Criterios de edición


La antología del Libro de las tres razones (o Libro de las armas) de don Juan Manuel procede de la edición de sus Obras completas realizada por Carlos Alvar (Universidad de Ginebra) y Sarah Finci (Universidad de Ginebra) para Aul@Medieval.

Para facilitar la lectura de los textos en castellano medieval, se ha considerado oportuno unificar los criterios de edición, de acuerdo con las siguientes normas:

•Regularización de la unión y separación de palabras, siguiendo los criterios actuales (a excepción de por que con valor diferente del causal y todavía con el sentido de ‘en todo momento’; asimismo se conservan las palabras formadas con vocales protéticas del tipo atal, atanto).

•Regularización del uso de mayúsculas y minúsculas, así como de los signos de puntuación, de acuerdo con la normativa actual.

•Acentuación siguiendo la norma vigente. Se acentúa ý cuando es adverbio, ál con sentido de ‘otra cosa’, nós y vós como pronombres tónicos y las formas verbales monosilábicas á, é, y para evitar la confusión con preposición, resolución del signo tironiano o formas adverbiales.

•Regularización de u, i, con valor vocálico, frente a v, j. De la misma manera que la utilización de y.

•El signo tironiano se resuelve por y.

•Transcripción de r, vibrante múltiple, en posición inicial o tras nasal.

•Simplificación de consonantes dobles sin valor fonológico distintivo: ff, ll, cc.

•Para facilitar la lectura, transcripción como cu del grupo qu.

•La aglutinación de palabras se resuelve mediante apóstrofo: qu’él, d’estos.

•La ç se usa ante a, o, u.



[PRÓLOGO]

[En el breve prólogo dirigido a Fray Juan Alfonso, monje dominico del círculo juanmanuelino, se desarrolla el tópico de la obra por encargo y el autor declara que su propósito es dar cumplida respuesta a tres cuestiones relacionadas con su linaje, poniendo así por escrito una materia anecdótica que ha referido oralmente en numerosas ocasiones previas a diversos interlocutores, evidentemente no tan interesados como su buen amigo el fraile. Tras las protestas de rigor sobre la veracidad de lo expuesto, don Juan Manuel insiste en que lo que está a punto de narrar es fruto de lo oído a diversos testigos: se trata, entonces, de versiones orales reunidas y condensadas en una exposición escrita y adecuadamente «razonada»].

Frey Joán Alfonso, yo don Joán paré mientes al ruego y afincamiento que me fiziestes que vos diesse por escrito tres cosas que me avíades oído, por tal que se vos non olvidassen y las pudiésedes retraer cuando cumpliese; y las tres cosas son: [por qué fueron dadas] estas mis armas al infante don Manuel, mio padre, y son alas y leones; la otra, por qué podemos fazer cavalleros yo y mios fijos legítimos non seyendo nós cavalleros, lo que non fazen ningunos fijos nin nietos de infantes; la otra, cómo passó la fabla que fizo comigo el rey don Sancho en Madrit, ante que finase, seyendo ya cierto que non podría guarecer de aquella enfermedat nin bevir luenga[mente].

Y respondovos que vos lo gradesco mucho porque queredes saber ciertamente este fecho, lo que non fizieron otros muchos a qui yo lo conté así como a vós. Mas por[que] las cosas son más ligeras de dezir por palabra que de ponerlas por escrito, aver me [he] a detener algún poco más en lo escrivir. Pero con la merced de Dios fazer lo he; y cred que todo passó assí verdaderamente.

Pero devedes entender que todas estas cosas non las alcancé yo, nin vos puedo dar testimonio que las yo bi. Ca siquiera, bien podedes entender que non pude yo ver lo que acaeció cuando nació mio padre; y así non vos dó yo testimonio que bi todas estas cosas, mas oílas a personas que eran de crer. Y non lo oí todo a una persona, mas oí unas cosas a una persona, y otras, a otras; y ayuntando lo que oí a los unos y a los otros, con razón ayunté estos dichos (y por mi entendimiento entendí que passara todo el fecho en esta manera que vos yo porné aquí por escrito) que fablan de las cosas que passaran; y así contece en los que fablan [de] las Escrituras: [que] toman de lo que fallan en un lugar y acuerdan en lo que fallan en otros lugares, y de todo fazen una razón; y así fiz yo del que oí a muchas personas, que eran muy crederas, ayuntan[do] estas razones. Y vós, y los que este escrito leyeren, si lo quisieredes crer, plazernos [á]; y si fallaredes otra razón mejor que esta, a mi me plazerá más que la falledes y que la creades.



