DISCURSO DÉCIMO NONO. DE CONTEMPLACIÓN


Cuando Jacob Patriarca tenía solos hijos de Lía no se acordava de su tierra, mas, teniéndolos de Raquel, sospiró por ella y procuró ir a ella. Y es figura que el siervo de Dios, ocupado en exercicios de la vida activa, no se acuerda mucho del Cielo, mas tratando de la vida contemplativa, luego dessea ir allá y sospira por él. Acerca de lo cual dixe San Gregorio: «Si considerássemos lo celestial, tendríamos en poco lo temporal». De la Contemplación trata el presente Discurso . Y para ella es buen camino la oración, porque aviendo impetrado la Gracia de Dios, Nuestro Señor, seamos admitidos al secreto aposento del Rey y allí consideremos atentamente la magestad de su gloria, cuya potencia excede a toda potencia, cuya sabiduría excede a toda sabiduría, cuya bondad excede a toda bondad, cuya eternidad no admite primero ni postrero, y cuyo ser es inefable y no puede ser comprehendido. En esta alteza de contemplación algunos quedan absortos y tan agenos de | sus sentidos (lo cual de los griegos es llamado extasis) que más parecen muertos que vivos. Y entretanto, el ánimo goza de una visión celestial y es apacentado con una dulçura maravillosa de la Divina Luz, y algunas vezes le comunica Dios misterios maravillosos. Y desta manera entendemos de Abraham, Isaac y Jacob, que hablaron con Dios y recibieron noticia de cosas que estavan por venir en aquella sazón. Y Moisés de lo passado, pues deprendió que el mundo fue criado de Dios al principio y lo escribió en el Génesis para que todos lo supiessen. David, Isaías, Jeremías, Ezequiel y los demás profetas, en espíritu vieron todo lo que manifestaron.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] De San Pedro, en el Libro de los Hechos Apostólicos , capítulo diez, se dize que, como subiesse a lo alto de una casa donde estava aposentado en Jope, cerca de la hora de sexta, a hazer oración, fue arrebatado en espíritu y vido el Cielo abierto, y baxar dél un lienço, recogido por las cuatro esquinas y lleno de animales inmundos, aunque tenidos de Dios por mundos y limpios. En lo cual se dava a entender que los gentiles, estando inmundos con /(109r)/ errores, recibiendo la Fe y Evangelio , serían limpios y recebidos en el gremio de la Iglesia, como los judíos, de los cuales también vinieron algunos al Cristianismo, porque Dios no es aceptador de personas, sino que todo hombre que le teme y haze obras justas le es acepto. Tráelo Marulo, libro segundo.

[2] San Pablo Apóstol fue arrebatado hasta el tercero Cielo. Si fue en su cuerpo o fuera dél, dize que Dios lo sabe y no él. Allí afirma que oyó palabras y vido misterios que no es lícito al hombre publicarlos. De donde vino a dezir, escriviendo a los Romanos, en el capítulo onze: «Oh, alteza de riquezas de la sabiduría y esciencia de Dios, ¡cuán incomprensibles son sus juizios e investigables sus caminos! ¿Quién penetró el saber de Dios? ¿Quién fue su conse- jero? | ¿Quién primero le dio a Él para que se le haga recompensa? Porque de Él, y por Él, y en Él, son todas las cosas; a Él se dé gloria para siempre. Amén.» Lo que dize aquí San Pablo, que fue arrebatado al tercero Cielo, es de la Segunda Carta a los de Corinto, capítulo doze.

[3] San Juan Evangelista, hablando de sí mismo en el capítulo primero del Apocalypsi, dize: «Fui arrebatado en espíritu un día de domingo y oy, y vi grandes misterios», como los refiere en aquel libro. Del cual hablando San Hierónimo, dize: «El Apocalypsi de San Juan tiene tantos misterios como palabras. Poco he dicho, en cada palabra están encerrados grandes sacramentos». Y aunque el volumen es pequeño, toda alabança es también pequeña para lo que en sí encierra.

Lo dicho se colige de las Divinas Letras. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] La Magdalena, estando en la soledad, cada día era levantada por ángeles al Cielo y oía cantar las horas canónicas. Y si tanto fue el fruto de su contemplación en el desierto, ¡qué tanta será aora en el Cielo su gloria, reinando con Cristo! Refiérelo Surio, tomo cuarto.

