DISCURSO UNDÉCIMO. DE CASTIGO
Al tiempo que salía Lot de Sodoma, como se escrive en el capítulo decimonono del
Génesis, mandóle un ángel de parte de Dios que no bolviesse él ni su muger y hijas la cabeça atrás, y porque
la muger desobedeció fue muerta de repente y su cuerpo convertido en estatua de sal. La sal da
sabor al manjar; assí, considerar el castigo que Dios hizo en esta rebelde muger y ha hecho en otros
pecadores obstinados, da sabor a los justos en las obras de penitencia que hazen. El
Discurso será de Castigo.
[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]
[1] La gravedad del pecado de nuestros primeros padres Adam y Eva héchase de ver algo por el
castigo que dél resultó. Perdieron la justicia original, quitáronles su casa y mayorazgo del Paraíso
Terreno. Todas las criaturas se les bolvieron contrarias, los elementos les hizieron guerra, la tierra
les dio espinas y abrojos, y para sacar della el sustento les costó sudor del rostro. Desde luego
començaron a morir, y al fin se les acabó la vida, y no por esso se acabó el castigo,
| porque oy día quedan rastros de aquel delito. El nacer los hombres en pecado original, el padecer cuantos viven
trabajos, persecuciones, dolores, enfermedades y la muerte, todo resultó de la inobediencia de
nuestros padres primeros y es castigo bien merecido dél. Es del
Génesis, capítulo tercero.
[2] Caín pecó en matar al inocente Abel, su hermano, y también fue castigado. Fue maldito sobre la
tierra, toda la vida anduvo asombrado y lleno de temor. Refiérese en el capítulo cuarto del
Génesis.
[3] En tiempo de Noé, porque si no era él y su familia todos eran pecadores, todos fueron castigados
muriendo en las aguas del General Diluvio, si no fueron ocho personas con el Patriarca Noé, y los
animales y aves que quedaron en la Arca. Lo demás pereció y quedó sin vida, como se dize en el
capítulo siete del Génesis.
[4] Pecaron los vezinos y moradores de Sodoma, teniendo todos un trato malo y nefando, y fueron
castigados con fuego del Cielo que los abrasó, quedando hasta
/67r/ oy muestras del castigo en aquella tierra. Es del
Génesis, capítulo diez y nueve.
[5] Perseguía Faraón y sus gitanos a los hebreos teniéndolos en su tierra, y no les perdonaron
saliendo della, sino que les siguieron hasta entrar con ellos en el mar Bermejo. Mas llegó a este
punto el castigo de Dios, porque quedaron libres los hebreos, y el rey y sus exércitos submergidos
entre las ondas. Es del Éxodo, capítulo catorze y quinze.
[6] Quiso el rey de Amalec, con sus amalecitas, impedir el passo a los hebreos caminando por el
desierto a la Tierra de Promissión. Levantáronles guerra y ofreciéronles la batalla. Díxoles Dios:
«¿A sí? Pues pagaréismela muy bien». Aguardóles algunos años, no hizieron penitencia de aquel
pecado, sino añadieron otros de nuevo. Embió sobre ellos a Saúl para que los asolasse, no perdonando
cosa, y aunque a él le cohecharon aficionándose a cosas preciosas y de valor, por lo cual perdonó al
rey Agad la vida, mas vino sobre él residencia y tomóle cuenta Samuel, el cual mató al rey de
Amalec y condenó a Saúl por aver cumplido mal lo que Dios le avía mandado a perdimiento de
bienes, quitándole a él la vida los filisteos, y viniendo el reino a David. Es del capítulo treze del
Éxodo, y del Primero de los Reyes, capítulo quinze.
[7] Estando Moisés ausente del pueblo, fabricaron un bezerro y adoráronle, por lo cual se enojó
Dios con ellos. Y no hizo poco Moisés en aplacar su ira, quedando muertos muchos millares dellos,
como parece en el capítulo treinta y dos del Éxodo.
[8] Trocaron Nadab y Abiu, hijos de Aarón, el fuego con que por mandado de Dios devían cebar
sus incensarios, y por este delicto, que parecía no muy grave, fueron castigados con que baxó fuego
del Cielo que los abrasó. Y refiérese en el capítulo décimo del
Levítico, y en los Números
tercero y veinte y seis.
[9] Avía parido una muger hebrea de cierto egipcio idólatra un hijo. La madre se
| llamava Salumit, hija de Dabri, de la tribu de Dan, y teniendo palabras el moço con otros israelitas, dixo una blasfemia
contra el nombre de Dios. Pusiéronle en la cárcel hasta ver lo que Dios mandava sobre el caso, y
consultado por Moisés, mandó que le sacassen fuera de los reales y le apedreassen, y assí fue
hecho. Refiérese en el capítulo treinta y cuatro del
Levítico.
[10] Pidieron los hebreos a Moisés, estando en el desierto, que les diesse carne que comiessen,
diziendo que estavan hartos de maná. Embióles Dios codornizes, que assían a manos y las comían,
mas por este atrevimiento los castigó con muerte de muchos millares dellos. Es de los
Números, capítulo onze.
[11] María, hermana de Moisés, murmuró dél, y fue castigada con quedar leprosa. Y para sanar
convino que la oración del hermano ofendido intercediesse por ella. Dízese en los
Números, capítulo doze.
[12] Contáronse los israelitas que salieron de Egipto, y passaron de seiscientas mil personas. Y por
pecados que cometieron en cuarenta años que anduvieron por el desierto castigólos Dios con que
ninguno dellos, si no fueron Caleb y Josué, entraron en la Tierra de Promisión. Como parece en los
Números, capítulos 14 y 26.
[13] Pretendía Dios hazerse temer de los hebreos y mostrava rigurosos castigos en los que le ofendían,
aunque las ofensas pareciessen livianas. Y assí a un hebreo, porque en día de fiesta salió a cortar
leña, le mandó apedrear. Y refiérese en el capítulo quinze de los
Números.
[14] Coré, Datán y Abirón resistieron a Moisés mostrándosele rebeldes y contrarios, y tragólos
vivos la tierra. Es del capítulo diez y seis de los
Números.
[15] Moisés, fidelíssimo siervo de Dios, porque mandándole su Magestad un día que hiriesse con la
vara que traía en las manos una piedra, afirmándole que saldría agua della, no salió al primer golpe,
dudó de lo que Dios le avía dicho, aunque salió al segundo golpe. Sintió Dios dél esta duda,
reprehendióle por ello y no se fue sin castigo, pues le vedó por lo mismo la entrada en la Tierra de
Promissión, como parece en el /67v/ capítulo veinte de los
Números.
[16] Murmuraron otra vez contra Dios los hebreos en el desierto acordándose de Egipto, y embió
sobre ellos unas serpientes que echavan fuego por las bocas, herían a muchos y no eran pocos los
que morían. Es del capítulo veinte y uno de los
Números.
[17] Acam, hijo de Charmi, fue castigado con muerte suya y destruición de su familia, porque hurtó
de Hiericó un vestido de grana y una regla de oro, contra lo que Dios avía mandado. Y dízese en el
capítulo siete de Josué.
[18] Cometieron los de la tribu de Benjamín grave pecado contra la muger de cierto levita que se
hospedó en su ciudad, usando mal della hasta matarla. Por lo cual fueron castigados, que no quedaron
seiscientos hombres de todos ellos. Refiérese en el
Libro de los Juezes, capítulo veinte.
[19] Helí, Sumo Sacerdote, siendo advertido de pecados graves que cometían dos hijos suyos,
reprehendiólos blandadamente y la enmienda fue ninguna, por lo cual los castigó Dios, muriendo
ambos en una batalla. Y su padre, oyendo dezir de sus muertes y de la pérdida de la Arca del Señor
-que se perdió allí y vino en manos de los filisteos-, cayó de una silla en que estava assentado, y
murió. Todo fue castigo: el de los hijos por su pecado y el del padre porque no castigó con mayor
rigor a sus hijos. Y ¿qué será de los que no solamente no castigan a sus hijos, sino que los incitan a
mal con palabras y con exemplos? Es del Primero de los Reyes, capítulo segundo.
[20] Por aver muerto Saúl injustamente ciertos gabaonitas, siendo ya él muerto hizo Dios castigo
en todo el reino por aquel pecado, afligiéndolos con hambre, hasta que por mandado del mismo
Dios hizo David justicia de algunos de su linaje y cessó el castigo. Refiérese en el
Segundo Libro de los Reyes, capítulo veinte y uno.
[21] Passava David la Arca del Señor de un lugar a otro, mas con modo indecente, iva
| sobre bueyes y dando muestra de caerse. Llegó Oza a detenerla, no con la decencia que devía, o fuesse
que dio él por parecer que la llevassen bueyes, siendo precepto de Dios que fuesse llevada en
ombros de levitas; como quiera que sea, él cometió delicto y fue castigado con caer allí muerto de
repente. Es del Segundo de los Reyes, capítulo sexto y treze, y del
Primero del Paralipomenon, capítulo treze.
[22] Subía el profeta Eliseo a la ciudad de Bétel, y viéndolo unos rapazes començaron a burlar dél,
diziendo:
-Sube viejo, sube viejo.
Si por no tener juizio entero no pecaron estos mochachos, el pecado se atribuye a sus padres,
que los tenían mal criados, y llevaron el castigo unos y otros, porque salieron del monte dos ossas
y mataron cuarenta y dos dellos. Es del Cuarto de los Reyes, capítulo segundo.
