DISCURSO DÉCIMO TERTIO. DE CARIDAD CON HERMANOS Y PROXIMOS
El glorioso y bienaventurado Evangelista San Juan, en el capítulo cuarto de su
Primera Carta, dize: «Si alguno afirmare que ama a Dios y aborrece a su hermano, téngase porque no dize
verdad. Pues si no ama a su hermano que vee, a Dios, que no vee, ¿cómo lo amará?» Y según esta
doctrina del querido y favorecido de Dios San Juan, pues no puede provar que ama a Dios el que no
ama a su próximo, procuremos de amar a los próximos por los exemplos de santos y de otras
personas graves. Y desto trata el Discurso.
[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]
[1] Descubriendo Dios Nuestro Señor al patriarca Abraham el castigo que iva a hazer en los miserables
sodomitas, estuvo altercando con él algún tanto, suplicándole los perdonasse si entre ellos se hallassen
algunos buenos, y fue diminuyendo el número hasta llegar a diez, en lo cual mostró tener grande
amor a los próximos. Y refiérese en el
Génesis, capítulo diez y ocho.
[2] La dilección y caridad que tenía Moisés con los próximos súditos suyos le hizo que dixesse,
estando orando con Dios: «Oh perdónales el mal que han cometido contra ti o bórrame del libro de
la vida». Es del Éxodo, capítulo treinta y dos.
[3] La amistad de Jonatás con David no fue parte a deshazerla la indignación de Saúl, su padre. El
padre siempre persiguió a David, el hijo le descubría los peligros para que los evitasse. Siempre
procuró aplacarle airado, y que no fuesse dañoso amigo. Es del
Primero de los Reyes, capítulo diez y ocho. |
[4] David mostró amar a su pueblo y gente, pues de los tres males con que fue amenaçado de parte
de Dios por aver sido sobervio, contando el pueblo, no escogió hambre porque él no la sintiera y su
gente sí, ni guerras, que fueran dañosas a sus soldados, estando a la mira, sino pestilencia, a la cual
estava él sujeto como otro del pueblo. Y viendo la gente que moría y el ángel que los hería, postrado
en tierra, dixo: «Yo soy el que pequé, éstos son ovejas inocentes, ¿qué mal hizieron? Buélvase tu
mano contra mí y contra la casa de mi padre». Con esto se aplacó la ira divina mostrándose David
justo en escoger la pena y prompto en padecerla. Es del
Segundo de los Reyes, capítulo 24.
[5] Persiguiendo Jezabel a los profetas de Dios, Abdías recogió ciento dellos en una cueva y les dio
de comer con grande peligro de su vida, porque si fueran descubiertos, él y ellos tenían cierta la
muerte. De donde vino a que le favoreció Dios, dándole don de profecía y teniendo el cuarto lugar
entre los doze Profetas Menores. Porque como dixo Jesucristo, y lo refiere San Mateo, capítulo
décimo: «El que recibiere al profeta en nombre de profeta, al que le hospedare y favoreciere, recibirá
premio de profeta». Es del Tercero de los Reyes
, capítulo diez y ocho.
[6] Durando la esterilidad de Judea, cuando a la boz de Elías se cerró el Cielo, y passaron tres años
y medio sin llover una sola gota de agua, quitóle Dios al mismo Elías la ración y agua con que se
sustentava, para que le fuesse forçoso ir a poblado, y viendo con sus ojos la necessidad y hambre de
la tierra, se apiadasse y procu- rasse /82r/
el remedio. Es del Tercero de los Reyes, capítulo diez y
siete.
[7] La caridad de Tobías hízose manifiesta en la captividad de Babilonia, porque a todos los puestos
en ella y afligidos, de la manera que pudo les favoreció, ya con palabras de consuelo, ya con
limosnas, ya dando sepultura a los muertos por aquella infiel gente. De aquí resultó que siendo
buscado del rey Senaquerib para ser muerto, favorecido de Dios quedó libre él y su familia. Y
muerto aquel tirano por orden de sus hijos, le fue restituida su hazienda porque no faltasse possiblidad
para hazer bien a quien no faltava ánimo y desseo. Tobías piadoso fue libre entre sus enemigos; el
rey cruel fue muerto de sus hijos. Es del Libro de Tobías, capítulo primero.
[8] El Salvador del mundo loó la caridad
| y amor con su próximo del samaritano, que viendo un
caminante que cayó en poder de ladrones herido y maltratado, le curó y llevó adonde sanasse. Es de
San Lucas, capítulo 10.
[9] San Pablo grande caridad tenía, pues dixo escriviendo a los
Romanos, capítulo nono, que desseava ser anatema o maldición por sus hermanos. Y no sólo tenía palabras, sino obras, pues todas sus
peregrinaciones tuvieron este fin de convertir almas, y es cosa maravillosa las ciudades, las provincias
y los reinos que paseó, siendo perseguido en diversas partes, preso y açotado, sin que por esso se
cansasse, hasta que últimamente en Roma fue degollado. Todo lo cual, como dixo a su discípulo
Timoteo, en la Segunda Carta, capítulo segundo, sufríalo por los escogidos, para que consiguiessen
la Salud y Vida Eterna.
Lo dicho se colige de las Divinas Letras. |
[EJEMPLOS CRISTIANOS]
[1] San Juan Evangelista, visitando su provincia de Asia, encomendó a cierto obispo la guarda de
un mancebo, a quien él avía baptizado y mostrava mucho amor por las buenas partes que descubrió
en él. Descuidóse el obispo y el moço se fue al desierto, no a ser ermitaño, sino a ser salteador y
capitán de ladrones. Bolvió San Juan, pidió cuenta de su prenda al obispo, el cual, no poco
avergonçado, le dio razón de lo sucedido.
-Grande ha sido tu descuido, -replicó el Apóstol- mala cuenta das de lo que tanto te encargué.
Subió el santo viejo en un cavallo y fue a buscar la oveja perdida, y hallada, el moço
vergonçoso huía dél. Seguíale el santo diziéndole palabras de mucho consuelo y prometiéndole el
perdón, y que se obligava a dar cuenta a Dios de sus culpas con que tuviesse pesar dellas y se
bolviesse con él. El moço bolvió y ganó aquella alma para Cristo el Evangelista glorioso, dándonos
exemplo que no perdonemos trabajo alguno porque el próximo que está enredado en vicios salga
dellos. Y en otra manera puédesenos dezir que tenemos en poco al que nos manda que amemos
como a nosotros mismos. Es de Eusebio en la Historia Eclesiástica, libro tercero, capítulo 17.
[2] Carpo, discípulo del apóstol San Pablo,
| viendo que cierto herege avía pervertido a un católico,
sintiólo tiernamente. Y en lugar de rogar a Dios por su conversión, pedía con grande instancia que
ambos fuessen muertos, temiendo que el uno con su persuasión y el otro con su exemplo serían
causa de la caída de otros. Sucedió que estando durmiendo una noche vido en sueños que los dos
eran llevados por demonios al Infierno, y como de ver esto tomasse algún contento, aparecióse
Jesucristo que baxava del Cielo acompañado de ángeles, y librólos de los demonios diziendo:
«Otra vez si fuesse necessario querría padecer por los pecadores». Con esta visión avisado Carpo,
rogó por la conversión de aquellos dos próximos, y los que antes desseava ver muertos, vídolos
convertidos a la fe y vivir santamente. Y de aquí podemos sacar aviso que antes se dessee a los que
pecan penitencia que castigo. Es de San Dionisio Areopagita,
Epístola octava.
[3] San Martín, que después fue obispo de Tours, antes que se baptizasse, que sólo era catecúmeno,
entrando en la ciudad de Amiens, que es en la Galia Bélgica, vido un pobre desnudo que pedía
limosna a los que passavan. Hallóse Martín con sus armas y un solo vestido que llamavan clámide,
grande co- mo /82v/ manto; visto que nadie le remediava, partió con su espada la ropa en dos partes
y dio al pobre la una parte, y cubrióse él con la otra, siendo ocasión en los que lo vieron, unos de risa
y mofa, viéndole con el medio vestido, y otros de admiración, considerando su caridad con el
próximo. En la siguiente noche, estando Martín durmiendo, vido en visión a Jesucristo cubierto con
la mitad del vestido que avía dado al pobre, y que dezía a sus ángeles: «Martín, siendo catecúmeno,
me ha dado este vestido».
Siendo obispo y estando para dezir missa, vino un pobre desnudo a pedirle limosna. Mandó
a su arcediano que diesse una camisa a aquel pobre. El otro, que siempre andava alcançado de las
muchas limosnas que hazía, tardóse en darla y quisiera no dársela. Entró el pobre en la sacristía
donde estava San Martín y quexóse que no le davan la camisa. San Martín se desnudó y le dio la
suya. Entró el arcediano a dezir que le esperava el pueblo que saliesse a les dezir missa. Respondióle
que no podía hasta que diesse de vestir al pobre. Díxole:
-No parece el pobre, que se ha ido.
San Martín replicó:
-Trae la túnica, que no faltará pobre que la vista.
