1. Del rabino Yoel a Pablo Hurus
La obra conocida como Exemplario contra los engaños y peligros del mundo no pertenece al mundo de la predicación religiosa, como su título podría hacer pensar, sino a la numerosa descendencia del Kalila y Dimna (denominación que preferimos para referirnos a la colección oriental). Los eslabones que explican los cambios experimentados por el texto nos remiten a un judío, conocido por los críticos como 'rabbí Yoel', y al converso Juan de Capua; el primero se encargó de trasladar la obra del árabe al hebreo y el segundo, al latín. Desconocemos las circunstancias en las que realizó su trabajo el 'rabbí Yoel', aunque tuvo que finalizarlo como tarde, en la primera mitad del siglo XIII. Su imprecisa figura solo se sustenta en una frase de Anton Francesco Doni (1513-1574) en el prólogo a La moral filosofia, afirmación que puede no ser cierta:
Da la persica poi, dopo molto tempo, conoscendo quei sapienti la mirabil dottrina che v'era dentro, lo ridussero nella arabica, e da quella fu posto nell'ebrea da un Ioel, gran rabi giudeo.
Su traducción nos ha llegado conservada a través de un manuscrito incompleto y con numerosas lagunas, custodiado en la Biblioteca Nacional de Francia (París), y difundido gracias a la edición y traducción francesa publicada por J. Derenbourg en 1881. Comienza en la mitad del capítulo tercero, que se corresponde con el cuarto de la versión alfonsí, donde se narra el castigo de Dimna, y finaliza, al igual que el texto medieval, con el diecisiete, dedicado a la historia de «La paloma y la zorra». Los trabajos más recientes sobre el
Kalila y Dimna
árabe concluyen que originalmente constaba solo de quince capítulos, sin contar los distintos prólogos. Los dos últimos de la versión alfonsí, «Las garças y el çarapico» (cap. XVII) y «De la gulpexa y el alcaraván» (cap. XVIII), aparecen también en algunos manuscritos árabes, pero son adiciones tardías que no se encontrarían en el modelo persa traducido por al-Muqaffa'. El hecho, pues, de que el texto hebreo coincida con el castellano al incluir estas dos historias resulta muy interesante, aunque sea arriesgado extraer de ello consecuencias definitivas; podríamos suponer que Yoel trabajó en España, aunque también pudo hacerlo en Italia a partir de algún manuscrito árabe procedente de la Península. Por lo demás, se atuvo bastante fielmente al original, aunque alteró algunos nombres propios y topónimos y, como era práctica habitual entre los de su religión, intercaló abundantes citas bíblicas. Atribuye la narración de las historias al filósofo Sendebar en respuesta a las preguntas del rey Dislem, con lo cual estrecha los lazos, y genera la confusión, entre ambas colecciones cuentísticas.
Esta versión podría haber quedado olvidada en el amplio árbol genealógico del Kalila y Dimna , pero fue la escogida por el converso Juan de Capua para su traducción latina, convirtiéndose así en la puerta de entrada de esta colección oriental en la literatura occidental. No sabemos mucho más de este segundo eslabón, salvo que era un judío converso de origen italiano, que adoptó, tras su bautismo, el nombre de su ciudad de origen o de residencia. Se le atribuyen también dos traducciones científicas escritas por musulmanes españoles, el Teïssier de al-Malik, destinado al arzobispo de Braga (1292-1313), y la Dietética de Maimónides, preparada para el Papa Bonifacio VIII. Algunos de estos datos se desprenden del breve prólogo, que se conserva incompleto en el Exemplario, donde se presenta como judío converso y dedica su obra al «reverendo padre y señor Mateo»:
Paresciéndome ser el presente compendio lleno de deleite y sabiduría y de información para los hombres muy necessario, a reverencia del muy reverendíssimo padre en Cristo y señor don Mateo, por divina dispensación del título de Sancta María in porticu cardenal, fui movido fazerlo latino (63).
