Quattrocento
Barcelona, Planeta, 2007
Susana Fortes nació en Pontevedra en el año 1959. Es licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Santiago de Compostela y en Historia de América por la Universidad de Barcelona. En 2001 se dedicó a la docencia de español en Luisiana y a impartir conferencias sobre Literatura en la Universidad Interestatal de San Francisco. Es profesora de instituto y colaboradora habitual del periódico El país y de diversos semanarios y revistas de cine y literatura.
Querido Corto Maltés (1994) Premio Nuevos Narradores Las cenizas de la Bounty (1998) Tiernos y traidores (1999) Fronteras de arena (2001). Finalista Premio Primavera Adiós muñeca (2002) El amante albanés (2003) Finalista Premio Planeta El azar de Laura Ulloa (2006) Premio de la Crítica de la Asociación e escritores y críticos de la Comunidad Valenciana Quattrocento (2007)
En el siglo XV, un grupo de importantes personajes políticos fundó Rucula Sativa, organización que pretendía crear una poderosa banca vaticana que tuviera el control de todas las bancas de Europa y consolidara así el poder absoluto de Roma sobre los distintos estados. Para ello, Lorenzo y Giuliano de Médicis debían desaparecer, y el duque de Urbino, gran maestre de Rucula Sativa, tramó desde la sombra y la doblez la muerte de los banqueros florentinos en lo que sería conocido como la Conjura de Abril, a la que el joven Luca di Credi asistirá junto con su maestro Pierpaolo Masoni y cuyo verdadero culpable nunca fue señalado por la historia. Sin embargo, el pintor florentino plasmó en su Madonna de Nievole la fundación de la organización y denunció en sus cuadernos, finalizados por el joven Luca, al director de los turbios hechos que conmocionaron la República. Más de 500 años después, Ana Sotomayor, acudirá a Florencia para redactar su tesis doctoral sobre Masoni, trabajo que, a la luz de los cuadernillos y la visión directa con la Madonna de Nievole cambiarán de orientación. Acompañada por el profesor Rossi, Ana se irá adentrando en la personalidad del pintor, ignorando que el mal estado de salud de Juan Pablo II puede provocar que importantes grupos de presión dentro del Vaticano, herederos de los ideales de Rucula Sativa, quieran apoderarse u ocultar los detalles de lo acontecido durante la Conjura de Abril. Aún a riesgo de poner en juego su vida y seguidos por la policía, Ana y Giulio acabarán resolviendo un crimen fraguado siglos antes.
Novela de indagación histórica
Universo femenino Conjura de Abril Florencia renacentista y su pintura Revisión religiosa Organizaciones (que perviven en la actualidad) Pierpaolo Masini-Lorenzo el Magnífico
Traducida a más de 20 países Reproducción a color del retrato de Federico de Montefeltro realizado por Picco della Mirandola Mapa del centro histórico de Florencia Capítulos alternos Edad Media-Época actual Apéndice: ¿Quién es quién? (Entradas enciclopédicas de los personajes históricos)- Escenario-Edificios emblemáticos. Agradecimientos: La idea de esta novela empezó con una noticia de prensa: el 20 de febrero de 2004 el diario El País publicaba en su contraportada la primicia de un asesino que había permanecido oculto durante quinientos años. La información se refería a las pesquisas históricas del profesor de la Universidad de Connecticut, Marcello Simonetta, para descubrir, gracias a un códice cifrado del siglo XV, al máximo responsable de la conjura contra los Médicis. Me pareció que el asunto merecía una novela, pero me resistía a escribirla precisamente por la fiebre de novela histórica que arrasa en las librerías desde hace algún tiempo, en algunos casos con más sensacionalismo que rigor (349).