Salió enojado el arcediano y compró una túnica o camisa de poco precio, y arrojóla delante
del santo. Vistiósela él y revistióse luego para dezir missa, y al tiempo de levantar el Santíssimo
Sacramento, por ser la túnica corta que le avían dado, descubrió sus braços, baxándosele las vestiduras
sacerdotales dellos. Vieron algunas personas de la iglesia que baxaron ángeles y se los cubrieron
con unas láminas o axorcas de oro de que salía grande resplandor. Y es fama que tomó principio de
aquí el poner en la vestidura sacerdotal, que se llama alba, las bocas de mangas y redropies de
brocado o cosa más rica que es la alba. Es de Severo Sulpicio en la
Vida de San Martín.
[4] Hizieron guerra los vándalos en Campania, provincia de Italia, y llevaron muchos captivos,
entre los cuales fue un hijo sólo que tenía cierta muger viuda. La cual,
| afligidíssima, habló con San Paulino, obispo de Nola, y significándole su trabajo, por aver él redemido algunos captivos y proveído
a otros que siéndoles robadas sus haziendas quedaron pobres, no tuvo que darla. Ella se lamentava
y porfiava en pedirle remedio. Díxole el santo perlado que si quería le llevasse a él y le trocasse por
su hijo. La afligida muger, aunque al principio le pareció que se burlava, después, dándole crédito,
se embarcó con él y passó en Africa, donde tuvo nueva que su hijo era esclavo de un hierno del rey,
a el cual habló y pidió su hijo, pensando alcançarle por precio de lágrimas y ruegos. Mas el bárbaro,
que ni de ruegos ni de lágrimas hizo caso, despidióla con mal. Añadió la afligida madre que a lo
menos se le trocasse por el que traía consigo. Miróle el pagano, y agradado de su presencia y
informado dél que sabía cultivar una huerta, hizo el trueco. Quedó Paulino captivo, porque la
caridad del próximo le forçó a que por su libertad diesse la propria. Procuró agradar al pagano, y
tuvo con él tanta gracia, que ya dexava de comunicar sus negocios con sus amigos por estarse en
conversación con su captivo hortelano, viéndole avisado y muy entendido. El santo, sabiéndolo por
revelación, avisóle que el rey, su suegro, moriría presto, que mirasse lo que le convenía. De aquí
resultó descubrirse quién Paulino fuesse, y sabido por el bárbaro amo suyo que era obispo entre
cristianos y la ocasión por que se avía hecho esclavo, no sólo le dio libertad, sino a petición suya le
embió a un navío con todos los captivos que de su propria ciudad Nola se hallaron en Africa, y con
grande provisión de trigo bolvió a su obispado. Quiso este santo perlado por algún tiempo ser
captivo a solas para después ser libre con muchos. Lo dicho refiere San Gregorio en el libro tercero
de sus Diálogos, capítulo primero.
[5] Teodora Alexandrina, donzella santíssima, fue llevada al lugar de las mugeres públicas por
mandado de Eustratio, que presidía en aquella ciudad en tiempo de
/83r/ los emperadores Diocleciano y Maximiano. Hizo oración la santa en aquel lugar immundo, encomendando a Dios la guarda de
su limpieza. Y tocó su Magestad el coraçón de un mancebo religioso, llamado Didimo. Vistióse
hábito de soldado romano, con que puso temor a muchos moços deshonestos que esperavan deshonrar
a Teodora; ganóles una vez y entró en el aposento donde estava. Descubrióle quién era, trocaron
vestidos, quedando él en su lugar y saliendo ella libre. Vino presto a oídos del juez, y muy enojado
con Didimo, mandóle degollar. Y estando en el puesto, Teodora, que avía sido libre por su medio de
infamia, no pudo sufrir que muriesse por su ocasión. Con passo acelerado llegó al lugar del martirio,
y dixo:
-Siervo de Jesucristo, más es lo que hazes de lo que yo quise que hiziesses. Yo te escogí por
defensor de mi limpieza, y no para fiador de mi muerte. Si ay peligro en mi honra, necessidad tengo
de tu favor. Si piden sangre, yo tengo de que pagar; no ay necessidad de tu fiança.
Dezía esto el santo mártir:
-Yo soy el condenado a muerte, esposa de Jesucristo, y no tú. No ay para que se den dos
vidas, la una basta. Condenándome a mí, el juez a ti te dio por libre.
Ella replicava:
-Assí es verdad que una muerte basta, mas essa ha de ser la mía y no la tuya, porque si tú
mueres yo seré culpada de tu sangre, añadiéndoseme esta culpa a la que cometí en huir. Aunque si
hui, no fue del martirio sino de ser deshonrada.
Contendían los dos sobre cuál dellos sería muerto y los dos vencieron, porque ambos fueron
degollados. Y alcançaron trofeo de mártires, y assí el cuchillo del tirano no apartó a los que juntó el
amor de Cristo y la caridad. Escrive San Ambrosio este exemplo en el libro segundo
De Virginibus. Y añade que entre filósofos pitagóricos se platicava con suma alabança un hecho que hizieron dos
amigos, llamados Damón y Pitias. De los cuales el uno estando preso y sentenciado a muerte, pidió
al juez le dexasse ir a su tierra, de que estava ausente para componer los negocios de su casa y dar
or- den | en ella, y que bolvería a morir, para lo cual dexaría fiador. El juez, pareciéndole que nadie
le fiaría, porque avía de ser obligándose a la misma pena, concediólo. Fiole el otro amigo, llegó el
día del plaço, sacáronle a matar. Vino el reo, quexándose porque no aguardavan todo el término,
que ya él venía y quería ser muerto, que dexassen libre a su amigo. El cual, porque el ausente
quedasse libre avía dado prissa a que le sacassen a matar, teniendo por cierto que muerto él, cuando
el otro bolviesse (como estava certíssimo que bolvería) le darían por libre. Visto el caso por el juez,
que era un poderoso rey, dio a los dos por libres y rogóles que le recibiessen por tercero amigo entre
los dos. Este caso, dize San Ambrosio, suben a las nubes los pitagóricos, y es digno de loa, aunque
no de tanta como el nuestro, porque los dos eran varones, aquí avía una muger; aquellos eran
amigos, éstos no se conocían primero; aquéllos ofreciéronse a un tirano, aquí a muchos y más
crueles que aquél, pues aquél los perdonó y éstos no los perdonaron; allí necessariamente avía de
morir el uno, aquí voluntariamente se ofrecieron los dos a la muerte. Ay aquí más prudencia que
allí, pues allí era el intento amistad humana, aquí corona de martirio, allí pretendieron gloria de los
hombres, aquí de Dios.
[6] Santa Catarina Virgen, como oyesse divulgar un edicto en Alexandría contra los cristianos, que
fuessen muertos si no adoravan ídolos, fue a hablar al tirano Maximino Emperador, arguyendo su
impiedad, provando con razones eficaces que Cristo era Dios y devía ser adorado, y los ídolos ser
cosa vana y los que los adoravan vaníssimos. No temió reprehender al tirano, aunque con peligro
de su vida, por ver vacilar en la fe a los próximos. Menospreció la muerte porque los fieles con
temor della y de los tormentos no cayessen en muerte de infidelidad. Es del Metafraste.
[7] Anastasia Romana, casada con un idólatra, ambos de gran linaje, antepuso a la nobleza la humildad
de la caridad, porque vestida vilmente por no ser conocida,
/83v/ visitava las cárceles de los mártires,
dávales limosna, besava sus prisiones, exortávalos a paciencia. Con estos exercicios mereció que
también ella fuesse decorada con corona de mártir. Dízelo Suidas, y refiérelo Surio, tomo sexto.
[8] En el capítulo treinta y uno del libro nono de la
Historia Tripartita se dize de la emperatriz muger del emperador Teodosio que iva a los hospitales a visitar los pobres enfermos y les llevava
regalos, les hazía las camas y barría los aposentos.
[9] Nizéforo Calixto, libro octavo, capítulo veinte y seis, dize que celebrado el Concilio Nizeno,
combidó el emperador Constantino Magno a comer un día a los obispos, y viendo que de las
persecuciones passadas de los tiranos, particularmente de Licino, cuñado suyo y gran perseguidor
de cristianos, algunos dellos estavan mutilados sus miembros -a éste le faltava un ojo, al otro una
mano, otros mostravan las señales de las heridas que avían recebido martirizándolos-, andava el
religioso príncipe de uno en otro abraçándolos, y llegava su boca a los lugares donde tenían las
señales de sus heridas, y con lágrimas de ternura y devoción los besava y respetava, teniendo por
buena dicha aver padecido por Dios semejantes persecuciones.
[10] Visitando Hilarión Abad a cierto obispo, hízole comer consigo y púsole un potaje de aves. El
abad dixo:
-Después que recebí el hábito de monge nunca comí carne.
El obispo replicó:
-Después que recebí el hábito clerical nunca dexé que algún próximo se acostasse a dormir
teniendo de mí quexa, sino que primero le aplacava, ni yo me recogí a dormir teniendo quexa de
alguno, sino que por agraviado que estuviesse le perdonava por amor de Cristo.
