Descripción
En la Parte II: Los epitaphios hallados por Julio, el protagonista, el propio Julio narrador, nos introduce en el reino de Galicia. Allí, Julio, Bretón y el Alemán (así llama a sus dos compañeros de viaje) llegan a una ermita en la que consiguen pasar unos días, junto al sabio ermitaño y su fámulo, un hombre deforme que habita junto a él. Tras varias vivencias de los protagonistas que no detallaremos aquí, se descubre que el ayudante del ermitaño es un nigromante, con sus artes consigue vengarse de todos cuantos lo desairan o desprecian, aunque también ayuda a las gentes del lugar. Se informa al lector de que uno de los ermitaños que precedió al que ha hospedado al narrador y sus amigos adoptó al fámulo cuando era solo un niño monstruoso, le enseñó a leer y escribir, y también algos secretos de las artes nigrománticas. Cuando su señor murió, le dejó sus libros de magia, que él guarda en una peña que hay en el rincón de la celda. Entre algunas de las cosas que logró este giboso con sus artes está el haber encantado a una pastora siete meses en una cueva, encantó también a la asna de un pastor, realizó un conjuro al propio ermitaño con quien ahora vive para que no pudiera orinar, ensalma sus objetos de caza para que no pudieran lograr presa alguna, etc.
Pero los pastores de la tierra apreciaban en gran medida a este fámulo, puesto que también encantaba a los lobos y raposos para proteger los rebaños, sanaba el ganado, conjuraba la piedra para que cayera en en desierto, etc. Eso sí, si alguien tenía algún enfrentamiento con él, siempre se vengaba.
La relación entre Julio y el giboso no comienza con buen pie, pero va mejorando y al final el curioso narrador, muy interesado todo el tiempo en las artes mágicas, consigue que el fámulo le enseñe la peña donde guarda todos sus libros y materiales. Al principio, Julio se hace el remilgado, al ver pergaminos escritos con sangre, imágenes con agujas clavadas, pentáculos..., pues afirma que solo le interesa la magia natural, que no ofende a Dios ni presupone tratos con el diablo, pero el nigromante lo retiene y le muestra, por ejemplo, a través de un espejo qué están haciendo sus familiares en ese momento, también le mostró libros con grandes secretos, de los que le enseñó seis o siete milagrosos. De esta forma, se inicia Julio en estas artes, aunque dejando claro que solo se interesa por lo aceptado y lo inofensivo.
Observaciones
El ermitaño también dice que el fámulo es brujo, aunque no se verifica esto en ningún momento.
En esta historia queda muy patente el interés del autor por lo mágico, sobre todo por la nigromancia.