Cuenta MIguel de Goyburu que durante el aquelarre y en presencia del demonio, Estevanía de Telechea, sorprendida por ver tanta gente congregada en el conventículo, pronunció el nombre de Jesús y con espantable ruido todo desapareció y tuvieron que volver todos a casa.

Historias como la presente, en que se menciona el nombre de Dios en el aquelarre, abundan, pues hallamos una similar en el "Jardín de flores curiosas" de Torquemada y otra en el "Entremés de las brujas" de Francisco de Castro.

Estevanía de Telechea confiesa haber asesinado a una nieta suya echándole unos polvos en las migas que le dieron de comer, solamente porque al cogerla en brazos le ensució la ropa. La venganza de la bruja es, sin duda, desmedida. También envenenó a un joven que la insultó en la calle, y ejecutó muchos más crímenes similares, por medio de la ponzoña, según expresa en su confesión.

Uno de los aspectos más espeluznantes de la brujería tiene que ver, sin duda, con el infanticidio.

Estevanía de Telechea asesina a una nieta echándole polvos en las migas por haberle ensuciado el delantal. A un niño que la llama puta vieja lo mata con pestíferos ungüentos.

Entendemos que esta mujer perdería una nieta y que otro niño de la aldea fallecería también; por lo que, en este caso, la supuesta bruja aprovecharía esos sucesos para autoinculparse y, así, poder salvar la vida al confesar los crímenes perpetrados como bruja.

Una bruja (no se especifica quién), viendo venir al demonio por los aires en medio de Graciana de Barrenechea y Estevanía de Telechea, por el espanto que le causaba, exclamó “Jesús” y se santiguó, de manera que los tres se esfumaron y ella quedó sola.