Autor: Oriol Miró Martí (Universidad de Barcelona)

Título Artículo: Sobre la necesidad de una investigación. En torno a la formación de la lengua poética en España y el papel de Pietro Bembo en ella

Fecha de envío: 24/5/2006


 

Resumen:

El presente artículo pretende ser una presentación formal de la investigación, que actualmente se está llevando a cabo desde la Universidad de Barcelona, sobre la influencia del humanista veneciano Pietro Bembo en la formación de la lengua poética española. Esta investigación demostrará cómo los principales teóricos del Renacimiento español estuvieron influenciados por las Prose della volgar lingua (1525) de Bembo, que para las letras italianas supusieron la codificación del petrarquismo del XVI y la lengua poética italiana. La tesis doctoral en la que se enmarca contribuirá a un mejor conocimiento de la poética de los Siglos de Oro españoles y aportará, además, la primera traducción al castellano de las Prose bembianas.

 

Sommario:

Il presente articolo vuole essere una presentazione formale della ricerca, che attualmente si sta svolgendo nell’ Università di Barcellona, sull’ influenza dell’ umanista veneziano Pietro Bembo nella formazione della lingua poetica spagnola. Questa ricerca dimostrerà come i principali teorici del Rinascimento spagnolo furono influenziati dalle Prose della volgar lingua (1525) di Bembo, le cuali codificarono il petrarchismo rinascimentale e la lingua poetica italiana. La tesi dottorale alla cuale appartiene contribuirà ad una migliore conoscenza della poetica dei Secoli d’Oro spagnoli e apporterà, inoltre, la prima traduzione al castigliano delle Prose bembiane.

 


 

 

Sobre la necesidad de una investigación. En torno a la formación de la lengua poética en España y el papel de Pietro Bembo en ella

 

 

Parecía inevitable, al menos desde el punto de vista de la hispanística, que la crítica volviera la vista de nuevo a Italia para tratar de comprender mejor el camino que llevó a las letras del Renacimiento español a configurar su lengua poética. Y decimos inevitable, como tantas otras veces ha sucedido con relación a la literatura áurea, por la orientación que está tomando recientemente la crítica moderna a este respecto. Ello responde a dos sucesos importantes, principalmente; uno, la aparición de la última edición de las Anotaciones a la poesía de Garcilaso de Fernando de Herrera, llevada a cabo por Inoria Pepe Sarno y José-María Reyes Cano (Madrid, Cátedra, 2001), que da el pulido final, al menos hasta la fecha, a una obra monumental cuyas ediciones anteriores arrastraban vacíos imperdonables (podría decirse que completa una hermenéutica secular); y el otro, la reciente revitalización, esta vez en Italia, de los estudios bembianos, a lo que sin duda han contribuido las ediciones modernas de aquella parte de la obra del veneciano que caían un tanto fuera del gran proyecto de codificación del petrarquismo y la formación de la lengua poética italiana, que supuso el pilar de su labor como hombre de letras, y que, dada su repercusión posterior, centraría la atención de los grandes nombres de la italianística que se han dedicado a ella.[1]

Incluso ya la edición moderna y bilingüe, también a cargo de José-María Reyes (Barcelona, Bosch, 1990), de la traducción que, a mediados del XVI, se hizo en España del diálogo filográfico bembiano Los Asolanos, y cuya repercusión en la formación del neoplatonismo del XVI es bien conocida,[2] parecía anticipar de algún modo el renacimiento del interés por esta rama del humanismo. Por su parte, y debido a las numerosas deudas que evidenciaba la obra herreriana con la del veneciano, puestas en relieve (siempre como primera aproximación) por la edición de Cátedra, resultaba apremiante una investigación que completara el camino iniciado por los últimos editores de Herrera, toda vez que, renovado el interés por la obra del veneciano, resurgiera el entusiasmo por la questione della lingua en España.

Todo ello ha hecho que investigaciones como la que en la actualidad se está llevando a cabo desde la Universidad de Barcelona por el autor mismo de estas líneas, esto es, poner de manifiesto las relaciones entre el canon literario establecido por Pietro Bembo en Italia y la codificación de la lengua literaria –poética en particular– de la España de los Siglos de Oro, vengan desarrollándose al amparo de un clima propicio. Hemos querido dedicar unas pocas líneas a presentar la que será nuestra tesis doctoral con el fin de dar a conocer uno de los trabajos en desarrollo de la sección de Siglos de Oro del departamento de Filología Hispánica de la Universidad de Barcelona.