[23] Eliseo curó de lepra a Naamán Siro, haziéndole lavar en el río Jordán. Dávale ricos dones de
vestidos y plata; no quiso recebir cosa alguna, despidióse, fue en su seguimiento Giesi, criado del
profeta, y en su nombre le pidió y recibió dél dos talentos de plata y dos pares de vestidos. Y por
este delicto fue castigado de Dios con quedar cargado de lepra. Y si tal castigo se hizo en él, a quien
dieron de su voluntad y gana aquel dinero, ¿qué tal se hará en el que lo lleva por engaño o por
fuerça? Es del Cuarto de los Reyes, capítulo quinto.
[24] Como estendiesse Jeroboán el braço para prender a un profeta que le reprehendió sus idolatrías,
quedóle el braço seco, y el altar en que sacrificava se derribó. Es del
Tercero Libro de los Reyes, capítulo treze.
[25] Ozías, rey de Judá, pareciéndole que por ser rey todo le era lícito, tomó un día el incensario en
el templo y quiso incensar el altar contra la voluntad de Dios, que disponía otra cosa, y del Sumo
Sacerdote, que se lo contradezía. Y como perseverasse en su intento, castigóle Dios con le cubrir de
lepra, por donde vino a ser aborrecido y echado de su reino. Es del
Segundo del Paralipomenon, capítulo veinte y seis.
[26] Porque hizo ostentación de sus tesoros
/(68r)/ el rey Ezequías delante los embaxadores del rey
de Babilonia, le embió Dios a dezir que el castigo de aquella culpa sería perderlos. Es del
Cuarto de los Reyes, capítulo veinte.
[27] Los pecados del pueblo hebreo fueron tantos y tales, que para su castigo vino Nabucodonosor,
el cual destruyó la ciudad de Jerusalem y el templo, y llevó la gente captiva a Babilonia. Dízelo
Jeremías, capítulo 39.
[28] Heliodoro, criado del rey Seleuco de Asia, fue malamente açotado en Jerusalem de ángeles del
Cielo, porque pretendió robar el templo y llevar de allí al rey, su señor, el depósito que le guardava
en aquel lugar para remedio de viudas y huérfanos. Es del
Segundo de los Macabeos, capítulo treze.
[29] El rey Antíoco profanó el templo de Jerusalem y hizo en la ciudad grandes males y crueldades,
por lo cual le castigó Dios con una enfermedad asquerosa y suzia. Comíase de gusanos, salía dél
malíssimo olor, con que acabó su miserable vida. Es del
Segundo de los Macabeos, capítulo nono. |
[30] A un mal siervo, porque no quiso perdonar a otro su consiervo una pequeña deuda, sino que le
echó en la cárcel, castigóle su señor con mandarle atormentar hasta que pagasse otra deuda mayor
que él devía. Díxolo esto Jesucristo Nuestro Señor, y refiérelo San Mateo, capítulo diez y ocho.
[31] También dixo por San Lucas, capítulo décimo, que vido a Satanás caer del Cielo como rayo, y
fue por el pecado de sobervia que cometió, de querer ser semejante a Dios. Donde assí él como
todos los demás ángeles que se allegaron a su parecer fueron lançados del Cielo, hechos demonios,
al Infierno. Y fue esto uno de los terribles castigos que se ha hecho jamás, por las cualidades de las
personas y terribilidad de los tormentos siendo eternos.
[32] Por un par de mentiras que dixeron dos casados, Ananías y Safita, al Apóstol San Pedro,
fueron castigados con caerse muertos de repente. Es del libro de los
Hechos Apostólicos, capítulo quinto.
Lo dicho se colige de la Sagrada Escritura.
[EJEMPLOS CRISTIANOS]
[1] Herodes, hijo de Antipatro, el que mató a los Inocentes, fue castigado de Dios por esta y otras
crueldades que hizo con una enfermedad que dentro de sí se abrasava. Hincháronsele las piernas y
salíanle del vientre gusanos. Despedía terrible hedor, encogiéronsele los nervios de suerte que no
era señor de sí. Hízose llevar a bañar al Jordán y truxo nueva enfermedad en los ojos. Estando en
Hiericunte hizo prender a algunos principales judíos con designo que si él muriesse los matassen
para que su reino todo llorasse el día de su muerte. Aunque no se cumplió su desseo, porque como
fue muerto, Salomé, hermana suya, los hizo soltar. Estava en la cama padeciendo terribles dolores.
Pidió un cuchillo para mondar una camuesa y hirióse con él, aunque no se mató por detenerle la
mano Aquiabo, sobrino suyo. Mas levantóse grande clamor como que fuesse muerto. Tenía preso a
su hijo Antipatro, el cual oyendo dezir que su padre era
| muerto, hizo algunas promesas a las guardas por donde le dieron libertad. Y pretendiendo el reino, sabido por su padre, Herodes mandóle
matar, y desde a cinco días murió él, treinta y siete años después que fue declarado rey por los
romanos. Los cuales en su muerte dividieron el reino en tres tetrarquías. Dízelo Josefo, libro diez y
siete de sus Antigüedades, capítulo octavo, y De Bello
Judaico, libro primero, capítulo veinte y uno.
[2] Herodes Antipas, hijo deste y hermano de Arquelao, a quien el padre dexó el reino por ocasión
del adulterio que cometía con Herodías, muger de su hermano, reprehendiéndole San Juan Baptista,
prendióle y hízole degollar en la cárcel. Por este gravíssimo pecado fue castigado de Dios en que
viendo venir de Roma a su hermano Agripa con título de rey, instigado por la adúltera, fue a verse
con el emperador Cayo, para ponerle en mal con el
/(68v)/ hermano y quedarse con todo el reino paterno; mas entendiendo Agripa su designo, embió un liberto suyo al emperador con cartas y
aviso, en que le declarava que el hermano se hazía de concierto con el rey de los partos para
revelarse contra él y hazerle guerra. Creyólo Cayo el Emperador, recibióle con buenas palabras, y
preguntóle si tenía gente de guerra a punto y respondióle que sí. Embióle desterrado a León de
Francia, siguiéndole la adúltera Herodías, donde murió miserablemente. Dízelo Josefo en sus
Antigüedades, libro diez y ocho, capítulo nueve, y Eusebio, libro segundo, capítulo cuarto.
[3] Herodes Agripa, hermano de Antipas y hijo de Herodes Antipatro, el que degolló a Santiago el
Mayor, hermano de San Juan Evangelista, y tuvo preso a San Pedro, estando en la ciudad de Cesarea
y celebrando unos juegos en honra del emperador de Roma, a los cuales assistía gente de todo el
reino, en el segundo día salió con una vestidura hecha de tela de plata, en la cual dando el sol,
despedía de sí unos rayos de claridad, que causavan en los presentes admiración y reverencia como
de alguna deidad. No faltaron lisonjeros que aclamaron, llamándole Dios y que les favoreciesse en
sus desseos. Esta adulación impía ni la reprehendió ni la desechó, antes començando a razones fue
con palabras tan acortadas y de aviso, y que ya no sólo los lisonjeros, sino muchos otros aclamaron
diziendo: «Voz de Dios y no de hombre es ésta». Ensoberbecióse de oír tales loores, mas castigó
Dios su sobervia por medio de un ángel que le hirió de muerte. Levantó los ojos y vido sobre sí
volar un bucho, que fue para el mal prodigio. Començaron luego los mensajeros de la muerte con
dolores terribles dentro de su cuerpo. Habló a sus amigos diziendo:
-Bien diferente sucede en mí de vuestros loores falsos, pues me veo acabar la vida.
Sus angustias eran de suerte que se entendió llegar su muerte. Y fue grande el sentimiento
de todos los presentes, que llo- ravan | y pedían a Dios vida por su rey. Fue llevado a la casa real,
donde estuvo cinco días padeciendo immensos dolores, royéndole gusanos las entrañas, y al cabo
murió comido dellos, como se dize en el libro de los
Hechos Apostólicos, capítulo doze: «Era de
edad de cincuenta y cuatro años, aviendo reinado siete». Lo dicho refiere Josefo. Y Eusebio, libro
segundo, capítulo décimo, dize que fue el año de Cristo de cuarenta y cinco, y en el tercero del
emperador Claudio.
[4] Poncio Pilato, presidente en Hierusalem por el emperador Tiberio César, condenó a Jesucristo
Salvador Nuestro a muerte en Cruz, viendo que era inocente y sin culpa, por temor que tuvo a los
príncipes y sacerdotes de los judíos, no le calumniassen con el mismo emperador. Hizo otras muchas
cosas malhechas, como tirano contra los judíos. Quiso poner en el templo un ídolo del emperador
Cayo Calígula. Y en el año de Cristo de cuarenta y dos fue acusado por los judíos delante del mismo
Calígula de crueldades que avía hecho. Y siendo llevado a Roma le fueron puestas tales acusaciones,
>y le trató Cayo de tal suerte que por escusar mayores tormentos él mismo se mató. Dízelo Eutropio,
libro siete, y trata desto Josefo en sus Antigüedades, libro diez y
ocho, capítulo quinto. De Anás y
Caifás con los demás escrivas y fariseos que convinieron en la muerte de Cristo afirma Eusebio,
libro segundo, capítulo siete, y Nizéforo, libro segundo, capítulo décimo, que padecieron graves
persecuciones, quitáronles las dignidades y haziendas, y al cabo las vidas.
[5] San Cipriano, en una Apología
que haze contra Demetriano Prefeto, dize que todos los que
persiguieron a los católicos en la primitiva Iglesia pararon en mal. Pone exemplo en Vigelio Saturnino,
perseguidor de cristianos, que perdió la vista. Claudio Herminiano, prefeto de Capadocia, fue comido
de gusanos. Severo Emperador, por los dolores que padecía de gota, pidió veneno para acabar la
vida. /(69r)/ El emperador Máximo, por sus soldados fue despedaçado, como dize Aurelio Victor.
