1. Formación y evolución de la Materia de Bretaña
Geoffrey de Monmouth es el primer escritor que da coherencia a las leyendas artúricas. Sus predecesores se habían limitado a incluir alusiones breves relativas a la figura de un personaje llamado Arturo. Así lo vemos en el primer autor latino que recoge un testimonio que podría estar relacionado con la Materia de Bretaña. Se trata de Gildas (siglo VI), que escribió De excidio Britanniae (hacia 540), obra en la que habla de la victoria que obtuvieron los bretones en el Mons Badonicus (Monte Badon), hacia el año 500, pero no cita a Arturo como héroe de esa victoria, sino a Ambrosio Aureliano.
Trescientos años más tarde, Nennio, en la Historia Britonum(siglo IX) alude a Arturo como dux bellorum vencedor en doce batallas, la última de las cuales es, precisamente, la de Mons Badonicus (Monte Badon), con lo cual Arturo, que hasta entonces había sido el héroe de una parte de Bretaña, es incorporado como héroe del Sur, convirtiéndose en un héroe nacional.
En los Annales Cambriae (siglo X), Arturo aparece llevando durante tres días y tres noches, la víspera de la batalla de Mons Badonicus (Monte Badon), la cruz de Cristo. Gracias a ella los bretones consiguieron vencer a los invasores. En la misma obra se incluye la primera alusión a la batalla de Camlann en la que lucharon Arturo y Mordret, aunque no sabemos si cayeron enfrentándose o formando parte del mismo ejército.
Las leyendas sobre la figura de Arturo aumentan a lo largo del siglo XI: no solo las acoge el territorio de Gran Bretaña, sino que también llegan al continente. En la primera mitad del siglo XII, poco antes de que Geoffrey de Monmouth compusiera su Historia Regum Britanniae, Guillermo de Malmesbury escribe una Gesta Regum Britanniae,en la que cita a Arturo como dux y no como rey, frente a los invasores sajones. Guillermo de Malmesbury amplia algunos de los datos que ya conocíamos, afirmando que en la batalla de Mons Badonicus (Monte Badon)Arturo, protegido por la imagen de la Madre de Dios, venció a 900 enemigos. Es evidente que Guillermo de Malmesbury recuerda a Nennio y a los Annales Cambriae: al fin y al cabo, para los hombres medievales, la Historia es la forma que tiene Dios de mostrar sus designios. Por otra parte, el mismo Malmesbury cita a Arturo, lamentándose de que sus grandes hazañas vayan en boca de juglares y no de historiadores y autores más graves.
Así, Geoffrey de Monmouth se convierte en el heredero de un gran número de leyendas sueltas y anécdotas que posiblemente arrancan del siglo VI y que han ido aumentando poco a poco gracias a la adición de materiales del más variado origen. Es evidente que no todo lo que escribe Geoffrey de Monmouth es fruto de su musa particular: hay muchos elementos, sin duda, procedentes de narraciones orales que no nos han llegado; en cualquier caso, Monmouth asegura que se ha limitado a traducir al latín un antiguo texto que estaba escrito en galés, afirmación que resulta difícil de comprobar y que podría constituir un tópico literario.
Geoffrey de Monmouth escribió su Historia Regum Britanniae entre 1136 y 1140. En ella narra los acontecimientos ocurridos en tierras bretonas desde los tiempos más remotos hasta que fueron vencidos por los anglosajones. Comienza la narración con Bruto, fantástico héroe de la guerra de Troya, y primer conquistador de la Isla, de forma que los celtas pueden enorgullecerse de descender de los troyanos. Luego se ocupa de la conquista romana, y del rey Vortiger, que llamó a los bárbaros sajones haciéndoles grandes mercedes. Vortiger es el primero en encontrarse con el mago Merlín, que hace varias profecías, muy probablemente interpretadas por los contemporáneos del autor de acuerdo con hechos ocurridos en el siglo XII. Después se relatan los gloriosos reinados de Aurelio Ambrosio y de Uterpandragón: ambos fueron asistidos y aconsejados por el sabio Merlín en su lucha victoriosa contra los bárbaros invasores. Así llegamos al rey Arturo, que se casa con Ginebra, hija del rey de Cornualles, conquista Irlanda y Noruega, somete otras muchas tierras e islas y, por fin, domina sobre toda la Galia y combate y vence a su sobrino Mordret, que había intentado ursusparle el poder, con la complicidad de la reina Ginebra, convertida en su amante. Luego, viene la historia de los sucesores del rey Arturo, que ven impotentes cómo el reino se hunde sometido por los anglosajones a finales del siglo VII.
Interesa además otro aspecto de la Historia Regum Britanniae de Geoffrey de Monmouth: el autor la presenta como la narración de acontecimientos auténticamente ocurridos; es decir, afirma que está escribiendo historia. Esto es fundamental para comprender gran parte del éxito de la literatura artúrica. Por eso, muy pronto la Historia Regum Britanniae se convirtió en una obra clásica, un texto obligado para los historiadores posteriores. Todos ellos consideraron al obra de Geoffrey de Monmouth como historia, culta y erudita, pues no en vano estaba escrita en latín. La técnica de Geoffrey de Monmouth, de aunar realidad y ficción, será seguida por todos los autores de literatura artúrica, y después será habitual en los libros de caballerías,
El personaje central de la Historia Regum Britanniae es, sin duda, el rey Arturo, que se nos presenta no solo como señor de una corte llena de lujos y buenas maneras, sino que es sobre todo el símbolo de la grandeza, de la gloria, y también de la desgracia.
A Geoffrey de Monmouth y a su Historia Regum Britanniae se le deben gran parte de los elementos constitutivos de las leyendas artúricas posteriores: la idea del regreso del rey, la isla de Avalón, la corte, las hazañas.
Muy pronto el éxito hizo que esta obra fuera traducida al francés por Wace, que la tituló Roman de Brut (Historia de Bruto): la versión está escrita en octosílabos pareados y no en prosa, pues en el momento en que Wace se estaba aplicando a su tarea, la historiografía —al menos en cierta medida— empleaba el verso y la lengua romance (Historia de los ingleses, Historia de los bretones). El hecho que interesa es que nos encontramos ante una nueva versión de la literatura artúrica que imita en la forma de escribir a la historia.
La obra de Monmouth es la base de otras historias de Bretaña y sus gentes, escritas ya en lengua vulgar, entre las que destaca la obra de Wace, quien escribe, estando al servicio de Enrique II de Inglaterra, entre 1140 y 1160 el Roman de Brut (hacia 1155, Historia de Bruto) y comienza el Roman de Rou (Historia de Rolón) en ambas obras —siguiendo a Monmouth— explica la fundación de Bretaña gracias a Brutus, nieto de Eneas: la monarquía inglesa adquiere, con esta fábula, un linaje tan importante como el de los reyes franceses, que también se consideraban descendientes de los troyanos. Y si los franceses disponían de un Carlomagno y de un Roldán, la nobleza inglesa descubre a Artús (Arturo) y a Galván, y los doce pares se oponen ahora los caballeros de la Mesa Redonda y al valor épico se enfrenta la formación cortés: además de valentía, debe defenderse un determinado tipo de cultura.
María de Francia (segunda mitad del siglo XII) revela en sus Lais, colección de doce relatos breves en octosílabos pareados, la influencia de la Materia de Bretaña, sobre todo en la expresión de algunos sentimientos, en la forma de plantear determinadas situaciónes amorosas o bélicas y en las descripciones de persoanjes y objetos lujosos.
La autora designa con el término «lai» una composición musical que los bretones tocaban en el arpa o la rota y, por extensión, se acabó designando con el mismo nombre a las narraciones breves de tema bretón, en las que el elemento maravilloso y los rasgos corteses desempeñaban un lugar destacado. El contenido de los doce Lais es muy variado; en todos ellos el tema es el amor, un amor secreto, imposible, lleno de dificultadades y de obtáculos y cuyo final es frecuentemente trágico.
1.1. Chrétien de Troyes
En este periodo, segunda mitad del siglo XII, la materia de Bretaña alcanza enorme éxito gracias a la labor de Chrétien de Troyes, quien articula, de forma coherente, datos dispersos en leyendas y cuentos de carácter oral y, además, otorga personalidad propia a figuras que pervivirán en la literatura posterior: Ginebra y Lanzarote, Galván y Keu, Perceval y otros tantos que adquieren con Chrétien de Troyes unas características definitorias que serán respetadas por los autores a lo largo de toda la Edad Media.
Si bien Chrétien de Troyes rompe con las ataduras pseudos-históricas, continúa siendo tributario de la tradición literaria de su época: el roman de tema clásico —concretamente del Roman de Thèbes (hacia 1150) y del Roman d'Eneas (hacia 1160)— que le ofrece una técnica depurada para estudiar los movimientos del espíritu; la literatura trovadoresca le aporta un alto concepto de la «cortesía»; la tradición bretona le suministra temas, que reelabora, o que rechaza (como el de Tristán) y contra los que lucha con personajes que en cada momento afirman su libertad total en la elección del destino.
