Laura está perdiendo a su marido, pues este tiene una amante. Para recuperarlo acude a una hechicera, de la que no se nos dice siquiera el nombre. Lo que interesa de ella es su ocupación, su oficio. Laura está dispuesta a entregar la mitad de su hacienda a esta mágica si hace volver a don Diego. Pero para ello es necesario que la joven consiga ingredientes tales como barbas, cabellos y dientes de ahorcado. Acude por la noche a la horca, pero no cierra el ciclo, pues su hermana, debido a un sueño premonitorio, ha partido en su busca y la rescata de esa situación tan comprometida. De ahí que, finalmente, no se ejecute el hechizo. Y nada más volvemos a saber de la tercera.
La narradora es dura con esta alcahueta-hechicera, pues la dibuja como una embaucadora, que alarga el proceso del caso de amores al encargar materiales imposibles a los interesados.