El mencionado protector es Mateo de Rubeis Orsini (1272-1315), quien fue nombrado cardenal diácono por Urbano IV hacia 1262-1263 y que llegó a ser arcipreste de San Pedro en 1278. El hecho de que aquí sea citado tan solo por el título de cardenal de Santa María ha hecho suponer que este trabajo tuvo que ser realizado entre 1262 y 1278, aunque bien pudo ser anterior y escribirse la dedicatoria con posterioridad. Directorium humanae vitae, tuvo una amplísima difusión, como era de esperar al encontrarse en latín, hasta el punto de convertirse en la puerta de entrada de la colección en la literatura occidental. Un cotejo entre el Directorium y el manuscrito hebreo de Yoel permite descubrir algunas adiciones, adaptaciones y confusiones con nombres de animales, topónimos o antropónimos, lo que llevó al editor de ambos textos, Joseph Derenbourg, a calificar al converso de «mediano hebraizante y detestable latinista». A ello se suma la interpolación de cuatro cuentos, intercalados en dos momentos distintos, que la crítica no ha dudado en atribuir a Juan de Capua:
—En el capítulo segundo se incorporan dos relatos misóginos, «El papagayo acusador» y «La esposa infiel y el marido enfermo», ambos procedentes de la rama oriental del Sendebar. En el primero (pp. 125-126 del Exemplario) se narran los esfuerzos de un mercader por domesticar una urraca hasta que consigue que le cuente a su regreso las infidelidades de su esposa. Sin embargo, la astucia de esta acabará triunfando, como suele ser tradicional, al mandar que sus criadas modifiquen la percepción del animal por medio de ruidos y engaños diversos; de este modo, un día no puede informar de nada al marido, lamentándose el ave por la fuerte tormenta de la noche pasada. En el segundo (pp. 130-131), de nuevo el esposo enfermo da por válidas las excusas de la mujer, quien, tras ir a buscar unas medicinas, regresa sin ellas por haberse entretenido manteniendo relaciones amorosas con el boticario. En ninguno de estos dos casos puede asegurarse que la intercalación proceda de Juan de Capua, ya que, como se ha señalado, el manuscrito hebreo está incompleto.
—No habría duda, en un principio, en atribuir al converso la adición en el capítulo cuarto de dos conocidas fábulas esópicas, «El hombre y la serpiente» (p. 161) y «La zorra que lisonjeó al gallo» (pp. 163-164), puesto que no figuran en el texto de Yoel.
Ahora bien nuestra percepción de la obra de Juan de Capua viene determinada por las ediciones modernas que se han servido solo de los testimonios impresos, de los cuales los más antiguos se remontan a 1485-1493, desdeñando la transmisión manuscrita. La decisión no ha sido la más correcta, ya que ambas tradiciones presentan numerosas divergencias. Muy probablemente el título se deba al primer impresor, Johan Prüß, deseoso de presentar su libro con una denominación atractiva para sus lectores que subrayara la intención moralizante y abarcara mejor el contenido de la obra. La obra de Juan de Capua tuvo una especial circulación en Alemania, donde parece ser que fueron copiados los cuatro manuscritos conservados y donde se hizo la primera traducción a una lengua moderna, titulada Das Buch der Beispiele der alten Weisen (El Libro de los ejemplos de los sabios antiguos). Su autor fue Anton von Pforr (†1483), un eclesiástico de la corte de los Württemberg donde se formó un círculo de intelectuales cortesanos, entre los que destacó Heinrich Steinhöwel, autor de la versión bilingüe de las fábulas del Esopo. El texto de Anton von Pforr tuvo una gran difusión, como lo prueban los seis manuscritos conservados y los diecisiete impresos, de los cuales siete incunables (Urach: Konrad Fyner, 1480/1481; Urach: Konrad Fyner, 1481/1482; Ulm: Lienhard Holl, 1483; 1483; 1484, Augsburg: Hans Schönsperger, 1484 y Ulm: Konrad Dinckmut, 1485). Es muy probable que los ecos de este éxito animaran al editor alemán Pablo Hurus a publicar una traducción castellana del texto de Juan de Capua, la segunda a una lengua moderna.
