Comenzaron a escribirse en 1246. Circularon manuscritos. Primera edición 1779-90.
Madrid, A. de Sancha
Teófilo
Nigromante
En el Milagro XXV, “De cómo Teófilo fizo carta con el diablo de su ánima et después fue convertido e salvo”, hallamos a un vicario llamado Teófilo, de gran bondad y amado por todos. Cuando fallece el obispo, le ofrecen a él, por su valía, ese puesto, pero lo rechaza por creerse indigno. El nuevo obispo se inclinará por otro vicario y Teófilo pronto siente la aguja de los celos, lo cual deteriora su conducta, tan ejemplar hasta ese momento. Pide consejo a un judío nigromante, que lo orienta hacia el diablo, quien se persona y exige una cédula en la que el interesado renuncie a Dios, a Cristo y a la Virgen. Así lo hace y pronto comienza a mejorar su estado. Mas no quería Dios que perdiera su alma y le envía algo de lucidez, de modo que Teófilo se da cuenta de su error y comienza así su acercamiento a la Virgen, que, tras cuarenta días de ruegos, atiende a sus plegarias. Habla en su favor ante Dios y consigue su perdón, pero también intercede para recuperar la carta por la cual este pecador había perdido su alma.
Podría decirse que en este milagro aparecen dos nigromantes: el judío, que es un encantador consagrado, y Teófilo, en el sentido de que al firmar una carta renunciando a su fe pacta con el diablo y se entrega a él, como hacían muchos nigromantes. En este sentido, se puede hablar de nigromancia también en el caso de Teófilo.