Lo poco que sabemos de Chrétien se deduce de su propia obra: dedica el Chevalier de la Charrette (Lanzarote o Caballero de la Carreta) a María de Champaña, hija de Luis VII de Francia y de Leonor de Aquitania. María fue condesa de Champaña desde que se casó con el conde Enrique I en 1164. La dedicatoria del Conte du Graal (Perceval o Cuento del Grial) va dirigida a Felipe de Alsacia, conde de Flandes, que murió antes de 1191. Así pues, se pueden establecer como límites fiables de la actividad literaria de Chrétien las fechas de 1164 y 1191.
Entre sus novelas extensas hay que destacar Erec y Enide, Caballero del león (Yvain), Caballero de la Carreta (Lancelot) y Cuento del Grial (Perceval), todas ellas de tema artúrico. A ese conjunto hay que añadir Cligès y el cuento piadoso atribuido, Guillermo de Inglaterra. Las más antiguas se sitúan en torno a 1160 y las modernas, hacia 1180.
Erec et Enide (Erec y Enide) es la más antigua, a pesar de que se muestre como obra de un escritor familiarizado ya con la técnica y los recursos narrativos; los críticos se han dividido a la hora de fecharlo, de tal modo que las propuestas oscilan entre un margen de una veintena de años (1150-1170).
La obra siguiente fue, sin duda, Cligès (entre 1170 y 1176).
El Chevalier au Lion o Yvain (Caballero del León), y el Chevalier de la Charrette o Lancelot (Caballero de la carreta) parece que fueron compuestas a la vez: esta conjetura se basa en que las intrigas de las dos obras se cruzan y complementan; así, por ejemplo, Gauvain (Galván) toma parte en el Yvain hasta el verso 2800, aproximadamente; después no vuelve a ser nombrado hasta casi dos mil versos más adelante: el mismo personaje justifica su ausencia porque ha estado buscando a la reina Ginebra, secuestrada por Meleagant (episodio motor del Caballero de la Carreta); estas obras se pueden fechar entre 1177 y 1181.
Finalmente, el Contes du Graal o Perceval (Cuento del Grial), inacabado, debe ser el último libro de nuestro autor y hay que situarlo entre 1181 y 1190; sin embargo, nada se puede decir acerca de las circunstancias que rodearon el abandono de este texto: quizás la causa fuera la muerte de su autor, pero también pudo ser la desaparición de su protector, Felipe de Alsacia, conde de Flandes.
1.2. La Vulgata: Estoire dou Graal, Merlin, Lancelot, Queste del Saint Graal y Mort Artu
A finales del siglo XII, Robert de Boron reunió en una trilogía distintos textos que hasta entonces habían sido independientes entre sí, a la vez que los cargó de simbolismo cristiano: Roman de l'Estoire dou Graal (o Joseph d'Arimathie), Merlin y Perceval (también denominado Didot-Perceval) de los que solo ha pervivido el primero y el comienzo del Merlin.
Muy poco tiempo después de haber sido escrita, esta trilogía fue prosificada por un autor anónimo, versión que daría lugar al nacimiento de la Vulgata artúrica (o ciclo de Lanzarote-Grial o de Pseudo-Map), obra anónima de gran extensión y calidad literaria.
La Vulgata artúrica (hacia 1230) está formada por la Estoire dou Graal o Joseph Abarimathie (Historia del Grial o José Arimatea), Estoire de Merlin y una Suite Merlin (Historia de Merlín), Lancelot (Parte I, Parte II, Parte III), Queste del Saint Graal (Busqueda del Santo Grial) y Mort Artu (Muerte de Arturo); las dos primeras partes son, cronológicamente, posteriores al resto del ciclo.
El tema de esta recopilación no es más que la historia de Lanzarote, considerado por sus hazañas el mejor caballero del mundo. Él parece ser el destinado a alcanzar el Santo Grial, pero su adulterio con la reina Ginebra lo apartará definitivamente de ese triunfo. No obstante, Dios le va a conceder que sea su hijo Galaz quien lo logre.
La última parte de la Vulgata se ocupa del castigo de Lanzarote y Ginebra: sus amores serán la causa del enfrentamiento y muerte final de los compañeros de la Mesa Redonda. Así termina la edad de oro de la caballería errante. Las líneas generales del tema quedan expuestas sin grandes complicaciones; sin embargo, es difícil seguir las directrices cuando se está leyendo la Vulgata, pues hay una auténtica selva de acciones entrecruzadas: todos los personajes, todos los caballeros de la Mesa Redonda tienen vida propia y actúan de forma independiente, aunque perfectamente coordinados.
La Vulgata consta de cinco partes, que muestran los núcleos que la fueron formando: Estoire dou Graal (Historia del Grial), Merlin y su continuación ( Merlin), Lancelot [Parte I, Parte II, Parte III] (Lanzarote ), Queste del Saint Graal (Busqueda del Santo Grial) y la Mort Artu (Muerte de Arturo). La crítica, respecto a la fecha de composición, coincide en que las partes más antiguas del conjunto (Lanzarote [Parte I, Parte II, Parte III], Búsqueda del Santo Grial y Muerte de Arturo) estaban acabadas al finalizar el primer cuarto del siglo XIII, mientras que las más modernas (Historia del Grial y Merlin) deben considerarse algo posteriores. En cualquier caso, la Vulgata ya existía a mediados del siglo XIII. Pero quizá no esté de más observar que —si la obra es del siglo XIII— no ocurre lo mismo con la historia que cuenta la larga recopilación, pues debemos situarla en una época muy anterior: la ficción comienza a mediados del siglo V, cuando Lanzarote tiene aproximadamente entre 40 y 50 años y el rey Arturo es un venerable anciano.
De las cinco partes, las tres últimas —Lancelot (Lanzarote ) [Parte I, Parte II, Parte III], Queste del Saint Graal (Busqueda del Santo Grial) y la Mort Artu (Muerte de Arturo) son las que han logrado mayor fama, y con razón: innumerables veces han sido publicadas de forma independiente del resto del ciclo, recibiendo el título de Lancelot en prose (Lanzarote en prosa). Es más, de todos los textos que hablan de Lanzarote, Perceval, Arturo, Ginebra y de tantos otros caballeros, es sin duda el Lancelot en prose (Lanzarote en prosa) el que tuvo mayor éxito en la Edad Media.
1.3. La Post–Vulgata: Estoire del Saint Graal, Merlin y Suite Merlin, Queste del Saint Graal y Mort Artu
Entre 1230 y 1240, un autor anónimo atribuyó a Robert de Boron la reelaboración de la Vulgata que había llevado a cabo, y que se denomina Post–Vulgata (o Roman du Graal o Pseudo-Robert de Boron). Este ciclo intentaba reunir las aventuras artúricas en un conjunto más homogéneo, centrando la atención no tanto en los amores de Lanzarote y Ginebra, como en el rey Arturo y el Grial.
Aunque no hay ningún texto completo de la Post-Vulgata, el contenido de este ciclo se suele reconstruir a partir de algunos fragmentos franceses y, sobre todo, de las traducciones gallego-portuguesas y castellanas. Parece que el ciclo estaba compuesto por una Estoire del Saint Graal (Historia del Santo Grial), semejante a la de la Vulgata; por un Merlin (Merlín), que tampoco difería mucho del contenido en el ciclo de la Vulgata: la Suite de Merlin sí que introdujo notables alteraciones, ya que prescindió de gran parte de las guerras juveniles de Arturo, para dejar más paso a los amores de Merlín y Viviene y a las aventuras de Gauvain (Galván), o de Morholt; el Lancelot [Parte I, Parte II, Parte III] (Lanzarote) de la Vulgata quedó reducido a su parte final, al que se añadieron algunas aventuras de la primera versión del Tristán en prosa, para conectar con la Queste del Saint Graal (Búsqueda del Santo Grial) y la Mort Artu (Muerte de Arturo), poco distantes de las contenidas en la Vulgata.
El ciclo de la Post-Vulgata fue concebido contra las historias narradas en la Vulgata, pues su autor pretendía dar mayor coherencia al conjunto de las aventuras de los caballeros de la Mesa Redonda, reequilibrando las proporciones y el protagonismo de Lanzarote y de Arturo: debían ser el rey Arturo y el Grial el motor y el centro de los acontecimientos, y no los amores de Lanzarote y Ginebra, como había acabado ocurriendo con la Vulgata. Esta nueva perspectiva obligaba a llevar a cabo numerosas alteraciones y a reducir la extensión del conjunto inicial, si se prescindía de gran parte del protagonismo de Lanzarote. Pero, además, el deseo de formar una summa coherente no permitía olvidar las peripecias de Tristán, pues al fin y al cabo se desarrollaban en ámbitos geográficos cercanos y, en gran medida, participaban de un mismo concepto estético e ideológico. Por otra parte, tanto las aventuras relacionadas con los caballeros del rey Arturo, como las de Tristán habían abandonado el verso para utilizar la prosa en conjuntos narrativos de gran extensión.
