios. Sabido después por Conrado, admirado
del caso, al fin, vista la carta y confiriendo lo que de aquel modo avía sucedido, y sabida la verdad
de cuyo hijo era, tuvo por bien hecho el casamiento, y dexóle en su muerte el imperio, y en el lugar
donde oyó el orácu- lo | edificó un monasterio que llamó de la Visión. Dízelo Bernardo Corio en la
Vida deste emperador.
[15] Vitoldo, duque de Lituania, a los que sentenciava a muerte hazía poner dentro de pieles de
ossos y echar perros que los despedaçavan. Y cuando iva a la guerra llevava un arco, y siempre
puesta en él una flecha, para el que salía de ordenança, avisávale con passarle de vanda a vanda. La
crueldad deste tirano fue ocasión que en su tiempo algunos de sus vassallos, en sintiendo que le
tenían enojado, por no parecer en su presencia se matavan con laços o veneno. Dízelo Sabélico,
libro octavo.
[16] Gran derecho tiene a este Discurso de Crueldad
el rey don Pedro de Castilla y León, pues el
vulgo se le añade a su nombre, llamándole
El Cruel, especialmente con la que hizo en el rey de
Granada, que viniéndose a faborecer dél y trayendo mucho tesoro, le hizo alançear. Mas por aver
oído a personas graves que su historiador escrivió algo con passión y enojo, y lo que vi en la Sala de
los Reyes de Segovia, donde están todos los de España figurados, que al pie de la deste rey don
Pedro no le llaman El Cruel, sino El Justiciero
, quiero passar con él en silencio, remitiéndome a lo
que dél con verdad se escrive. |
EXEMPLOS ESTRANGEROS
[1] Fama tiene entre todos los tiranos crueles Falaris, que se desvelava buscando modos como
quitar vidas a grande quebranto y pena de los que las perdían. Y assí fue invención suya un toro de
metal hueco, en que encerravan a quien le parecía dar tal muerte, y pegándole fuego, los gritos y
bozes que dava el miserable atormentado parecían que eran bramidos de toro. Es de Valerio Máximo,
libro nono.
[2] Cambises, rey de Persia, preguntó a Presaspes, hombre principal de aquel reino y su amigo, qué
se dezía dél entre los persas. Respondió amigablemente que to- dos
| le loavan, aunque les parecía mal que beviesse mucho vino. Tenía Cambises un arco en la mano a esta sazón, y dixo al Presaspes:
-Para que veas que se engañan los que creen de mí que me emborracho por mucho vino que
beva, quiero passar el coraçón de tu hijo con esta saeta.
Y diziendo esto, le tiró y le mató. Mandóle luego abrir el cuerpo y vieron que la saeta le
atravessava el coraçón. De oír la verdad se sintió tanto Cambises, que hizo semejante crueldad.
Refiérelo Fulgoso, libro nono.
[3] Del mismo Cambises dize Sabélico en el libro octavo que, viéndose victorioso
/(119r)/ de sus enemigos, se tornó tan cruel que no se contentó con las crueldades que hizo en ellos, que fueron
muchas. Buelto a su reino, mató a un hermano suyo y a dos hermanas; ni perdonó a los ídolos que
adorava, pues mandó derribar y hazer pieças a Apis, que era un famoso simulacro en figura de buey,
que adoravan y tenían en mucho los egipcios, desde el sueño que soñó Faraón y declaró Josef de las
bacas gruesas y flacas.
[4] Parisatis, madre de Ciro el Menor, aviéndosele muerto y viéndose sin su hijo, procuró aver a las
manos a sus matadores, que fueron tres, Carete, Metroclate, y Metasaba, a los cuales dio muertes
crudelíssimas. A Carete hizo que diez días le estuviessen desollando el cuero, mandóle sacar los
ojos y echar en los oídos plomo derretido. A Metroclate hizo poner atado al sol enmelado y rodeado
de higos, y echar sobre él muchos gusanos de los que se engendran en el estiércol de animales, para
ser roído y muerto dellos. A Metasaba hizo también dessollar y empalar con tres palos que le
atravessaron el cuerpo como assadores.
Olimpas, madre de Alexandre, no pudo aver vivo a Yolla, copero de su hijo y el que le dio
la ponzoña de que murió, mas apoderándose de sus huessos, los molió y hizo menudas pieças,
tomando en esto alguna vengança. Es de Sabélico, libro octavo.
