Autor: Giorgio Serra (Universidad de Alicante)

Título Artículo: De lo cronístico y lo ficcional en los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca

Fecha de envío: 06/01/2005


 

Resumen:

Este artículo propone una síntesis de un tema muy debatido: la tipología textual de los Naufragios. Junto con algunas deducciones personales, se han expuesto las opiniones más difundidas entre los estudiosos, acerca de la difícil clasificación de la obra, y también sobre los posibles intentos e inspiraciones de su autor.

 

Abstract:

This article is intended to give a concise idea about a much debated question: the textual typology of Naufragios. Together with some personal deductions, there are the most commons opinions of the criticism, writing about the difficult classification of the work, and also about the possible intentions and inspirations of its author.

 


 

 

De lo cronístico y lo ficcional en los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca

 

En 1542 vio la luz por primera vez, en Zamora, la Relación que dio Alvar Núñez Cabeza de Vaca de lo acaescido en las Indias en la armada donde yva por governador Pánfilo de Narváez desde el año de veynte y siete hasta el año de treinta y seis que bolvió a Sevilla con tres de su compañía, mejor conocida por la posteridad como Naufragios. La obra maestra de Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1490-¿1558?) nace como crónica, y por tanto tiene que declarar la completa veracidad de los hechos relatados, pero presenta también unos rasgos propios de la épica, de la autobiografía, e incluso del estudio antropológico. Los Naufragios dejan entrever claramente la subjetividad del autor, que de hecho se expresa en primera persona.

 

 

Crónica y mucho más

 

Acerca de la tipología textual de la obra en cuestión, Enrique Pupo-Walker describe la naturaleza de la crónica de Cabeza de Vaca de la manera siguiente:

 

En lo que se refería a las Indias, específicamente durante las primeras décadas de la conquista, los funcionarios recibirían, al partir, instrucciones precisas en las que se indicaba lo que debían informar a la Corona y como hacerlo. Tal es el caso de Alvar Núñez cuando éste asume sus funciones como tesorero y alguacil mayor en la expedición de Narváez. [...] Así, las relaciones que derivan de tales medidas de gobierno eran leídas, con sumo cuidado, por los funcionarios del Consejo de Indias, por cronistas imperiales y con anterioridad por autoridades virreinales. En esas relaciones se procuraba con especial celo la información solicitada, que a su vez respondía a las exigencias de la Copulada de leyes de Indias. [...] Pero, como era de esperar, el registro de esos herméticos convencionalismos expositivos y los latiguillos propios de un discurso de leguleyos pronto se vio desbordado por proyectos narrativos que iban mucho más allá de la habitual constatación de los hechos. El registro descriptivo de los Naufragios confirma, en varios planos, ese proceso de desbordamiento que trasciende al inventario fáctico propio de las relaciones.1

 

Las palabras citadas sintetizan bastante la esencia de un texto como los Naufragios, que pone su función entre lo informativo y lo literario. Se suele clasificar la obra entre las crónicas del descubrimiento y conquista, porque es contemporánea de esos acontecimientos históricos y además guarda varias características comunes con esa producción literaria.

En las primeras líneas de su crónica Cabeza de Vaca proporciona informaciones técnicas sobre la expedición: fecha de salida; composición de la flota; nombres de los funcionarios de la corona embarcados (incluyendo los representantes religiosos); la motivación del viaje. Al referirse a sí mismo utilizando (en un primer momento) la tercera persona, Cabeza de Vaca se identifica como tesorero y alguacil mayor de la expedición. Pues el exordio sería consonante con un documento de tipo informativo. Es de observar también que en el «Prohemio» aparece una declaración de veracidad de lo que el conquistador se dispone a contar:

 

Lo cual yo escreví con tanta certinidad que aunque en ella se lean algunas cosas muy nuevas y para algunos muy diffíciles de creer, pueden sin dubta creerlas, y creer por muy cierto que antes soy en todo más corto que largo, y bastará para esto averlo yo offrescido a Vuestra Majestad por tal.2

 