Basanta, Ángel, «Quattrocento», El cultural (31/01/2008). Tejada Tello, Pedro, «El regreso de Ana Sotomayor: de Querido Corto Maltés a Quattrocento de Susana Fortes», Espéculo, 41 (marzo-junio 2009), http://www.ucm.es/info/especulo/numero41/sotoma.html http://www.deia.com/es/impresa/2007/12/13/bizkaia/kultura/425335.php http://www.europapress.es/00132/20080216185157/susana-fortes-encantada-exito-quattrocento-ya-vendido-veinte-paises.html http://noticias.ya.com/cultura/16/02/2008/fortes-quattrocento-exito.html http://www.libros2.ciberanika.com/desktopdefault.aspx?pagina=~/paginas/entrevistas/entre237.ascx http://terranoticias.terra.es/articulo/html/av22046613.htm http://www.elcorreogallego.es/gente-y-comunicacion/ecg-h/susana-fortes-novela-conjura-medicis-quattrocento/idEdicion-2007-11-23/idNoticia-235447/ http://www.galicia-hoxe.com/index_2.php?idEdicion=728&idNoticia=242456 http://www.elpais.com/articulo/Comunidad/Valenciana/Susana/Fortes/interna/novela/historica/elpepuespval/20071129elpval_15/Tes http://www.telva.com/2007/11/08/ociolibros/1194512933.html http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20080204/cultura/quiero-saber-esconden-sotanos-20080204.html http://noticias.terra.es/2008/genteycultura/0216/actualidad/susana-fortes-dice-que-no-tiene-suerte-para-llevar-al-cine-sus-novelas.aspx
Historiadora del arte gallega becada por la Fundación Rucellai para la realización de una tesis doctoral sobre el pintor Pierpaolo Masoni, a quien admira profundamente. La marcha de Ana a Florencia no sólo está motivada por intereses académicos, sino también por un doloroso pasado sentimental del que se verá liberada por las sensaciones que el profesor Rossi es capaz de despertar en ella.
Profesor universitario y director de la tesis doctoral de Ana. Giulio, que fue amigo del padre de la joven, es un hombre atado a los fantasmas del pasado y al dolor derivado de la muerte de su hija. En el profesor Rossi conviven una aparente tímidez para los lances de la vida y una profunda seguridad ante las materias académicas, y será su voz la que encandilará en un principio a la joven becaria.
Profesor de Archivística y Paleografía en la Escuela Vaticana y especialista en codicología medieval. Bosco abordará a Ana en el Archivo di Stato para negociar una posible colaboración favorable al Vaticano, al creer que ella conoce el paradero de los cuadernos desaparecidos. La negativa de Ana motivará un cambio en la actitud de Bosco, que se mostrará amenazador y soberbio. Acabará siendo detenido.
Famoso restaurador que trabaja en la galería de los Uffizi y amigo de Giulio. Francesco es un hombre robusto cuyo aspecto contrasta con su talante intelectual y su discurso, plagado de insinuaciones. El restaurador sentirá enseguida simpatía por Ana, pero la atracción por los secretos de la obra de Masoni le llevará a inmiscuirse en la trama oculta tras la búsqueda de los quadernini y será procesado.
Inspector policial de carácter singular. Marco Leoni es aparentemente el encargado de llevar a cabo las indagaciones para resolver el robo en la casa del profesor Rossi, pero en realidad oculta algunas cartas en la manga: los quadernini de Masoni que faltan están en poder de la policía, que utilizará a Giulio y a Ana para detener a la banda ligada a Rucula Sativa y al Vaticano. Tras la operación, autorizará a Ana a consultar los quadernini.
Aprendiz a cargo de Pierpaolo Masoni. Llegado a la urbe con una carta de su madre para el maestro Verrocchio, Luca enseguida despertará simpatías en Masoni, que querrá tutorar su aprendizaje. Su carácter, despierto pero jovial y despreocupado, pronto se verá apagado por los luctuosos acontecimientos que vivirá Florencia. Será el encargado de completar los cuadernos de Masoni cuando quede ciego.
El pintor renacentista es descrito como un hombre de gran tamaño y de humor jovial, perseguido por un pasado doloroso e incierto que lo aboca en algunas ocasiones a etapas de depresión, en las que desaparece del taller y se dedica a sórdidos placer mundanos. En sus cuadros Masoni quiso dejar constancia de la fundación de Eruca Sativa, mientras que sus cuadernos señalaban al culpable de la Conjura de Abril.