[5] Alexandre Fereo enterrava los hombres vivos de dos en dos. A otros los cubría con pieles de
ossos y de otras fieras, y les echava perros que los despedaçassen. Atravessó a Polifranes, tío suyo,
con una lança, y llevóle al templo, como cosa sagrada. Es de Sabélico, libro octavo.
[6] Ferotima, reina de los cirenos, cuando se airava ponía a vista de la ciudad algunos ciudadanos
atravessados en palos, y mugeres cortados los pechos y ahorcadas. Es del mismo Sabélico.
[7] Los cartaginenses encerraron a Tito Regulo Romano en una caxa de madera, barreada toda de
puntas de azero por de dentro, y dávanle buelcos en ella, y cuan- do
| le dexavan, ni podía estar assentado, ni en pie, ni arrimado; todo era a costa de ser atravessado su cuerpo cruelmente. Es de
Valerio Máximo, libro nono.
[8] Mitrídates, rey de Ponto, con una carta hizo matar ochenta mil romanos que andavan negociando
con sus tratos y mercaderías por diversas ciudades de Assia. Es del mismo Valerio.
[9] Tamiris, reina de los escitas, siendo guerreada de Ciro, rey de los persas, embió contra él un solo
hijo que tenía con la mitad de su exército. Dexó Ciro al moço sus reales, puestas en las tiendas
mesas y mucho vino. La gente del moço entró como vencedora, bevieron y quedaron borrachos.
Bolvió Ciro y matólos a todos. La reina Tamiris, sabidora desto, usó de otra cautela con el Ciro, y
fue llevarle tras su exército como que iva huyendo, hasta entrar con él en unos malos passos, donde
rebolvió y con poca dificultad le venció. Quedó Ciro muerto con sus persas, buscó la reina su
cuerpo y cortóle la cabeça, echándola en un cuero de sangre, diziendo:
-Pues tanta sed tuviste de sangre, hártate della.
Refiérelo Bocacio en el libro
De mugeres ilustres.
[10] Ferotima, madre de Arcesilao, siendo reina y teniendo el govierno de los cirenenses, hizo
guerra a los ciudadanos de Barca, vezinos suyos. Ganóles la ciudad y a todos los varones puso en
cruzes y a las mugeres cortó los pechos. Esta crueldad pagó luego con que cayó enferma, y de
enfermedad que se empodreció y murió mala muerte. Dízelo Heráclides
In politiis.
[11] Y en la misma tierra de Cirena, viviendo muchos judíos y haziéndoles guerra romanos y griegos,
como quedassen victoriosos los judíos, siendo su capitán uno dellos llamado Andrés, mostráronse
tan crueles con los vencidos, que con los dientes los despedaçavan y se cebavan en las entrañas,
pintando sus rostros con su sangre. A otros abrían el cuerpo desde lo alto a lo baxo, a muchos
echaron vivos a bestias fieras. Forçavan a otros que
/(119v)/ peleassen entre sí y se matassen. Y
llegó el número de los que mataron desta suerte a docientos y veinte mil. Con esta memoria no fue
excesso lo que Tito hizo en ellos en el cerco de Jerusalem. Lo dicho es de Dión Niceo y de Xifilino
en la Vida de Trajano.
[12] Timón Ateniense era inimicíssimo de todos los hombres, por ser de condición cruel y
melancólico. Vido un día a Alcibiades, niño de poca edad, tomóle en sus braços, besóle y hízole
muchos regalos. Y preguntándole la causa, siendo tan contrario de su condición, respondió que se
holgava mucho de ver aquel niño, porque tenía creído que sería causa de grandes males y daños a
los Atenienses, como en efecto lo fue. Es de Fulgoso, libro nono.
[13] Laodise, reina de Capadocia, muerto el rey Ariate, su marido, y quedando con seis hijos en el
govierno del reino, por no perderle, creciendo ellos, mató con veneno a los cinco, y el otro se libró
de sus manos por buena diligencia. El cual quedó con el reino, muerta la madre con tumulto y
alboroto del pueblo. Es de Fulgoso, libro nono.