Así el autor de la Post-Vulgata disponía de materiales homogéneos, necesarios para llevar a cabo su propósito, y no tardo en ponerse a redactar el nuevo ciclo, recurriendo para ello a la Vulgata y a la primera versión en prosa del Tristán, que estaba acabada hacia 1240. De este modo, Tristán acudía con Iseo a la corte del rey Arturo en busca de refugio; las hazañas que llevará a cabo formarán parte de los grandes éxitos de los caballeros de la Mesa Redonda y Tristán también partirá en busca del Santo Grial. Pero su presencia en Logres será motivo de la invasión del reino por parte de su tío Marco, que pretende recuperar a su esposa mediante la guerra, y tras la muerte de Arturo y Lanzarote, Marco regresará de nuevo a Logres para vengar su derrota anterior y destruirá Camelot y la Mesa Redonda.
1.4. Personajes de la Materia Artúrica
1.4.1. El héroe
En general, se pueden agrupar las características del héroe en torno a los siguientes núcleos:
Para comprender el funcionamiento de los diferentes rasgos, bastará con ejemplificarlos en una figura bien conocida, el rey Arturo: es hijo de Ygerne y del rey Uterpandragón, que ha tenido que tomar el aspecto del duque de Cornualles para satisfacer sus deseos. Al nacer, es separado de sus padres, y criado en un lugar lejano, al margen de la corte. Al llegar a la madurez, va a Londres, consigue la espada Escalibor, es elegido rey y lleva a cabo una serie de victorias sobre los reyes rebeldes y sobre los Sajones. Tras casarse con Ginebra, no interviene en ningún hecho de armas de especial relieve, a pesar de la brillantez de su corte. La relación de Lanzarote con Ginebra divide a los caballeros del rey y provoca crueles guerras intestinas; al fin, el rey Arturo tienen que enfrentarse al usurpador del trono, que es su sobrino Mordret: herido de muerte se aleja del campo de batalla, pero nada más se sabe, quizás fue a la isla de Avalón de donde regresará algún día.
Los distintos episodios de la vida de estos héroes se agrupan sistemáticamente en tres núcleos esenciales:
Estas fases citadas responden a tres ritos de paso principales: nacimiento, iniciación y muerte.
El primer hecho destacable es que el héroe es casi siempre hijo de reyes, el primogénito de sus padres. Este aspecto, por común que pueda parecer, constituye uno de los factores básicos del modelo. Más variadas son las circunstancias de la concepción del héroe, sobre las que por lo general no se sabe nada o casi nada, pero que suelen rodearse de leyendas fantásticas. Cuando se trata de héroes de la mitología clásica se nos dice que el padre era Júpiter, convertido en lluvia de oro, o en cisne, o con los más variados aspectos o disfraces. En los textos medievales se suele ignorar el momento de la concepción, aunque hay excepciones.
El padre de Arturo es Uterpandragón, que engendra al famoso héroe en Ygerne, mujer del duque de Cornualles: mientras que Uter y el duque están enfrentados en una guerra desigual e injusta, debida a las pretensiones de Uter sobre Ygerne; Merlín hace que su señor adquiera el aspecto del duque, acuda al castillo de Tintagel, donde está refugiada la duquesa, y pase la noche al lado de la virtuosa dama, que no opone resistencia alguna pues piensa que se trata efectivamente de su marido. El día siguiente se da cuenta del engaño, al descubrir que el duque había muerto en combate antes del encuentro amoroso.
También puede servir de referencia la concepción de Merlín, héroe un tanto pintoresco: su madre, una joven hija del rey de Demecia, se niega a recibir por marido a cualquier hombre al que pueda ver; íncubo, ángel caído por su lujuria, aprovecha la ocasión y engendra a Merlín, que por su padre conocerá el pasado y gracias a la virtud de su madre, podrá predecir el futuro.
Más generalizado está otro aspecto del modelo: es frecuente que la vida del recién nacido héroe peligre cuando todavía es un niño, lo que obliga a que sean criados por otro rey o por una persona de elevada condición. Pensemos en Lanzarote del Lago: cuando su padre el rey Ban de Benoic muere de dolor al ver arder su castillo, por una traición del senescal, su madre la Reina del Gran Sufrimiento, deja al niño envuelto en las mantillas a los pies del caballo, para ir en ayuda de su marido, al que ha oído gritar. Regresa desconsolada, a orillas del lago, al lugar en el que había dejado al pequeño, pero el niño ha desaparecido: una misteriosa dama lo ha llevado a las profundidades del lago, donde lo criará y educará, en una ciudad maravillosa que hay bajo la aguas, hasta que alcance la edad de ser armado caballero. Al mismo sitio llegarán poco después Boores de Gaunes y Lionel, los primos de Lanzarote, víctimas también de la perfidia de Claudás, y serán educados del mismo modo que el hijo del rey Ban.
Directamente vinculado al nacimiento del héroe suele aparecer el motivo de la lactancia del niño que influirá en sus cualidades. Por ejemplo, al nacer Arturo, su padre Uterpandragón lo tiene que entregar a Merlín, como recompensa por el encuentro nocturno que le había facilitado con Ygerne. Merlín entrega al niño a Antor para que lo amamante su mujer, que acaba de dar a luz a un hijo. Cumpliendo la orden, la esposa de Antor cría a Arturo, a la vez que entrega su propio hijo, Keu, a una ama de baja condición, que con la leche le transmite los defectos al futuro senescal.
Otro capítulo de este modelo de héroe es el que desempeña el silencio sobre la infancia del héroe. El nacimiento constituye el núcleo central de una serie de incidentes de profundo dramatismo y que son narrados con abundantes detalles. Son muchos los hechos maravillosos o sorprendentes que ocurren en torno al nacimiento del héroe; del mismo modo, son abundantes los hechos dignos de mención que se desarrollan en torno a la madurez del personaje. Pero su infancia, pubertad o iniciación no interesa a los autores.
Hay dos excepciones. Una de ellas, la protagoniza Merlín, que siendo niño descubre los motivos que hacen que se hunda la torre de Vortiger, frente a la opinión de todos los sabios de la corte; sería el trasunto profano de la discusión del niño Jesús con los doctores en el templo: en definitiva, se trata de la utilización de un tópico frecuente en la literatura de todas las épocas: el puer senex, el niño sabio como un anciano. La otra excepción la constituyen las narraciones sobre las proezas juveniles de los héroes: en este caso se trata de la explotación a posteriori del éxito literario de un personaje; solo cuando Arturo es famoso, se escribe la infancia del rey.
El héroe llega al trono de dos formas diferentes: pasa un examen en el que tiene que vencer al rey que ocupa el trono: puede tratarse de un combate armado o de un enfrentamiento de inteligencias, en el que la conclusión no siempre es segura; en muchas ocasiones el rey debió ser llevado a la muerte al acabar un período de su mandato o cuando su poder empezaba a declinar; debió de haber casos en los que se produciría una lucha con armas iguales entre el rey y su retador, aunque este aspecto no está demasiado claro. Más frecuentes son los casos en los que el rey —o un señor— morían de forma ritual.
Se podrían explicar de este modo los abundantes combates singulares que se producen a la entrada de un castillo entre los caballeros del rey Arturo y los señores del lugar, y que suelen saldarse con la prisión o decapitación de los retadores o, en menos casos, con la derrota del castellano y su sustitución por el héroe artúrico. Entre los ejemplos que se podrían aducir, me viene a la memoria uno especialmente representativo, que reúne casi todas las características necesarias; lo encontramos de nuevo en el Chevalier au Lion (Caballero del león), de Chrétien de Troyes. El héroe, Yvain, tras matar al señor del castillo, Esclador el Pelirrojo, se casa con la desconsolada viuda un par de días más tarde, sin que nadie se sorprenda por el rapidísimo cambio de actitud de la joven y bella Laudeine de Landuc.
Tras vencer las pruebas oportunas o salir victorioso en los combates, el héroe se casa con la hija del rey o con su viuda. A menudo se ha sugerido que el trono se hereda por vía femenina, y que la reina o la princesa heredera puede entregarlo al héroe mediante el matrimonio; en otras palabras, cualquier hombre que consiga casarse con la reina se convierte automáticamente en rey, y que la única forma en que un hombre puede llegar a rey legalmente es casándose con la reina. Este tipo de afirmación, arroja mucha luz sobre las historias de héroes pues viene a indicar que un nuevo personaje llegará al trono por su linaje, por su crianza y por su valor. Parecería que se le reconocen las mismas cualidades que a la reina.