Capitán de la Guardia Vaticana reclutado en las montañas y habituado a vender su espada en peligrosas y sangrientas misiones. Montesecco será reclutado para ejecutar con sus manos a Lorenzo de Médicis y a su hermano, pero podrá reparos cuando se le informe de que el asesinato debe llevarse a cabo en la catedral, por lo que será menester reclutar a otros hombres.
Lorenzo de Médicis: El florentino es descrito como un hombre amante del arte y embajador del nuevo espíritu de conocimiento reinante en Florencia, virtudes que, sin embargo, no le impiden ser a la par un hombre implacable en la política y en los negocios. Lorenzo, dueño y señor de la República, venerado y adorado por muchos de sus súbditos, acabará siendo traicionado por aquellos a los que encumbró y consideró amigos.
El duque de Urbino es presentado como maestre de Rucula Sativa, en cuyos intereses se interponía el papel de los Médicis. A pesar de su interés por la cultura y las humanidades, un odio antiguo pero oculto lo enfrenta a Lorenzo el Magnífico, cuyo origen quizá sea el amor frustrado hacia Clarere Orsini. Montefeltro asistirá a la Conjura escondido en un confesionario, y será quien quite la vista a Masoni.
Aunque había aterrizado en Florencia casi sin haberlo decidido, enseguida tuve la sensación de estar asistiendo a una cita establecida con mucha anterioridad, sin que yo lo supiera. Llegué a la ciudad un día de invierno con la capucha de la trenca calada hasta las cejas y trescientos euros en el bolsillo bajo un aguacero del fin de mundo. El limpiaparabrisas del taxi que me llevó desde el aeropuerto hasta mi apartamento en la via della Sacalla no daba abasto para despejar la cortina de agua que velaba los cristales y apenas me dejaba entrever el aire que rezumaba aquel barrio que se extendía detrás de Santa María Novella, repleto de fachadas desconchadas con patios ahogados y capillitas de vírgenes en las paredes. Toda la ciudad parecía sumergida y a merced de la corriente. Pero en ese primer momento no se me ocurrió pensar que había llegado a un lugar lleno de pasadizos secretos que comunicaban peligrosamente el pasado con el presente. Eso fue algo que descubrí después, cuando la fuerza de la corriente me había arrastrado ya demasiado lejos de la orilla para volverme atrás (13-14). En el cambio de orientación que fue experimentando mi trabajo jugó un papel importante el descubrimiento de una fuente con la que no había contado en un principio. Me refiero a los manuscritos en los que Pierpaolo Masoni tomaba apuntes de todo lo que veía y realizaba bocetos de sus dibujos. Se trataba de una colección de nueve cuadernos que durante años habían permanecido ignorados en el sótano del Archivo y a los que, después de muchos esfuerzos, había conseguido acceder gracias a las gestiones de mi director de tesis con la Secretaría Nacional de Patrimonio Artístico. No eran grandes legajos, sino una especie de libretitas de bolsillo de formato rectangular (quadernini), algunos poco mayores que una baraja de naipes, encuadernados en vitela y cerrados por una presilla y un cuerno de madera, un sistema exactamente igual al de mi trenca irlandesa que colgaba ahora de una percha en el guardarropa, a la entrada de la sala. Casa mañana el pintor se ataba la libreta al cinto y salía al mundo preparado para registrar atentamente todo lo que sucedía a su alrededor, como cualquier reportero de los que se pueden ver hoy en día con una cámara al hombro y las botas cubiertas de barro entre los escombros de una ciudad bombardeada tomando notas en un bloc sudado que luego guardan en el bolsillo de atrás del pantalón (15). A veces el profesor Rossi me hacía sentir como una estudiante de secundaria tratando todo el tiempo de no parecer impresionada. Sin embargo pensaba que a pesar de que la fe nunca había supuesto un impedimento para llevar a cabo las mayores atrocidades, como efectivamente había señalado el profesor Rossi, la matanza de la catedral de Florencia había superado con creces en brutalidad y ensañamiento cualquiera de los episodios