[14] Antípatro, hijo de Cassandro, rey de Macedonia, indignándose contra Tesalónica, su madre,
porque muerto el padre se inclinó más a que el reino quedasse en Alexandre, hijo menor, tratava de
matarla. La madre que lo entendió, rogávale con lágrimas la perdonasse. Descubríale los pechos
con que le avía criado, lo que hazía y movía a compassión a cuantos la oían. Mas el cruel hijo y más
que tigre, sin derramar lágrima, sin dar sospiro, no dando oído a lo que la madre dezía, la mandó
matar. Es de Fulgoso, libro nono.
[15] Tolomeo, rey de Egipto, casado con Cleopatra, hermana suya, y teniendo della un hijo llamado
Memfite, niño de lindo parecer y de grandes esperanças, mandóle el padre matar, y cortándole la
cabeça con los pies y las manos, puesto en una cesta y cubierto con su clámide, lo em- bió
| presentado a su madre. Por este hecho fue grandemente aborrecido de toda Egipto y, temiéndose de muerte,
añadió nueva crueldad a las hechas; y fue que estando en un general y colegio la juventud de toda
aquella ciudad, les dio a todos la muerte, parte a hierro, parte a fuego. Dízelo Valerio Máximo, libro
nono.
[16] Orco, llamado después Darío, hizo juramento con solemnidad de no dar la muerte a alguno de
los que se conjuraron con él contra los magos que tenían el govierno de la ciudad, antes que él
fuesse rey, y eran siete principales persas. Señaló que ni serían las muertes con veneno, ni con
hierro, ni con otra violencia, o por falta de comida. Él, porque se recelava dellos, o por quitarse de
la obligación que les tenía, aviendo sido medio como alcançasse el reino, buscó nuevo modo con
que acabarlos, y fue que hizo un cercado de paredes altas, y hinchóle de ceniza bien cernida y
delicada; puso en medio una tabla angosta, sustentada de abaxo y levantada sobre la ceniza, y en
ella uno a uno a los conjurados, y teniendo bien de comer y bever por ser el lugar estrecho, no de
hambre, sino vencidos del sueño, como los ivan poniendo en el tablón, al primero o segundo día
caían en la ceniza, y sin poder valerse morían ahogados en ella. Es de Valerio Máximo, libro nono.
[17] Mayor y más al descubierto fue la crueldad de Orco Artaxerxes, el cual enterró viva a Oca,
hermana suya y su suegra, estando casado con su hija y sobrina propria. Y a un tío suyo, hermano
de su padre, con cien hijos y nietos, en cierto campo abierto les hizo asaetear, no por delicto que
uviessen cometido, sino porque tenían nombre entre los persas de valientes y virtuosos. Dízelo
Valerio Máximo, libro nono.
[18] Iva a hazer guerra a los escitas Darío Hidaspes, y rogándole un principal persa llamado Ocobazo
que de tres hijos que tenía le dexasse uno, respondió que todos tres se los dexaría, y dexóselos
muertos. A su hijo deste Darío, llamado Xer- xes,
/(120r)/ en otra guerra, pidiéndole Pitio, rey de
Lidia, que le dexasse un hijo de cinco que tenía, dixo que en buena hora, que escogiesse al que
quisiesse. Y al que escogió mandó partir por medio y puso cada mitad a un lado y otro del camino
por donde avía de passar todo el exército. Dízelo Heródoto Alicarnaseo, libro cuarto.
[19] Artaxerxes, rey de Persia, encerrava a quien le parecía merecer muerte cruel en una arca de
madera, dexándole fuera la cabeça y las manos y pies, que sacava por agujeros hechos en ella.
Colgávalos al sol, bien enmelados, y allí morían rabiando, despedaçados de malas sabandijas, y
podridos de su mismo estiércol. Dízelo Fulgoso, libro nono.
[20] Astiages, rey de los medos, porque no mató a su nieto Ciro un criado suyo llamado Harpago,
a quien se lo avía mandado, le dio a comer un proprio hijo suyo, y le sacó después la cabeça en un
plato, diziendo que del cuerpo de aquel venado avía comido. Es de Fulgoso, libro nono.