2. El Exemplario contra los engaños y peligros del mundo y la imprenta
El 30 de marzo de 1493 salió de los talleres zaragozanos de Pablo Hurus el Exemplario contra los engaños y peligros del mundo, título que adoptó la versión castellana del texto de Capua. Al interés de su contenido se sumó su atractiva presentación formal, con grabados y proverbios, lo que motivó su pronta reedición en la misma imprenta zaragozana (15 de abril de 1494) así como en la de Fadrique de Basilea en Burgos el 16 de febrero de 1498, a las que luego siguieron siete reimpresiones más. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que los lectores del siglo XVI conocieron los cuentos del
Kalila y Dimna
a través de esta obra, ya que la difusión de la temprana versión alfonsí fue muy limitada, restringida a círculos cortesanos y nobiliarios. Una aproximación a la obra debe diferenciar tres aspectos diferentes: el texto, los grabados y los proverbios, cada uno de los cuales remite a tradiciones diferentes.
2.1 El texto
Desconocemos las circunstancias en las que se llevó a cabo esta traducción, el nombre del traductor, la fecha y el modelo —manuscrito o impreso—, del que se sirvió. Se descubren en él algunos aragonesismos léxicos (acunçar 'adobar o tallar las piedras preciosas', sirgano 'gusano de seda' y tornillo 'capullo de gusano de seda') o morfológicos (cosicas, crecidicos, etc.), sin que podamos precisar más. A su vez el texto mantiene ciertas divergencias con los impresos de Juan de Capua, que podrían explicarse por haber partido el traductor de un manuscrito diferente y más cuidado. Entre las más significativas cabe reseñar la ausencia de cuatro historias del texto latino: «El mercader que aconsejó a sus hijos», «El toro que casi murió arrimado a una pared», la mención a «El ave acuática y la sombra de la estrella en el agua», todas en el capítulo segundo, y «La mujer que cambiaba sésamos sin pelar por sésamos pelados», en el capítulo cuarto, al igual que falta un párrafo de la dedicatoria del traductor, Juan de Capua, en el que explica la transmisión del libro. La biografía de Berosias, que configura el capítulo primero (pp. 75-86), se cuenta en tercera persona, mientras en el texto latino se mantiene la forma autobiográfica que tenía en árabe; asimismo es bastante frecuente la sustitución de unos animales por otros, la precisión de topónimos o la utilización del término «novela». Todas estas diferencias que separan la versión latina de Juan de Capua y el Exemplario permiten concluir que el traductor castellano no se sirvió de un impreso para llevar adelante su labor. Las particularidades de algunos de los cambios reseñados apuntan a modo de hipótesis a que se utilizara algún manuscrito copiado en Italia.
En líneas generales esta traducción se mantiene —con pequeñas divergencias gráficas— a lo largo de las sucesivas reimpresiones que prueban el éxito de la obra en el siglo XVI. En la edición de 1494 han aumentado las apostillas marginales y seis grabados se han estampado en un lugar diferente. Todo ello supone unas modificaciones que tienen su repercusión en el propio texto, a las que suman otras que obedecen a distintas causas. En algunos casos se cambia ligeramente el curso de la frase, sin que el contenido resulte sensiblemente afectado, como puede comprobarse en este pasaje que corresponde al comienzo del cuento de «El mono y la cuña».
Hurus, 1493 | Hurus, 1494 |
Cortava leña un carpentero en el monte y, como es de costumbre, queriendo de fender un madero por medio, cuando el madero començava de abrir, estando encima d’él assentado, ponía en el corte un cuño y dava con el maço más adelante, y cuando más abría el madero, ponía más adelante otro cuño con el cual afloxava el primero (pp. 88-89). | Cortava madera un carpentero en el monte y, como començasse fender (según es de costumbre) un madero por medio, estando encima d’él assentado, puso un cuño en el comienço del corte y dava con el maço más adelante y como el madero más se abría, ponía allí otro cuño con el qual afloxava el primero. |
Cuando se imprimió por vez primera el Exemplario en los talleres de Hurus se partiría de algún manuscrito, pero en la segunda ocasión el original ya sería un ejemplar de la primera edición. Algunos añadidos, supresiones o cambios pueden obedecer a distintas causas: el cajista pudo confundirse a la hora de calcular los renglones de texto que cabían en cada página impresa, sin olvidar que trabajaba de modo no muy diferente a como lo haría un copista; es decir, leía un fragmento del texto, lo memorizaba y lo escribía, lo que le llevaba a cometer errores derivados de los actos de lectura y de memorización. Es incluso posible que los correctores hayan recurrido de nuevo al texto latino para enmendar las erratas advertidas o a otras fuentes para añadir algunos pasajes considerablemente más extensos, como las adiciones que cierran el capítulo segundo y el cuarto, o la que concluye el capítulo siete. Estas transformaciones e interpolaciones se mantienen ya en las sucesivas reimpresiones de la obra.
