La hechicera de esta pieza entra en escena cuando uno de los hombres que presencia el antojo de una embarazada (de ver bailar a los gigantones) la avisa para que, con sus conjuros, haga comparecer a los gigantones. La buena mujer comparece con un cucurucho de cadelillas en la cabeza, el cual la define como hechicera a la vez que la ridiculiza. Otros elementos que se mencionan contribuyen a definirla como mujer mágica, tales como ungüentos o muelas de ahorcado, pero es sobre todo la invocación que pronunca (de carácter burlesco) la que termina de perfilarla. Los gigantones se personan y ella da por concluida su tarea, por la que, como no podría ser de otro modo, ha recibido su pago en efectivo.
A finales del siglo XVII y principios del XVIII la imagen de Celestina aparece muy deteriorada y despunta en gran medida en este género. Sirve como resorte humorístico.