[21] Los etruscos ligavan un cuerpo muerto con otro vivo, juntándolos miembro con miembro, y
dexávanlos desta suerte hasta que el vivo se empodrecía y moría miserablemente. Es de Valerio
Máximo, libro nono. Y de otros bárbaros escrive este mismo autor que para dar cruel muerte a
alguno, abrían un cavallo o buey, y sacados los intestinos, ponían dentro al hombre, atado y cosido,
de suerte que sola la cabeça quedava fuera, y para mayor tormento dávanle de comer algunos días,
hasta que se criavan gusanos de la bestia muerta que le comían vivo.
[22] Iva en un carro Tulia, y como se detuviesse el que le guiava, preguntó ella la causa. Respondió
que su padre Servio Tulio estava muerto en el camino, y que no podía passar sino sobre él, o avía de
descender y desviarle a una parte. Ella dixo:
-No os detengáis en esso, passa sobre él.
Y era su prisa por verse en los braços de Tarquino, que era el que le avía muerto. Dízelo
Valerio Máximo, libro nono.
[23] Viendo Aníbal la caba de una forta- leza
| llena de sangre humana, dixo:
-¡Oh, qué hermosa vista!
Y fue boz más de fiera que de hombre. Afírmalo Fulgoso, libro nono. Y él mismo dize de
Calígula, emperador de Roma, que dezía tener gran desseo de que todo el Imperio Romano tuviera
sola una cabeça, para de un golpe cortarla. A éstos excedió en crueldad Domicio Nerón, que no sólo
la mostró con particulares personas, sino con Roma, su patria, pegándole fuego y holgándose de
verla arder. Y parecióle mucho Domiciano, también emperador, en que si Nerón dexó a Roma
pobre de casas, él la dexó pobre de ciudadanos nobles, siendo sin número los que hizo matar.
[24] Teniendo cercada a Cartago Escipión, y estando dentro defendiéndola Asdrúbal, visto que el
cerco iva adelante, y que le tenían ganados los primeros muros, hizo estrañas crueldades con algunos
romanos que tenía captivos. Sacó los ojos a unos, a otros cortó las lenguas, y a otros los pies o las
manos; dessolló a otros. Y desta manera los colgava de los muros que estavan por ganar, a vista de
Escipión y de sus romanos, y era para más indignarlos y procurar su destruición, como se la
procuraron. Es de Baptista Fulgoso, libro nono.
[25] Queriendo imitar a Falaris Tirano Aruncio Patérculo, hizo un toro de metal en que poner
sentenciados a muerte, con artificio de que dando bozes el que estava dentro pegándole fuego,
parecía bramar el toro. Diósele a Cesorino Egesto, tirano de Sicilia. Recibióle alegremente y mostró
agradecérselo. Y sintiéndose de secreto que le tuviesse por tan cruel que usasse de semejante
invención con los sentenciados a muerte, mandó que se hiziesse la prueva en el mismo Aruncio que
le inventó, y assí se cumplió. Escrívelo Fulgoso, libro cuarto.
[26] Apoderáronse de Roma y partieron el Imperio entre sí Antonio, Lépido y Octavio, y el tiempo
que duró esta tiranía llamavan el Triumvirato. Juntáronse los tres y estuvieron tres días continuos
/(120v)/ haziendo un memorial de personas que mandavan matar. Y cada uno señalava los enemigos
que tenía, y aunque lastimava a uno los que el otro nombrava, porque se pusiessen los que cada uno
quería, todos callavan y passavan por ello. De modo que se escrivieron en el memorial y fueron
muertos un tío de Antonio, un hermano de Lépido y algunos amigos de Octavio. El número llegó de
los senadores a trezientos, y de los del orden ecuestre, que eran cavalleros -como si dixéssemos- de
espuelas doradas, a dos mil. Los cuales todos, dondequiera que eran hallados, eran muertos, algunos
comiendo, otros acostados con sus mugeres. No se perdonava lugar, ora, ni ocasión; todos morían
y ninguno era enterrado, que avía pena para quien los enterrava. Y assí la ciudad toda estava poblada
de cuerpos muertos y bañada en sangre. Es de Fulgoso, libro nono.