referidos por él. Iba a preguntarle cómo era posible que en una época de renovación científica, de nuevo amanecer de la razón y de fe en el hombre, se pudiera llegar a tales extremos de barbarie. Pero recordé los horrores de la guerra de Iraq con los que me había habituado a desayunar cada mañana mientras leía la prensa y pensé que nadie en estos tiempos de necrópolis global tenía derecho a escandalizarse por un acto de violencia cometida hacía más de cinco siglos, así que decidí cambiar de pregunta (38). [...] – No olvides, Ana –continuó con el mismo registro-, que este cuadro, sin ir más lejos, fue entregado a los Médicis en 1478, el mismo año de la conjura en la catedral. Entonces las intenciones de muchos estaban solapadas. Todo podía ser tergiversado o negado rotundamente. Cuántos de aquellos que estuvieron en Santa Maria dei Fiore habrán dicho: «No te conozco, no me has visto, nunca he estado aquí...». Es lo que sucede en las persecuciones, en los complots, en las conjuras. –Se detuvo y miró al profesor Ferrer como si de pronto hubiera caído en la cuenta de algo-. Pero nada de esto es nuevo, hoy en día continúa existiendo la misma clase de inquina y no sólo en la política. La universidad, por ejemplo, no es un mundo tan distinto en el fondo, sigue habiendo los mismos odios bizantinos, las mismas intrigas, ¿verdad, Francesco? Y tú y yo sabemos bien hasta dónde son capaces de llegar (83). -Entonces ¿puede decirse que la Madonna de Nievole perteneció a una secta? –dije como si estuviéramos al final de una clase, en el momento que se deja para que los alumnos planteen sus dudas. Pero más que una pregunta, era una reflexión cargada de expectativas. Me embargaba una intensa energía interior, una exaltación vital que me llenaba de optimismo, la misma emoción que cuando de niña volvía del quisco con un álbum nuevo de mi héroe favorito, el olor de la tinta recién impresa, los trazos limpios de los dibujos, esa excitación incomparable de estar asistiendo al comienzo de una aventura. -Bueno, no sé si se puede calificar de secta –respondió-. El deseo de cambia el mundo siempre giró en torno a círculos clandestinos... -¿Cree que Pierpaolo Masoni podía pertenecer a uno de ellos? –insistí yo, aunque la verdad es que hice la pregunta sin meditarla previamente, sobre la marcha, por una especie de intuición que a veces me lleva a anticipar la índole de todo lo que ignoro (104-105). -El fraile joven juntó las manos e inició una oración terrible. El muchacho ya había escuchado antes esa plegaria entre los condenados que eran conducidos al patíbulo, pero nunca hasta aquel momento había prestado verdadera atención a su contenido: Oh, Dios todopoderoso y eterno, inúndame con el fuego de tu pasión y ayúdame a compartir el dulce éxtasis que conocieron los mártires y los santos. Mi alma, arrastrada hasta el confín del mundo, implora tu divino socorro, y ruega que le des cogida entre los tuyos. Toma, Señor, de tu humilde siervo, la hiel amarga, la sangre y el dolor que tú mismo padeciste ante nosotros, atado a los clavos de la Santa Cruz. Muchos flagelantes florentinos pertenecían a la hermandad religiosa de Santa María de la Cruz del Templo, conocida también cono la Hermandad Negra. Esta sociedad de hombres encapuchados y ataviados de negro tenía la misión de acompañar a los prisioneros condenados a muerte en su camino hacia las horcas. Los Neri, como eran conocidos entre la población, caminaban al lado de los reos, avanzando con pasos cortos, arrastrando cadenas e instigándoles a sublimar el terror con episodios arrancados del Calvario de Cristo en su trayecto hasta el Gólgota. Pero aunque la mayoría de sus miembros eran hombres y mujeres humildes, el control de la Compañía se hallaba en manos de algunas familias principales como los Pazzi y los Salviati (113-114). -Corren malos tiempos, señorita Sotomayor –dijo volviendo al tono doctrinario de antes mientras acariciaba el pequeño crucifijo de oro que colgaba sobre su pulóver gris-. Hay muchos intereses empeñados en desprestigiar la labor