Pero cabe preguntarse lo siguiente: ¿Porqué Cabeza de Vaca necesitaría presentar la relación de una expedición fracasada? Entre otras cosas él mismo ya había escrito una crónica del viaje, redactada junto con sus compañeros supervivientes y depositada en la Audiencia de Santo Domingo. En este sentido la realización de los Naufragios parece responder a una exigencia sujetiva del redactor, que no podía callar hechos y experiencias tan extraordinarios. La relación de un naufragio no debería estar dirigida directamente al rey, como si tratara de una conquista cumplida; y tampoco debería respetar las normas utilitaristas de selección de los hechos a relatar. Sin embargo eso es lo que ocurre en la obra de Cabeza de Vaca. La explicación está en parte en el hecho de que la palabra escrita, en forma de crónica, estaba considerada como la única manera posible de documentar las hazañas de exploración y de conquista, además de representar una toma de posesión (aunque sólo simbólica) de las tierras recién descubiertas. Lo más probable, entonces, es que Cabeza de Vaca haya querido otorgar oficialidad a su empresa naufragada, y la única forma de hacerlo era redactando su escrito según los cánones de las crónica de la conquista. La presencia de un proemio dirigido a la Sacra, cesárea, cathólica magestad, las informaciones prácticas sobre la expedición, y la profusión de datos acerca de las costumbres indígenas servirían también (¿o sobre todo?) para legitimar el “uso de la palabra” por parte de Cabeza de Vaca, quién, entre otras cosas, no era ni cronista ni escritor de profesión.3

Por cierto, su falta de conocimiento de los clásicos literarios y filosóficos se detecta en la ausencia, en el texto de los Naufragios, tanto de citas latinas como de alusiones a personajes y acontecimientos de la Antigüedad, que suelen ser recurrentes en las obras de otros cronistas, como Fernández de Oviedo. El conquistador jerezano prefiere centrarse en la relación de los hechos vistos y vividos, en vez que dar muestra de erudición.4

Sin embargo, el proemio y las informaciones relativas a la expedición, redactadas de forma impersonal y sintética resultan más aptos a la tipología textual de la crónica de la conquista. Al respecto es oportuno considerar la profusión de frases causales, presentes en todo el texto: Cabeza de Vaca parece tener la obsesión de explicar cualquier fenómeno él registre, y para hacerlo no ahorra en conjunciones, a menudo repetitivas. Muchas veces, al relatar un acontecimiento, se hace referencia a su causa, y al porqué el cronista lo ha referido.5

 

[El governador] mandó a un capitán Pantoja que fuesse allá con su navío, [...] y él quedó con cuatro navíos, porque en la isla de Sancto Domingo avía comprado un otro navío. [...] yo quedé en la mar con los pilotos, los cuales nos dixeron que con la mayor presteza que pudiésemos nos despachássemos de allí, porque aquél era un muy mal puerto, [...] y porque lo que allí nos suscedió fue cosa muy señalada me paresció que no sería fuera de propósito y fin con que yo quise escrevir este camino, contarla aquí.6

 

Tampoco se puede descartar que tanta insistencia en la causalidad de los acontecimientos esté determinada por la necesidad, arriba referida, de otorgar oficialidad a la relación de un fracaso. La necesidad de explicarlo todo, si bien es propia de los textos oficiales de carácter informativo, también se explicaría con la obligación de justificar el naufragio de la expedición. En suma, Cabeza de Vaca necesitaría pedir disculpa ante un poder colonial que fomentaba a soldados y navegantes a participar con éxito en la expansión del imperio español en el mundo.

Trinidad Barrera subraya la abundancia del período largo y de la parataxis en los Naufragios, así como la extrema escasez de estilo directo en toda la relación. El estilo de la crónica carece de artificios retóricos; en este sentido se sitúa lejos de la prosa cortesana renacentista. Pese a ello, a veces resulta difícil de entender, debido al empleo reiterado de conjunciones, y al frecuente recurso a oraciones subordinadas y generalmente muy largas.7

