Un campesino de Santa Cruz de Campezo estaba junto al Ega cuando escuchó que las campanas de la iglesia tocaban a muerto y parecía ser que el difundo era un niño. Acertó a ver entonces a orilla del río unas ropas de hombre y junto a ellas a un gato que se comportaba de modo desafiante. Así que el labriego le golpeó con un palo, pero el felino parecía esperar otro golpe, como este no llegaba, se transformó en un hombre desnudo, que confesó que él había asesinado al pequeño que llevaban a enterrar. El campesino lo amenazó de muerte si no lo resucitaba con su poder, pues supuso que era un brujo, pero al haber tocado ya las campanas, el brujo no podía hacer ya nada por el infante y se alegraba de ello, pues la maldad es la principal característica que define a estos mágicos.

Es usual hallar brujas en los relatos de esta clase, pero aquí es un brujo el protagonista, lo cual demuestra que, aunque en menor medida, también ellos podían formar parte de la secta diabólica y perpetrar terribles crímenes.