La aventura espeleológica de Don Quijote
por
Alejandro
TenorioTenorio
Lemir: Estudios, Libros e Investigaciones (2005)
ISSN 1579-735X
Págs.
O. Introducción 3
1. Cuestiones previas 18
1.1. El “Quijote” de 1605 18
1.2. Locura, ensueños y perspectivas 20
1.3. La verdad de las mentiras de don Quijote 33
1.4. Componentes artúricos del relato 37
1.5. Elementos carolingios de la cueva 43
1.6. El Camino de Santiago y el Romancero 53
1.6.1. La formación del Camino de Santiago 53
1.6.2. El Romancero viejo 58
2.
2.1.El Amadís de Gaula 64
2.1.1. Fecha y autoría 64
2.1.2. Algunos destacados personajes de su trama argumental 67
2.2.La entrada en Sierra Morena y marcha de Sancho Panza 69
2.3.Monólogo de don Quijote o los inciertos límites entre locura y cordura 74
3.
3.1.Antecedentes de las sublimes visiones en la cueva 78
3.2. Don Quijote prosigue hacia la sima 80
3.3. Los disparates eruditos del Primo 82
3.4. El sueño-pesadilla de don Quijote narrado al salir de la cueva 90
3.4.1. Héroes épicos del sueño 93
3.4.2. Dulcinea encantada 99
4. Conclusiones 104
5. Bibliografía 110
La
aventura espeleológica[1]
de Don Quijote
... y,
así, eso que a ti te parece bacía de barbero me parece a mí el yelmo de
Mambrino y a otros le parecerá otra cosa. (Quijote, I-XXV).
0. Introducción
La cueva de
Montesinos (Quijote,
II-XXII y XXIII) ha generado multitud de interpretaciones y se han visto en las
revelaciones oníricas del héroe alusiones a algunos episodios de la materia
de Francia, entre los que destaca el romance Rosaflorida y Montesinos,
cuyo protagonista, en la tradición hispánica, provocará el enamoramiento de
oídas de la dama, un topos muy frecuentado por la poesía amorosa
hispanoárabe, los trovadores provenzales o las leyendas épicas de Spania.
“El adentrarse en la
caverna” brota como un deseo arrebatador de la personalidad del hidalgo
manchego, quizás, para evadirse del mundo que le rodea y entrar así en contacto
con lo fantástico-maravilloso que le fluye en su imaginación desbordada, aunque
para ello tenga que desviarse de su caminar hacia Zaragoza a donde
anteriormente había manifestado su intención de ir para participar en las
justas. Sólo su presencia en las bodas de Camacho le detendrán ocasionalmente
de llevar a cabo su proyecto.
El culto a las cuevas y
grutas de la mitología antigua ha sobrevivido al Cristianismo; pensemos en el
chamán[2]
que desciende al Infierno para liberar el alma del enfermo atrapada por los
demonios, o en el mito de Orfeo[3]
que baja a los espacios infernales para llevarse con él a Eurídice, su mujer
muerta. El gran Leonardo da Vinci nos dejó escritos los sentimientos que
experimentaba al entrar en una caverna: temor a la cueva oscura y
amenazadora y también ansia de ver si no encerraba alguna extraordinaria
maravilla. La bajada a la gruta, un auténtico regressus ad uterum materno,
es un privilegio para el artista hasta volverse a fundir con
Cervantes conocía, sin
duda, las leyendas toledanas sobre las cuevas, como ha observado Ismael del Pan
en Folklore toledano, supersticiones y ciencias[4].
Existen además las creencias populares sobre las numerosas cuevas de
El objeto de este trabajo ha sido adentrarme y analizar el episodio de la
cueva de Montesinos, idea que me surge a raíz de ojear el opúsculo “Miguel de
Cervantes, La aventura de
Con don Quijote, he querido encaminarme hacia la cueva de
Montesinos porque “tenía gran deseo de entrar en ella y ver a ojos vistas si
eran verdaderas las maravillas que de ella se decían por aquellos contornos”. Y,
como don Quijote con su espada, he intentado desbrozar las malezas que
ocultaban su entrada, y, ahuyentados grajos y cuervos y otros pájaros de mal
agüero que allí habitaban, he descendido hasta lo más profundo de la sima, pero
sin perder el seso, como le sucediera a nuestro caballero andante; antes bien,
avivados mis cinco sentidos y afinando mi entendimiento, he soñado despierto, a
veces como cuerdo loco, a veces como un loco que tiraba a cuerdo, imitando
el diagnóstico que el Caballero del Verde Gabán transmitió a su hijo, el
pseudo-intelectual Lorenzo Miranda, ambos fascinados por su erudición
humanística, sobre el estado psíquico que aparentemente presentaba el Caballero
de
Descender, guiado, por don
Miguel de Cervantes, a la cueva de Montesinos, ha sido una experiencia
renovada, abismal, casi dantesca que, por evocación, me trae a la memoria el
descenso al Averno de Eneas con
Con la ocupación del trono de Castilla por Isabel I (1474), comienza el periodo más brillante de la historia de España, que termina con la extinción de una dinastía y la decadencia de una nación. Expansión con los Reyes Católicos, fausto y hegemonía en el siglo XVI, derrota y agotamiento en el XVII. Los Reyes Católicos transmiten a su herederos un instrumento eficaz, el Estado Castellano, coherente, fuerte, dinámico, que ha echado en Europa y América las bases de un imperio extenso y rico. Carlos V y Felipe II transforman España en potencia hegemónica.
En 1556, el
emperador Carlos abdicó de la corona imperial y se retiró al monasterio de
Yuste. Felipe II (1527-1598) empieza a gobernar ese mismo año. Con él empieza
la llamada por Céspedes del Castillo (1985, p. 99 y ss.) "Etapa de fundación,
1550-1620" en América. Preside esta etapa y la caracteriza Felipe II,
secundado por sus disciplinados funcionarios. La política que tenazmente siguen
tuvo por objetivo principal implantar el poder absoluto del monarca en sus
dominios de Ultramar, organizar estos lo mejor posible e integrarlos
sólidamente en el cuerpo político de
La llegada de
metales preciosos[10] provocó
importantes efectos en la economía europea y española. Permitió una mayor
circulación de mercancías al tener más dinero disponible para el intercambio,
multiplicó cuatro veces los precios ("revolución de los precios") en
el caso castellano y puso a disposición de
La vida de
Cervantes (Alcalá de Henares, 1547 - Madrid, 1616) transcurre en ese contexto,
entre finales del reinado de Felipe II y comienzos del reinado de Felipe III,
cuando el Imperio español manifiesta ya señales evidentes de crisis económica,
política y económica, con una población que vive esencialmente de la
agricultura, a excepción del crecimiento de algunas ciudades como Alcalá,
Valladolid, Córdoba, Madrid, Sevilla, Lisboa o Barcelona por algunas de las
cuales anduvo Cervantes, empujado por acontecimientos políticos, militares o
familiares, de mismo modo que le hicieron partir para Italia o verse cautivo en
Argel; sin embargo, como autor, hizo que el espacio geográfico de don Quijote
fuera fundamentalmente
Y ahora volviendo al sueño de la cueva de Montesinos, el hecho de que nos hallemos ante dos guías en el episodio, uno al que encuentra vagabundeando por los caminos, el Primo del estudiante, y que lleva a don Quijote hasta la boca de la sima, poniendo de manifiesto en sus diálogos una divertida chifladura erudita, pues, no en vano, está pintado como una especie de don Quijote de las humanidades; y, el otro, Montesinos encantado, habitante de sus profundidades, quien, como alcaide y guardia mayor, le mostrará, al clarísimo visitante, las maravillas de aquel transparente alcázar; todo esto conformará un relato sorprendente que provocará las sonrisas, a veces amargas, del lector.
Los guías siempre condicionan la
experiencia del viaje, eso lo sabemos todos muy bien; los italianos los llaman capos
y de esto no quisiera hacer más comentario; pero en este caso, se trata de un
estudiante que tiene medio empollado el libro titulado Metamorfóseos o
Ovidio español y lo quiere completar con unos disparates que nos recuerdan
los que ensarta el socarrón Sansón Carrasco al exponer, transformado en Caballero
del Bosque o de los Espejos, las terroríficas pruebas de amor a las
que le somete la dama de sus pensamientos, Casildea de Vandalia, como lo
hiciera la suspicaz Oriana con el fiel Amadís; este guía, tan
lunático y aficionado a los libros de caballerías como el hidalgo manchego,
no coartará demasiado el libre albedrío en el vagabundear del Caballero de
Pidió que le diesen algo de comer, que traía
grandísima hambre. Tendieron la arpillera del primo sobre la verde yerba,
acudieron a la despensa de sus alforjas, y sentados todos tres en buen amor y
compaña, merendaron y cenaron todo junto. Levantada la arpillera, dijo don Quijote
de
–No se levante nadie, y estadme, hijos, todos
atentos.
(Quijote, II-XXIII)
Se puede observar fácilmente en este relato (Quijote, II-XXIII)
que en él se encuentran las principales correspondencias estructurales con el
episodio de la penitencia en
Don Quijote,
en estas dos ocasiones, se queda en soledad y en sus soledades, soñará, primero
con los ojos abiertos, deambulando por
He intentado analizar todo esto a lo largo de las páginas que siguen,
pero si caigo en algún disparate, como los de Corchuelo en sus libros,
perdóneseme; porque corchuelo, diminutivo de corcho, hace
referencia a la “corteza del alcornoque”; solo soy un aficionado a esta obra
inmortal, y ese carácter tan peculiar, para los estudiosos prudentes de las
Ciencias Humanas, pudiera ser el indicio que les hiciera pensar, ante cualquier
mentecatez, que se encuentran ante otro alcornoque de probada
inexperiencia; por eso me curo en salud y queden advertidos de mi condición,
por si errase en este intento, lo que iría principalmente en contra de mi
decidida voluntad de abordar tan magna aventura, con la esperanza de que sea
tan exitosa como la que obtuvo Sancho Panza cuando forjó, con su cazurra
sabiduría, el encantamiento de la sin par Dulcinea del Toboso, emperatriz de
Mel.- ¿Cómo dizes que llaman a
este mi dolor, que assí se ha enseñoreado en lo mejor de mi cuerpo?
Cel.-
¡Amor dulce!
Mel.-
Esso me declara qué es, que en sólo oýrlo me alegro.
Cel.-
Es un fuego escondido, una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce
amargura, una delectable dolencia, un alegre tormento, una dulce y fiera
herida, una blanda muerte.[11]
(Acto I, 10ª)
Cervantes, que velaba más lo humano, se valió de un
bachiller, quizás menos fogoso que el de
No cabe duda de que de las andanzas de Miguel
Cervantes, con sus aventuras y desventuras, así como de las influencias de sus
abundantes y variadas lecturas, y de la prodigiosa memoria que manifiesta en
las recapitulaciones de su novela, el autor de Don Quijote de
Sancho suele decir frases con malformaciones de todo tipo, sobre todo
fonéticas y léxicas, especialmente cuando pretende usar palabras cultas y
cortesanas; Don Quijote le corregirá en nombre del buen uso del idioma, aunque
no siempre la reacción de Sancho será buena, porque se nos mosquea; sin embargo
en
Como aquel Pierre Menard, autor del Quijote, el de la ficción fantástica y satírica de Borges, me he enredado, como lector y escritor, en multitud de problemas, cuando el texto de Cervantes nos presenta una apariencia cautivadoramente límpida, como Merlín en sus encantamientos y profecías. Sin embargo, las frecuentes paradojas, los símbolos, los juegos intelectuales, las reflexiones filosóficas y literarias, las referencias a mitos, al romancero, a los libros de caballerías... ocupan en la narración un lugar primordial. La convicción de Cervantes de que no es posible un conocimiento verdadero explica el perspectivismo que hace que los seres humanos y el mundo que les rodea se nos presenten fluctuantes, ilusorios, encantados o fingidos. El relativismo subjetivo de Cervantes le lleva a incluir en el cap. final (Quijote, I-LII) un verso que procede del Orlando furioso, XXX, 16, y en II, I, 696 (Rico, Fco., 2004, p. 653, n. 84):
Forse
altro canterà con miglior plectro
cuya traducción
es “Quizás otro cantará con mejor plectro”, es decir, con mejor inspiración o
estilo; y no sabía Cervantes que el guante sería recogido por un tal Alonso
Fernández de Avellaneda, enemigo, quizás camuflado, a tenor de las lindezas que
le dedica, y a cuya fama contribuyó involuntariamente, cuando al leer el pseudo
Quijote, hace referencia a la falsa novela, responde a los improperios
del prólogo y toma de ella uno de sus personajes, don Alvaro Tarfe, que incluye
en el cap. II-LXXII (De cómo don Quijote y Sancho llegaron a su aldea),
haciendo bueno aquello de Donde las dan, las toman... El sentido rígido,
tridentino y escolástico del Quijote de Avellaneda nada tienen que ver
con el auténtico don Quijote, impreciso, ambiguo y problemático,
inspirado en la profunda humanidad del verdadero Sancho, que
tiene más gracias que llovidas y que hace reír a cuantos le escuchan,
y del verdadero don Quijote de
Borges dirá que las tres obras juntas hacen un juego de extrañas
ambigüedades, quizás porque la concepción escolástica y silogística de
Avellaneda se encuentra a años luz de la visión del mundo que nos aporta
Cervantes en su autorizado don Quijote. Según señala García
Salinero (1972, p. 7), el pseudo Avellaneda plantea la personalidad de sus
entes con la simplicidad de dos premisas y una conclusión: “todo el que lee
novelas de caballerías termina en el Nuncio de Toledo[14];
don Quijote lee y es influido por las novelas de caballerías; luego don Quijote
debe terminar y termina en el Nuncio”. A pesar de todo, hemos de reconocer
que el espontáneo que aceptó el desafío de Cervantes escribiendo su personal Segundo
Tomo del Ingenioso Hidalgo Don Quixote de
Como Pierre Menard, estoy convencido de que la interpretación perfecta del Quijote es la que se reproduce literalmente; quizás por ello he escrito al pie de la letra, palabra a palabra, muchos fragmentos, a sabiendas de que esa es la verdadera interpretación de esta obra y la intención del autor. Y aunque sean evidentes las diferencias entre lo que escribió Cervantes y lo que escribe Pierre Menard, esas lo son como una reacción consecuente al proceso de lectura. Habrá, por tanto, tantos autores del Quijote como Pierre Menard se acerquen a la obra.
Si para la imaginación de Borges el libro es un laberinto y el único
objetivo del que entra en él es llegar al centro, cuando se llega a la meta y
se entiende el camino, eso no puede ser morir, como irónicamente afirma Borges.
Ante ese pesimismo borgiano, nosotros decimos que la meta es un nuevo
laberinto, cuyo camino hay que volver a recorrer con la esperanza de Sócrates,
poco antes de beberse la cicuta, y pensar que o la muerte no es nada ni se
tiene sensación alguna de nada, o la muerte es un cambio, un traslado para el
alma, un dejar de vivir aquí, para hacerlo en otro lugar más perfecto. Sin
necesidad de demostrar ninguna de las dos hipótesis, quizás nuestra imaginación
tome la iniciativa y sueñe con la segunda, para allí poder conversar con Dulcinea
desencantada, Ginebra, Cervantes, el rey Arturo, Borges, El
caballero de
Si Borges hace que el simbolista Pierre Menard se detenga en el proceso de reescritura del Quijote, su obra culminante, de la que solo ha podido realizar dos capítulos de la primera parte y un fragmento de la segunda, se ve que no ha querido llegar a la meta del laberinto, tratando de evitar la entrada en otro nuevo, símbolo de la incógnita existencial.
Lo más sorprendente de la obra de Pierre Menard es que se trata del mismo texto cervantino y esos textos idénticos, se quiera o no, son de dos autores distintos y de diferentes épocas. Como Pierre Menard, en estas páginas me he decido a copiar literalmente fragmentos idénticos del Quijote, y no capítulos, pero esas copias al pie de la letra no son en mi fuero interno, en el alma[15] diría Sócrates, aunque Nietzsche hablara rabiosamente de él, estrictamente una copia, sino algo diferente, difícil de comprender.
Cervantes escribió:
–Con todo eso, querría
–dijo Sancho– que vuestra merced dijese a maese Pedro[16]
preguntase a su mono si es verdad lo que a vuestra merced le pasó en la cueva
de Montesinos, que yo para mí tengo, con perdón de vuestra merced, que todo fue
embeleco y mentira, o por lo menos cosas soñadas.
Estando en esto, llegó
maese Pedro a buscar a don Quijote [...]. Don Quijote le comunicó su
pensamiento y le rogó preguntase luego al mono le dijese si ciertas cosas que
había pasado en la cueva de Montesinos habían sido soñadas o verdaderas, porque
a él le parecía que tenían de todo. [...]
–Mirad, señor mono, que
este caballero quiere saber si ciertas cosas que le pasaron en una cueva
llamada de Montesinos, si fueron falsas, o verdaderas.
Y haciéndole la
acostumbrada señal, el mono se le subió en el hombro izquierdo, y hablándole al
parecer en el oído, dijo luego maese Pedro:
–El mono dice que parte de las cosas que vuesa
merced vio o pasó en la dicha cueva son falsas, y parte verisímiles, y que esto
es lo que sabe, y no otra cosa, en cuanto a esta pregunta; [...].
Como Pierre Menard hizo en los capítulos de su “Primera parte” y en el fragmento de la “Segunda”, yo he escrito, palabra a palabra y sin temor a sentirme plagiario, cuanto sigue:
–Con todo eso, querría
–dijo Sancho– que vuestra merced dijese a maese Pedro preguntase a su mono si
es verdad lo que a vuestra merced le pasó en la cueva de Montesinos, ue yo para
mí tengo, con perdón de vuestra merced, que todo fue embeleco y mentira, o por
lo menos cosas soñadas.
Estando en esto, llegó
maese Pedro a buscar a don Quijote [...]. Don Quijote le comunicó su
pensamiento y le rogó preguntase luego al mono le dijese si ciertas cosas que
había pasado en la cueva de Montesinos habían sido soñadas o verdaderas, porque
a él le parecía que tenían de todo [...]
–Mirad, señor mono, que
este caballero quiere saber si ciertas cosas que le pasaron en una cueva
llamada de Montesinos, si fueron falsas, o verdaderas.
Y haciéndole la acostumbrada
señal, el mono se le subió en el hombro izquierdo, y hablándole al parecer en
el oído, dijo luego maese Pedro:
–El mono dice que parte de las cosas que vuesa
merced vio o pasó en la dicha cueva son falsas, y parte verisímiles, y que esto
es lo que sabe, y no otra cosa, en cuanto a esta pregunta [...].
Mi intención cual la de Borges está clara; como Menard, vengo a
ser un Quijote que imita el universo fantástico, metafísico y subjetivo del
escéptico bonaerense, pues tiendo a manejar, sin pretenderlo, la concepción
mágica e irracional del mundo que él emplea magistralmente, y, como Sancho,
sugiero a nuestro ingenioso caballero que pregunte a Maese Pedro y éste,
al mono: si es verdad lo que a vuestra merced le pasó en la cueva de
Montesinos, cuestionando con descaro la esencia de la verdad de don
Quijote de
Asimismo me evito la osadía presuntuosa del escritor tordesillesco
cuando acepta el reto de Cervantes al proseguir en su Segundo Tomo las
desdibujadas hazañas del Ingenioso Hidalgo Don Quixote de
1. Cuestiones previas
1.1. El “Quijote” de 1605[17]
Cervantes nació en el reinado de Carlos
V, en la época de la expansión imperial de una España abierta a las corrientes
intelectuales de
La vida de Cervantes se relaciona con los
acontecimientos de esta doble y sucesiva situación política e histórica; por
una parte, alude repetidas veces a su participación en la victoria sobre los
turcos en Lepanto (1571), para él “la más alta
ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los
venideros” (II, Prólogo”).
Sólo diecisiete años más tarde, sin embargo, se vio reducido al puesto de
comisario de abastos para
1.2. Locura, ensueños y perspectivas
La locura del protagonista en el Quijote es un recurso técnico que sirve para estructurar la obra. Si don Quijote no estuviera loco, no habría Quijote, afirma Gaos, V. (1987, p. 162).
En cambio, Martín de Riquer (cfr. Gaos, ibídem) asegura que con un loco de remate por protagonista, no se puede escribir una obra como el Quijote que encierra altísimas lecciones de validez universal y prescinde de la locura de don Quijote como caso clínico: esquizofrenia, paranoia, etc., porque el que así lo considere incurre en el mismo error del personaje al que estudian, confundir realidad y ficción. Don Quijote carece de toda entidad real, a pesar de que algunos piensen que Cervantes se sacó el personaje de un “modelo real”; entre estos últimos destaca Rodríguez Marín. Don Quijote carece de toda entidad real, no es más que un personaje literario.
Sin embargo, Gaos insiste; si don Quijote no estuviera loco, no habría Quijote. Américo Castro sugiere que la insania del personaje es un indispensable recurso para el artista, el cual no podía apoyar en el vacío un nuevo tipo humano; la locura de don Quijote es simple vehículo para cierta idea del vivir humano según lo entendía Cervantes. La demencia del protagonista contribuye notablemente a mantener la suspensión del interés, uno de los rasgos estructurales del Quijote, pues, como advierte Spitzer (Perspectivismo, p. 220): “De nadie es tan difícil predecir nada como de un loco que se cree cuerdo”. Las cosas que les suceden a don Quijote y a Sancho Panza son verosímiles y reales, corrientes y cotidianas; lo que les hace fantásticas y extraordinarias es la continua trasmutación que de la realidad hace don Quijote. Lo real y maravilloso aparecen conviviendo en la narración y vienen a ser lo mismo.
El Quijote es novela de unas vidas humanas; por esto es natural, y también simbólico, que exteriormente se nos muestre en secuencias dinámicas, en una andadura azarosa e imprevisible como la vida misma que en la concepción de Cervantes es irregular, llena de saltos, sobresaltos y contradicciones, y condicionada y bastante determinada tanto por el mundo exterior como por las ideas establecidas en aquel momento histórico en el que le tocó vivir. Que don Quijote busca la aventura es una constante en la obra, aunque no sabe donde la encontrará; de ahí su constante deambular, máxime siendo un demente; de esa locura del protagonista, Cervantes sacó buenos réditos literarios pues le permitió organizar la novela con absoluta libertad; y el resultado de todo esto es que los lectores, ante don Quijote, no sabemos a qué atenernos y quedamos atrapados en los acontecimientos que van sucediendo, siempre imprevisibles.
Parece indudable que la demencia del personaje le sirve al autor de escudo protector para expresarse con libertad. Gracias a la enajenación del héroe, Cervantes convirtió la sátira en crítica irónica. La reducción ad absurdum de sus argumentos para dar lecciones humorísticas por medio de un loco, hizo innecesaria toda moralización. Y esta locura es doblemente literaria: la de un ser de ficción que pierde el juicio a causa de leer libros, no sólo los de caballerías, sino también los de literatura pastoril, los de poesía...:
[...] bien los puede
vuestra merced mandar quemar como a los demás, porque no sería mucho que
habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo éstos se le
antojase de hacerse pastor y andarse por los bosques y prados cantando y
tañendo, y, lo que sería peor, hacerse poeta, que, según dicen, es enfermedad
incurable y pegadiza... (Quijote, I-VI); [...] su hermosura [la de Dulcinea], sobrehumana, pues en ella se vienen a
hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los
poetas dan a sus damas. Que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus
cejas arcos del cielo.
(Quijote, I-XIII)
Es evidente que en don Quijote se nos ofrece una caricatura de humanista
muy versado en libros y nombres librescos, pero indiferente en cuanto a su
justa relación con la realidad (Spitzer, op. cit., p. 183). También nos daremos
cuenta, que el Primo-guía, en la aventura de la cueva de Montesinos, está tan ahíto
de literatura como el caballero andante, y quizás por eso represente como nadie
al oyente culto del reducido auditorio que escuchará la narración de las
maravillas que don Quijote vivió en el fondo de la cueva. La indigestión
libresca se manifiesta en la charla que entablan el Primo y don Quijote camino
de la sima (II-XXII) e irá sazonada por un buen número de disparates, cuyos
antecedentes se encuentran en el Caballero del Bosque (II-XIV). Pero don
Quijote no es solo un ávido lector, sino también un autor, aunque frustrado.
Recordemos que muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin [a
Don Belianís de Grecia] al pie de la letra (Quijote, I-I).
También el sesudo canónigo cojea del mismo pie que don Quijote: Yo, a lo
menos –replicó el canónigo-, he tenido cierta tentación de hacer un libro de
caballerías [...]; y si he de confesar la verdad, tengo escritas más de cien
hojas”.
Don Quijote no podía creer en la historicidad de don Belianís; estaba
dispuesto a inventar su continuación y su fin. Evidentemente, confunde
literatura y vida, realidad y ficción. De ahí que el Cid no le parece más
verdadero que Amadís y sitúa a ambos en un mismo plano: Decía él que el Cid
Ruy Diaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver [no podía
compararse] con el Caballero de
Vicente Gaos opina que todos, incluso los intelectuales, desean que la obra que están leyendo tenga un final feliz; la identificación con el protagonista de una obra literaria es más común de lo que se cree y hablar de literatura de evasión es una tautología porque toda literatura es, por definición, evasiva, consistente en un alejamiento de la realidad, aun cuando hunda sus raíces en ella. Literatura y realidad son dos mundos ajenos entre sí y aproximarlos, no ya fundirlos, nos enajena. Por eso, todos tenemos algo de Quijotes. Pero los libros leídos se acaban; entonces hay que volver a la realidad. Esto no sucede con don Quijote y por eso decide no leer más literatura, sino vivirla; vivirla literariamente. El pobre hidalgo manchego, cuando se siente don Quijote, cree en la realidad de los nombres, los toma por cosas. Una de las fuentes de los malentendidos o polisemias que abundan en el Quijote es de orden lingüístico; su protagonista cree, por ejemplo, que basta con cambiar de nombre de Aldonza Lorenzo por el de Dulcinea para darle existencia.
En el carácter equívoco del lenguaje, en muchos de los pasajes de la obra, se plantea el problema del lenguaje como instrumento de comunicación entre los hombres; no sólo es un medio imperfecto, sino que no sabemos o no queremos escuchar, y, en el fondo, todo diálogo es más bien un monólogo, un monólogo en que sólo oímos nuestra propia conciencia y voz, en que descodificamos e interpretamos los mensajes del otro según nuestra personalidad, prejuicios, valores, conocimientos, experiencias, sin percibir lo que se nos está diciendo, sino únicamente lo que creemos o queremos escuchar. La conversación de don Quijote con Sancho a propósito de Dulcinea, es un ejemplo bien ilustrativo de este fenómeno, veamos:
–[...]Llegaste, ¿y qué hacía
aquella reina de la hermosura? A buen seguro que la hallaste ensartando perlas
o bordando alguna empresa con oro de cañutillo para este su cautivo caballero.
–No la hallé –respondió Sancho– sino ahechando dos hanegas de
trigo en un corral de su casa.
–Pues haz cuenta –dijo don
Quijote– que los granos de aquel trigo eran granos de perlas, tocados de sus
manos. Y si miraste, amigo, el trigo ¿era candela o trechel?
–No era sino rubión[20]
–respondió Sancho.
–Pues yo te aseguro –dijo
don Quijote– que, ahechado por sus manos, hizo pan candela, sin duda alguna.
Pero pasa adelante: cuando le diste mi carta, ¿besola? ¿Púsosela sobre la
cabeza? ¿Hizo alguna ceremonia digna de tal carta, o qué hizo?
–Cuando yo se la iba a dar
–respondió Sancho–, ella estaba en la fuga del meneo de una buena parte del
trigo que tenía en la criba, y díjome: “Poned, amigo, esa carta sobre aquel
costal, que no la puedo leer hasta que acabe de acribar todo lo que aquí está”.
–¡Discreta señora! –dijo
don quijote–. Eso debió de ser por leerla despacio y recrearse con ella.
Adelante, Sancho. Y en tanto que estaba en su menester, ¿qué coloquios pasó
contigo? ¿Qué te preguntó de mí? Y tú ¿qué le respondiste? Acaba, cuéntamelo
todo, no se te quede en el tintero una mínima.
–Ella no me preguntó nada
–dijo Sancho–, más yo le dije de la manera que vuestra merced por su servicio
quedaba haciendo penitencia, desnudo de la cintura arriba, metido entre estas
sierras como si fuera salvaje, durmiendo en el suelo, sin comer pan a manteles
ni peinarse la barba, llorando y maldiciendo su fortuna.
–En decir que maldecía mi
fortuna dijiste mal –dijo don Quijote–, porque antes la bendigo y bendeciré
todos los días de mi vida, por haberme hecho digno de merecer amar tan alta
señora como Dulcinea del Toboso.
–Tan alta es –respondió
Sancho–, que a buena fe que me lleva a mí más de un coto.
(Quijote, I-XXXI)
Alonso Quijano está cuerdo, pero decide volverse loco, esto es, hacerse
don Quijote. Es un acto voluntario, y lo demuestra el que en ningún momento es
inconsciente de su deliberada transformación. Don Quijote sabe que está loco,
o, al menos, que por tal lo han de tomar los demás. Así se explica la forma en
que efectúa su primera salida sin dar parte a persona alguna de su
intención, y sin que nadie le viese (Quijote, I-II).. Las primeras
transformaciones de la realidad que imagina el hidalgo son la de sí mismo, la
de Rocinante y la de Dulcinea, porque con esta última se dio a
entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse;
porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo
sin alma; si por ejemplo, mata a un gigante, ¿no será bien tener a quien
enviarle presentado y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora y
diga que le venció en singular batalla el jamás como se debe alabado
caballero don Quijote de
La creación de Dulcinea es un requisito de el caballero andante en general. Don Quijote se sirve de Dulcinea como de un instrumento para acrecentar su propia Gloria; está tan enamorado como loco, pero lo estrictamente indispensable para el objeto que se ha propuesto y esto queda especialmente patente en el diálogo que mantiene con Sancho en el lugar de Sierra Morena donde se dispone a hacer la penitencia.
La decepción de Sancho al conocer la identidad de
Dulcinea del Toboso ha sido grande, pero más grande es la salida de don
Quijote, que ante las insinuaciones que hace de Aldonza, le insulta llamándole
charlatán, torpe y necio, y le dice que a veces se pasa de listo:
Ya te tengo dicho antes de agora muchas veces,
Sancho –dijo don Quijote-, que eres muy grande hablador y que, aunque de
ingenio boto, muchas veces despuntas de agudo, más para que veas cuán necio
eres tú y cuán discreto soy yo, quiero que me oyas un breve cuento.