Todo lo que aparece en la obra de Cabeza de Vaca pasa por la mediación de él mismo, como narrador y protagonista: así que, por ejemplo, nunca se reproducen las palabras textuales de los personajes, que siempre están referidas como discurso indirecto; asimismo en las descripciones de personas y cosas se advierte el personal punto de vista del narrador. Esta manera de abordar la materia de la relación, es cierto, conlleva una inevitable subjetividad en la reconstrucción de los hechos relatados; pero también es un rasgo muy común a buena parte de la literatura cronística, resultado de los viajes de descubrimiento y conquista. En estos textos la palabra del cronista se consideraba como la única digna de confianza, y el hecho de representar los discursos orales de forma indirecta daba una impresión de mayor objetividad a la relación. Nótese, además, que la realidad natural y humana del Nuevo Mundo era algo totalmente nuevo para los europeos de aquel entonces. Dicha connotación maravillosa y sorprendente de las tierras recién descubiertas causaba cierta frustración en quienes tendrían que poner por escrito lo que observaban, sobre todo por falta de términos adecuados que pudieran describir cosas tan distintas de las ya conocidas en Europa.8 Para que los lectores en España tuvieran una idea lo bastante clara de lo que había en ese mundo, era necesario que el cronista lo refiriera desde su punto de vista y lo comparase con una realidad que todo el mundo conociera. Un caso significativo es el de los bisontes de las praderas: Cabeza de Vaca fue el primer europeo en verlos, por lo que se ve obligado a compararlos con las vacas presentes en España.

 

Alcançan aquí vacas e yo las he visto tres vezes y comido dellas, y parésceme que serán del tamaño de las de España; tienen los cuernos pequeños, como moriscas, y el pelo muy largo, merino, como una bernia; unas son pardillas y otras negras, y a mi parescer tienen mejor y más gruessa carne que de las de acá.9

 

Comparaciones de este tipo son muy recurrentes, no sólo en los Naufragios sino en casi todas las crónicas de las Indias. De todas formas Trinidad Barrera evidencia, y con razón, el hecho de que el texto está repleto de términos definibles (quizá con cierta antelación, si se considera la época) como americanismos, cuyo uso fuera de las colonias ya debía de haberse generalizado.10

La finalidad explícita de la obra de Cabeza de Vaca consiste en proporcionar informaciones, y estas se dan según los criterios propios de las relaciones dirigidas al soberano. Las noticias requeridas solían concernir: las circunstancias en las que se habían descubierto las tierras en cuestión, y por orden de quién; si se habían conquistado militarmente o si solamente se había tomado posesión de ellas, y de que forma. Además se pedían informaciones acerca del clima y del aspecto de los territorios; de las lenguas y organizaciones sociales de los indígenas; de las riquezas presentes y su posible explotación; sobre la fauna y flora locales. En efecto estas indicaciones están presentes en toda la crónica, y muchos capítulos de los Naufragios llevan títulos significativos, por ejemplo el VII: «De la manera que es la tierra»; el XXIV: «De las costumbres de los indios de aquella tierra»; o el XXVI: «De las nasciones y lenguas». En este sentido resulta evidente la pertenencia del escrito de Cabeza de Vaca a la «crónica del descubrimiento y conquista». Al hablar del ambiente el cronista acentúa, a menudo, sus aspectos negativos: la naturaleza salvaje e indómita, el clima áspero, la pobreza de las tierras y de las tribus encontradas. Las referencias a posibles recursos efectivamente aprovechables son, al fin y al cabo, vagas y esporádicas.

 

[Los indios] nos mostraron un poco de maíz que aún no estava para cogerse. [...] Hallamos también muestras de oro. Por señas preguntamos a los indios de adonde avían avido aquellas cosas. Señaláronnos que muy lexos de allí avía una provincia que se dezía Apalache, en la cual avía mucho oro, y hazían seña de aver muy gran cantidad de todo lo que nosotros estimamos en algo. Dezían que en Apalache avía mucho.11

 

Las observaciones relativas a las poblaciones indígenas también parecen superficiales, posiblemente dictadas más por la curiosidad que por un real deseo de conocerlas. En todo caso, las informaciones sobre los objetos y la naturaleza resultan más detalladas que las que atañen los indios. Todas estas características corresponden a la función informativa que Cabeza de Vaca atribuye a los Naufragios: igual que las crónicas del Nuevo Mundo, la obra del jerezano pretende dar la prioridad a los datos útiles para la futura explotación de las regiones observadas. Se trata de un elemento que podría confirmar (por si aún fuera necesario) la hipótesis que ve los rasgos formales comunes a las crónicas como pretextos para conferir dignidad de documento informativo a la relación de un naufragio.12