[SEGUNDA RAZÓN]

[La segunda Razón despliega un intrincado relato de intrigas familiares y políticas con la excusa de explicar por qué los primogénitos del linaje de los Manueles pueden armar caballeros sin haber recibido investidura. La razón de ese privilegio estaría en que el infante don Manuel, padre de nuestro autor, habría alcanzado el estatus regio, aunque las maquinaciones de su hermano el rey Alfonso X lo habrían privado de la corona prometida. Todos los personajes y la gran mayoría de los acontecimientos narrados son históricos. La manipulación no está en los datos, sino en su articulación según modelos narrativos de causalidad y de evaluación moral. De este modo, los acontecimientos políticos quedan motivados y explicados como avatares de una intriga doméstica, una historia de celos, engaños y traiciones].

La otra [razón] que me preguntastes, que por qué podemos fazer cavalleros yo y mios fijos legítimos, non seyendo nós cava­lleros, lo que non fazen fijos nin nietos de infantes, vos respondo bien así como desuso vos dixe: que todas estas cosas non las vi en un día nin las oí a una persona señalada, mas oílas a muchas; a unos, unas cosas, y a otros, otras; de que pude ayuntar esto por cuál razón se faze.

Vos devedes saber que el rey don Jaime de Aragón fue casado con doña Violante, fija del rey de Ungría. Y ovo en ella al rey don Pedro de Aragón y al rey don Jaime de Mallorcas, y ovo fijas, la infanta doña Violante, que fue la mayor, que casó con el rey don Alfonso de Castiella, y la infanta doña Blanca, que casó con el rey don Felipe de Francia, fijo de sant Loís, y a la infanta doña Constança, que casó con el infante don Manuel, [mio] padre, y a la infanta doña Sancha, que nunca casó. Y oí dezir que muriera en el ospital de Acre o estava desconocidamente ser­viendo los romeros; y paréceme que oí dezir o a la infanta doña Isabel, fija del rey de Mallorcas, que fue la primera muger con que yo casé, o [a] dueñas de su casa, que cuando esta infanta finó en Acre, en el ospital, que se movieron todas las campanas de la villa a tañer por su cabo, como las tañen cuando ay algún cuerpo finado; y veyendo las gentes cómo las campanas tañían por su cabo, fueron preguntando quién moriera entonce, y non fa­llaron omne ni muger finado en toda la villa sinon una romera en el dicho ospital, y fallaron que tenía una carta en la mano; y cuando la quisieron tomar para leer, non gela pudieron sacar de la mano fasta que vino ý un grant perlado. (Non me acuerdo si oí dezir si fuera patriarca o obispo; mas bien me acuerdo que oí dezir que fuera perlado). Y desque vio que la carta non gela po­dían sacar de la mano, mandol, en virtud de santa obediencia, que[l] diesse la carta. Y ella, maguera era muerta más avía de XX oras y estava yerta, luego quel fue mandado por santa obediencia, abrió la mano, y tomó el perlado la carta y leola a todo el pueblo, y falló que dizía la carta cómo era la infanta doña Sancha, fija del rey don Jaime de Aragón y de la  reina doña Violante, su muger. Y si dieron entonce gracias a Dios los que esto sopieron y le fezieron grant onra aquel santo cuerpo, esto non es de preguntar, ca razones avía asaz por que lo devía[n] fazer.

