Maribel Lázaro
Humo de beleño
teatro
1985 (editado en 1986)
Primer Acto, 212, 1986
Susa de Caldas, María Belideza, Carmiña Asaño, Maruxa Folladel y Dominga la Temeraria
Bruja
n este texto, que guarda ciertas similitudes con "Las brujas de Barahona" de Domingo Miras, hallamos a varias mujeres, de entre las cuales destacan Susa de Caldas y María Belideza, las cuales mantienen una relación amorosa, relacionadas, al menos, con el universo hechiceril. La obra comienza cuando Susa realiza un hechizo para que el amado da Flora regrese a su lado; a esta escena sucede otra en la que a Susa se unen otras mujeres, como Carmiña, María, Maruxa Dominga llevan a cabo diferentes actos mágicos, y celebran, desnudas, una especie de aquelarre privado. Finalmente, se untan con un preparado que han dejado listo durante la celebración y participan de una orgía, que terminará con una serie de jadeos, antecesores del velo onírico que va a cubrir la actividad de estas féminas. Cuando a la mañana siguiente las encentra flora, con la boca llena de sangre (usaron la sangre de un gato negro en sus rituales), piensa que han estado chupando niños. Pronto descubrimos, por otra parte, que el hijo de un vecino de la aldea, Flores, ha aparecido muerto, por lo que las sospechas van a empezar a crecer, y todos piensan que han sido las brujas. El tribunal del Santo Oficio se persona en la zona y pide que se denuncie a todo hereje; los cristianos pobladores de la aldea deciden colaborar con la justicia, ser buenos fieles y servir a Dios; así comienza la ola de acusaciones. De otro lado, vemos que el hechizo que Susa preparara para Flora ha surtido efecto, y Anxelo ha regresado a su lado, mas pronto volverá a partir, y la furia de Flora causará estragos. Mientras, las hechiceras echan los naipes y se da el marco perfecto para que haya una premonición acerca del aciago futuro que las espera. De hecho, la justicia ha prendido a Socorra, la madre de María, y la acusa de bruja. Poco después, Flora se persona eante el párroco y confiesa haber visto un aquelarre cuando volvía de coger setas, y acusa a Susa de Caldas, como la reina del conventículo. Por otra parte, en la noche de Todos los Santos, Susa y María rondan el cementerio; allí son sorprendidas por Flora, que intenta apuñalar a Susa, mas es descubierta a tiempo, y la que termina muerta, y dentro de una tumba abierta es ella. La siguiente escena se da ya en las celdas del Santo Oficio; todas las supuestas brujas han sido apresadas y finalmente, la obra se cierra con el suicidio de todas ellas, pues deciden por unanimidad quitarse la vida con un veneno que portan, antes que dar su cuerpo a las llamas. Así las encontrarán los carceleros.
En este texto, al igual que en el de Domingo Miras, la brujería se construye sobre una base de hechicería. Susa, María, Carmiña... son hechiceras, de eso no cabe duda, y coquetean con el satanismo, pero no queda ninguna constancia de que la filiación diabólica brujeril sea real. De hecho, no se plasma la celebración del tradicional aquelarre, aunque sí de una especie de conventículo privado. Aquí las supuestas brujas son libertarias, que apuestan por un sexo transgresor. El resto es fruto de un sustrato de creencias en agresores mágicos y de la búsqueda de un chivo expiatorio, que dé una explicación a todas las desgracias; amén de las ansias de venganza, que encuentran en las denuncias al cauce perfecto. Es muy original el final, con un suicidio colectivo que habla mucho del carácter de las mujeres protagonistas.