[2] San Antonio Abad, considerando los engaños que ay en los deleites del mundo, vídole todo lleno de lazos. Lo cual abiertamente nos da a entender en cuántos peligros estamos siempre puestos, pues cada día tenemos los pies sobre lazos, pretendiendo los deleites mortíferos del mundo. Y si queremos ser libres dellos, conviénenos procurar los bienes del Cielo y dexar los de la tierra, levantando en alto el espíritu con las alas de la contemplación y menospreciando los bienes aparentes de la tierra. Los que hizieren esto tienen más seguridad. Y dellos habla el libro de los Proverbios, cuando dize en el capítulo primero: «En valde se pone la red delante de los pies que tienen alas». Es de San Atanasio en la Vida de San Antonio.

[3] San Augustín, estando solo en su aposento contemplando el misterio de la Santíssima Trinidad, de tal manera estava | fuera de sí, que venían a negociar con él y ni dava respuesta ni parecía tener sentido de hombre. Y no es de maravillar que escriviesse tan copiosa y profundamente deste misterio, pues le contemplava con tanta fuerça que perdía el sentido de hombre. Y para contemplarle tan altamente convino que primero viviesse justa y santamente. Procure el que quiere aprovechar en la contemplación que tenga buena y santa intención. Porque está escrito en el Eclesiástico, capítulo segundo: «Al hombre que es bueno delante de Dios diole su Magestad sabiduría, esciencia y contento». Es de Posidonio, en la Vida de San Augustín, y de Surio, tomo cuarto.

[4] San Hierónimo, por santo y piadoso varón, mereció gozar de los gustos dulces y sabrosos de la contemplación. Y assí dize en el libro que hizo De virginidad: «Después de muchas lágrimas, después de tener fixos los ojos en el Cielo algunas horas, parecíame estar entre los coros de los ángeles y muy alegre y gozoso cantava: ` Correremos siguiéndote en el olor de tus ungüentos' «. Y en la carta que escribió a Eustoquio, dize: «Cree, hija, al viejo esperimentado y que aconseja lo que con- viene. /(109v)/ Si una vez gustasses cuán dulce es el Señor a quien os avéis juntado, que fue piedra viva desechada de los hombres y aprobada de Dios, podréis oír dél: ` Venid y mostraros he todo lo bueno' . Y será lo que os mostrará tal, que nadie puede dezirlo, sino quien lo ha visto y gozado. Yo sé lo que hablo, caríssima, y por dar cuenta de mi poco saber, yo, hombrezillo menospreciado y vil en casa del Señor, viviendo en este cuerpo, muchas vezes estuve entre los coros de los ángeles y passando allí algunas semanas, ninguna cosa echava menos el sustento del cuerpo, gozando de la divina visión. Y después de muchos días, buelto al cuerpo y estando en mi sentido, acordándome de lo passado, llorava. Lo que yo allí gozava, mi felicidad y deleite, testigo me es el mismo Dios Trino y Uno, a quien veía no sé con qué ojos; testigos me son también los espíritus celestiales que allí se hallavan, y testigo me es la propria consciencia, que gozava tantos bienes, cuales y cuantos no pudo especificar mi grossero entendimiento». Adelante dize: «No puede a tanta dulçura de contemplación llegar el coraçón ocupado en negocios de siglo, sino que conviene que muera al mundo para que a sólo Dios, por tales meditaciones y desseos soberanos, se afierre y junte, porque el grano de trigo que cae en la tierra, si no fuere muerto siempre estará solo como cayó, y si muriere dará mucho fruto». Refiérelo Marulo, libro segundo.

[5] Santo Tomás de Aquino, defensor diligentíssimo de la verdad católica, puesto en contemplación, fue visto levantado del suelo un cobdo, y el rostro tan resplandeciente que dava bien a entender el gusto que sentía en su alma. Otra vez fue arrebatado en éxtasis con tanta enagenación de sus sentidos, que teniendo una vela encendida en las manos, llegó a gastarse y a quemarle la mano sin que él sintiesse el calor de la llama, aunque la señal del daño que en ella le hizo quedó de suerte que creyeron el hecho los que no le vieron, viendo la mano abrasada. | ¡Cuánta delectación sentiría aquella alma bendita, en la cual ocupado el espíritu, no advirtió el tormento del cuerpo, y con qué fuerça era levantada la misma alma a gozar tan alta contemplación, que llevava tras sí el pesado cuerpo, estando levantado y sin llegar a tierra! Refiérelo Marulo, libro segundo.

