El juez Petrus actúa nuevamente como fuente de Nider y le traslada alguno de los relatos que él había oído de boca de los brujos Hoppo y Stédelin.
Uno de ellos (no se especifica quién) fue solicitado por un hombre para que acabara con la vida o dañar cruelmente a un enemigo suyo. El brujo invocó al maestrito, o sea, el demonio, pero este le explicó que no podía hacer nada para causar mal a tal persona, dado que tenía una sólida fe y se hallaba protegida por la señal de la cruz.
Ante un poder como el de estos brujos, la señal de la cruz es suficiente protección, por lo que vemos que sus capacidades no lo pueden todo. Se les presenta como un temible peligro, mas después se señala que las oraciones y los objetos sagrados pueden anular cualquier posibilidad de mal por parte de estos servidores del diablo.