El abad Hilarión dixo:
-Perdóname, padre, que sin duda más perfecto eres que yo.
Refiérese en el Promptuario de exemplos.
[11] Serapión Abad, entrando en un pueblo de infieles y predicando públicamente, fue mandado
salir dél. Bolvió de secreto y vendióse por esclavo en una casa principal, donde comunicando con
los que vivían en | ella los convirtió y hizo cristianos. Bolvióles el precio y vendióse en otra casa, y
hizo lo mismo, y desta suerte se convirtió gran parte de la ciudad. De modo que no tuvo por dificultoso
el santo abad hazerse esclavo desechado y vil por hazer libres del demonio a los próximos. Es de
Paladio en su Lausiaca, y refiérelo Marulo, libro tercero.
[12] Abramio Ermitaño dava santos consejos a su sobrina María, teniéndola consigo en el desierto.
Mas, perdiéndola por irse ella con un falso monge que la solicitó y engañó, viniendo de un trance en
otro a estar en un mesón, vendiendo su cuerpo con pérdida de su alma, el tío, que le abrasava la
caridad de aquella perdida oveja, trocó el hábito, y en otro de rico mercader, sabiendo el lugar
donde estava, entró a verse con ella. La cual, con el cebo de la ganancia que esperava, hazíale
regalos y caricias, aunque le llegó a sus sentidos un olor del desierto y ermita que le hizo dar
algunos sospiros y derramar no pocas lágrimas. Vido la suya Abramio, descubrió la celada, declaró
que no amante sino tío tenía junto a sí, que no pretendía su cuerpo sino la alma. Animóla con
esperança de perdón aviendo mudança de vida. Llevóla consigo, y por averle costado tan caro,
guardóla con más diligencia, de suerte que la salud, de que avía perdido esperança, ganóla con la
penitencia. Y si el santo viejo desconfiara della y la dexara en sus vicios, tarde saliera dellos, mas la
caridad no admite descuido hasta levantar al caído. Es de Efrén en el libro
De Vitis Patrum.
[13] Pacomio Monge, avisado que en cierto lugar cercano a su ermita estavan muy olvidados de
Dios y de su servicio los vezinos dél, dexó la celda y fuese a vivir con ellos, y no bolvió a ella hasta
que los dexó bien instruidos en lo que devían creer y hazer para salvarse. El amor de Dios le llevó
al desierto, y el amor del próximo le sacó dél y bolvió a conversar gentes. Refiérelo Marulo, libro
tercero.
[14] Vidal Monge, estando en la ciudad de
/84r/ Alexandría, iva de noche a la casa de las mugeres
públicas, y a la que entendía que cometería más pecados por ser más recuestada, concertávala por
toda la noche y encerrávase con ella. Poníase el monge a un rincón de aquel sucio aposento, rezava,
llorava, sollozava, hería su pecho, y en esto gastava la noche. La muger mirávalo, y considerávalo
entre sí, y no reparava tanto en la ganancia que le dava aquel hombre como en las ofensas que avía
hecho ella contra Dios. Y con este medio el monge Vidal convirtió a muchas de aquellas perdidas
mugeres, y salieron de pecado, por lo cual sufría él alguna infamia de los que le veían frecuentar
aquel lugar torpe. Este hecho más es para alabar que para imitar, y si este monge hazía cosa semejante,
sería con voz del Cielo, que le assegurava de que no recibiría allí daño en su alma. Y otro sin ella
podría recebirle, que no menos es peligroso estar a solas ocn una muger algún tiempo -semejante a
éstas que estavan con Vidal- que con serpientes. El exemplo es de Marulo, libro tercero.
[15] Pafuncio Abad, en el modo que tuvo para convertir a Taide mostró el amor que tenía al próximo.
Mudó el traje de monge en enamorado, pidió un lugar secreto donde hablarla, y de aquel passó a
otro más secreto, y como allí se recelasse si era visto de alguno, ella le dixo:
-¿Qué te recelas?, que no puede vernos aquí otro que Dios.
Tomó ocasión desta palabra el abad para preguntarla si creía que los vería Dios allí.
Ella respondió:
-¿Qué duda ay en esso? Todo lo vee y nada se le esconde.
Pues si es assí -añadió Pafuncio-, ¿cómo por tan breve deleite pierdes a ti y a todos los que
tratan contigo, aviéndolo con un Dios, que viéndolo como lo vee puede luego castigarlo con Infierno
Eterno?
Añadió algunas otras razones el santo viejo, con que Taide començó a enternecerse y a
resolverse en lágrimas, y favorecida de Dios tuvo gran dolor y contrición de sus pecados. Dexó la
mala vida y hizo áspera penitencia, por donde alcançó perdón de- llos.
| No temió Pafuncio alguna nota en sí, por temer en el próximo su condenación y eterna muerte. Es del libro
De Vitis Patrum.
[16] En este mismo libro De Vitis Patrum, que fue hecho por Petronio, obispo de Bolonia, y se
atribuye a San Hierónimo, en la Vida
también de Pafuncio, se dize que tuvo revelación en que le
señalaron tres hombres que en los ojos de Dios eran tan buenos como él y le serían iguales en el
premio de la gloria. Vídose con ellos, y el uno era un músico, que en cierto pueblo ganava su vida
tañendo y cantando. Informóse dél, qué vida era la suya y en qué buenas obras se avía señalado.
Respondió el músico:
-Yo no sé que aya hecho obra señalada si no fue una vez que en compañía de ciertos ladrones
prendimos una donzella monja consagrada a Dios, y como los otros quisiessen deshonrarla, yo
procuré defenderla. Libréla de sus manos y restituíla a su convento y religión. Otra vez vi en el
desierto una muger de buen rostro que andava sin saber dónde irse, y preguntándola de su vida,
respondió: «No tengo que dezirte, sino que agradándote una esclava puedes llevarme donde quisieres,
porque te hago saber que tengo un marido, el cual por deudas que deve al fisco está preso, y cada
día le açotan y dan otros tormentos porque pague. Teníamos tres hijos y hanlos vendido, y a mí me
buscan para atormentarme o venderme, y por esta ocasión víneme a la soledad, donde estoy
consumida de hambre, porque ha tres días que no comí cosa alguna». Yo, como esto oí, tuve lástima
della, llevéla a mi cueva, hízela que comiesse, y tomando aliento dile trecientos sueldos para que
librasse a su marido de la cárcel y a sus hijos de esclavos, pagando enteramente su deuda, y ella lo
hizo. Esto me acuerdo aver hecho un tiempo que fui ladrón.
El santo ermitaño dixo:
-No he yo hecho cosa semejante. Quiero amigo que sepas que aunque el nombre de Pafuncio
es celebrado entre monges, Dios me ha revelado que en el Cielo avemos de ser iguales; por tanto
mira lo que te conviene hazer.
Oyendo esto el músico, arrojó los instrumentos que en la mano
/84v/ tenía y siguió a Pafuncio,
y en una celda junto a la suya por tres años enteros hizo áspera penitencia de ayunos y obras
penales, cantava salmos de día y de noche, tenía grande oración, y al cabo deste tiempo murió
bienaventuradamente.
El segundo a que le compararon fue un hombre principal muy rico que vivía en otro pueblo
cercano. Fue a verse con él, y después de algunas pláticas, importunado le dio cuenta de su vida,
diziendo:
-Siendo moço me casé con una muger, de quien tuve tres hijos, y el tenerlos fue el fin de
casarme. Después desto yo he guardado castidad, aunque mi muger vive, y estamos juntos, y si no
a ella en mi vida conocí otra muger. Sin esto yo tengo mi casa hecha mesón de pobres y peregrinos.
Nunca di lugar que otro primero que yo saliesse a los recebir y hospedar. Cuando se ivan de mi
casa, dávales provisión para el camino. A ningún pobre desprecié o tuve en poco, antes les remediava
lo mejor que podía. Siendo juez no pronuncié sentencia contra justicia, aunque fuesse en favor o en
daño de mis proprios hijos. Los sudores agenos nunca entraron en mi casa. Viendo diferencias y
discordias entre algunos de mi pueblo no passé adelante sin dexarlos en buena paz y amigos. A
nadie agraviaron mis criados, ni mis ganados hizieron daño en los sembrados agenos. No estorvé a
los que querían sembrar en mis campos. En cuanto fue en mí, nunca di lugar a que oprimiesse el
rico al pobre. A nadie hize agravio en mi vida, éste ha sido el orden de mi vivir.
Oyéndolo Pafuncio besóle su cabeça y bendíxolo, diziendo:
-Bendígate el Señor Altíssimo de Sión para que veas los bienes eternos de la celestial
Jerusalem eternalmente.
Díxole otras razones con que se fue con él al desierto, y en una celda junto a la suya hizo
vida admirable, y muriendo le vido llevar ángeles su alma al Cielo.