No obstante, es necesario precisar que dichas anotaciones acerca de las costumbres indígenas, por sintéticas y repetitivas que sean, determinan el valor antropológico de los Naufragios. En el fondo, para el autor el medio natural de los indios ha sido también el suyo durante los ocho años de andanzas por tierras americanas. Las consideraciones sobre los indígenas son el resultado de la personal experiencia de Cabeza de Vaca, que, viviendo a contacto con ellos, ha llegado a adoptar sus costumbres. Aunque no deriven de un interés científico hacia el mundo indio, tales informaciones resultan innovadoras porque parecen adelantar el método de observación participativa, que emplearían los antropólogos siglos más tarde.13

 

 

Rasgos ficcionales en los Naufragios

 

Una de las principales peculiaridades de los Naufragios está en su difícil clasificación, debido al hecho de que la obra posee varios rasgos típicos de géneros literarios de ficción. La supuesta concisión de la escritura, la insistencia en la utilidad práctica de la relación y en la veracidad de lo narrado apenas ocultan el deseo de relatar una aventura extraordinaria que tiene mucho de autobiográfico. En teoría la autobiografía debería de basarse en la correspondencia con los hechos reales, pero quién escribe generalmente recurre a la memoria y a la imaginación para dar una forma y un sentido al desarrollo de su historia. Y eso sin considerar que el autor organiza la narración de los acontecimientos tomando como punto de referencia el protagonista, quién, en el caso de la autobiografía, suele coincidir con el narrador y el autor mismo. Los Naufragios, en este sentido, no constituyen una excepción. En el Proemio Cabeza de Vaca presenta su obra como una verdadera crónica, cuyo contenido sería anónimo y colectivo. Pero nada más comenzar la lectura de la crónica nos damos cuenta de que la participación colectiva en lo narrado queda apartada por la epopeya, centrada en el protagonista. Ya desde las primeras páginas de los Naufragios se advierte la presencia de un yo como personalidad narradora. No ha de sorprender que en el Renacimiento la figura del autor abandone el anonimato e ilustre una experiencia individual, que puede moldear según su propia creatividad. La obra de Cabeza de Vaca se sitúa, pues, en una posición intermedia entre la del texto como fruto de una experiencia colectiva, y con funciones prácticas, y la de la narración de una aventura personal. Como se afirmaba, en los textos autobiográficos la barrera entre el verdadero testimonio y la ficción literaria es muy sutil, y Cabeza de Vaca debía de tener conciencia de ello. La presencia abundante de conexiones causales (de las que se hablaba en el apartado anterior), así como la declaración de veracidad incluida en el Proemio, son una señal de su preocupación de que los hechos que refiere parezcan auténticos, puesto que éstos ni siquiera se podían verificar.

A todo esto hay que añadir el hecho de que los Naufragios, del mismo modo que muchos textos autobiográficos, fueron escritos posteriormente a la conclusión de los acontecimientos. Por lo tanto en su redacción la memoria desempeña un papel fundamental. La memoria constituye la base del discurso autodiegético y actúa como un filtro de los hechos relatados, dado que los devuelve bajo una luz siempre distinta. Vale la pena recordar lo que el narratólogo francés Gérard Genette (1930) evidenció en su ya clásico estudio, titulado Figure III. Discours du récit (1972):

 

La anacronía de los recuerdos (sean éstos «voluntarios» o no) y su carácter estático van, evidentemente, juntos, por el hecho de que ambos derivan del trabajo de la memoria, capaz de reducir períodos (diacrónicos) a épocas (sincrónicas), y los acontecimientos a cuadros –épocas y cuadros que ella coloca en un orden que no es el de ellos, sino el suyo. [...] El anacronismo del relato es, pues, ya el de la existencia misma, ya el del recuerdo, sujeto a leyes diferentes de las leyes del tiempo. Análogamente, las variaciones de tiempo (en sentido musical) coinciden ya con el carácter de la «vida», ya con la labor de la memoria, o bien del olvido.14