Don Quijote, para demostrarle a Sancho su discreción
y falta de locura, le cuenta el cuento de la viuda rica y el fraile motilón.
Este relato debía ser popular en la época de Cervantes; aparece alguna otra
versión en La casa de los celos y en La cueva de Salamanca:
Has de saber que una viuda
hermosa, moza, libre y rica, y sobre todo desenfadada, se enamoró de un mozo
motilón[21], rollizo y de buen tono;
alcanzolo a saber su mayor[22], y un día dijo a la buena
viuda, por vía de fraternal reprehensión: “Maravillado estoy, señora, y no sin
mucha causa, de que una mujer tan principal, tan hermosa y tan rica como
vuestra merced se haya enamorado de un hombre tan soez, tan bajo y tan idiota
como fulano[23], habiendo en esta casa tantos
maestros, tantos presentados [24]
y tantos teólogos, en quien vuestra merced pudiera escoger como entre peras, y
decir: Éste quiero, aquéste no quiero”. Mas ella le respondió con mucho donaire
y desenvoltura: “Vuestra merced, señor mío, está muy engañado y piensa muy a lo
antiguo, si piensa que yo he escogido mal un fulano por idiota que le parezca;
pues para lo que yo le quiero, tanta filosofía sabe y más que Aristóteles”.
Nuestro caballero andante extrae la lección que la viuda le da al Prior del convento y se aplica la moraleja, haciendo que de este modo Sancho se dé cuenta del juego que se trae entre manos:
Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del
Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra. [...] ¿Piensas tú
que las Amarilis, las Filis,
las Silvias, las Dianas, las Galateas, las Fílidas y otra tales de que los
libros, los romances... fueron verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquellos
que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen
por dar sujeto a sus versos y porque los tengan por enamorados y por hombres
que tienen valor para serlo. Y, así, bástame a mí pensar y creer que la buena
de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta, y en lo del linaje, importa poco, que
no han de ir a hacer la información dél para darle algún hábito, y yo me hago
cuenta que es la más alta princesa del mundo. Porque has de saber, Sancho, si
no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar, más que otras, que son la
mucha hermosura y la buena fama, y estas dos cosas se hallan consumadamente en
Dulcinea, porque en ser hermosa, ninguna le iguala, y en la buena fama, pocas
le llegan. [...].
-Digo
que en todo tiene vuestra merced razón –respondió Sancho- y que yo soy un asno.
Más no sé yo para qué nombro asno en mi boca, pues no se ha de mentar la soga
en casa del ahorcado. Pero venga la carta, y a Dios, que me mudo[25]. (Quijote, II-XXV).
¿Es esto locura o ha decidido volverse loco al hacerse don Quijote de
El Quijote es, sobre todo, la novela de don Quijote; se trata de un personaje objetivo y subjetivo a la vez, puesto que don Quijote es un personaje creado por Cervantes, pero no es menos cierto que también se trata de una invención de Alonso Quijano; en ella se incluyen también las vidas ajenas que entran en contacto con la suya y de todo cuanto le rodea. Por eso don Quijote sin Sancho no sería plenamente quien es, y Sancho es impensable fuera de la relación con su amo. Ya es un tópico hablar del proceso de quijotización de Sancho y de sanchificación de don Quijote, fácilmente observable, señalado por Salvador de Madariaga, y que constituye uno de los motivos estructurales de la novela.
El Quijote se crea como una reacción contra la literatura de su tiempo: contra los libros de caballerías, de donde nace la parodia; contra la novela pastoril, exenta de toda presión por parte de la realidad; contra la picaresca, con la presencia natural del antihéroe, su rencor a la vida y estrecha visión del mundo. Cervantes mediante la imitación irónica y otros recursos, devora todos los modelos literarios, los disuelve, los supera y los convierte en material totalmente nuevo. Otro tanto hace a su vez don Quijote. El héroe cervantino es un personaje literario, no solo por ser de ficción, sino también porque es consciente de su condición y la sobrepasa cuando quiere. Así sucede cuando decide por su cuenta ir más allá de su modelo Amadís y hacer penitencia en Sierra Morena sin haber sido ofendido por Dulcinea como Amadís lo fue por Oriana. (Gaos, V., op. cit., 1987, pp. 37 y ss.).
Avalle-Arce y Riley comentan a este respecto que “el lector se halla ante
lo que los moralistas modernos llaman acto gratuito. La penitencia de
don Quijote en Sierra Morena es el primer acto gratuito de la literatura. En
alas de Dostoivski y Nietzsche el acto gratuito se convertirá en uno de los
grandes temas de nuestro siglo, en el que aparece fuertemente teñido de
criminalidad y amoralismo”. (Suma ..., 1973, p. 52).
Todo el entramado de la novela, y del relato que nos ocupa, la aventura de la cueva de Montesinos y sus anticipos estructurales, se hace más complejo al mezclar con los sueños, la perspectiva, de la que más adelante hablaremos, y un novedoso concepto de tiempo escasamente conocido en la literatura tradicional, aunque no por el folklore.
Pensemos, por ejemplo, en la falta de sincronía que se pone de manifiesto entre el tiempo que presume don Quijote que ha pasado en la cueva y lo que afirma Sancho y sostiene el estudiante:
–Yo no sé, señor don
Quijote, cómo vuestra merced en tan poco espacio de tiempo como ha que está
allá bajo haya visto tantas cosas y hablado y respondido tanto.
–¿Cuánto ha que bajé?
–preguntó don Quijote.
Poco más de una hora
–respondió Sancho.
–Eso no puede ser –replicó
don Quijote–, porque allá me anocheció y amaneció y tornó a anochecer y
amanecer tres veces, de modo que a mi cuenta tres días he estado en aquellas
partes remotas y escondidas a la vista nuestra.
–Verdad debe de decir mi señor –dijo Sancho–, que como todas las cosas que le
han sucedido son por encantamiento, quizá lo que a nosotros nos parece una hora
debe de parecer allá tres días con sus noches”.
[...]
–¿Cómo no?-dijo el primo–.
Pues ¿había de mentir el señor don Quijote, que, aunque quisiera, no ha tenido
lugar para componer e imaginar tanto millón de mentiras?
–Yo no creo que mi señor
miente –respondió Sancho
–Si no, ¿qué crees? –le
preguntó don Quijote.
–Creo –respondió Sancho–
que aquel Merlín o aquellos encantadores que encantaron a toda la chusma que
vuestra merced dice que ha visto y comunicado allá bajo le encajaron en el
magín o la memoria toda esta máquina que nos ha contado y todo aquello que por
contar le queda.
(Quijote, II-XXIII)
Aquí se ve claramente una separación entre el tiempo en que se desarrolla la historia en el sueño de don Quijote, aquellos encantadores... le encajaron en el magín o la memoria..., en palabras de Sancho, es decir, donde se almacenan nuestras experiencias, y que después de Freud ya se puede hablar abiertamente de la vida del subconsciente, y el tiempo cronológico realmente transcurrido, Poco más de una hora..., también y curiosamente en palabras de Sancho. Cervantes nos presenta así el enfrentamiento evidente entre el tiempo cronológico, que maneja Sancho, y el tiempo psicológico de don Quijote.
Según Avalle-Arce, J. B. (1976, p.185, n.10), en la filosofía árabe y más concretamente en Avicena, el tiempo queda totalmente interiorizado, porque el antes y el después, tomando como eje de referencia el presente del sujeto, sólo existe en la inteligencia. Y Cervantes, quizás de forma intuitiva, nos descubre admirablemente la existencia del tiempo exteriorizado e interiorizado, en los dos entes de ficción que nos ha creado.
Será Henri Bergson[26] quien resuelva estas bifurcaciones interpretativas sobre el paso del tiempo distinguiendo entre el tiempo cronológico, el que marca el reloj, y el tiempo psicológico, el que transcurre en el magín o la memoria (Deleuze, G., 1991).
Señala Vargas Llosa, M. (2004, p. xxv y ss.) que el tiempo, como el narrador, en toda novela es un artificio, una invención creada en función de las necesidades de la anécdota, y no un fiel reflejo del tiempo cronológico. Los varios tiempos del Quijote, entreverados con maestría, nos dan esa sensación de mundo independiente que nos induce su fuerte poder de persuasión. Por un lado, está el tiempo en que se mueven los personajes de la historia, más o menos medio año, pues los tres viajes del Quijote duran, el primero, tres días, el segundo un par de meses y el tercero unos cuatro meses. A este periodo hay que sumarle dos intervalos entre viaje y viaje (el segundo, de un mes) que el Quijote pasa en su aldea, y los días finales, hasta su muerte. En total, unos siete u ocho meses.
El Quijote no fue escrito de una sola vez. Pasan 10 años entre la
publicación de
Dentro de la composición de
Las tres salidas del ingenioso hidalgo, cuyo temperamento y
complexión física, nos darían una explicación enfermiza de los cambios
imaginarios o alucinaciones en las que hunde sus raíces su extraña locura,
corresponden a (1ª.: I-II a I-IV; 2ª.: I-VIII a I-LII, y 3ª.: II-VIII a
II-LXXIII); todas y cada una de las tres salidas tendrán un final catastrófico
para nuestro hidalgo de lanza, rocín y adarga, lo que le harán regresar
al lugar de
Cuyo lugar no quiso poner
Cide Hamete Benegeli puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de
(Quijote, II-LXXIV)
Y el mismo Vargas Llosa sigue diciendo (2004, ibídem) que en la novela
ocurren episodios que alargan considerablemente el tiempo narrativo, hacia el
pasado y hacia el futuro. Muchos de esos sucesos han sucedido ya, antes de que
empiece la historia, y nos enteramos de ellos por testimonios de testigos o de
los protagonistas, y otros muchos los vemos concluir en lo que sería el
“presente” de la novela. Pero lo más sorprendente del tiempo narrativo es que
muchos personajes del Segunda parte de Don Quijote de
No sólo es un juego divertido e inquietante que permiten enriquecer la historia con episodios como los que fraguan los duques, sabedores por el libro que han leído de las manías y obsesiones de don Quijote, también este juego nos muestra las complejas relaciones entre la ficción y la vida, y cómo la vida produce ficciones, que al revertir sobre la vida misma, la animan, la cambian y la añaden color, aventura, emociones, risas, pasiones y sorpresas. Todo esto anticipa las grandes aventuras literarias del siglo XX, en las que la exploración de los maleficios de la forma narrativa –el lenguaje, el tiempo, los personajes, los puntos de vista y la función del narrador- tentará a los mejores novelistas.
Y ahora dejemos que la polifonía lingüística, término acuñado a partir de
los estudios de Bajtin, de Cervantes, esa variedad de voces e ideas que brotan
de las páginas de su novela, nos acerquen a la trama urdida por el autor de Don
Quijote de
Lázaro Carreter, Fernando (2004, xxxii) nos dice a este respecto que Cervantes vuelve a escuchar la variedad de lenguajes hablados y escritos para hacerlos resonar en la novela. La polifonía se hace más compleja y en la prosa de su narración y en la heterofonía diferenciadora del habla de los protagonistas se hacen presentes múltiples estilos orales y escritos de su época, a veces, pero no siempre, reproducidos paródicamente.
Para lograr esto, Cervantes se inventa narradores; los hechos se le escapan de las manos, quedan fuera de su dominio, se alejan de su influencia, porque la historia que cuenta ya estaba escrita e incluso la pone en duda. Sin embargo, es claro que Cervantes inventa todo, la indefinición, el dialogismo, la variedad de voces, la diversidad de las fuentes, la complicidad con el lector..., y ofrece como resultado una obra literaria abierta, no dogmática, imaginaria, susceptible de interpretaciones mil, todas discutibles, en las que el humor y la ironía juegan un papel esencial.
En la grande aventura de la cueva de Montesinos y de las admirables cosas que contó, por su imposibilidad y grandeza, nos dice su distante autor, que hace que se tenga por apócrifa. Este guiño a los lectores nos hace sonreír, regocijarnos, deleitarnos con sus palabras.
Que hable el traductor:
Dice el que tradujo esta grande
historia del original, de la que escribió su primer autor Cide Hamete
Benengeli, que, llegando al capítulo de la cueva de Montesinos, en el margen
dél estaban escritas, de la mano del mesmo
Hamete, estas mismas razones:
“No me puedo dar a entender, ni me puedo
persuadir, que al valeroso don Quijote le pasase puntualmente todo lo que en el
antecedente capítulo queda escrito: la razón es que todas las aventuras hasta
aquí sucedidas han sido contingibles[28]
y verisímiles, pero ésta desta cueva no la hallo entrada alguna para tenerla
por verdadera, por ir tan fuera de los términos razonables. Pues pensar yo que
don Quijote mintiese, siendo el más verdadero hidalgo y el más noble caballero
de sus tiempos, no es posible; que no dijera él una mentira si le asaetearan.
Por otra parte, considero que él la contó y la dijo con todas las
circunstancias dichas, y que no pudo fabricar en tan breve espacio tan gran
máquina de disparates; y si esta aventura parece apócrifa, yo no tengo la
culpa; y así, sin afirmarla por falsa o verdadera, la escribo. Tú, letor, pues
eres prudente, juzga lo que te pareciere, que yo no debo ni puedo más; puesto
que se tiene por cierto que al tiempo de su fin y muerte dicen que se retrató[29]
della, y dijo que él la había inventado por parecerle que convenía y cuadraba
bien con las aventuras que había leído en sus historias” .
(Quijote,
II-XXIV)
Al introducir en el texto este fragmento, Cervantes, consciente y seguro de su técnica narrativa, la perspectiva, no sólo cuestiona la apariencia de verdadero de lo que nos ha relatado por lo increíble que resulta, sino que también profundiza en la polifonía hasta sus cotas más altas, dado que la fábula es puesta en entredicho por el autor, por el traductor, por el narrador, y hasta por los mismos personajes, con Sancho Panza a la cabeza...
El perspectivismo de Cervantes, o justificación de diferentes puntos de vista sobre la realidad, va dejando huellas incesantes a lo largo de la obra; veamos este otro fragmento:
[...]Pero
dime, Sancho, ¿traes bien guardado el yelmo de Mambrino, que ya vi que le
alzaste del suelo cuando aquel desagradecido le quiso hacer pedazos pero no
pudo, donde se puede echar de ver la firmeza de su temple?
A lo cual respondió Sancho:
–Vive dios, Señor Caballero
de
–Mira, Sancho, [...] que
tienes el más corto entendimiento que tiene ni tuvo escudero en el mundo. ¿Qué
es posible que en cuanto ha que andas conmigo no has echado de ver que todas
las cosas de los caballeros andantes parecen quimeras, necedades y desatinos, y
que son todas hechas al revés? Y no porque sea ello así, sino que andan entre
nosotros siempre una caterva de encantadores que todas nuestras cosas mudan y
truecan, y las vuelven según su gusto y según tienen la gana de favorecernos o
destruirnos; y, así, eso que a ti te parece bacía de barbero me parece a mí el
yelmo de Mambrino y a otros le parecerá otra cosa.
(Quijote, I-XXV)
La veracidad de lo narrado se la arroja a sus lectores para que ellos decidan afirmar lo cierto o lo falso de lo que están leyendo. He aquí la sustancia de lo literario en la concepción Cervantina, anticipándose muchos años a la modernidad.
En Quijote I-VIII, queda, después de la aventura de los molinos de viento y la de los frailes benitos, la del vizcaíno, que Cervantes deja interrumpida al poner como excusa que le faltan datos, que carece de la necesaria información: en este punto y término deja pendiente el autor de esta historia esta batalla, disculpándose que no halló más escrito destas hazañas de don Quijote [...]
Esta interrupción de la narración en el momento álgido, en su punto más interesante, fue un recurso literario frecuente en los libros de caballerías y en los poemas épicos; pero en su obra lo usa Cervantes con ironía.
Hasta aquí se ha contado la historia de don Quijote en primera persona (no quiero acordarme) por un narrador innominado e indiferente, que ha recibido, accidentalmente, los datos que el mismo don Quijote ha confiado al supuesto historiador que escribirá sus aventuras.
Poco después se dice que hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; con esto, Cervantes crea una cierta anfibología, un equívoco intencionado sobre la identidad de los narradores, traductores y revisores de esta verdadera historia; así quedan alteradas y modificadas las fuentes y con ellas la perspectiva, dando lugar a discusiones entre los críticos del Quijote, lo que Pedro Salinas calificaba de “crítica hidráulica”, pero dentro de la misma ficción.
Sin embargo, será en Quijote, I-IX donde se nos desvele que el autor desta historia no son los autores anónimos que nombraban de formas distintas a don Quijote al inicio de la obra (Quijada, Quesada o por conjeturas verisímiles Quijana), sino Cide Hamete Benengeli, así que el segundo autor, aludido después, podría ser el mismo Cervantes y eso sin tener en cuenta al interprete que aparece más abajo.
Quizás por eso, Cervantes en el Prólogo se considera padrastro
de don Quijote (Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de don
Quijote [...]). Así la historia de don Quijote se simula real y recogida en
los anales de
Causome esto mucha pesadumbre porque el gusto de
haber leído tan poco se volvía en disgusto de pensar [...] lo mucho que a mi
parecer faltaba de tan sabroso cuento.
Aquí se está refiriendo a la aventura con el vizcaíno.
De este modo, “el segundo narrador o, quizás mejor, el narrador paralelo convertido en lector, toma la palabra en primera persona para contar su aventura personal con relación a la historia contada y a la que se va a contar; se recupera así el yo con que comenzaba el libro” (Rico, Francisco, 2001, p. 105).
El nombre de Dulcinea del Toboso, que aparece en una nota marginal, da la
pista del descubrimiento del manuscrito donde está escrita
“La figura, nombre y función del autor ficticio Cide Hamete Benengeli, y del traductor morisco toledano, plantean infinitud de problemas a la crítica textual al presentarse como simple traductor de una obra escrita por otro; este es un recurso frecuente en los libros de caballerías” (Rico, Francisco, 2001, Quijote, I-IX , nota 26):
Estando yo un día en el Alcaná[30]
de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un
sedero; y como yo soy aficionado a leer [...] tomé un cartapacio [...] y vile
con caracteres que conocí ser arábigos, y puesto que aunque los conocía no los
sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado[31]
que los leyese, [...]. En fin, la suerte me deparó uno [...], que, diciéndole
mi deseo, y poniéndole el libro en las manos le abrió por medio y, leyendo un
poco en él, se comenzó a reír.
Preguntele yo de qué se reía y respondiome de
que una cosa que tenía aquel libro escrita en el margen por anotación. Díjele
que me la dijese, y él, sin dejar la risa, dijo:
–Está, como he dicho, aquí en el margen
escrito esto: “esta Dulcinea del Toboso tantas veces en esta historia referida,
dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda
Cuando yo oí decir “Dulcinea del Toboso”
quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos
cartapacios contenían la historia de don Quijote [...] dijo que decía:
“Historia de don Quijote de
(Quijote, I-IX)
Como podemos ver en el título del manuscrito encontrado no aparecen los calificativos referidos a don Quijote, ni el de ingenioso, ni el de hidalgo, ni el de caballero; se supone que son añadidos del editor, Cervantes, que se convierte de este modo en el primer lector intérprete.
En consecuencia, podemos decir que el juego de los diversos autores en
1.3. La verdad de las mentiras de Don Quijote:
algunas claves de la parodia
Señala Vargas Llosa (2002, pp. 16 y ss.) que las novelas mienten, pero mintiendo, dicen una curiosa verdad, que se expresa encubierta, disfrazada de lo que no es. El camino de la verdad y de la mentira, en el mundo de la ficción, está sembrado de trampas y los oasis suelen ser espejismos. Casi siempre el novelista parte de algunas experiencias vivas en la memoria que funcionan como estímulos para su imaginación, y luego fantasea algo que refleja de manera muy infiel esos materiales de trabajo. No es el carácter “realista” o “fantástico” de la anécdota el que traza la línea fronteriza entre verdad y mentira en la novela. Siempre, los hechos, al ser narrados, son susceptibles de una profunda modificación; pero también se produce una segunda alteración: la transformación del tiempo; la vida fluye, no se para, es inconmensurable, un caos en el que cada historia se mezcla con todas las historias y por esto no empieza ni termina jamás. La vida de la ficción es un simulacro en el que el desorden se torna orden, organización, causa y efecto, fin y principio. El poder de la novela no está sólo en el lenguaje en que se escribe, sino también en su sistema temporal, en cómo pasa la vida por ella; cuándo se terminan unas acciones y comienzan otras. Sin embargo, la verdad de la novela no depende de eso, sino de su capacidad de persuadir, de la eficacia comunicativa de su fantasía, de la atracción de la magia que desprenda. “Decir la verdad” para una novela denota hacer sentir al lector la ilusión de vivirla, y “mentir”, manera como discurre en ella la existencia: cuándo se detiene, cuándo continúa y cuál es la perspectiva cronológica del narrador para descubrir ese tiempo inventado. Si entre las palabras y los hechos hay una distancia (invenciones, tergiversaciones y exageraciones de los recuerdos, de las vivencias interiorizadas, de los hechos que han calado en lo más profundo del alma humana), entre el tiempo real y el de una ficción hay una sima. El tiempo novelesco es un anticipo fabricado para conseguir ciertos efectos psicológicos; en ese espejismo de don Quijote, el tiempo es eterno presente, sin pasado ni futuro; un laberinto en que pasado, presente y futuro coexisten anulándose y en el que la vida aparece transformada.
Este orden temporal, añade
Vargas Llosa, es invención, un añadido de Cervantes, que aparenta recrear la
vida cuando verdaderamente la rectifica. De forma brutal, la ficción traiciona
la vida, encerrando en una trama de palabras que la achican y la ponen a
disposición del lector; así puede enjuiciarla, comprenderla y vivirla con
transgresiones que la sociedad no toleraría nunca. En tanto la narración
quebranta y violenta lo real, el Periodismo o
No es contradictorio asegurar, dice Vargas Llosa, que la novela hunde sus raíces en la experiencia humana, por muy delirante que sea lo que aparezca en la ficción; el peligro que encierran las novelas es tomar lo que dicen literalmente, aceptar a ciegas que la vida real es como aparece descrita en ellas. Esto es lo que le sucede a Alonso Quijano el Bueno, que la lectura continuada de los libros de aventuras y caballerías le han quitado el seso, infiltrando en su magín alucinaciones que confunde con la realidad y que le hacen creer que la vida es como lo que relatan las ficciones; su empeño irrealizable de vivir la ficción nos inquieta profundamente, porque encarna un ideal imposible: el querer ser distinto de lo que es, en palabras de Vargas Llosa, y esta es la aspiración de los humanos por excelencia; de ella nace lo mejor y lo peor de las civilizaciones, y de ella también se alumbraron las ficciones que nos transforman, dejando de ser lo que somos, para participar en experiencias que nos son ajenas. De ahí el proceso de quijotización de Sancho Panza, que a menudo, deslumbrado, acepta el sueño estético de don Quijote, las fantasías que encarna, aunque a veces cae en la cuenta de que está loco, aunque sea un loco que tira a cuerdo. Las mentiras de don Quijote no son nunca gratuitas, llenan las insuficiencias de la vida, las insatisfacciones, los tráfagos de la existencia. Precisamente por esto, señala Mario Vargas Llosa, los inquisidores españoles[32] fueron los primeros en entender los peligros de la naturaleza de la ficción y por eso prohibieron que se publicaran o importaran novelas en las colonias hispanoamericanas con el argumento de que esos libros eran disparatados y absurdos y podían perjudicar la salud espiritual de los indios. Empero, de lo que en realidad se dieron cuenta es que vivir las vidas que uno no vive es fuente de ansiedad, de angustia, un desajuste con la existencia propia que puede transformarse en rebeldía, adoptando aptitudes transgresoras frente a lo establecido. Y esta es la posición de Cervantes, que valiéndose de la perspectiva, clama contra los valores que rigen y gobiernan la vida de aquellas gentes de finales del Renacimiento que estaban entrando de lleno en los desengaños del Barroco español.
Avalle-Arce, Juan Bautista (1976, págs. 174 y ss.) afirma que el ensueño
despierto sucede en la sierra Morena, expuesto al aire, a la luz y al viento (locus
amoenus), mientras que el sueño dormido ocurre en lo más hondo, oscuro y
recogido de una sima llamada la cueva de Montesinos. Simbólicamente, la
penitencia de Sierra Morena nos muestra un don Quijote que piensa que ha
elevado su vida a las alturas del ideal artístico; en cambio, la cueva de Montesinos
es donde don Quijote desciende a las profundidades del desengaño y que
conducirá a Alonso Quijano el Bueno a la muerte, después de ser
derrotado por el Caballero de
Para María Rosa Lida de
Malkiel (1955, págs. 156-162), ese sueño es una magnífica y burlesca ficción de
acuerdo con las fantasías caballerescas que se inspiran en un relato similar de
Las sagas de Esplandián, que se articula con una serie de elementos
carolingios y artúricos según las variantes del romancero castellano:
Montesinos procede del protagonista del cantar de gesta francés Aiol et
Mirabel, finales del XII, del que surgirán toda una serie de variantes
orales durante el siglo XVI en
Así pues, frente a los disparates eruditos del estudiante, nos encontramos con las fantasías de don Quijote que está convencido de haber hablado con personajes del Romancero y haber contemplado a Dulcinea encantada.
Con todo, estas fantasías de Don Quijote nos llevan a preguntarnos: ¿qué diferencias existen entre la objetividad científica y la verdad subjetiva de don Quijote? La sociedad occidental siempre ha tendido a identificar la verdad con la constatación de la objetividad; quizás debamos profundizar un poco más y pensar en la posibilidad de que la verdad está constituida por una dimensión relevante, aunque no única, de subjetividad. La verdad, quizás, poco tenga que ver con la constatación de un hecho concreto, sino con la actitud del sujeto que nos habla.
¿Miente don Quijote cuando narra lo que ha visto? ¿Qué hay de objetividad y de verdad en el acto de enunciación de don Quijote al expresar con palabras lo que confirma haber visto en las profundidades de la cueva? Creemos que no. Ya veremos por qué.
1.4. Componentes artúricos del relato
Los libros de caballerías recogían el ideal de las energías del hombre de su época: la aventura caballeresca. En el siglo XV se produce una gran transformación de la nobleza feudal haciéndose cortesana; se cambia su rudeza primitiva por gustos más refinados como la afición por la poesía y las justas y torneos, espectáculos con poco riesgo a pesar de que se ponía a prueba el valor personal de los caballeros. El concepto de caballero se idealiza al formar parte de ellos mismos el amor y el heroísmo. La aguerrida agresividad de los señores feudales se suaviza; ya no tienen en sus manos el poder político que ha pasado a los reyes. Si la antigua vida de acción había inspirado el mundo épico, la vida cortesana inspirará la novela de caballerías, cuyos héroes, meros fantasmas en la época de Cervantes, se lanzan a aventuras empujados por una exaltación individualista, quimérica y gratuita, con la finalidad del enamorado servicio hacia su dama. Mientras que en las gestas heroicas, el amor ocupa un lugar secundario, ahora se transforma en la esencia de toda novela de caballerías. Por otro lado, la actividad del héroe épico se desarrolla en límites geográficos reales; en cambio, en las novelas de caballerías la acción sucede en lugares muy variados, incluidos los imaginarios, en función sólo de las aventuras.
Siguiendo a Riquer, Martín
de y Valverde, José María (1984, pp. 105 y ss.), este tipo de literatura tuvo
gran difusión en España, pero nació en Francia con la novela cortesana o roman
courtois[33],
inspirada en dichos ideales y que toma como fuentes: leyendas clásicas, como
la de Alejandro o la de Troya, relatos orientales, y sobre todo, asuntos
derivados de leyendas de Bretaña: Tristán e Iseo, los caballeros del Santo
Grial, como Parsifal y Merlín, el rey Artús, Lanzarote y los caballeros de
A pesar de la variedad de temas y origen, esos libros se centran en tres ciclos el de Roma, el menos abundante; el de Francia, cuyo centro es Carlomagno, muy difundido en España desde la poesía épica, y el de Bretaña, de origen celta, y de máxima importancia en su gestación.
Las primeras muestras de la
novela de aventuras y de caballeros, llamadas romans de la materia de
Bretaña, tienen como héroe al caballero; su acción se desarrolla en
Durante cuatro siglos poblaron la novela de la materia de Bretaña los mismos personajes consagrados: el rey Artús, Lancelot, Tristán, Perceval, Gauvain, Galaad o la reina Guenièvre, es decir, que entes de ficción, hijos de la creación literaria de un primitivo autor, adquirieron tal verismo que se supusieron “históricos” y que existieron en un pasado remoto.
No es el mismo caso de un Carlomagno, de un Roldán o de un Cid Campeador que en la epopeya aparecen desfigurados por la leyenda. En la novela bretona o artúrica medieval se daban los criterios modernos de la autoría literaria que no permitían que entes de ficción creados por un autor figurasen en narraciones realizadas por otro; recordemos el escándalo que produjo en el siglo XVII que Avellaneda se apoderase de don Quijote y Sancho, creaciones Cervantinas.
Tal vez la diferencia más notable entre los Cantares de Gesta y las Novelas de caballeros y de aventuras es que éstas son obras literarias para la lectura, mientras que los Cantares se destinaban a ser recitados de viva voz por los juglares. Los grandes señores aficionados a las letras encargaban a buenos calígrafos y a excelentes miniaturistas la confección de bellos manuscritos de las Novelas de caballeros y aventuras.
Un problema oscuro, señala
Martín de Riquer, es la presencia de elementos legendarios y mitológicos que
pudieran haber influido en el nacimiento y temática de la materia de
Bretaña. Los autores de las primeras novelas afirman a veces que sus asuntos
los han tomado de tradiciones celtas o bretonas. Pero lo que se puede afirmar
es que eran hombres, los del siglo XII, de gran cultura, que saben latín y que
leen a autores latinos como Virgilio y Ovidio, y que dominan la mitología y las
leyendas clásicas. De ahí que la novela, el roman, nace en adaptaciones
francesas de la epopeya culta latina, como sucede con La novela de Tebas
(h. 1150), cuyo autor, culto y anónimo, traslada el poema épico
Es muy posible que la llamada materia de Bretaña deba algunos de sus elementos a la antiquísima tradición legendaria bretona o celta. Sin embargo, la tradición romana influyó poderosamente en el nacimiento de las novelas francesas en torno a la corte del rey Artús e incluso es posible que su figura sea una evolución de la del histórico prefecto romano Lucius Arturius Castus, que mandó legiones en Bretaña.