2.2 Los grabados
Los grabados son un ingrediente fundamental para comprender el éxito de estos impresos, así como de sus sucesores, ya que embellecían el libro, facilitaban su comprensión y contribuían a retener en la memoria de los lectores las historias y sus enseñanzas. El «dulzor de las palabras», combinado con las «sentencias» y las «mágenes», hacía más gratas y eficaces las enseñanzas, como ya se advertía desde el prólogo:
La tercera por que los de poca edad y los que en leer fictiones se deleitan rafezmente conozcan las significaciones de las tales figuras, atendido el dulçor de las palabras y el deleite de las sentencias, con el plazer de ver las imágines de los animales y aves que ende están figuradas […]. Ca esmerando de continuo sus ingenios aplicarán a las tales imágines y enxemplos sentimientos diversos y sacarán dende maravillosos frutos (p. 63).
Los impresos estarían adornados con 128 grabados, aunque en el único testimonio superviviente de la primera edición falten 12 por hallarse incompleto. El primer grabado a plana entera representa la donación del libro por parte del autor a un rey, sentado en su trono, con un cetro en la mano. Se trata de una escena típica de presentación, herencia de la tradición manuscrita, pero, frente a lo que suele ser habitual, el personaje que entrega la obra está de pie ante el mandatario entronizado, cuando lo más frecuente es que el autor se presente de rodillas. En el estrado, donde se halla sentado el monarca, se lee «Disles rey» y en la parte inferior del manto del autor, «Sendebar». El mismo grabado, sin estas identificaciones, pudo utilizarse en otras obras, incluso antes de editarse el Exemplario, como ocurrió en la Ética a Nicómaco de Aristóteles impresa por Hurus el 22 de septiembre de 1492, lo que prueba la difusión independiente de este taco. Los grabados interiores tienen un tamaño menor y representan tanto escenas de los cuentos como del marco dialogado y la reiteración de estas situaciones explica que se repitan las mismas imágenes en algunas ocasiones. Idénticas xilografías se siguieron utilizando en sucesivas ediciones de la misma obra, en un claro ejemplo de la absoluta continuidad entre el periodo incunable y la imprenta de la primera mitad del siglo XVI, aunque en ocasiones algunas fueron cambiando de lugar.
Ninguno de los grabados lleva firma que permita identificar al artista, aunque sus características corresponden al estilo gótico germánico, habitual en la época. Con anterioridad al Exemplario ya se habían empleado en los impresos del Directorium humanae vitae de Juan de Capua, pero su origen se encuentra en el taller de Konrad Fyner en Urach, donde se editó hacia 1480-1481 por vez primera la mencionada traducción alemana, Das Buch der Beispiele der alten Weisen. Siguiendo también una práctica frecuente, Hurus reutiliza estos tacos, que habría obtenido en alguno de sus numerosos viajes a su país de origen, a los que añade grecas y motivos florales para corregir los desperfectos causados por el uso.
2.3 Los proverbios
En el Exemplario la importancia de los proverbios queda subrayada al final del prólogo del traductor árabe:
Estime pues quien aqueste nuestro tratado leyere que, si entenderle quisiere, por diversidad de enxemplos y provechosos proverbios podrá muy bien emendar su bivir y ordenar sus actos so la regla y statutos de la virtut (p. 70).
A los proverbios entretejidos en el propio texto se añaden en los incunables españoles un centenar más, impresos en los márgenes e insertos en unas cartelas xilográficas que cuelgan de una manecilla con el dedo índice apuntando hacia su interior. Su presencia en los laterales, y la elección de la «manita», recuerda a las anotaciones manuscritas que figuran en tantos manuscritos y que, desdeñadas durante siglos por los estudiosos, hoy se consideran un importantísimo testimonio de lectura coetánea. Esta curiosa disposición escogida por el taller de Hurus refleja la forma de anotar de los contemporáneos, pero es insólita en estos momentos en las prensas. Sin olvidar que el único testimonio conservado de la primera edición es un ejemplar incompleto, observamos diversas modificaciones que afectan desde su ubicación o su contenido hasta la supresión de algunos proverbios, la adición de otros o la modernización de sus rasgos lingüísticos. La mayor novedad, sin embargo, se descubre en la disposición escogida para el tercer incunable, el impreso en Burgos por Fadrique de Basilea en 1498. Allí en lugar de las cartelas y manitas aparecen en los márgenes unos grabaditos que representan a personajes tocados, a veces con un libro o algún folio en una mano, que señalan siempre con el dedo de la otra mano hacia la parte superior, donde, en tipografía de menor tamaño que la empleada en el texto, se copian los proverbios.