[27] En este tiempo del Triumvirato fue proscripto y condenado a muerte un patricio romano, y
estando escondido, tenía un hijo cruel y bellaco llamado Cayo Turanio. Éste habló al centurión a
cuyo cargo estava buscarle y matarle, declarándole dónde estava. Diole las señas de su edad y
figura de rostro. El centurión entró con sus soldados y hallóle. El viejo, más cuidadoso de la vida de
su hijo, que de la suya propria, preguntó si era vivo y si quedava salvo. Respondióle uno de los
soldados:
-Tu hijo, al que tanto amor muestras, es el que nos dixo dónde te hallaríamos, y nos dio
señas para que te conociessemos.
Y con esto le atravessó la espada. Y fueron dos las que passaron el coraçón del afligido
viejo: una, la del verdugo con que moría, y otra, la crueldad del hijo que le descubrió para ser
muerto. Dízelo Valerio Máximo, libro nono.
[28] Lucio Sila, en las diferencias que tuvo con Cayo Mario, hizo crueldades increíbles. A cuatro
legiones o capitanías de soldados que siguieron la parte contraria hizo degollar en Campo Marcio,
cuyas lágrimas y quexas dexó lastimada a
| toda Roma, y sus cuerpos despedaçados hizo echar en
el Tíber. A cinco mil vezinos de Preneste, contra la fe que les dio por medio de Cetego, llamándolos
fuera de los muros y dexando ellos las armas, y postrándose en tierra pidiéndole perdón conforme
a lo concertado, los mató a todos, y sus cuerpos dexó esparcidos por el campo. A cuatro mil y
setecientos ciudadanos hizo poner sus nombres en tablas públicas y los mandó degollar. También
hizo morir a otros que nunca le fueron contrarios, por ser ricos y querer su dinero para la guerra. A
mugeres assí mismo hizo matar. Y tenía por deleite que le truxessen las cabeças palpitando de
algunos de los que mandó degollar, para con los ojos, ya que no era lícito con la boca, comérselas.
A Marco Mario no se contentó con matarle, sino que primero le hizo sacar los ojos. Ni perdonó a
los ya muertos, porque hizo desenterrar el cuerpo de Mario, cuestor enemigo suyo, quemóle y
esparció las cenizas en el río Aniens. Dízelo Valerio Máximo, libro nono.
[29] En otra conjuración fue muerto Vitio Salasio Romano, llevando su propria muger a los verdugos
al lugar donde estava escondido y enseñándosele para que le matassen. También lo dize Valerio,
libro nono.
[30] Todo el pueblo romano era notado de crueldad en los juegos que hazían, por ser a costa de
vidas de hombres. Uno era de los gladiatores, en que entravan gente condenada a muerte o esclavos,
desnudos con puñales, y se matavan unos a otros. También echavan hombres a bestias fieras, que
no eran bien echados cuando eran muertos y comidos por ellas. A estos espectáculos estava toda
Roma, hombres, mugeres y niños. Y nadie los puede escusar, sino que debaxo de nombre de juegos
incurrían en casos crudelíssimos. Es de Fulgoso, libro nono.
[31] Publio Maleono mató a su propria madre y fue sentenciado a que dentro de una cuba y con él
un gallo, una víbora y /(121r)/ una mona, vivo fuesse echado en el mar. Es de Guido,
De exemplis, libro tercero.
[32] Tiberio César, emperador, fue crudelíssimo hombre. Dava tales muertes, que algunos tomavan
por partido matarse por sus manos antes que serlo de las suyas, y assí, sabiendo de un Carnoto que
se avía muerto, dando una gran boz, dixo:
-Escapóseme.
A otro que le suplicava le matasse de una vez, respondió:
-Aún no soy tan amigo tuyo como esso.
En su muerte dixo que dexava por sucessor suyo en el Imperio a Cayo Calígula, del cual
sabía que era hombre cruel y perverso. Mas hízolo porque con sus maldades y crueldades se
olvidassen de las suyas. Y assí, teniendo el Imperio Calígula, y haziendo de las suyas, a sus amigos,
que le dezían que dava ocasión con sus crueldades de ser aborrecido, respondía:
-Aborrézcanme, con que me teman.
Y dezía que de un golpe quisiera acabar a Roma. Es de Fulgoso, libro nono.
[33] Vitelio, emperador de Roma, mandó matar a dos mancebos porque le vinieron a rogar por el
proprio padre que los engendró, estando en peligro de muerte. En tanto aborrecía la piedad que le
parecía delicto en que los hijos la tuviessen con sus padres. Es de Fulgoso, libro nono.
