La Candelera de esta farsa es una vieja hechicera que se reconoce pronto en escena, pues va con una aceitera y con las cuentas al cuello. Comparece avisada por un pastor para que asista a un galán, que pena por amor, y se ha desmayado al intentar ser consolado carnalmente por una negrilla. La hechicera realiza una burlesca invocación en escena, tras la cual se persona un diablo, que promete cumplir con el encargo que le ha sido encomendado: unir al galán con su dama. La hechicera logra así su objetivo e incluso consigue huir de la justicia cuando esta se pasea por el tablado, acusando al pastor de haberla forzado antes de que este pueda dar cuenta de sus delitos mágicos.
Como estamos ante un texto dramático de carácter cómico, se puede aceptar que las prácticas hechiceriles de la Candelera resulten efectivas, aunque posean raíz diabólica; e, igualmente, se permite que la hechicera no sufra castigo alguno por sus delitos mágicos.