Descripción
Fray Prudencio de Sandoval alude en el capítulo XV del Libro decimosexto de la obra a un conocido episodio de las brujas navarras, que se da en 1527. Este brote de acusaciones de brujería se origina a causa de las confesiones ejecutadas por dos niñas, de 9 y 11 años respectivamente, las cuales afirman pertenecer a la secta de las brujas. Están arrepentidas por sus actos y se muestran dispuestas a desvelar la identidad del resto de integrantes de tal sociedad secreta.
Los inquisidores inician, con las dos niñas, un recorrido por las aldeas de los alrededores. En cada lugar, se coloca en hilera a los habitantes y se les tapa, dejando descubierto solamente el ojo izquierdo (en el que, supuestamente, se encuentra la marca de las brujas). Las niñas levantan su dedo acusador tras examinar el ojo de los presentes. Lo hacen por separado y coinciden en sus acusaciones. Ciento cincuenta personas resultan señaladas y son encerradas en espera del juicio.
Los inquisidores deciden comprobar la realidad del vuelo al aquelarre tomando como conejillo de indias a una de las ancianas imputadas. Ella les demanda un ungüento que le ha sido confiscado y, tras untarse y en presencia de varios testigos, conversa con una presencia invisible, trepa por un muro como si fuera una lagartija y sale volando por una de las ventanas.
Eso sí, a los dos días es apresada de nuevo, pues su demoníaco amo no ha consentido llevarla más allá de tres leguas.
Estas mujeres, según Sandoval, reconocen acudir al aquelarre, presidido por el diablo, y tener bajo su auspicio un demonio familiar, con el que tienen trato carnal.
Observaciones
Estamos ante uno de los textos que más noticias nos da acerca de las brujas, si exceptuamos, claro está, los diferentes tratados reprobatorios. Al estar ante una crónica, que da cuenta de hechos históricos, los datos que nos ofrece Sandoval resultan muy aprovechables, ya que reflejan unos hechos que tuvieron lugar (el proceso) y, del mismo modo, plasma unas creencias que serían muy poco discutidas en la época.