 

En pocas palabras, la memoria reordena el material objeto de narración según una norma estudiada para dar una determinada forma al relato, y dicha norma no tiene porque respetar necesariamente el orden de sucesión real de los hechos. De esto dan muestra las reiteraciones, las omisiones, los saltos cronológicos que aparecen con frecuencia en los Naufragios. Cabeza de Vaca los justifica como necesarios para evitar detalles inútiles, pero de esta manera rompe una lanza por el aspecto más genuinamente literario de su escrito.15 Omisiones, reiteraciones y saltos cronológicos responden más a las exigencias de la funcionalidad narrativa (en el sentido ficcional del término) que a las de la crónica oficial, aún considerando que también las crónicas tienen que recurrir a las susodichas estrategias narrativas, no pudiendo referir en absoluto todo lo ocurrido, hasta los más mínimos detalles. El resultado, en el caso de los Naufragios, no puede ser sino la fusión de los dos elementos.

Es innegable que Cabeza de Vaca pretende mantener viva la curiosidad del lector, y con tal de conseguirlo no duda en posponer la narración de acontecimientos que en la realidad ya han ocurrido. Por ejemplo, en el capítulo X se observa la separación definitiva entre el protagonista y el capitán de la expedición. Ahora bien, para saber lo que ha sido de Pánfilo de Narváez y de los demás expedicionarios habrá que llegar a los capítulos XVII, XVIII, XIX. Son éstos recursos heredados de la novela bizantina, y muy presentes en la literatura de la época.16

Los Naufragios comparten algunos rasgos comunes con lo que posteriormente será la novela picaresca. En efecto, el trabajo de Cabeza de Vaca apareció en 1542, mientras que el Lazarillo de Tormes, considerado como la primera obra maestra en materia de narrativa picaresca, se remonta al año 1554. Aparte del carácter autobiográfico, hay más similitudes: especialmente las referencias, que aparecen repetidamente en los textos, al hambre y a los sufrimientos en general. Imposible de ignorar, además, que la crónica del conquistador está repleta de desventuras e intentos que fracasan, con las consiguientes peripecias de los personajes. Y tampoco se puede olvidar que Cabeza de Vaca y sus tres compañeros recurren al engaño, haciéndose tomar por dioses con el fin de conseguir comida y sobrevivir; más o menos como los pícaros de las novelas.

Pese a tratarse de una empresa naufragada, marcada por el sufrimiento, Cabeza de Vaca consigue aparecer como el héroe de su historia. En este heroísmo y protagonismo tiene su punto de partida la interpretación épica de los Naufragios. Normalmente en la literatura épica se dan batallas espectaculares y victorias extraordinarias contra enemigos aparentemente invencibles, a la vez que se ensalza el valor de un personaje, que aparece como un agente activo de la historia. A fin de cuentas Cabeza de Vaca fue uno de los cuatro supervivientes de una tripulación de 450 personas, y recorrió andando todo el sur de los actuales Estados Unidos, padeciendo indecibles sufrimientos, sin conocer (en principio) las lenguas indígenas. Como evidencia Trinidad Barrera:

 

Frente a este cúmulo de calamidades, una estoica resistencia y unidad entre los supervivientes parece adueñarse de sus espíritus, cual heroicos personajes de los libros de caballería, cuya figura de la amada y su servicio al rey todo lo puede, mientras que aquí no hay otro consuelo que Jesucristo y la lealtad al emperador. Viaje, búsqueda, aventuras y peligros conectan a los Naufragios con toda una tradición literaria, pero también con una tradición de hombres avezados en todo y amantes del peligro, como fueron los viajeros de Indias.17

 

Su hazaña no es tan distinta de la de los héroes de los poemas épicos y él mismo lo sabe, puesto que en el Proemio se refiere a los servicios prestados al rey, no solamente por él sino también por sus antepasados. Lo cierto es que el narrador de los Naufragios ofrece una imagen idealizada de sí mismo: aparece más sabio que su comandante, a la hora de intentar mantener unidos los miembros de la expedición; se impone como punto de referencia para los demás náufragos; siempre es el primero en arriesgar su vida con las curaciones más difíciles; predica el evangelio a los indios para que haya paz entre las tribus.

