* Este artículo forma parte del proyecto de investigación financiado por la DGTYC PB97-1235, "Poesía y Cancioneros", dirigido por el prof. Vicenç Beltrán, catedrático de Filología Románica de la Universidad de Barcelona. Mi cometido en el proyecto consiste en el estudio y la edición de la poesía de Diego del Castillo, y en el análisis de los cancioneros en que se ha transmitido. Pertenecen a esta serie mi comunicación "Un olvidado poeta de Cancionero: Diego del Castillo", presentada en el VII congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval (Castellón, Septiembre de 1996), y el artículo "La "Visión [...]sobre la muerte del rey don Alfonso" de Diego del Castillo: un poeta de cancionero y su elegía" (Anuario Medieval, en prensa).
(1) Entre las numerosas narraciones de la muerte del Magnánimo merece destacarse, por su emotividad, la realizada por Vespasiano da Bisticci (pags. 408-413). Un relato completo del momento del deceso y de los prodigios celestes que lo precedieron aparece en la crónica de Pandolfo Colenucio (fols. 99r-102v) y en los Anales de Jerónimo de Zurita (libro XVI, cap. XLVII, pags. 190-193). Resultan interesantes, por su proximidad, los testimonios de la época: las crónicas castellanas, como el Memorial de Diversas Hazañas de Mosén Diego de Valera (cap. XV, pag. 52), y la Crónica de Enrique IV elaborada por Diego Enríquez del Castillo (cap. XVII, págs. 109-110), o el Dietari del capellà d'Alfons V el Magnànim (pags. 237-238), presumiblemente el sacerdote Melcior Miralles, quien debió de componer la obra entre 1474 y 1478. En nuestro siglo, dan cumplida cuenta del suceso las obras de Ametller i Vinyes (1928, III, pags. 89-104), Riccardo Filangieri di Candida (1959, pags. 127-134) y Alan Ryder (1996, pags. 517-529 y bibliografía). Sobre las exequias fúnebres realizadas en Nápoles y en distintos lugares de la Corona de Aragón, véanse el Dietari del Antich Consell Barceloní (1893, vol.II, pag. 290), E. G. Bruniquer (1912, vol. I, pag. 341), J. E. Martínez Ferrando (1947, pags. 74-75) y Xavier Baró Queralt (1996, pag. 368).
(2) Desde muy temprano, la poesía de Diego del Castillo llamó la atención de los estudiosos de la Edad Media. Don José Amador de los Ríos (1865, vol. VI, pags. 435-441) dedica unas páginas a elogiar la labor de nuestro poeta. José Mª Azáceta (1956, vol I, pags. 60-62) y Nicasio Salvador Miguel (1977, pags. 73-77) al abordar los cancioneros en que se encuentran sus poesías, valoran positivamente el alcance estético de las mismas. Las aportaciones más recientes son las de José Carlos Rovira (1993, pags. 141-144).
(3) El Cancionero del Conde de Haro actualmente se encuentra en el ms. 45 de la Fundación Martin Bodmer en Ginebra. Dutton le ha asignado las siglas GB1. Fue descrito por D.W. McPheeters en el catálogo núm. 54 del librero H. P. Kraus en 1950 (pags. 1-6). Homero Serís (1951, pag. 317), Simon Díaz (1963, III 1, pag. 345) y Alberto Várvaro (1964, pags. 10-11) siguen la anotación de McPheeters en sus descripciones, pues no pudieron acceder personalmente al Cancionero. Maximilian P.A.M. Kerkhof, en su excelente edición del Laberinto de Fortuna (1993, págs. 37-38), realiza un examen completo del mismo y establece el stemma en el que se aprecian las relaciones entre éste y otros dos manuscritos que contienen la "Visión" de Diego del Castillo: el Cancionero de Juan Fernández de Híjar( ms. Madrid, Nacional, nº 2882, siglas MN6b, según Dutton) y el Cancionero mixto B de París (ms. París, Nationale, esp. 227, siglas PN5 de Dutton).
(4) Lucrezia d'Alagno y el rey Alfonso se vieron por vez primera en 1449 y en marzo de 1452, cuando el emperador Federico y su esposa llegaron a Nápoles, ella ya se encontraba firmemente establecida en la Corte (Ryder, 1992, pag. 486). Sobre la naturaleza, carnal o no, de los amores del rey con Lucrezia, sólo existen especulaciones, aunque los poetas de la Corte siempre se refirieron a éstos como "castos", idea que reproduce Castillo en su composición "Agora comience la dulce vihuela". Es de suponer que en octubre de 1457, cuando Lucrezia visita al papa Calixto III para que conceda la separación de su esposa al Magnánimo, su relación amorosa había trascendido más allá de las fronteras napolitanas y tal vez había llegado a oídos de la reina María, acostumbrada a las infidelidades y a la ausencia de su marido (véase más abajo la nota 17). Existe amplia bibliografía sobre Lucrezia y su relación con el Magnánimo, proporcionada por J.C. Rovira en su análisis del cancionero multilingüe dedicado a estos amores (Rovira, 1987, pags. 77-107, refundido más adelante en su estudio sobre la poesía en la corte del rey Alfonso (1993, pags. 69-88 y notas).