Decio murió ahogado en una laguna, teniendo guerra con los godos; afírmalo Pomponio. Valeriano
fue preso por el emperador Sapor de Persia y en ignominia del imperio se servía de sus espaldas
para subir a cavallo, como lo dizen Eutropio y Polión. Galieno, hijo de Valeriano, en cuyo tiempo
fueron martirizados innumerables cristianos, fue muerto a puñaladas en Milán; dízelo Eutropio.
Aureliano, emperador y también enemigo del nombre de Cristo, fue espantado con un rayo que
cayó junto a él, y no enmendándose, cerca de Heráclea fue muerto por sus soldados, y refiérelo
Eusebio, libro siete, capítulo treinta. Diocleciano Emperador, rabioso de ver que no podía borrar el
nombre de Cristo en la tierra por la constancia de los mártires, de su gana dexó el imperio y vivía
privadamente en una labrança cerca de Nicomedia, donde murió miserablemente. Primero estuvo
hidrópico, después se vino a secar. Comíase su lengua de gusanos, despedía de sí un hedor tan
grande que no le podían sufrir los presentes. Al cabo, ladrando como perro despidió la alma; dízelo
Nizéforo, libro siete, capítulo veinte. Eusebio, libro octavo, capítulo treze, dize dél que andava
como espantado, y da la razón Rufino de que caían rayos cerca dél. De Maximiano Colega, que fue
en el imperio del mismo Diocleciano, dize Eusebio, libro octavo, capítulo diez y seis, que viviendo
en Milán le dio una enfermedad no conocida de médicos y de grandíssimo tormento para él, porque
interiormente se comía de gusanos. Y llamando médicos, y no dándole remedio, con el favor que
tenía de los Césares que avía dexado en el imperio, el cual ya no governava viviendo privadamente,
mandávalos matar. Y dize Rufino que uno dellos le dixo:
-¿Por qué, o emperador, quieres que el hombre estorve lo que Dios ordena? Esta enfermedad
tuya no es humana para que pueda ser curada por médicos.
| Ten acuerdo de lo que has hecho con los siervos de Dios y con la religión cristiana, derramando tanta sangre, y verás de dónde te viene el
daño. Yo bien puedo morir por tu mandado, mas tú no serás curado por mano de médico.
De Maximino, tirano de Alexandría, Zonaras y Eusebio afirman que murió de un fuego
invisible que le abrasava y consumía la carne, hasta dexar solos los huessos. Licino, otro cruel
perseguidor de cristianos, siendo vencido de Constantino y mostrándosele rebelde, por él fue mandado
matar, según dizen Sócrates, libro primero, capítulo cuarto, y Sozomeno, libro primero, capítulo
siete.
[6] Amfiloquio, en la Vida de San Basilio, escrive que en la jornada que hizo Juliano Apóstata
contra los persas, aviendo de passar cerca de Cesarea fue a verse con él San Basilio. Quisiera el
emperador que le llevara algún dinero para aquella guerra, mas el santo Pontífice, que lo entendió,
para significarle que no tenía qué le dar, ofrecíale tres panes de cebada. Recibiólos el emperador y
mandóle dar un poco de heno. San Basilio replicó que él avía dado pan de cebada, que era su
comida, por ser pobre, y que el darle paja siendo manjar de bestias era ultrajarle, para lo cual no
tenía razón. Sintióse Juliano desto y añadió a su sentimiento el no aver recebido en Cesarea un
ídolo que él adorava, y quisiera que ellos le adoraran. Y sobre todo por no averle dado el dinero que
desseava, y assí dixo que a la buelta destruiría la ciudad, de modo que en adelante no hombres, sino
bestias la habitassen. San Basilio dio cuenta desta amenaza a sus ciudadanos y quedaron todos
llenos de temor. Congregó el santo perlado al clero, con los niños y mugeres, y alguna otra gente, en
una iglesia de la Madre de Dios, donde tuvieron todos larga y prolixa oración; después de lo cual le
fue revelado al santo la muerte del tirano, y sucedió dando batalla a los persas, que vino una lança
sin saber de dónde, que le hirió de muerte, y él murió diziendo blasfemias de Cristo:
/(69v)/ «Venciste Galileo, venciste». Y assí dio su alma al demonio.
[7] El emperador Valente Ariano embió desterrados muchos obispos del Oriente porque no seguían
la secta ariana. Sucedióse luego castigo del Cielo en Constantinopla, cayendo granizo como piedras
grandes, con inmenso daño de la ciudad. Perecieron con terremotos otras ciudades como la de
Nizea y Cermán, que es en el Helesponto. Hizo quemar dentro de un navío ochenta sacerdotes por
la misma ocasión, y siguióse hambre en Frigia, de suerte que muchos mudaron assiento y se fueron
a vivir a otras partes. A San Basilio, porque favorecía las partes de los católicos, le mandava desterrar.
Mas al tiempo de firmar la sentencia, la pluma no señaló y el braço començó a temblar, de suerte
que la arrojó de sí sin firmarla. Fue a hazer guerra a los godos, y en una batalla le hirieron con una
saeta. Entróse en cierta casa pagiza de pastores, y cercado en ella fue quemado dentro y murió en
fuego (muerte propria de herejes). Dízenlo Sócrates, libro cuarto, capítulo treinta y ocho, Teodoreto,
libro cuarto, capítulo treinta y seis, Sozomeno, libro séptimo, capítulo cuarenta.
[8] Persiguió a San Juan Crisóstomo Cirino, obispo de Calcedonia, siendo de parecer que fuesse
desterrado por complacer a la emperatriz Eudoxia, mas siguióse castigo del Cielo sobre ellos, porque
a Cirino le pisó el pie inadvertidamente Marutas, obispo de Mesopotamia, y sucedióle de la pisada
tanto mal que vino a que le cortaron la pierna. Y no paró en esto, passó a la otra pierna el mal y
también se la cortaron, y al cabo todo el cuerpo se le empodreció y murió rabiado. La emperatriz
assí mismo murió cuatro días después que el santo acabó la vida en el destierro, y el sepulcro en que
estava su cuerpo, por treinta y cinco años parecía moverse, y como que temblava. En Constantinopla
se levantó fuego, començando desde el púlpito donde predicava San Juan Crisóstomo, y hizo daño
notable en la ciu- dad. | La cual padeció luego otro açote de una ruziada de granizo, que la dexó casi
destruida. De lo dicho son autores Sócrates, libro sexto, capítulo veinte y siete, Sozomeno, libro
octavo, capítulo veinte y dos y veinte y siete, y libro treze, capítulo treinta y cinco, Nizéforo, libro
treze, capítulo catorze, veinte y uno y treinta y seis, y libro catorze, capítulo cuarenta y tres.
[9] Radagaiso, rey godo que derramó mucha sangre de cristianos, fue cercado con su gente en una
quiebra del monte Fesulano, de sus enemigos, donde murió de sed y hambre con ellos. Dízelo
Paulo Diácono, libro decimotercio y Orosio, libro siete. Atila, rey de los hunos, después de aver
hecho graves daños a la gente cristiana en el sexto año de su reinado, la noche de sus bodas,
dándole apoplexia, de su propria sangre fue ahogado, aviendo tenido grande sed de la agena. Dízelo
Sigiberto.
[10] Hunerico, cruel perseguidor de cristianos en Cartago, murió comido de gusanos y atormentado
de demonios. Escrívelo Victor Utivense, libro tercero de la
Historia Vandálica, y Gregorio Turonense,
libro segundo, capítulo tercero. Anastasio, emperador de Constantinopla, maniqueo y enemigo de
católicos, en una tempestad de rayos y truenos iva huyendo en su real casa de aposento en aposento,
y los truenos y rayos tras él. Al cabo fue hallado muerto sobre una cama. Dízelo Zonaras, tomo
tercero y Jornandes. Trasimundo, rey de los vándalos, profanó muchos templos de católicos; fue
muerto en una batalla. Afírmalo Procopio, libro tercero. Teodorico, rey de los ostrogodos, ariano,
mató a Simanco y a Boecio, patricios, y al Papa Juan. Después de lo cual, espantado de ver una
cabeça grande de pece que tenía en su mesa transformada en los que avía muerto, murió mala
muerte, y el día que murió le vido un ermitaño llevar aprisionado por estos mismos, a echar en un
vulcán de fuego en cierta isla. Es de Pablo Diácono, libro quinze,
/70r/ y de Procopio, libro primero. Leutario, príncipe de Alemania, aviendo afligido mucha gente cristiana, peleando por los godos
contra los romanos, cayó enfermo de rabia y él mismo con sus dientes se despedaçó. Dízelo Agatio,
libro segundo. Alboino, rey de los longobardos, enemigo cruel de cristianos, estando casado con
Rosimunda y haziéndole fuerça que beviesse un día en cierto vaso que tenía hecho y bien guarnecido
de oro, del caxco de la cabeça de su padre, muerto por él, ella le procuró la muerte. Y se la dio por
medio de Helmiquilde, con quien pretendió casamiento, y a quien quiso matar después con veneno.
Beviólo, y entendiendo el caso la compelió a que lo beviesse ella también, y assí ambos murieron.
Dízelo Pablo Diácono, libro segundo. Childerico, rey de Francia, herege y perseguidor de la Iglesia,
por orden de su muger Fredegunde fue muerto. Es de Gregorio Turonense, libro cuarto, capítulo
veinte y siete. Cosroes, rey de Persia, fue açote terrible de cristianos, haziéndoles guerra y entrando
por fuerça de armas la santa ciudad de Jerusalem, y llevando della el precioso madero de la Cruz de
Cristo a Persia, con innumerable gente cristiana, después fue perseguido de un hijo suyo, quitóle el
reino y la vida. Refiérelo Lipomano en la
Fiesta del triumfo de la Cruz. Ebroíno, mayordomo de
Lotario, rey de Francia, aviendo muerto o desterrado a muchos santos doctores, fue muerto por
Hermenfrido, y su alma fue vista ser llevada al Infierno por demonios. Dízelo Tritemio en la
Historia de los Reyes de Francia.
