Vemos en esta comedia a un doctor, nigromante, que muestra su, en teoría, elevada formación utilizando una jerigonza ininteligible con multitud de latinajos. Serafina, la protagonista, lo somete a burla en más de una ocasión, por ejemplo al recordarle que lo azotaron por sus prácticas mágicas o al dejarlo en ridículo cuando le pide que le interprete un sueño.
Este nigromante se autodenomina sabio, pero lo máximo que puede demostrar de sus poderes es que si Serafina se da la vuelta, deja de verlo, como es evidente.
Este nigromante es un farsante, un embaucador que ni siquiera goza del arte de engañar o manipular bien a sus víctimas, pues queda al descubierto desde el momento en que pone un pie en escena.