Incluso parece que existen elementos textuales en común con la Odisea. En un punto de la narración se encuentra la descripción del aspecto físico de una familia indígena: «me dieron por esclavo a un indio con quién Dorantes estava, el cual era tuerto, y su muger, y un hijo que tenía y otro que estava en su compañía, de manera que todos eran tuertos. Estos se llaman mariames».18 La práctica de cegarse un ojo, al uso en esa población del actual sur de Texas, debió de impresionar mucho a Cabeza de Vaca, sobre todo por haberla observado en una familia entera. El encuentro de un reducido grupo de náufragos en una tierra desconocida con una familia de personas de un ojo recuerda el tema de Ulises y de sus compañeros, náufragos también, en la tierra de los cíclopes. En general, se observan varias coincidencias entre las aventuras del náufrago griego y las del español, entre las que se pueden evidenciar:

1.      tanto la Odisea como los Naufragios relatan un naufragio y las consiguientes andanzas, ambas cosas interpretables como metáforas;

2.      Ulises y Cabeza de Vaca participaban en empresas militares: el primero regresaba de una guerra, el segundo se disponía a llevar a cabo una expedición de conquista. En este sentido el orden entre guerra y naufragio se presenta especularmente en una obra respecto a la otra;

3.      en los dos casos tiene lugar el alejamiento del protagonista, con algunos compañeros, del resto de la expedición y de la patria;

4.      son frecuentes fenómenos prodigiosos y grandes sufrimientos;

5.      del mismo modo que Ulises, Cabeza de Vaca tiene que escapar para poder volver a su mundo de procedencia; más que una vez vive como preso o esclavo; recibe ayudas inesperadas por parte de algunos grupos de personas que encuentra; termina por regresar a su país después de muchos años.

La Odisea representó un modelo para la literatura posterior, y no sólo para la épica. No se puede descartar que Cabeza de Vaca hubiera leído el poema homérico, y tal vez éste lo hubiese inspirado a la hora de redactar sus Naufragios.19

Cabeza de Vaca no se representa como un perdedor, la suya no se propone como la historia de un fracaso. Al contrario, el conquistador-escritor da muestra de su habilidad, al convertir la historia de ocho años de supervivencia en un documento oficial a presentar al emperador, como si se tratara de una importante misión cumplida. Los Naufragios quieren ser una prueba de vasallaje a España y al rey; su protagonista, al realizar las funciones de curandero y evangelizador, aparece como un héroe valiente y libre de pecado.

La de Cabeza de Vaca es una épica cristiana. Para darse cuenta de ello basta con observar los momentos en que los cuatros náufragos, una vez conseguida comida en gran cantidad, la distribuyen a grupos de miles de indios, quienes no se atreven a consumirla hasta que no haya recibido la bendición. El conquistador no deja de atribuir sus éxitos y su supervivencia a la bondad divina, a la manera de un elegido mediante el que se cumple la voluntad de Dios.20 En caso de que se encuentre en adversidades especialmente duras, busca obviamente consuelo rezando: «No tenía, cuando en estos trabajos me vía, otro remedio ni consuelo sino pensar en la passión de nuestro redemptor Jesuchristo y en la sangre que por mí derramó, e considerar cuánto más sería el tormento que de las espinas él padesció, que no aquel que yo entonces sufría».21

La interacción y coexistencia de muchas tipologías textuales y géneros literarios ha entregado los Naufragios a la historia literaria, rescatando del olvido a su autor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografía básica

 

Núñez Cabeza de Vaca, Alvar, Naufragios, edición de Trinidad Barrera, Alianza Editorial, Madrid 2001.

 

 

Bibliografía complementaria

 

Barrera, Trinidad, «Introducción» a, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, Alianza Editorial, Madrid 2001, pp. 7-54.

 

Genette, Gérard, Figure III. Discorso del racconto, traducción al italiano de Lina Zecchi, Einaudi, Torino 1976.

