Novela (biografía ficticia con tintes picarescos y de miscelánea)
1626
Lisboa, Geraldo de la Viña
Una vieja
Hechicera mediterranea
Píndaro viaja hacia Sevilla, con algunos acompañantes, para embarcarse hacia las Indias. Durante el camino tienen un encuentro con una vieja que sola, en medio del bosque, está ejecutando un hechizo. Da auténtico pavor observarla, pues su físico se corresponde con el que, por tradición, se asocia a las brujas. Además, ver a esta mujer en plena acción, con los cabellos al viento, recitando fórmulas con voz profunda y manejando un muñeco de cera completa el nada halagüeño panorama.
Cuando la anciana levanta la vista y se dirige a Píndaro y sus compañeros, ellos quedan con el ánimo suspendidos, y la obedecen en el momento que les ordena marcharse. No obstante, cuando ya han emprendido de nuevo la marcha y comentan el caso entre ellos, deciden regresar para prender a la mujer y llevarla ante la Inquisición.
Ya no la hallan en el lugar, pero sí desentierran el muñeco de cera y don Francisco lo guarda. Acto seguido y como causa de portar tal objeto, el caballo de este personaje enloquece y se marcha a toda velocidad. La comitiva lo sigue y es conducida a una aldea en la que resulta habitar la perseguida hechicera. Don Francisco queda malherido pero salva la vida, y la vieja es prendida por el cura de la aldea, que pertenece al Santo Oficio.
La hechicera pretendía hechizar a un joven, por encargo de una muchacha, para que regresara de las Indias, hacia donde se había embarcado.
Píndaro, escéptico en cuanto a sobrenaturales asuntos, cambia su perspectiva y durante el resto del texto comenta su miedo a los hechizos. No sabemos si esta es la opinión del autor, pero esta obra sembraría, desde luego, la duda en el lector de la época.