El tercero fue un rico mercader que vino a verle. Era de Alexandría, traía tres navíos con
mercadurías que valían grande suma. Hablóle Pafuncio, y fue de suerte que repartiendo su ha-
zienda | a pobres, se quedó con él en el desierto, y en la celda que los dos otros avían estado sirvió
a Nuestro Señor, y passado algún tiempo fue trasladado a la compañía de los bienaventurados. Si
bien se considera, todos tres fueron señalados en caridad con próximos, y assí justamente fueron
igualados en mérito al grande Pafuncio. Refiérese en su
Vida, que es del libro ya dicho De Vitis Patrum.
[17] Celasio, Pontífice Romano que fue en tiempo de Teodorico Rey, hizo ventaja a los más que
tuvieron la Silla de San Pedro en tener amor intensíssimo al Clero, y él assí mismo era amado de
todos. Dízelo Sabélico, libro octavo.
[18] El Papa León Nono, viendo un día desde su casa cierto leproso que estava en la calle
lamentándose y pidiendo limosna, mandó que se le truxessen a su presencia. Regalóle, diole de
comer, y siendo noche le hizo acostar en su propria cama. Y venida la mañana la cama estava muy
olorosa, el aposento cerrado, y no pareció el leproso, por lo cual se entendió que era Cristo el que se
mostrava en aquella figura para que se viesse la caridad del Pontífice. Dízelo Platina en su
Vida.
[19] En la ciudad de Antioquía residía un hombre limosnero, el cual tenía por costumbre de llevar
cada día un pobre que comiesse a su mesa. Sucedió una vez que, no hallándole en toda la ciudad,
salió fuera della para ver si venía algún estrangero con quien usasse de semejante caridad. Quería
ya ponerse el sol, estava ayuno y bien congoxado por no descubrir pobre. Mas a esta sazón vido
venir uno vestido de blanco con rostro grave, y acompañávanle otros dos que le traían en medio.
Llegó a él y díxole:
-Señor, pues sois estrangero, recebiré merced en que con vuestra compañía vais a mi posada
donde recebiréis servicio.
A esto respondió el estraño:
-Tu buen comedimiento y caridad no será parte para que dexe de hundir y assolar este
pueblo.
Diziendo esto, sacó de su seno un paño de rostro, y buelto a la ciudad sacudiósele, y en el
mismo punto se hundió la /85r/ mitad della con un terremoto grandíssimo. Pareció querer destruir
la parte que quedava en pie, mas por ruegos de los dos que le acompañavan y respeto de aquel
limosnero dexó de hazerlo. Levantóle del suelo -que el temor le avía derribado en él- y díxole:
-Vete en paz a tu casa, que ella, tu muger, hijos y toda la vezindad son libres desta calamidad
por tus oraciones y continuas limosnas.
Y dicho esto desapareció con los dos que le acompañavan. El buen hombre bolvió a su casa,
y con grande sentimiento y lágrimas lloró la destruición y ruina de su pueblo, y dio gracias a Dios,
que como a otro Lot le avía librado de tantos como perecieron. Esto escrive San Gregorio Turonense,
libro décimo, capítulo veinte y tres.
[20] Bonifacio Obispo era muy liberal con pobres. Tenía una viña y sustentávase con su fruto. Cayó
un año tanta piedra, que poco faltó para quedar toda destruida. Al tiempo de la vendimia cogió lo
poco que avía quedado, y juntándolo en un lagar hizo adereçar las cubas, como si la cosecha fuera
muy grande, de lo cual un sobrino suyo hazía mucha burla, aunque le obedeció haziendo lo que le
mandava; porque entró en el lagar y pisó las uvas, y del mosto hizo solamente el santo obispo
humedecer las cubas y tinajas, dando a pobres lo más dello. Cerró la bodega y hizo oración por tres
días, al cabo de los cuales bolvió a abrir la bodega y halló las cubas y tinajas llenas. Premio digno
de hombre caritativo y limosnero, que en tal ocasión dio a pobres lo más y mejor de su cosecha.
Dízelo San Gregorio en el libro primero de sus
Diálogos, capítulo primero.
[21] En la provincia de Cuziba, que es en tierra de Palestina, habitava entre religiosos en hábito de
religión un santo viejo, el cual todo su exercicio era con los próximos, haziéndoles obras de caridad.
Si de alguno sabía que tenía tierras para sembrar, y por ser pobre y faltarle semilla las dexava
desiertas, iva de noche y sembrávaselas. Acostumbrava ir diversas vezes un
| camino bien passeado de gente, que es desde el Jordán a la ciudad santa de Jerusalem, y desde la misma ciudad a la de
Hiericó, llevava provisión de pan y agua, y remediava a los que veía sedientos o hambrientos. Si
alguno llevava carga, ayudávasela a llevar. Era visto diversas vezes sudando con la carga y cansado
sin fuerças, ya llevava en sus ombros algún niño que no podía caminar, ya dos juntamente. Si veía
algún caminante, hombre o muger, con el calçado roto, llevava aparejo, y sentávase y remendávale.
A muchos dava parte de sus vestidos, y si veía muerto a algún caminante dávale sepultura cantando
salmos y himnos. En semejantes obras de caridad con próximos gastava el santo varón su vida.
Refiérese en el Prado Espiritual, capítulo veinte y cuatro.
[22] En el monasterio del abad Teodosio, grande príncipe de monges, estavan dos hermanos que
seguían su instituto, los cuales tenían hecho juramento que ni en vida ni en muerte se apartarían de
en uno. Sucedió que estando bien exercitado en obras santas -como todos los demás monges- el uno
dellos, fue tentado gravemente de sensualidad. Habló al otro y díxole:
-No ay ya fuerças para sufrir semejante tentación. Quédate, que yo me quiero ir al siglo y
viviré entre gentes donde pueda hazer mi voluntad.
El otro, afligidíssimo, le dixo:
-No, hermano mío, no hagas tal, que perderás todo lo que as trabajado en la religión.
El tentado replicó:
-O me dexa ir quedándote aquí o vete comigo, que no puedo sufrir la tentación y tengo de
cumplirla.
Oyendo esto el monge bueno, no queriendo dexarle por el juramento que tenía hecho, fuese
con él a la ciudad más cercana, donde el miserable, trocando el traje, se entró en el lugar de las
malas mugeres, estando el otro fuera postrado en tierra llorando y derramando tierra sobre su cabeça
con grande aflición y quebranto, hasta que el desventurado salió contaminado con el vicio cometido.
A el cual preguntó el otro:
-Dime hermano, ¿qué as ganado en lo que has hecho? ¿Adviertes el daño que has cau- sado
/85v/ en tu alma? Ea, confúndete y bolvamos a la soledad, lloremos los dos el pecado que tú solo
has cometido.
La respuesta que dio a esto el fornicario fue dezir:
-Tú puedes bolverte al desierto si te agrada aquella vida, que a mí ésta me contenta.
No fueron parte grandes ruegos que le hizo para sacarle del cieno en que estava, y assí, visto
que determinava quedarse en la ciudad, acordándose de lo jurado se quedó con él, y ambos trabajavan
de manos para sustentarse. Por este tiempo Abramio Abad, que después fue obispo de Efeso, varón
santo, edificava un monasterio que se llamó de los Vicancios, y en su edificio trabajavan los dos
hermanos de peones sirviendo a los maestros, y el jornal de los dos cobrávale el deshonesto, y
apenas dexándole que comer, lo demás gastava en sus luxurias y suciedades. El otro, ayunando y
rezando, con toda quietud servía en su obra sin hablar con alguno. Pusieron en él sus ojos los
oficiales, y visto que ni comía ni hablava, sino que con quietud cumplía su ministerio, dieron
cuenta dello al abad Abramio, el cual le llamó aparte y preguntóle quién era, y de su vida. Refirióle
él la historia suya y de su hermano, y que sufría aquella vida porque Dios tuviesse misericordia del
hermano, por quien rogava siempre sin cessar a su Magestad. El santo abad le dixo:
-Ten por cierto que el Señor concederá tu petición y te entregará la alma de tu hermano.
Despidióle con esto, y no avía bien apartádose del abad Abramio, cuando vido venir a su
hermano llorando amargamente y con grande contrición, pesándole del mal que avía hecho, y
diziendo:
-Llévame, hermano, al desierto, para que yo me salve.
Regozijóse el buen hermano con su conversión, y aviendo compuesto su alma con la
Penitencia y Confessión, ambos se fueron a una cueva cerca del Jordán, y allí se encerraron, viviendo
santamente. Y passado algún tiempo, aviendo hecho áspera penitencia el que cayó en fornicaçión,
y purgado las mancillas de su alma con lágrimas derramadas por sus culpas, murió en el Señor. Y
aunque | muerto y sepultado en la cueva, no le dexó su hermano, sino que vivió allí hasta que sus
días se acabaron y recibió el premio que merecían sus buenas obras, y fue deste modo: Vino a él un
monge viejo del monasterio de Calamón, y preguntóle:
-Dime, hermano, en tanto tiempo de vida solitaria y de exercicio espiritual, ¿qué mejora
sientes en tu alma?
Respondióle:
-Vete aora de aquí y buelve al día décimo, y darte he la respuesta.