Todo esto non lo digo yo afirmando que en toda guisa fue todo así, mas digo que me parece que lo oí en esta manera. Mas comoquier que sea, es cierto que el rey don Jaime de Aragón que ovo de la  reina doña Violante, su mujer, estas cuatro fijas: la  reina doña Violante de Castiella y la  reina doña Blanca de Francia y la infanta doña Constança, que casó con mi padre, y la dicha infanta doña Sancha, que murió en Acre, como dicho es. Y oí dezir, al mio cuidar, a doña Savrina de Bedes, una mucho onrada dueña y muy buena que crio a la infanta doña Constança, con que yo casé, que doña Violante,  reina de Castiella, seyendo donzela en casa de su madre, que quería muy grant mal a la infanta doña Constança, su hermana, segund oí dezir, por grant envidia que avía d’ella; ca, segund dizen, al su tiempo non avía más fermosa muger en ninguna tierra, y su madre amábala mucho, y depagávase muy fieramente de doña Violante; y esso mismo fazía el rey, su padre. Y por todas estas razones era tan grande el desamor quel avía, que dizen que la  reina, que avía muy grant recelo quel guisaría la muerte por cuantas partes pu­diese. Y por[que] doña Violante casó con el rey de Castiella, cuando la  reina, su madre, ovo de morir, recelando que si doña Constança, su fija, casase en Castiella, quel acaeciría lo que ella temía, pidió por merced al rey don Jaime, su marido, quel jurase que non casase a doña Constança sinon con rey; y esto fizo por que non casase en Castiella y por [que] ella non descubriese tan mala cosa como ella recelava de su fija la infanta.

Y después que la  reina murió, acaeció así: que se levantó grant contienda entr’el rey don Alfonso de Castiella y el rey don Jaime de Aragón, seyendo el rey de Castiella casado con su fija. Otrosí, alborogáronse contral rey de Castiella el infante don Enrique, su hermano, y don Diego, señor de Vizcaya, y ayuntá­ronse con el rey de Aragón, y fueron las vistas en Maluenda, una aldea de Calatayud, y pusieron pleito contra el rey de Castiella y demandáronle la infanta doña Constança en casamiento para don Enrique. Y el rey de Aragón dixo que gela daría de buena mente, salvo por la jura que avía fecha; y fincó el pleito entr’ellos que si don Enrique pudiesse aver algund reino, quel daría la in­fanta, su fija, muy de grado.

Y por esto endereçó don Enrique a Niebla, que era reino de moros, y cercola; y teniéndola por tomada, embiolo dezir al rey de Aragón, que pues reino avía, quel diese su fija, segund le pro­metiera, y el rey de Aragón dixo quel plazía.

Y estando el pleito en esto, entendiendo el rey de Castiella y la  reina doña Violante, su muger, que si este casamiento se fi­ziese que les era muy grant daño y grant movimiento en su regno, oí dezir que tomara la  reina doña Violante al infante don Fer[r]ando y a la infanta doña Bere[n]guela, que eran ya nacidos, en una azémila y ella en otra, y un capellán consigo, y fuese para el rey don Jaime, su padre, a Calatayud. Y cuando fue cerça de la villa, embiol dezir con un omne de pie que su fija doña Violante, non se llamando  reina, que se venía para él con sus nietos. El rey, cuando lo oyó, fue muy marabillado y salió contra ella; y cuando la falló, cuidando que era alguna d’estas cobigeras del rastro de la  reina, non paró mientes por ella. Y ella, de que vio al rey su padre, dexose caer de lla bestia en que venía, dando muy grandes vozes. Y el rey, cuando la vio [y] entendió que era la  reina, su hija, fue muy marabillado por la manera en que vinía, y allí non quiso más fablar con ella.

Mas de que fue ella posada, preguntol si era vivo el rey, su marido; y ella díxol que vivo era, mas que pues él, seyendo su padre, le quería tomar el reino a ella y a sus fijos, que se querían venir para su casa: que mejor le era, pues el reino avía a perder, estar en casa de su padre que non en tierra estraña. El rey fue d’esto muy marabillado y preguntol por qué lo dezía, y ella díxole que pues él quería dar su hermana a don Enrique, que fiziese cuenta que el rey, su marido, y ella que avían perdido el reino.

El rey don Jaime, como era omne bueno y leal, non se catando de tan fondo engaño y tan grant maestría, dixo a su fija que era en muy grant coita; ca de una parte non quería fazer ninguna cosa por que ella y sus fijos perdiesen el regno; de otra parte que él non sabía qué fazer contral pleito que pusiera con don Enrique, pues avía cobrado el reino de Niebla, pues él non podía casar a la infanta doña Constança, su fija, sinon con rey, segund la jura que fiziera a la  reina, su muger.