La historiografía de
Bretaña en latín cuenta con obras importantes, de actitudes y tonos distintos.
Ya a mediados del siglo VI, Gildas escribió una obra histórica sobre la conquista
de Bretaña por los romanos a los que admira profundamente y trata a los
bretones de cobardes y despreciables. En el siglo VIII, San Beda el Venerable
escribe una Historia eclesiástica de los anglos, y adopta un tono justo
e imparcial. A principios del siglo IX un anónimo escribe Historia de los
bretones (Historia britonum); cae en errores y confusiones que se
incorporan a la historiografía posterior como cosas verdaderas y enmarañan la
historia con fantasías. Este anónimo es el primer autor que nos habla de una
misteriosa torre que se derrumba todas las noches y cuyo maleficio solo podía
destruir la sangre de un niño nacido de mujer virgen, que resulta ser un tal
Ambrosio, de familia consular romana. En un breve pasaje de
A mediados del siglo XII el
monje bretón Godofredo de Monmounth escribe
Siguiendo la leyenda clásica de los amores de Júpiter con la esposa de Anfitrión, de los que nació Hércules[36], el mito que escenifica Plauto, el monje bretón inventa los amores de Uther, rey de los bretones, e Ingern, esposa del duque de Cornualles, de los que nace Arturo o Artús, nombre que toma de San Beda; le convierte en un rey victorioso, una especie de héroe de cantar de gesta y del Alejandro Magno medieval. Describe el boato de su corte; crea un gran imperio y hace vasallos suyos a muchos reyes. Y así nace en la literatura uno de los entes de ficción más importantes de la literatura medieval.
Además el monje de Oxford escribió una Vida de Merlín en versos latinos, tan importante en los temas del ciclo que nos ocupa. Así Godofredo dota a su patria de una historia llena de aventuras fantásticas y maravillosas que provocarán la admiración de los conquistadores normandos que habían ocupado el país. Los normandos entran en Inglaterra animados por el Cantar de Roldán y que difundieron por todas las tierras conquistadas dando culto a Carlomagno[37] y a sus conquistas, muy exageradas por la leyenda.
Frente a este Carlomagno, conquistador y dominador del continente europeo, el bretón Godofredo opuso la ficción del rey Artús, señor de un vasto imperio nórdico, y capaz de atravesar Francia con sus huestes para enfrentarse a la misma Roma.
La fabulosa historia del
rey Artús se nutre de
La novela moderna nace, pues, disfrazada de historia, y el novelista prefiere ser considerado un historiador a que lo conceptúen de creador de personajes de ficción y de conflictos. Esta actitud pueril de los orígenes se hizo habitual y hasta pedante con el paso del tiempo; por eso Cervantes insiste en su parodia que las aventuras de don Quijote son historia verdadera.
1.5. Elementos carolingios de la cueva
La leyendas bretonas son anteriores a la aparición de las primeras novelas francesas que versaron sobre la materia de Bretaña. Cabe la posibilidad de que en el género existiera alguna influencia de leyendas celtas anteriores a los textos del Tristán y de las narraciones de autores como Chrétien de Troyes, uno de los más antiguos, en francés, que trató temas del ciclo bretón.
Los amores de Tristán e Iseo, de los más fatales y desgarradores de la literatura occidental, fueron cultivados por muchos escritores. Ya sabemos que la novela caballeresca no sólo relata hazañas y acciones bélicas, sino también grandes amores con las diversas damas que en ella aparecen.
Sabemos que Chrétien de
Troyes escribió una obra perdida en la que se desarrolla un episodio de la
historia de Tristán, pero también se sabe que este gran novelista se mostrará
contrario moralmente a los amores de la pareja. La gran escritora María de
Francia, en su cuento Madreselva, recoge una sencilla anécdota de la trágica y
complicada historia de los dos amantes, llena de poesía y de misterio. Antes de
estas manifestaciones, solo se conservan alusiones a Tristán e Iseo en poetas
que escriben en lengua provenzal. Existió un Tristán, hoy perdido, cuyo autor
fuera un tal
El más antiguo Tristán es de la segunda mitad del siglo XII; aparece en dos poetas: Béroul y el anglonormando Thomas d´Angleterre. Con variaciones y otras refundiciones francesas más modernas, permiten una reconstrucción de la novela original y primera, pero con variaciones distintas de algunos episodios:
De los amores furtivos entre Blancaflor, hermana del rey Marc de Cornualles, y de Rivalén, rey de Leonis, nace un niño, muriendo su madre en el parto; se le pone el nombre de Tristán, el triste. A esta criatura le estaban reservadas trágicas situaciones amorosas y heroicas hazañas militares. Educado por el escudero Govenal en el arte de la caballería y convertido en excelente músico, Tristán, a los 15 años, ingresa en la corte de su tío el rey Marc, quien siente por él una gran ternura. El combate individual de Tristán constituirá un tema que se repite constantemente en las novelas de caballerías; lo normal es que el protagonista derribe con la lanza al adversario cuando a éste se le ha quebrado la que empuñaba.
El antiguo Tristán, tan
divulgado hacia 1150, es una obra de colaboración de varios autores que han
transmitido a la posterioridad una de las más bellas y obsesionantes fábulas,
llena de emoción, de misterio y de desazonado sentimentalismo: se centra en los
amores adúlteros de Tristán y de la hermosa Iseo, la rubia, esposa del rey Marc
de Cornualles, tío de aquel, amor que ha surgido fatalmente y contra la
voluntad de los dos jóvenes, porque bebieron un filtro mágico que unía en amor
irrompible a quienes lo tomaban juntos. Se presenta a Tristán como un artista,
que tañe el arpa con gran maestría, y como caballero valeroso, pues vence al
temible gigante irlandés Morholt, que exigía un tributo humano[38]
al reino de Cornualles. Iseo, joven experta en medicina y magia, se ve
en el conflicto de ser fiel a su marido y claudicar ante el amor apasionado que
siente por Tristan; al saber que Tristán está a punto de morir en
La relación de Tristán con las dos mujeres, Iseo la rubia e Iseo la de las blancas manos, es una mimesis de la situación amorosa de Paris con Enone y Helena.
El Tristán no es una novela de aventuras y de maravillas inverosímiles, como lo son las de Chrétien de Troyes, sino una humana y torturada historia de amor, tan sencilla como intensa en la pasión, y en la que los variados episodios no hacen más que acrecentar el dramatismo. Tristán e Iseo no pueden luchar contra la fuerza maléfica del bebedizo que los mantiene estrechamente enamorados. El carácter mágico de la fábula da a estos trágicos y desmesurados amores una grandeza mitológica.
La producción literaria de Chrétien
de Troyes, el primer novelista moderno, se puede situar entre los años
1160-1190; fue natural de
Antes de escribir sus novelas, había traducido el Arte de amar y Remedios de amor de Ovidio, hoy perdidas. Luego compuso la novela caballeresca Erec; una narración sobre la fábula de Tántalo; otra sobre la fábula mitológica de Tereo, Filomena y Progné, que se transformaron en abubilla, golondrina y ruiseñor; las dos están tomadas de las Metamorfosis de Ovidio[39], donde aparecen juntas en el libro VI.
Obra de juventud, perdida,
es la que trataba del rey Marc e Iseo la rubia. Las traducciones y
adaptaciones que hizo de las obras de Ovidio, le hacen familiarizarse con
actitudes sentimentales, estados de ánimo y problemas del corazón, que luego
expondrá en la trama de sus novelas caballerescas, de frecuentes crisis
amorosas; asimismo asimiló el estilo narrativo de la fábula mitológica clásica,
con su irreal trama, su fondo misterioso, sus aberrantes transformaciones, y la
asimilación de lo maravilloso y del ensueño. Todo esto quedará plasmado en sus
novelas caballerescas situadas en el exótico ambiente de
Con su novela Erec,
comienza el cultivo de los temas artúricos de la materia de Bretaña; en
pareados octosilábicos, tradición narrativa instaurada por las adaptaciones
francesas de
Se abre con el episodio del ciervo blanco y el de la conquista del gavilán, emprendidas por el rey Artús y sus caballeros, cuando reúne su corte para Pascua en su Castillo de Caradigán. Según la antigua costumbre, el que logre matar al ciervo dará un beso a la más hermosa doncella de la corte. Erec será el vengador de la reina Ginebra ofendida y consigue el amor de Enide, hija de un humilde vasallo, cuya belleza y virtudes la harán excelente entre todas las doncellas de la corte al recibir el beso del rey Artús, cazador del ciervo blanco.
Erec y Enide se casan, abandonan la corte del rey Artús y viven en el reino de Estre-Gales, regido por Lac, padre del joven caballero, que solo vive para el amor, como príncipe heredero, hasta suceder a su padre, una vez que muera. Sin embargo, la sociedad reprueba su conducta de abulia, indiferencia y cobardía. Ante esto, el caballero se impone la tarea de recobrar su prestigio social y ante su misma esposa, a la que obliga a adornarse con sus mejores joyas y vestidos; los dos emprenden un largo vagabundeo por tierras hostiles y solitarias, precediéndola en silencio como caballero, armado con sus mejores armas. Enide es el cebo para aventureros, ladrones y caballeros infames, que caerán sobre ella atraídos por su belleza y por las riquezas de sus atavíos; Erec la defenderá y se impondrá a los asaltantes, y así el recupera, por su valentía, el prestigio caballeresco, porque, en el código de honor de los caballeros, la personalidad fuerte se adquiere con una serie continuada de afanes, trabajos y luchas, que éstos llaman aventuras.
La novela no describe una crisis de amor conyugal, sino una crisis de las virtudes caballerescas –nadie se gana un lugar preeminente con un solo triunfo–, y coincide con las poesías de trovadores que atacarán a los caballeros que se entreguen al ocio, a la sensualidad y a la molicie, en unos momentos históricos en los que las cruzadas exigen que partan para Oriente por el Sepulcro de Cristo. Este es el polémico tema implícito en el Erec de Chrétien de Troyes. Algunos manuscritos se ilustraron con miniaturas en las que aparecen caballeros cruzados con cabezas de turcos en las puntas de sus lanzas.
Otra de sus novelas es el Cligés,
cuya trama se desarrolla en los extremos de Occidente y de Oriente de Europa.
El joven Cligés, sobrino del emperador de Constantinopla Alís, es el encargado de traer de Alemania a la joven Fenice, hija del emperador de Alemania, y ambos se enamoran. Pero no traicionan ni se hacen deshonestos, porque Fenice preserva su virginidad mediante un filtro; y luego, a fin de reunirse con su amado, ingiere otro filtro que le da apariencia de muerta. Es el tema de la “enterrada viva”, que Shakespeare inmortaliza en Romeo y Julieta.
Se da un claro paralelismo entre Cligés y el Tristán: el héroe (Tristán, Cligés) es sobrino de un soberano (el rey Marc de Cornualles, el emperador Alís de Grecia), el cual toma por esposa a una joven princesa (Iseo, Fenice), y el héroe y la heroína se enamoran, creando una difícil situación; y un filtro o brebaje permite que la novela engañe al marido en la noche de bodas. Sin embargo, Tristán y la rubia Iseo traicionan al rey Marc, y fueron reprobados socialmente por eso; en cambio, Cligés y Fenice, gracias a dos artificios fundamentales (los filtros), logran no caer en la traición y consiguen que su amor juvenil pueda acabar en matrimonio. Esta razón permitirá a Chrétien de Troyes manifestar que sus personajes son de una categoría moral superior a la de los del Tristán. Fenice, cuando habla con su nodriza, reprocha a Iseo el haberse envilecido por amor, porque de su cuerpo se beneficiaron dos, y su corazón fue sólo de uno y defiende para ella: Quien posee el corazón, posea también el cuerpo. (Riguer, Martín de; ibidem, p. 147 ss.). El Cligés fue obra polémica, pero también de un gran fracaso; a través de los siglos, quien triunfó fue Tristán e todas sus formas (novela en verso, prosa, ópera, ballet, etc.). Chrétien de Troyes entendió que su Cligés no fue acertado y no nació para luchar contra el Tristán, como Cervantes venciéndolos, contra los libros de caballerías, nietos, al fin y al cabo, de las grandes novelas del escritor champañés.
Con El Caballero del León, Chrétien de Troyes vuelve a la fabulosa materia de Bretaña y a la biografía fantástica de un caballero de la corte del rey Artús. Lo maravilloso desempeña en la obra una importante función: el tema de la fuente de Broceliande cuya agua hervía a pesar de ser más fría que el mármol, a la sombra de un gran árbol, la bacía de metal, la grada singular, la tempestad provocada por el derramamiento de agua sobre aquella grada, los dos anillos, uno de los cuales lo recibe Ivain de Lunete, y tiene la virtud de hacer invisible a quien lo lleve cuando éste gira la piedra hacia la palma de la mano; el segundo lo recibe Laudine, y protege al que lo lleva de heridas y de prisión, mientras sea fiel al amor, etc.[42]
Ivain fue llamado el Caballero del León porque salvó a un león que estaba a punto de perecer víctima de una sierpe que vomitaba fuego, y la fiera, agradecida, lo siguió como un perro y lo ayudó en sus combates. El tema del león agradecido tiene una larga historia y aparece en buen número de obras literarias, como lo hizo fray Antonio de Guevara. El influjo de Ovidio es evidente en esta obra.
La psicología de Laudine,
la joven viuda que tan rápidamente pasa del dolor por la muerte de su marido a
aceptar un nuevo casamiento con quien lo mató, nuestro héroe Ivain, se
ha comparada con la liviana matrona de Efeso, de la que trata Petronio en el
Satiricón. Pero esta viuda es una especie de réplica de
Por un compromiso cortesano
y de muy mala gana, Chrétien de Troyes se puso a escribir El
Caballero de
El protagonista es Lancelot (el Lanzarote castellano), enamorado de la reina, esposa de Artús, la cual lo desdeña y lo somete a las pruebas más crueles y desagradables por haber vacilado unos instantes antes de correr en su auxilio al ser raptada por un caballero desconocido. Lancelot del Lac, de gloria literaria imperecedera, es un caballero comparsa tanto en el Erec, donde se menciona por primera vez, como en el Cligés. Nadie podía prever que se convertiría en el amante de la reina Ginebra.
En uno de los episodios, cuando Ginebra besa a Lancelot, un caballero, Galehault, hace de pantalla para ocultarlos a los ojos de las damas. Así, ese personaje se convierte en prototipo del tercero o mediador en amores, como recuerda Dante en el canto V del Infierno, cuando Francesca di Rimini dice que leyendo junto a Paolo Malatesta el Lancelot, al llegar a ese episodio éste la besó y añade que el libro y quien lo escribió fueron los inductores o terceros (Galehault) de su amor.
La idea del rapto de la
reina Ginebra es posible que constituya un relato legendario antiguo,
La última novela del autor francés, El cuento del graal, toca el tema del vaso maravilloso, y que los castellanos medievales llamaron grial. Lo dejó inconcluso porque murió antes, cuando el autor se encontraba en el punto culminante y el relato estaba plagado de enigmas que hábilmente había ido dejando y que quedaron sin respuesta; esto nos recuerda al romance castellano del conde Arnaldos, que se hace a la mar sin decir a nadie su canción. El cuento tuvo continuadores e imitadores y así aparece toda una literatura calificada del Santo Graal.
El cuento se abre con la
presentación del protagonista, llamado Perceval (Parsifal en las
versiones alemanas), adolescente, fuerte, hábil en el manejo de los dardos para
la caza mayor y de una gran ingenuidad porque se ha criado en una yerma
floresta solitaria de Gales, solo en contacto con su madre y los labradores.
Luego se sabrá que pertenece a un ilustre linaje de caballeros en decadencia y
que su padre y dos hermanos murieron en guerras y acciones de armas.
Con estos datos, decide acudir al Castillo de Carduel, donde se halla Artús, con gran dolor de su madre, y cuando Perceval vuelve la cabeza para verla por última vez, ve que su madre cae tendida al suelo, no sabrá si muerta o desmayada, porque no intenta averiguarlo y emprende su camino. Este será el gran pecado de Perceval que pagará caro.
Al llegar al Castillo, Perceval entra en la sala donde el rey Artús estaba sentado para comer con sus caballeros; lo hace a caballo y vistiendo sus rústicas ropas galesas y empuñando los venablos. En la corte se cumplen los antiguos vaticinios.
Su primera aventura es liberar a la hermosa y joven Blancaflor de su injusto asedio. En un combate singular, Perceval vence a los usurpadores. Escenas de amor se suceden entre el joven héroe y Blancaflor. La lucha entre Perceval y Clamadeu de las Ínsulas, una de sus primeras victorias, le da el poder suficiente para obligar al derrotado caballero a que acuda a la corte de Artús para confesar que el caballero de las armas bermejas le ha derrotado y ha restablecido el derecho y la justicia. Anteriormente, la hermosa Blancaflor, señora del Castillo de Belrepeire, le pidió que combatiera con el perverso Anguinguerrón el Rojo, que la tenía cercada; derrotado éste le despoja de sus ropas rojas sobre la loriga de mallas y el escudo rojo y se interna en el bosque sin preocuparse de la corte del rey. En su vagabundeo, Perceval llega al castillo de un viejo y experto valvasor, que le da lecciones prácticas del manejo de las armas, y el protagonista se convierte en un caballero físicamente preparado para llevar a cabo cualquier combate.
En las novelas de Chrétien de Troyes será frecuente que los caballeros viles o traidores que son vencidos, se les obligue por el vencedor a ir a la corte del rey Artús para confesar su rendimiento y arrepentimiento por las maldades realizadas; estas situaciones se repetirán constantemente en la novela caballeresca medieval y será parodiara por Cervantes en don Quijote, como cuando el hidalgo manchego pretende que Ginés de Pasamonte y los otros forzados vayan a Dulcinea con sus cadenas para informarla de la hazaña de quien les liberó.
Perceval, asaltado
por los remordimientos, sale del Castillo de Blancaflor, hacia
Cuando sale del Castillo,
encuentra una doncella que le informa que su madre murió en el instante de su
partida y que el caballero paralítico que vio dentro era un rey, tío del
muchacho, revelándole así su verdadera identidad: Perceval el de Gales.
El autor nos deja bien claro que Perceval es hijo de
El cuento va precedido de un largo prólogo-dedicatoria a Felipe de Alsacia, conde de Flandes, amigo de Tomás Becket, peregrino a Santiago de Compostela en 1172, y luego, en 1177 y 1178, fue a Tierra Santa, donde fue recibido como el salvador del reino cristiano de Jerusalén[43].
Cuando desaparece Perceval,
en algunos episodios posteriores, se narran las aventuras de Gauvain, el
sobrino del rey Artús y uno de los caballeros de
Con el Cuento del Graal,
Chrétien de Troyes alcaza la cumbre de su arte. Es un maestro de la
narración y la lleva, con gran seguridad y sin tropiezos, hasta el punto más
alto de interés; en llegando aquí, la interrumpe y pasa a otro tema, para
luego, por medio de recapitulaciones, seguir la trama principal con gran
habilidad. Sus procedimientos se extenderán a las novelas, y serán el
fundamento de los consejos de los preceptistas retóricos, cuyas normas hunden
sus raíces en
Junto al Tristán, el
medievo francés ha legado a occidente la leyenda del Graal, una de las más
fantásticas del género literario de Occidente. Ya en el siglo XIII aparecerá
una trilogía que continúa las obras de Chrétien de Troyes, se trata del Lancelot
en prosa,
1.6. El camino de Santiago y el Romancero
1.6.1. La
formación del Camino de Santiago
Con la invasión árabe (711), todo el suelo español cae en poder de los musulmanes, a excepción de pequeños focos de resistencia amparados en las montañas del Norte. Los cristianos que los constituyen se limitan, durante los siglos VIII y IX, a aprovechar las disensiones internas de los musulmanes para extender poco a poco su escaso territorio y a asolar la cuenca del Duero, evitando así la proximidad del enemigo.
Los Estados cristianos sentían la continuidad histórica con el reino visigodo, bajo el cual se habían forjado el concepto nacional y la unidad religiosa de España.
Al ocupar los moros la mayor parte de nuestro
suelo, el nombre de Spania llegó a usarse como sinónimo del Andalus,
pero nunca perdió el valor que le habían dado San Isidoro y los Concilios
toledanos: Covadonga había sido “la salvación de España”, que se vería
restaurada mediante la expulsión de los sarracenos. Tales ideas, que
encontramos repetidas en los cronicones, agrupaban a los distintos Estados en
la empresa reconquistadora. (Lapesa, R., 1962, p. 112 y ss.).
La formación del Camino
de Santiago tendrá una gran importancia para la literatura. Son tres los
elementos fundamentales de la tradición española sobre Santiago:1º. La estancia
de Santiago en España, en viaje de evangelización y su vuelta a Jerusalén donde
fue martirizado el año 44 de nuestra era[44];
2º. La traslación de sus restos[45],
por vía marítima, a España, donde sus discípulos les dieron tierra en el Finisterrae
de Galicia, y 3º. El hallazgo de estos restos[46],
en las proximidades de la ciudad episcopal de Iria Flavia (actual Padrón), por
el obispo de la ciudad, Teodomiro, a comienzos del siglo IX. Este último
suceso, ya pertenece a
Las circunstancias, la organización inmediata de su culto sepulcral y la
apertura del camino físico, que uniría el Finisterre galaico con el resto de
Se asoció deliberadamente
Compostela y Aquisgrán, la capital política del Imperio Carolingio. El apóstol
Santiago se apareció en sueños a Carlomagno, le explica el sentido de
La versión del Pseudo-Turpín
presenta a Carlomagno como campeón de
“Pseudo-Turpín”, por atribuirse al Arzobispo de Reims, Turpín o
Tilpin (749-794), benedictino, Arzobispo de Reims, convertido por la leyenda en
“Par” de Carlomagno. Bajo su nombre circuló profusamente en
El adopcionismo[47]
dejó de ser una amenaza para
La organización del culto, de la peregrinación y del Camino de Santiago,
como instrumentos de la integración progresiva de
La red viaria principal
del Camino de Santiago en Francia y España constaba de cuatro rutas
principales: La “tolosana” por Toulouse, la “podense” por Le Puy, la
“lemovicense” por Limoges, y la “turonense” por Tours. La primera cruzaba los
Pirineos por el Somport. Las otras tres, tras juntarse previamente en la
localidad francesa de Ostabat, penetraban en España por Roncesvalles. Las dos
rutas resultantes, la de Somport y la de Roncesvalles, confluían a su vez, en
Puente
De las escuelas monásticas salían letrados capaces de
escribir cronicones u obras de teología, y monjes que se dedicaban a copiar
manuscritos. El espíritu de San Isidoro de Sevilla daba sus últimos destellos,
más pobres en el Norte que entre los mozárabes; pero de él se nutrieron San
Beato de Liébana[48],
cuyas obras circulaban en preciosos códices miniados. Destacaron Teodulfo,
obispo de Orleáns, que tanto contribuyó al renacimiento carolingio, y Alfonso
III, que tuvo fama de sabio. En los nobles, al lado de la destreza en las armas
y el valor guerrero, se estimaba el conocimiento del derecho.
Hasta el siglo
XI las comunicaciones de
Tras la pesadilla de Almanzor, los moros dejan de ser enemigos temibles hasta la venida de los almorávides. Los cristianos, inferiores en cultura y refinamiento, les superan en vitalidad. La peregrinación a Santiago resultaba penosa; desde Roncesvalles seguía un camino abrupto, entre montañas. Sancho el Mayor lo desvía, haciendo que atravesara por tierra llana. A partir de entonces afluyen a Compostela innumerables devotos europeos; la abundancia de franceses da a la ruta el nombre de “camino francés”.
Los siglos XI al XIII marcan el apogeo de la inmigración ultrapirenaica en España, favorecida por enlaces matrimoniales entre reyes españoles y princesas francesas y de Occitania. Todas las capas de la sociedad, nobles, guerreros, eclesiásticos y menestrales, experimentaron la influencia de los visitantes y colonos extranjeros. Las literaturas peninsulares se vieron influenciadas por los poetas franceses y provenzales que acompañaban a los señores extranjeros en sus peregrinaciones a Compostela o frecuentaban las cortes españolas. Los reyes Alfonso VII y Alfonso VIII de Castilla, y el aragonés Alfonso II, les dispensaron honrosa y espléndida acogida.
1.6.2. El Romancero viejo
Durante
Así aparecen los romances de tema épico, agrupados en ciclos en trono a la figura de distintos héroes: el de los Infantes de Salas o de Lara, el cerco de Zamora y el Cid, Bernardo del Carpio[49], Fernán González, don Rodrigo; los de tema histórico; los fronterizos; los novelescos, que constituyen la serie más abundantes; los de tema bíblico y clásico; los religiosos (los más tardíos, de fines del XVI y XVII), hasta llegar a los romances sobre la “materia de Francias”, los que especialmente nos interesan en estas páginas, es decir, de tema carolingio, que se funden y confunden en la tradición española con el tema artúrico: de ahí que surjan algunos personajes como Belerma, Rosaflorida y Montesinos, Lanzarote, Tristán, etc.
El papel de los juglares españoles en contacto con los franceses hizo que muchos asuntos carolingios pasaran a la epopeya castellana; la leyenda del rey Rodrigo inspiró la gesta francesa de Ansëis de Cartage; y el poema Mainete o mocedades de Carlomagno nació en Toledo, por influjo de la leyenda que celebraba los amores de Alfonso V con la mora Zaida.
El romancero castellano incluyó bastantes temas de la épica francesa, en el que aparece todo un ciclo de romances sobre el personaje histórico de Carlomagno y su corte: Roldán[50], Beltrán[51], los Doce Pares, Gaiferos[52], Montesinos, la derrota de Roncesvalles, el conde Dirlos, Rosaflorida, etc. Según Milá y Fontanals y después Menéndez Pelayo, las fuentes de estos romances son los libros de caballerías franceses; estos críticos estimaron que la vieja épica francesa se había perdido cuando se compusieron estos romances.
La novela de caballeros en España incorporan temas franceses, y alcanzan su máximo esplendor y difusión en el Renacimiento, que, con rasgos singulares y renovados, perdurarán hasta la publicación del Quijote. Es evidente que la literatura de caballeros en la península Ibérica se importa de Francia. El público cortesano y caballeresco español demandaba este género de literatura y que se difundió por todas las clases sociales, prestando temas y personajes al Romancero.
La novela caballeresca española, en sus primeros tiempos, incorpora
asuntos tomados de Cantares de Gesta; a principios del siglo XIV se hace una
versión en prosa de
El Caballero Zifar es la primera novela de caballerías originalmente española; no es ni traducción ni adaptación; aparece hacia 1300 y lleva el nombre de Libro del Caballero de Dios, más conocida por un segundo título El Caballero Zifar, cuyo autor es probablemente el arcediano de Madrid Ferrand Matínez. Su gran arte radica en combatir elementos dispares, de orígenes diversos, como son el asunto de ciertas gestas francesas y detalles tomados de la materia de Bretaña, leyendas cristianas y relatos orientales, y gran cantidad de ejemplos moralizadores y consejos didácticos de carácter político.
A Castilla llegan las creaciones literarias de Francia (adaptaciones de
las gestas históricas provenzales y francesas que aparecen en
En sí mismo, el nombre de Montesinos ejerce en don Quijote una extraña atracción por el prestigio que le dio el Romancero; en su entorno social, también brillan con luz propia Durandarte, Belerma y el sitio de Roncesvalles[53]. La épica idealiza a esta constelación de personajes hasta la sublimación y la historieta que cuenta a su reducido auditorio de oyentes (Sancho y el Primo) la conocía don Quijote por los romances épicos.
Avalle-Arce nos transcribe (1976, p. 181) uno de los romances que más se acercan a lo que dice haber visto don Quijote en las profundidades de la sima:
¡Oh Belerma! ¡oh Belerma! por mi mal fuiste engendrada,
que siete años te seguí sin de ti alcanzar nada;
agora que me querías muero yo en esta
batalla.
No me pesa de mi muerte aunque
temprano me llama;
Mas pésame que de verte y
de servirte dejaba.
¡Oh mi primo Montesinos! lo que yo ahora os rogaba,
que cuando yo fuese muerto y mi ánima arrancada,
vos lleveis mi corazón adonde
Belerma estaba,
y servilda de mi parte, como
de vos yo esperaba,
y traedle a la memoria dos
veces cada semana;
y direisle que se acuerde cuán
cara que me costaba;
y dalde todas mis tierras las
que yo señoreaba;
pues que yo a ella pierdo, todo
el bien con ella vaya.
¡Montesinos, Montesinos! ¡mal me aqueja esta lanzada!
El brazo traigo cansado, y
la mano del espada:
traigo grandes las heridas,
mucha sangre derramada,
los extremos tengo fríos, y
el corazón me desmaya,
los ojos que nos vieron ir nunca
nos verán en Francia.
Abraceisme, Montesinos, que
ya se me sale el alma.
De mis ojos ya no veo, la
lengua tengo turbada;
Yo vos doy todos mis
cargos, en vos yo los traspasaba.
-El Señor en quien creeis El
oiga vuestra palabra.-
Muerto yace Durandarte al
pie de una alta montaña,
llorábalo Montesinos, que
a su muerte se hallara:
quitándole esta el lámete, desciñéndole
el espada;
hácele la sepultura con
una pequeña daga;
sacábale el corazón, como
él se lo jurara,
para llevar a Belerma, como
él se lo mandara.
Las palabras que le dice de
allá le salen del alma:
–¡Oh mi primo Durandarte! ¡primo mío de mi alma!
¡espada nunca vencida! ¡esfuerzo
do esfuerzo estaba!
¡quien a vos mató, mi
primo, no sé por qué me dejara![54]
Aquí se recrea la derrota de Roncesvalles y se fija en la muerte de un caballero llamado Durandarte, que como ya dijimos, ese nombre corresponde a la espada de Roldán, primo de Montesinos, protagonista de otros romances como Montesinos vengador de su padre, a quien se supone también caballero de la corte de Carlomagno. Antes de morir, Durandarte encarga a su primo que le arranque el corazón y se lo lleve como muestra de amor a Belerma, la dama a la que servía.
