Descripción
Un pastor de Lizarraga, que tenía su rebaño en Andia, se despistó un día a causa de la nieve, estando en la montaña, y no sabía qué dirección tomar. Se tranquilizó al ver a una mujer caminando serena, sin preocupación, así que decidió orientarse siguiéndola, aunque nunca le dio alcance. Arribó hasta la cima de Arleze, desde donde ya sabía tomar el camino de vuelta. No volvió a ver a la mujer que le había servido de ayuda, pero al acercarse a la boca de una gruta, descubrió unas pisadas que resultaron no ser humanas, sino de palmípedo, por lo que llegó a la conclusión de que aquella criatura no era una mujer, sino una lamia.
Las lamias se han venido denominando brujas o sorginak habitualmente.
Observaciones
No son similares las lamias, tal y como se conciben en el norte de España, a las de la tradición grecolatina, aunque puedan tener puntos en común. Llama la atención el detalle que aporta José Dueso sobre la denominación de estos seres, que se confunden con las brujas, pues en la base antropológica y folklórica de la bruja, en ese sustrato, tanto la lamia como la striga poseen un papel fundamental.