Tras el matrimonio con la hija de su predecesor, el héroe se limita a gobernar, y ganarse así el respeto de sus contemporáneos, y a envejecer. En este sentido, se puede pensar en la figura del rey Arturo que establece y desarrolla la Mesa Redonda, como lugar de reunión de los más sobresalientes caballeros de su reinado, pero que en realidad lleva a cabo muy pocas acciones bélicas, y que se conforma con enviar a sus hombres en busca de aventuras; solo participará en una batalla al final de sus días. En este caso la protección de la caballería ya constituye de por sí la defensa y desarrollo de una actividad de carácter legal, dado el significado que tiene el código caballeresco.
La carrera del héroe puede acabar de forma dramática, con un final misterioso. Gran parte de los caballeros artúricos mueren en el campo de batalla o como consecuencia de las heridas recibidas en el combate: así había ocurrido en tiempos lejanos a Agravaín y Gueheriet, sobrinos del rey, que pagaron con sus vidas la actitud frente a los amores de Lanzarote y Ginebra; así murió Galván, herido por Lanzarote; así murió Mordret, a manos de su padre; así murió Arturo, a manos de su hijo. Pero también les llega el mismo final a Tristán y al rey Marco, a Roldán y a otros muchos. Algunos escogidos se retiran a la vida contemplativa (Boores o Lanzarote), pero se trata de excepciones muy significativas. La muerte de Merlín, que se sustrae a este principio —o mejor, a este final—, tampoco es una muerte apacible: se trata de una desaparición violenta, que le hace lanzar un terrible aullido, y misteriosa, pues nada más vuelve a saberse de él.
La caída del rey Arturo es paradigmática. Como en otros casos de la tradición, su estrella cambia repentinamente; todo se vuelve en contra y su final queda envuelto en un halo de misterio. Se aleja malherido del campo de batalla; arroja al lago su espada, último sacrificio a una divinidad de las aguas, que acepta la ofrenda, y embarca en una nave que le lleva a un paraje desconocido, donde intentan curarle las heridas y de donde regresará llegado el momento. La carga dramática no puede ser mayor. Pero a la vez, llama la atención la importancia que adquiere el elemento acuático como organizador de la vida y de la muerte: compárese con el fuego que rodea la actividad de Moisés o que eleva por los aires el carro en el que Elías o Rómulo abandonan la cumbre de la montaña. Sin duda, se trata de dos culturas muy distintas.
Arturo es desposeído de su reino tras la batalla de Salisbury. No le sucede en el trono ningún hijo, sino su sobrino Constante. También este es un hecho habitual en la vida de los héroes. Nada de extraño tiene que la tumba de Arturo no se encontrara, y que todos esperaran su regreso.
1.4.2 Hadas y magas
La presencia de damas y doncellas, hadas y brujas es una constante en el mundo artúrico. Con frecuencia aparecen las doncellas en los bosques artúricos y, sobre todo, es de señalar la falta de recato que manifiestan en su primer encuentro con los caballeros. Bastará recordar un caso. Lanval sigue a unas doncellas que han ido a buscarlo mientras descansaba a orillas de un río. Han sido enviadas por su señora, que recibe al joven en una hermosa tienda: «está tendida sobre un precioso lecho, cubierta solamente con su camisa. Su cuerpo es perfecto y gentil. Lleva sobre los hombros un costoso manto de blanco armiño que le deja al desnudo todo el costado, el rostro, cuello y pecho. Tiene la piel más blanca que la flor del espino». Lanval se sienta junto a ella en la cama y se siente repentinamente enamorado; a continuación, sin más preámbulos, la requiere de amor: «Cuando la doncella hubo oído estas encendidas palabras, no esperó más para entregarle su amor y su persona». Luego, la advertencia de que si se descubre el amor, la doncella desaparecerá.
La Dama del Lago es uno de los personajes más enigmáticos de cuantos aparecen en la literatura artúrica. Según los datos que poseemos, era hija del rey de Northumberland y nieta de Diana la cazadora, que vivió en tiempos de Virgilio. Sus relaciones sentimentales están poco claras, pues según unos textos tenía marido y según otros era amiga de Meliadús y de Branduz.
La primera aparición de este personaje tiene lugar a finales del siglo XII en el Chevalier de la Charrette (Caballero de la carreta) —si bien no se le designa aún como Dama del Lago—, ejerciendo ya su papel de madrina o madre adoptiva de Lanzarote. En dicha obra, se hace referencia a ella a propósito de un anillo, que Lanzarote había recibido de su mano como signo de protección y que tenía el poder mágico de vencer cualquier encantamiento. Esta breve alusión es un indicio del carácter sobrenatural del personaje, a quien se nombra ya claramente como «hada» en Lanzarote en prosa (Lancelot en prose). Según Thomas Malory, en su Le Morte d'Arthu —volumen I y volumen 2— (La muerte de Arturo), publicado en 1485, es la Dama del Lago quien le da la espada Escalibur a Arturo.
Tras la muerte de Ban de Benoic, la Dama del Lago roba a Lanzarote, todavía niño, a su madre y se los lleva a su palacio bajo las aguas donde lo educa en compañía de sus primos Lionel y Boores, hijos de Boores de Gaunes, ocultándole en todo momento su verdadera identidad. Cuando Lanzarote alcanza la edad de dieciocho años, su madre adoptiva lo conduce a la corte del rey Arturo, para que este lo arme caballero; contra toda costumbre, es ella, y no el rey, quien impone las armas a Lanzarote. Después de la ceremonia, sigue velando por su hijo adoptivo, y así, interviene para ayudar con sus artes mágicas en la primera aventura importante del nuevo caballero, la del Castillo de la Dolorosa Guardia, donde además Lanzarote descubre su propia identidad, su nombre. También le ayuda a ganar el amor de Ginebra y se convierte en protectora de la adúltera pareja, lo cual hace que muchas veces entre en conflicto con Morgana, que utiliza la magia para perjudicar a la esposa de Arturo y a su amante.
Es también en Lanzarote en prosa (Lancelot en prose) donde aparece por primera vez la identificación entre la Dama del Lago y Viviana o Niniana, así como el relato de sus amores con Merlín. Antes de convertirse en Dama del Lago, Niniana había conocido al sabio encantador y, con su belleza, había despertado en él la más fuerte de las pasiones. Merlín había accedido a mostrarle una parte de su saber mágico, confiando en la promesa que ella le hizo de que, a cambio, le concedería su amor, pero Niniana aprovechó sus mismas enseñanzas para engañarle y consiguió encerrarlo en una cueva que definitivamente había de servirle de tumba. De este modo, el Lanzarote en prosa (Lancelot en prose) parece restar al personaje de la Dama del Lago una parte importante de su carácter feérico o mágico: ya no se trataría de una criatura sobrenatural, sino de una mortal que habría aprendido artes mágicas. En las continuaciones de Merlin, sin embargo, este carácter sobrenatural del personaje no es ni siquiera cuestionado. Incluso en la Suite Merlin (Huth), Niniana aparece citada con el sobrenombre de Doncella Cazadora, designación que evoca un indudable origen de divinidad silvestre. Según Thomas Malory, en su Le Morte d'Arthu —volumen I y volumen 2— (La muerte de Arturo), publicado en 1485, fue decapitada por Balín el Salvaje.
Niniana tiene indudables rasgos que recuerdan a Diana, la virgen cazadora y, en este sentido, estaría justificada la traición a Merlín como un medio de proteger su virginidad, aunque habría que pensar que la relación que se establece no es con Merlín el Mago, sino con Merlín el Silvestre, el habitante de los bosques: con esta perspectiva, la figura de la Dama del Lago se acerca sorprendentemente a la Diana Nemorensis, diosa del bosque y del lago de Nemi, cuyo sacerdote solo podía ser el asesino de su predecesor.
La identificación entre Niniana y la Dama del Lago introduce una clara dualidad en el personaje: como Niniana provoca la muerte de Merlín y es, por tanto, un ser maléfico; como Dama del Lago salva y protege a Lanzarote y, por tanto es un personaje que se puede considerar benefactor. En cualquier caso, siempre desempeña un papel destacado y distante, diferente y superior al de todas las demás mujeres.
Otro personaje importante es Morgana, descendiente de ciertas divinidades celtas (Morrigan, Macha, Modron), cuyo nombre podría ponerse en relación con el latín matrona. En general, Morgana se presenta como hada benefactora en las narraciones más antiguas, pero en los textos en prosa se convierte en un personaje ambiguo: mantiene una buena relación con su hermano el rey Arturo hasta que Ginebra hace que su primo Guiamor la abandone, a pesar de que ambos están profundísimamente enamorados. A partir de ese momento, Morgana intenta vengarse de la reina haciendo sufrir a Lanzarote y, finalmente, descubriendo a Arturo la historia de los amores que Lanzarote había pintado en las paredes de la habitación en la que Morgana lo había tenido preso durante casi dos años. Es el principio del drama, prueba de la infidelidad de la pareja de amantes.
