Descripción
Una mujer bellísima tuvo una hija que la superaba en belleza. Tanta envidia le causaba este hecho que no dudó en aceptar la oferta de la madrina de la pequeña, que era bruja, para deshacerse de ella.
La bruja se la llevó al bosque y, en cuanto tuvo ocasión, la tiró dentro de una cisterna. La chiquilla cayó sobre el musgo y no perdió la vida; a los tres días, como nadie la socorría, consiguió escalar y escapar. Fue a parar a una castillo en el que vivían doce ladrones. Cuando fue descubierta, logró que se apiadaran de ella y la dejaran quedarse para encargarse de las tareas de la casa.
Finalmente, la madrina descubrió la verdad y acudió al castillo. Entregó un pan blanco a la joven, que, tras dar un mordisco, quedó sin sentido. Fue colocada en un ataúd de cristal y poco después, descubierta por un príncipe, fue trasladada al palacio del mismo.
Gracias al bofetón que le propinó una de las sirvientas despertó y se casó con el príncipe, aunque la bruja no tardó en volver a localizarla ni en personarse allí, justo cuando la muchacha terminaba de dar a luz a su hijo. Logró acercarse a ella y le clavó una aguja mágica en la frente, que la convirtió en una paloma.
Afortunadamente, una de las criadas le extrajo la aguja y recuperó la forma humana, pudiendo así acusar a la bruja, que había usurpado su lugar en el lecho, donde ella se hallaba convaleciente tras el parto.
La madrina encontró la muerte por sus fechorías.