Al final del capítulo 11, Nider expone un ejemplo tomado de Gregorio, en el que se cuenta que hubo una endemoniada que fue entregada a los brujos para que estos expulsaran a los diablos. Los brujos la sumergieron en agua y le aplicaron multitud de encantamientos, pero en lugar de expulsar al demonio, terminó entrando en ella toda una legión. Los familiares entendieron su error al recurrir a estas personas y la presentaron ante el obispo Fortunato, quien la sanó con oraciones.
Se omiten los demás relatos insertos sobre posesión demoníaca, pues la mayoría de ellos presentan casos de santos varones que son atormentados por demonios y no hay una relación directa con lo mágico. Sí hemos vaciado las narraciones sobre íncubos y súcubos, pues esta clase de demonios sí tiene una vinculación directa con la brujería.