[6] San Bernardo, abad de Claravalle, bien mostró cuán alta contemplación era la suya, pues subiendo en un cavallo brioso y de rúa que acaso estava en su convento, para ir a visitar cierto monasterio de cartuxos, el prepósito dellos, llamado Epifio, después de averle recebido, le dixo que no dezía con su religión y humildad ir en un cavallo semejante a aquél, que era más para algún galán cortesano que ruasse por la ciudad que para servicio de un fraile pobre. El santo se hizo muy maravillado y preguntó qué cavallo era el de que hablava. Y assí se entendió que ni subiendo ni baxando dél advirtió de la suerte que era el cavallo. Otra vez, caminando junto al lago de Losana por todo un día y oyendo a los que ivan con él y allegados a la posada que tratavan del lago, él les preguntó que dónde avían visto aquel lago de que hablavan. De modo que se entendió que no echó de verle, con caminar casi todo el día por su ribera. Es de la Vida de San Bernardo, libro tercero, y de Surio, tomo cuarto.

[7] San Francisco, ilustre contemplativo, vido estando por morador en la tierra al que es Señor de los Cielos. Vido la Cruz resplandeciente de nuestro Redemptor y en ella un serafín, de donde tomó el nombre y se llamó Seráfico, y por singular privilegio le quedaron fixas sus llagas en manos, pies y costado para que aviendo imitado su pobreza, mansuetud y humildad, le imitasse también en las señales de su passión y pueda gloriarse con San Pablo, diziendo: «No tengo de qué gloriarme, sino en la Cruz de mi Señor Jesucristo. El mundo se crucificó para mí, y yo me crucifiqué para él. Yo llevo las señales de mi Señor Jesucristo en mi cuerpo». /(110r)/ Es de San Pablo este testimonio, escriviendo a los de Galacia, capítulo segundo y sexto, y refiérelo Marulo.

[8] A María Egiciaca, que cometió tantas torpezas en el mundo, el abad Zozimas la vido orando levantada en tierra tanto como un cobdo. De modo que por sus flaquezas avía su cuerpo caído en el profundo de la perdición, y después, su espíritu, sin aver dexado la carga del cuerpo, era levantado en alto por la contemplación. Es del Vitis Patrum.

[9] Santa Isabel Viuda, estando en comtemplación, era visto su rostro ya triste, ya alegre, y era la causa que se le aparecía el Salvador, y viéndole se alegrava, y escondiéndosele se entristecía. Y una vez le dixo:
-Ten buen ánimo, hija, yo estoy contigo.
Y ella respondió:
-Sí, Señor, tú comigo y yo contigo.
Grande beneficio y merced, por cierto, que el hombre hable con Dios, y mayor que hablándole no se desdeñe de oírle, y muy mayor que esté junto con él. Refiérelo Marulo, libro segundo.

[10] Santa Isabel de Esconaugia, como se diesse mucho a la contemplación, entorpeciéndose sus miembros y sentidos, algún tiempo quedava como muerta. Y en tal sazón afirmava que le eran reveladas grandes cosas que avían de suceder. Y estava acostumbrada a tener coloquios con la Madre de Dios. Y escrivió un libro que se llamó Camino de Dios, ditándole un ángel y escriviendo ella. Siendo esto assí, el Paraíso tuvo en tierra, porque su mente siempre estuvo en el Cielo. Dízelo Marulo, libro segundo.

[11] Santa Clara, discípula del Seráfico San Francisco, un día antes del nacimiento de Nuestro Señor cayó enferma, y no pudo ir con las monjas de su convento a los maitines. Y aunque la enfermedad estorvó que con el cuerpo no fuesse, su espíritu, sin ser impedido, estuvo presente, y bueltas a ella algunas hermanas, les refirió cuanto se dixo y hizo en el coro por orden. Y, admirándose dello, añadió que se le avía aparecido Cristo en la propria hora en que nació estando contemplán- dole. | Otra vez, desde el día del Jueves de la Cena hasta el Sábado Santo estuvo fuera de todo sentido corporal y como muerta. Y entretanto, la fuerça de su entendimiento estava puesta en Dios, representándosele a su espíritu todos los misterios de la Passión de Cristo, en las mismas horas y lugares y por el mismo orden que sucedieron. Y buelta en su acuerdo, parecíale que sola una hora avía passado. Y colígese de aquí cuán agradable le era el espectáculo desta dormida. Parece breve siempre todo lo que deleita, y deleitávale a Santa Clara no el ver padecer a Cristo, sino, viéndole, compadecerse dél. Es de Marulo, libro segundo.