[34] Comodo Emperador mandó matar a un romano porque le hallaron leyendo la
Vida de Cayo Calígula, escrita por Suetonio. Y cuando sentenciava alguno a muerte, mandava que le abriessen de
arriba abaxo, estando él presente, y tomava deleite de lo que a muchos fuera horror y espanto. Es
del mismo Fulgoso.
[35] Macrino hazía atar hombres vivos con otros muertos y los tenía assí hasta que morían de mal
olor. Y Maximino los encerrava dentro de bueyes muertos, dexando la cabeça fuera, y allí en vida
eran comidos de gusanos que se criavan en el buey muerto. Y fue éste tan malo y cruel, que si le
dava gusto de ma- tar | a alguno, fingía que levantava conjuración contra él, y con estos modos
quitó la vida a diversos hombres. Es de Fulgoso, libro nono.
[36] Avidiocasio hazía levantar en alto una viga de ochenta pies, y desde el suelo hasta lo alto della
mandava atar hombres y encender fuego a la redonda, y con esto morían unos por el fuego, otros,
con el humo y otros, con el espanto. Es del mismo autor, Fulgoso, libro nono.
[37] La crueldad del gran Tamberlam, rey de Escitia, excedió a muchos de los antiguos, porque dio
diversas batallas y siempre con victoria, y a los vencidos, especialmente si le avían hecho grande
resistencia, llevávalos a cuchillo, sin que bastassen ruegos ni lágrimas. Y a quien le dezía que por
qué se viciava en derramar tanta sangre, sin perdonar a alguno, respondía:
-Tú me tienes por hombre y no soy sino ira de Dios, embiado a la Tierra para destruición de
los hombres.
Es de Sabélico, libro octavo.
[38] Fray Laurencio Surio, en sus Comentarios
, escriviendo lo sucedido en el año de mil y quinientos
y cincuenta y tres, refiere un exemplo de crueldad, y fue castigo del Cielo sobre la casa de Solimán,
Gran Turco, enemigo cruel de los cristianos. El cual les hizo daños irremediables por andar en
guerras unos con otros, anihilando sus fuerças y augmentándolas al enemigo común. Fue el caso
que tenía este pagano un hijo, y era el mayor, llamado Mustafás, cuyas costumbres eran nobilíssimas,
junto con ser valiente y esforçado. Platicávase en la corte que sería éste el heredero del padre, lo
cual llevava mal la Rosa, muger entre todas la más querida del turco, y que podía con él mucho.
Ésta tenía un hijo para quien desseava el estado. Procuró poner en mal al Mustafás con el padre, y
favoreciendo sus intentos algunos privados del marido, que por ver lo mucho que él la quería, todos
desseavan agradarla. Y fue /(121v)/ de suerte el negocio, que te miéndose el padre del hijo que
pretendía quitarle el reino, según avía sido informado, él determinó de quitarle la vida. Avíale
hecho governador de Alapa; embióle a llamar. El hijo, no recelándose y confiando en su fidelidad,
fue a grandes jornadas al llamado del padre, llevándole muy ricos y preciosos dones. Hallóle fuera
de Constantinopla, en una tienda de campo entre sus soldados. Apeóse del cavallo, y queriendo
entrar a besar las manos a su padre, fuele quitada una cimitarra que traía a su lado. No se turbó por
esto, sino que entró en la tienda sin sospecha alguna. Y al tiempo que se arrodilló delante del padre,
estando avisados algunos de su guarda, le echaron la mano, y
| poniéndole una cuerda al cuello en presencia del cruel padre, y por su mandado, lo ahogaron. Otro hijo del mismo Solimán, viendo
muerto al hermano, amándole tiernamente, puso mano a un estoque abominando la crueldad del
padre, y llorando la muerte del hermano se mató él a sí mismo. Díxose que, sabida después de
Solimán la verdad de aquel caso, y teniendo a Mustafás por inocente, le lloró muchos días.
[39] Todos estos tiranos acabaron mal. De algunos se ha visto y de todos se verificó lo que dixo
Dios por David en el Salmo quinto: «El varón sanguinolento no demediará sus días; aun en esta
vida començará su castigo muriéndose temprano».
Fin del Discurso de Crueldad. |