[11] Nicómaco, siendo preso en Troya por un procónsul en tiempo del emperador Decio, y queriéndole
atormentar como atormentava a otros cristianos, él negó que lo era, mostrándose floxo y covarde. Y
llevado delante de un ídolo para que sacrificasse, al tiempo de ofrecer el encienso fue atormentado
del demonio, apoderándose dél. Y cortándose la lengua con sus proprios dientes murió. No escusó
el | tormento por negar a Cristo. Primero le padeciera por su fe y se salvara, después le padecía por
el demonio y se condenó. Refiérelo Henrico de Esforcia.
[12] Dio licencia el emperador Juliano Apóstata a los judíos para que reedificassen el templo de
Jerusalem, y començándose la obra salió de los cimientos un grande fuego que abrasó la obra y la
deshizo, y espantó malamente a los judíos. Dízelo San Juan Crisóstomo,
Homilia quarta in Mathaeum.
[13] El emperador Arcadio, incitado por uno de su consejo llamado Eutropio, hizo ley, atento que
muchos con confiança que se entrarían en las iglesias y serían amparados, cometían insultos y
maldades, de que no valiesse la iglesia a los delincuentes. Fue esto a gran despecho de San Juan
Crisóstomo, que era a la sazón patriarca de Constantinopla y tornava por las immunidades de la
Iglesia. Y no aprovechando su contradición, passados algunos días cometió el mismo Eutropio un
delicto grave. Fuese a la iglesia, y no sólo le defendió en ella el santo perlado, antes desde el
púlpito, en un sermón le dixo palabras bien sentidas de que tenía su merecido y era bien no le
valiesse la iglesia, pues él avía sido ocasión que tal ley se hiziesse. Y assí fue, que el emperador le
sacó della y le ajustició. Refiérese en la
Vida del mismo Crisóstomo.
[14] San Ambrosio, en el Sermón sesenta
de los Apóstoles San Pedro y San Pablo (y son con él San
Clemente Papa, Eusebio y Egesipo), dize que tomando Simón Mago ira y enojo grande con todos
los cristianos, aunque él avía sido baptizado, los començó a perseguir y hízoles daños y agravios.
Mas fue castigado, porque fingiendo que se quería subir al Cielo desde el Capitolio de Roma,
invocó demonios que le llevavan por el aire. A los cuales San Pedro mandó que le dexassen, dado
que la gente no veía sino al Mago y se admirava creyendo ser verdad lo que dezía, que se subía al
Cielo. Obedecieron los demonios al Apóstol, dexáronle y dio una tan mala caída, que aunque no
luego, mas otro día murió en Aricia, lugar cerca de Roma.
/70v/
[15] Beatriz, hermana de Simplicio y Faustino, todos mártires, fue presa por Lucrecio, vicario del
emperador Diocleciano, y desseando quitarle una viña que tenía cerca de Roma, con ocasión de que
era cristiana le quitó viña y vida. Fue a tomar la possessión della con otros amigos suyos, y estando
muy contento y ufano con lo hecho, hallóse allí una muger, y tenía un pequeño infante en sus
braços, a quien dava leche en sus pechos. Éste habló en voz clara, que todos lo entendieron, y dixo:
-Oye, Lucrecio, mataste a Beatriz y a sus hermanos. Tomaste la possessión de su viña. Pues
sabe que el demonio ha de tomar la possessión en ti.
En el mismo instante, Lucrecio començó a hazer visajes como hombre endemoniado. Estuvo
por tres horas padeciendo terribles dolores, y al cabo espiró. Refiérese en la
Vida destos santos mártires en veinte y nueve de julio.
[16] San Remigio, arçobispo de Reins, siendo muy viejo supo por revelación una grande hambre
que avía de suceder en toda Francia, y como otro Josef quiso proveer para aquella necessidad,
juntando mucho trigo en una alquería, llamada Celto. Sucedió que ciertos villanos un día de fiesta,
no teniendo en qué entender, començaron a tratar del trigo que juntava San Remigio.
-¿Este Jubileo -dixo el uno dellos, porque assí llamavan al santo por ser muy viejo- quiere
hazerse tratante de trigo, que junta tanta copia dello?
Replicó otro, instigado del demonio:
-¡Peguémosle fuego, peguémosle fuego y quemémosselo, y assí dexará el trato!
Házenlo assí, péganle fuego y començó a arder. Hallóse a la sazón cerca de allí San Remigio,
fuéronle a dezir lo que passava. Él subió en un cavallo y fue a ver si podía remediar aquel daño.
Cuando llegó estava ya el fuego apoderado de todo. Y visto por él, siendo casi de noche, baxó del
cavallo y como hiziesse grande frío, por ser en medio del imbierno y él por la edad lo sintiesse más,
llegóse al fuego y començóse a calentar, sin mostrar en su rostro enojo ni ira alguna. Después, con
voz | serena, dixo:
-Los que este daño hizieron, Dios tendrá cuidado de castigarlos por la falta que el trigo hará
a los pobres.
Y fue assí que los villanos que echaron el fuego quedaron lisiados con quebradoras y todos
los varones sus descendientes padecieron la misma enfermedad y las mugeres tenían las gargantas
hinchadas. Y deste linaje se vieron algunos, mucho después en Francia, como afirma averlos visto
Hincmaro, arçobispo también de Reins, que escrivió lo dicho en la
Vida de San Remigio.
[17] Simeón Metafraste, en la Vida de San Juan Elemosinario, Patriarca de Alexandría,
dize que afrentó mal un mesonero tributario de la Iglesia a un sobrino deste santo varón. Vino muy enojado
querellándose a él. Díxole:
-¿Cómo? ¿Y es possible que se atrevió esse hombre a injuriarte sabiendo que eras tú mi
sobrino? Dexa hazer, que yo haré un castigo que espante a toda Alexandría.
Con esto aplacó al sobrino, y viéndole más sossegado, díxole:
-Si queréis, sobrino, que yo os tenga por pariente y os haga bien como a tal, conviene que
seáis muy sufrido y perdonéis a quien os injuriare, como lo deve hazer el buen cristiano.
Tales cosas le dixo, que perdonó al mesonero. Y el patriarca mandó al mayordomo de la
Iglesia que no llevasse el tributo a aquel hombre por algunos años. De que toda la ciudad quedó
admirada, cumpliéndose lo que dixo, que de su castigo se admiraría Alexandría.
[18] San Epifanio era perseguido de un diácono de su iglesia, hombre rico y ambicioso, que desseava
su dignidad y ser perlado, llamado Carino. El cual, viendo que Epifanio del dinero de la iglesia avía
sacado de la cárcel a un hombre honrado, dicho Eugnomón, pagando cierta cuantía porque estava
preso, convocó al pueblo, diziendo que dissipava los bienes de la Iglesia. Sufrió esta calumnia el
santo varón con mucha paciencia y buscó de otra parte el dinero y diolo al mismo Carino, para que
lo pusiesse en el erario. Mas él, que no lo avía por esto, no cessó de perseguir- le
/71r/ cuanto podía, ni el santo de le hazer todo el bien que le era possible. Teníale un día combidado en su casa con
otros clérigos, y era costumbre de Epifanio traer siempre en sus manos el libro de los
Evangelios y declarar algún passo dellos, aviendo commodidad de oyentes. Hizo aquí lo mismo, estava a la mesa
y predicava a sus combidados. Sonó allí junto un cuervo y dio tres graznidos. Carino el diácono
dixo:
-¿Quién sabe lo que aquel cuervo dize?
Y como todos callassen, dixo a Epifanio:
-Declárame lo que dize aquel cuervo y serás señor de mi hazienda.
Respondió el santo varón:
-Lo que aquel cuervo dize es que se ha llegado tu muerte.
Oyendo esto Carino, sobrevínole un grande temor, y sin poder hablar palabra fue llevado
por sus criados en braços a su casa. Murió al día siguiente, y por no tener legítimo heredero vino su
hazienda a la Iglesia. Es de Simeón Metafraste.
[19] Melancia, matrona rica, enamorándose de Santa Eugenia teniéndola por varón, y viéndose
desechada della, levantóle testimonio que la avía querido forçar. Fue llevada la santa en presencia
de Filipe, que era su padre, aunque no la conocía por hija, siendo governador de Alexandría. Y allí
puesta la acusación, fue reprehendida ásperamente. Mas ella se descubrió, y el padre la conoció por
hija, y Melancia quedó por falsa y mentirosa. Aunque no paró en esto su negocio, porque
repentinamente cayó fuego del Cielo que la abrasó con toda su casa. Es de San Isidoro, y del
Metafraste.
[20] Santa Eufrasia era perseguida de otra monja de su proprio convento llamada Germana, muger
de ruin casta, nacida de madre esclava. Deshazíase de embidia, viéndola que hazía cosas maravillosas
y milagrosas. Especialmente aviéndose passado una semana sin comer cosa alguna Eufrasia. Cierto
dello Germana, viéndose con ella en la cozina, díxole:
-Sólo una vez as comido en una semana por mandado de la abadessa, o Eufrasia; si nos
manda a nosotras lo mismo, ¿qué haremos, no pudien- do
| cumplirlo?
Respondió la santa con mucha humildad:
-Hermana, la señora abadessa manda a cada una que haga lo que vee que sus fuerças bastan.