humanitaria de la Iglesia, en ensuciar su pasado y sacar a relucir trapos sucios aprovechando que la salud del pontífice está muy deteriorada. Hay una verdadera campaña contra la Iglesia que preocupa mucho al Santo Padre, especialmente en estos momentos en los que su precaria salud ha creado un ambiente dañino de provisionalidad y de fin de pontificado. No se puede imaginar la cantidad de intereses que están en juego. Hay gente que está dispuesta a todo con tal de colocar su candidato en la silla de Pedro. -Me lo imagino perfectamente –contesté muy segura de mí misma. Nunca había considerado la Curia romana como una reunión de hermanitas de la Caridad-. Pero ¿qué puede tener que ver la elección de un nuevo papa con un pintor o con unos hechos ocurridos hace más de cinco siglos? -Hay hilos que unen el pasado con el presente, usted es historiadora y debería saberlo, corrientes ideológicas de oposición a la Iglesia, grupos muy poderosos de presión, sectas que continúan activas... –Había utilizado un tono deliberadamente críptico que sin duda debió de parecerle el más adecuado para impresionar a una joven estudiante. -Ya... quiere decir que el Vaticano necesita unos cuadernos de 1478 para continuar con su labor evangelizadora –dije sin ocultar el sarcasmo. Sentía hacia él un rencor impreciso. No me gusta que me infravaloren y he de reconocer que su explicación había herido profundamente mi amor propio. Una cosa es que yo fuera una becaria sin experiencia, pero eso no le daba derecho a pensar que iba a tragarme toda aquella historia como un ratoncillo que se come el queso hasta el alambre. -Se equivoca usted, señorita –replicó dolido y algo desconcertado-. No hace bien en ser tan desconfiada. Lo único que deseamos es custodiar esos cuadernos en un lugar seguro para que no caigan en manos de alguien que pueda hacer mal uso de ellos. El Vaticano ha intentado comprar oficialmente esos legajos al Archivio di Stato... (152-153). -Personas especiales, sin duda, cuyos valores humanos o intelectuales atraían el interés de la fraternidad, una especie de aristocracia del espíritu: pensadores, sabios, alquimistas... –Se calló un momento y entonces volvió a mirarme muy fijo como hiciera en mi apartamento, con una especie de predisposición o cercanía que no sabía bien cómo interpretar. Me pareció que aquellos cambios de actitud sólo podían significar que aquel hombre estaba librando una batalla en su interior. Carraspeó un poco antes de continuar-. Se fundaron varias escuelas secretas a las que según algunas fuentes han pertenecido personajes como Pitágoras, Sócrates, Platón, el propio Jesucristo o Dante. En el Renacimiento este tipo de sociedades proliferaron por toda Italia, especialmente en la Toscana y Urbino. No obstante nadie fue capaz de adivinar la identidad de los verdaderos rosacruces, salvo, naturalmente, aquellos que lograron entrar en contacto con ellos. –Se detuvo otra vez como si su pensamiento fuera muy por delante de su discurso-. Hoy casi nadie duda de que Leonardo perteneció a una de esas logias, aunque debido al secreto que rodeaba el código de las sociedades, es difícil establecer pruebas determinantes. Masoni es un pintor mucho menos conocido, y no hay estudios al respecto. En cierto sentido es mejor así para ti.- Su rostro resplandeció con una sonrisa de complicidad-. Vas a tener la ventaja de arar en un campo virgen (174-175). -En eso no te falta razón –concedió el profesor, sonriente-, pero piensa que si todo era posible, nada era seguro. Lo cual lleva implícito una especie de vértigo filosófico. Y ahí es donde encontraron su espacio las sociedades secreras. -¿Y qué época no encierra ese vértigo? ¿O es que acaso ahora no vivimos también en vilo? Quizás existan todavía hoy organizaciones herederas de aquellas, círculos secretos que siguen ejerciendo su actividad, lo que pasa es que no sabemos o desconocemos su alcance. -¿Cómo es que no lo sabemos? –discrepó el profesor-. Claro que lo sabemos. Hoy más que nunca el mundo está organizado en lobbys y grupos de presión. Del