Ahora bien, la leyenda será deformada en la memoria de don Quijote. El mismo Avalle-Arce señala que este capítulo (II-XXIII), se podría catalogar de parodia del descenso de Eneas a los infiernos, o del paraíso subterráneo que juega un importante papel en las leyendas artúricas del Santo Grial, que circularon por España a través de Las sagas de Esplandián (1510), de Garcí Rodríguez de Montalvo y que Cervantes demuestra conocer bien al aparecer en el escrutinio[55] que el cura y el barbero hacen en la biblioteca del hidalgo (Quijote, I-VI):
[...] Y el primero que
maese Nicolás le dio en las manos fue Los
cuatro de Amadís de Gaula[56],
y dijo el cura:
–Parece cosa de misterio
ésta, porque, según he oído de decir, este libro fue el primero de caballerías
que se imprimió en Español[57],
y todos los demás han tomado principio y origen de éste; y, así, me parece que,
como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos sin excusa alguna
condenar al fuego.
–No, Señor –dijo el barbero–,
que también he oído decir que es el mejor de todos los libros que de este
género se han compuesto; y así, como a único en su arte, se debe perdonar.
-Así es verdad –dijo el
cura-, y por esa razón se le otorga la vida por ahora, veamos esotro que está
junto a él.
–Es –dijo el barbero- Las
sergas de Esplandián[58],
hijo legítimo de Amadís de Gaula.
–Pues en verdad –dijo el
cura– que no le ha de valer al hijo la bondad del padre. Tomad, señora ama,
abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al montón de la hoguera
que se ha de hacer. (Quijote, I-VI).
2. La penitencia de Sierra Morena
La locura de don Quijote a menudo viene corregida por un gran sentido común, por una escondida cordura que anda sumergida en lo más profundo de su personalidad y que involuntariamente se pone de manifiesto sorprendiéndonos a los lectores. Uno de los muchos ejemplos que se pueden citar es cuando don Quijote le cuenta a Sancho la anécdota de la rica viuda y el fraile motilón; la discreción y la falta de locura, al menos temporalmente, queda al descubierto. Con esa confidencia personal, afirma Vicente Gaos (ibidem, p. 178), de don Quijote a Sancho Panza, se abren las puertas de un acuerdo tácito entre amo y criado para “engañarse” mutuamente, llegando a su punto más alto cuando don Quijote le dice:
Sancho, pues vos queréis
que os crea lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que vos me creáis a mi
lo que vi en la cueva de Montesinos. Y no os digo más.
(Quijote, II-XLI)
2.1. El Amadís de Gaula
2.1.1. Fecha y autoría
El Amadís se
sitúa en una de las tradiciones literarias más fecundas de
A finales del siglo XV Rodríguez de Montalvo retoma un texto preexistente del Amadís, reelabora una obra en tres libros, añade un cuarto y Las Sergas de Esplandián, según sus propias palabras. Refunde, pues, unos antiguos originales misteriosos sobre los que no se sabe su autor, ni la fecha, ni su localización geográfica. Todo esto, afirma Cacho Blecua (2001, p.57 y ss.) ha posibilitado las más fantásticas teorías acerca de su origen y fecha del primitivo autor, desde la atribución a un moro español, a Santa Teresa de Jesús, a un autor francés, gallego, portugués o castellano. El mismo Cacho Blecua descarta la hipótesis portuguesa, atribuida a Vasco Lobería, fines del XIV, por la sencilla razón de la ausencia de un Amadís escrito en portugués. A favor de la tesis castellana nos encontramos con el Amadís manuscrito en cuatro libros, y unos breves fragmentos manuscritos también de cuatro hojas diferentes publicadas en 1957 por M. Rodríguez Moñino, pertenecientes al actual libro III; la crítica, en general, y Rafael Lapesa y Gili Gaya, en particular, concluyen que el máximo arcaísmo del texto actual alcanza hasta mediados del siglo XIV, con un estado de lengua próximo al de don Juan Manuel.
Garci Rodríguez de Montalvo fue regidor de la noble villa de Medina del Campo, ciudad importante a finales del XV y XVI en la que se celebraban dos de las cuatro grandes ferias de Castilla. Narciso Alonso Cortés publicó la escasa documentación que se tiene del autor, a lo que hay que sumar las hipótesis de Martín de Riquer y los datos hallados por Juan Bautista Avalle-Arce, aunque las noticias más destacadas nos las ofrece el mismo autor transformado en personaje ficticio de Las Sergas de Esplandián; posiblemente nació hacia 1450, finales del reinado de Juan II y con certeza se sabe que en 1505 estaba muerto. Todos los datos apuntan a que pertenecía a la pequeña nobleza, clase mucho más amplia que la alta aristocracia, y de la que formaban parte militares, caballeros, gentileshombres o hijosdalgos.
El regidor medinés, en el prólogo del Amadís y en las Sergas
se deshace en elogios a los Reyes Católicos e insiste en sus alusiones a
Cacho Blecua (ibidem,
p. 80), concluye, manejando todos los datos de que se dispone, en relación a la
autoría y las fechas de conclusión de la obra, que hay que pensar en una
redacción primitiva localizada geográficamente en el occidente castellano y
escrita a finales del siglo XIII o principios del XIV, con rasgos dialectales,
similares a los existentes en otras recreaciones del ciclo artúrico. Hacia el
último tercio del siglo XIV circulaba un Amadís en tres libros, en el
que el héroe moría a manos de su hijo Esplandián y Oriana se suicida. Es
posible que esta redacción fuera retomada a principios del XV, de la que se
conservan unos fragmentos copiados hacia 1420. Posteriormente, Rodríguez de
Montalvo, en fechas próximas a
2.1.2. Algunos destacados
personajes de su trama argumental
Amadís empieza con una precisión cronológica
sorprendente: No muchos años después de
La acción principal del Amadís está centrada en la corte de
Lisuarte y en la Ínsula Firme principalmente, y en la desolada Peña Pobre,
cuando el héroe se aparta del mundo bajo el nombre de Beltenebros. La esa acción
no se pierde a lo largo de la novela: se van alternando sus proezas, una vez
reconocido como hijo de rey (fruto de los amores clandestinos de Perión de
Gaula con la princesa Elisenda de Inglaterra), que le dan derecho a ganarse un
reino, con las hazañas que lleva a cabo para alcanzar y mantener su amores con
Oriana; a veces, ese hilo conductor se ve interrumpido por aventuras de otros
caballeros, en especial las de Galaor, las de Florestán y las de Agrajes, o por
episodios marginales, pero todo relacionado de una forma u otra con la acción
principal.
Los personajes que pululan por el Amadís son reyes o hijos de
reyes o nacidos de los más altos linajes. El rey Perión de Gaula, su padre, más
que reinar, vagabundea en busca de aventuras y toma parte activa en empresas
bélicas por tierra o por mar; se ve apresado por traiciones o por
encantamientos y recluido en castillos y mazmorras. Cosas similares le suceden
a al rey Lisuartes de
Amadís, uno de los jóvenes caballeros, cuyo nombre procede
del protagonista del roman francés titulado Amadas et Ydoine ( s.
XIII), es un héroe predestinado a las más altas hazañas, profetizadas por su
hada protectora Urganda
A todos ellos no les faltan enemigos, caballeros perversos y
traidores, entre los que destacan los agigantados Arcaláus el Encantador,
quizás proceda de Archelaus del Tristán en prosa, su auténtico
enemigo con poderes sobrenaturales. Otros jayanes enemigos irán apareciendo con
nombres grotescamente amedrentadores, que tanto hicieron reír a Cervantes, como
Famongomadán, el gigante del Lago Ferviente; Cartadaque, el de
La hermosa Oriana, cuyo nombre proceda quizás de Oriande,
el hada benéfica del cantar de gesta Maugis d´Aigremont, hija del rey
Lisuarte y de Brisena, hija a su vez del rey de Dinamarca, es la dama por
excelencia del Amadís. Se trata de una joven apasionada y celosa, desventurada
y feliz, en los inauditos trances en que participa. Destaca la escena en que
siendo prisionera por Arcaláus y al ser liberada por Amadís, fue hecha dueña
la más hermosa doncella del mundo. Cuando es confundida Oriana por las
malas lenguas que la hacen creer que su verdadero esposo está enamorado de la
niña Briolanja, los celos se apoderan de ella, y le envía una carta con el
sobrescrito: Yo soy la doncella herida de punta de espada por el corazón, y
vós sois el que me feristes, expresiones que Cervantes parodia en la carta
que don Quijote envió a Dulcinea desde su retiro en Sierra Morena, donde
también parodia el retiro de Amadís en
Entre los episodios maravillosos, el más importante se da en
la ínsula Firme, una isla conquistada por Apolidón, hijo del emperador de
Constantinopla, en la que vivió feliz unos años con su esposa Grimanesa,
hermana del emperador de Roma. Al ser coronado emperador de los griegos,
dispuso Apolidón que la isla solo fuera habitada por la pareja más fiel y
hermosa que se pudiera comparar a él y a Grimanesa. Para ello hizo construir un
arco, llamado Arco de los Leales Amadores; nadie lo podía traspasar que no
hubiera sido fiel a su primer amor, y una habitación, llamada
2.2. La entrada en Sierra Morena y
marcha de Sancho Panza
En la locura de don Quijote hay mucho de juego, de comedia, de autoengaño asumido; don Quijote se hace el loco; nos encontramos ante una demencia fingida, pero no por puro capricho, ni por hipocresía; la locura de don Quijote, así como su enamoramiento, eran los ingredientes necesarios del personaje para sostener la ficción y que le indujeron los libros de caballerías. Por eso se crea una amada a su medida y le busca un nombre acorde con su condición. Aldonza Lorenzo es la mujer de carne y hueso que don Quijote, en su fantasía, convirtió en su Dulcinea del Toboso:
Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del
suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo
enamorado, aunque, según entiende, ella jamás lo supo ni le dio cata ello.
Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de señora
de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo y que
tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla “Dulcinea
del Toboso” porque era natural del Toboso: nombre, a su parecer, músico y
peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había
puesto. (Quijote, I-I).
Aldonza
significa ´dulce´; de ahí ese cambio lógico del antropónimo que hace el
hidalgo; Sancho, sabrá con certeza, a lo largo del capítulo XXV de la primera
parte, que es la hija de Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales; de su persona,
admira la complexión fuerte y el temple potente de la muchacha, y no entiende
muy bien la descripción que de ella realiza don Quijote y, sobre todo, los
trabajos y empresas que por ella realiza:
[...] Íbanse poco a poco
entrando en lo más alto de la montaña[63][...].
–Señor –respondió Sancho–,
y ¿es buena regla de caballería que andemos perdidos por estas montañas, sin
senda ni camino, buscando a un loco [...].
–Calla, te digo otra vez
–Sancho– [...] no sólo me trae por estas partes el deseo de hallar al loco,
cuanto el que tengo de hacer en ellas una hazaña con que he de ganar perpetuo
nombre y fama en todo lo descubierto de la tierra [...].
–¿Y es de muy grande
peligro esa hazaña?, preguntó Sancho Panza.
–No –respondió el de
–¿En mi diligencia? – dijo
Sancho.
–Sí –dijo don Quijote–,
porque si vuelves pronto de adonde pienso enviarte, presto se acabará mi pesar
y presto comenzará mi gloria. [...]quiero, Sancho, que sepas que el famoso
Amadís de Gaula fue uno de los más perfectos caballeros andantes. No he dicho
bien fue uno: fue el solo, el primero, el único, el señor de todos cuantos hubo en
su tiempo en el mundo. Mal año y mal mes para don Belianís y para todos
aquellos que dijeran que se les igualó en algo porque se engañan, juro
cierto.[...] Desta mesma suerte, Amadís fue el norte, el lucero, el sol de los
valientes y enamorados caballeros a quien debemos imitar todos [...], que el
caballero andante que más le imite estará más cerca de alcanzar la perfección
de la caballería. Y una de las cosas en que más este caballero mostró su
prudencia, valor, valentía, sufrimiento, firmeza y amor, fue cuando se retiró,
desdeñado de
–En efecto, –dijo Sancho–,
¿qué es lo que vuestra merced quiere hacer en este remoto lugar?
–Ya no he dicho ¿qué quiero
imitar a Amadís, haciendo aquí el desesperado, el sandío y el furioso[65]por
imitar juntamente al valiente don Roldán[66];
cuando halló en una fuente las señales de que Angélica
–Paréceme a mí –dijo Sancho–
que los caballeros que lo tal ficieron fueron provocados y tuvieron causas para
hacer esas necedades y penitencias; pero vuestra merced [...] ¿Qué dama le ha
desdeñado, o que señales ha hallado de que le den a entender que
–Ahí está el punto –respondió don Quijote–, y esta
es la fuerza de mi negocio, que volverse loco un caballero andante con causa,
ni grado ni gracia: el toque está en desatinar sin ocasión y dar a entender a
mi dama que si en seco hago esto ¿qué hiciera en mojado?[68][...]
Así que, Sancho amigo, no gastes tiempo en aconsejarme que deje tan rara y no
tan vista imitación. Loco soy, loco he de estar hasta tanto que tú vuelvas con
la respuesta de una carta que contigo pienso enviar a mi señora Dulcinea; y si
fuera tal cual a mi fe se le debe, acabarse ha mi sandez y mi penitencia; y si
fuese al contrario, seré loco de veras y, siéndolo, no sentiré nada. [...].
Don Quijote, acompañado por Sancho, encuentra el lugar ideal, su locus amoenus[69], permítaseme la ironía, para llevar a cabo su penitencia por los imaginados celos:
Llegaron en estas pláticas al pie de una alta
montaña, que como peñón tajado estaba sola entre otras muchas que la rodeaban.
Corría por su falda un manso arroyuelo, y hacíase por toda su redondez un prado
tan verde y vicioso, que daba contento a los ojos que le miraban. Había por
allí muchos árboles silvestres y algunas plantas y flores, que hacían el lugar
apacible. Este sitio escogió el Caballero de
En aquel locus amoenus de Sierra Morena, expone un discurso con furor poético e invocaciones a las divinidades del campo, a su amada Dulcinea , a su escudero y a su caballo, al que deja en libertad por ser más ligero que el Hipogrifo[70] de Astolfo:
Éste es el lugar, ¡oh cielos!, que diputo[71]
y escojo para llorar la desventura en que vosotros mesmos me habéis puesto.
[...]. ¡Oh vosotros, quienquiera que seáis, rústicos dioses que en este
inhabitable lugar tenéis vuestra morada: oíd las quejas deste desdichado
amante, a quien una luenga ausencia y unos imaginados celos han traído a
lamentarse entre estas asperezas a quejarse de la dura condición de aquella
ingrata y bella, término y fin de toda humana hermosura! [...] ¡Oh Dulcinea del
Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de
mi ventura: así el cielo te la dé buena en cuanto acertares a pedirle, que
consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido, y que con
buen término correspondas al que a mi fe se le debe! [...]¡Oh tú, escudero mío,
agradable compañero en mis prósperos y adversos sucesos, toma bien en la memoria
lo que aquí me verás hacer, para que lo cuentes y recites a la causa total de
todo ello!.[...]
–Libertad te da el que sin ella queda, ¡oh caballo tan estremado por tus obras cuan desdichado por tu suerte! Vete por do quisieres...
A continuación le dice a Sancho que en tres días ha
de partir, después de que vea lo que hace y dice, para que se lo transmita a
Dulcinea. Y Sancho le responde:
–Pues ¿qué más tengo de ver que lo que he visto?
Don Quijote le espeta que no se ha enterado de nada
todavía, quizás por ello le anticipa las señales que tendrá que hacer de dolor
(rasgarse las vestiduras), de rendición (desparramar las armas) y de locura
(darse de cabezazos contra las piedras) por la ausencia de la amada y los celos
fingidos. Sancho, atemorizado, le aconseja que se dé los cabezazos en sitios
blandos para que no se rompa la cabeza, y que él se encargará de transmitir a
Dulcinea lo que más oportuno considerase:
–¡Bien estás en el cuento!
–respondió don Quijote–. Ahora
me falta rasgar las vestiduras, esparcir las armas y darme de calabazadas por
estas peñas, con otras cosas deste jaez, que te han de admirar.
Por amor de Dios –dijo Sancho–, que mire vuestra merced cómo se da esas calabazadas, que a tal peña podrá llegar y en tal punto, que con la primera se acabase la máquina desta penitencia; y sería yo de parecer que, ya que a vuestra merced le parece que son aquí necesarias calabazadas y que no se puede hacer esta obra sin ellas, se contentase, pues todo esto es fingido y cosa contrahecha y de burla, se contentase, digo, con dárselas en el agua, o en alguna cosa blanda, como algodón; y déjeme a mí el cargo, que yo diré a mi señora que vuestra merced se las daba en una punta de peña, más dura que la de un diamante.
La carta de amores que envía don Quijote a Dulcinea a través de Sancho, por no tener papel, irá escrita en el librillo de memoria que fue de Cardenio, y le encarga a Sancho que la traslade a papel en cuanto pueda. Pero Sancho pone una objeción, ¿quién la firmará?:
–Nunca las cartas de Amadís
se firman –respondió don Quijote.
–Está bien
–respondió Sancho–, pero la libranza forzosamente se ha de firmar, y ésa, si se
traslada, dirán que la firma es falsa y quedareme sin pollinos.
–La libranza
irá en el mesmo librillo firmada, que en viéndola mi sobrina no pondrá
dificultad en cumplirla. Y en lo que toca a la carta de amores, pondrás por
firma: “Vuestro hasta la muerte, el Caballero de
(Quijote, II-XXV).
Don Quijote desvela a Sancho con detalles la identificación entre Dulcinea y Aldonza Lorenzo. A lo que el segundo, no sin cierto asombro:
–¡Ta, ta!
–dijo Sancho–. ¿Qué la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del
Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?
–Ésa es –dijo don Quijote–,
y es la que merece ser señora de todo el universo.
Enterado de esto, Sancho jura por Dios que es una moza de buenas cualidades, bien templada, valiente y capaz de sacar de cualquier aprieto al caballero andante más pintado y que la necesitara:
–Bien la conozco –dijo Sancho–, y sé decir que tira tan bien
una barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es
moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba
del lodo a cualquier caballero andante o por andar que la tuviere por señora!
[...] Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de
cortesana[73]:
con todos se burla y de todo hace mueca y donaire. Ahora digo, señor Caballero
de
(Quijote, II-XXV).
Termina el capítulo con la despedida de ambos y Sancho le pide que haga alguna locura para poder jurar a Dulcinea lo que ha visto y sin cargo de conciencia:
–[...], pidió la bendición
a su señor y, no sin muchas lágrimas de entrambos, se despidió de él [...].
–Digo, señor,
que vuestra merced ha dicho muy bien: que para que pueda jurar sin cargo de
conciencia que le he visto hacer locuras, será bien que vea siquiera una,
aunque bien grande la he visto en la quedada de vuestra merced.
–No te lo
decía yo? –dijo don Quijote–. Espérate, Sancho, que en un credo las haré.
Y desnudándose
con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales y luego la cabeza
abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez,
volvió Sancho la rienda a Rocinante y se dio por contento y satisfecho de que
podía jurar que su amo quedaba loco. Y así le dejaremos ir su camino, hasta la
vuelta, que fue breve.
(Quijote, II-XXV)
El Bachiller Sansón Carrasco, vecino del pueblo de don Quijote, el que le
animara a hacer una tercera salida con la intención de sanarlo, que se disfrazó
de Caballero del Bosque y de los Espejos, el que quedó vencido tras
desafiar a don Quijote, el que bajo el disfraz de Caballero de
Si buenos azotes me daban,
bien caballero me iba: si buen gobierno me tengo, buenos azotes me cuesta. Esto
no lo entenderás tú, Teresa mía, por ahora: otra vez lo sobrás. Has de saber,
Teresa, que tengo determinado que andes en coche, que es lo que hace al caso,
porque todo otro andar es andar a gatas. Mujer de un gobernador eres: ¡mira si
te roerá nadie los zancajos! [...]. Don Quijote mi amo, según he oído decir en
esta tierra, es un loco cuerdo y un mentecato gracioso, y que yo no le voy a la
zaga. Hemos estado en la cueva de Montesinos, y el sabio Merlín ha echado mano
de mí para el desencanto de Dulcinea del Toboso, que por allá se llama Aldonza
Lorenzo: con tres mil y trescientos azotes, menos cinco, que me he de dar,
quedará desencantada como la madre que la parió. No dirás de esto nada a nadie,
porque pon lo tuyo en concejo, y unos dirán que es blanco y otros que es negro.
[...]
(Quijote, II-XXXVI)
2.3. El monólogo de
don Quijote o los inciertos límites entre locura y cordura
La constante tensión y el esfuerzo que don Quijote realiza para moverse en esa demencia fingida, a veces cede y el simulacro deja de ser farsa. Otro de los mejores que van apareciendo en la novela lo encontramos en el monólogo que, a solas consigo mismo, cuando Sancho se marcha para encontrarse con Dulcinea, mantiene durante la penitencia de Sierra Morena.
Se trata de un soliloquio, dice Vicente Gaos (ibídem, p. 179), a dos voces: la voz de la conciencia trastornada del caballero y la voz de la subconsciencia del ingenioso hidalgo, que razona con tanto realismo y sentido común como el propio Sancho, y con el humor del mismo Cervantes. Esta segunda voz destaca y corrige los disparates de la primera, y, cuando se intensifica, será la que le devuelva la cordura, abocándole a la desilusión, el desengaño y la muerte. Leamos parte de este magnífico monólogo:
[...] y que vio que Sancho
se había ido..., se subió sobre una punta de una alta peña y allí tornó a
pensar lo que otras muchas veces había pensado sin haberse jamás resuelto en
ello, y era que cuál sería mejor y le estaría más cuento: imitar a Roldán en
las locuras desaforadas que hizo, o Amadís en las melancólicas[75];
y hablando entre sí memo decía:
–Si Roldán fue
tan buen caballero y tan valiente como todos dicen, ¿qué maravilla, pues al fin
era encantado, y no le podía matar nadie si no era metiéndole un alfiler de a
blanca por la planta del pie, y él traía siempre los zapatos de siete suelas de
hierro? Anque no le valieron tretas como Bernardo del Carpio, que se las
entendió y le ahogó entre los brazos en Roncesvalles[76].
Pero dejando en él lo de la valentía a una parte, vengamos a lo de perder el
juicio, que es cierto que le perdió, por las señales que halló en la fontana y
por las nuevas que le dio el pastor de que Angélica había dormido más de dos
siestas con Medoro, un morillo de cabellos enrizados y paje de Agramante; y si
él entendió que esto era verdad y que su dama le había cometido desaguisado, no
hizo mucho en volverse loco. Pero y ¿cómo puedo imitarlle en las locuras, si no
le imito en la ocasión dellas? Porque mi Dulcinea del Toboso osaré yo jurar que
no ha visto en todos los días de su vida moro alguno, ansí como él es, en su
mismo traje, y que se está hoy como la madre que la parió; y haríale agravio
manifiesto si imaginando otra cosa della me volviese loco de aquel género de
locura de Roldán el furioso. Por otra parte, veo que Amadís de Gaula, sin
perder el juicio y sin hacer locuras, alcanzó tanta fama de enamorado como el
que más, porque lo que hizo, según su historia, no fue más de que por verse
desdeñado de su señora Oriana, que le había mandado que no pareciese ante su
presencia hasta que fuese su voluntad, de que se retiró a
(Quijote, I-XXVI)
En este excelente monólogo
interior no aparece un estado perturbado de conciencia y sus respuestas,
recuerdos, pensamientos, juicios, etc. más parecen los de un irónico manchego
socarrón que los de un caballero enamorado y penitente.
Sin embargo, que los
argumentos que utiliza aquí don Quijote sean los mismos que los que le diera
Sancho Panza en el capítulo anterior y que en nada le afectaran entonces, nos
hace pensar en que el personaje manifiesta una conciencia escindida, con varias
personalidades, relativamente independientes, que, según el momento y las
circunstancias, hacen que se active, como genios malignos cartesianos en sus
feudos, una u otra, con su carácter específico, su propia memoria, su peculiar
manera de pensar, de sentir, percibir, etc.
Lo que parece claro es que los
libros de caballería y de aventuras han creado en la conciencia de don Quijote
imágenes y acciones que se manifiestan en la psicología onírica del personaje,
y así nos lo está haciendo creer eficazmente el narrador omnisciente, ya sea
cuando sueña despierto, como en la penitencia de Sierra Morena, ya sea cuando
lo hace profundamente dormido, como le sucede en la cueva de Montesinos. Sea lo
que fuere, la cuestión es que se encuentra adherido y fusionado a su conciencia
algo imperceptible a los sentidos, que en determinados momentos le
producen pesadillas y alucinaciones, y momentos de brillante lucidez cuando ese
algo está reprimido.
3. La
cueva de Montesinos
La cueva de Montesinos es la narración nuclear de
En esos dos relatos don Quijote se queda completamente solo. En la penitencia de Sierra Morena, podemos leer:
Y volviendo a contar lo que
hizo el de
(Quijote, II-XXIII)
En el de la cueva de Montesinos leemos:
Iba don
Quijote dando voces que le diesen soga y más soga, [...]; y cuando las voces,
que acanaladas por la cueva salían, dejaron de oírse, ya ellos tenían
descolgadas las cien brazas de soga y fueron de parecer de volver a subir a don
Quijote pues que no le podían dar más cuerda. Con todo eso, se detuvieron como
media hora, al cabo del cual espacio volvieron a recoger la soga con mucha
facilidad y sin paso alguno, señal que les hizo imaginar que don Quijote se
quedaba dentro, y creyéndolo así Sancho, lloraba amargamente y tiraba con mucha
priesa por desengañarse; pero llegando, a su parecer, a poco más de las ochenta
brazas, sintieron peso, de que en estremo se alegraron. Finalmente, a las diez
vieron distintamente a don Quijote, a quien dio voces Sancho, diciéndole:
–Sea vuestra
merced muy bien venido, señor mío, que ya pensábamos que se quedaba allá para
casta.
Pero no
respondía palabra don Quijote; y sacándolo del todo, vieron que traía cerrados
los ojos, con muestras de estar dormido. Tendiéndole en el suelo y desliáronle
, y, con todo esto, no despertaba; pero tanto le volvieron y revolvieron,
sacudieron y menearon que al cabo de un buen espacio volvió en sí,
desperezándose, bien como si de algún grave y profundo sueño despertara; y
mirando a una y otra parte, como espantado dijo:
–Dios os lo
perdone, amigos, que me habéis quitado de la más asombrosa y agradable vida y
vista que ningún humano ha visto ni pasado. En efecto, ahora acabo de conocer
que todos los contentos desta vida pasan como sombra y sueño o se marchitan
como la flor del campo. ¡Oh desdichado Montesinos! ¡Oh malferido Durandarte!
¡Oh sin ventura Belerma! ¡Oh lloroso Guadiana, y vosotras sin dicha hijas de
Ruidera, que mostráis en vuestras aguas las que lloraron vuestros hermosos
ojos! [...].
(Quijote, II-XXIII)
Como podemos ver en este fragmento, la soledad de don Quijote es máxima, pues quedó aislado totalmente en las profundidades de la sima durante una media hora y le sacaron con los ojos cerrados, con muestras de estar dormido, profundamente dormido hasta el punto que le tuvieron que sacudir varias veces para que despertase.
Y llegados a este punto, tenemos que recordar que el guía era Primo del licenciado; se los había encontrado don Quijote de camino (II-XIX); era un famoso estudiante muy aficionado a los libros de caballería, aunque ambos están bastante saturados de los tales libros; con tanta lectura de aquellos perjudiciales engendros, desleales a la verdad histórica, sus efectos serán muy diferentes en la personalidad de nuestros personajes.
El diálogo que mantienen camino de la cueva (II-XXII), se corresponde con las ideas disparatadas que inventa el Caballero del Bosque con el fin altruista de procurar sanar a D. Quijote de su locura haciéndole que regrese a su aldea (II-XIV).
La aventura de la cueva de Montesinos está preparada con sumo cuidado y encaja magníficamente con lo que sigue en la segunda parte. El caballero del Bosque o de los Espejos, el astuto Sansón Carrasco, inventa las pruebas a que somete su amor la dama de sus pensamientos, Casildea de Vandalia, y todo para beneficiar a don Quijote.
Sansón Carrasco, disfrazado
de Caballero del Bosque, para complacer a Casildea de Vandalia, su dama, se vio
obligado a detener el movimiento de
Finalmente,
señor caballero, quiero que sepáis que mi destino, o, por mejor decir, mi
elección, me trujo a enamorar de la sin par Casildea de Vandalia. Llámola sin
par porque no le tiene, [...] pagó mis buenos pensamientos y comedidos deseos
con hacerme ocupar, como su madrina a Hércules, en muchos y diversos peligros
prometiéndome al fin de cada uno que en el fin del otro llegaría el de mi
esperanza; pero así se han ido eslabonando mis trabajos, que no tienen cuento,
ni yo sé cuál ha de ser le último que de principio al cumplimiento de mis
buenos deseos. Una vez me mandó que fuese a desafiar a aquella famosa giganta
de Sevilla llamada
(Quijote, II-XIV)
El nombre de la dama del Caballero del Bosque o de los Espejos (II-XII), es decir, el bachiller Sansón Carrasco, quizás parodiara la forma en que don Quijote convirtió a Aldonza, ´dulce´, en Dulcinea; de ahí que de Casilda surja el derivado de Casildea y Vandalia por Andalucía.
El adjetivo ‘voltaria’,
que aparece en la expresión la más movible y voltaria mujer del mundo,
tiene el significado de ‘inconsistente y voluble, pero que da vueltas’; se
refiere a la estatua de
Calixto.– ¡Oh, Fortuna, quanto y por cuantas
partes me has combatido! Pues, por más que sigas mi morada y seas contraria a
mi persona, las adversidades con ygual ánimo se han se sofrir, y en ellas se
prueva el coraçon rezio o flaco.
3.1. Antecedentes de las sublimes visiones de la
cueva
Después de pasar tres días con los novios, Quijote, II-XX y II-XXI (Donde se cuenta la aventura de Camacho el rico, con el suceso de Basilio el pobre, y Donde se prosiguen las bodas de Camacho, con otros gustosos sucesos, respectivamente), pidió al Licenciado le diese un guía que le encaminase a la cueva de Montesinos para conocer si eran verdaderas las maravillas que se contaban por aquellos lugares.