[12] El abad Estéfano era muy dado a la contemplación. Vinieron a visitarle ciertos parientes suyos, y conociéndolos de lexos, rogó a Dios que no fuesse visto dellos. Llegaron a la celda, aviéndose informado de otros monges ser aquélla y que estava dentro, salió él por medio dellos sin ser visto y fuese a lo más escondido del desierto hasta que entendió que los otros, hartos de esperarle, se avían ido. Es del Prado Espiritual, capítulo cincuenta y tres.

[13] Vinieron al mismo abad Estéfano ciertos religiosos, y en su presencia estuvieron hablando algunas horas en cosas tocantes al provecho de las almas, y como el santo viejo ninguna cosa respondiesse, dixéronle:
-¿Por qué, padre, no hablas? Que avemos venido a ti para sólo oírte alguna cosa con que nos edifiquemos.
Respondió el santo abad:
-Perdonadme, hermanos, que hasta aora no he advertido en cosa que ayáis dicho. Una cosa sola os digo, y es que yo en el día ni en la noche no hago otro que contemplar en Jesucristo, mi Dios, colgado de una Cruz.
Oyendo esto los religiosos, fuéronse grandemente edificados. Es del Prado Espiritual, capítulo sesenta y cuatro.
[14] San Bonito, obispo de Arvernia, como estuviesse una noche en su iglesia meditando y contemplando, repentinamente vido venir adonde él estava a la her- mosa /(110v)/ como la luna y escogida como el sol, la Virgen Sacratíssima María, Madre de Dios, acompañada de coros virginales. Mandóle que dixesse Missa, y para dezirla diole un ornamento de maravillosa hermosura. Desapareció la visión, y bolviendo en sí, parecióle que avía sido sueño, hasta que vido el ornamento cerca de sí, que se dize permanecer en su iglesia. Y nadie puede averiguar de qué sea la materia, si es lino o si es texido. Grande fue el don y más el gozar de tal vista, començando en la tierra a gustar de lo que se gusta en el Cielo. Es de Surio en el primer tomo.

[15] Santa Catarina de Sena, levantada en alta contemplación de la Passión de Jesucristo, sintió en sí dolores grandíssimos de llagas en manos, pies y costado. Aunque, como afirma San Antonio de Florencia, no fueron visibles ni patentes para que se viessen, sino que sentía en aquellas partes dolores, y fue por tiempo limitado, que sólo al Seráfico padre San Francisco, de lo que se sabe por historias, le fue concedido el tener llagas visibles y que le permaneciessen en su cuerpo aun después de muerto. Refiérelo Sabélico, libro segundo.

[16] Juan Escoto, llamado el Doctor Subtil, del orden de los Menores, tenía costumbre de arrobarse, de modo que donde le dava quedava como muerto por un día, a las vezes más y a las vezes menos. Diole este arrobamiento en parte donde ni conocían su mal ni le conocían a él; esperáronle un día, y visto que no tornava en sí, teniéndole por muerto le enterraron. Afírmalo Antonio Sabélico, libro segundo.