Detengámonos en la naturaleza del diálogo bembiano. Las Prose della volgar lingua, editadas en 1525 (Venecia, Tacuino), recreaban un diálogo ficticio en un marco típicamente veneciano entre cuatro personajes ilustres (Ercole Strozzi, Federico Fregoso, Giuliano de’ Medici y Carlo Bembo[3]), que discutían sobre las posibilidades del vulgar y planteaban soluciones a distintas problemáticas lingüístico-literarias; todo lo cual les conducía, al fin, a la formulación de unos preceptos retóricos y gramaticales, poéticos al fin, que sistematizaban los recursos literarios del vulgar. La obra partía de dos fundamentos no poco controvertidos, las razones por las que el vulgar debe considerarse al mismo nivel que el latín, y la defensa de los principios defendidos en la edición de las Coronas[4] y los mismos Asolani y cuya teorización avanzaría el epistolario entre el veneciano y el conde de la Mirándola (De Imitatione, 1512), esto es, que la mejor manera de luchar contra los defectos y los malos usos que consideraba propios del Cuatrocientos, y que eran los que se encontraban en la raíz de la decadencia de las letras vulgares, era dotando al vulgar de instrumentos suficientes que lo abastecieran para una producción poética superior enmarcada, como resultado pero también como camino para ello, en un proceso de maduración constante. La lengua del Cuatrocientos había cambiado notablemente respecto de la del siglo precedente y, por tanto, no servía para la formación de una literatura que se adhiriese a la tradición de las Coronas y a través de ella se proyectara hacia el futuro. El toscano de las Coronas debía constituir la base para la nueva lengua poética que conformaría una tradición diferente de la del Cuatrocientos y se estableciera como la continuadora natural de la tradición ilustre del Trescientos, punto máximo al que había llegado el continuum del Dolce y los provenzales, a quienes se consideraba el auténtico puente con la gran literatura de la Antigüedad. Bembo, pues, se planteó la codificación de un sistema literario basado en el toscano de Dante y Petrarca (en breve Boccaccio sería establecido como modelo para la prosa) y la aplicación de los principios de la retórica ciceroniana, la controvertida teoría del modelo único, todavía en proceso de asentamiento por esas fechas.

El éxito de las Prose fue inmediato, si bien la obra había circulado de forma manuscrita mucho antes de su presentación oficial ante Clemente VII, en noviembre de 1524. Las Prose della volgar lingua supusieron el definitivo triunfo del vulgar sobre el latín y el asentamiento del florentino literario del Trescientos como modelo imperante de la nueva estética. Todo ello basado, por supuesto, en una larga y profunda reflexión retórica, lingüística y gramatical del hecho artístico, cuyas bases se remontaban al De Vulgari eloquentia de Dante y cuyas repercusiones terminaban de configurar el llamado Humanismo vulgar. El éxito de las Prose fue determinante para el éxito del vulgar, especialmente a partir del decenio siguiente a su publicación. Por primera vez, Dante, Petrarca y Boccaccio aparecían definidos y estudiados bajo términos de lengua y estilo. Además, la obra suscitó el entusiasmo por las nuevas letras, que vino a traducirse en la edición de textos vulgares con el cuidado y rigor de los clásicos.[5]

Lo primero que debe tenerse en cuenta al enfrentar el estudio de Bembo en España es la naturaleza de la recepción del petrarquismo. Éste llegó a nuestro país, como es bien sabido, a través de la imitación directa de la literatura italiana en original y se propagó en las letras nacionales, cambiándolas para siempre, sin una preceptística que reglamentara sus cánones de imitación. Dicha preceptística sólo llegaría de forma definitiva con Herrera, de época cercana a la importación de Petrarca al castellano (1547), aunque contara con puntuales intentos de sistematización; éstos, no obstante, pronto evidenciaron sus deficiencias, sobre todo porque carecían de la pretensión normativizadora que un proyecto de este tipo exigía. Un caos imitativo, pues, sólo comparable al que regía en el Cuatrocientos italiano y al que la obra bembiana vino a poner fin. España conjugaba la evolución propia de la tradición nacional con un enorme caudal de literatura extranjera, a la que se unía la no escasa literatura al itálico modo. Esa contaminación, o si se quiere el encauce hacia una tradición ilustre y modélica, siempre dependiendo del distinto grado de filiación a las nuevas corrientes, obligará a un replanteamiento de las formas, cuya única solución terminará por verse, a imitación del caso italiano, en la codificación de una preceptiva que estableciera las bases de una nueva lengua poética nacional. El que España tuviera que lidiar durante casi todo un siglo entre la desproporción del rechazo absoluto a la influencia foránea, con su antagonista, esto es, la plena asunción de dichas importaciones, pero sin un verdadero espíritu crítico capaz de discernir entre la correcta imitación y el mimetismo servil, puso a nuestra literatura entre dos extremos, a menudo irreconciliables. Entre ellos, a pesar de todo, aparecieron las grandes obras del Renacimiento, cuyas virtudes y dotes especiales para llevar a cabo una correcta imitación de los nuevos modelos sirvieron de base para las poéticas, que sistematizaron a posteriori lo que los ingenios elevados habían llevado a cabo décadas antes sin la rigurosidad de un método estable.

