Este relato aragonés cuenta la historia de Cristineta, una despistada bruja de Alcolea que llega a volar en su escoba en pleno día. Por ello, es vista por Nazario, un vecino de la zona que siente mucha curiosidad por la brujería y le pide a Cristineta que lo lleve por la noche en su escoba. Ella al principio se niega en redondo, pero termina convenciéndose. Solo da una indicación importante a Nazario: que no nombre a Dios mientras vuelan, pues si puede surcar los aires es gracias al poder diabólico. Aun así, el hombre, al verse a tanta altura, no pudo evitar exclamara: !Ay, Dios mío! Y cayó de la escoba. Salvó la vida, pero quedó cojo para siempre.

En esta narración se castiga al curioso, pues, además, mete las narices en terreno demoníaco. Aquí podemos encontrar reminiscencias de un ejemplo de Pablo Grillando citado por Antonio de Torquemada en su "Jardín de flores curiosas" y de una pieza teatral inspirada, sin duda, en tal episodio: "Entremés de las brujas" de Francisco de Castro.