Entonce dixo la  reina que si él quisiese, cuanto a esto que bien fallaría consejo, ca él y el rey, su marido, podrían muy aína cobrar el reino de Murcia, con que los moros se avían entonce alçado, y darlo al infante don Manuel y a la infanta doña Constança, y así sería guardada la su jura, y ella y su marido y sus fijos, sin recelo de perder la onra que avían. Y tanto dixo a su padre, lo uno quexándose de la su pérdida que recelavan, lo ál monstrando la gran onra que recebía en cobrar aquel reino en que los moros se avían alçado, y fazer ende  reina a la infanta doña Constança, su fija, que se ovo el rey avenir y otorgógelo. Y bino el rey de Aragón para Soria y biéronse ý él y el rey de Castiella, y firmaron el casamiento del infante y de la infanta doña Constança. Y en todo este tiempo don Enrique estava sobre Niebla.

El rey don Alfonso, desque este pleito ovo firmado con el rey de Aragón, endereçó a Niebla, do estava don Enrique, su hermano; y desque don Enrique sopo en cómo avía perdida el ayuda del rey de Aragón y que el rey, su hermano, vinía a Niebla con muy grant poder, non le esperó ý, [y] el rey tomó luego a Niebla. Y don Enrique bínose d’ende contra Estremadura, robando y fazien­do muy grant guerra. Y oí dezir a Alfonso García y a otros omnes de casa del infante don Manuel, mio padre, que biniera estonces a Niebla a tener frontera contra don Enrique, su her­mano, y aun entonce, por que el rey de Aragón non tovo el pleito que puso con don Enrique, fizieron un cantar de que me non acuerdo sinon del refrán, que dize:

Rey bello, que Deo confonda,
tres son estas con a de Malonda.

Otrosí el rey don Jaime fue cercar a Murcia; y andando en estas cosas, fue mio padre casar con la infanta doña Constança a Calatayud. Y oí dezir a Martín Martines de Faças, que alcancé yo muy biejo, que fuera montero de mio padre, que el día que casaron en Calatayud, él, bien con otros cient monteros de mio padre, estudiera en deredor de la eglesia con sus venablos, en cuanto dixieron la missa, recelando que vernía alguno de parte don Enrique [a] dezir cómo la infanta y don Enrique eran desposados en uno. Y oí dezir a otros que cuando don Enrique se biera con el rey de Aragón en Maluenda, que por aventura oviera entre don Enrique y la infanta encubiertamente palabras de ca­samiento, ca sin duda ellos se amavan mucho el uno al otro. Y aún me dixieron que yendo la infanta de un lugar a otro, que fue el infante don Enrique, desconocido, cabo ella en el lugar del omne que la levava las salidas; y asi fue fablando con ella bien tres leguas. Onde parece que razón avía de sospechar que pudiera aver entre ellos algunas palabras de casamiento. Y desque la dicha infanta fue casada, y don Enrique fue fuera del regno, fincó ya el rey don Alfonso sin recelo d’él.

Y pues vio que non avía de quién se catar, trató con los moros de Murcia que dixiesen al rey don Jaime que ellos del rey don Alfonso eran y de su conquista, y luego que biniese que se le darían muy de buena mente; y el rey don Jaime partiose ende.

Y el rey don Alfonso fue allá, dando a entender que la querié entregar al infante don Manuel, su hermano, y desque fue ý, oí dezir que él mismo guisara que los moros tomasen la recua de la vianda que tra[í]en a la hueste, en guisa que fueron todos en tan grant cuita, que ovieran a seer perdidos de fambre. Y entonce fizo que los moros dixiesen que nunca se darién al rey sinon con tal pleito que los non pudiese dar a ninguno y que fincasen con la corona del reino y que fiziese por que mio padre renunciasse la donación quel avía fecha. Y tan grant fue la cuita en que estava[n], que vinieron todos los grandes omnes de la hueste a mio padre, y en tal manera fablaron con él, que él mismo vino rogar al rey que fiziese aquella pletesía. Mio padre era omne bueno y leal y amava mucho al rey, y comoquier que algunos gelo dizían, nunca le pudieron fazer creyente que esta maestría viniere por el rey.