Ante esta realidad, puntuales escritos de una y otra parte, los defensores del hermetismo castellano y los aperturistas, dieron salida a cuestiones que centraban el interés de los círculos de la intelectualidad. Reflexiones puntuales, como la de Valdés desde la misma Italia, Cristóbal de Castillejo y Argote de Molina desde suelo castellano o Ambrosio de Morales, tomaban influencias del mismo debate sobre la lengua que había sucedido en Italia algunos decenios antes y las aplicaban ahora al problema español. Muchos de ellos, haciéndose eco de uno o más teóricos (no en balde la teoría ecléctica fue la predominante en nuestras letras nacionales), asimilaron sus posturas y las intentaron aplicar, con distinta fortuna, a la crisis de la propia tradición. Por ello, si bien los escritos españoles preherrerianos evidenciaron pronto sus carencias, sí tuvieron el mérito de sentenciar una actitud y trazar el inicio de un debate que no vería su fin hasta finales del siglo XVI. Aunque cada uno intentara aportar su distinta visión para la definitiva resolución del problema, ninguno de ellos, salvo Herrera, se planteó su solución definitiva, contentándose aquéllos con meros consejos prácticos sobre la imitación de los modelos o con traer a colación las principales razones que justificaran el uso del vulgar por encima del latín. Cuestiones puntuales que no abarcaron, porque tampoco lo pretendían, la complejidad de la llamada cuestión de la lengua y que se situaban en un estadio de desarrollo primerizo muy parecido al de Dante y el círculo mediceo de la Italia prebembiana; con estos últimos, de hecho, no sólo compartirían una misma actitud ante el debate, sino muchos de los principales trazos teóricos en sus distintas formulaciones.

Pero la formación de la lengua poética no respondió en nuestro país a la obra de un solo hombre. Puede afirmarse que la historia todavía no ha querido regalarnos con semejante prodigio, por bien que no falten ejemplos inquietantes que nos tienten a pensar lo contrario. En ese sentido, si bien nuestro Humanismo no se cansó de citar y volver la mirada constantemente al De Vulgari Eloquentia, casi tanto como los italianos mismos, fueron las Prose della volgar lingua las que a la postre ofrecieron un perfecto ejemplo de análisis de una fuente poética ilustre en la que asentar la codificación de la herramienta poética de la tradición. Enfrentarse a la primera poética crítica de las letras hispánicas y analizar la deuda que las Anotaciones a la poesía de Garcilaso contrajeron con las Prose della volgar lingua no será tarea fácil. La vastedad de ambas obras y la repercusión que tuvieron en las literaturas europeas (propias y foráneas), las convierten en clásicos del Renacimiento europeo y el punto de partida de la literatura moderna en ambos países, pues ambas comportaron la codificación de la propia lengua vulgar en vehículo para el intercambio erudito y el cultivo artístico, esto es, en la nueva lengua poética de sus respectivos vulgares. Las deudas que presentan las Anotaciones de Herrera respecto del conglomerado de humanistas latinos e italianos ya han sido mayormente sacadas a la luz (cuanto menos apuntadas), mérito que, en gran parte, puede atribuirse a la reciente edición de Cátedra. Aun así, se echan todavía en falta monografías que analicen pormenorizadamente el papel que cada una de esas fuentes herrerianas jugó en la formación de la lengua poética española.[6]

Llegados a este punto, resulta obvio que todavía queda un largo camino por recorrer. Poner en orden, actualizar y dar un paso más en los estudios bembianos se hace ahora inevitable, desde el mismo momento que es la propia italianística la que lleva años reclamando una labor de este tipo. Todo cuanto se ha escrito sobre el intelectual veneciano debe ser replanteado a la luz de las nuevas investigaciones, un pulido que debe afrontarse mucho antes de poder enfrentar el estudio de la repercusión que su obra tuvo en las letras de nuestro país. Por todo ello, quien escribe se encuentra al día de hoy en Italia en plena búsqueda de la bibliografía y los originales que faltan en España. Tras lo cual, y una vez asimilados los recursos atesorados en dicha estancia, los esfuerzos se concentrarán en la que será nuestra tesis doctoral, esto es, demostrar la influencia de Pietro Bembo en aquellos teóricos del Renacimiento español que con su obra permitieron la formación de la lengua poética en la España de los Siglos de Oro. Una tesis que vendrá completada, como no podía ser de otro modo, con la edición moderna, crítica y bilingüe de las Prosas de la lengua vulgar, un texto de capital importancia para entender el proceso de codificación de nuestra lengua poética nacional y uno de los pilares críticos del Renacimiento europeo. Este estudio supondrá la contribución más reciente al auge que la figura del veneciano ha ido adquiriendo a lo largo del siglo anterior, del mismo modo que permitirá valorar correctamente, así lo esperamos, las deudas contraídas por los teóricos del Renacimiento español con el humanista veneciano y dar pie a que nuestra crítica nacional, también la extranjera, sitúe en el lugar que se merece las aportaciones lingüístico-literarias de Pietro Bembo en España. Una obra, en definitiva, que la misma crítica lleva reclamando desde hace mucho.

