Un príncipe desea saber su futuro y para ello manda llamar a un hombre anciano que presumía de ser quiromántico. De este último solo se nos aclara que poseía una avanzada edad y se dedicaba a leer las líneas de la mano.
El viejo vaticina al rey que ha de morir dentro de tres años, por lo cual el monarca queda decaído y confuso. Su maestro, enterado de la causa del malestar del rey, avisa nuevamente al quiromántico y vuelve a interrogarlo, preguntándole por la fecha de su propia muerte (la del mágico), quien anuncia que acaecerá al pasar cincuenta años. Tras esto, el maestro da una estocada al viejo y lo mata. Así queda demostrado que el farsante no supo ver ni su propia muerte.
El rey queda satisfecho al comprobar la incerteza de las predicciones de quien se ha perfilado como un embaucador, mas el relato queda abierto a otras interpretaciones, pues quizás la actuación del maestro, propiciando la muerte prematura del quiromántico, solo haya cambiado el rumbo de unos acontecimientos que no estén totalmente predestinados, lo cual solo desmiente a medias el vaticino hecho al monarca. No sabemos si el rey muere o no al cabo de los tres años.