Otros textos hacen de Morgana una mujer libidinosa y promiscua, que mantiene incólume su belleza gracias a las artes mágicas. No entraremos en detalles de la vida íntima de este personaje, pero quizás no esté de más recordar la impetuosa corriente de misoginia que recorre la literatura en la Edad Media: nada de particular tiene que el paradigma se aplique, también, a la hermana del rey Arturo.
Sea como sea, parece claro que Morgana cristaliza las cualidades negativas —evidentemente falsas— de las mujeres, que tienen su vertiente positiva en la Dama del Lago, hada buena y protectora de Lanzarote en todo momento. Su personalidad difícilmente concuerda con la de la doncella que se adueña de los conocimientos de Merlín y que lo encierra en una profunda cueva; sin embargo, casi todos los textos coinciden en este aspecto.
La Dama del Lago –benefactora del héroe- ha dado fin a un mago de personalidad demasiado compleja y que literariamente resultaba poco útil, dadas sus conexiones con el mundo de los demonios: Merlín era bueno y virtuoso por la gracia de Dios, pero en el siglo XIII se olvidaron de este don divino y le concedieron a la Dama del Lago gran parte de las virtudes del viejo profeta.
1.4.3 Adivino, profeta y mago
El mundo artúrico participa de las profecías, los presagios, los sueños o cualquier otro tipo de signo premonitorio que tienen un papel fundamental como elementos que crean o acrecientan la tensión del relato, y también como factor muy útil para estructurar la acción, pues establecen un antes y un después perfectamente trabados, aunque independientes en gran medida; pero, además, cualquier premonición necesita de un intérprete (profeta o adivino) capaz de desentrañar el contenido oculto bajo los símbolos, y cuyas revelaciones no siempre son creídas o aceptadas por los protagonistas, mientras que el público es plenamente consciente del significado favorable o adverso que se encierra en estos signos sobrenaturales: la tensión y el dramatismo irían, así, en aumento.
Todos estos elementos están representados de forma muy peculiar en la figura de Merlín el mago, mezcla de profeta y de salvaje criado en los bosques, al margen de toda sociedad.
Merlín es fruto, al parecer, de la imaginación de Geoffrey de Monmouth, que alude a él en la Historia Regum Britanniae (hacia 1135); posiblemente, este autor se basó en leyendas locales y en algunos datos tomados del cronista Nennius. Por lo tanto, hay que aceptar que el imaginativo historiador es padre de muchos de los rasgos que caracterizan al mago artúrico. Así, por ejemplo, es Geoffrey de Monmouth el primero que habla del origen extraño de Merlín, pues sería hijo de una monja y de un íncubo de belleza sin igual, y nacería en la ciudad de Camarthen, topónimo que en galés es Caermyrddin ‘Fortaleza de Myrddin’.
No es la única ocasión en que Geoffrey de Monmouth se ocupa de este personaje; las posibilidades que ve en él le llevan a redactar una Vita Merlini (hacia 1150), en la que el protagonista se nos presenta —igual que en algunos textos galeses— como profeta que vivía en el siglo VI, al norte de Bretaña, al que se adscriben de forma ficticia no pocos poemas mánticos o adivinatorios escritos en gaélico. Estamos ya ante los orígenes de las hazañas adivinatorias de Merlín. Geoffrey de Monmouth enriquece los datos de la tradición folclórica o historiográfica recurriendo a elementos de origen clásico, como atestigua el episodio en que ayuda a Uterpandragón a tomar el aspecto del duque de Cornualles para entrar en la fortaleza de Titangel y acostarse con Ygerne, engendrando de este modo al futuro rey Arturo. Evidentemente, nos encontramos con una situación paralela a la del origen de Heracles, cuando Zeus tomó el aspecto de Anfitrión para poder acostarse con Alcmena; y algo semejante se relata en el Libre dels feyts acerca del origen de Jaime I el Conquistador, aunque es posible que en este caso haya que pensar en un reflejo de la literatura artúrica.
Por lo demás, Geoffrey de Monmouth incorpora a la Historia Regum Britanniae una lista de profecías atribuidas a Merlín, que a partir de este momento se convierte en profeta y adivino, plenamente aceptado por el Cristianismo.
Así pues, el Merlín que va a llegar a través de la tradición artúrica, será una fusión de adivino y mago, conocedor del pasado, del presente y del futuro, de lo oculto y lo visible, pero capaz, también de transportar las piedras de Stonehenge a cientos de millas de distancia mediante sus conocimientos de artes mágicas. Poco a poco se van formando los aspectos esenciales de la personalidad de Merlín. Sin embargo, una figura tan sobresaliente como es la de este mago-adivino queda temporalmente eclipsada en las obras de Chrétien de Troyes, durante la segunda mitad del siglo XII. La razón que se suele aducir para esta momentánea desaparición es que el arte narrativo de Chrétien se basa en el suspense, y que por tanto, la presencia de adivinos y profetas podría causarle problemas desde el punto de vista literario. Será necesario esperar a los primeros años del siglo XIII para volver a encontrar a Merlín, aunque el silencio lo ha transformado de modo significativo: para Geoffrey de Monmouth era el profeta de la esperanza bretona, mientras que ahora se ha convertido en el profeta del Grial. El personaje toma nuevos derroteros.
Posiblemente, la metamorfosis se debe a Robert de Boron, autor de una trilogía (Joseph d’Arimathie o Roman de l'Estoire dou Graal, Merlin, Perceval), que se ha conservado de forma fragmentaria. En el planteamiento de este autor, Merlín se convierte en el transmisor de las promesas divinas y el único capaz de hacer que los designios de Dios se cumplan de la forma que los tiene pensados: el reino de Arturo muestra así algunos puntos de contacto con la concepción del mundo que se recoge en el Antiguo Testamento; la llegada del Grial, con la redención de los escogidos, constituía una clara transposición de la venida del Mesías.
Para entonces, Merlín es un personaje artúrico y casi nadie recuerda ya al adivino que vivió en la época de Vortiger, y a la vez, la caballería se ha convertido en algo digno, con una alta meta: los caballeros eran, en definitiva, los llamados a la mística contemplación del Grial; solo algunos serían los escogidos. Al menos, así ocurre en la literatura; en la realidad, la caballería había entrado en una profunda crisis y socialmente había perdido casi todo su prestigio.
El interés cristianizador de Robert de Boron queda bien de manifiesto; por si fuera poco, a este autor no le bastaba con santificar el Grial o instituir la Mesa Redonda en recuerdo de la Santa Cena: la parte que se ha conservado de su obra presenta abundantes materiales moralizantes e innumerables sermones; por eso, no tiene nada de particular que Merlín se convierta en un mago cristiano a pesar de que los demonios lo engendraron con la idea de hacer de él un Anticristo.
Pero de nuevo estos planteamientos van a sufrir alteraciones poco después de que Robert de Boron escribiera su trilogía, pues en la Historia de Lanzarote del Lago (Lancelot en prose), Merlín pierde el relevante papel que había desempeñado hasta el momento: por una parte, la cristianización de los temas que había provocado Robert de Boron hace que el mago–adivino quede relegado por su origen diabólico, que evidentemente le impide cualquier aproximación al Santo Grial. Por otra parte, el mago y adivino —ya de provecta edad— se enamora de la Dama del Lago, transmitiéndole todo su saber y siendo víctima de sus propios encantamientos. De esta forma el papel femenino supera al masculino también en este aspecto. Era el signo de los tiempos. Así, la Dama del Lago une su nombre al de otra maga-adivina artúrica, Morgana, dando origen a una nueva tradición.
En la Historia de Lanzarote del Lago (Lancelot en prose) en la que ha desaparecido prácticamente la figura de Merlín, las profecías y predicciones, que no podían desaparecer, quedan encomendadas a profetas o adivinos ocasionales, esporádicos, que son ermitaños de santa vida, caballeros viejos retirados al ascetismo o monjes blancos; junto a ellos, inscripciones, letreros y pruebas milagrosas de las que se vale Dios para dar a conocer su pensamiento. Merlín es sustituido por todo tipo de visiones, designios premonitorios, de sueños simbólicos. En cualquier caso, los designios divinos siempre podrán conocerse y la alta aventura del Grial, llevada a término. De nuevo, el arte narrativo se impone: gracias al escalonamiento con que se van desarrollando estos elementos, el drama final adquiere matices cada vez más intensos y, también, más sombríos.