Hízolo assí el viejo, y bolviendo al día décimo, hallóle muerto, y junto con él una texa en
que estava escrito: «Perdóname, padre, si no te respondo de palabra a tu pregunta, sino por escrito.
Y la respuesta es que siento en mi alma esta mejora después de mucho exercicio en la vida solitaria,
que nunca estando en oración o cantando el oficio divino me distraía en pensar cosas de la tierra.»
Es del Prado Espiritual, capítulo noventa y siete y noventa y ocho.
[23] Estava preso en poder de los longobardos un diácono, rogóles por él Santulo, presbítero de la
provincia de Nursia, varón santíssimo, y no quisieron dársele, porque pretendían matarle. Rogóles
que se le diessen a él en guarda, concediéronsele con condición que si se fuesse le quitarían a él la
vida. Aceptólo, vino la noche y dixo Santulo al diácono que se fuesse donde Dios le ayudasse. El
diácono dezía:
-¿Sabes, padre, que si me voy te matarán a ti?
-No podrán matarme -dixo Santulo- si Él no lo permitiere.
El diácono se fue, y el día siguiente, visto por los longobardos que faltava, dixeron al Santulo
que se aparejasse porque avía de morir según el concierto. Llamaron un valiente soldado que le
cortasse la cabeça. Pidió que primero le dexassen hazer oración; deteníase en ella. El verdugo le dio
del pie que se endereçasse y abaxasse el cuello. Hízolo él, levantó el braço el soldado para herirle y
quedósele hierto sin poderle baxar ni redoblar. Estava mucha gente mirando este espectáculo,
entendieron que era milagro y fueron todos en que no muriesse Santulo, teniéndole por santo, como
lo era, y, dándole liber- tad, /86r/
rogáronle que sanasse el braço del soldado. Respondió que en
ninguna manera lo haría si no jurava primero de no matar en su vida a algún cristiano. Jurólo, y
hiziera mucho más que le fuera pedido. Santulo le dixo que baxasse el braço, y a sola esta voz
quedó sano. Y fue ocasión que respetassen al santo toda aquella gente, y ofreciéndole algunos
dones, él no quiso aceptarlos, sino pidióles que le diessen los captivos que tenían para ponerlos en
libertad, y assí los concedieron. Dize esto San Gregorio, libro tercero de los
Diálogos, capítulo treinta y siete.
[24] Tenía por costumbre un labrador rico de llevar todos los viernes algún pobre a su casa y
regalarle, lavándole los pies y dándole de comer, en reverencia de la Passión de Jesucristo. Sabían
ya los pobres esto, y venían semejante día a recebir la limosna y caridad. Y como faltassen un
viernes y fuesse hora de comer, aunque tenía puesta la mesa y adereçada la comida, ni quiso comer
ni assentarse a la mesa hasta salir y buscar el pobre. Fue a la plaça y vido uno descalço y cubiertos
de lodo sus pies. Llevóle a su casa, y la muger muy diligente adereçó como lavarle los pies ella
misma, y estándoselos lavando, vídolos ambos traspassados con dos heridas, y muy admirada llamó
al marido y dixo:
-Señor, venid y veréis que este pobre muestra sus pies aviertos a la manera que los tiene mi
Señor Jesucristo. Llegó el marido, y el pobre, que era el mismo Señor y Hijo de Dios, dándose a
conocer les dixo:
-Vosotros me avéis hospedado otras vezes en mis miembros, y oy en mi persona propria,
por lo cual os doy palabra que en esta vida no os faltará el sustento della, ni en la otra la Eterna
Bienaventurança.
Con esto desapareció. Es del Promptuario de exemplos.
[25] Predicava en Brabancia Jacobo de Vitriaco el recebir la Santa Cruzada para passar a la conquista
de la Tierra Santa, y levantándose un día, estando él presente, grande cuestión entre dos personas
principales, y quedando el uno dellos agraviado, no era possi- ble
| con él que perdonasse, aunque el santo varón Jacobo se puso de rodillas delante dél, ni mucho otros se lo pidiessen. Visto por el
legado y predicador, dixo oyéndolo mucha gente:
-Yo protesto que éste que nos menosprecia, menosprecia al que nos embía. Rogad al Señor
que muestre alguna señal y portento contra este obstinado.
Dicho esto, el miserable fue herido de la mano de Dios. Rebolvía los ojos de una parte a
otra, cayó en tierra echando espumajos de sangre por la boca, dando de sí a todos un penoso
espectáculo. Lloravan los presentes compadeciéndose dél. Con esto el santo varón Jacobo teniéndole
lástima, hizo por él oración, y fue de tanta eficacia que se levantó sano, y tan trocado, que pidiendo
con lágrimas perdón de su dureza, abraçó al que le ofendió, perdonándole de coraçón. Es del
Promptuario de exemplos.
[26] Tenía cierto ilustre cavallero un hijo bien inclinado, honesto, templado y dado a buenos
exercicios. Vino a morir, y rogóle el padre que, si le fuesse lícito, después de su muerte le declarasse
de su estado. Murió el moço y aparecióse a su padre, ordenándolo Dios para exemplo de muchos
que supieron y sabrán lo que dél sucedió, y fue que dixo como se avía condenado y que padecía
tantas penas que si las estrellas del Cielo se tornassen lenguas no serían parte para enteramente
declararlas. Admiróse el padre de oír esto, y dixo con grande ansia y pena:
-¿No fuiste casto, abstinente y te exercitaste en buenas obras?
Respondió el hijo:
-Assí es verdad, padre, que soy virgen, a nadie robé hazienda o fama, no fui blasfemo, ni
jugador, no guloso, antes ayuné y castigué con penitencias mi cuerpo; y perdílo todo porque me
faltó caridad con los próximos, porque si alguno me ofendió no supe jamás perdonarle, sino cuanto
me era possible tomava dél vengança. Por este vicio perdí lo demás bueno que tuve, y soy condenado
eternalmente.
Con esto desapareció. Lo dicho es del
Promptuario de exemplos.
[27] Una noble señora tenía por costumbre
/86v/ recebir pobres en su casa. Lavávales los pies,
dávales de comer y regalávalos, todo lo cual hazía contra voluntad del marido, que era de muy
contraria condición. Salía fuera de su casa un día y vido cierto pobre afligido y ulcerado, y por estar
ausente el marido recibióle en ella. Pidió el pobre que le diesse baño y bañóse. Pidió que le diesse
una cama regalada en que descansasse un poco y llevóle a la suya propria, donde le acostó. Vino el
marido de improviso, y entrando en su aposento vido el pobre en su cama. Creyó que era algún
hombre con quien su muger le cometía adulterio, y con ira grandíssima puso mano a su espada para
matarle. Llegó cerca y vido a Jesucristo puesto y enclavado en una cruz, que le dixo con voz
quebrantada y dolorosa:
-¿Por qué me persigues aviendo yo padecido por tu salud estas heridas y la muerte?
Derribóse de rodillas el hombre para adorar al Señor, y levantando los ojos no vido cosa
alguna. Mas informado de su muger, entendió que el huésped que avía recebido era Jesucristo, por
lo cual a ella dixo que siempre se exercitasse en tales obras, y él hizo lo mismo en adelante. Es del
Promptuario de exemplos.
[28] Antes que fray Jordán, doctor parisiense, entrasse en el orden de Predicadores, tenía costumbre
de ir a Maitines de noche a cierta iglesia. Sucedió que pareciéndole una entre otras que era tarde,
recordando sin tiempo, levantóse, y con sola la camisa y su capa, llevando el ceñidor en la mano,
salió de su casa y iva a la iglesia. Oyó un pobre en el camino que se quexava y pedía limosna, donde
por no tener otra cosa que darle le dio el ceñidor. Fue a la iglesia, y por ser temprano estava cerrada.
Aguardó hasta que fue hora de los Maitines, que se abrió y él entró en ella. Y poniéndose a hazer
oración delante un crucifixo, vídole que tenía ceñido el ceñidor que dio él al pobre, de que se
consoló sobremanera. Refiérese en el
Promptuario de exemplos.
[29] Una muger en Francia, devota y caritativa, recibía en su casa frailes peregrinos,
| hospedávalos y dávales de comer, muy a despecho de su marido, que tenía contraria condición. Sucedió que
estando un día comiendo a su mesa el padre fray Jordán, del orden de Predicadores, con otros
frailes, vino el marido, y aunque lo sintió mucho, visto que era a su costa acordó aprovecharse de
algo, como quien dize: «Mi casa veo quemar, quiérome calentar». Assentóse con ellos y comió.
Servíanles de un vino muy bueno que tenían apartado por quererlo assí la muger. Como el marido
lo entendió, muy más apesarado por ello, dixo con ironía:
-¿Por qué no traes del vino de aquella otra tinaja, que es mejor?
