El inquisidor de Autun es quien cuenta esta historia. Explica que ese mismo año (no se precisa cuál) supo que en la provincia de Lausana algunos brujos habían cocinado y engullido a sus propios niños. Tal práctica la habían aprendido al acudir a una reunión, en la cual habían visto al demonio en forma de hombre, ante el cual cada discípulo tenía que renegar del cristianismo, renunciar a la adoración de la eucaristía y pisotear la cruz.
De esta manera, en un breve ejemplo, se conecta la renuncia de la fe y el culto al diablo con el canibalismo y el infanticidio.