Si a mí me mandó esta, ella vido que podía con el favor de mi Señor Jesucristo llevarlo.
-Oh engañadora -dixo Germana-, ¿y quién no te entendiesse que hazes esto porque muerta
la abadessa tú seas puesta en su lugar? Pues yo espero en Dios que nunca se te dará tanta honra.
Oyéndolo Eufrasia, derribóse a sus pies diziendo:
-Perdóname, hermana mía, y ruega por mí a Dios, porque pequé contra él y contra ti.
La abadessa, sabiendo esto, reprehendió delante el convento a Germana y quiso penitenciarla,
mas Eufrasia lo estorvó. Y porque no cessó de perseguirla, castigóla Dios en que estando en el
mismo convento una monja endemoniada y furiosa, nadie osava darle el comer sino Eufrasia, a la
cual estava muy obediente; teniendo embidia desto Germana, dixo un día a las hermanas:
-¿Cómo? ¿Y sola Eufrasia pensáis que ha de hazer temor a la endemoniada? Dadme su
comida, que yo la haré que coma y que tiemble de mí.
Tomó la comida y llevóla a la enferma, diziéndole:
-Ea, comed, hermana, esto que os traigo.
Dexóla llegar cerca la endiablada y echóle las manos, despedaçándole los vestidos. Derribóla
en tierra y con la boca le sacava los bocados redondos. Dava vozes y gritos la triste embidiosa
pidiendo fabor y que la librassen del diablo. Llamaron a Eufrasia, y echándole las manos a la boca
se la cerró, y quito de su poder a la miserable Germana, toda bañada en sangre y malherida. Es de
Surio, tomo segundo.
[21] San Eligio, obispo de Noyón, en Francia, excomulgó a un clérigo rebelde porque no enmendava
cierto vicio. El otro no estimó la excomunión. Quiso celebrar y subiendo al altar espiró. Refiérelo
Surio, tomo sexto.
[22] Siendo obispo de Alexandría San Cirilo, y aviendo muchos judíos en aquella ciudad, hizieron
una de las que suelen contra cristianos. Salieron muchos dellos
/71v/ en cuadrilla de noche bien armados, y davan bozes por las calles de que se quemava una iglesia, con quien tenían los católicos
mucha devoción, y llamávase de Alexandre Obispo. Oyéndolo, ivan con grande lástima y desseo de
remediar el daño y que no se quemasse, y matávanlos los judíos. Entendióse otro día la maldad. San
Cirilo congregó el pueblo y hízoles una plática, en que les persuadió que con mano armada echassen
de la ciudad aquella gente enemiga. Hiziéronlo ellos de tal suerte que, quitándoles las haziendas,
pobres y malaventurados se fueron, y no pensaron aver hecho poco en quedar con las vidas. Dízelo
Nizéforo, libro catorze, capítulo quinze.
[23] Jacobo, llamado Nisibita por razón de aver nacido en una ciudad de Persia llamada Nísibe,
siguiendo vida de ermitaño, en cierto camino que hizo passó cerca de una fuente y arroyo, donde
unas mugeres moças lavavan paños, estando desnudas parte de sus cuerpos. Y aunque la autoridad
del siervo de Dios les obligava a que se avergonçassen dél y cubriessen, no sólo no lo hizieron, sino
que con los ojos y rostro le guiñavan y hazían dél burla. Sintió el siervo de Dios este atrevimiento,
y con zelo de que sus siervos no fuessen menospreciados, para castigarlas maldíxolas a ellas y a la
fuente. La fuente se secó luego. Las mugeres, aunque moças, se tornaron viejas al parecer, que para
ellas fue riguroso castigo, quedando sus rostros arrugados y los cabellos blancos como nieve.
Viéndose desta suerte corrieron a la ciudad y dieron cuenta de lo sucedido. Salió gente della, y
viendo al siervo de Dios, rogáronle que mitigasse su enojo y cessasse el castigo, porque sentían
mucho aver perdido aquella fuente. Hizo oración Jacobo y tornó a parecer la agua. Pidiéronle que
desenvejeciesse a las moças, y quiso hazerlo. Mandólas venir allí, y ellas de vergüença no osaron o
no quisieron, y assí se quedaron toda la vida. Fue electo él obispo de su propria ciudad de Nísibe y
gastava su renta en limosnas. Sucedió que visitan- do
| los lugares de su obispado, en un camino, viéndole de lexos ciertos pobres, por sacarle algún dinero fingieron que el uno estava muerto y
pidiéronle limosna para enterrarle. Dioles de lo que llevava y hizo oración por el muerto, y al
tiempo que la hazía, el que se fingía muerto dio su alma. Es de San Teodoreto.
[24] Paladio escrive de Macario Alexandrino que vido él mismo a su puerta un sacerdote cuya
cabeça estava llena de cáncer, sin cabello, su rostro feo y desemejado. Venía a que le curasse,
intercedió por él Paladio, y respondió que no merecía ser curado, porque era su enfermedad dada de
Dios en castigo de sus desonestidades. Esto dixo con espíritu profético, no aviendo antes sabido
dél. Añadió más, que si confessava sus pecados con propósito firme de enmendarse y hiziesse
penitencia cessando algún tiempo de usar el oficio de sacerdote, que tan indignamente avía exercitado,
sería sano. Ofrecióse a todo el enfermo; puso sobre él las manos el santo abad, y de a pocos días
quedó perfectamente sano, naciéndole cabellos, por lo cual glorificó a Dios y dio gracias a su
siervo Macario.
[25] Estando Amón Ermitaño en el desierto, los padres de un moço a quien avía mordido un perro
rabioso, lleváronsele y rogáronle que le sanasse. El siervo de Dios les dixo:
-¿Para qué venís a mí con esse? En vuestras manos está el remedio de su salud. Bolved a la
viuda el buey que hurtastes y sanará vuestro hijo.
Los padres del moço que esto oyeron, conociendo su pecado, restituyeron el buey, y luego
el moço quedó libre de su mal. Refiérelo San Atanasio.
[26] A San Germán, obispo antisiodorense, fue un hombre llamado Januario afligidíssimo porque
avía perdido cantidad de dinero, y no era suyo, rogándole diesse orden como pareciesse. El santo
perlado le consoló y prometió que no lo perdería. Vino el día de fiesta, y estando el pueblo congregado,
propúsoles Germán la pérdida de aquel dinero. Significóles la falta
/72r/ que hazía al que lo perdió,
y que llorava y temía desesperarse. Rogó al que lo avía hallado que lo declarasse, que bien sabía
que estava presente, si no quería ser culpado de hurto. Bien lo oía todo esto el que tenía el dinero,
mas la codicia le hazía estar mudo, pensando quedarse con ello. Visto por San Germán que no
hablava, començó la missa, y al tiempo de la primera oración derribóse en tierra y pidió a Dios
pareciesse aquel dinero, y repentinamente el que lo tenía, a vista de todos, fue levantado en el aire.
Alborotáronse los que estavan presentes. El miserable sentía abraçarse su cuerpo, dava vozes
confessando su culpa, llamava al santo obispo que le remediasse. El cual, levantándose de la oración
fue a él, y declarando dónde estava el dinero y buelto a su dueño, quedó libre. Refiérelo Surio, tomo
cuarto.
[27] A San Augencio Abad era muy molesto un hombre que se fingía pobre, pidiéndole una camisa.
Díxole:
-Ruega a Dios, hermano, que Él me la dé, que tú la abrás.
No tenía sino sólo una, porque en teniendo más las dava a pobres. Parecióle al pobre que la
tenía ya cierta con esta palabra y que era escritura de obligación, y assí cada día se la pedía. No
pudo sufrir Augencio su importunidad; díxole:
-Vente conmigo y dártela he.
Llevóle a un lugar secreto y desnudóse la que él traía, y diósela.
Anduvo algunos días sin camisa, y cierto amigo suyo que lo entendió, díxole que era
demasiada caridad aquella, y que no pensasse agradar a Dios quitando de sí lo necessario a su vida.
Augencio respondió riéndose:
-Aun assí no sé cómo librarme de un pobre importuno.
Iva a visitar a cierto monge llamado Juan, fuera de la ciudad y vido el pobre a quien dio su
camisa muy impaciente y rabioso. El monge dixo a Augencio:
-Ruega a Dios, hermano, por este pobre, que le han urtado sus vestidos.
Augencio dixo:
-Sea bendito de Dios quien se los hurtó.
-¿Eres tú -replicó el monge- otro profeta Balam, que le embió a llamar el rey Balac para que
maldixesse al pueblo israelítico, y él le bendixo? ¿Qué das a
| entender en esto?
Augencio habló con el pobre y díxole:
-Dime, hermano, assí te remedie Dios, ¿qué fue lo que te hurtaron?
El pobre respondió:
-Siete camisas sin la que tú me diste.
Replicó Augencio:
-Pues teniendo tú siete camisas, ¿aún no estavas contento, sino que me diste tanta molestia
que una sola que tenía te la di? Justamente ha permitido Dios que te las lleven todas.
Es de Simeón Metafraste.
[28] San Gregorio, obispo de Agrigento, que es en Sicilia, ciertos contrarios suyos embidiando su
santidad, le levantaron un falso testimonio, concertándose con una muger perdida que se entró en
su aposento, y siendo hallada allí dixo que el obispo avía tenido mal trato con ella. Sobre lo cual fue
llevado a Roma a que el Sumo Pontífice conociesse su causa. Estuvo allí preso mucho tiempo y fue
sacado en público concilio, con los acusadores delante, donde también fue traída la mala muger, de
la cual se avía apoderado el demonio. Allí el Papa preguntó que de qué crimen acusavan a Gregorio.