Y aunque era muy malo, por obedecerle, el ministro sacó de aquel vino y sirviólo a la mesa,
lo cual fue sumamente alabado por muy bueno. Oyéndolo alabar el marido, perdiendo ya la paciencia
pareciéndole que no era obedecido, levantóse de la mesa enojado con los que servían, y fue él
mismo a sacar del vino que tenía él por malo, mas Dios lo avía convertido en muy bueno. Y entendido
por él, quedó confuso y muy trocado visto el milagro, siendo en adelante muy devoto de hospedar
peregrinos, y más si eran religiosos. Refiérese en el
Promptuario.
[30] Ivan en un navío ciertos mercaderes y passageros. Llegaron a un puerto, y saliendo en tierra
vieron un hombre muerto. Compadecióse dél uno de los passajeros, persona piadosa y caritativa, y
dio orden como fuesse sepultado. Apareciósele a la noche un ángel, que le dixo que en manera
alguna el día siguiente no saliesse del puerto ni navegasse, sino que lo dexasse para el siguiente día.
Dio cuenta desto a los mercaderes y passajeros y no hizieron caso dél, sino que entraron en el navío.
Mas levantóse borrasca en el mar y perecieron todos, y deste daño se libró el otro por la obra de
misericordia que hizo en enterrar aquel muerto. Refiérese en el
Promptuario de exemplos.
[31] En el monasterio Vuillarense del orden de Cistel, en Brabancia, era abad Vuillermo, gran
siervo de Dios y de mucha /(87r)/ caridad con los próximos. Fue assí que, estando ausente del
convento y teniendo los monges dos bueyes con que labravan sus tierras, porque el uno dellos era
muy hermoso, una pobre muger que estava preñada se le antojó comer dél, y fue tan de veras el
antojo que se vido a punto de muerte. Dávanle carne de otros bueyes parecidos a aquel y no le
entrava en provecho. Vino el abad y diéronle cuenta del caso. Él dixo:
-Más vale que muera una bestia que una muger.
Mandó que de secreto truxesen el buey del campo y le matassen. Hízose assí; el buey fue
muerto y hecho cuartos y el pellejo se puso aparte. Dieron a la muger una buena pieça dél, comió y
quedó sana. Esto era por parte de tarde. Venido otro día, halló el buey arando un monge lego, que
fue autor de todo lo dicho. Como le vido vivo, quedó admirado. Fue adonde avía dexado los cuartos
y pellejo y no vido cosa, ni seña de la sangre. Advertido del caso el abad, alabó a Dios y tomó de
aquí ocasión para ser más caritativo con próximos. Es del libro segundo
De Apibus, capítulo veinte y cinco, y dize que sucedió el año de mil y dozientos y veinte y dos.
[32] El autor deste mismo libro De Apibus, llamado Tomás de Cantiprado -aunque otros le llaman
Guillermo y otros Juan-, libro segundo, capítulo veinte y cinco, dize que le sucedió a él un caso
maravilloso, y que si él le callara muchos pudieran contarle que le vieron. Sustentava grande casa
y criados, de lo cual tenía cargo cierto diácono, rigiéndolo y governándolo todo. Éste, quedándose
un día en casa el señor, se fue a pescar a una laguna, en la cual anduvo echando redadas todo el día
sin provecho. Ya tarde llegó el diácono con tres frailes menores que avían recebido en hospedaje,
con los cuales el amo se holgó mucho, y aviéndolos recebido díxoles lo que San Pedro a Cristo:
«Por todo el día he trabajado sin fruto, mas en vuestro nombre quiero echar la red». Y para echarla
pidió el cordón a uno de los frailes y atóle a la cuerda de la red, y echada a la laguna, del primer
lançe sacó ochenta peces, de tal grandeza y sabor que otros semejantes nunca se sacaron de aquel
lugar. Con ellos dio de cenar a los huéspedes y a toda la familia, y se embiaron presentados a
diversas personas, alabando todos a Dios, que se mostró largo con quien fue caritativo con sus
siervos.
[33] Teobaldo, conde carnotense y blesense en Francia, fue tan caritativo con próximos como parecerá
por este exemplo. Iva camino, llegó a él un pobre y pidióle por amor de Dios la capa; quitósela y
diósela, diziendo:
-Mira si quieres más.
-El sayo pido que me des.
Diósele.
-Pues aún más falta que me des -añadió el pobre-, y es el sombrero que llevas en la cabeça.
Era calbo el conde y parecióle que sin sombrero estaría muy feo y le sería vergonçoso. Dixo
al pobre:
-Hermano, muy pesado eres, sabe que me hará el sombrero grande falta.
El pobre, que era Jesucristo disfraçado en él, arrojóle el sayo y la capa y desapareció. Entendió
el caso el conde, dexóse caer del cavallo y hizo un penoso y prolixo llanto, y enteróse más para
adelante de no negar cosa que por amor de Dios le fuesse pedida.
Al mismo conde le sucedió otro caso notable y fue que entre Carnoto y Bles, dos estados
suyos, estava un leproso de ordinario, al cual el conde siempre que passava por allí le visitava y
hazía limosna, y le llamava su amigo. Detúvose por un año el conde una vez sin hazer aquel camino,
y el leproso murió, y como después fuesse el conde por allí no sabiendo de su muerte, quiso entrar
solo en su casa, y al que antes vido cargado de lepra halló sano y sin mal alguno. El conde se
admiró. Preguntóle quién era. Respondió:
-Soy el leproso, tu amigo, y por la misericordia de Dios estoy sano. No me falta sino la
corona de justicia, y a ti, señor, dará la paga algún día el Juez Justo por lo que a mí y a otros pobres
has hecho de bien y caridad.
El conde hizo con él lo que solía, y con otros leprosos, que le besó las manos y le abraçó
derramando /(87v)/ lágrimas. Dexóle y siguió su camino. Uno de sus criados le dixo:
-Creíades, señor, que estava aí vuestro amigo el leproso; pues ya días ha que es muerto.
El conde quedó admirado, y, dissimulando el caso, dixo:
-Aya Dios misericordia de su alma.
Es del libro De Apibus segundo, capítulo veinte y cinco.
[34] El maestro Juan de Nivella, deán en la iglesia Leodiense, fue hombre de singular caridad con
próximos. No sabía estar ocioso, siempre andava ocupado en convertir almas, predicando y
confessando. Padecía graves enfermedades de gota en una pierna, y sabido por cierto médico famoso,
sin ser llamado fue un largo camino a verle y curarle a sus proprias espensas. El deán le preguntó en
qué tanto tiempo pensava curarle. Respondió que en cuatro meses.
-Éssos -dixo él- no quiero yo, ni quiera Dios que falte en la caridad con los próximos. Yo os
agradezco vuestra venida y Dios os pagará vuestro buen intento, y con esto os podéis bolver, que
con tanto daño de las almas yo no quiero salud.
Y assí prosiguió en sus santas obras. Y después de algún tiempo cayó enfermo de muerte, y
la tarde antes de la noche en que murió llegó a su casa un pobre desandrajado para que le confessasse.
Despidíanle los que le acompañavan, entendiólo él, hizo que le dexassen entrar, y desde la cama le
confessó y despidió muy contento. Luego dixo a los presentes:
-No quisiera por mucha suma de oro aver dexado de confessar a este hombre.
No sabían la ocasión por que dezía esto, y entendiéronlo presto, y fue que no se avía apartado
el pobre muy lexos de allí cuanto repentinamente se cayó muerto, y la siguiente noche el siervo de
Dios acabó su vida de trabajo y començó la de descanso. Dízese esto en el libro segundo
De Apibus, capítulo treinta y uno.
[35] Predicava en las últimas partes de Francia un siervo de Dios con grande provecho de las almas,
y estando un día en lo mejor del sermón, levantóse una muger que avía sido pecadora, y con lágrimas
y sollo- zos | de mucha contrición le dixo:
-Siervo de Dios, dexa el sermón y óyeme de penitencia.
Él le dixo que se sossegasse, que en acabando el sermón la oiría. Sossegóse un poco y tornó
con nuevos clamores y lágrimas a dezir que la oyesse. Él dixo:
-Presto acabaré, ten paciencia.
Llegando el sermón al cabo, la muger se levantó y dio una terrible voz pidiendo confessión,
y cayóse muerta. El predicador se turbó grandemente deste acaescimiento, y todo el auditorio quedó
lleno de admiración. Pidióles con instancia que rogassen a Dios por ella. Él se encerró en un oratorio,
y por tres días continuos sin comer ni dormir se entretuvo en lo mismo. Al cabo dellos, siendo de
noche, vido la muger pecadora por quien rogava más resplandeciente que el sol, y díxole:
-Descansa ya, siervo de Dios, y él te pague lo que por mí has hecho. Sabe que voy libre de
penas de Purgatorio a gozar de Dios. Y en testimonio de que es verdad hallarás que en tierra de
Brabancia, en el monasterio Ogniense, ha muerto el maestro Juan, el cual assí como en vida fue
misericordioso con pobres, también lo ha sido en muerte, porque siendo llevado al Cielo y premiado
según sus obras, pidió a la Magestad Divina la liberación de algunas almas de Purgatorio, de cuya
salud avía sido él mucha parte en la tierra. Fuele concedido, y no sólo salieron libres de penas las
almas por quien rogó, sino algunas otras, y entre ellas soy una.