La intención de visitar la cueva y las lagunas de Ruidera[78] se anuncia en Quijote, II – XVIII (De lo que sucedió a don Quijote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán, con otras cosas). Después de la felizmente acabada aventura de los leones[79], don Quijote permanece unos días en el castillo o casa de don Diego de Miranda, rico caballero labrador, al que llama el Caballero del Verde Gabán; allí recibió su hospitalidad, los cuidados de su esposa Doña Cristina y fue entretenido por su hijo el poeta don Lorenzo, con el que mantiene un interesantísimo diálogo del que no queremos dejar de reproducir el siguiente fragmento:
–Paréceme que vuestra
merced ha cursado las escuelas: ¿Qué ciencias ha oído?
–La de la
caballería andante –respondió don Quijote–, que es tan buena como la de la
poesía, y aun dos deditos más.
–No sé qué
ciencia sea ésa –replicó don Lorenzo–, y hasta ahora no ha llegado a mi
noticia.
–Es una
ciencia –replicó don Quijote– que encierra en sí todas o las más ciencias del
mundo, a causa que el que la profesa ha de ser jurisperito y saber leyes de la
justicia distributiva y conmutativa, para dar a cada uno lo que es suyo y lo
que le conviene; ha de ser teólogo, para saber dar razón de la cristiana ley
que profesa, [...]; ha de ser médico, y principalmente herbolario, para conocer
en mitad de los despoblados y desiertos las yerbas que tienen virtud de sanar
las heridas, [...]; ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas cuántas
horas son pasadas de la noche y en qué parte y en qué clima del mundo se halla;
ha de saber las matemáticas, porque a cada paso se le ofrece tener necesidad de
ella; y dejando a parte que ha de estar adornado de todas las virtudes
teologales y cardinales, [...], debe saber nadar [...], ha de saber herrar un
caballo y aderezar su silla y el freno, y, volviendo a lo de arriba, ha de
guardar la fe a Dios y a su dama; ha de ser casto en los pensamientos, honesto
en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los
trabajos, caritativo con los menesterosos y, finalmente, mantenedor de la
verdad, aunque le cueste la vida el defenderla [...].
–Si eso es así –replicó don
Lorenzo–, yo digo que se aventaja esa ciencia a todas.
Don Lorenzo, después de oír estas y otras palabras de don Quijote, llega a la conclusión de que es un loco curioso y que él sería un débil mental, un mentecato, si creyese otra cosa sobre la personalidad de aquel caballero; y le comunica a su padre que ningún médico sacará a don Quijote de su locura porque es un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos. En este capítulo se refuerza la idea que ya se había hecho don Diego de Miranda, en el Caballero de los Leones, pues le pareció que don Quijote era un cuerdo loco y un loco que tiraba a cuerdo.
Pero
volviendo al proyecto de don Quijote de visitar la cueva de Montesinos y las
lagunas de Ruidera, el Caballero de
Cuatro
días estuvo don Quijote regaladísimo en la casa de don Diego, al cabo de los
cuales le pidió licencia para irse, diciéndole que le agradecía la merced y
buen tratamiento que en su casa había recibido, pero que por no parecer bien
que los caballeros andantes se den muchas horas al ocio y al regalo, se quería
ir a cumplir con su oficio, buscando las aventuras, de quien tenía noticia que
aquella tierra abundaba, donde esperaba entretener el tiempo hasta que llegase
el día de las justas de Zaragoza, que era el de su derecha derrota[80];
y que primero había de entrar en la cueva de Montesinos, de quien tantas y tan
admirables cosas en aquellos contornos se contaban, sabiendo e inquiriendo
asimismo el nacimiento y verdaderos manantiales de las siete lagunas llamadas
comúnmente de Ruidera [...].
(Quijote,
II-XVIII)
Con este programa doble se despide agradecido de don Diego de Miranda, de su hijo Lorenzo y de la señora del castillo, adoptando aquí el autor del texto la perspectiva de don Quijote, quien confunde la casa del rico labrador con un castillo.
3.2. Don Quijote prosigue hacia la sima
De camino hacia la cueva, como decíamos anteriormente, conducido por el Primo del licenciado se desarrolla un diálogo de apacible ironía entre ellos sobre la cultura humanística (Quijote, II-XXII). En este capítulo introduce Cervantes aquél personaje algo chiflado, llamado simplemente el Primo, una especie de don Quijote de la erudición; es uno de los dos estudiantes que han aparecido al principio de Quijote, II-XIX; el simbolismo del guía queda expresado cuando aparece con la pollina preñada. Las cosas que el estudiante-erudito no se cansa de averiguar, no importan nada ni a nadie; hemos entrado ya en el Barroco; si durante el Renacimiento, la erudición era esencial: conocer un dato, una fecha, una variante de un hecho, etc. suponía un hito cultural, ahora, en la época de Cervantes, la simple acumulación de información es absolutamente insuficiente; también hay que interpretarla, darle un significado. Por eso, Cervantes se atreve a imaginar una ficción, la de la cueva de Montesinos y el origen del Guadiana, satirizando de este modo la grave erudición del estudiante, tan preñada como su pollina.
El bachiller jamás se plantea que don Quijote pueda estar loco y acepta todo lo que dice sin ponerlo en duda. Pudiera tratarse de una caricatura de Francisco de Luque Faxardo quien escribió la obra Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos, publicado en 1603. (Martín de Riquer, Quijote, II-XXII, pág. 742). Don Quijote topó con aquellos dos estudiantes y dos labradores que iban sobre cuatro bestias asnales, al poco tiempo de alejarse de la aldea de D. Diego, el Caballero del Verde Gabán.
Uno
de los estudiantes había estudiado cánones en Salamanca, al que don Quijote
llamó licenciado y que manejó la espada con destreza cuando fue derrotado por
su compañero, el Bachiller Corchuelo, con el mismo apellido que el padre de
Aldonza Lorenzo. Árbitro de aquel combate fue don Quijote que ejerció como un
auténtico maestro de esgrima. Fue este licenciado el que invita a don Quijote a
que vaya con ellos para que viera una de las mejores bodas y más ricas que se
iban a celebrar en
Finalmente, tres días
estuviron con los novios –Quiteria y
Basilio–, donde fueron regalados y servidos como
cuerpos de rey. Pidió don Quijote al diestro licenciado le diese un guía que le
encaminase a la cueva de Montesinos, porque tenía gran deseo de entrar en ella
y ver a ojos vistas si eran verdaderas las maravillas que de ella se decían por
todos aquellos contornos. El licenciado le dijo que le daría a un primo suyo,
famoso estudiante y muy aficionado a leer libros de caballerías, el cual [...]
le pondría a la boca de la mesma cueva y le enseñaría las lagunas de Ruidera,
famosas ansimismo en toda
(Quijote, II-XXII)
Tenemos que destacar la consciente imprecisión geográfica de Cervantes: la cueva de Montesinos y las lagunas de Ruidera se hallan a 40 kms. al sur del Toboso. Si don Quijote y Sancho van camino de Zaragoza, al norte, lo tendrían que hacer dando un buen rodeo por el sur, derrota poco acertada si nos atenemos a lo que dice el texto; la mencionada cueva se halla en el término de Osa de Montiel, en C. Real, próxima a la ermita de San Pedro de Sahelices, que da nombre a una de las lagunas de Ruidera.
Yendo hacia su destino, don Quijote pregunta al Primo por sus ocupaciones, su profesión y estudios, y le responde que es humanista, esto es, especialista en historia antigua y en filología; se trata de un perfecto representante del friso de personajillos de la época satirizados en la literatura: alguaciles, pícaros, soldados, poetas, estudiantes, etc. También le dice que compone libros para dar a la estampa, de provecho y deleite para el Estado, entre los que destaca el de las libreas, en donde aparecen pintadas setecientas tres libreas, con sus colores, motes y cifras.
Rodríguez Marín, Frco. (Quijote, II-XXII, págs.
Los que participaban en torneos o juegos de a caballo en que se acreditaba la destreza en el manejo de las armas, y justadores, aquellos que peleaban o combatían a caballo y con lanza, se valían del color de sus armas para demostrar su pasión a la señora de sus pensamientos a la que servían. Con el color blanco se significaba la pureza, la sinceridad, la inocencia, etc., del caballero enamorado. El negro, la tristeza, la desesperación, la constancia...; el verde, la esperanza, la alegría, la juventud... Más tarde, al mezclarse y combinarse los colores, se expresaban otras pasiones y sentimientos. En fin, todo un sistema de comunicación basado en un código constituido por un conjunto de signos, colores-cifras-motes, relacionados entre sí, y que servían para transmitir entre los caballeros mensajes cifrados, de uso muy restringido.
Los trajes que se vestían en las fiestas cortesanas, libreas de colores, siempre tenían un valor simbólico, funcionando como verdaderos jeroglíficos al bordarse en ellos motes y cifras alegóricas.
3.3. Los disparates eruditos del Primo
Las acciones que proclama
Sansón Carrasco para ilustrar sus tremendas pruebas de amor son tan
descomunales y disparatadas como las que recoge el Primo-guía en su libros, a
medio hacer o sin los últimos retoques, Metamorfóseos o Ovidio español. Y
algunos de estos disparates son lugar común en los personajes de
–[...].Otro libro tengo
escrito también, a quien he de llamar Metafóseos, o Ovidio español, de
invención nueva y rara, porque en el imitando a Ovidio a lo burlesco, pinto
quién fue
(Quijote, II-XXII)
Y volviendo al diálogo que don Quijote mantiene con el Primo, este le dice que también ha escrito un libro titulado Metamorfóseos, genitivo de Metamorfosis, ´transformaciones´; en la traducción al castellano que hizo Pedro Sánchez de Viana, en Valladolid, 1589, aparece en la portada Las Transformaciones de Ovido, y en el privilegio Los Metamorfoseos de Ovido. (Rodríguez Marín, op. cit., p. 198, nota 1).
La obra literaria de Ovidio, en la que el amor y la mitología son constantes invariables, que aunque chocó frontalmente con la moral cristiana, desde el Medievo, se fue asimilando poco a poco.
Los Amores y el Ars amatoria, fruto desenfadado de su juventud, reflejaban una carencia de compromiso total y una frívola alegría de vivir; en esas obras predica el carpe diem orientado a los placeres del sexo, al margen de todo sentimiento amoroso y afectivo.
Lejano aún el Evangelio, el poder político de Roma trató de poner un
cierto orden en asuntos de libertad sexual y matrimonio, en tiempos del Imperio
Universal y el Principado de Roma (
Sin embargo, con no ser Ovidio autor de la predilección de los Padres de
A partir de las Cruzadas de Occidente, aparecen nuevas exigencias culturales por los contactos entre civilizaciones. Los cristianos aguerridos conocieron el lujo oriental y todas sus implicaciones. Surge un movimiento social laico al margen del ascetismo de los cluniacenses y cistercienses y aparece una literatura nueva, en el sur de Francia, cuya manifestación más original será el concepto del amor cortés en el que la mujer ejerce un papel más relevante inspirado en las obras de Ovidio, que desempeñaron un papel importante en la enseñanza. Muchos manuscritos de aquellas obras han aparecido en bibliotecas conventuales, episcopales y luego catedralicias.
De Ovidio surgieron las dos corrientes literarias más importantes de los
siglos XII-XIII: la erótica, inspirada en sus obras amatorias, y la exegética
alegórica-moralizante, basada en las Metamorfosis.
De la primera surgirán las comedias elegíacas, que en la tradición
española dará el personaje de la alcahueta; la más famosa y la que más influencias
nos dejó fue el anónimo Pamphilus de amore, de origen dudoso entre
español o francés, y que durante largo tiempo se atribuyó al mismísimo Ovidio.
Pánfilo ama a su vecina Galatea y recurre para conseguirla, primero, a la ayuda
de Venus, que le da una enseñanza importante sobre el arte de enamorar, y cuyas
raíces se hunden en el Ars amatoria de Ovidio; además Pánfilo contará
con ayuda de una vieja alcahueta, trasunto literal de la ovidiana de Amores.
Esta obra influirá notablemente en el Libro de Buen Amor y dará como
fruto la figura de
El núcleo de la corriente alegórico-moralizante será el Ovidio moralisé,
que estará reflejada en la literatura española en las moralizaciones del Grande
e General Estoria de Alfonso X el Sabio. Aquí se da una lucha entre poesía
y filosofía, que viene desde Platón, alumno de Sócrates, creador éste último de
la ética a la que dio rango de ciencia, y al que utiliza como portavoz en sus Diálogos.
Hasta la llegada de
Ya en la frontera entre
El autor del Ovide moralisé
afirma que las fábulas paganas hacen alusión a los sucesos desde el
comienzo del mundo hasta la venida de Jesucristo; todo lo que hay en ellas es
verdadero, aunque la verdad está encubierta y así, fragmento a fragmento,
expone los presuntos sentidos ocultos de las Metamorfosis, de acuerdo
con
De esta corriente exegética
conservamos significativas muestras en
En ese catálogo escrito por el Primo, que cumple con los requisitos de la retórica, esto es, embellecer la expresión, deleitar y persuadir, se describe, quien fue:
–El Ángel de
–El
Caño de Vecinguerra, de Córdoba: se trata de un albañal por donde vierten al
Guadalquivir las aguas llovedizas de la calle de potro, la más cercana al río y
que pasa casi por debajo de la parroquia de San Nicolás de
–Los Toros de Guisando: se encuentran en esa comarca de Ávila; se trata de esculturas megalíticas con figura de animal.
–
–[...] las fuentes de Leganitos y
Lavapiés en Madrid, no olvidándome de la del piojo, de la del Caño Dorado y de
En este fragmento, el erudito estudiante enumera las principales fuentes
que había a principios del s. XVII en
Y por si fuera poco su Metamorfóseos,
el bachiller también
le dice a don Quijote: Otro libro
tengo, que le llamo Suplemento a Virgilio Polidoro, que trata de
la invención de las cosas, que es de grande erudición y estudio [...] (Quijote, II-XXII).
El historiador italiano Polidoro
Vergilio (1470-1550) escribió De
inventoribus rerum (1499); este
humanista italiano se naturalizó inglés y llegó a obispo en Inglaterra; su
erudición era prolija y pueril. La materia de su libro se remonta a Plinio el
Viejo; Gaos, Vicente señala que “el tema de las invenciones, como punto de
partida para explicar el origen de las instituciones humanas, fue materia de
intenso estudio durante el Renacimiento (Quijote, II-XXII, p. 332,
n.105); fue traducido al castellano por Francisco Tamara con el título Libro de Polidoro Virgilio que tracta de la
invención y principio de todas las cosas (Amberes, 1550); años después, 1584, se edita en España la versión de
Vicente Millis Godínez; aparecieron diversas imitaciones y prolongaciones, y de
esta obra se extrajeron datos, a veces no confesados por muchos predicadores y
escritores del siglo de Oro, según apunta Rico, Frco. (Quijote, II-XXII, 2001, p. 812, n. 35).
Los disparates de Corchuelo son
verdades avaladas por más de
veinticinco autores, porque vea vuestra merced si he trabajado bien y si ha de
ser útil el tal libro a todo el mundo; sin embargo, el mundo y las gentes siguen indiferentes a esas
aportaciones. Y Sancho Panza, erigido en representante de la sabiduría popular,
haciendo caso o miso de las supercherías eruditas del estudiante, le lanza las
siguientes preguntas, aparentemente necias:
–Dígame, señor, así Dios le dé buena manderecha en la
impresión de sus libros: ¿sabría decir, que sí sabría, `pues todo lo sabe,
quién fue el primero que se rascó e la cabeza, que yo para mí tengo que debió
de ser nuestro padre Adán?
–Sí sería –respondió el primo–,
porque Adán no hay duda sino que tuvo cabeza y cabellos, y siendo esto así, y
siendo el primer hombre del mundo, alguna vez se rascaría.
–Así lo creo yo –respondió Sancho–; pero dígame ahora: ¿quién fue el
primer volteador[81]
del mundo?
–En verdad, hermano –respondió el primo–, que no me sabré determinar por
ahora, hasta que lo estudie. Yo lo estudiaré en volviendo adonde tengo más
libros y yo os satisfaré cuando otra vez nos veamos, que no ha de ser esta la
postrera.
–Pues mire, señor –replicó Sancho–, no tome trabajo en esto, que ahora
he caído en la cuenta de lo que he preguntado: sepa que el primer volteador del
mundo fue Lucifer, cuando le echaron o le arrojaron del cielo, que vino
volteando hasta los abismos.
–Tienes razón, amigo –dijo el primo.
Y dijo don Quijote:
–Esa pregunta y respuesta no es tuya, Sancho: a alguno
la habrás oído decir.
–Calle, señor –replicó Sancho–, que a buena fe que si me doy a preguntar y a responder, que
no acabe de aquí a mañana. Sí, que para preguntar necedades y responder
disparates no he menester yo andar buscando ayuda de vecinos”.
(Quijote,
II-XXII)
Ante la actitud adoptada por Sancho, don
Quijote remata la faena cuando advierte a su guía:
–Más has dicho , Sancho de lo que sabes –dijo don Quijote–, que hay algunos que se cansan de
saber y averiguar cosas que después de sabidas y averiguadas no importan un
ardite al entendimiento ni a la memoria.
(Quijote,
II-XXII)
Es muy posible que la llamada materia de Bretaña deba algunos de sus elementos a la antiquísima tradición legendaria bretona o celta. Sin embargo, la tradición romana influyó poderosamente en el nacimiento de las novelas francesas en torno a la corte del rey Artús e incluso es posible que su figura sea una evolución de la del histórico prefecto romano Lucius Arturius Castus, que mandó legiones en Bretaña.
La historiografía de
Bretaña en latín cuenta con obras importantes, de actitudes y tonos distintos.
Ya a mediados del siglo VI, Gildas escribió una obra histórica sobre la
conquista de Bretaña por los romanos a los que admira profundamente y trata a
los bretones de cobardes y despreciables. En el siglo VIII, San Beda el
Venerable escribe una Historia eclesiástica de los anglos, y adopta un
tono justo e imparcial. A principios del siglo IX un anónimo escribe Historia
de los bretones (Historia britonum); cae en errores y confusiones que se
incorporan a la historiografía posterior como cosas verdaderas y enmarañan la
historia con fantasías. Este anónimo es el primer autor que nos habla de una
misteriosa torre que se derrumba todas las noches y cuyo maleficio solo podía
destruir la sangre de un niño nacido de mujer virgen, que resulta ser un tal
Ambrosio, de familia consular romana. En un breve pasaje de
A mediados del siglo XII el
monje breton Godofredo de Monmounth escribe
Siguiendo la leyenda clásica de los amores de Júpiter con la esposa de Anfitrión, de los que nació Hércules, el mito que escenifica Plauto, el monje bretón inventa los amores de Uther, rey de los bretones, e Ingern, esposa del duque de Cornualles, de los que nace Arturo o Artús, nombre que toma de San Beda; le convierte en un rey victorioso, una especie de héroe de cantar de gesta y del Alejandro Magno medieval. Describe el boato de su corte; crea un gran imperio y hace vasallos suyos a muchos reyes. Y así nace en la literatura uno de los entes de ficción más importantes de la literatura medieval.
Además el monje de Oxford escribió una Vida de Merlín en versos latinos, tan importante en los temas del ciclo que nos ocupa. Asó Godofredo dota a su patria de una historia llena de aventuras fantásticas y maravillosas que provocarán la admiración de los conquistadores normandos que habían ocupado el país. Los normandos entran en Inglaterra animados por el Cantar de Roldán y que difundieron por todas las tierras conquistadas dando culto a Carlomagno[83] y a sus conquistas, muy exageradas por la leyenda.
Frente a este Carlomagno, conquistador y dominador del continente europeo, el bretón Godofredo opuso la ficción del rey Artús, señor de un vasto imperio nórdico, y capaz de atravesar Francia con sus huestes para enfrentarse a la misma Roma.
La fabulosa historia del
rey Artús se nutre de
La novela moderna nace,
pues, disfrazada de historia, y el novelista prefiere ser considerado un
historiador a que lo conceptúen de creador de personajes de ficción y de
conflictos. Esta actitud pueril de los orígenes se hizo habitual y hasta
pedante con el paso del tiempo; por eso Cervantes insiste en su parodia que las
aventuras de don Quijote son historia verdadera.
3.4. El sueño-pesadilla de don Quijote narrado al
salir de la cueva.
Los hallazgos librescos del estudiante, que aunque nada aportan ni interesan a nadie, son supuestas verdades que se apoyan en fuentes autorizadas. En contraposición, nos encontramos con los pensamientos obsesivos, las alucinaciones, embelecos, mentiras o cosas soñadas de don Quijote, que cree haber hablado con héroes del Romancero y haber visto a Dulcinea encantada. El despertar al mundo caballeresco empieza así:
[...]de repente y sin
procurarlo, me salteó un sueño profundísimo, y cuando menos lo pensaba, sin
saber cómo ni como no, desperté [del sueño] y me hallé en la mitad del más
bello, ameno y deleitoso prado que pueda criar naturaleza, ni imaginar la más
discreta imaginación humana. Despabilé los ojos, límpiemelos, y vi que no
dormía, sino que realmente estaba despierto; con todo esto, me tenté la cabeza
y los pechos, por certificarme si era yo mismo el que allí estaba, o alguna
fantasma vana y contrahecha; pero el tacto, el sentimiento, los discursos
concertados que entre mi hacía, me certificaron que yo era allí entonces el que
soy aquí ahora. Ofrecióseme luego a la vista un real y suntuoso palacio o
alcázar cuyos muros y paredes de transparente y claro cristal fabricados...
(Quijote, II-XXIII)
En el relato de la cueva de Montesinos, las escenas ocurren en un espacio indeterminado en el que las esferas de real y de lo fantástico se funden sin solución de continuidad. Esta dualidad de la región del ensueño y la región de la realidad es el principio compositivo de toda la novela de Cervantes. Así quedan establecidos dos campos diferenciados:
a. El literal, el superficial, el externo, donde se sitúa la cordura especialmente.
b. El imaginativo, el fantástico, el alegórico, en el que trabaja sin descanso la mente de don Quijote, más allá o más acá de la realidad natural. La aventura se lleva a cabo en un mundo irreal, sin espacio y sin tiempo.
Este planteamiento es de una originalidad absoluta en la literatura occidental. En la época de Cervantes se escribían novelas fantásticas con dos variantes: las que seguían el modelo de Luciano[84], al que siguió Cristóbal de Villalón, o las que cultivaron las utopías como la de Tomás Moro. En el Renacimiento y en el Barroco, las novelas fantásticas quedaban al margen de lo real, de lo tangible.
En cambio, en el relato de la cueva de Montesinos, lo exterior y lo interior se complementan transformándose en el eje de referencia de la novela, porque don Quijote satisface al máximo sus inquietudes idealistas, rasgo esencial de su obsesiva personalidad. Las retrospecciones y anticipaciones de los capítulos de Don Quijote, sobre su estado de conciencia perturbado y de pensamientos recurrentes, encuentran aquí su profundo significado.
Cervantes implica al lector haciendo que participe en la vida de la novela y le hace preguntase si don Quijote ha soñado realmente lo que dice o es pura invención. Cide Hamete Benengeli, en II-XXIV, asegura que no cree que al valeroso don Quijote le pasase puntualmente todo lo que [de la cueva] cueva queda escrito, porque esas aventuras no son contingibles y verisímiles como las anteriores, y si parece apócrifa el no se hace responsable pues la transmite tal cual. Añade que cuando va a morir don Quijote confiesa que inventó todo el relato, pero que eso solo lo sabe de oídas, aunque en realidad el que se retrató della no fue don Quijote, sino Alonso Quijano el Bueno. Además, Cervantes es quien pide a un morisco aljamiado que le traduzca el manuscrito del historiador arábigo, Cide Hamete, donde está escrita la historia de don Quijote sin quitar... ni añadir nada, y matiza, para más chunga, que los moros no suelen ser fidedignos, de ellos no puede esperarse verdad alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas tal y como opina don Quijote inquieto porque sea un moro el autor de su historia. Y si a esto unimos que el traductor pasa por alto lo que le parece innecesario, pone en duda las notas que aparecen al margen del manuscrito de Cide Hamete, etc., el autor omnisciente de la novela lleva a sus lectores al terreno de las opiniones y pone en cuestión los datos que anda manejando, haciendo que el mismo Cervantes, Cide Hamete y otros que deste caso escriben se conviertan en entes de ficción dentro de la novela.
Tampoco el mono adivino, (Quijote, II-XXV), ratifica la historia de don Quijote; y esto nos lo dice a los lectores por medio de otro intermediario, Maese Pedro, que más tarde sabremos que es el pícaro Ginés de Piamonte, y a instancias de Sancho Panza:
Y haciéndole la
acostumbrada señal, el mono se le subió en el hombro izquierdo, y hablándole al
parecer en el oído, dijo luego maese Pedro:
–El mono dice que parte de las cosas que vuesa
merced vio o pasó en la dicha cueva son falsas, y parte verisímiles, y que esto
es lo que sabe, y no otra cosa, en cuanto a esta pregunta [...].
Los datos mágicos, extraordinarios y grotescos, que acabamos de analizar, aparecen envueltos en las siguientes circunstancias: para don Quijote, la hora que pasó en la profundidad de la sima la vivió como tres días con sus correspondientes noches; el hidalgo sueña que se despierta en el sueño y es cuando ve todo aquello; la tranquilidad de ánimo que experimenta ante aquellos hechos, y sobre todo, ante su Dulcinea encantada, a penas se convierte en un leve lamento por no poder atenderla como hubiese deseado; la intensidad del profundísimo sueño fue tal que necesitó que le revolvieran, sacudieran y menearan durante un tiempo hasta que volvió en sí, una vez sacado de la cueva; los recuerdos vagos y las dudas de lo que le sucedió en la cueva se van intensificando a medida que pasa el tiempo, hasta el punto de recurrir al mono adivino de Maese Pedro.
Cicerón en su Somnium Scipionis advierte al hombre medieval y renacentista que los sueños eran el resultado de los pensamientos más recientes; de ahí que los personajes que habitan en el sueño-pesadilla del manchego sean caballeros de la caballería andante, a excepción de su dama Dulcinea del Toboso, entes de ficción de los cantares de gesta, de las novelas de la materia de Bretaña y del Romancero de influencia carolingia. Avalle-Arce nos indica que el sueño de don Quijote está constituido por una libre y subconsciente asociación de ideas, sublimadas cuando emergen en su memoria.
3.4.1. Héroes épicos del sueño
Su guía es un estudiante,
que según la época iría con su ropaje académico y universitario. Además, en
[...] Ofrecióseme luego a
la vista un real y suntuoso palacio o alcázar, cuyos muros y paredes parecían
de transparente y claro cristal fabricado; del cual abriéndose dos grandes
puertas, vi que por ellas salía y hacia mí se venía un venerable anciano,
vestido con un capuz de bayeta morada que por el suelo le arrastraba. Ceñíale
los hombros y los pechos una beca de colegial, de raso verde; cubríale la
cabeza una gorra milanesa negra, y la barba, canísima, le pasaba de la cintura;
no traía arma ninguna, sino un rosario [...].
(Quijote, II-XXIII)
En la tradición épica no
hay datos que puedan probar ni dar testimonio de un Montesinos vestido con
atuendos universitarios. Su vida en el Romancero comienza antes del
desastre de Roncesvalles. Era hijo del conde Grimaltos y de la hija del rey de
Francia. Grimaltos, difamado por Tomillas, tiene que abandonar París con su
esposa, la condesa, que en camino alumbra un niño, siendo bautizado por un
ermitaño. Adiestrado Montesinos en el arte militar, vuelve a París a vengarse
del traidor Tomillas, al que mata de un gran golpe en la cabeza con un tablero
de ajedrez. El romance juglaresco, Cata Francia, Montesinos, deriva de
una forma tardía de
Montesinos se enamora de
Rosafrida, que habita en Castilla, en el castillo de Rocafrida, según el
Romancero, cerca de la cueva de Montesinos; quizás por eso se dispare la
fantasía de don Quijote. Y así llegamos a la batalla de Roncesvalles, la muerte
de Durandarte, la lúgubre misión de su primo Montesinos, que en gran parte es
elaboración del sueño de don Quijote. Montesinos aparece como un venerable
anciano y no como un brioso paladín que luchó en Roncesvalles, según la
tradición. Esta insólita transformación de Montesinos, carne momia, la
justifica el mismo Montesinos al afirmar que todos llevan encantados más de
quinientos años por el sabio Merlín: El cómo y el por qué nos encantó nadie
lo sabe (Quijote, II-XXIII). Merlín, por otro lado, es el sabio encantador
de las leyendas artúricas, con fama de profeta; constituye el único personaje
que pertenece a las novelas de caballerías y de aventuras de la materia de
Bretaña. No era de
En el ciclo de Romances de
Roncesvalles, Montesinos se relaciona inseparablemente de su primo Durandarte,
y éste se asocia con su eterno amor por Belerma. La ilusión de un amor puro,
eterno, inquebrantable, enraíza en el subconsciente de don Quijote, que lo
relaciona con su amor por Dulcinea. Quizás por esto sale Dulcinea en la escena
al final del sueño. La memoria de don Quijote ha diseñado un laberinto completo
en donde se relaciona el pasado legendario de los romances carolingios, con el
encantador Merlín, personaje creado en las novelas de aventuras y de
caballeros, las llamadas romans de la materia de Bretaña y, en
consecuencia, de las leyendas artúricas. A esto hay que añadir un ingrediente
nuevo, los oropeles seudoeruditos del Primo que se dedica a averiguar quien era
Todos estos componentes justifican la historia que Montesinos relata a don Quijote acerca de Guadiana, escudero de Durandarte, y de Ruidera, dueña de Belerma. Será Monteninos quien nos hable de los personajes encantados en la cueva:
[...]Ya, señor Durandarte,
carísimo primo mío, [...] eché un poco de sal en vuestro corazón...y fuese...a
la presencia de la señora Belerma, la cual, con vos y conmigo, y con Guadiana,
vuestro escudero, y con la dueña Ruidera y sus siete hijas y dos sobrinas, y
con otros muchos de vuestros conocidos y amigos, nos tiene aquí encantados el
sabio Merlín ha muchos años; y aun pasan de quinientos, no se ha muerto ninguno
de nosotros. Solamente faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales
llorando, por compasión que debió tener Merlín dellas, las convirtió en otras
tantas lagunas, que ahora en el mundo de los vivos y en la provincia de
(Quijote, II-XXIII)
Esta conversión de la
geografía en fábula, apunta Frco. Rico (Quijote, p. 822, n. 28), probablemente
es idea de Cervantes. Las lagunas en
Estas realidades geográficas de España, descritas por Montesinos, aparecen como personajes metamorfoseados de la leyenda carolingia, con una clara influencia de Ovidio, y nos recuerda la conversación que mantiene don Quijote con el estudiante-guía, de camino hacia la cueva, sobre sus libros. Con el relato de la cueva, don Quijote acaba de añadir un nuevo capítulo a los Metamorfóseos o Ovidio español, que muy bien se sabía el Primo, quien al despedirse del caballero y del escudero, les dice:
–Yo, señor don Quijote de
(Quijote, II-XXIII)
Para comprender el mundo ideal de don Quijote hay que penetrar en el fondo del sueño, donde continuamente la realidad externa se transforma. Don Quijote se despierta en el sueño y el lector participa de la experiencia del personaje, y me hallé en la mitad del más bello, ameno y deleitoso prado..., pasando de la fantasía visual a lo grotesco del final del relato, Dulcinea encantada.
