Se centra, a continuación, en la figura de Juana de Arco, reciente en el tiempo. Se la presenta como una mujer famosa por su espíritu profético y el poder de hacer milagros. Su particularidad era, como ya se ha visto también en el ejemplo anterior, vestir ropa de hombre, aunque se reconocía mujer y virgen. Ella aseguraba ser una enviada de Dios para afianzar a Carlos VII de Francia en su trono, frente a quienes intentaban arrebatárselo. La joven cabalgaba junto a su señor y participaba en algunas victorias militares. Su comportamiento y sus logros generaba dudas tanto en los seglares como en los eclesiásticos, que debatían acerca de la naturaleza del espíritu que la impulsaba.
Tras haber ayudado mucho al monarca, fue capturada por el ejército inglés, encarcelada e interrogada. Lo que sigue lo toma Nider del teólogo y rector de la Universidad de París, Nicolaus Amici. Al parecer, Juana confesó que tenía trato con un ángel de Dios, pero a partir de las pruebas los eruditos consideraron que tal ente era maligno y actuaba a través de ella como maga. Por ello, fue condenada a la hoguera.
No se habla de Juana como una bruja, sino como una maga, término muy amplio. Cierto es que la muchacha no pertenece a ninguna secta ni se comporta como una bruja. Más bien parece que haya sido engañada por un demonio, según esos eruditos que participan en su proceso.