(5) Destaca el romance de "Abenámar", estudiado por Leo Spitzer (1979, pags. 119-145). Los orígenes árabes del tópico fueron puestos de manifiesto por Menéndez Pidal (1973, pag. 35). Uno de los últimos estudios al respecto es del de Francisco Rico (1991, pags.159-168), quien, además de referirse a la endecha de "Guillén Peraza", retrotrae los orígenes del tópico al llanto de Jeremías por la ciudad de Jerusalén y al Laus Hispaniae de San Isidoro.
(6) Una aproximación a la vida y a la obra de Landulfo de Lamberto, con una edición del poema mencionado, en R. Coluccia (1971, pags. 191-218), quien volverá a reproducirlo en una pequeña antología al final de su interesante estudio sobre la poesía angiovina en el reino de Nápoles (1975, pags. 105-113). El poema de Simone Serdini puede leerse en Achille Tartaro (1981, pags.167-168). La cita del mismo a propósito de su intención política, en Vittorio Dorneti (1984, pag.129) dentro de su panorama de los temas y formas de la poesía italiana del Trescientos.
(7) Acerca de los sentimientos afectivos y la emotividad de las "Consolatorias" de Gómez Manrique véase el estudio de Rafael Lapesa (1988, 55-64). Harry Sieber (1993) ha insistido en los elementos subjetivos en la Consolatoria a doña Juana de Mendoza, su mujer, el último poema compuesto por Manrique.
(8) Una excelente introducción a las "artes dictandi" lo constituye la ya clásica obra de James J. Murphy, Rhetoric in the Middle Ages (1974), concretamente el capítulo dedicado al tema, "Ars dictaminis: the art of letter- writing", pags. 194-268, donde el autor traza una completa historia de las "artes dictaminis" desde la temprana Edad Media hasta el siglo XIV. También merecen citarse por su concisión y sus importantes reflexiones sobre el tema, los trabajos de Carmen Castillo (1973) y Giles Constable (1976), centrados especialmente en el género epistolar y no en las "ars dictaminis". Una bibliografía actualizada de las mismas en Martín Camargo (1991, pags. 51-55), con una amplia nómina de las ediciones realizadas hasta la fecha de las "artes dictandi" medievales, de las que destacamos dos: la realizada por Charles B. Faulhaber del Dictaminis Epithalamium de Juan Gil de Zamora (1978) y la del Ars dictandi palentina, llevada a cabo por Ana Mª Gómez Bravo (1990), con una completa introducción.
(9) Los orígenes ovidianos de la epístola elegíaca han sido puestos de manifiesto recientemente por Valentín Núñez Rivera (1996, pags. 179-180), quien además proporciona amplia bibliografía al respecto.
(10) Sobre la suerte de las Heroidas en el siglo XV, véase François Vigier (1984, pags. 230-255). Sobre las traducciones en castellano anteriores al Bursario, en Antonio Alatorre en un conciso trabajo (1949, pags. 162-164). Acerca de la traducción de Alfonso X y de Leomarte, véase la introducción al Bursario (1984), elaborada por Pilar Saquero y Tomás González Rolán.
(11) Sobre la estructura de la epístola en prosa en el siglo XV, destaca el ingente trabajo de Carol C. Copenhaguen a lo largo de diversos artículos publicados ente 1982 y 1985, y en su tesis doctoral inédita (1984). El último trabajo sobre la epístola en prosa es el de Trueba Lawand (1996). Afirma Jeremy Lawrence a propósito de la epistolografía peninsular (1988, pags. 96-97), que las preceptivas del Renacimiento se limitarán a reproducir una división que ya practicaban los escritores en el siglo anterior. Como demuestra "Parténope la fulgente", las partes que imponía la preceptiva para las epístola en prosa eran aplicables a la epístola en verso.
(12) Véanse los poemas nums. 266 y 272 del Cancionero de Palacio (ed. 1993) de Pedro de Santa Fe; poemas de Carvajal nºs XV y XVb (ed. 1967) y poema LVI del Cancionero de Estúñiga (ed. 1987), obra de Juan de Tapia. Ferran Soldevila (1929), Ramón Aramón y Serra (1970) y posteriormente José Carlos Rovira (1993, pag.120-123) han descrito, basándose en documentos anteriores y con mayor o menor énfasis la soledad de la reina.
