Un astrólogo reconocido porque ejerce su lectura de los astros con gran agudeza en la Universidad de Pisa, y también gran matemático, decide aleccionar a varios estudiantes, en su propia casa, sobre siete planetas. Uno de ellos se burla de tales actividades, no porque las estrellas en sí yerren, sino porque los allí presentes creen lo increíble, pues dichas ciencias son vanas.

La crítica del estudiante no se dirige particularmente contra el astrólogo que protagoniza este dicho, sino contra la astrología en general. Los planetas y las estrellas no se equivocan, son las personas que creen ciegamente en lo que supuestamente estos vaticinan.