 

Martinetto, Vittoria, Naufragi, prigionie, erranze. Poetiche dell’eroismo nel Nuovo Mondo, Edizioni dell’Orso, Alessandria 2001.

 

Pranzetti, Luisa, «Un viaggio fatale», en Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragi, edición italiana al cuidado de Luisa Pranzetti, Einaudi, Torino 1989, pp. 131-147.

 

Pupo-Walker, Enrique, «Los Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca: glosa sobre la construcción evasiva del texto», en El puente de las palabras, www.iacd.oas.org/Interamerhtml/azarhtml/az_pupo.htm Última visita: 17/12/2004.

 

Vidaurre Arenas, Carmen V., «La interacción de diversos tipos textuales en la obra de Alvar Núñez», en Sincronía, otoño 2000, http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/nunez.htm  Última visita: 17/12/2004

 



1 E. Pupo-Walker, «Los Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca: glosa sobre la construcción evasiva del texto», en El puente de las palabras, www.iacd.oas.org/Interamer/Interamerhtml/azarhtml/az_pupo.htm. Última visita: 17/12/2004.

2 A. Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, Alianza Editorial, Madrid 2001, pp. 64-65.

3 Cfr. V. Martinetto, Naufragi, prigionie, erranze. Poetiche dell’eroismo nel Nuovo Mondo, Edizioni dell’Orso, Alessandria 2001, pp. 77-79.

4 Cfr. T. Barrera, «Introducción» a, Ibid., p. 44.

5 Cfr. C. V. Vidaurre Arenas, «La interacción de diversos tipos textuales en la obra de Alvar Núñez», en Sincronía, otoño 2000, fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/Sincronia/nunez.htm. Última visita: 17/12/2004.

6 A. Núñez Cabeza de Vaca, op. cit., pp. 68-69. La cursiva es mía.

7 Cfr. T. Barrera, op. cit., p. 45.

8 Cfr. ibid., pp. 27-28. Asimismo Trinidad Barrera destaca la exuberancia en algunas descripciones del paisaje, por parte de Cabeza de Vaca; elemento que adelanta el concepto de «real maravilloso», promovido en el siglo XX por Alejo Carpentier.

9 A. Núñez Cabeza de Vaca, op. cit., 121.

10 «Palabras como buhíos o bohíos, papagayos, cacique, maíz, manigua, areito, canoa, tuna, etc., ponen de relieve uno de los rasgos más sintomáticos de esta literatura temprana, el mestizaje lingüístico». T. Barrera, op. cit., pp. 46-47.

11 A. Núñez Cabeza de Vaca, op. cit., p. 75.

12 Cfr. C. V. Vidaurre Arenas, op. cit.

13 Cfr. L. Pranzetti, «Un viaggio fatale», en A. Núñez Cabeza de Vaca, Naufragi, edición italiana al cuidado de Luisa Pranzetti, Einaudi, Torino 1989, p. 142.

14 [L’anacronia dei ricordi («volontari» o meno) e il loro carattere statico vanno, evidentemente, di pari passo, per il fatto che entrambi derivano dal lavoro della memoria, in grado di ridurre i periodi (diacronici) a epoche (sincroniche), e gli eventi a quadri –epoche e quadri che essa dispone in un ordine che non è il loro, ma il suo. […] L’anacronismo del racconto è così, via via, ora quello della stessa esistenza, ora quello del ricordo, sottoposto a leggi diverse dalle leggi del tempo. Analogamente, le variazioni di tempo (in senso musicale) coincidono ora con il carattere della «vita», ora con l’opera della memoria, o meglio dell’oblio.] G. Genette, Figure III. Discorso del racconto, traducción al italiano de Lina Zecchi, Einaudi, Torino 1976, pp. 203-205. La traducción al castellano es mía.

15 Cfr. V. Martinetto, op. cit., pp. 89-90.

16 Cfr. T. Barrera, op. cit., p. 35.

17 Ibid., p. 38.

18 A. Núñez Cabeza de Vaca, op. cit., p. 114.

19 Cfr. C. V. Vidaurre Arenas, op. cit.

20 Cfr. ibid.

21 A. Núñez Cabeza de Vaca, op. cit., p. 131.