La cueva de Montesinos aparece como una pesadilla, como una alucinación, que refleja las ideas delirantes que Cervantes pone ante los lectores desde el principio de la novela. Lo maravilloso, mágico y extraordinario de este relato se mezcla con lo grotesco, ridículo y extravagante. El palacio o alcázar y los encantados río Guadiana y las lagunas de Ruidera participan del realismo mágico; en cambio, tienen carácter extraordinario, el desmedido rosario de Montesinos, cuyas cuentas son mayores que medianas nueces y los dieces como huevos medianos de avestruz; la figura de Durandarte de pura carne y puros huesos y nos lo presenta como un muerto viviente en lugar de ser de bronce, mármol o jaspe como son en realidad los sepulcros de los poderosos[87], etc.
Después de ofrecernos estos detalles, Cervantes pasa a exponer lo grotesco de la ensoñación y así Montesinos va vestido con capuz de bayeta morada, beca de colegial, gorra milanesa negra, con larga barba blanca y en vez de portar las armas de un caballero, lleva un rosario en las manos; según la leyenda, Montesinos usó una daga para sacar el corazón a Durandarte antes de enterrarle, pero don Quijote dice: Respondióme [Montesinos] que en todo decían verdad [los romances], sino en la daga, porque no fue daga, sino un puñal buido, más agudo que una lezna (II-XXIII); Belerma lleva turbante blanco al modo turquesco y va de luto como las demás damas del séquito; Montesinos y don Quijote hablan de la hermosura de Belerma, pero presenta dientes ralos y no muy bien puestos, cejijunta, ojerosa y de tez amarillenta debido a las malas noches y peores días que pasa en aquel encantamiento; Belerma lleva en las manos el corazón de Durandarte de carne momia debido a que está seco y amojamado.
Si nos fijamos, Montesinos, Durandarte y Belerma se ajustan a la tradición épica y legendaria. El reloj de sus vidas se ha parado por el encantador Merlín, como bien apunta Avalle-Arce (ibídem, p. 204 y ss.). Belerma adopta la pose de doncella dolorida por casi toda la eternidad, cuyo amante Durandarte se ha mantenido por más de 500 años en esa posición de muerto, coronada por un sacrificio de amor. También la fidelidad y amistad de Montesinos se mantiene imperturbable a través de los siglos. Cada uno de los protagonistas del sueño se ve a sí mismo como una criatura de arte y don Quijote lo acepta así porque esa es su suprema razón de ser, vivir la dimensión heroica de la vida.
Todo en la escena está dispuesto con arte, aparentemente libre del materialismo de la vida y del mundo; pero cuando el hombre, don Quijote, pisa la escena, llega con la voluntad vencida para seguir sosteniendo el ideal; despierto, jamás flaquea; en su subconsciente, o al menos en lo más hondo de su alma, en cambio, sí reconoce su trágica debilidad como se pone de manifiesto en la respuesta que da Durandarte a Montesinos, cuando éste habla a la estatua yacente del primo y presenta a don Quijote a la altura del ideal de la caballería andante. Pero el caballero legendario duda de las acciones de don Quijote, del hombre de carne y hueso; sus dudas son las dudas de don Quijote y ahí radica su tragedia al quedarse solo con su mundo idealizado en las profundidades de la sima.
Los personajes que pueblan la cueva de Montesinos solo aciertan a parodiarse a sí mismos, deformados en el alma de don Quijote. El paladín de las gestas carolingias, tendido de largo a largo, según observa don Quijote, sobre su sepulcro, repite como un muñeco mecánico los versos que la tradición poética puso en sus labios y que expresan la tragedia de su vida:
¡Oh, mi primo Montesinos!
Lo postrero que os rogaba,
Que cuando yo fuera muerto
Y mi ánima arrancada,
Que llevéis mi corazón
Adonde Belerma estaba,
Sacándomele del pecho,
Ya con puñal, ya con daga.[88]
(Quijote,
II-XXIII)
Y termina su discurso con la burlona expresión de los tahúres perdedores: Paciencia y barajar, una frase de consuelo, animando a los presente a perseverar en el juego. La parodia de Cervantes no puede ser más devastadora.
Por otro lado, cuando Montesinos describe la ofrenda póstuma de su primo a Belerma, cenit de su vida heroica, nos la presenta como cuando un carnicero cura jamones:
[...] primo de mi alma, en
el primer lugar que topé saliendo de Roncesvalles eché un poco de sal en
vuestro corazón, porque no oliese mal, y fuese, si no fresco, a lo menos,
amojamado, a la presencia de la señora Belerma.
(Quijote,
II-XXIII)
La belleza de Belerma se
desdibuja en pura caricatura, era cejijunta y la nariz chata, que
desfila puntualmente con sus doncellas por las galerias del palacio cuatro
veces por semana como autómatas sincronizados, y que si le había parecido
algo fea, o no tan hermosa como tenía la fama, era la causa las malas noches y
peores días que en aquel encantamiento pasaba, como lo podía ver en sus grandes
ojeras y en su color quebrada y no de estar con el mal mensil ordinario
en las mujeres.
Terminaremos este apartado diciendo que don Quijote presenta a Dulcinea del Toboso, la sin par, su ideal más excelso, también deformado, pero esto lo veremos en el epígrafe siguiente; lo único que pide a su paladín es dinero para cubrir sus carencias a cambio de entregar como prenda de garantía su faldallín.
3.4.2. Dulcinea encantada
Avalle-Arce (1976, pp. 189
y ss) señala que don Quijote en toda la aventura de la cueva de Montesinos está
solo, y en su soledad se dedica a soñar; pero esto no es nuevo, pues don
Quijote ha soñado despierto siempre, como lo hizo en la penitencia de Sierra
Morena, y con los ojos abiertos como platos se sueña un nuevo Amadís en una
nueva Peña de Pobre. Pero como dice Unamuno, en la cueva se trata de un sueño
de dormir con ensueños; el caballero se sueña a sí mismo despierto dentro del
sueño y ahí se pone de manifiesto la verdadera visión del subconsciente, según
Freud, o del inconsciente, si seguimos a Jung, tal y como éste se expresa en
los sueños: aparecen todos los héroes épicos (deseos reprimidos del caballero)
y la sorprendente visión de Dulcinea,
[...] apenas hubo salido
del bosque, cuando, volviendo la cabeza, y viendo que don Quijote no parecía,
se apeó del jumento y, sentándose al pie de un árbol, comenzó a hablar consigo
mesmo y a dedirse:
–Sepamos agora, Sancho
hermano, adónde va vuestra merced. ¿Va a buscar algún jumento que se le haya
perdido?-No, por cierto. –Pues ¿qué va buscar? –Voy a buscar, como quien no
dice nada, a una princesa, y en ella al sol de la hermosura y a todo el cielo
junto. -¿Y adónde pensáis hallar eso que decís, Sancho? –¿Adónde? En la gran
ciudad del toboso. –Y bien, ¿y de parte de quién la vais a buscar? –De parte
del famoso caballero don Quijote de
Este soliloquio pasó
consigo Sancho, y lo que sacó dél fue que volvió a decirse:
[...] Este mi amo por mil
señales he visto que es un loco de atar, y aun también yo no le quedo a la
zaga, pues soy más mentecato que él, pues le sigo y le sirvo, si es verdadero
el refrán que dice:”dime con quien andas, decirte he quién eres”, [...].
siendo, pues, loco como lo es, y de locura que las más veces toma unas cosas
por otras y juzga lo blanco negro y lo negro por blanco, como se pareció cuando
dijo que los molinos de viento eran gigantes, y las mulas de los religiosos
dromedarios, y las manadas de carneros ejércitos de enemigos, y [...], no será muy
difícil hacerle creer que una labradora, la primera que me topare por aquí, es
la señora Dulcinea; y cuando él no lo crea, juraré yo, y si él jurare, tornaré
yo a jurar, y su porfiare, porfiaré yo más [...]
Y sucediole todo tan bien,
que cuando se levantó para subir en el rucio vio que del toboso hacia donde él
estaba venían tres labradoras sobre tres pollinos, o pollinas, que el autor no
lo declara, aunque más se pueden creer que eran borricas, por ser ordinarias
caballerías de las aldeanas; [...]volvió a buscar a su señor don Quijote, y
hallole suspirando y diciendo mil amorosas lamentaciones.[...]
–Pique , señor y venga, y
verá venir a la princesa nuestra ama vestida y adornada, en fin, como quien
ella es. Sus doncellas y ella todas son una ascua de oro, todas mazorcas de
perlas, todas son diamantes, todas, rubíes, todas telas de brocado de más de
diez altos; los cabellos sueltos por las espaldas, que son otros tantos rayos
del sol que andan jugando con el viento; y sobre todo, vienen a caballo sobre tres
cananeas remendadas[89],
que no hay más que ver.
–Hacaneas querrás
decir, Sancho.
[...]
Ya en esto salieron de la
selva y descubrieron cerca a las tres aldeanas [...]
–Yo no veo, Sancho –dijo
don Quijote–, sino tres labradoras sobre tres borricos.
–Calle, señor –dijo Sancho–,
no diga la tal palabra, sino despabile sus ojos y venga a hacer reverencia a la
señora de sus pensamientos, que ya llega cerca.
Y, diciendo esto, se
adelantó a recebir a las tres aldeanas y, apeándose del rucio, tuvo del
cabestro al jumento de una de las tres labradoras y, hincando ambas rodillas en
el suelo, dijo:
–Reina y princesa y duquesa
de la hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de recibir en su gracia
y buen talante al cautivo caballero vuestro, que allí está hecho piedra mármol,
todo turbado y sin pulso, de verse ante vuestra magnífica presencia. Yo soy
Sancho Panza, su escudero, y él es el asendereado caballero don Quijote de
A esta sazón ya se había
puesto don Quijote de hinojos junto a Sancho y miraba con ojos desencajados y
vista turbada a la que Sancho llamaba reina y señora; y como no descubría en
ella sino una moza aldeana, y no de muy buen rostro, porque era carirredonda y
chata, estaba suspenso y admirado, sin osar despegar los labios. Las labradoras
estaban asimismo atónitas, viendo aquellos dos hombres tan diferentes hincados
de rodillas, que no dejaban pasar adelante a su compañera; pero rompiendo el
silencio la detenida, toda desgraciado y mohina, dijo:
–Apártense nora en tal del
camino, y dejenmos[90]
pasar, que vamos depriesa.
A lo que respondió Sancho:
–Oh princesa y señora
universal del Toboso! ¿Cómo vuestro magnánimo corazón no se enternece viendo
arrodillado ante vuestra sublimada presencia a la coluna y sustento de la
caballería andante?
Oyendo lo cual otra de las
dos, dijo:
–Mas ¡Jo, que te estrego,
burra de mi suegro! ¿Mirad con qué se vienen los señoritos ahora a hacer burla
de las aldeanas, como si aquí no supiésemos echar pullas como ellos [...].
-Levántate, Sancho –dijo a
este punto don Quijote– [...], ya que el maligno encantador me persigue y ha
puesto nubes y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de una
labradora [...].
–Sancho, ¿Qué te parece
cuán mal quisto soy de encantadores? Y mira hasta dónde se estiende su malicia
y la ojeriza que me tienen, pues me han querido privar del contento que pudiera
darme ver en su ser a mi señora.[...]. Y has también de advertir, Sancho, que
no se contentaron estos traidores de haber vuelto y transformado a mi Dulcinea,
sino que la transformaron y volvieron en una figura tan baja y tan fea como la
de aquella aldeana, y juntamente le quitaron lo que es tan suyo de las
principales señoras, que es el olor, por andar siempre entre ámbares y entre
flores. Porque te hago saber, Sancho, que cuando llegué a subir a Dulcinea
sobre su hacanea, según tu dices, que a mí me pareció borrica, me dio un olor
de ajos crudos, que me encalabrinó y atosigó el alma.
-¡Oh canalla! –gritó a esta
sazón Sancho-. ¡Oh encantadores aciagos y malintencionados, y quién os viera a
todos ensartados por las agallas, como sardinas de lercha! Mucho sabéis, mucho
podéis y mucho más hacéis. Bastaros debiera, bellacos, haber mudado perlas de
los ojos de mi señora en agallas alcornoqueñas, y sus cabellos de oro purísimo
en cerdas de cola de buey bermejo, y, finalmente, todas sus facciones de buenas
en malas, sin que le tocáredes en el olor, que por el siquiera sacáramos lo que
estaba encubierto debajo de aquella fea corteza; aunque para decir verdad,
nunca yo vi su fealdad, sino su hermosura, a la cual subía de punto y quilates
un lunar que tenía sobre el labio derecho, amanera de bigote, con siete u ocho
cabellos rubios como hebras de oro y largos de más de un palmo.[...].
–¡Y que no viese yo todo
eso, Sancho! –dijo don Quijote–. Ahora torno a decir y diré mil veces que soy
el más desdichado de los hombres.
Harto tenía que hacer el socarrón de Sancho en
disimular la risa, oyendo las sandeces de su amo, tan delicadamente engañado.
[...].
Cuando don Quijote menciona haber visto en la cueva de Montesinos a Dulcinea encantada:
Sancho Panza, pensó perder el juicio, o
morirse de risa que como él sabía la verdad del fingido encantamiento de
Dulcinea, de quien él había sido el encantador y el levantador de tal
testimonio, acabó de conocer indubitadamente que su señor estaba fuera de
juicio y loco de todo punto.
(Quijote, II-XXIII)
Dulcinea, encantada, pide
prestados, por medio de una de las dos compañeras de la sin ventura Dulcinea,
a don Quijote media docena de reales, mísera cantidad que se empobrece
sarcásticamente cuando don Quijote le dice que desearía ser un Fúcar[91]
para remediarlos [sus trabajos y necesidades] y le da todo lo que tiene,
que son solos cuatro reales. Aquí se produce un profundo contraste entre
En el Persiles[92], influido por la autoridad de los clásicos como Platón, Ciceron o Calcidio, afirma Cervantes: los sueños [...] cuando no son revelaciones divinas o ilusiones del demonio, proceden, o de los muchos manjares que suben vapores al cerebro, con que turban al sentido común, o ya de aquello que el hombre trata más de día. Quizás esta última razón justifica por sí sola la pesadilla de don Quijote cuando ve a Dulcinea encantada, convertida en tosca y fea aldeana, que hedía a ajos, y no como la hermosa princesa del Toboso. La última vez que la vio don Quijote (II-X) ella estaba tal cual se le aparece en el sueño por la argucia del encantador Sancho Panza, quien al final de la novela (II-XXXV) tendrá que pagar su engaño con tres mil azotes en ambas valientes posaderas, dolorosa forma de desencantar a Dulcinea por orden del mismo Merlín, que aparece en el palacio de los Duques para profetizar que el desencantamiento de la dama sólo será posible por los más de tres mil azotes que Sancho debe propinarse:
–Yo soy Merlín, aquel que
las historias
dicen que tuve por mi padre
el diablo
[...]
A ti digo, ¡oh varón como
se debe
por jamás alabado!, a ti,
valiente
juntamente y discreto don
Quijote,
de
que para recobrar su estado
primo
la sin par Dulcinea del
Toboso
es menester que Sancho tu
escudero
se dé tres mil azotes y
trescientos
en ambas sus valientes
posaderas,
al aire descubiertas, y de
modo,
que le escuezan, le
amarguen y le enfaden.
Y en esto resuelven todos
cuantos
de su desgracia han sido
los autores,
y a esto es mi venida, mis señores.
Don Quijote siempre aceptó sin dudar el encantamiento de Dulcinea; antes de descender a las profundidades de la cueva de Montesinos, exclama:
¡Oh, señora de mis acciones
y movimientos, clarísima y sin par Dulcinea del Toboso! Si es posible que
lleguen a tus oídos las plegarias y rogaciones deste tu venturoso amante, por
tu inaudita belleza te ruego las escuches; que no son otras que rogarte no me
niegues tu favor y amparo, ahora que tanto le he menester.
(Quijote, II-XXII)
La imagen maloliente y rústica de Dulcinea encantada, cuyo olor a ajos crudos encalabrinó y atosigó su alma, y que él vio con sus propios ojos, se le borra de la mente antes de entrar en la cueva como se puede ver en el texto de la invocación. Este encantamiento juego un papel esencial en el proceso de derrumbe del mundo idealizado que se ha creado el protagonista; hasta el subconsciente lucha contra su imaginación y ni en sueños puede ya percibir la inaudita belleza de dulcinea, lo que le va conduciendo poco a poco al desengaño y a la muerte.
Ese sentimiento de impotencia y desilusión de don Quijote se vuelve a poner a prueba en el capítulo XLI, De la aventura de Clavileño, con el fin desta dilatada aventura, cuando don Quijote dice al oído de Sancho Panza:
Sancho, pues vos queréis que os crea lo que habéis
visto en el cielo, yo quiero que vos me creáis a mi lo que vi en la cueva de
Montesinos. Y no os digo más.
Con estas palabras don Quijote le recuerda a Sancho el acuerdo tácito de que se engañan mutuamente y reduce la verdad a un innoble cambalache, a pesar de haber prometido imponerla a punta de lanza.
Miguel de Unamuno en su Vida de don Quijote y Sancho, refiriéndose a la salida del palacio de los Duques, cuando don Quijote vio en la campiña rasa, libre y desembarazado de los requiebros de Altisidora, a unos labradores que llevaban unas imágenes de relieve y entabladura de santos para el retablo de su aldea, exclama:
[...] estos santos y
caballeros profesaron lo que yo profeso, que es el ejercicio de las armas; sino
que la diferencia que hay entre mí y entre ellos es que ellos fueron santos y
pelearon a lo divino, y yo soy pecador y peleo a lo humano. Ellos conquistaron
el cielo a fuerza de brazos, porque el cielo padece fuerza, y yo hasta agora no
sé lo que conquisto a fuerza de mis trabajos; pero si mi Dulcinea del Toboso
saliese de los que parece, mejorándose mi ventura y adobándoseme el juicio,
podría ser que encaminase mis apasos por mejor camino del que llevo.
(Quijote, II-LVIII)
Ante esto, comenta Unamuno: No hay acaso en toda la tristísima epopeya de su vida pasaje que nos labre más honda pesadumbre en el corazón.
El progresivo desengaño que
va experimentando el caballero manchego a lo largo de toda la segunda parte le
llevará a su trágico final, haciendo renuncia formal de su voluntad de ser don
Quijote de
Ya yo no soy don Quijote de
La humanidad del hidalgo manchego termina por imponerse y hace despedazando el mundo ideal que se forjó. De este modo Cervantes demuestra al lector que el sueño de don Quijote, entreverado de idealismo y realidad, no se puede realizar en la vida, máxime cuando el declive de la hegemonía española se hace más que evidente.
4. Conclusiones
1ª. Miguel de
Cervantes tuvo que conocer, casi con toda seguridad, las leyendas de Toledo que
circulaban entre el pueblo sobre las cuevas subterráneas de la ciudad y el
atractivo que proyectaba en aquellas gentes. Las Relaciones de los pueblos
de España ordenadas por Felipe II, de 1575[93],
aluden también al castillo de Rocaflorida, cerca de
2ª. La formación del
Camino de Santiago tendrá una gran importancia para la literatura, dado
que la organización del culto al Sepulcro y la apertura del camino físico unen
Galicia e Spania con
Las peregrinaciones a
Santiago son una pieza importante de la integración progresiva de Spania
a
A través de las rutas se va transmitiendo la poesía narrativa, los llamados romances en la tradición hispánica, cuyos asuntos versarán sobre episodios de la épica española, de la historia antigua, narraciones caballerescas, aventuras amorosas, incluyendo, por supuesto, los romances sobre la “materia de Francia”, los de tema carolingio, y que en nuestra tradición se confunden con el tema artúrico; éstos recrean episodios épicos y caballerescos sobre personajes e historias de la corte de Carlomagno, y en ellos se mezclan elementos de la leyenda artúrica.
3ª. Las novelas de
caballerías en España incorporan y desarrollan temas de la materia de Bretaña y
alcanzan su máximo apogeo y difusión en el Renacimiento, situándose en una de
las tradiciones más fecundas de
4ª. Con el Quijote
de Miguel de Cervantes, muere el género literario medieval, que apareció a mediados
del siglo XII, víctima de la parodia, del humor y del espíritu moderno. Fue una
de las manifestaciones más originales de la literatura románica de
Ya quedaron señalados algunos de los eslabones que van desde
Geofrey compuso las Prophetiae Merlíni antes de 1135 y
las incorporó a
Las profecías gozaron durante
Sin embargo, la materia de Bretaña no hubiera alcanzado tanto
éxito sin el enriquecimiento, transformación temática y la maestría de las
obras de Chrétien de Troyes: Erec (1150-1170), Cligés (h. 1170-1176), Chevalier au lion (Yvain) Chevalier a la
charrete (Lancelot) (ambas, 1177-1181),
Contes du Graal (Perceval; 1181-1190).
Las técnicas, estructuras y motivos folclóricos de las obras de
Chrétien y la tradición artúrica prosificada posterior, influirán de lleno en
el Amadís, donde los conflictos entre el amor y la caballería, y la búsqueda
están presentes a lo largo de toda la obra.
Afirma Cacho Blecua que sin la tradición de la materia de Bretaña sería
inexplicable el Amadís, mientras que la materia clásica sólo es imprescindible
como complemento para algunos episodios. El relato es un ejemplo con finalidad
didáctica o a través de comportamientos positivos o como escarmiento en cabeza
ajena; esta técnica de la pedagogía medieval es asumida por Montalvo y no deja
de tener en cuenta
En este contexto cultural y literario hemos de situar la penitencia de
don Quijote, que se desarrolla en los capítulos I-XXV, Que trata de las estrañas cosas que en
Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de
5ª. El Amadís[95]
refleja los ideales caballerescos de su aquel tiempo lo que le aportó un gran
popularidad; fue la lectura preferida de reyes y emperadores, sirvió para
distraer a escritores y filósofos: Montaigne, Bembo, Castiglione... en esta
novela de caballerías se inspiró el poema clásico caballeresco en cien cantos
titulado Amadís [Amadici], de Bernardo Tasso; tuvo refundiciones y continuaciones
como Las sergas de Esplandián, el quinto libro, que narra las gestas del
hijo del héroe, a quien otros prolongaron con un sexto y un séptimo; y el Amadís
de Grecia de Feliciano de Silva (1482-1560), octavo libro, condenado
también al fuego por el cura, en Quijote, I-VI, Del donoso y grande
escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro
ingenioso hidalgo; la tragicomedia titulada Amadís de Gaula del
portugués Gil Vicente (1470-1536), donde sólo aparecen los amores de Amadís y
Oriana... hasta llegar a Miguel de Cervantes, quien lo parodiará en algunas
técnicas, elementos folklóricos, filtros, encantamientos..., en su Don Quijote
de
6ª. Los romances sobre la materia de Francia recrean episodios de la literatura épica y caballeresca francesa, principalmente sobre personajes e historias de la corte de Carlomagno, y en ellos se introducen elementos de la leyenda artúrica, como los romances de Lanzarote, o desarrollos fantásticos hispánicos, como el de “¡Oh, Belerma, oh, Belerma, por mi mal fuiste engendrada”, donde se cuenta la muerte de un caballero inexistente en la épica francesa, pero cuyo nombre coincide con el de la espada de Roldán, Durandarte. Este último es una buena muestra de reelaboración de temas carolingios en la tradición hispánica, incluyendo la invención de nuevos episodios y personajes ausentes en la épica y la novela francesa.
Este romance se publicó en diversos pliegos; se conserva en
Para algunos críticos, los
episodios de la cueva de Montesinos, que se narran en varios capítulos y
algunas prolongaciones posteriores: II-XXII, Donde se da cuenta de la grande
aventura de la cueva de Montesinos, que está en el corazón de
Todo apunta a la aterradora ausencia de plenitud del mundo idealizado por don Quijote; él mismo carece de toda sustancia interior; el caballero andante aparece vacío por dentro y su cochambrosa armadura solo reviste un espectro. El desdoblamiento artístico que lleva acabo Cervantes con genial maestría es una maravilla literaria; nos confronta sagazmente el don Quijote despierto que sitúa el mundo de Montesinos y Durandarte en lo más alto de la perfección y el don Quijote que al soñar ese mundo lo ve carcomido y trasnochado, ya hundido en su propia imperfección e impotencia. El don Quijote soñado demuestra la invalidez y la futilidad de las acciones y aventuras del don Quijote soñador; el sueño de don Quijote demuestra que el ideal caballeresco es una sombra, un embeleco, un embuste que conduce irremediablemente al desengaño.
7ª. Lo que falte de esta historia, nos dice Cervantes, es culpa del galgo de su autor. ¿Quién es su autor? ¿Cide Hamete, el traductor, Cervantes...? Estas dudas obligarán al lector a valorar a don Quijote como personaje de ficción y emitir un juicio sobre la coherencia o incoherencia del personaje. Esta implicación del lector está sobrentendida en El Lazarillo de Tormes, donde el supuesto protector del pícaro, V.m., bien pudiera ser el lector; el lector como co-autor, señala Percas Ponseti, H. (1968, p.377), no se encuentra antes de Cervantes, ni tampoco después hasta Balzac, Galdós, Pirandello, Kafka, Sartre, Borges...
Este principio elusivo,
aplicado al Sueño de don Quijote, y parafraseando a don Miguel, nos
lleva a decir que lo que nos falte de esta historia, es culpa del galgo del
lector por no haber sabido actuar con la sagacidad y astucia del Pierre
Menard borgiano; éste sólo dejó lagunas, al menos como las de Ruidera,
al detenerse en su proceso de reescritura; su novela quedó inconclusa, como
inconcluso queda este proyecto de ensayo por más que en la intención de su
autor esté la idea de lograr una interpretación aproximada a lo que
pretendieran Cide Hamete Benengeli, el historiador arábigo, el
padrastro de don Quijote, el traductor aljamiado... lo que no deja
de ser una actitud bastante presuntuosa, quizá encantado por alguno de
esos magos que pueblan las historias de caballerías y que tanto abundan en esa
verdadera historia de don Quijote de
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1. Según el Diccionario de
Del gr. σπήλαον, caverna, y -logía.
1. f. Ciencia que estudia la naturaleza, el origen y formación de las cavernas, y su fauna y flora.
[2].
Según el Diccionario de
De or. siberiano, a través del ruso.
1.m. Hechicero al que se supone dotado de poderes sobrenaturales para sanar a los enfermos, adivinar, invocar a los espíritus, etcétera.
[3]. Hijo de Apolo y de Calíope. Era tan hábil tañedor de la lira, que los árboles y las piedras dejaban su lugar, los ríos suspendían su curso y las fieras se juntaban para escucharle. Recorrió Egipto para ser iniciado en los misterios de Isis y Osiris. Se casó con la ninfa Eurídice. Un día que Eurídice huía de Aristeo, hijo de Cirene, fue mordida por una serpiente y murió. Orfeo descendió a los infiernos para implorar que le devolvieran a su compañera y le fue concedido con la condición de que él no volvería la cabeza para mirarla hasta que hubiera rebasado los confines del reino de los muertos. Eurídice ya estaba saliendo cuando Orfeo, miró hacia atrás y perdió a Eurídice. Intentó penetrar por segunda vez en la mansión de los muertos; Carón negóse a transportarle en su barca, y Orfeo estuvo siete días a orillas del Aqueronte. Se retiró al monte Rodope, en Tracia.
[4] Cfr. Redondo, Austin, 1997, p. 408, n. 19.
[5] Toledo: Imp. de A. Medina, S.F., “Biblioteca Toledana”, II, p. 15.
[6]. Anteriormente, también hubo pobreza y miseria para
un segmento muy importante de la población de Castilla y de España. El
Lazarillo se abre con citas y reminiscencias de Plinio, Horacio,
"Tulio", y se cierra con la mención expresa de Carlos V en las Cortes
toledanas de 1538-39. De un cabo a otro, entre la más alta cultura y la
referencia histórica más concreta, la carta del pregonero va conjugando en
cambiante medida burlas y veras, literatura y realidad y esa realidad social
que se refleja en el anónimo son las sombras de
Y fue, como el año en esta
tierra fuese estéril de pan, acordaron el Ayuntamiento que todos los pobres
estranjeros [´forasteros´] se fuesen de la ciudad, con pregón que el que de
allí adelante topasen fuese punido [´castigado´] con azotes. Y así, ejecutando
la ley, desde a cuatro días que el pregón se dio, vi llevar una procesión de
pobres azotando por las Cuatro Calles. Lo cual me puso tan gran espanto, que
nunca osé desmandarme a demandar (Lazarillo,
1994, p. 93).
Marcel Bataillon
(1968) defiende que este pasaje nos guía hacia una coyuntura inconfundible,
porque “el movimiento de defensa de las ciudades españolas contra mendigos y
vagabundos cobra nuevo vigor a partir de
[7]. Mateo Alemán (Sevilla, 1547 - México, 1613), el primer autor de novela picaresca conocido, también estuvo preso por deudas en la misma cárcel donde se dice que Cervantes comenzó El Quijote, y durante las mismas fechas; posteriormente embarcó para México, donde murió.