Y respondieron los acusadores que de vicio deshonesto. Replicó el Papa:
-¿Vísteslo vosotros?
Respondieron:
-Entrando nosotros cerca del día en la iglesia para loar al Señor y assistir a los maitines
hallamos aquella muger en su cama; prendímosla y confessó que avía cometido pecado deshonesto
con el obispo. Y desto no sabemos otra cosa, sino que después que ella cometió tan gran delicto está
atormentada del demonio.
Dixeron los perlados que estavan presentes:
-Si fuera verdad lo que confessó no la atormentara el demonio.
Pusiéronla en medio de todos, y el demonio la atormentó cruelmente, derribándola a los
pies de San Gregorio. El cual, compadeciendo della hizo oración, y oyéndolo todo el concilio, y
teniendo todos puestos en él los ojos, dixo:
-Mándote, demonio, en nombre de Jesucristo, que salgas desta muger y la dexes libre para
que confiesse la verdad deste hecho.
Salió el demonio dexándola como muerta. San Gregorio la levantó, y buelta en su juizio,
fue preguntada cómo /72v/ se llamava y si conocía a Gregorio. Respondió:
-Yo me llamo Eudocia y conozco bien a nuestro obispo, porque le vi diversas vezes visitar
y dar limosna a pobres, huérfanos y viudas, y yo, desdichada, era una de las que recibía limosna.
Preguntáronle si le avía conocido deshonestamente. Y derramando arroyos de lágrimas en
sus ojos, dixo en voz alta:
-Yo juro por Nuestro Señor Dios que nunca conocí a este hombre carnalmente, sino que
éstos (señalando a dos de los acusadores llamados Sabino y Crescencio) me persuadieron dándome
mucho dinero que dixesse testimonio contra él. Por lo cual dos años y seis meses he sido atormentada
del demonio.
Y con esto, viendo a Gregorio y conociéndole, se derribó a sus pies, y con vozes acompañadas
de gemidos y lágrimas, acusando su pecado pedía dél perdón. San Gregorio dixo:
-Dios te perdone, o muger, este y los demás pecados que has hecho, y en lo que a mí toca, yo
rogaré por ti.
Viendo el concilio la calumnia de los acusadores, quisiéronlos castigar severamente. Mas
tomó Dios la mano y castigólos, porque vino un grande torvellino y escuridad que rodeó a todos los
culpables, y parecía que como a los sodomitas los quería abrasar un fuego del Cielo o tragar la
tierra, como Datam y Abirón. Passando esto, parecieron sus rostros negros, unos una mexilla,
otros las dos. Sabino y Crescencio, no sólo quedaron sus rostros del todo negros, sino los labios
encogidos, de suerte que no podían hablar. Los que estavan presentes levantaron la voz al Cielo,
diziendo: «Justo es Dios, y buelto ha por la honra de su ungido». Hablóles el Sumo Pontífice y
díxoles:
-No sólo en el ánimo, sino en la forma y figura estáis semejantes a vuestro padre Satanás,
pues más os queda por padecer, y es que vosotros y todos los que nacieren con semejante señal de
vuestra casta, seréis esclavos del obispo que aora es, o fuere en adelante, de Agrigento.
San Gregorio los consolava y moderava cuanto le era possible su castigo. Eudocia, que
también quedó man- chado | su rostro, sin osar bolver a Agrigento, pidiendo a los obispos que
rogassen a Dios por ella, y alcançándola del Sumo Pontífice, entró monja en Santa Cecilia, por
donde por veinte y dos años hizo penitencia de su pecado y acabó bien. Es de Simeón Metafraste.
[29] Venceslao, rey de Boemia, varón santo, fue muerto alevosamente por orden de su madre
Drahomira y de su hermano Boleflao por quitarle el reino. A la madre castigó Dios en esta manera:
Iva un día por cierto campo donde estavan muchos cuerpos de sacerdotes y cristianos, a quien su
hijo y ella mandavan matar y vedavan que fuessen sepultados. Parecía cerca de allí una ermita, y
sonando la campanilla que se tañe cuando levanta el Santíssimo Sacramento en el missa el sacerdote,
oída por el que guiava un coche en que iva Drahomira, saltó dél y fue a adorar el Sacramento. Ella
le echó por esto grandes maldiciones. Y llegando al lugar donde los cuerpos de aquellos católicos
estavan, abrióse la tierra y tragósela viva con el coche y cuantos en él ivan, que sólo el cochero se
libró por la ocasión que se ha dicho de ir a adorar el Sacramento. Tornóse a cerrar la rotura de la
tierra después, y aquel lugar es maldito y execrable a todos los que van al Alcárçar de Praga por la
parte occidental. También acabaron mal todos los que fueron participantes en la muerte de Venceslao,
unos perdiendo el juizio se despeñavan de lugares altos y morían, otros con las mismas espadas que
desnudaron para herir al santo se mataron. Es de Surio, tomo séptimo.
[30] En un monasterio de la diócesi veromandense de Francia, donde Santa Hunegunde vivió y
murió santamente, estava una monja, con la cual tomando mala amistad Magenero, moço rico,
natural de aquella tierra, y concertando de verse con ella de noche, al tiempo que entrava por donde
ella le avía señalado, púsosele delante Santa Hunegunde y reprehendióle ásperamente por su
atrevimiento y pecado. Él, lleno de temor, salió del monasterio y fue- se.
/73r/ La monja, sentida por verse burlada, embióle a llamar, y él refirió lo que vido. Mas desseando ella cumplir su mal
intento, díxole que no era Hunegunde la que se le avía aparecido, sino una otra monja enemiga suya
que se fingió ser ella. Creyó esto el miserable y siguiendo su desseo buscó modo como entrar por
otra parte en el monasterio y verse con su monja. Púsolo por obra, y estando dentro, tornósele a
aparecer Hunegunde, y con un báculo que trahía le hirió en el muslo, de suerte que le derribó en
tierra, y fue necessario que con manos agenas le llevassen a su casa; donde la pierna se le podreció,
y padeciendo terribles y grandes dolores, estuvo un año en la cama. Algunos amigos suyos, sabida
la ocasión, llevaron cantidad de dineros al mismo monasterio y ofreciéronlos a Santa Hunegunde
por su salud, y assí como los dexaron de la mano, vino un viento tan recio que los llevó de allí,
donde nadie los vido, y el enfermo passado el año acabó su vida miserablemente. Es de Surio, tomo
cuarto.
[31] Elfego, arçobispo de Canturia, varón santo, iva a Roma. Llegó en el camino a cierto pueblo, y
los vezinos dél, siendo malos y codiciosos, no conociéndole, entraron con ímpetu donde estava
aposentado y robáronle lo que traían él y los que le acompañavan. Y diziéndole malas palabras y
poniendo en él las manos le forçaron a salir del pueblo. El santo sufrió con paciencia sus injurias, y
doliéndose de lo que sus ministros padecían, bolvía atrás su camino, y no avía andado mucho
cuando oyó grandes vozes en el pueblo. Y era la causa que embió Dios por verdugo de aquella mala
gente un grande fuego que los abrasava a ellos y a sus casas. Cayeron en la cuenta de dónde les
venía este daño; salieron al santo, confessaron su culpa y pidiéronle perdón. Compadecióse Elfego
dellos, hizo oración a Dios y cessó el fuego. Restituyéronle lo que le avían robado y prosiguió su
camino. Refiérelo Surio, tomo segundo. |
[32] Edificó San Romualdo un monasterio en un lugar llamado Balneo en honra de San Miguel,
adonde el marqués Hugón, por la noticia que tenía dél, le embió una buena suma de dinero. De lo
cual dio en limosna a otro monasterio llamado Palaciolo, que avía padecido incendio, buena parte.
Sabido esto por sus monges de San Miguel, pareciéndoles que les avía quitado a ellos aquella
moneda, y estando sentidos dél por verle tan santo, hechos a una fueron a su celda y derribando
puertas y paredes pusieron en él las manos. Diéronle muchas heridas, quitáronle lo que tenía y
echáronle de aquella tierra. El varón santo iva tristíssimo de lo sucedido y sentía más el daño que
sus monges se avían hecho a sí mismos que el que contra él usaron. Quedaron ellos muy contentos
de verse libres del santo, cuya vida, por ser contraria a sus desseos, les era muy enojosa. Burlavan
y reían entre sí y ordenaron un solemne combite. Sucedió que uno dellos que se avía mostrado más
cruel con el santo, fue a passar una puente del río Sapis para traer algunas cosas convenientes a la
comida, y fuéronsele los pies, de modo que cayó en el río y se ahogó. Venida la noche, cayó tanta
nieve sobre la casa y aposento donde los otros estavan, que el edificio se vino sobre ellos y no uvo
quien no quedasse malherido: salía uno rompida la cabeça, otro quebrado un braço, otro las piernas,
y tal uvo que salió sin el un ojo, y assí ninguno dellos dexó de sentir el castigo divino. Fuese San
Romualdo a tierra de los condes de Camerino, y en un lugar llamado Valle de Castro ofreciéndosele
liberalmente, edificó un monasterio y llegáronsele monges. También edificó otro de monjas, donde
estando un día predicando, detúvose en medio del sermón, y buelto a algunos de sus monges,
díxoles:
-Id a la celda del hermano Gregorio, porque un ladrón le está robando.
Fueron ellos, y hallaron al ladrón, que rompía la pared para entrar. Lleváronsele a Romualdo,
y preguntáronle muy enojados con el ladrón qué castigo le da- rían
/73v/ por aquel sacrilegio. Romualdo con el rostro lleno de risa dixo:
-Cierto, hermanos, que yo no sé qué hagamos de tal hombre, porque si le sacamos los ojos,
¿qué hará después de ciego? Si le cortamos las manos no podrá trabajar y perecerá de hambre. Si le
jarretamos los pies no podrá andar. Ora entraos con él en el refectorio y dadle bien de comer, que
después se le dará su penitencia.