 

 



[1] Desde finales del XIX, Vittorio Cian había dado nueva vida a una de las figuras más importantes para el futuro de las letras vulgares, iniciando así una larga tradición crítica. Sus discípulos, Carlo Dionisotti a la cabeza, recogieron su legado y llevaron a la crítica, con sus estudios y ediciones modernas de los textos bembianos, a una revisión de la figura y el pensamiento del veneciano. A partir de la segunda mitad del XX, otros eruditos de talla han contribuido a la revitalización y consiguiente evolución del estudio del período de formación de la lengua poética en Italia y la vinculación y deuda establecidos con el canon formulado por Bembo. Las ediciones y estudios de Mario Marti, Mario Pozzi, Giancarlo Mazzacurati o, más recientemente, Claudio Vela y Mirko Tavosanis han arrojado nueva luz a muchas de las sombras y prejuicios que todavía arrastraba el período que comprende los primeros años del XVIII, con la célebre edición de Hertzhauser (1729) de la obra bembiana completa (reeditada en 1810 y utilizada con profusión hasta nuestro siglo precedente), hasta finales del XIX-principios del XX, con los estudios de Cian. La «Nota Bibliografica» que Dionisotti colocó al inicio de sus Prose e Rime bembianas (Turín, UTET, 1992) sigue constituyendo el pilar bibliográfico de los estudios bembianos y un perfecto punto de partida para una profundización en los mismos.

[2] Gli Asolani (1505) suponen la primera materialización práctica de unos principios lingüístico-literarios en gestación, que las Prose se encargarían luego de codificar; éstos representan la primera realización del vulgar literario basado en los ideales preceptísticos del autor.

[3] Cada uno de ellos representaba, como solía suceder en los diálogos de la época que tratan la cuestión de la lengua, cada una de las diferentes posiciones enfrentadas; respectivamente, la tradición latina, los toscanistas, el florentino vivo y el clasicismo vulgar.

[4] En 1501 salía de las prensas de Aldo Manuzio Le cose volgari di M. Francesco Petrarca, esto es, el Rerum Vulgarium Fragmenta (también los Triomfi, aunque en una posición secundaria). Poco después, en agosto de 1502, salían Le Terze Rime di Dante, esto es, la Commedia, cuya edición, como la anterior, también corrió a cargo de Bembo. Ambas procedían de unos originales del Trescientos; Bembo buscaba una transmisión textual que no estuviera contaminada, o lo estuviera lo menos posible, por el intrusismo de los copistas y la lengua del Cuatrocientos. Dichos originales se creían, por su antigüedad, más cercanos a la voluntad de sus autores, por lo que dicha base textual, junto al pulido formal de erratas y vacilaciones realizado por el veneciano (una regularización ortográfica, al fin), llevaron a invalidar la mayoría de los textos que recogían hasta la fecha las obras de las dos coronas. La polémica estaba servida.

[5] Buena muestra de ello fue la primera edición crítica del Decameron, aparecida en 1527, y la antología de Sonetti e canzoni di diversi antichi autori toscani del mismo año y que inauguraba toda una serie de antologías de poetas en vulgar, unidos por criterios variables, en cuyo centro fue ocupando un merecido lugar de privilegio el impresor Giolito.

[6] Una de las principales dificultades que debe afrontar esta investigación, además, es la falta de estudios críticos y bibliografía especializada que trate, aun de forma superficial, el tema que nos hemos planteado, mientras que es frecuente encontrar breves apuntes dispersos en manuales de carácter general; el caso de Herrera es algo diferente, pues la última edición de sus Anotaciones dedica un apartado entero y numerosas notas a demostrar, aunque siempre como primera aproximación, la dependencia del sevillano respecto del veneciano. Sería largo enumerar las fuentes que todavía hoy yacen sin su debida edición moderna, y cuyo papel en debates de semejante envergadura es de sobra conocido. Tal es el caso, por ejemplo, de Scaligero, de quien se echa en falta una buena traducción y una puesta al día del conjunto de su obra. Deseamos que el entusiasmo que ha despertado el centenario del Quijote, del que acabamos de despedirnos, para con la obra de Cervantes sea sólo el primero de muchos esfuerzos editoriales semejantes que permitan despertar un interés similar por otros nombres no menos importantes de la literatura.