Ioannes de Echalar confiesa que cuando el diablo le imprimió la marca diabólica no guardó la sangre, sino que se la dio a beber a él. Por ello, parece ser que este brujo estaba menos sujeto a su amo y pudo confesar sus crímenes y los de sus compañeros de secta.

El autor introduce este ejemplo para justificar el hecho de que el brujo en cuestión sea confitente. El ritual de la marca diabólica y aquello que se hizo con su sangre habría resultado determinante.

Al hilo del relato anterior, este brujo también confiesa que una vez vio retozar al demonio con una prima suya (y como, al parecer, por el hecho de beber su sangre durante la impresión de la marca diabólica y que ésta no quedara en poder del diablo, se hallaba menos sujeto a su amo) y su reacción fue apalearlos a ambos hasta que huyeron.

Este ejemplo tiene que ver con el anterior y trata nuevamente de demostrar que este brujo no estaba tan unido a su amo como otros muchos, y era capaz de dar con un palo al diablo y a su prima mientras éstos copulaban.

Miguel de Goyburu confiesa que, durante el aquelarre, en la ofrenda se entregan al diablo huesos y miembros de cadáveres que se extraen de los sepulcros. Cuando los brujos se aplican al desenterramiento, llevan una antorcha que, según Ioannes de Echalar, es el brazo de un niño muerto sin bautizar encendido por la parte de los dedos.

En Mongastón este ejemplo aparece desglosado en dos. Relatos como éste recalan en el aspecto más siniestro y escatológico de la brujería.

Ioannes de Echalar, verdugo de la secta, yendo una noche a practicar el mal, exclamó "Jesús" a causa del ruido que producían los otros brujos. Así consiguió que todos huyeran y caer él al suelo, quedando dolorido. Aun así, logró regresar a casa, donde estuvo varios días en cama.

Ioannes de Echalar, estando preso por delitos de brujería, decía que la razón de la existencia de tantos brujos era que los sacerdotes los no los bautizaban bien, en buen estado moral, pues vivían deshonestamente.

Esta última confesión es también muy importante, pues se atisba parte del drama, ya que Ioannes de Echalar busca una justifcación a los presuntos casos de brujería apuntando a los párrocos. Y aunque da una explicación como la que aquí podemos ver, si miramos más allá nos daremos cuenta de que, en realidad, los párrocos sí tuvieron una gran responsabilidad en la persecución y la histeria, a pesar de que este acusado no pudiera decirlo abiertamente y optara por hacer referencia a su vida deshonesta simplemente.