[8]. La
muerte del rey de Portugal, Don Sebastián, convirtió a Felipe II en heredero de
[9]. Allí el personaje
Stultitia afirma ser la sal de la tierra, y va poniendo en solfa una
serie de costumbres y estamentos -incluidas las creencias en reliquias y
milagros, así como los teólogos y los frailes mendicantes-, para culminar su no
muy rectilínea trayectoria con la exaltación de la “locura” de la cruz, en términos
de San Pablo. Se ha dicho que esta obra contribuyó mucho a preparar
Alfonso de Valdés, en su
Diálogo de Mercurio y Carón, que con su hermano Juan de Valdés son los
representantes definitivos del erasmismo español, dice lo siguiente acerca de
las reliquias:
El prepucio de Nuestro Señor yo lo he visto en
Roma y en Burgos, y también en Nuestra Señora de Anversia... Pues de palo de la
cruz dígoos de verdad que si todo lo que dicen que hay della en la cristiandad
se juntase, bastaría para carga una carreta. Dientes que mudaba Nuestro Señor
cuando era niño, pasan de quinientos los que hoy se muestran solamente en
Francia. Pues leche de Nuestra Señora, cabellos de
[10].
Hamilton, E. J.: El tesoro americano y la
revolución de los precios en España.1501-1650, Barcelona, 1975. Los
trabajos de Hamilton han llevado hasta hace poco a distinguir el alza
“moderada” correspondiente a 1501-1550 del alza “culminante” relativa a
1551-1600. La cronología vino impuesta, en este caso, por las remesas de plata
americana, efectivamente mucho mayores en la segunda que en la primera mitad de
la centuria. [...] El maná fue especialmente abundante en los años 1560-1600,
correspondientes al reinado filipino. Es también la culminación del alza de los
precios.
[11].
Véase De los remedios contra próspera y adversa fortuna (Valladolid,
1510). Traducción de Francisco de Madrid de la obra de Petrarca: De remediis
utriusque fortunae:
Est enim amor latens ignis: gratum uulnus, sapidum
uenenum: dulcis amaritudo: delectabilis morbus: iucumdum supplicium: blanda
mors (De
remediis);
Francisco de
Madrid traduce “...el amor es un
escondido fuego, una agradable llaga, un sabroso rejalgar, una dulce amargura,
una delectable enfermedad, un alegre tormento y una blanda muerte”.
Rejalgar era “combinación muy venenosa de arsénico y azufre” (DME); (Russell,
P.E., 1991: 63-64).
[12]. ‘quieto, alto ahí’; expresión de la jerga carcelaria
y que el autor tuvo ocasión de conocer bien.
Cervantes
planeó por dos veces ir a América, cuando los castellanos llamaban todavía a
aquellas tierras las Indias Occidentales y los europeos, el Nuevo
Mundo, terminado ya el periodo de conquista y abierto claramente lo que se
ha dado en llamar la “Etapa de fundación, 1550-
Pide y suplica humildemente cuanto puede, a V.M.
sea servido de hacerle merced de un oficio de Indias de los tres o cuatro que
al presente están vacos (vacantes), que es el uno en
La negativa del Consejo de Indias, en escrito de Núñez
Morquecho, fue de una lacónica sequedad: “Busque por acá en qué se le haga
merced”, palabras que desilusionaron y amargaron a Cervantes, sin duda,
pero que gracias a las cuales tenemos el Quijote, porque si Cervantes
llega a establecerse en América seguramente no hubiera escrito su genial
novela.
Poco después entra al servicio del Estado
y recorre Andalucía cobrando rentas y acopiando víveres para el abastecimiento
de
[13]. Pastraña , o patraña, o como lo llamemos... (Quijote, I-XXV); cananeas por hacaneas, le enmienda don Quijote (Quijote, II-X); abernuncio por abrenuncio, le corregirá el duque (Quijote, II-XXXV); tología por teología, en otro de los pasajes, etc.
[14].
El Hospital de
[15] Psijé <del gr. ψνχή vida, alma, sentimientos; es una palabra de difícil asimilación; se suele traducir por “alma” y por “mente”, aunque esto no refleja la amplitud del término. Sócrates es el primero que la utiliza como “alma”, pero sede de la inteligencia y de la ignorancia, de la bondad y de la maldad, inmanente, de este mundo. “Alma” y “espíritu” serían aquí sinónimos.
[16].
Más adelante sabremos que Maese Pedro es el preso Ginés de Pasamonte de Quijote,
I-XXII, De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que mal
de su grado los llevaban donde no quisieran ir. Se ha visto en este
personaje a Jerónimo de Pasamonte, escritor aragonés y antiguo compañero de
milicia de Cervantes. Entre otros, Martín de Riquer utilizó este dato como uno
de sus argumentos para defender la hipótesis que identifica a Fernández de
Avellaneda con Jerónimo de Pasamonte, autor del pseudo Quijote o del Quijote
apócrifo. Ginés de Pasamonte volverá a aparecer en los añadidos de la
segunda edición, así como en
Cuando
probablemente Cervantes había escrito bastantes páginas de
Esto le debió impactar, asegura García Salinero, F. (1972,
p. 7 y ss.), porque desde el cap. LIX de
Y el
prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma: “Aquí quedarás colgada desta espetera
y deste hilo de alambre, [...], adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos
y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte [...]
Para
mí sola nació don Quijote, y yo para él: el supo obrar y yo escribir, solos los
dos somos para en uno, a despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco
que se atrevió o se ha de atrever a escribir con pluma de avestruz grosera y
mal deliñada las hazañas de mi valeroso caballero, porque no es carga de sus
hombros, ni asunto de su resfriado ingenio, a quien advertirás, si acaso llegas
a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos
de don Quijote, y no le quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a
Castilla
(Quijote, 2004, II-LXXIIII)
En el
prólogo, el pseudo Avellaneda injuria a Cervantes y sale en defensa de Lope de
Vega y de él mismo, escritor fingido y tordesillesco; al primero, don
Miguel le había atacado en los preliminares de su Quijote; al segundo no
se sabe a ciencia cierta por qué se sintió ofendido; se ha especulado con la
posibilidad de que Alonso Quijano, don Quijote, sea un sinónimo
intencionadamente elegido de entre los enemigos de Cervantes con lo que
resultaría que este Alonso homónimo sería uno de los tantos Alonsos
candidatos a la autoría del pseudo Quijote. En cualquier caso, el tal
Avellaneda le llama vilmente manco (...y con la copia de fieles relaciones
que a su mano llegaron; y digo mano, pues confiesa de sí que tiene una [en
el prólogo de sus Novelas Ejemplares Cervantes afirma que, en la batalla naval
de Lepanto, perdió su mano izquierda de un arcabuzazo], y hablando tanto de
todos, hemos de decir dél que, como soldado tan viejo en años [Cervantes
tenía, en 1614, 67 años] cuanto mozo en bríos, tiene más lengua que manos
[...], pues él tomó por tales el ofender(me) a mí... [¿Quién era
este tal Avellaneda y en qué le pudo ofender Cervantes? Nada se sabe]. Además
le llama viejo como el castillo de Cervantes [se refiere al Castillo de
San Servando de Toledo del siglo XI y que entonces estaba en ruinas], mal
contentadizo y falto de amigos). Poco después le increpa diciendo
que es envidioso siendo esta la causa de sus murmuraciones y
difamaciones al prójimo (suponemos que en esta caso el prójimo es Lope de Vega
y quien se oculta tras Avellaneda), para a continuación recordarle sin piedad su
condición de ex presidiario “Pero disculpan los yerros [hierros] de
su primera parte, en esta materia, el haberse escrito entre los de una cárcel;
y así no pudo dejar de salir tiznada dellos, ni salir menos que quejosa,
murmuradora, impaciente y colérica, cual lo están los encarcelados”.
Este prólogo de Avellaneda molestó bastante a Cervantes a
pesar de que en la época era frecuente que se intercambiaran insultos los
escritores. Cervantes en el prólogo de
[17]. Casalduero, Joaquín (1966): Sentido y forma del Quijote. Ínsula, Madrid, hace la siguiente
disposición de la materia novelesca del Quijote de 1605:
1ª. Parte, 8 capítulos. Primer tema: caballeresco:
- 1ª. Salida 3 aventuras: Arrieros (Realidad), Andrés
(Justicia), Mercaderes (Belleza)
Vuelta al lugar. Primer escrutinio
- 2ª.
Salida 2 aventuras: Molinos-Gigantes; Vizcaíno (sin terminar)
Hay una gran claridad nuclear:1+1+1+1+1+2.
2ª. Parte, 6 capítulos. Segundo tema: amoroso:
- Encuentro del manuscrito de Cide Hamete Benengeli
-
Pastores-Discurso de
- Aventura
del Vizcaíno (final)
-
Marcela-Crisostomo. Amor gratuito, con suicidio del amante
La claridad temática aún aumenta: 1+ 1+ 4.
3ª. Parte, 13 capítulos. Reunión y desarrollo de los dos
temas
- Parodia del amor pastoril
-
Parodia del amor caballeresco
- 5 aventuras: Rebaños (polvo),
Cuerpo muerto (luces), Batanes (oscuridad - sonido - ruido. cuento – amanecer
–realidad), Yelmo de Mambrino (reflejos), Galeotes (palabra).
- Sierra Morena: (maleta – dinero mágico – libro de
memorias); Cardenio, 1ª. parte de su historia; Reaparición del Cura y el
Barbero; 2º. parte de la historia de Cardenio; Penitencia de D. Quijote
(sacrificio gratuito).
1+2+5+1+3+1. Se enlazan los dos temas, manteniéndose el
literario con las dos parodias. La complicación crece al penetrar el Caballero
en
4ª. Parte, 25 capítulos
- Dorotea – Princesa Micomicona
(la mujer engañada en el mundo que es engaño)
- Dulcinea, según Sancho. –
Mentira contrapuesta a imaginación creadora
- Segundo escrutinio
- Lectura de El curioso
impertinente. Dos temas:, dos desenlaces. Gigante – cueros de vino
- Segundo discurso, Armas y Letras
- El Cautivo y Zoraida: Armas,
conversión
- Doña Clara y el Oidor: Letras.
El primer amor
- Diálogo con el Canónigo. El
Caballero del Lago
- Historia de Leandra. Procesión de
- Muerte de Don Quijote, paródica, y
parodia de la poesía funeral
La reunión
de todos los hilos de la trama abre el final de la composición con la amplitud
de toda su hermosura. 3+1+1+3+3+3+5+4+1+1, así se juntan los 25 capítulos.
[18].
La primera parte del Quijote –El ingenioso hidalgo don Quijote de
La conocida frase de Lope de Vega en que se refiere despectivamente al Quijote en carta de agosto de 1604, hace suponer que la obra, o parte de ella, se había difundido manuscrita, antes de su edición, por los círculos literarios de la corte. La hipótesis de la edición anterior, en 1604,-defendida por Jaime Oliver Asín, El Quijote de 1604, Madrid, 1948-, hoy está prácticamente abandonada; y también que la carta de Lope no fue redactada en 1604 sino a finales del año siguiente, cuando la novela de Cervantes llevaba ya media docena de ediciones y era de todos conocida (Cfr. Luis Astrana Marín, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra, 7 vols., Madrid, 1948-1958.).
La primera parte del Quijote consta de cincuenta y dos capítulos que en la primera edición se ofrecían distribuidos en cuatro apartados: capítulos I-VIII; IX-XIV; XV-XXVII y XXVIII-LII. Esta división no volvió a ser utilizada en ninguna de las ediciones posteriores.
Tenía
Cervantes 57 años cuando sale a la luz la primera edición y llevaba veinte de
silencio literario oficial porque nada había publicado desde la aparición de
Sorpresa e irritación provocó aquella extraña
novela entre sus colegas; el público lo acogió con gran aceptación y aquel
mismo año de 1605 fueron lanzadas otras seis ediciones: una en Madrid, en la
misma imprenta de Juan de
Diez años transcurrieron hasta que Cervantes hizo imprimir
la segunda parte de su inmortal novela, también por Juan de
[19].
Jay Allen, John: “El Quijote de
[20]. El trigo rubión es el más productivo, pero produce harina de peor calidad (Rico, Fco., 2004, p. 392, n. 4).
[21].
Fraile lego e intonsurado.
[22].
El Prior del convento.
[23].
Sin letras e ignorante.
[24].
Frailes licenciados en teología que esperaban el grado de maestros.
[25]. Parece una expresión descarada de despedida.
[26]. Bergson, Henri
(1859-1941), filósofo francés y premio Nobel, elaboró una teoría de la
evolución basada en la dimensión espiritual de la vida humana que tuvo una gran
influencia en múltiples disciplinas. Nacido en París, el 18 de octubre de 1859,
estudió en la École Normale Supérieure y
Entretanto
se publicó la disertación doctoral de Bergson Tiempo y libre albedrío
(1889) que produjo mucho interés entre los filósofos. En ella plantea sus
teorías de la libertad de la conciencia y del tiempo, al que consideró como una
sucesión de instantes conscientes, entremezclados e ilimitados. A esta obra le
siguió Materia y memoria (1896), libro en el que subraya la selectividad
del cerebro humano; La risa (1900), ensayo sobre la base mecanicista de
la comedia, que tal vez sea su trabajo más citado, y La evolución creadora
(1907), donde explora el problema de la existencia humana y define la mente
como energía pura, el élan vital o ímpetu vital, responsable de toda la
evolución orgánica. En 1914 fue elegido miembro de
En 1921
Bergson dejó el Collège de France para dedicarse a los asuntos internacionales,
la política, los problemas morales y la religión; se había convertido al
catolicismo (sus padres eran judíos). En 1927 recibió el Premio Nobel de
Literatura. Murió el 4 de enero de 1941 en París.
Bergson
descubrió la existencia de cortes móviles o de imágenes-movimiento antes del
nacimiento oficial del cine en su obra Materia y Memoria (1896). En el
cine, al comienzo, la toma era fija, y en consecuencia, el plano era espacial y
formalmente inmóvil; el aparato de tomar vistas se confundía con el aparato de
proyección, dotado de un tiempo uniforme abstracto. La evolución del cine será
llevada a cabo por el montaje, la cámara móvil y la emancipación de una toma
que se separa de la proyección. Entonces el plano deja de ser una categoría
espacial para volverse temporal; y el corte será un corte móvil en vez de
inmóvil. El cine acabará en la imagen-movimiento del primer capítulo de Materia
y Memoria. Pero las tres tesis sobre el movimiento de Bergson nos llevarían
demasiado lejos del asunto que estamos tratando en este trabajo.
[27].
Se han contado 659: 607 hombres y 52 mujeres. Los que propiamente actúan o
hablan son, al menos, unos 150 y unas 50 mujeres. Hatzfeld ve a los personajes
del Quijote situados en diversos planos de profundidad: “En primer plano: Don
Quijote, Sancho, el Cura, el Barbero, Sansón Carrasco, el Ama y
[28]. Posibles.
[29]. Retractó.
[30]. Calle toledana de tiendas de mercería.
[31]. El que habla castellano.
[32]. Don Quijote llegó a América apenas publicado en
1605; Rodríguez Marín en El“Quijote” y Don Quijote en América,
conferencias leídas en el Centro de Cultura Hispano-Americana en los días 10 y
17 de marzo de 1911, descubrió cómo la mayor parte de la primera edición del
Quijote había pasado a las Indias, al examinar las listas de embarque de
En 1555,
los procuradores de
Por una real cédula de 4 de abril de 1531 se prohibió
llevar tales libros al Nuevo Mundo. Esta prohibición fue reitera en los pliegos
de instrucciones que se daban a los virreyes (así, la instrucción duodécima de
las que se dieron a don Antonio de Mendoza, virrey de Nueva España, a 14 de
julio de 1536, Archivo General de Indias. Libro de Instrucciones, 139, I, I) y
en las cédulas reales (como por ejemplo la real cédula dirigida a
Afirma Rodríguez Marín que estas prohibiciones de
llevar a las Indias “libros de romances que tratan de historias profanas y
fábulas e historias fingidas”, al llegar el siglo XVII, estaban en completo
desuso y lo prueba, cuando al examinar los registros de ida de las naos de
1600, esos libros pasaban incluso a la vista del mismo Santo Oficio de
El procedimiento para mandar libros al Nuevo Mundo,
nos explica Rodríguez Marín, era llevarlos en cajas sin cerrar, a
Parece que a finales del XVI y principios
del XVII, los lectores en España estaban hartos de los libros de caballerías, y
con ellos parecen que se inundaron los mercados de Indias, en donde los hijos y
nietos de los conquistadores, ya mezclada la sangre con la de los indígenas, se
los leían con avidez. Rodríguez Marín nos da cuenta que en 1586, el librero
sevillano Diego Mexía envió a Nueva España, con dos ejemplares de
El 25 de
febrero de 1605, cinco o seis semanas después de haber salido a la luz pública
la primera parte del Quijote, Pedro González Refolio presentaba a
Estas cajas,
asegura Rodríguez Marín, se registraron en el navío “San Pedro y Nuestra Señora
del Rosario” (maestre Juan de Alsusta), que había de formar parte de la flota
de Tierra Firme. El mismo González Refolio, que llevaba otras cajas y
mercaderías, había de recogerlas en Puerto Belo.
Después de la presentación de estos primeros
ejemplares del Quijote, fueron llegando muchos otros para la misma
flota; el día 26 de marzo; Juan de Sarria, mercader de libros, vecino de Alcalá
de Henares, presentó a
Poco después, en los meses de junio y julio del mismo
año de 1605, se comienzan a cargar las naves que habían de componer la flota de
Nueva España, y en la cual iba por general Alonso de Chaves Galindo. En los
registros conservados de esta flota figuran multitud de cajas de libros, y
entre las listas de ellos, no menos de doscientos sesenta y dos ejemplares del
Quijote, en compañía de los Amadises de Gaula y de Grecia, Lisuartes,
Reinaldos, Belianises y Esplandianes, como sucedía con los registrados para
Tierra Firme, junto a libros de Lope de Vega, Mateo Alemán, Rojas Villandrando y
Pedro Espinosa.
Rodríguez Marín nos dice que los 346
ejemplares del Quijote que halló registrados en 1605 en las flotas de
Tierra Firme y Nueva España, no son todos los que se llevaron allí porque los
registros están incompletos; por eso multiplica por cuatro esa cifra y
considera que los ejemplares del Quitoje a finales de 1605 y principios
de 1606, en tierras americanas, serían cerca de mil quinientos ejemplares.
[33].
El término roman pasa a significar novela con las adaptaciones
que en Bretaña se hicieron de
En España, la palabra romance designaba los poemas del Romancero, por esto se utilizó el impropio nombre de novela (la nouvelle en francés o la novella en italiano) cuyo significado es narración breve.
[34]. De esta forma, el lector francés del siglo XII tiene noticias indirectas de las leyendas griegas, las tragedias dramáticas de Esquilo, Sófocles y Eurípides y ciertos pasajes extraídos de las obras amorosas de Ovidio. (Riquer, Martín de, ibidem, 1984).
[35]. Sibila,
en la mitología griega y también en la romana, es cualquier mujer inspirada con
poderes proféticos por el dios Apolo. Las sibilas vivían en grutas o cerca de
corrientes de agua y formulaban sus profecías en estado de trance, que se
transmitían por escrito. Los primeros escritores griegos mencionan sólo a una
sibila, probablemente la eritrea Herófila, quien predijo la guerra de Troya. La
más importante de todas en la mitología romana era
[36]. Hércules, en la mitología griega, héroe conocido por su
fuerza y valor así como por sus muchas y legendarias hazañas. Hércules es el
nombre romano del héroe griego Heracles. Era hijo del dios Zeus y de Alcmena,
mujer del general tebano Anfitrión. Hera, la celosa esposa de Zeus, decidida a
matar al hijo de su infiel marido, poco después del nacimiento de Hércules
envió dos grandes serpientes para que acabaran con él. El niño era aún muy
pequeño pero estranguló a las serpientes. Ya de joven, mató a un león con sus
propias manos. Como trofeo de esta aventura, se puso la piel de su víctima como
una capa y su cabeza como un yelmo. El héroe conquistó posteriormente a una
tribu que exigía a Tebas el pago de un tributo. Como recompensa, se le concedió
la mano de la princesa tebana Megara, con quien tuvo tres hijos. Hera, aún
implacable en su odio hacia Hércules, le hizo pasar un acceso de locura durante
el cual mató a su mujer y a sus hijos. Horrorizado y con remordimientos por
este acto, Hércules se habría suicidado, pero el oráculo de Delfos le comunicó
que podría purgar su delito convirtiéndose en sirviente de su primo Euristeo,
rey de Micenas. Euristeo, compelido por Hera, le impuso el desafío de afrontar
doce difíciles pruebas, los doce trabajos de Hércules.
Su fama llegó a oídos
de Euristeo, rey de Micenas, al cual Hércules se hallaba sujeto. Este tirano le
ordenó que realizara doce empresas llamadas trabajos de Hércules, que fueron
los siguientes: ·1º Matar el gran león de Nemea, con cuya piel se vistió en
adelante. ·2º Matar a la hidra de nueve cabezas que plagaba la región de Lerna.
·3º Capturar el ciervo mágico de Arcadia ·4º Capturar el monstruoso jabalí del
monte Erimanto. ·5º Limpiar, en un solo día, los grandes establos del rey
Augias, de Enis, que guardaban el guano de mil bueyes durante treinta años. ·6º
Abatir a flechazos los pájaros antropófagos de las ciénagas de Stinfalia. ·7º
Capturar el toro salvaje de la isla de Creta. ·8º Capturar las yeguas
antropófagas del rey Diomedes de los bistones. ·9º Robar el cinturón de oro de
Hipólita, la reina de las amazonas. ·10º Apoderarse del ganado del gigante
Gerión que tenía tres cuerpos, en
Asimismo combatió las injusticias de su tiempo. Busiris,
rey de Egipto, inmolaba a Júpiter a todos los extranjeros que llegaban a sus
estados: Hércules debía sufrir el mismo trato. El héroe se dejó conducir al ara
del sacrificio y exterminó a Busiris y a toda su familia. En otra ocasión
Hércules fue atacado por el pueblo enano, los venció, los envolvió en su piel
de león y los depositó vivos ante Euristeo. El ladrón Caco, hijo de Vulcano,
había establecido su morada en Italia, en las riberas del Tíber, donde más
tarde se levantó la ciudad de Roma. Mitad hombre y mitad sátiro era de una
estatura colosal. Hércules, después de derrotar a Gerión, rompió la piedra que
obstruía la entrada de la caverna de Caco y le estranguló. Anteo, hijo de
Neptuno y de
Los hechos realizados por Hércules llegaron a oídos de
Onfale, reina de Lidia que le amó y se vio correspondida. Elhijo de Alcmena se
avino a las más serviles condescendencias. Le despojó de su piel de león, le
rompió sus flechas, le vistió con ropas femeninas y le ordenó trabajar la rueca
y el huso. Después se enamoró de Deyanira, prometida del río Aqueloo. Aqueloo
luchó con Hércules cuerpo a cuerpo primero tomando la forma de una serpiente y
luego la de un toro. Hércules le agarró por uno de sus cuernos y se lo arrancó.
Las ninfas lo recogieron, lo llenaron de frutas y éste fue el cuerno de la
abundancia. Esta fábula se ha interpretado como que Aqueloo era un río que
arrasaba las campiñas de Etolia con sus inundaciones; Hércules levantó fuertes
diques para encauzar al río. La metamorfosis de Aqueloo en serpiente indica las
sinuosidades de su curso, su posterior transformación en toro significa los
estragos causados con sus desbordamientos. Hércules le arrancó un cuerno o sea
que reunió en un solo lecho los dos brazos del río, y este cuerno fue el
símbolo de la abundancia. Hércules y Deyanira en su camino a Tirinto se vieron
detenidos por la crecida del río Eveno. El centauro Neso que conocía los vados
del río, se ofreció a conducir a la princesa a la ribera opuesta. Hércules se
la confió pero lanzó a la orilla opuesta su arco y su maza y atravesó el río a
nado. El centuro intentó raptar a Deyanira pero fue atravesado por las flechas
envenenadas de Hércules. Neso en venganza antes de morir dio su túnica,
empapada en sangre y veneno, a Deyanira diciéndola que poseía la propiedad de
devolver a sus esposas los maridos infieles.
Algunos años después sabiendo que
Hércules se hallaba en Eubea, retenido al lado de Iole, hija de Eurito, le
envió por medio de Licas, la túnica de Neso y apenas la túnica tocó su cuerpo
el veneno penetró hasta sus venas. Viendo Hércules que su mal no tiene remedio
y que se acerca su muerte, levantó una pira en el monte Eta, se acostó en ella
y ordenó a Filoctetes que la prendiera fuego. Purificado por el fuego, subió al
Olimpo y Juno le dio por esposa a su hija Hebe, diosa de
[37]. Carlomagno (742-814), rey
de los francos (768-814) y emperador de los romanos (800-814), condujo a sus
ejércitos francos a la victoria sobre otros numerosos pueblos, y estableció su
dominio en la mayor parte de Europa central y occidental. Fue el rey más
influyente en Europa durante la edad media. Nació probablemente en Aquisgrán el
2 abril del 742, hijo del rey franco Pipino el Breve y nieto de Carlos Martel.
En el 751 Pipino destronó al último rey Merovingio y asumió el título real. Fue
coronado por el papa Esteban II en el 754.
Cuando
Pipino murió en el 768, el gobierno de sus reinos fue compartido entre sus dos
hijos. Carlomagno buscó una alianza con los lombardos al casarse en el 770 con
la hija de su rey Desiderio (que reinó entre el 757 y el 774). En el 771
Carlomán murió repentinamente. Carlomagno entonces se apoderó de sus
territorios, pero los herederos de Carlomán buscaron refugio en la corte de
Desiderio. Por entonces, Carlomagno había repudiado a su esposa y Desiderio
dejó de ser su aliado. En el 772, cuando el papa Adriano I pidió la ayuda de
Carlomagno contra Desiderio, el rey franco invadió Italia, derrocó a su antiguo
suegro (774) y asumió el título real. Entonces viajó a Roma y reafirmó la
promesa de su padre de proteger las tierras papales. En una fecha tan temprana
como el año 772, Carlomagno combatió las furiosas incursiones de los sajones en
su territorio. Animado por su éxito en Italia, se embarcó en el 775 en una
campaña para conquistarles y cristianizarles. La campaña tuvo algún éxito
inicial pero se alargó durante treinta años. Combatió en la península Ibérica
en el 778; en su viaje de regreso, su retaguardia, mandada por Roland, fue
objeto de una emboscada, historia inmortalizada en
Carlomagno había construido de hecho un
Imperio y se había convertido en un emperador. Únicamente le restaba adoptar el
título. El día de Navidad del 800, Carlomagno se arrodilló para orar en la
basílica de San Pedro en Roma. El papa León III colocó sobre su cabeza una corona
y la gente reunida en la iglesia le aclamó como el gran y pacífico emperador de
los romanos.
.
[38]. Esto nos recuerda la
historia de Minos. Un personaje especialmente interesante por encontrarse a
caballo entre la realidad y la ficción. Minos es hijo de Zeus y de Europa. Son sus hermanos Sarpedón y Radamantis. Por indicación de Zeus, Asterión el rey de
Creta, se casó con Europa. Al carecer esta pareja de descendencia propia, los
hijos habidos entre Europa y Zeus fueron adoptados por el rey cretense.
A
la muerte de Asterión, los tres hermanos aspiraron al trono. Pero Minos para
defender su causa, alegó que era deseo de los dioses que el trono cretense
fuese ocupado por él. Y para probarlo, afirmó que los dioses le concederían
cuanto pidiese. Así pues, Minos construyó un altar consagrado a Poseidón y rogó al dios, que hiciese salir del mar un
toro, que él sacrificaría posteriormente en su honor. Del mar surgió un
magnifico toro blanco. Pero era tan hermoso el animal, que Minos sacrificó otro
toro en su lugar.
Con
esto consiguió que sus hermanos renunciasen a sus pretensiones al trono, pero
atrajo sobre sí el enojo de Poseidón. Para vengarse, el dios del mar enloqueció
al toro, que a partir de aquel momento vagó furioso por la isla aterrorizando a
la población. Además el dios, inspiró en Pasífae una incontrolable pasión por el animal. Con
ayuda de Dédalo, Pasífae consiguió satisfacer sus deseos. De
esta unión nació el Minotauro.
Cuando
Minos se enteró de lo sucedido, mandó a Dédalo construir el Laberinto, y allí
encerró al Minotauro para ocultar el engendro de la mirada de las gentes. Tras
la muerte de Androgeo, Minos organizó una
expedición de castigo contra el Ática. La campaña fue favorecida por una peste
que asolaba la zona y por Escila, que al enamorarse de Minos le facilitó la
conquista de Mégara. Minos exigió a los ateniense un tributo de siete muchachos
y siete muchachas, que le debían ser entregados una vez al año, cada siete años
o cada nueve años, según las distintas versiones. La misión de estos jóvenes
era servir de pasto al Minotauro.
En
la ocasión en que Teseo se presentó voluntario como
parte del tributo, Minos había acudido en persona a recoger la ofrenda. Durante
la travesía, el rey cretense, se encaprichó de Peribea, una de las doncellas
destinadas al Minotauro. Para legitimar sus derechos sobre la muchacha,
proclamó que era hijo de Zeus, y pidió a su padre una señal que corroborase sus
palabras. Zeus envió un rayo. Pero Teseo, que también amaba a la muchacha,
alegó que él era hijo de Poseidón. Minos tiró un anillo al mar y pidió a Teseo
que con ayuda de su padre lo recuperase para ratificar su afirmación. Nuestro
héroe se sumergió en el mar, donde fue guiado por unos delfines hasta el
palacio de su padre, allí Poseidón le devolvió el anillo.
Una
vez en Creta, antes de ser llevado al Laberinto, Teseo conoció a Ariadna, que quedó prendada del héroe ateniense. A
cambio de que la llevase con él y la hiciese su esposa, ella le proporcionó un
ovillo de hilo, que le había entregado Dédalo, con el que podría encontrar la
salida del Laberinto. Ya en el Laberinto, Teseo mató al Minotauro a puñetazos y
escapó del palacio con ayuda del ovillo. Para evitar que los cretenses le
siguieran, hundió sus naves y zarpó llevándose a Ariadna. Cuando hizo escala en
la isla de Naxos, Teseo abandonó a la muchacha y prosiguió su viaje hacia
Atenas. Los motivos del abandono son variados según la versión. Unas veces se
debe a que Teseo amaba a una doncella llamada Egle, otras Hermes o Atenea le
ordenan abandonar a la chica.
Tras
la muerte del Minotauro y la huida de Teseo, Minos para castigar la
intervención de Dédalo, encierra al artista junto a
su hijo Ícaro en el Laberinto. Pero Dédalo, construye unas alas
para él y para su hijo y con ellas logran escapar del Laberinto.