Desapareció la muger, y el predicador quiso otro día ser cierto de la muerte de aquel gran
siervo de Dios, y halló puntualmente que era assí como le fue dicho. Es del libro
De Apibus, capítulo treinta y uno.
[36] Antidio, obispo de Tours, viendo a un demonio muy alegre, preguntada la causa, respondió
que lo era aver siete días tentado de deshonestidad a cierto perlado y que estava el negocio para
concluirse en favor de su parte. Y aunque es padre de mentiras el demonio, y pensó Antidio que
sería mentira, mas temió que sería possible dezir verdad, y conociendo bien
/(88r)/ al obispo -porque el demonio se le nombró- procuró con suma diligencia embiar quien le avisasse. El que fue
le habló y él se avergonçó visto que le dezía verdad, y no aviéndose proseguido en la obra, sino sólo
en el desseo, de aquél hizo penitencia y vivió con más recato. Dízelo Marulo, libro tercero.
[37] San Bernardino, antes que fuesse fraile menor mostró bien su caridad en un hospital de Sena,
donde en tiempo de peste se exercitava con otros doze mancebos devotos en obras de misericordia.
Allí curava los enfermos, dava de comer a los pobres, a los difuntos sepultava, su cuidado era
grande en que contritos y confessados esperassen lo que Dios hiziesse dellos. Crecía la peste,
augmentávanse los heridos della, era mayor el número de los muertos y San Bernardino estava
sano y tal cual tenían dél necessidad los enfermos. Y de aquí vino a que siendo fraile, aprovechó
más a los próximos predicando que les avía antes aprovechado ministrando. Es de Surio, tomo
tercero.
[38] María, llamada Decegnies, natural de una villa dicha Nivella, del obispado Leodio, siendo
casada, acabó con el marido que ambos guardassen castidad. Servían los dos no al mundo sino a
Cristo en un hospital de leprosos, donde ni las llagas podridas, ni carnes ulceradas, la podre y
materia, ni el temor de que esto todo se les pegaría, contradixo a la caridad. Los rostros disformes
de los enfermos encendían más el cuidado de su cura y servicio. Aora reinan con Cristo en los
Cielos los que sirvieron a los leprosos en la tierra; por trabajo breve consiguieron Eterna
Bienaventurança. Es del cardenal Jacobo Vitriaco, y refiérelo Surio, tomo quinto.
[39] En el tiempo que el padre Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, estudiava en París, supo
de un hombre el cual estava perdido con el amor deshonesto de cierta muger, que iva a verla y a
ofender a Dios con ella fuera de la ciudad, en una alquería donde ella estava. Aviendo de passar
junto a una laguna, adelantóse Igna- cio,
| y viéndole venir, con ser el tiempo de imbierno y estar la
agua frigidíssima, desnudo entró en ella, dexando solamente fuera de la agua el rostro. Al tiempo,
pues, que el otro passava, diole vozes diziendo:
-Anda, anda, hombre miserable. Ve y goza de los deleites sensuales que te traen ciego con
essa muger, que yo estaré aquí entretanto rogando a Dios no te castigue como mereces, quitándote
la vida de repente y dando con tu alma en los Infiernos.
El otro, viendo y oyendo esto, con grande dolor de sus pecados se bolvió de donde iva y
hizo dellos penitencia. Dízelo Pedro de Ribadeneira en su
Vida.
[40] El rey don Alonso de Nápoles, passando con su exército el río Volturno, vido que llevava la
furia de la agua a Butardo, cavallero de la capitanía de Rodolfo Perusino, y como ninguno se
atreviesse a favorecerle temiendo ser ahogado, porque el río iva muy crecido, él se echó a la agua
en su cavallo y llegó al que estava a punto de ahogarse y casi muerto, y le sacó libre. Dízelo
Panormitano en el libro tercero de los Hechos
deste rey.
[41] La caridad con próximos de Juan de Dios, el de Granada, fue cosa de admiración. Era buena
prueva della entrar en su hospital, donde se hallaran enfermos de todos géneros de enfermedades,
hombres y mugeres, sin desechar persona alguna, de calenturas, de heridas, de bubas, llagados,
tullidos, incurables, desamparados, niños tiñosos y otros que le echavan a la puerta y los hazía criar,
locos y simples, sin los envergonçantes que mantenía en sus casas proprias. Hizo un grande aposento
para los que pedían de puerta en puerta y peregrinos, en que cabían dozientas personas. En éste se
acogían de noche y amparavan del frío, estando lumbre en medio dél en tanta abundancia que
participavan todos della, assentados en poyos a la redonda, donde dormían unos en colchones,
otros en çarços de anea, y otros en esteras, como tenían la necessidad, y con esto sin la buena obra
que hazía y caridad, se escusavan muchas ofensas de Nuestro Señor
/(88v)/ en buscarlos por las plaças y quitar que no estuviessen juntos hombres y mugeres, a las cuales ponían por sí aparte, y
con esto limpiava la ciudad de gente perdida. Sucedióle un caso digno de memoria a este propósito
de caridad con próximos, y fue que estando en Granada el marqués de Tarifa, don Pedro Enríquez,
fue Juan de Dios a pedir limosna para sus pobres, y llegó a tiempo que estava jugando con otros
cavalleros. Sacáronle del juego veinte y cinco ducados y ívase él con ellos a su hospital siendo ya
noche. El marqués, aviendo oído alabar su grande caridad, para experimentarla disfraçóse y salióle
al encuentro, y díxole:
-Hermano Juan, yo soy un cavallero forastero, estoy aquí en un pleito y padezco mucha
necessidad para sustentar mi honra. Ruégoos me favorezcáis, porque no venga a hazer alguna
ofensa contra Dios.
El hermano Juan, vista la manera del hombre y consideradas sus razones, respondió:
-Dome a Dios (que ésta era la manera de su hablar), daros he lo que traigo.
Puso la mano a la bolsa y diole los veinte y cinco ducados. El marqués los tomó
agradeciéndoselo y fuese. Llegó admirado donde los otros señores estavan. Contóles el caso, y
celebróse entre ellos como merecía, que teniendo tantos pobres con quien cumplir fuesse tan largo
con uno, confiando en la providencia de Dios. Otro día por la mañana fuele a visitar el marqués, y
díxole riendo:
-¿Qué es hermano Juan, que me han dicho que os robaron anoche?
Él dixo:
-Dome a Dios que no me robaron, mas sin blanca llegué a casa.
El marqués dixo:
-Aora, hermano, porque no neguéis el robo que os hizieron, veisle aquí, que a mí me lo
deparó Dios. Tomad vuestros veinte y cinco duca- dos,
| y más ciento y cincuenta escudos de oro
que yo os doy de limosna.
Mandóle traer otros ciento y cincuenta panes, cuatro carneros y ocho gallinas, y esta ración
hizo que le diessen cada día todo el tiempo que estuvo en Granada el marqués. Y fuese muy edificado
de ver los muchos pobres de todas maneras que allí se curavan y se les hazía limosna. Vido el
mismo Juan de Dios otra vez uno de los envergoçantes que dava él limosna en su propria casa que
se avía muerto, y no teniendo a la sazón con qué hazerle enterrar, habló con un hombre rico que
vivía allí cerca y pidióle que remediasse aquella falta. El otro se escusó que no podía ni tenía que
darle. Fue Juan de Dios y cargóse del muerto, y trúxosele a su casa, y dixo:
-Tanta obligación tenéis vós para enterrarle como yo. Yo no tengo de qué, vós, que tenéis,
enterralde.
Con esto se iva, mas el rico, muy confuso, le rogó que se le llevasse de allí, ofreciendo de
dar toda la costa del entierro, como lo hizo. Es de Francisco de Castro, rector del hospital de
Granada que fundó el mismo Juan de Dios, en la
Vida que dél escrivió.
[42] Fray Luis de Montoya, vicario general en el reino de Portugal del orden de San Augustín,
aviendo reprehendido a cierto religioso de un vicio en que diversas vezes avía estropeçado, y no
enmendándose, llevóle a la iglesia una noche y allí después que de nuevo le uvo amonestado, tomó
una áspera disciplina y hiriéndose con ella cruelmente fue cosa maravillosa que las heridas y golpes
que el santo varón recibió en sí, passassen al pecador que avía estado tan endurecido, y assí curó la
alma de aquél, imitando a Nuestro Salvador, que con sus llagas curó nuestros pecados y ofensas.
Dízelo en su Vida fray Hierónimo Román, capítulo 21. |
EXEMPLOS ESTRANGEROS
[1] Licurgo, legislador de los lacedemonios, fue hermano del rey Palidectes, el cual muriendo y
dexando a su muger preñada, los grandes del reino quisieran que él fuera rey, y su cuñada la
| reina venía en ello y le quería por marido, ofreciéndose a tomar con que malpariesse. Entretuvo con
buenas palabras Licurgo el negocio, hasta que su cuñada parió, y visto que era hijo, tomóle en sus
bra- ços /(89r)/ y assentóle en la silla real, diziendo:
-Varones lacedemonios, rey tenemos.