[17] Nosotros también imitando a los santos, con varonil ánimo, teniendo en poco y desechando el demasiado cuidado de las cosas del mundo transitorias y perecederas, contemplemos en las celestiales y eternas, pongamos el sentido en cuán poderoso es el que crió todas las cosas, cuán sabio el que las govierna, cuán bueno el que las conserva en su ser y natura- leza, | cuán manífico el a quien están respetando todo el exército innumerable de la Celestial Corte -ángeles, arcángeles, virtudes, potestades, dominaciones, querubines y serafines- y todo el coro de los Bienaventurados, a quien veinte y cuatro senadores derribando sus rostros en tierra le adoran, cuya magestad veneran ciento y cuarenta y cuatro mil señalados de cada Tribu de los Hijos de Israel y toda aquella multitud de diversas naciones y pueblos que no pudo ser contada en el Apocalypsi. A este Señor loa todo espíritu, toda lengua le confiessa, tiénenle respeto los elementos. A su menear de mano todas las criaturas, y aun las que carezen de sentido, sin detenimiento le obedecen. Pues si consideramos a Dios tan grande y tan inmenso, que ni con la consideración puede ser comprehendido, siempre tengamos en la memoria aquel verso de David que dize: «Servid al Señor en temor, dadle loores y alabanças con tremor». Y para esto nos puede también ayudar mucho la consideración de sus beneficios, avernos dado el ser que tenemos, aver criado el Cielo y la tierra para uso y servicio nuestro, avernos dado maestros y doctores desde el principio del mundo que nos enseñassen el camino del Cielo y, lo que excede todo entendimiento, el aver embiado a su Hijo Unigénito al mundo para su remedio. El cual, no con sangre de toros o becerros, sino con la propria vertida de sus venas nos remedió, y de hijos de tinieblas que éramos nos hizo hijos de luz. Tomó por nosotros forma de siervo, lavó los pies de sus Apóstoles, sufrió pobreza y necessidad, padeció trabajos, recibió en sí todo lo áspero y desabrido, tuvo hambre y sed, desvelóse, lloró, fue vendido de su discípulo Judas, fue preso, ligado, abofeteado, herido, escupido, escarnecido, açotado, coronado de espinas, mofado, apaleado con una caña por afrenta, clavado manos y pies en una cruz, ofreciéronle para bever vino mirrado y después diéronle a gustar vinagre; finalmente fue muerto, y su cuer- po /(111r)/ herido por una lança, traspassándole su costado, y al cabo le sepultaron. Todo esto padeció Dios por los hombres, el Señor por los siervos, el Justo por los pecadores. Lo cual todo lo padeció tan pacientemente, que, siendo acusado, callava, y puesto en la Cruz rogava por sus crucifixores. Estas cosas tan graves, tan crueles, tan afrentosas y penosas que padeció nuestro Jesús, Dios y Hombre verdadero, meditémoslas, contemplémoslas cada día por amor suyo, evitando todo deleite ilícito, toda ociosidad | perniciosa, toda arrogancia y toda obra mala, amando y abraçando trabajos, penitencias y exercicios humildes, porque cuando venga a juzgar, si no hallare en nosotros su marca y su librea, no nos diga: «En verdad que no os conozco; apartaos de Mí todos los que os exercitáis en pecados». Y por dezirlo de presto, Nuestro Dios y Señor murió y resuscitó por nosotros; conviene que con Él muramos en humildad, para resuscitar con Él en Gloria. Lo dicho es de Marulo, libro segundo.


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Homero, príncipe de la poesía griega y filósofo excelentíssimo, estando cerca del mar, propusiéronle unos pescadores cierta cuestión de bien poco momento, porque, teniendo armadas sus redes entre tanto limpiavan sus vestidos de lo que a gente pobre suele hazer guerra, y echávanlos por el campo a sus aventuras, Homero era ciego, no vido lo que hazían, aunque entendió que eran pescadores. Ellos, que le conocieron por sabio, preguntáronle que cómo se compadecía que soltassen a los que no prendían y matassen a los que prendían. Homero se assestó en una piedra junto al mar, y estuvo meditando consigo aquella cuestión, y ora fuesse por la grande fuerça que puso con su entendimiento por enten- derla, | o dolor grande por no entenderla, elevado en aquel pensamiento y contemplación se quedó muerto. Dízelo Sabélico, libro segundo.

[2] Epiménides Cretense estuvo cincuenta y siete años escondido, y ay dificultad si fue que dormía o que contemplava. Y ay más probabilidad que fue contemplación que sueño, pues salió de allí sapientíssimo, y durmiendo nadie se haze sabio. Es de Sabélico, libro segundo.

[3] Pitágoras Samio estuvo un año en una cueva sin ver luz, puesto en contemplación. Y porque a Demócrito Abderites, también para contemplar, le parecía ser estorvo la vista, se sacó los ojos. Dízelo Sabélico, libro segundo.

Fin del Dicurso de Contemplación. |