1.5. Temas y motivos de la Materia Artúrica
1.5.1 El Grial
El Grial aparece en la literatura artúrica por afortunada inspiración de Chrétien de Troyes, que en Perceval, nos relata cómo el protagonista asiste en el Castillo del Rey Pescador, a una misteriosa procesión, que atraviesa la sala en la que Perceval y su anfitrión están cenando. Un paje, que lleva una lanza sangrante (identificada después con la lanza que atravalfonsoesó el costado de Cristo en la Cruz), encabeza la comitiva y detrás viene una doncella con «un grial» (Chrétien lo dice exactamente así, «un graal») entre sus manos. El joven Perceval no osa preguntar nada acerca del extraño espectáculo, y su silencio resulta nefasto, pues solo preguntando hubiese podido hacer que el imposibilitado Rey Pescador sanase y que su tierra, yerma y devastada, recobrase la vida y fertilidad. Perceval pierde el Grial, y, a partir de ahí, todos sus esfuerzos y los de la mayoría de los caballeros artúricos se cifrarán en volver a encontrarlo.
El grial de Chrétien de Troyes, que aparece integrado dentro del acto de la comida, cumpliendo la función que le es propia como pieza de la vajilla —un «graal», del latín medieval gradale, era un plato hondo donde se acostumbraba a servir ricos manjares en las casas nobles—, no parece tener, en principio, un valor místico o emblemático, a pesar de la indudable carga de misterio y extrañeza que el marco de la procesión en el castillo del Rey Pescador concede al objeto. La idea de un grial productor o portador de alimentos, situado en el centro de un ritual espléndido como el que ve Perceval, pudo tomarla Chrétien de algún antiguo mito relacionado con cuernos de la abundancia o cornucopias. Sin embargo, como más tarde descubre Perceval, cuando ya ha dejado atrás el castillo del Rey Pescador, lo que se servía en aquel grial que contemplaron sus ojos no era un manjar cualquiera, sino una única hostia consagrada, con la cual se sustentaba, desde hacía largo tiempo, sin tomar más alimento, el padre del Rey Pescador. Este dato y la puerta abierta a la imaginación que representa la inacabada obra de Chrétien van a dar inicio a un proceso que, a través sobre todo de la obra de Robert de Boron, convertirá aquel grial indeterminado en el Grial, o incluso, el Santo Grial. Así, todo aquello que Chrétien dejó entre las brumas de la ambigüedad, pues nunca llegó a explicar qué era verdaderamente el grial ni cuál era su función, Robert de Boron lo explica detalladamente: se trata del vaso utilizado por Jesús en la Ultima Cena, en el momento en el que instituye el Sacrificio de la Misa. En el mismo vaso, José de Arimatea recoge la sangre del Mesías, una vez que este ha sido bajado de la Cruz y son los descendientes de José de Arimatea los que lo llevarán a la Bretaña artúrica.
De esta manera, el enigmático y misterioso vaso de Chrétien de Troyes se convierte en un símbolo cristiano, que ya ha dejado de ser la escudilla para convertirse en copa o, más concretamente, en cáliz. El Santo Grial representa la presencia real de Cristo entre los hombres. Ya no se tratará de encontrarlo simplemente para librar al Rey Pescador y su tierra de la desgracia. Los caballeros perseguirán el milagroso objeto por una suerte de interés personal. En definitiva, el camino hacia el Grial se convertirá, muy pronto, en la novela en prosa, en el camino de cada hombre hacia la salvación, cuya culminación será, para el caballero o los caballeros elegidos, la visión de lo que hay dentro del vaso, o sea, la visión de Cristo hecho carne: la Transubstanciación.
No está claro el origen de la leyenda del Grial; entre las interpretaciones que se han sugerido cabe destacar la que considera el objeto, un símbolo cristiano, la que piensa que se trata de la cristianización de un rito de fertilidad pagano o la que se inclina hacia tradiciones célticas. La aparición del tema del Grial va a provocar, además, un cambio fundamental en el seno de la novela artúrica como género, ya que va a ser determinante en la sustitución del verso por la prosa, como forma de rechazar el carácter ficticio del modelo narrativo creado por Chrétien de Troyes y recuperar la noción de verdad (la prosa era la forma de la crónica histórica, donde lo fundamental era, justamente, la veracidad), para tratar ese tema trascendente que es el Grial y, junto con él, la salvación del hombre. Todo el ciclo de la Vulgata se construye en función de este ideal. Los buscadores del Grial son muchos, pero fundamentalmente dos: Perceval (en Perlesvaus, Didot Perceval, Parzival, etc.) y Galaz (en Queste, sobre todo). Con la aparición de Galaz, el tema del Grial se asocia de manera clara al de la Caballería Celeste, que tiene mucho que ver con las ideas de San Bernardo de Claraval.
Una vez que el caballero escogido, predestinado, encuentra el Grial y accede a sus secretos, una mano que, según la tradición, surge del cielo, se lleva el sagrado cáliz para siempre. Tras su desaparición, se espera que el Grial vuelva a la tierra algún día.
1.5.2 La Mesa Redonda
La Mesa Redonda es la imagen más representativa de la corte del rey Arturo, y sus caballeros, los mejores del mundo. Son diversas las tradiciones que transmiten su historia y significación. Construida, bien por Arturo al finalizar sus conquistas, con el fin de no privilegiar a ninguno de sus caballeros, bien por Merlín (quien habría escogido también a sus miembros), a instancias de Uterpandragón la Mesa acaba en cualquier caso vinculada al reinado de Arturo, ya que éste, en la segunda versión citada, la recibe como regalo de boda (o como parte de la dote de Ginebra) del rey de Carmelida, Leodagán, depositario del objeto a la muerte de Uterpandragón. La mesa es destruida por Marco de Cornualles cuando, muerto Arturo, arrasa Camelot. Los caballeros miembros de la Mesa son doce, cincuenta, ciento cincuenta, doscientos cincuenta, trescientos sesenta y seis, y son frecuentes en las novelas artúricas enumeraciones más o menos largas de algunos de ellos. Cada asiento tiene escrito el nombre de su ocupante y la inscripción se desvanece cuando aquél muere, pero si aparecen milagrosamente las letras del nombre de un nuevo caballero que supere en valentía a su antecesor, podrá ocupar su lugar con derecho. También se eligen nuevos miembros entre varios candidatos para suplir las bajas habidas. Cuando los caballeros se sientan alrededor de la Mesa cuentan sus aventuras, que el rey manda poner por escrito para que sean recordadas por la posteridad.
Si en sus primeras menciones (Roman de Brut y Chrétien de Troyes) y en la novelística francesa en verso posterior, la Mesa Redonda es el símbolo de una sociedad caballeresca perfecta y los valores que caracterizan a sus componentes son la destreza guerrera y la actitud cortés, puestos siempre al servicio de las doncellas y de quienes precisan auxilio ante la injusticia, la evolución de la materia artúrica, que refleja sobre todo los grandes ciclos en prosa del siglo XIII, le concederá nuevos y complejos sentidos. Así, la Mesa Redonda se inscribe en una tríada de mesas de profundo contenido religioso, detrás de la de la Ultima Cena y de la del Grial. Existe ahora un Asiento Peligroso o Prohibido, que simboliza el lugar de Judas en la primera mesa y que solo podrá ocupar el Caballero Elegido que, como Jesús, redima del pecado. Quienes pretenden sentarse en él sin derecho son tragados por la tierra o se convierten en cenizas. El penitente Perceval se atreve a ocuparlo, luciendo armas rojas, pero debido a la culpa que arrastra, desata los misterios del Grial. Galaz, el Buen Caballero, descendiente de José de Arimatea bendecido con la gracia divina, se sienta por fin en él, vistiendo de rojo como su pariente, antes de dar término a la santa demanda del Grial. Tras su desaparición, el Asiento queda vacío a perpetuidad. En este proceso de cristianización, la Mesa Redonda se erige en símbolo de la militancia secular de la caballería de Dios, complementaria de la vivencia contemplativa representada por la Mesa del Grial, o bien, iluminada por la luz de la Mesa del Grial, consiste en la etapa previa al acceso de Galaz a esta. De la fraternidad caballeresca de las primeras obras aludidas se ha pasado, pues, a una comunidad casi monástica y pseudoapostólica de guerreros que alcanza en el personaje del perfecto Galaz una definitiva transfiguración mística. Tal evolución queda reflejada también en la desaparición o pérdida de relevancia de muchos de los miembros de la primigenia Mesa Redonda ante el protagonismo de Galaz, Perceval y Boores.
2. La Materia de Bretaña en la Península Ibérica
Son abundantes los testimonios que prueban el conocimiento de la Materia de Bretaña en la Península Ibérica desde época temprana: tanto en el Fuero General de Navarra (hacia 1196-1212), como en los Anales Toledanos Primeros (1217) se alude a la batalla de Camlann (batalla final del rey Arturo contra Sir Mordret, donde el monarca fue herido mortalmente). Y anteriores son las referencias contenidas en los poemas de trovadores catalanes como Guerau de Cabrera o Guillem de Berguedà, hecho que no debe sorprender, ya que la relación con el sur de Francia justifica un conocimiento más produndo de los temas bretones: las alusiones contenidas en el Ensenhamen de Guerau de Cabrera se sitúan en torno a 1165, es decir, son rigurosamente contemporáneas a la obra aludida.