Y cuando esta pletesía dixieron al rey, dio a entender que lo non faría en ninguna manera, ca non quería aquel lugar sinon para mio padre, y que ante morría él de fambre, y todos los de la hueste, que nunca en tal pleito consintiese. Y mio padre, cre­yendo aquello quel dizía y doliéndose de cómo se perd[er]ía toda la hueste, dixo al rey que cobrase él una vez el logar y acabase su onra, que después él le faría merced, y él sería pagado de quequiere qu’el rey le feziese. Y entonce el rey dio a entender que lo non quería fazer en ninguna manera. Pero traxieron el pleito en tal guisa que dieron a mio padre a Elche, con una comarca de lugares que llaman los moros el Alhofra, que fue siempre como reino e señorío apar­tado, que nunca obedeció a ningund rey; y diérongelo así: que él y don Alfonso, su fijo, o cualquier fijo varón mayor legítimo, que eredase aquel señorío y que fuese mayoradgo; y que mio padre y don Alfonso, su fijo, y que todos los que aquel señorío oviesen, troxiessen su casa y su fazienda en manera de reis; y así lo fizieron siempre después acá.

Y díxome Alfonso García que luego que la infanta doña Constança sopo aquella pletesía que mio padre avía otorgado, que luego dixo que ya bien [sabía] que era muerta; y que fueron en acuerdo de se ir para tierra de moros, y que él vio la galea al puerto de Santa Pola armada y guisada para entrar en ella e irse, sinon porque don Sancho Pérez de Ayala, que era mayordomo de nuestro padre, y otros omnes buenos que bivían con él, le dixieron que si fuese a tierra de Francia, que eran casados ambos los reis con señas hermanas y que non le cogerían; y si fuese [a] Aragón, que el rey, su padre, era ya muerto y que el rey don Pedro, su hermano, que non se quería perder con el rey de Castiella por ellos. Y si se fuesen a tierra de moros, seyendo la infanta tal dueña y tan apuesta, que por aventura tomarían tal desonra, que quer[r]ían más la muerte que la vida; y por esta razón ovieron a fincar. Y, mal pecado, dizen que lo que la infanta temía quel acaeció: que la razón de su muerte fue un tabaque de cerezas quel envió la  reina, su hermana.

Y por razón qu’el rey don Fer[r]ando dio al rey de Aragón aquella tierra, que era mía, dio a mí Alarcón en camio d’ella, y es agora mayoradgo, así como lo era la otra tierra. Y porque nós avemos la nuestra heredad por esta manera, avemos muchas avantajas de los otros fijos de infantes. Y por guardar esto, fizo don Alfonso, mio hermano, en vida del rey don Alfonso y de mio padre, muchos cavalleros, non seyendo él cavallero, y señaladamente fizo a Garci Fer[r]andes Malrique, padre d’este Joán Gar­cía Malrique, que es oy bivo.

Y porque don Alfonso murió en vida de mio padre ante que casase [y] oviesse fijos, casó mio padre con la condessa mi ma­dre. Y maguer avía por fija a doña Violante, mi hermana, que ovo de la infanta doña Costança, non heredó el mayoradgo y heredelo yo, seyendo de otra madre, porque era varón.

Y por guardar esta costumbre mandaron el rey don Alfonso, mio tío, y mio padre que fiziese yo cavalleros en su vida de ellos, y fizlos ante que yo oviese dos años; ca cuando mio padre murió, non avía yo más de un año y ocho meses. Ca yo nací en Escalona, martes cinco días de mayo, era de mill y ccc y xx años, y murió mio padre en Peñafiel, sábado día de Navidat, era de mill y ccc [y xx] y un año.

Y aun por guardar esto, nin los reyes que fueron después acá nin yo nunca nos acordamos a que yo fuesse cavallero. Y comoquiera que la mayor onra que puede seer entre los legos es cavallería, y lo son muchos reis que an mayor estado que nós, cuido que por guardar esto que me sería a mí muy grave de tomar cavallería de ninguno, si non en la manera que la toman los reis. Y por estas razones que vos he dicho, fazemos nós cavalleros non lo seyendo nós, lo que non se falla que fizieron ningunos fijos de infante en España.