José Dueso (recopilador)
"Las tres olas", en Leyendas guipuzcoanas de brujas
Leyenda popular
2014
José Dueso
Brujas madre e hija
Bruja
La historia se centra en una embarcación matriculada en Deba y en su tripulación, cuyo patrón era Tomás, también destaca su sobrino, del que no se indica el nombre, y un muchacho apodado Bilintx. Esta barca se hacía a la mar, pero nunca traía pesca, lo cual era muy inusual porque el resto de barcos sí lo hacía. Una de las veces en que debían navegar, el sobrino de Tomás y Bilintx subieron a la nave con antelación y se quedaron dormidos. Al despertar, Bilintx aconsejó al patrón no salir al mar ese día, y tan temeroso se mostraba que todos los demás lo instaron a compartir la causa de tanto miedo. Él les refirió su historia: mientras estaba dormido, dos mujeres en forma de fantasma había aparecido, armando gran estruendo, y se habían llevado la embarcación por los aires, hasta la copa de un olivo. Allí la dejaron mientras ellas, junto con otras personas, danzaban abajo. Oyó a estas dos mujeres comentar que todos los tripulantes del barco morirían aquel día, pues las brujas iban a provocar tres olas, una de leche, una de lágrimas y otra de sangre. Con la última perecerían, pues solo podrían deshacerse de ella lanzándole un arpón, pero esto nunca lo sabrían y morirían. Nadie creía el relato del joven, hasta que les mostró una rama del olivo que había tomado antes de que ambos fantasmas devolvieran la barca al puerto. Como conocían el modo de burlar la tercera ola, decidieron hacerse a la mar. Pudieron sortear las dos primeras olas, pero cuando llegó la de sangre, lanzaron el arpón y esta se deshizo. Al regresar a casa, Tomás vio que su mujer e hija no salían a recibirlos. Cuál fue la sorpresa al descubrir que su esposa agonizaba de graves heridas. Bilintx finalmente confesó que las dos brujas que había visto eran la mujer y la hija de Tomás, esta última llamada Mari. Al poco tiempo, el propio patrón falleció por el shock de todo lo acaecido.
La creencia de que las brujas podían hacer naufragar embarcaciones era muy común. Solían hacerlo, en ocasiones, tras acudir al aquelarre, ya que una de las partes más importantes del mismo consistía en marchar a practicar todo el mal posible. Este relato no lo hemos encontrado en otras variantes, por lo que resulta bastante original, aunque, como hemos comentado, bebe de una creencia muy arraigada, y sí aparecían ejemplos al respecto en diversos tratados.