Es posible que las más antiguas referencias que poseemos a la Materia de Bretaña en gallego-portugués deban situarse bajo el reinado de Alfonso III de Portugal, llamado el Boloñés, (rey 1247-1279); en todo caso, a mediados del siglo XIII, las leyendas artúricas están suficientemente difundidas en el occidente de la Península Ibérica, como para ser lugar de referencia para varios poetas, motivo de burla para otros o tema literario de nuevas elaboraciones para algunos.
Así, el dominio del gallego-portugués, al igual que el resto del occidente europeo, no se sustrajo a los encantos de la Materia de Bretaña, son numerosos los poetas y autores (Don Denis o Alfonso X) que aluden en sus versos a situaciones o personajes emparentados con la literatura artúrica. Junto a todas estas alusiones se conservan los cinco «Lais de Bretanha», atribuidos a Tristán, con que comienza el Cancionero da Biblioteca Nacional.
Pero una cosa son las referencias indirectas y otra muy distinta los testimonios directos: la presencia de manuscritos o impresos en castellano es escasísima y en ocasiones da la sensación de que el influjo fue más duradero que los propios textos; la tradición oral o la pervivencia del mito con sus leyendas son en ocasiones la única explicación posible. Por otra parte, casi todos los testimonios tempranos que se han conservado denotan un conocimiento más o menos profundo de versiones en prosa de los textos artúricos de Tristán y Lanzarote; la Vulgata o la Post-Vulgata han suministrado los materiales relativos al caballero de la reina Ginebra; el Tristán en prosa parece ser la fuente remota de información de todas las alusiones al sobrino del rey Marco.
Los originales franceses de estos textos se sitúan en la primera mitad del siglo XIII, por lo que se debe aceptar la rápida llegada de la Materia de Bretaña a los dominios del gallego-portugués, hecho que ya había quedado de manifiesto —de ser ciertas las interpretaciones— en el conocido fuste historiado de la Porta Francígena de la Catedral de Santiago de Compostela, de comienzos del siglo XII, que representa a Tristán herido tras el combate con Morholt, en el barco que lo llevará, navegando a la deriva, a Irlanda.
Y, por lo que respecta al dominio castellano, habrá que pensar que las traducciones o adaptaciones más antiguas se sitúan en los primeros años del siglo XIV.
2.1. La leyenda de Tristán y sus textos
La Vulgata artúrica era excesivamente larga y, en ocasiones, la prolijidad de aventuras impedía seguir de forma coherente el hilo de la narración. Por otra parte, en este ciclo los principales temas (el rey Arturo y el Grial) habían quedado desplazados por la figura de Lanzarote, cuya relación con la reina Ginebra se había convertido en el motivo central, auténtico motor de todo el conjunto: no extraña que las aventuras del protagonista ocupen tres veces más extensión que el relato de la búsqueda del Santo Grial y la narración del final del rey Arturo juntos.
El éxito de Lanzarote en prosa (Lancelot en prose) se dejó sentir, además, por el influjo que ejerció sobre otros relatos y, de forma muy especial, sobre la historia de Tristán. En efecto, este personaje, ajeno al reino de Logres (también llamado Logris o Loegria) es el nombre que recibía el reino del rey Arturo en la Materia de Bretaña) e independiente en la tradición literaria del rey Arturo, del Grial y de las hazañas de los caballeros de la Mesa Redonda, por influjo del éxito del Lanzarote en prosa (Lancelot en prose), ve cómo a partir de 1230 sus aventuras se acercan a las de los demás personajes de la literatura artúrica, y no tardará él mismo en ocupar uno de los asientos de la Mesa Redonda y en iniciar su propia búsqueda del Grial.
No se conoce a ciencia cierta el origen de la leyenda de Tristán y, no solo se ha perdido la novela que le consagró Chrétien de Troyes, sino que las versiones más antiguas conservadas (de Thomas y Béroul, en la segunda mitad del siglo XIII) son fragmentarias. Con todo, la conjunción de episodios sueltos y refundiciones o traducciones posteriores permite contemplar la historia y la evolución el mito.
Las dos primeras obras de la materia tristaniana han sido caracterizadas tradicionalmente como «versión común» (en apariencia más fiel al hipotético material original, donde el filtro es la única causa de la pasión) y «versión cortés» (que adapta la historia al universo cortés, haciendo del filtro solamente un símbolo de un amor anterior, libremente elegido). A la primera versión se vincularían la temprana adaptación alemana de Eilhart von Oberge (Tristant, 1170, con prosificaciones posteriores, la más antigua conservada Tristrant und Isolde, de 1484) y el texto episódico de La Folie Tristan (Locura de Tristán), de Berna; mientras que pertenecerían a la segunda el Tristan alemán de Gottfried von Strassburg (1210) y La Folie Tristan (Locura de Tristán) de Oxford.
El género novelesco en prosa el siglo XIII supuso la absorción de la leyenda tristaniana dentro de las grandes series cíclicas de la materia artúrica. Tristán se cuenta ahora entre los caballeros de la Mesa Redonda, es buen amigo de Lanzarote y Galván y participa activamente en la búsqueda del Grial, mientras que el drama pasional queda en segundo plano.
Se pueden distinguir cuatro versiones del Tristán en prosa:
Representada por el ms. fr. 756-7 de la Biblioteca Nacional de París.
Es la más difundida, por lo que es denominada Vulgata (no se debe confundir con la Vulgata artúrica). Tendría como claros exponentes los mss. Fr. 335-6 de la Biblioteca Nacional de París y el 2542 de Viena.
Combina las dos versiones anteriores y añade elementos procedentes del Lancelot (BNP. F. 97 y 100-1)
Con adiciones originales (BNP, fr. 99)
Las cuatro versiones de la obra se fueron sucediendo en el transcurso del tiempo: desde mediados del siglo XIII, en que se sitúan las dos primeras, hasta bien entrado el siglo XIV, cuando se lleva a cabo la última reelaboración. Como descendientes de un mismo tronco, las cuatro versiones presentan una parte común, en la que se desarrollan casi todas las aventuras conocidas y famosas de Tristán e Iseo, según las habían contado en el siglo XII Béroul y Thomas. Pero será a partir de la segunda versión cuando la pareja de protagonistas se verá inmersa en la actividad de la corte del rey Arturo, de la que pasarán a formar parte, convirtiéndose Tristán en uno de los más valerosos caballeros del momento, solo comparable a Lanzarote y Galaz, mientras que Iseo se verá superada en belleza solo por la reina Ginebra. De este modo, la leyenda de Tristán se incorpora al mundo artúrico: nada de lo que ocurra en el reino de Logres será ajeno a la pareja, y parece lógico que la búsqueda del Santo Grial —la aventura más importante de todos los tiempos— tenga entre sus protagonistas a un caballero de la talla de Tristán.
Pero si desde el punto de vista de la coherencia del relato todo resulta obvio, y hasta previsible, no se puede decir lo mismo por lo que se refiere a la forma literaria y a la técnica. En efecto, frente a la Vulgata artúrica, también escrita en prosa, la versiones del Tristán incluyen abundantes textos líricos Lais, frecuentemente atribuidos al protagonista, en los que expresa sus sentimientos.
El éxito de la leyenda tristaniana, bien por separado, bien mezclada con el abigarrado mundo de la caballería artúrica, queda cifrado en la extensa nómina de versiones y traducciones en casi todas las lenguas europeas.
2.2. Tristán en la Península Ibérica
A comienzos del siglo XIV se debió traducir al castellano el Tristán, citado por el Arcipreste de Hita en el Libro de buen amor:
Ca nunca tal leal fue Blancaflor a Flores
Ni es agora Tristán con todos sus amores (1703 a-b)
El reciente descubrimiento y publicación de 59 fragmentos de un Tristán castellano, han aumentado los testimonios conservados de las versiones peninsulares de la historia de Tristán, que pueden agruparse en varias ramas diferentes:
Por una parte, el Cuento de Tristán, aproximadamente de 1400, escrito en castellano y aragonés.
El Libro de Tristán de Leonís, copiado a principios del siglo XV, está incompleto y se puede reconstruir a partir de los 59 fragmentos exhumados (BNE, Ms. 22644). Escrito en castellano, con miniaturas y gran formato, debía estar formado por unos 250 ff.
El Tristany de Cervera, hacia 1400, compuesto por 4 folios, está en catalán.
El Tristany de Andorra, 4 folios del siglo XV, está en catalán.