(13) Esa es la base de la epístola de cuño horaciano (Valentin Núñez, pag. 169-170). Constable (pag. 15) insiste en el concepto de "amiticia" medieval, equiparable al parentesco y que excluye, por tanto, las relaciones entre los enemigos.
(14) Hasta el momento, el estudio más completo de la epístola consolatoria es el que lleva a cabo Pedro Cátedra, a lo largo de sucesivos trabajos: 1993, pags. 1-16, en el que ofrece una primera nómina de cartas consolatorias en prosa; 1995, pags. 35-61, en el que ahonda sobre la tipología de la consolatoria y 1997, pags. 468-487, donde reproduce dos ejemplos más de este tipo de espístola.
(15) Por ejemplo, en la Danza que lleva su nombre, la Muerte se complace en describir el interior del sepulcro:
"E por los palacios daré por medida
sepulcaros escuros de dentro fedientes,
e por los manjares gusanos royentes
que coman de dentro su carne podrida"(Dança General de la Muerte, estr. 10 e-h)
Lo mismo el anónimo autor de la Vision de Filiberto:
"Que ya tu non comes nin puedes comer e agora/ comen a ty muchos busanos et lombrizes e muchos/ retyllas e muchas maneras"(pag. 52)
Sobre la influencia de las Danzas en la concepción de la Muerte en el siglo XV, véase Marcela Ciceri (1990, pags. 146-147).
(16) En el Cancionero se recogen múltiples composiciones que reflexionan sobre la naturaleza de la Fortuna (véase la amplia nómina proporcionada por Lida, 1950, pags. 20-30). Juan de Mena, en el Laberinto, pese a expresar su conciencia de que Fortuna está ligada a los designios de la Providencia, la concepción poética de la diosa pagana no se corresponde con esta ideología, señalan Lida (loc. cit.) y Lapesa (1959, pag. 260). Con razón afirma Gómez Manrique en la Consolatoria dedicada a su hemana:
"Desdichas e dichas, venturas e fados,
y esta que nos llamamos Fortuna,
es la Providencia del alta tribuna,
aunque los vocablos traemos mudados"(Cancionero de Gómez Manrique, pag. 215)
Sobre la relación entre Fortuna y Providencia véase el clásico trabajo de Mendoza Negrillo (1973).
(17) Alan Ryder (pags. 310-312) proporciona abundante información acerca del notable embellecimiento de la ciudad de Nápoles en tiempos del Magnánimo. En cuanto a las lujosas fiestas organizadas en la corte, véase Ryder (1993, pags. 427-437). Marinescu (1927, pags. 133-146) y Minieri Riccio (1886) se refieren a fiestas realizadas por motivos concretos. Lina Montalto (1922) proporciona un detallado estudio de las lujosas vestimentas cortesanas y Maxwell Snyder (1996, pags. 41-62) refiere las representaciones teatrales realizadas con motivo de eventos especiales.
(18) Acerca de la castidad y la virginidad como virtudes de las nobles damas , véanse las citas de Boccaccio, Diego de Valera y Don Alvaro de Luna, realizadas por Mª Isabel Montoya Ramírez (1995, pag. 403).
(19) "quamdiu mulier partui servit et liberis, hanc habet ad virum differentiam, quam corpus ad animam. Sin autem Christo magis voluerit servire quam saeculo, mulier esse cessabit, et dicetur vir..." (J.P.Migne, Patrologiae. Series latina, vol. XXVI, pag. 567, nº 658). De la consideración de inferioridad que tenían las mujeres en los siglos XIV y XV respecto a los hombres y de cómo sólo la virginidad puede igualarlos, véase el trabajo de Angela Olalla (1995, pags. 475-484).
(20) Se encuentra entre las claúsulas que añadió doña María a su testamento, hoy en el vol. 472 del Archivo del Real de Valencia (fols. 4r-13r). Jerónimo de Zurita proporciona la noticia en Anales de la Corona de Aragón, XVI, cap. 51. Véase Dualde Serrano (1951, pag. 446).
(21) Ejemplo de ello es la carta que envió Juan II al Papa Calixto III en cuanto conoció la muerte de su hermano cuyo contenido describe Jerónimo de Zurita (XVI, cap. LII, pag. 208)
(22) Una descripción objetiva y una acertada valoración de los hechos la proporciona Jaume Vicens Vives (1956, pags. 184-187), quien desmiente algunos puntos considerados legendarios. Jerónimo de Zurita (libro XVI, cap. LII, pags. 208-210) detalla pormenorizadamente la embajada de Ferrante a la corte de Zaragoza. Los problemas de Ferrante en este tormentoso inicio de reinado son planteados por E. Nunziante (1893- 1897) y por E. Pontieri (1946, especialmente págs. 9-67, sobre el biógrafo de Ferrante, Giovanni Filippo de Lignamine).