Juan de Castro (atribuido según modernas investigaciones a Quiñones de Benavente)
Entremés de las brujas fingidas y berza en boca.
Descripción
Un vejete envía a su criado, Arrumaco, a llevar cuarenta escudos de oro a un amigo suyo. Pero unos ladrones conocen el encargo del pobre sirviente y se hacen pasar por brujas para captar su atención. Intentan ganárselo, una vez más, por el estómago y pronto lo convencen para ingresar en la secta brujeril, pues le cuentan que los brujos siempre se hartan a comer. La única condición para realizar el ingreso en dicha sociedad secreta es el pago de cuarenta escudos. Eso no convence mucho al gracioso. Así que los picaruelos tienen que buscar algún otro gancho e idean darle una berza que hará a Arrumaco invisible cuando se la coloque en la boca y la muerda. Esto genera situaciones muy cómicas y el criado no duda en ningún momento del poder real de la berza. Finalmente, el hambre que pasa este mozo lo impulsa a, tentado continuamente por las falsas brujas, querer ser brujo y acudir al aquelarre, pues ya está preparado el banquete en Medina del Campo. Lo desnudan y le hacen creer que viaja por los aires, mientras le arrebatan su bolsa de escudos. Finalmente, el vejete lo encuentra en esta comprometida situación y ni la berza, con su poder de invisibilidad, lo libra de los palos.
Observaciones
Con este entremés, y considerando "El talego niño" y el "Entremés famoso de las brujas" vemos que se perpetúa no solo el motivo de las brujas o mágicas fingidas, sino también el de la magia o brujería (dependiendo del caso) como excusa o base para efectuar una estafa.