Un hombre fanfarrón, en la zona de la montaña de Pedraforca, hablaba en la taberna con unos parroquianos. La conversación derivó en las brujas de la zona, con todas sus característica aterradoras, desde su aspecto hasta la costumbre de devorar niños y chupar la sangre. Tanto se habló de estas criaturas que cuando el hombre, que era de un pueblo vecino, tuvo que volver a su casa pasó muchísimo miedo. Tuvo que verse en el monte, de noche, por caminos intransitados y en medio de una gran nevada. De manera que cuando sintió que algo le tiraba de la pernera del pantalón se quedó petrificado, puesto que pensó que era una bruja. No se movió en toda la noche, de puro miedo, y precisamente de eso terminó muriendo, de terror. Al día siguiente lo encontraron rígido y frío como el hielo.

Aquí el terror es puramente psicológico, aunque sí se detallan todos los atributos de las brujas, cuyas leyendas consiguen susgestionar de tal modo al protagonista que muere de puro miedo.