Y llamóle Carilao, que quiere dezir «gracioso al pueblo», dexando a todos maravillados de
que assí tuviesse en poco la dignidad real. Y mostró en este hecho verdadero amor a su hermano,
aunque muerto. Dízelo Plutarco en su Vida, y son con él Pausanias, libro primero, y Heródoto. Y
pareció a esto lo que dizen muchas Historias Españolas que hizo el infante don Fernando, muriendo
el rey de Castilla don Enrique el Segundo, su hermano, que dexando al príncipe don Juan de dos
años, el infante tomó al príncipe su sobrino en braços y le besó la mano, y le juró por rey, siéndole
cosa fácil serlo él, según de todos era querido. Y por su exemplo los demás grandes hizieron lo
mismo, con lo cual provó que también Castilla engendra Licurgos.
[2] Prendió en cierta guerra el rey Darío al marido, hijos, y a un hermano de Itaferne, dexándola a
ella libre, la cual le dava combate de muerte que le bolviesse aquellas prendas. Vozeava a la puerta
de palacio tanto que, cansado el rey de oírla, mandó que le diessen uno de los presos, el que ella
quisiesse. Escogió a su hermano, y preguntada por Darío la causa, respondió que podía tener otro
marido y parir otros hijos, y no era possible tener otro hermano siendo muertos sus padres. Dízelo
Brusón.
[3] Xerxes lloró en los campos Abidenos viendo debaxo de sus vanderas la mayor parte de la gente
oriental, y declaró que no llorava su felicidad por mandar y ser obedecido de tantas gentes, sino la
suerte de tantos hombres que, siendo casi innumerables, dentro de cien años, o con muerte natural
o violenta acabarían. Refiérelo Sabélico, libro 5.
[4] El mismo Xerxes y Ariamen, hermanos, tenían diferencia y pleito sobre el reino de Darío, su
padre. Pusieron por juez a Artabano, su tío, hermano del padre, el cual dando la sentencia por
Xerxes, el otro, aunque estava apoderado de gran parte del reino, se levantó el primero y le assentó
en la silla real y le obedeció. | Dízelo Plutarco en sus
Morales.
[5] Aristóteles dio limosna un día a cierto hombre vicioso y malo. No faltó quien le reprehendió por
ello. Respondió él:
-No me compadecí de sus obras, sino de que era hombre.
En lo cual dio a entender que se deve dar limosna en grave necessidad aun a los que han
sido malos y viciosos, porque la pobreza no les sea ocasión de hazer peores hechos. Dízelo Laercio,
libro 5, capítulo 1.
[6] Siendo fama en Asia que el rey Eumenes era muerto, por tratos de Perseo, con quien tenía
guerra, Atalo, hermano suyo, tomó la corona del reino y casóse con la muger del hermano. Mas,
passados algunos días, supo que era vivo y que venía. Confiado en aver hecho esto Atalo
ignorantemente y entendiendo que era muerto, salióle a recebir. Cuando los dos hermanos se vieron,
aunque Eumenes sabía lo que Atalo avía hecho, sin turbación alguna le abraçó, y díxole al oído:
-No te cases otra vez, hermano, con muger del que no supieres de cierto que es muerto.
Murió desde a poco tiempo Eumenes, y aunque le quedó hijo, mas el reino y la muger dexó
al hermano. Y por mostrársele agradecido, en su muerte no quiso que heredase el reino alguno de
sus hijos, sino el que avía dexado Eumenes. Dízelo Fulgoso, libro quinto, capítulo 5.
[7] Heliodoro, rey de Bretaña, que después se llamó Pío y precedió al tiempo de Julio César, tuvo
un hermano mayor que él llamado Archigallo, y era rey, aunque por sus crueldades y avaricia le
quitaron el reino sus vassallos dándosele al hermano Heliodoro. El cual, saliendo una vez a caça,
vido en cierta silva a su hermano Archigallo mal vestido y flaco. Compadecióse dél y encubiertamente
le llevó a su casa, donde fingiendo que estava enfermo y que hazía testamento, mandó llamar a los
grandes de su reino. Y entrando donde estava uno a uno, él les hazía poner puñales a los pechos,
amenaçándolos de muerte si no tenían por bueno que tornasse el hermano a ser rey; y jurándolo, y
que tendrían secreto, los embiava. Estando el negocio amassado y bien puesto, descubrió el caso,
/(99v)/ y fue hecho rey Archigallo, y governó con mucha justicia, aunque por acabársele presto la
vida tornó el reino a Heliodoro, con grande gloria suya. Dízelo Fulgoso, libro quinto, capítulo
quinto.
[8] Escipión Africano solía dezir que estimava en más conservar la vida de un ciudadano de Roma,
su patria, que la muerte de mil enemigos. Es de Sabélico, libro 5.
[9] Determinó Pompeyo que fuessen muertos todos los mamertinos, por aver seguido el bando de
Mario contra él. Lo cual sabido por Estenio, que era príncipe de aquella gente y ciudad, fuese con
grande ánimo a Pompeyo, y puesto en su presencia, dixo:
-No hazes, o Pompeyo, cosa justa, si por lo que pecó uno castigas a muchos que están sin
culpa y son inocentes. Yo fui el que persuadía a mis ciudadanos que siguiéssemos el bando de
Mario, por entender que era negocio acertado para el bien y conservación de la propria ciudad. Si
aquí ay culpa, yo la tengo; a mí puedes dar la pena y no a quien no la merece. Oído esto por
Pompeyo, admirado de su valor, dixo que perdonava a los mamertinos por respecto de un varón que
antes puso su vida por salvar la de su patria y ciudadanos. Es del
Cornucopia.
[10] Vencido Endiraquio César de Pompeyo, los de su parte estavan contentíssimos con la victoria.
Solamente Catón, viendo los muertos de la parte de César, considerando que eran ciudadanos de
Roma y no cobardes, lloró amargamente. Dízelo Sabélico, libro quinto.
[11] En la guerra que truxo Sertorio con los Pompeyos, aviéndose dado una cruel batalla y peleado
en ella dos cavalleros valerosamente, al cabo mató el de la parte de Sertorio a su contrario, y
quitándole el hielmo para llevarle por despojo, conocióle que era su hermano. Sintiólo grandemente.
Llevó el cuerpo a su real y vestióle con una rica vestidura. Quiso quemarle, como era costumbre
entre romanos, y, teniéndole puesto sobre la leña, con la misma espada con que le mató se quitó la
vida, y dexóse caer sobre él, y ambos fueron que- mados
| juntos. Dízelo Valerio Máximo, libro
quinto, capítulo quinto. Y colígese deste exemplo el daño grande que resulta de las batallas civiles,
cuando un ciudadano con otro, hechos cabeças de bando, se hazen guerra, que viene a que un
hermano quita a otro la vida. Infiérese también que era grande el amor destos dos hermanos, pues
no aprovechándose el vencedor de la ignorancia que tuvo en su muerte, quiso en pena de averle
muerto, quitarse la vida; aunque esto no es para imitar entre cristianos.
[12] Truxo presos a Roma Augusto César a Adiatorige, rey de Capadocia, con su muger y dos hijos
grandes, porque se le avían rebelado. Y después de aver entrado con ellos en triumfo mandó matar
al padre y al hijo mayor. Cuando fueron los ministros por el hijo, sabiendo para lo que era, siendo
grande el amor que entre los dos avía, cada uno procurava ser muerto y dezía ser mayor. Tuvieron
entre sí algún tanto en pie esta piadosa contienda. Al cabo, interveniendo la madre en el negocio,
viendo que Dietento, que era el mayor, podía mejor sustentarla, se dexó vencer, quedando sus ojos
hechos ríos de lágrimas. Y assí, callando, fue el menor muerto, creyéndose que era el mayor. Sabido
después por el emperador César Augusto, dolióse mucho de aquel acaescimiento y favoreció a la
madre con el hijo vivo. Es de Fulgoso, libro quinto, capítulo quinto.
[13] Asinio Polión fue a Padua con poder grande y pedía a los vezinos ricos de aquella ciudad
grande suma de dineros, por lo cual ellos se ausentaron y escondieron. Visto que no parecían y que
cada uno guardó su ropa, echó bando que al criado o esclavo que declarasse dónde su señor estava,
le daría libertad y otros aprovechamientos. Y con ser muchos no se halló uno que descubriesse a su
señor, siendo el premio tan grande, mostrándose fieles y que amavan a sus señores. Dízelo Valerio
Máximo, libro sexto.
[14] Antonio Caracalla, emperador de Roma, como diesse la muerte a su hermano Geta,
/(90r)/ de quien se recelava que le quitaría el imperio, aconsejávanle sus amigos que le hiziesse adorar por
Dios, con que aplacaría | a sus aficionados, que avían sentido su muerte. Él dixo a esto:
-En buena hora, sea Dios con que no viva entre nos.
Dízelo Brusón.
Fin del Discurso de Caridad con hermanos y próximos
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