Minos reinó en Creta con bondad y
justicia. Les dio a los cretenses unas leyes tan acertadas, que se consideraban
inspiradas por Zeus. Una de las leyendas, relata como Minos acudía cada nueve
años a una cueva donde recibía instrucciones de Zeus. Por la sabiduría
demostrada durante su vida, en su muerte, es nombrado por Zeus juez de los muertos junto a Radamantis y a Éaco. (De
[39]. Las traducciones francesas del s. XV de las Metamorfosis
de Ovidio, verdadera enciclopedia de la mitología clásica, llena de
episodios sorprendentes y apasionados, fue lectura ineludible de todo hombre
culto medieval (Martín de Riquer, 1985, pp. 136 y 137). Las Heroidas de
Ovidio, cartas de amor entre personajes mitológicos, influyeron poderosamente
en la psicología con que los escritores medievales dotaron a sus personajes de
ficción.
[40]. Otros escritores franceses lo hicieron antes, como los
autores del delicioso poema Piramus et Tisbé y del Narcisus y el perdido
Orpheus, de las Metamorfosis de Ovidio. Se atribuye a Chrétien de
Troyes un poema en pareados octosilábicos sobre la vida de Guillermo de
Inglaterra, relato piadoso y de aventuras, sobre la vida de San Eustaquio, que
también influyó en El caballero Zifar castellano. Su acción transcurre
en
[41].
[42]. La idea de los anilos la tomó el autor de unos versos de
[43]. Es
El cuento tiene un sentido diáfano a finales del XII: el
reino en ruinas de Jerusalén, conserva la sagrada reliquia de la lanza de
[44]. La tradición tardía
atribuyó la predicación en España al apóstol Santiago el Mayor. La literatura
de la dispersión apostólica no identifica Hispania como el lugar
específico de Santiago hasta que aparece el Breviario de los apóstoles,
texto latino de finales del siglo VI o principio del siguiente, 200 años antes
de la invención del sepulcro compostelano.
El Breviario
no carece totalmente de valor pero las investigaciones históricas sobre la
primitiva evangelización de las distintas áreas geográficas no siempre se han
podido confirmar. Las dos novedades que introduce consisten en situar en Hispania
y en los lugares occidentales la predicación del Apóstol y en ubicar su lugar
de enterramiento en un punto llamado Aca Marmarica. Se ignora la
autoría de esta obra y sus fuentes, aunque apunta a una versión del griego al
latín de los llamados Catálogos Bizantinos.
Ya San Jerónimo había expresado
una opinión según la cual los apóstoles descansaban allí donde habían
predicado, de manera que el Breviario, al identificar Hispania
como lugar de la misión apostólica de Santiago, sugería también la realidad de
un sepulcro hispánico, precisamente en los Occidentalia Loca, en ese
punto que designa Aca Marmarica.
[45].
La leyenda narra que los discípulos que robaron el cuerpo decapitado
del Apóstol, lo pusieron en una nave sin timón y que fue dirigida por Dios
hasta Hispania; se creyó que esta nave era de piedra, quizá la única nave de
piedra de
[46].
Según la tradición, los orígenes de la ciudad se deben al
hallazgo (813) de la tumba del apóstol Santiago, supuesto responsable de la
primera evangelización de Galicia. Según cuenta la leyenda, un anacoreta
llamado Paio vio unas luces sobre el monte donde se asienta hoy la catedral y
acudió al obispo Teodomiro de Iria Flavia para comunicárselo. Se descubrió el
sepulcro del apóstol en el campo sobre el cual Paio viera las luces. De ahí
procede el nombre de Compostela (campus stellae, 'campo de la
estrella'), aunque recientemente se haya discutido dicha etimología
(procedería, según otros estudiosos, de compositum, ‘cementerio’). De
hecho, se ha documentado arqueológicamente la existencia previa de necrópolis
paleocristianas y suevas.
[47]. La desintegración definitiva de
[48]. San Beato, el monje de Liébana, que luchó contra la
herejía adopcionista próxima a los planteamientos islámicos sobre la figura de
Jesucristo, será la cabeza de un grupo de clérigos y obispo del reino de
Asturias. En sus Comentarios al Apocalipsis establece como verdad la
evangelización de España por el Apóstol Santiago; escribió también un himno en
honor al Apóstol, poco antes de la coronación de Alfonso II, y trato de
organizar un culto solemne, en la raíz misma de
[49]. Bernardo del Carpio es un héroe mítico sin base histórica; según Menéndez Pidal, su leyenda surge hacia el s. XII, para contrarrestar con un héroe “nacional” castellano las hazañas de los héroes épicos franceses, muy conocidas ya en la península.
La leyenda se recoge en varias fuentes historiográficas
desde el siglo XIII,
[50]. Es otro de los doce pares, que en la tradición francesa es el único sobrino de Carlomagno y guía la retaguardia del ejército francés en el paso de Roncesvalles; lleva el famoso Olifante o cuerno de guerra que Roldán debía tocar para pedir refuerzos.
[51]. Pertenece al ciclo de Roncesvalles, por narrar la muerte de uno de los caballeros de Carlomagno.
[52]. Es el antiguo Wlatarius de Aquitania ( o de España), nombre del protagonista de un poema alemán (s. IX o X) probablemente de origen visigótico; el personaje fue muy conocido en la literatura europea medieval y en la tradición francesa y provenzal se le identificó con Gaifer o Gaifier, caballero de la corte de Carlomagno; de ahí que los romances de Gaiferos se entiendan como carolingios. (Díaz Mas, P., 2001, p. 178).
[53]. Roncesvalles es uno de los lugares
culminantes del “Camino de Santiago”; el antiquísimo hospital de Roldán, el
nombre épico del héroe, y el mítico Carlomagno estarán vinculados a él. La
influencia de Carlomagno en la creación y defensa del “Camino de Santiago”
contra los sarracenos, es una constante en los ciclos carolingios de la épica
medieval francesa, a pesar de la realidad histórica de su gran derrota el 778,
con la muerte de Roldán y los Pares cuando volvía de ayudar a los sarracenos y
no de luchar contra ellos. Desde la capilla de “Sancti Spiritu”, la edificación
más antigua de Roncesvalles, a la de Santiago, la colegiata, edificada por
Sancho el Fuerte (consagrada el 1215), etc., todo en Roncesvalles habla de
esplendor, grandeza y profundo sentido jacobeo. Aquí fue donde Carlomagno
escuchó el cuerno de Roldán vencido en la batalla de Roncesvalles pidiéndole
ayuda. Dicen que después de la derrota de los pares de Francia a manos de
Bernardo del Carpio (o de los sarracenos, según dicen los franceses),
reverdecieron las lanzas clavadas en el suelo por las doncellas venidas de
todos los rincones del Imperio para restaurar la gloria de Carlomagno. Así reza
un romance español: “Mala la hubisteis, franceses, / en esa de Roncesvalles.”
(Bravo Lozano, 1989: p. 98).
[54]. En 1856, Ferdinand Josef Wolf incluye el texto en su Primavera
y flor de romances, donde aparecen otros; se pueden encontrar algunos más en
el Romancero de Agustín Durán (1828-1832), en
[55].
–Tome vuestra merced, señor licenciado; rocíe este aposento, no esté
aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten, en
pena de las que les queremos dar echándolos del mundo.
Causó risa al licenciado la simplicidad del
ama y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para
ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de
fuego.
–No
–dijo la sobrina–, no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido
los dañadores: mejor será arrojarlos por las ventanas al patio [...]y pegarles
fuego; y, si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá
el humo.
Lo
mismo dijo el ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos
inocentes; más el cura no vino en ello sin primero leer siquiera los títulos.
[...].
–Este
que viene –dijo el barbero– es Amadís de Grecia, y aun todos los de este lado, a lo que creo, son del mesmo linaje de
Amadís.
–Pues
vayan todos al corral –dijo el cura–, que a trueco de quemar a la reina
Pintininiestra, y al pastor Darinel, y a sus églogas, y a las endiabladas y
revueltas razones de su autor, quemaré con ellos al padre que me engendró, si
anduviera en figura de caballero andante. [...].
–¿Quién
es este tonel? –dijo el cura.
–Éste es –respondió el barbero– Don Olivante de Laura.
–El
autor de este libro –dijo el cura– fue el mesmo que compuso a Jardín de
flores, y en verdad que no sepa
determinar cuál de los dos libros es más verdadero o, por decir mejor, menos
mentiroso; sólo sé decir que éste irá al corral, por disparatado y arrogante.
Y en la
selección para la hoguera van saliendo otro títulos como fueron: Florismarte
de Hircania, El caballero Platir (anónimo, es el tercer libro de la serie
de los Palmerines), El caballero de
–Éstos –dijo el cura– no deben de ser de caballerías,
sino de poesía.
Y abriendo uno vio que era
–Éstos no merecen ser quemados, como los
demás, porque no hacen ni harán el daño que los de caballerías han hecho, que
son libros de entretenimiento sin perjuicio de terceros.
Pero ante
el argumento de la sobrina de que hiciera con ellos lo mismos que con muchos de
los de caballerías, no ser que su tío se hiciera pastor y se marchara por los
bosques tañendo o cantando, o lo que fuera peor, se hiciera poeta,
que es una enfermedad incurable y pegadiza, el cura comienza el expurgo
de los de poesía. Salva
–[...] Pero ¿qué libro es ese que está junto
a él?
–
–Muchos años ha que es grande amigo mío ese
Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene
algo de buena invención: propone algo, y no concluye nada; es menester esperar
la segunda parte que promete: quizá con la emienda alcanzará del todo la
misericordia que ahora se le niega; y entre tanto que esto se ve, tenedle recluso
en vuestra posada, señor compadre.
Quedarán salvos y libres del fuego también
[56]. Los cuatro libros del virtuoso caballero Amadís de
Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo, se conserva en la 1ª. ed. conocida
de 1508; parece que hubo al menos otra de 1496.
[57]. Tirant lo Blanch se publicó en Valencia en 1490; Oliveros
de Castilla es de 1499.
[58]. Continuación del Amadís de Gaula escrita por el
mismo autor (1510); sergas, en este contexto, significa ‘proezas’.
[59].
Véanse los epígrafes de este mismo trabajo titulados Los componentes
artúricos del relato y Elementos carolingios de la cueva.
[60]. La conquista de Granada supuso un esfuerzo bélico de 10 años; movilizó una masa de capitales puestos en funcionamiento para realizar esta empresa de más de 5 millones de ducados en gastos directos. Con la repoblación de la zona , quedó configura plenamente Andalucía.
El emirato de Granada desde su constitución formal entre 1232 y 1247, era la última de las grandes fronteras medievales entre el Islam y Occidente en la península Ibérica. (Laredo Quesada, M.A.,1988, p. 303 y ss.).
Las crónicas establecieron una verdad oficial,
el 25 de noviembre de 1491, cuando se firma la capitulación con Boabdil, se
entrega Granada sin luchas a cambio de indemnizaciones. Confirmado en su
decisión de permanecer en la fe musulmana, Boabdil abandona
Era el
final de la guerra de Sucesión; entonces comenzaron los preparativos de la
guerra contra el reino nazarí de Granada. En el año 1476, con su victoria
frente a los partidarios de la princesa Juana, la llamada Beltraneja, Isabel
convoca las Cortes de Toro donde se dan normas para la pacificación del Reino y
se instaura
Daba
comienzo la guerra de Granada; es una guerra santa contra el moro infiel,
incentivada por un ambiente belicista que se creó con la toma de Otranto por
los turcos; estamos ante el final de
El 28 de febrero de 1482 los cristianos toman la fuerte
villa de Alhama, en el corazón mismo del reino nazarí. En 1489, Boabdil es
capturado en la batalla de Lucena; luego vendría la toma de Málaga; Baza se
rinde. Al final, Granada.Boabdil envía una carta a
...la princesa de reyes y la más grande y noble de ellos.
Una carta
en que Boabdil proclamaba su vasallaje a los Reyes: “...puestos estamos a
vuestro servicio”.
Ante esto, Los Reyes escribían a la ciudad de Sevilla a mediados de enero de 1490 que la guerra había terminado. Sólo faltaba un trámite: que, conforme a los acuerdos firmados, Boabdil entregase la ciudad.
Pero no fue así. En el mes de febrero de 1490, los Reyes tenían claro que la guerra había de continuar. Boabdil había cambiado, quizás porque ya se había quitado de en medio a sus rivales, primero a su padre, el Emir; luego a su tío, el Zagal; o, tal vez, porque buscó la ayuda de sus correligionarios del norte de África o porque Granada se había llenado de muchos moros buscando refugio para seguir viviendo bajo su religión y sus leyes. Granada, entonces, era una ciudad superpoblada, donde imperaba un espíritu de resistencia frente a los Reyes Católicos.
Fernado,
ante esto, cambia de táctica y asedia la ciudad; atacó Las Alpujarras y el
valle de Lecrín de donde podían recibir ayuda; se trataba de reducir por hambre
a los sitiados; nada o poco fuego artillero que tantos destrozos habían causado
en Ronda y Málaga. Isabel llega al campamento de Fernando con el Príncipe y la
infanta Juana. Allí, junto al campamento, edifican una ciudad, Santa Fe; su
paciencia era grande y con ello mostraron su firme voluntad de no alzar el
cerco hasta que la ciudad se entregase. Los problemas del asedio hacen que
Boabdil claudique y se avino a negociar la rendición. Se fija la fecha de la
entrada de los Reyes para recibir las llaves de la ciudad. Boabdil, en
El comendador mayor disparó tres cañonazos, la señal
convenida con los Reyes, y la comitiva real entró en Granada, aunque antes de
llegar, el rey Fernando se adelantó para recibir al Emir, quien le entregó las
llaves de
[61].
En el orden internacional, Europa entera se vio conmocionada por la caída de
Otranto en manos turcas; Fernando manda una flota con tropas para ayudar al Rey
de Nápoles a recuperar la plaza perdida en el corazón mismo de
Isabel se marcha a Sevilla, una vez activada la nueva Inquisición contra los conversos acusados de judaizar. Las cortes de Toledo de 1480 habían ordenado que se les segregara, porque su contacto con los cristianos subvertía “nuestra santa fe católica”. Los judíos celebraban reuniones en las que leían y enseñaban su doctrina; circuncidaban a los conversos e hijos de los conversos, y les proporcionaban libros de oración. En las Cortes de 1480, se prohibió a los judíos vender mercancías durante las fiestas cristianas, pasar la noche fuera de las aljamas, tener tiendas en calles cristianas y construir sinagogas. Estas medidas se aplicaron con rigor y fueron sancionadas por una bula del 31 de mayo de 1484 de Sixto IV. Esa misma bula autorizaba la expulsión de los judíos de Sevilla, Córdoba y Cádiz, es decir, de la mayor parte de Andalucía. Cuando se promulgó la bula, la expulsión era ya un hecho consumado. El decreto real de expulsión se promulgó en Granada; estaba fechado el 31 de marzo de 1492, aunque no se hizo público hasta finales de abril: les concedía tres meses para abandonar el país. No podían llevar consigo oro, plata, dinero, armas o caballos.
[62]. El sintagma libros de caballería es incorrecto, pues confunde la institución –la caballería– con los actos de los caballeros –las caballerías–, señala Cacho Blecua (ibidem, p.87, n. 15).
[63]. Sierra Morena.
[64]. Beltenebros, en provenzal, significa ´el bello
tenebroso´. Es el nombre que adopta Amadís, cuando rechazado por la desleal
Oriana, se aparta a la isla de
[65]. Aquí enlaza Orlando el furioso de Ariosto con la
penitencia de Amadís en Peña Pobre.
[66]. Rondán, en la tradición hispánica, se consideró uno de los doce pares, sobrinos todos de Carlomagno; en la francesa lo es sólo Roldán.
[67]. En el Orlando se cuenta que Orlando siguiendo las
marcas que dejó Angélica en los árboles, entra en una gruta donde hay una
fuente. Allí lee Orlando lo que Medoro escribió: “La bella Angélica a menudo
descansó desnuda entre mis brazos”. De ahí arranca la furia del héroe. (Rico, Fco.,
op. cit.).
[68]. Si esto lo hago sin motivo, ¿qué haría si lo hubiera?
(Rico, Fco., op. cit.).
[69].
Como un jardín, modelo de libertad y de belleza, pieza simbólica de un bien
moral, ese es el lugar de
[70]. Se trata de un caballo alado, cruce de yegua y grifo, que
aparece en el Orlando. Perteneció a Astolfo quien lo deja en libertad
cuando Orlando cobra la cordura. (Rico, Fco., ibídem.).
[71]. Destino.
[72]. Corchuelo es diminutivo de corcho, ´corteza del
alcornoque´.
[73]. Puede tener el sentido de ´mujer cortés´ como significar
´puta´; la expresión burlar con alguien puede tener también el doble
sentido de ´reírse´ o ´tener trato carnal´.
[74]. Que se comportó bien, aunque termine en el infierno.
[75]. Tanto Amadís como Orlando se vuelven locos de amor y
hacen, siguiendo la tradicción, penitencia de amor. Entre la locura por exceso
de cólera, que corresponde a Cardenio, y la que se produce por plétora de
melancolía, don Quijote elige como modelo de comportamiento la segunda. (Rico, Fco.,
2004, p.317, n.1).
[76]. Fco. Rico (ibídem, p. 42, n. 35) dice que según se
contaba en múltiples textos, derivados de una fabulosa gesta medieval,
inventada en España como contrapartida de
[77]. Profunda sima en
[78]. Las lagunas de Ruidera es el lugar donde nace el Guadiana
para desaparecer subterráneamente al sur de Argamasilla de Alba y luego volver
a aparecer al sur en los ojos del Guadiana.
Las lagunas –que son 17 contando
Pese a su extensión, don Quijote y
Sancho consideran más espacioso el mar que se contempla en Barcelona (II-LXI).
El propósito de don Quijote de entrar en la cueva de Montesinos incluye el
saber e inquirir el nacimiento de las lagunas cuyo número se cifra en siete
(II-XVIII). El primo acompaña al hidalgo hasta la cueva con la intención
también de enseñarle las lagunas de Ruidera (II-XXII). En su descenso a la
cueva don Quijote descubrirá que las lagunas no son sino damas encantadas por
Merlín (II-XXIII) que lloran continuamente (II-XXII). Concluida la jornada, el
primo dará las gracias a don Quijote por haber permitido que lo acompañara ya
que lo aprendido sobre las lagunas lo utilizará en su Ovido español (II-XXIV).
(Vidal, C., ibídem, 1999).
[79]. Y le dice el leonero: Pues si acaso Su Majestad
preguntare quien lo hizo, direisle que el Caballero de los Leones, que de aquí
adelante quiero que éste se trueque [...] el que hasta aquí he tenido del
Caballero de
[80]. Seguro
derrotero, itinerario correcto, el destino de su trayecto.
[81]. volteador ‘acróbata, volatinero’.
[82]. Sibila, en la mitología griega y también en la
romana, es cualquier mujer inspirada con poderes proféticos por el dios Apolo.
Las sibilas vivían en grutas o cerca de corrientes de agua y formulaban sus
profecías en estado de trance, que se transmitían por escrito. Los primeros
escritores griegos mencionan sólo a una sibila, probablemente la eritrea
Herófila, quien predijo la guerra de Troya. La más importante de todas en la
mitología romana era
[83]. Carlomagno (742-814), rey de los francos
(768-814) y emperador de los romanos (800-814), condujo a sus ejércitos francos
a la victoria sobre otros numerosos pueblos, y estableció su dominio en la
mayor parte de Europa central y occidental. Fue el rey más influyente en Europa
durante la edad media. Nació probablemente en Aquisgrán el 2 abril del 742,
hijo del rey franco Pipino el Breve y nieto de Carlos Martel. En el 751 Pipino
destronó al último rey Merovingio y asumió el título real. Fue coronado por el
papa Esteban II en el 754.
Cuando
Pipino murió en el 768, el gobierno de sus reinos fue compartido entre sus dos
hijos. Carlomagno buscó una alianza con los lombardos al casarse en el 770 con
la hija de su rey Desiderio (que reinó entre el 757 y el 774). En el 771
Carlomán murió repentinamente. Carlomagno entonces se apoderó de sus
territorios, pero los herederos de Carlomán buscaron refugio en la corte de
Desiderio. Por entonces, Carlomagno había repudiado a su esposa y Desiderio
dejó de ser su aliado. En el 772, cuando el papa Adriano I pidió la ayuda de
Carlomagno contra Desiderio, el rey franco invadió Italia, derrocó a su antiguo
suegro (774) y asumió el título real. Entonces viajó a Roma y reafirmó la
promesa de su padre de proteger las tierras papales. En una fecha tan temprana
como el año 772, Carlomagno combatió las furiosas incursiones de los sajones en
su territorio. Animado por su éxito en Italia, se embarcó en el 775 en una
campaña para conquistarles y cristianizarles. La campaña tuvo algún éxito
inicial pero se alargó durante treinta años. Combatió en la península Ibérica
en el 778; en su viaje de regreso, su retaguardia, mandada por Roland, fue
objeto de una emboscada, historia inmortalizada en
Carlomagno había construido de hecho un Imperio y se había
convertido en un emperador. Únicamente le restaba adoptar el título. El día de
Navidad del 800, Carlomagno se arrodilló para orar en la basílica de San Pedro
en Roma. El papa León III colocó sobre su cabeza una corona y la gente reunida
en la iglesia le aclamó como el gran y pacífico emperador de los romanos.
.
[84]. Su fantástico relato, Historias verdaderas, es una
parodia de las ficciones presentadas como hechos por poetas e historiadores
anteriores. Esta obra incluye un viaje a la luna y aventuras en el vientre de
un enorme monstruo marino, lo que la convierte en precursora de obras como Gargantúa
y Pantagruel, del escritor satírico francés del siglo XVI François
Rabelais.
[85]. Caballeros de San Juan de Jerusalén, orden militar
cuyo nombre completo es Soberana Orden Militar del Hospital de San Juan de
Jerusalén, de Rodas y de Malta. Su función inicial fue proteger un hospital
construido en Jerusalén antes de las Cruzadas; durante un corto periodo, sus
miembros fueron llamados Hospitalarios o Caballeros Hospitalarios.
[86]. Afirma Fco. Rico (Quijote,
2004, p. 906, n. 5) que en la época de Cervantes habían tratado de la invención
de los naipes Luque Fajardo, en su obra Fiel desengaño contra la ociosidad y
los juegos, y Juan de
[87]. Cervantes conocía bien los sepulcros de los poderosos,
tanto en España como en Italia, y parece seguro que en su mente tuviera
presentes las imágenes de los de Isabel
Traspasando la reja, situada en su centro, se penetra en el
crucero, en medio del cual se encuentran los sepulcros reales, de los que el de
la derecha corresponde a los Reyes Católicos, y el de la izquierda, a D. Felipe
el Hermoso y Dña Juana, las dos obras más importantes del templo por ser de las
más bellas creaciones de Renacimiento.
El de los Reyes Católico lo hizo Doménico di Alessandro Fancelli,
escultor toscano que había ejecutado en España el sepulcro del Cardenal
Arzobispo de Sevilla, D. Diego Hurtado de Mendoza, para aquella Catedral, y el
del Infante D. Juan, hijo de los Reyes Católicos, para Santo Tomás de Ávila,
con el que guarda extraordinaria analogía; también hizo la traza del de
Cisneros, en Alcalá.. Se construyó en Génova y se terminó en 1517, no
colocándose hasta 1522.
De mármol de Carrara y planta
cuadrangular, presenta el sepulcro la forma de tronco de pirámide, novedad que
introdujo su autor en la construcción de sarcófagos. En sus ángulos avanzan
unos espléndidos grifos, símbolos de vigilancia, apoyados en garras de leones y
flanqueados por angelillos, entre preciosa labor renacentista. Los frentes
están ocupados con hornacinas con figuras sedentes de los Apóstoles,
destacando, en el centro, medallones con altorrelieves del Bautismo, loa Resurrección,
Santiago y S. Jorge, rematando este basamento una estrecha cornisa, sobre la
que levanta otro cuerpo, mucho más bajo e inclinado, cuyo cuatro extremos
decoran figuras de Santos Padres, que son de las más bellas del sepulcro, y sus
centros, escudos reales, sostenidos por angelotes alados, figurando en el de
los pies una cartela con este epitafio:
Mahometice secte prostratores
et heretice pervicacie extintores Ferdinandus Aragonum et Helisabetha Catelle
vir et uxor unánimes Catholici appellati marmóreo clauduntur hoc tumulo.
Componen el resto,
guirnaldas, máscaras y emblemas, de extraordinaria riqueza y, sobre todo ello,
apoyando en cojines sus pies, a los que queda una pareja de leones guardando su
sueño, están estatuas yacentes de los Reyes, ataviadas, con simple túnica y
manto la de
El sepulcro inmediato es
el doña Juana y Felipe de Borgoña. Su autor fue el español Bartolomé Ordóñez,
compañero de Diego de Siloé, el primer gran clasicista español. Fue encargado
por Fonseca al escultor, por comisión de Carlos V, en 1519. Al año siguiente
moría el artista, pero la pieza estaba casi terminada y lleva las huellas del
poderoso genio de su tracista. Se Inspiró Ordóñez en el de Fancelli. Sólo
señalar que Felipe el Hermoso había muerto en Burgos (25 de septiembre de 1505)
y fue enterrado provisionalmente en
Debajo de los sepulcros
está la cripta; allí descansan los féretros de plomo de Doña Isabel y Don
Fernando; a la izquierda se halla el féretro de Felipe el Hermoso y, a la
derecha, los de Doña Juana y el Príncipe D. Miguel, hijo de Doña Isabel y
nietro de los Reyes Católicos.
En esta misma cripta
estuvieron sepultados los cuerpos de
[88]. Rico, Fco. (2004, p. 896, n. 26) dice que parece una
contaminación de dos romances diversos (“¡Oh, Belerma! ¡Oh, Belerma!”, y “Por
el rastro de sangre”) con un tratamiento burlesco forzado por los dos últimos
versos, añadidos por Cervantes.
[89]. Jacas robustas con manchas recortadas, muy estimadas por
su paso tranquilo para que las montasen las damas.
[90]. nora en tal, ‘en hora mala’; déjenmos,
‘déjennos’. La labradoras hablan en sayagués, la lengua arrusticada de los villanescos
en el teatro, tratando de remedar el habla de la comarca de Sayago, provincia
de Zamora.
[91]. Fúcar procede de Fugger, apellidos de los ricos
banqueros de la época; su nombre era sinónimo de riqueza. Para darnos una idea
de quienes nos está hablando Cervantes, basta pensar en el año 1530, cuando en el
mes de febrero, Clemente VII corona a Carlos en Bolonia. Tras el doloroso
episodio del saqueo de Roma por el ejército imperial (1527), se produce la
reconciliación.
El papa Clemente
VII esperó a Carlos V en Bolonia a finales de noviembre de 1529 acompañado del
colegio cardenalicio. Carlos lo saludó en español. El emperador habría
preferido que la ceremonia de la coronación se hubiera celebrado en Roma, pero
todavía eran visibles los estragos causados en la ciudad por el ejército
imperial. Se trataba del mismo ejército que escoltaba a Carlos V en su visita a
Bolonia. El 22 de febrero de 1530 , Clemente VII ceñía en la cabeza de Carlos V
la corona de hierro de los reyes lombardos; dos días después, el 24 de febrero,
trigésimo aniversario del emperador y quinto de la victoria de Pavía, le
imponía la corona del Sacro Imperio. Carlos V era a partir de entonces un
auténtico emperador; hasta entonces sólo ostentaba el título de rey de los
romanos y el de emperador electo. Esta es la última vez en la historia que un
Papa coronaba a un emperador; Napoleón se coronaría a sí mismo, en presencia de
Pío VII, en Nuestra Señora de París. La coronación resultaba anacrónica por
cuanto las naciones de
Así, el César, el
que fuera Duque de Borgoña y Rex Hispaniae, rico y poderoso, que se
presentó a la elección imperial que tuvo lugar en Colonia en 1519 -en esta
ocasión tuvo que pagar una fuerte suma, 851.000 florines, a los siete electores
reunidos, cantidad enorme que adelantó en gran parte el banquero de Augsburgo,
Jacob Fugger-, y de la que salió como Emperador, Carlos V, quien fue coronado
dos veces, primero en Aquisgrán en 1520; diez años más tarde en Bolonia,
recibiendo la corona imperial de manos de Clemente VII. (Pérez, J. 1998, pp.83
y ss.).
Carlos I, para enjugar las deudas que
había contraido con los banqueros judíos, arrendó a los Fugger las minas de
plata de Guadalcanal, donde los técnicos alemanes aplicaron la nueva técnica de
la amalgamación (amalgama es la mezcla que forma la plata
desprendida con el mercurio purificado.). El éxito de la amalgamación en Mexico
fue rápido, expectacular y el gobierno metropolitano tomó cartas en el asunto.
Divulgó el método y pidió que se ensayara en Perú y en la propia España, activó
y organizó la gran mina de mercurio de Almadén, también arrendada a los
Fuggers, que desde entonces quedó vinculada a la producción americana de plata.
El mercurio se convirtió en un metal estratégico del Imperio.
[92]. Cfr. Avalle-Arce, 1976, p. 198.
[93]. Carmelo Viñas y Ramón Paz: Relaciones de los pueblos de España ordenadas por Felipe II – Ciudad Real. Madrid, CSIC, 1971.
[94]. Alvar Ezquerra, A. (2002, pp.27 y ss.) al analizar los
comportamientos personales de Isabel, se ve también obligado a examinar su
tarea de gobierno para entender plenamente su vida. La considera como una mujer
llena de virtudes morales, pero también ambiciosa y dispuesta a hacerse con la
más alta magistratura del estado, aunque esto suponga humillar a su Juana, la
que ha pasado a
Así, pues, en último término, Isabel debió
[95]. La herencia
artúrica del Amadís queda destacada en numerosos detalles, desde la investidura
al armamento o desde la onomástica a numerosos episodios claramente imitados y
recreados. El modelo seguido es el del mejor caballero del mundo dedicado a los
asuntos terrenales, fundamentalmente aventuras bélicas y amorosas, bajo la
influencia de dos modelos muy significativos: Tristán de Leonís y Lanzarote del
Lago, extraídos de los ciclos Tristán
en prosa, y el Lancelot de