La cruel aragonesa, relato incluido en Jornadas alegres
Novela corta
1626
Madrid, Juan González, a costa de Alonso Pérez, mercader de libros
Hechicera (anónima)
Hechicera híbrida
Este relato incluye un personaje mágico, pero la figura más importante es la protagonista, doña Clara, que evoluciona hasta convertirse en un monstruo cruel y vengativo. En algunos momento, su figura recordará incluso a la de una bruja, aunque no exhibe práctica mágica alguna.
Doña Clara rechaza a todos sus pretendientes y pone los ojos en don García, el amado y enamorado de doña Marcela, una amiga suya. Consigue, con malas artes, que abandone a la muchacha y se interese por ella, pero su relación se ve truncada por culpa de un antiguo pretendiente, don Artal, y su criada Teodora, que se alía con él cuando le promete dádivas. Ambos hacen creer a don García que el auténtico amante de doña Clara es don Artal. A consecuencia de este hecho, el caballero retoma sus amores con doña Marcela y se promete con ella.
Cuando doña Clara, con el corazón roto, descubre toda la verdad del caso, se transforma y es capaz de los más horribles actos. Se vale de la hechicera más famosa de la zona para provocar la horrible muerte de Artal y Teodora, y no contenta con ello, visita la cripta (tras sobornar a un sacristán), descubre el cuerpo del traidor, lo apuñala, le saca el corazón y lo devora. No hace lo mismo con la sirvienta finada porque el sacristán la increpa, pero se ensaña con el propio religioso, al que asesina y deja abandonado en la bóveda.
Al poco tiempo, al ver la felicidad de doña Marcela y don García, que ya son marido y mujer, decide hacer algo al respecto. Vuelve a visitar a la hechicera y le solicita la muerte de su amiga. La pobre Marcela fallece tiempo después con muchos dolores y su viudo queda desconsolado.
No tarda la joven Clara en enviarle una misiva, pero es demasiado pronto y don García no lo toma bien. Así que cuando se marcha unos meses por un tema de herencia familiar, la joven decide darle su merecido casándose con otro hombre rico, don Rodrigo. Al regresar don García y ver a doña Clara, su interés por ella se renueva y ambos comienzan una relación adúltera. No contenta con esto, la mujer reclama nuevamente la ayuda de la hechicera, esta vez para conservar el amor de su amante, para que él esté a su servicio, pero ella no dependa de él. Por ello, cuando don Rodrigo descubre la relación y les tiende una trampa, don García (que es prevenido por carta) no puede dejar de reunirse con su amada, porque su voluntad no puede nada.
Finalmente, el marido burlado los descubre juntos, asesina a doña Clara y don García logra escapar. Don Rodrigo intenta darle caza viajando tras él cuando se entera de que se ha marchado de la ciudad, pero enferma y muerte. Don García termina tomando el hábito.
A todo esto, hay que añadir la presencia continua de voces y gemidos que acompañan a doña Clara desde que asesinara a don Artal y Teodora. Estos suspiros de ultratumba anuncian incluso la entrada de don Rodrigo antes justo de que este sorprenda a los amantes.
Varias son las particularidades de este texto, que ha de ser considerado un claro antecedente de la literatura gótica que eclosiona en los siglos XVIII y XIX. El carácter monstruoso y de mujer fatal de doña Clara, el recurso a la hechicera que practica una magia efectiva cuyo fin último es causar la muerte o dominar la voluntad, el descenso a la cripta y la profanación del cadáver de don Artal, el homicidio del sacristán y la presencia de espectros (que solo se oyen, no llegan a verse), apuntan directamente a elementos que aportan a la obra un marca goticismo.
Por otra parte, doña Clara remite a las brujas antropófagas cuando se ensaña con el cuerpo de don Artal hasta el punto de arrancarle el corazón y devorarlo.
Finalmente, cabe destacar que la hechicera del texto ha sido catalogada como híbrida porque se mueve en un entorno urbano y atiende a cuestiones amorosas, desempeña un oficio, cosa que apunta a la hechicera celestinesca. No obstante, las hechiceras celestinescas no suelen dedicarse a causar la muerte. Se especifica que invoca a los demonios, por lo que sabemos que practica la magia negra. Posee un tinte sombrío que apunta al poder propio de la hechicera clásica o mediterránea, o incluso a la bruja, aunque no se puede calificar como tal.