Hablóle el santo varón aparte, y despidióle con dulces palabras. Fue cierto camino San
Romualdo y dexó su celda encomendada a un monge su discípulo, el cual con atrevimiento y sin
guardar la reverencia devida al santo varón, acostóse en su cama, y cuando estava en el mejor
sueño, vino un tropel de demonios y pegáronle muy buenos açotes, derribáronle de la cama y
dexáronle medio muerto. Hizo después Romualdo otro camino y dexó a otro su celda, el cual le
dixo:
-Padre maestro, a lo menos yo no me acostaré en tu lecho, que no quiero que me açoten los
diablos.
-Hijo mío -dixo el santo-, bien puedes acostarte seguramente con mi licencia, que el daño
del otro no estuvo sino en no pedirla.
El monge lo hizo assí y no sintió daño alguno. Otro monge, por verse reprehendido de San
Romualdo, determinó de matarle. Tenía un dardo bien afilado para este fin y guardava tiempo.
Estava durmiendo el miserable una noche, y el demonio se apoderó dél, y torcíale el cuello para
matarle. Dio vozes, vino San Romualdo y echó de allí al demonio. Confessó su pecado el monge
con grave dolor, mostrando su cuello herido, y hizo penitencia. Lo dicho es de Pedro Damián,
cardenal y obispo de Ostia, en la Vida del mismo San Romualdo.
[33] San Ermenoldo, abad y mártir, hazía milagros en su sepulcro, y como una vez sanasse un
ciego, cierto monge lego de aquel monasterio, incitado del demonio, primero dixo palabras afrentosas
al ciego, llamándole burlador y mentiroso, y después tomó un açote y hirió tres vezes la sepultura
de Ermenoldo, diziendo:
-Toma, | porque sossiegues tú y no nos desassosiegues a nosotros.
No avía bien dicho y hecho esto cuando sintió abrasarse el rostro, siendo forçado retraerse
a su celda. Fue con él otro monge que avía oído las palabras atrevidas que dixo, y sin entender el
mal que padecía, reprehendíale de lo hecho. Él, sin responderle, fue a una fuente donde bevían
bestias de servicio de la casa, y tomó de la agua y lavóse el rostro una y muchas vezes, aunque en
vano, porque el ardor más crecía. Bolvió a su celda, dando sentimiento de que se abrasava todo.
Entendióse el caso en el convento; exortávanle algunos a penitencia, mas él, perseverando como
otro Faraón en su dureza, el fuego se le convirtió en lepra. Apartáronle de la comunidad y no por
esto se ablandava. Sucedió que dexándole un día sentado a la mesa un ministro, fue por la comida,
y cuando bolvió halló al miserable caído su rostro sobre un brasero y muerto. De donde parece que
aunque los santos ruegan por los que se encomiendan a ellos y los reverencian, mas a los que se les
desacatan, castígalos Dios severamente. Es de Surio, tomo séptimo.
[34] Liduvina, donzella santíssima y regalada de Dios con gravíssimas enfermedades y de muchos
años, desde la cama donde estava dava avisos santos. A unos amonestava y reprehendía a otros. Y
porque algunos menospreciaron sus consejos fueron castigados de Dios con castigos rigurosos. Y
entre estos fue una muger deshonesta, amiga de parlerías y combites, la cual causó mucho daño en
diversas gentes. Amonestóla Liduvina que se emendasse y siempre dio en ser lo que primero. Entre
otros a quien avía ésta traído a sus vicios era un sacerdote. Hablóle Liduvina y díxole:
-Ruégote, señor, que evites el trato de aquella muger, porque es dañoso a tu alma.
El sacerdote le agradeció su aviso y prometió de tomarle, aunque no lo cumplió; antes
bolvió a conversarla. Murió de repente, y el sacerdote, con grande
/74r/ temor fue a Liduvina a preguntar qué avía sido de aquella muger. Díxole si quería verla por sus ojos. Respondió que sí.
Hizo oración la donzella al Señor, y perseverando en ella, fue arrebatado en espíritu el sacerdote y
vido una compañía y tropel de demonios que traían en medio a la desventurada muger, atormentándola
terriblemente. Era tan grande el ruido y vozes, y la llama tan espantosa, que parecía el proprio
infierno. Quedó el sacerdote de tal suerte viendo este espectáculo, que si -como él después afirmó-
Dios no le favoreciera, muriera de espanto. Y ni por esto enmendó su vida el miserable, antes por
ser hombre bevedor y glotón, dio en los vicios que de primero, y assí le castigó Dios con una grave
enfermedad y muerte. Refiérelo Surio, tomo séptimo.
[35] Uvenefreda, donzella inglesa, hija del señor de un pueblo a la parte occidental de la isla,
quedando un domingo en su casa con poca guarda por estar sus padres con la demás gente en la
missa mayor en la iglesia, entró de repente Cadoco, hijo de Alano, que era rey, el cual por estar
aficionado a la donzella aguardó esta ocasión. Ella, viéndole en casa y que con palabras y ceños
dava muestra de la querer hazer fuerça, usando de aviso díxole que se afrentava de verse en su
presencia con un vestido humilde y pobre, que le rogava la dexasse tomar otro. Consintió él en ello,
y Uvenefreda entró en cierto aposento, y saliendo por otra puerta tomó la calle y ívase a la iglesia a
todo correr. Siguióla Cadoco y alcançóla en medio del camino. Amenaçóla de muerte si no bolvía
a su casa y cumplía su voluntad. La santa donzella, con ánimo constante y sin mostrar temor, le
respondió:
-Yo tengo consagrada a Dios mi honestidad y assí no puedo hazer lo que dizes.
Visto por el desatinado joven que su mal desseo no podía cumplirse, con la fuerça del amor
deshonesto cayendo en desesperación, puso mano a la espada y de un golpe le cortó la cabeça. Y al
mismo punto que el cuerpo cayó en tierra manó una fuente, cuya agua por muchos años curó
diversas enfermedades. La cabeça por sí misma fue rodando hasta entrar en la iglesia, donde causó
gran- de | horror y espanto a todos los que estavan en ella, y mucho dolor y llanto a sus padres,
aviéndola conocido. Beunón, un varón santo y religioso, tomó en sus manos la cabeça, y
acompañándole los que estavan en la iglesia salió a ver quién era el homicida, y hallóle que estava
limpiando en las hiervas su espada de la sangre, sin temor de Dios ni de las gentes, confiado en que
era hijo del rey. Vista su desvergüença y poco miramiento por el varón de Dios Beunón, llegándose
a él, dixo:
-Oh, perverso tirano, ¿cómo tuviste atrevimiento de matar una donzella merecedora de ser
reina? Pues fuiste tan atrevido y no perdonaste a la iglesia, adonde iva a defenderse, ni temiste a
Dios a quien estava consagrada, yo ruego a su Magestad que en presencia de todos los que aquí
estamos te dé el castigo que mereces.
Dichas estas palabras, el moço cayó repentinamente en tierra y espiró. Y en el mismo instante
su cuerpo desapareció de allí, con indicios grandes de que baxó juntamente con su alma a los
Infiernos. Refiérelo Surio, tomo sexto.
[36] Frotón, arçobispo de Milán, que fue en orden treinta y dos, por los años de Cristo de quinientos
y ochenta y tres, siendo simoníaco público, reprehendióle por ello cierto clérigo. Enojóse contra él,
levantóle falsos crímines y mandóle quemar. Estando el clérigo junto al fuego, pidió a Dios merced
y que se declarasse su inocencia. Y súbitamente se levantó el fuego que se encendió para él y fue
adonde estava el arçobispo Frotón. Él huyó, visto el huésped que le venía, y el fuego le fue siguiendo
tras él y anduvo desta manera por gran parte de la ciudad, a vista de todo el pueblo. Al cabo se abrió
la tierra y le sorbió. Dízelo el Bugato milanés en su
Historia de Milán, folio 142.
[37] San Antonio de Florencia, en la Tercera Parte Historial,
dize que cierto arcediando de Sabino, obispo de Apulia, por alcançar el obispado, persuadió a un paje del mismo obispo Sabino que le
diesse ponçoña en el vino. Pagóselo bien y iva a dárselo. Entendiólo el obispo porque se lo reveló
Dios siendo santo. Dixo al paje:
-Beve tu esso que me das.
El paje, atónito, /74v/ viéndose descubierto, iva a beverlo, por ahorrar otros tormentos, mas
el obispo le dixo:
-No bevas, sino di al que te lo dio que yo beveré el veneno, mas él no será obispo.
Hizo la señal de la Cruz sobre ello, beviólo y no le hizo mal, y al mismo tiempo el arcediano
murió, que a él le hizo daño el veneno a alma y cuerpo, aunque le bevió el obispo.
[38] San Teodoreto escrive que aviendo muerto a un hombre cierto ladrón por robarle, echóle a la
puerta de Paladio, y siendo hallado cargávanle de aquella muerte. Él hizo oración a Dios y luego
dixo al muerto:
-Mancebo, decláranos quién fue el malhechor porque no sea el inocente condenado.
Levantó la mano y señaló que era el que más instava en dezir que el santo varón Paladio era
a cargo aquella muerte. Assieron dél y halláronle la espada sangrienta y el dinero que avía robado.
