Se nos habla en este relato de una bruja que aparece desnuda en el corral de un cabrero. Intuimos que es una bruja porque parece ser que regresa del aquelarre y, como la sorprende el canto del gallo, no alcanza a regresar a casa. El buen hombre la cubre con su chaqueta y pasa todo el día aterido de frío. Al regresar de su trabajo, ella ya no está, ni tampoco la prenda. Al cabo de un tiempo, ha de ir a Canaria con su hijo enfermo y allí se da el reencuentro con la mujer, que le devuelve la chaquete con los bolsillos a rebosar de dinero. Este es el premio a su buen comportamiento.

No es usual, por su misma idiosincrasia, que las brujas sean donantes, ya que la maldad es su principal característica. Sin embargo, en esta clase de cuentos populares se nos presenta, en múltiples ocasiones, este actante como posible donante.