mismo modo que existe la Mafia, la CIA, el Opus Dei, la logia P2, o las grandes multinacionales, también hay sociedades que las combaten y se oponen a ellas de una forma globalizada. Pero esto, Ana, no tiene nada que ver con todas esas supersticiones modernas o posmodernas que están tan en boga. No vayas a caer tú en ese error. El código da Vinci, El protocolo de los sabios de Sión y todo el catálogo de profecías a lo new age son pura superchería. El verdadero peligro está donde ha estado siempre: en el corazón del poder (176-177). -El mundo siempre ha estado gobernado por personajes muy distintos a los que cree la gente que no está detrás del telón –continuó diciendo el profesor- y más ahora. Desde el atentado de las Torres Gemelas vivimos instalados en la cultura de la sospecha, la política internacional está llena de episodios literalmente invisibles, buena parte de lo que nos atañe y nos afecta de un modo determinante está tapado. Las mayores evidencias son negadas, todo puede ser deformado, se inventan pruebas falsas, armas de destrucción masiva donde no las ha habido nunca... –Se detuvo como si se diera cuenta de que se alejaba ya mucho de la época que nos ocupaba. Pero no había perdido de vista a los Médicis ni la red de intrigas que tejía la vida política de la Florencia del siglo XV. Él podía permitirse derivas y desviaciones a través de los siglos para regresar al cabo a donde quería-. Sucede lo mismo en todas las conspiraciones, siempre hay uno que mueve los hilos y otros que se ponen de acuerdo, pero eso ya lo sabes, no es nada nuevo –añadió cambiando el tono de voz por otro más directo-. Basta con que la chispa prenda para que se extienda como un reguero de pólvora. Los proyectos, las ideas, las mayores lealtades, todo acaba saltando por los aires. Es algo tan antiguo como la crucifixión (177-178). [...] Luego me había preguntado por mi relación con el profesor Rossi de un modo que me hizo temer una deriva personal de la investigación, pero enseguida me di cuenta de que más bien estaba evaluando otras posibilidades, quizá algún tipo de rivalidad profesional por porta de cualquier colega de la universidad. Un mundo que el inspector parecía conocer bien al juzgar por sus palabras. «Ríase usted de la inquina de los políticos –dijo, esta vez en italiano-, aunque le parezca mentira, es en el ámbito del saber donde la gente parece más dispuesta a vender su alma al diablo. No se puede imaginar hasta qué extremos puede llegar en ciertos casos la vanidad intelectual» (239-240). La hipótesis de Ferrer era que el cuadro representaba el momento fundacional de la sociedad secreta Eruca Sativa, en una ceremonia de postración como la que se realizaba para jurar el voto de fidelidad al papado, besando las manos y los pies del pontífice. El objetivo último de esta organización, simbolizada por una hoja de rúcula, consistiría en la creación de una poderosa banca vaticana que tuviera el control de todas las bancas de Europa y consolidara así, con su dominio económico, el poder absoluto de Roma. Pero para ello era necesario deshacerse de los Médicis. Por eso se tramó una conjura al más alto nivel con el fin de arrebatarles el gobierno de Florencia, mediante un golpe de estado (310). -Pero ¿qué? –pregunté yo al profesor Rossi, sin ser capaz de entender de qué manera unos hechos ocurridos hacía tanto tiempo podían comprometer a la Curia romana en pleno siglo XXI. -No lo sé, Ana, todavía no estoy seguro. Pero si la hipótesis de Ferrer es cierta, no sería descabellado pensar que el intento del Vaticano, o al menos de algunos sectores de la curia, por ocultar la existencia de una sociedad como la Eruca Sativa sólo podría explicarse por las excesivas semejanzas entre esta sociedad y una organización actual de características similares. Quizá la logia Propaganda Due o P2 que protagonizó hace algunos años uno de los mayores escándalos financieros de la historia. –El profesor Rossi sacó in paquete de cigarrillos del bolsillo de su americana y encendió uno protegiendo la llama en el cuenco de