Un Tristán gallego-portugués: fragmento de dos folios, vinculado al marqués de Santillana, finales del siglo XV.
Además de estos cinco testimonios manuscritos, todos ellos fragmentarios, que corresponderían a sendos textos narrativos extensos, la presencia de la leyenda tristaniana en la Península Ibérica cuenta con otros materiales manuscritos o impresos:
Los Lais de Bretanha son cinco composiciones líricas, anónimas, destinadas a ser insertadas en textos narrativos, escritas en gallego-portugués y conservadas en el Cancioneiro da Vaticana y en el Cancioneiro de la Biblioteca Nacional, con escasas variantes entre los dos testimonios. Se trata de versiones de poemas similares incluidos en el Tristan en prose, mientras que los dos restantes presentados como baladas parecen ser ajenos a esa tradición tanto por la forma, como por el hecho de que sean mujeres las que expresan sus sentimientos.
Las epístolas, conservadas en un manuscrito del último cuarto del siglo XV, son una enviada por Iseo la Rubia a Tristán de Leonís quejándose porque éste se casó con Iseo de las Blancas Manos, y la respuesta de Tristán. En realidad, el autor de estas misivas —Juan de Flores o Juan Rodríguez del Padrón— no hizo sino reelaborar muy libremente los materiales que le llegaban a través e algún texto tristaniano, rindiendo tributo, así, a la moda de la ficción sentimental, tan en boga en Castilla bajo el reinado de los Reyes Católicos.
En los textos impresos, y sobre todo en el de 1501, son abundantes los materiales procedentes de la novela sentimental, de acuerdo con una tendencia que se había hecho habitual algunos años antes, a finales del siglo XV, como atestiguan también las cartas que se cruzan Tristán e Iseo.
—A todos estos materiales habría que añadir el romance de la muerte de Tristán, difícil de situar en la tradición conocida, aunque la lógica parece indicar que se debe incluir entre los textos derivados del primer grupo, ya que se incluye en pliegos y códices de hacia 1530, algunos de los cuales son sevillanos, coincidiendo cronológicamente con una de las ediciones conocidas.
Herido está don Tristán de una mala lanzada;
diérasela el rey su tío con una lanza herbolada,
diósela dende una torre, que de cerca no osaba.
Tan mal está don Tristán que a Dios quiere dar el alma.
Váselo a ver doña Iseo, la su linda enamorada,
cubierta de paño negro que de luto se llamaba.
—Quién vos hirió, don Tristán, heridas tenga de rabia
y que no hallase hombre que hubiese de sanalla.—
Tanto están boca con boca como una misa rezada;
llora el uno, llora el otro, la cama toda se baña.
El agua que de allí sale una azucena regaba,
toda mujer que la beve luego se hace preñada.
—Que así hice yo, mezquina, por la mi ventura mala:
no más que d'ella bebí, luego me hice preñada;
empreñéme de tal suerte que a Dios quiero dar el alma.—
Allí murió don Tristán y su linda enamorada.
Las vías de penetración son múltiples, y no se reducen a los contactos habituales (Corona de Aragón, Corte castellana, Camino de Santiago), sino que en ocasiones, especialmente en el siglo XV, hay que considerar la frecuencia de los viajes y el interés de los viajeros, además del incipiente interés de la nobleza por los libros.
2.3. Otros textos artúricos
Otras traducciones de textos artúricos franceses son de origen muy heterogéneo:
El Libro de Josep Abarimatea (Historia del Santo Grial) castellano (hacia 1469) y su correspondiente portugués (1313) derivan al parecer de una versión del ciclo del pseudo-Robert de Boron que realizó fray Juan Vivas, aunque no se ha identificado de forma clara el origen. Las dificultades se deben a que el único manuscrito castellano (Biblioteca Universitaria de Salamanca, ms. 1877, ff. 252r-282r) está incompleto, y apenas conserva más que una treintena de folios, insuficientes para establecer una filiación segura en relación con unos hipotéticos originales franeses que también son fragmentarios o ha desaparecido, haciendo inviable cualquier comparación. El fragmento existente narra algunos episodios de los orígenes del Grial, antes de su llegada a Gran Bretaña. Resulta imposible situarlo en la tradición artúrica conocida, pues difiere de los textos de la Vulgata y no hay correspondiente en la Post-Vulgata, el texto castellano está emparentado con la versión portuguesa, pero hay que advertir que esta versión es una copia del siglo XVI, que transcribe un texto fechado en 1313, también perdido.
Tampoco está clara la fuente de los distintos textos conservados de Merlín. La historia del mago está representada en la literatura castellana por un fragmento Estoria de Merlín, de 1469-1470 (Biblioteca Universitaria de Salamanca, ms. 1877, ff. 282v-296r), un incunable de Burgos de 1498, Baladro del sabio Merlín (Biblioteca Universitaria de Oviedo, signatura R-33215), una edición de Toledo, Juan de Villaquirán, 1515 que no se conserva y un impreso de Sevilla, ¿Juan Varela de Salamanca?, 1535. Todo esto parece indicar que cada uno de los textos siguió un original distinto, que era diferente también del utilizado por el autor del fragmento gallego-portugués. A grandes rasgos, los textos citados están relacionados con la Vulgata artúrica.
La figura del sabio mago, encantador y profeta sufrió numerosas alteraciones con el transcurso del tiempo, desde que Geoffrey de Monmouth le dio aspecto humano, a través de la relación de una doncella de santa vida y un demonio: su origen sobrenatural le permitió conocer el pasado y el presente; Dios, para contrarrestar el poderío diabólico y como premio por la santa vida de su madre, le dio capacidad de conocer el futuro. Merlín se enamoró profundamente de una doncella (Viviana o Dama del Lago), que heredará todos los conocimientos mágicos de su enamorado y, a continuación, lo encerrará en una profunda cueva, acabando de este modo con la figura de Merlín, que presentaba una personalidad demasiado compleja desde el punto de vista literario.
La Dama del Lago sustituye al viejo profeta en la tradición de los libros de caballerías, en los que no falta una adivina buena y un mago malo. La parte positiva de la personalidad de Merlín pasa a Viviana, a Urganda y a otras damas que conservan las mismas artes. La parte negativa es heredada por oscuros personajes como el perverso Arcaláus del Amadís. El hecho importante es que los libros de caballerías siguen necesitando un mago o un adivino, de acuerdo con la tradición que se remonta a la Historia Merlini.
La Demanda do Santo Graal portuguesa (copiada entre 1400 y 1438) y las versiones castellanas Demanda del Santo Grial derivan de un texto de la Post-Vulgata. El texto está directamente emparentado con A Demando do Santo Graal portuguesa y con las versiones castellanas impresas, Demanda del Santo Grial (Toledo, Juan de Villaquirán, 1515 y Sevilla, ¿Juan Varela de Salamanca?, 1535), y procede de un original francés de la familia de la Post-Vulgata artúrica, mientras que la traducción catalana deriva de la Vulgata.
También de la Vulgata proceden en gran parte el Lanzarote castellano y los fragmentos conservados en portugués y catalán.
La historia de Lanzarote del Lago nos ha llegado en un extenso manuscrito único del siglo XVI, que es copia de un original de 1414. El libro de Lanzarote del Lago castellano sigue de cerca las hazañas narradas en la Vulgata artúrica, aunque introduce algunas modificaciones y abreviaciones: como es sabido, el tema no es otro que el de las aventuras del mejor caballero del mundo, que debido a su amor por la reina Ginebra no puede alcanzar las maravillas del Santo Grial, y provocará finalmente, de forma involuntaria, la destrucción del reino del rey Arturo. Sin embargo, el libro castellano aporta algunas novedades significativas: entre las alteraciones, las más importantes, sin duda, son las que afectan al final de la obra, donde hay seis capítulos relativos a Tristán, ajenos a la Vulgata, y que podrían haber sido obra del propio autor castellano, o quizás, de un intermediario portugués anterior a 1414.
Y, procedente de la Post-Vulgata, se conserva un fragmento de Lanzarote del Lago en el manuscrito 1877 de la Biblioteca Universitaria de Salamanca, ff. 298v-300v.
Ni que decir tiene que la escasez de textos conservados no refleja el éxito real de la literatura artúrica. Es probagle incluso la existencia de otros textos diferentes a los conservados y más antiguos que ellos.
Se puede establecer para los textos castellanos una filiación diferente, según deriven de la Vulgata o de la Post-Vulgata:
La escasez de testimonios manuscritos e impresos, no prueba que la Materia de Bretaña fuera poco conocida en la Península Ibérica. Desde principios del siglo XIV se multiplican las alusiones, los nombres, las referencias, pero la literatura de ficción no siempre era bien acogida y bien custodiada en la bibliotecas, pues movía a todo tipo de pecados.
3. Mapa difusión románica de la literatura artúrica