Se trata de proverbios de contenido ético y moral, más cercanos a las colecciones que se pondrán de moda en el siglo XVI que a las recopilaciones de sentencias medievales. Coinciden con lo narrado en el texto al que apuntan, y del que pueden considerarse un complemento en forma de síntesis, por lo que muy probablemente una gran parte tuvieron que ser creados a partir de él mientras que otros son refranes de amplia difusión («Más vale maña que fuerça», «Más es que cuchillo el amigo traidor», «Al astucioso astucia le pierde», etc.). La inserción de esta colección de proverbios en los márgenes del Exemplario es una auténtica novedad del taller de Pablo Hurus, que no guarda correspondencia ni con el texto latino ni con el alemán. Esta adición coincide con el nuevo impulso que la literatura sapiencial cobra con el humanismo y proporciona a los lectores un florilegio ya preparado que puede ser utilizado por otros colectores de paremias, permite visualizar la moralización con mayor claridad y facilita la memorización de la enseñanza, que se condensa en una fórmula breve y eficaz.
3. La recepción del Exemplario
Las sucesivas reimpresiones permitieron al público hispano de los Siglos de Oro leer unos apólogos orientales, cuyo origen se puede remontar a los primeros años de nuestra era; algunos, sin embargo, eran ya bien conocidos por coincidir con fábulas esópicas, otros por haber sido transmitidos a través de diferentes versiones o por tratarse también de relatos con amplia difusión oral, por lo que muy difícil afirmar que las coincidencias supongan siempre una influencia directa de esta obra.
Más segura resulta, sin embargo, la difusión italiana del texto en el siglo XVI, a través de dos obras que siguen muy de cerca la temática del
Kalila y Dimna
, tal y como se conoció por Occidente: La prima veste dei discorsi degli animali de Agnolo Firenzuola, publicada póstuma en 1548, y La Moral filosofia y los Trattati de Anton Francesco Doni, cuya primera edición apareció en 1552. La estrecha relación que mantienen con el Exemplario, especialmente probada en el segundo caso, hace que estas recreaciones sean de gran interés, ya que demuestran la recepción de la obra por Italia, aunque ambos autores utilicen con gran libertad sus modelos, de acuerdo con las prácticas habituales en las traducciones de la época. El florentino Firenzuola (1493-ca.1545) readaptó solo el capítulo segundo, «Del león y del buey» y se sirvió de él, aunque con numerosos cambios para aproximar las historias a los nuevos lectores. Mucho más ambicioso es el trabajo de Anton Francesco Doni (1513-1574), que salió en 1552 de las prensas venecianas de Francesco Marcolini en dos volúmenes, La moral filosophia del Doni. Tratta da gli antichi scrittori [...] y Trattati diversi di Sendebar indiano filosopho morale, aunque en sucesivas reediciones, como la siguiente de 1567, ya se agrupó en uno solo. Doni comienza por trazar un panorama del recorrido del libro, desde sus orígenes en la India hasta ese momento, así como unas recomendaciones para leerlo bien y obtener el máximo provecho del mismo. En esta presentación fusiona y adapta los dos prólogos con los que se abre el Exemplario en la edición sevillana de 1534, cuyo título llega a mencionar expresamente.
En su aventura italiana el Exemplario se enriquece con la tradición de los novellieri y se contagia del ambiente político del Renacimiento. Revestido así con nuevos ropajes, algunos de sus cuentos regresarán de nuevo a España y serán acogidos como «novedad» por otros autores. La capacidad de adaptación de la obra, y su posibilidad de circulación en forma fragmentada, le asegurarán todavía el favor de los lectores a lo largo del siglo XVII, en un continuado «cuento de nunca acabar».