las manos con poca maña. Hasta entonces sólo lo había visto fumar en pipa, sosegadamente, saboreando el aroma del tabaco con la clase de deleitación que se dedica a los placeres tranquilos. Pero, a decir verdad, las últimas horas no habían sido demasiado apacibles y el cigarrillo, digan lo que digan los médicos, aplaca la ansiedad. Dio una calada y enseguida continuó hablando más sereno-. Tú no te acordarás, todo esto fue hace años, pero las repercusiones de aquel escándalo salpicaron a banqueros, militares, magistrados, profesores de universidad, directores de periódicos... no se salvó nadie que tuviera algún reducto de poder y mucho menos el Vaticano, que estaba implicado a través del Instituto para Obras de la Religión (IOR) del cardenal Marcinkus y operaba por medio del blanqueo de dinero en paraísos fiscales (311-312). -¿Quieres decir que las operaciones financieras realizadas por el Banco Ambrosiano y por el IOR fueron una versión contemporánea de lo que pretendía la logia Eruca Sativa? -Bueno si no un calco exacto, sí una reproducción bastante aproximada. Ten en cuenta que la ambición de crear una gran banca vaticana no se pudo concretar en el siglo XV por el fracaso de la Conjura de Abril. Al no conseguir deshacerse de Lorenzo, se frustró el proyecto y por eso trataron de paliarlo luego con los genoveses que fueron llevados a España y a otros países para reemplazar a los judíos tras los decretos de expulsión sólo unos años después de la Conjura.- La mirada de Giulio se había adensado mientras hablaba como si la índole de aquellas reflexiones lo encendiera por dentro-. Desde entonces hasta hoy la Banca Vaticana se ha visto envuelta en todo tipo de actividades delictivas, desde quiebras fraudulentas hasta financiación de golpes de Estado y venta de armas sin que hasta el momento ninguno de sus dirigentes haya sido juzgado nunca por un tribunal terrenal. Si eso no es la reencarnación del viejo sueño de la Eruca Sativa, desde luego se le parece bastante (312-313). -No te fíes, Ana, a veces las cosas aparentemente más insignificantes son las que a fin de cuentas pueden llevarte a la cárcel. Recuerda que a Al Capone no lo encarcelaron por asesinato, robo o extorsión, sino sólo por evasión de impuestos. Además es muy posible que todo esto se deba a una lucha de poder entre distintas facciones dentro del propio Vaticano. Una guerra interna –dijo alzando las cejas y en su forma de mirarme con la barbilla apoyada en una mano creí ver una chispa especial en sus ojos-. Como sabes, existen en la Curia perfectamente diferenciados –continuó-. Por una parte está el Opus Dei, cada vez más poderoso, y por otra podría estar un grupo vinculado a la masonería y a la Sociedad Eruca Sativa a través de Propaganda 2, eso sin contar con otras opciones (313-314). Tomé un folio y tracé una diana. en el centro coloqué a Lorenzo de Médicis, un joven orgulloso, demasiado joven quizá para conocer la naturaleza de su temple, un humanista amante del vértigo filosófico y de las veladas nocturnas, que al mismo tiempo era un político brillante pero implacable y también un poeta lleno de dudas. Lo que más ansío es lo que deseo menos, para vivir más, mi final anhelo. Por huir de la muerte, a la muerte espero, busco la paz donde no habita el sosiego. Por aliviar las cadenas en que yo mismo me envuelvo, hielo en el fuego busco, y tormento donde hay contento, vida donde hay muerte, guerra en el apaciguamiento... Sus versos rezumaban un principio de antítesis. Tal vez la única manera de afrontar el asombro para un hombre inteligente era vivir instalado en la contradicción que según los antiguos griegos es la madre de todos los conceptos. Lorenzo leía vorazmente y escribió poemas desde los doce años, pero nunca renunció a su vena política. Probablemente no hubiera podido hacerlo aunque hubiese querido y quizá se sentía protegido manteniendo sus dos naturalezas, la literaria y la del hombre de acción, en compartimentos del alma estancos, como quien se encomienda con una vela a Dios y con otra al diablo (57-58).