[39] Anastasio Sinaites, patriarca de Antioquía, el cual se halló presente en la sexta Sínodo General,
escrive que luego como se apoderó del imperio de Oriente Focas, fueron cruelmente muertas muchas
personas por un ministro suyo llamado Bonoso. Lo cual visto de un santo monje, puesto en oración
quexávase a Nuestro Señor de que oviesse dado lugar a tan mal hombre que fuesse emperador. Y
hablóle un ángel, que le dixo no averse hallado otro peor, y que para castigo del pueblo por sus
pecados gravíssimos avía sido escogido.
El mismo refiere otro exemplo semejante, que en una ciudad de la Tebaida, donde se cometían
graves pecados, fue de repente hecho monge un malíssimo hombre, y sin mudar las costumbres por
muerte del obispo fue puesto en su lugar. Y como se quexasse a Dios por esta eleción un varón
santo, fuele respondido no aver sido electo porque merecía la dignidad, sino porque el pueblo y
gente no merecía otro mejor. De lo cual infiere que por pecados del pueblo algunas vezes se les dan
por cabeças hombres malíssimos y que para tenerlos buenos es buen remedio que sea bueno el
pueblo.
[40] El rey de España Leovigildo, godo
| y herege, después de aver martirizado a su proprio hijo
San Hermenegildo, porque no quiso seguir su secta ariana, murió mala muerte en Toledo. El cual,
estando para morir, mandó a su hijo Recaredo que alçasse el destierro a San Leandro, arçobispo de
Sevilla, y que le oyesse y respetasse como a padre. Esto dize San Isidoro en su
Historia Gótica. Lucas de Tuid, aprobando lo mismo, añade: «El pérfido rey Leofigildo, a exemplo de Judas Proditor,
no pesándole de sus malos hechos, sino reconociéndolos por malos, acabó su miserable vida, viniendo
a Toledo, donde por justo juizio del Cielo fue herido de una enfermedad atrocíssima. Padecía dolores
terribles, dava vozes y aulllidos espantosos y con esto dio la alma -dize este autor- para eternalmente
ser atormentada en fuego y gusanos, en compañía de su maestro y a quien siguió en sus eregías el
pérfido Ario». Avían recebido los godos aquella secta, año del Señor de trecientos y setenta, y
dexáronla en vida de Recaredo, hijo deste Leovigildo, en ocho de mayo, año de quinientos y noventa
y cuatro, aviendo permanecido en ella dozientos y veinte y cuatro años. Y el rey don Rodrigo murió
en treinta y uno de mayo, año de setecientos y diez y seis. Perdióse este año España, y acabóse de
recuperar año de mil y cuatrocientos y noventa y dos, por los Reyes Católicos don Fernando y doña
Isabel.
[41] Muerto Emanuel, emperador de Constantinopla, y dexando un hijo pequeño llamado Alexo,
un mal hombre llamado Andrónico le uvo a las manos, y poniéndole dentro de un costal le hizo
echar en el mar y levantóse con el imperio. Acompañávase de hombres malos y facinorosos y
cometía grandes suziedades, aprovechándose ya con ruegos, ya con fuerça y violencia, de muchas
matronas honradas, sin perdonar donzellas honestíssimas, monjas encerradas, casadas y viudas:
todo lo afeava con su desenfrenada luxuria. Y no contentándose con ser él agressor, muchas de las
que avía forçado las entregava a sus criados y a los que le acom- pañavan
/75r/ en semejantes tratos. Passó adelante con sus malos hechos y robava las haziendas de sus ciudadanos, los cuales
irritados con tantos agravios rompieron con él, nombrando por emperador a un Isacio. Y cercando
al tirano, aviéndole a las manos se le entregaron al nuevo electo para que castigasse sus delictos y
desagraviasse sus súditos. Isacio viendo tantos quexosos buscó castigo que a todos satisfaciesse.
Mandó desnudar de las insignias imperiales a Andrónico y sacarle el un ojo. Luego, subido en un
jumento, las espaldas delante y assiéndole de la cola, con una coroça en la cabeça fue traído por
toda la ciudad, con pregones que cada uno pudiesse de palabra y de obra hazer en él lo que quisiesse,
guardándole la vida. Dávanle la grita, tirávanle lodo y estiércol, arrojávanle las mugeres desde las
ventanas inmundicias. Al cabo fue puesto en un palo, donde murió ahorcado. Dízelo Guidón
Bituricense.
[42] La muger del emperador Otón, cuarto deste nombre, aficionándose a cierto cavallero y
descubriéndole su voluntad, porque no correspondió con ella acusóle falsamente delante del
emperador, el cual le mandó cortar la cabeça. Mas siendo este casado, y estando cierta su muger de
que no tenía culpa en el crimen porque muría, fue al emperador y en prueva de la inocencia de su
marido tomó en sus manos un hierro ardiendo sin quemarse. Espantado el emperador de tal cosa,
examinó más el caso y constándole de que la culpa porque el otro avía sido muerto era de la
emperatriz, viva la mandó quemar. Y a la viuda dio cuatro villas y a un hijo suyo hizo conde, de
quien descienden los condes del Campo de Bononia. Dízelo Corio en la
Vida de Otón.
[43] Castrucio, señor de los lucenses, supo que un cambiador y tratante se avía alçado con las
haziendas de muchos, y escondióse, y passado algún tiempo concertándose con los acreedores,
dándoles muy poco dinero, bolvió a su cambio y tienda, con más hazienda que de primero. Y jun-
to | con esto labrava unas principales casas. Mandóle prender y hazer registro de toda su hazienda,
y con pregón público llamó a los acreedores y a cada uno le mandó pagar enteramente su pecha, y
al banquero dentro de su misma tienda y junto al banco donde recibía y pagava las libranças le
mandó degollar. Si en cada ciudad se usasse semejante castigo con dos o tres falsos tratantes,
limpiaríase la República de semejantes monstruos, que roban las haziendas y quitan las vidas a
muchos, y quedarían los buenos y fieles mercaderes en su trato importante en la República, haziéndose
con verdad y fidelidad. Dízelo Fulgoso, libro sexto, capítulo tercero.
[44] Cerca de un pueblo de España llamado Venabides ivan dos hombres juntos por el campo. Uno
dellos era gran blasfemo y renegador. Vino un recio torbellino, remolineándose contra ellos, del
cual no se pudiendo librar, dexáronse caer en tierra. Y siendo passado, llegó allí gente a verlos y
hallaron que el uno estava vivo, aunque muy quebrantado, y el otro muerto y sin lengua. Entendióse
que los demonios le avían muerto y quitado la lengua por sus blasfemias. Dízelo Torquemada en
sus Diálogos.
[45] Fray Luis de Montoya, Vicario General en la provincia y reino de Portugal del orden de San
Augustín, usava un castigo maravilloso y muy provechosso a sus frailes, y era que si penitenciava
a alguno con larga penitencia, como mandarle que recibiesse muchas disciplinas o comiesse largo
tiempo en tierra, aconsejava a los frailes ancianos y padres venerables que tomassen a su cargo
parte de aquellas penitencias, porque ellos ayudassen a su hermano y el delincuente quedasse más
avergonçado, viéndose obligado a todo el convento, pues todos avían tomado sobre sí la penitencia
de su culpa y pagavan lo que ellos no devían. Y sucedía que personas de muchas gravedad y letras,
y los más religiosos, repartían entre sí las penitencias del culpado y ivan al perlado,
/75v/ y pedían misericordia por él y cargavan sobre sí aquellas penitencias. Y él se alegrava mucho por ver
resplandecer en sus hijos la caridad con el próximo y la humildad en sí mismos. Refiérelo fray
Hierónimo Román en la Vida que escrive del mismo fray Luis de Montoya, capítulo onze. Dize
también dél que nunca encarcelava a los frailes por delictos de
| poca importancia, si no eran muy graves, y que hazía esto por razón que estando en la cárcel otros los servían, llevándoles la comida
y recaudos, estavan allí ociosos, eran combatidos de malos pensamientos, y que se presumía los
pusieran en obra si pudieran. Y assí era de parecer que se les diessen otras penitencias y no la de
prisión y cárcel.
EXEMPLOS ESTRANGEROS
[1] Alexandre Magno, en la última batalla en que venció al rey de los persas de Darío, viniendo
preso a sus manos el rey Beso, que mató al mismo Darío siendo deudo suyo y confiándose dél,
yendo ambos huyendo, preguntóle la ocasión de tan mal hecho, y respondió que por servir y agradar
al mismo Alexandre; el cual, muy sentido desto, mandó juntar dos árboles por las ramas y atar por
los pies a Beso de lo alto dellos, y dexarlos bolver a su natural, y fue con tanta fuerça que hizieron
pedaços al miserable traidor Beso. Dízelo Fulgoso, libro sexto.
[2] Zeleuco, rey de los locrenses, hizo ley que al adúltero le fuessen sacados los ojos. Cometió este
delito un hijo suyo, el que devía heredar su estado. Quiso executar en él su ley, y fuéronle a la mano
los grandes de su reino, y no querían después de sus días rey ciego, por lo cual Zeleuco se sacó a sí
un ojo y hizo sacar otro al su hijo, con que quedó el delicto castigado. Es de Valerio Máximo, libro
sexto.
[3] Teniendo cercada la ciudad de Tiana en Asia el emperador Aureliano, y no pudiendo ganarla por
fuerça, dio lugar a que por traición de Heracleonte, hombre riquíssimo en la misma ciudad, se
ganasse. Hízose | assí, y cuando pensó Heracleonte que le pagaría aquella obra, dio lugar el emperador
a que sus soldados le matassen, porque no podía ver al que fue traidor a su patria. Y porque no
pareciesse que pretendía su dinero, lo repartió entre sus hijos y herederos. Es de Fulgoso, libro
sexto.